Manuel Fraga, 55 años,
opositor impenitente y una de las más vigorosas personalidades del panorama
político español, sigue adelante con su Alianza Popular. El congreso del
partido, que ayer comenzó en Madrid, no ha puesto en duda su titularidad de la
secretaría general, como se especulaba con anterioridad a su celebración. No
obstante, Fraga, en la entrevista que ha sostenido con Martín Prieto -adjunto a
la dirección de EL PAÍS-, mantiene sus esperanzas de aglutinar a las posiciones
conservadoras del electorado español y ejercer de nuevo el poder. En la
conversación, el secretario general de Alianza Popular ha analizado el actual
programa de su partido, su posible vinculación con José María de Areilza. A
Unión de Centro Democrático la califica de centro-izquierda e infiel a su
electorado. Desmiente que Alianza Popular busque los votos del miedo y
recomienda reflexión y prudencia en las autonomías. Sus declaraciones se
completan con reflexiones sobre el proyecto constitucional, elecciones
municipales y la situación de Radiotelevisión Española. «En cuanto a que yo sea
un hombre duro afirma el señor Fraga creo por el contrario que fui un ministro
de Gobernación sumamente progresivo, sumamente liberal.»
EL PAÍS: ¿Hasta qué punto puede replantearse la
política de Alianza Popular en el congreso que hoy comienza?
Manuel Fraga: Todo partido político nace, se desarrolla y
eventualmente muere, como todo en la historia. Pero, evidentemente, si hay un
hecho indudable es que bastantes partidos políticos, y el nuestro no es una
excepción, están haciendo a la vida pública, y cualquiera que conozca la
historia de lo ocurrido en otros países, sabe que hay un período de rodaje, un
período de desarrollo, y que lo normal es que los primeros congresos, los
congresos fundacionales, los congresos segundos y terceros, sean el escenario
de importantes revisiones y reformas. Y nosotros estamos en eso. En España
tenemos partidos que nacieron antes de la Segunda República y otros más
recientes que han estado años en la oposición. Nuestro partido ha nacido hace
poco más de un año y surgió por la fusión de fuerzas diversas que concurrían en
parte, que en parte tenían diferencias y que se encontraron en un primer
momento en la necesidad de buscar una estructura, pudiéramos decir, primero de
coalición, luego federativa y que ahora buscan una unidad más perfecta. Estamos
en un proceso de mayor integración. Las ponencias del congreso, sobre todo la
ponencia política, forman parte de ese proceso de creciente clarificación. Algo
lógico y necesario. Si se lee la historia de los partidos ingleses
norteamericanos, franceses se verá que esto ha ocurrido en todas partes y que
es una situación completamente normal. Nosotros de buena fe, sobre todo desde
las elecciones, porque el primer proceso electoral nos cogió un poco recién
fundados y tuvimos que lanzarnos a él directamente, hemos iniciado este proceso
de integración y clarificación. Creo que pocos partidos pueden afirmar que lo
han hecho como nosotros, desde la base, provincia por provincia. Con un
congreso provincial en cada una hemos ido a una mejor selección de personas, a
una clarificación de posiciones queahora culmina en el congreso nacional. En el
cual, repito, vamos a hacer primero un análisis de la situación. Una fuerza
política, en definitiva, es el análisis de una situación, es el creer que hay
unas corrientes de opinión que pueden cristalizar en un momento determinado. Yo
creo que esa es la situación de España en este momento y eso es lo primero que
vamos, a hacer. En segundo lugar, una fuerza política es también un conjunto de
ideas, es un programa, es una ideología -aunque esta palabra haya que
interpretarla de diferentes maneras- que responden a esa situación. Y yo creo
que estamos capacitados para dar esa respuesta también. Y, finalmente, un
partido político es una organización. Y esos son los tres puntos que formarán
la base de nuestro congreso como de cualquier congreso normal de un partido
político que está todavía en un período de nacimiento y de desarrollo.
'UCD tiene que ser
fiel a su electorado'
EL PAIS: Destacados miembros de AP desearían un menor
protagonismo en el partido de otros ex ministros del régimen anterior que
carecen de su vitola reformista.
M. F.: No voy a hacer ningún comentario sobre eso. El
congreso va a tener una gran libertad de presentar candidaturas, lo que forma
parte de la vida normal de los partidos. Los relevos son parte de esa dinámica
y su aceptación honra a muchas personas, cuya capacidad en unos momentos como
éstos puede ser puesta al servicio de otras funciones. Habrá en el partido
quien pase defunciones ejecutivas a funciones doctrinales, por ejemplo. Pero yo
sobre esto no haré ningún comentario ni anticiparé ningún criterio hasta que el
congreso haya terminado. Lo que sí puedo decir es que lo que ha ocurrido ya en
provincias ha sido lo que corresponde a un partido que se siente a la vez
conservador y reformista, en una mezcla ponderada de renovaciones importantes y
también de continuidades. Pero lo demás, enjuiciar personas y conductas, le
corresponde al congreso.
EL PAÍS: Usted y José María de Areilza fueron tenidos durante
el primer Gobierno de la Monarquía por sendos motores de aquel intento de
cambio político. Tras el nombramiento del presidente Suárez usted optó por
Alianza Popular y Areilza por el Partido Popular hasta su salida del mismo.
Ahora Areilza como presidente de Acción Ciudadana Liberal y usted como
secretario general de AP han vuelto a mantener negociaciones políticas. ¿Cabe
una colaboración o alianza entre ustedes para aglutinar un gran partido
conservador?
M. F.: Ahora no estoy en situación más que de decir
que es cierto que unos y otros mantenemos contactos permanentes, porque todos
somos conscientes de que un partido político no nace de una vez. De tal manera
que hoy hay un sector en el espectro político español que evidentemente no está
suficientemente ocupado. La izquierda está ocupada por fuerzas marxistas; hoy
no hay más izquierda que la marxista, creo yo que desgraciadamente para España.
Hay un sector -la extrema derecha- que tiene su organización, que tiene su
coherencia. Y luego existe el llamado centro-izquierda que yo no voy a
enjuiciar ahora y cuyo título se han dado ellos a sí mismos. Todo lo demás, es
decir, lo que no es marxismo y lo que no es centroizquierda, lo que puede
formar un gran partido nacional de base ancha, a la vez conservador y
reformista, está por cubrir suficientemente. Hoy no hay más fuerza organizada e
importante en este sentido que la nuestra, aunque hay una serie de fuerzas
políticas que no tienen grupo parlamentario o que no han comparecido a las
elecciones y que en este momento están intentando surgir. Esto es un hecho
absolutamente constatable: Alianza Popular está ahí, mientras losotros grupos
tienen personalidades o tienen ideas, pero todavía no han cristalizado. Y es
nuestro deber contribuir a que esa gran fuerza pueda crearse. En España existe
un sitio, evidentemente, para un partido como el conservador británico. como el
gaullista francés o como otros que funcionan en Europa; y creo que esta
situación de verdadera carencia, de necesidad, todos tenemos que resolverla y
para ello no hay más remedio que hablar, que conversar. Ahora bien: yo tengo la
sensación de que ese proceso empezó ya antes de las elecciones y continuó
después. Luego cada uno ha seguido los caminos iniciales que tomó. El nuestro
por lo pronto ha dado lugar a la creación de un grupo parlamentario que tiene
una presencia efectiva en la mayor parte del país, y esa es una realidad que
probablemente será el núcleo de ese futuro centro-derecha o derecha civilizada.
A eso aspiramos sin ninguna restricción, sin buscar ninguna prioridad, ningún
privilegio. Sólo queremos contribuir seriamente a la creación de ese grupo que,
desde luego, tiene que ser más amplio que el actual.
EL PAÍS: ¿Cuál es el grupo social que puede ver
representados sus intereses en ese gran partido conservador?
M. F.: Ese grupo social existe, evidentemente. Si
creemos que una gran parte del país no es marxista -que yo creo que no lo es-,
si creemos que en España hay una gran mayoría nacional y por ello ve con
preocupación los planteamientos nacionalistas, es obvio que en todo lo demás
tiene que haber un sector muy amplio que, algún día se tendrá que encontrar, y
eso es lo que algunos estamos intentando buscar de buena fe. ¿Que dónde está
ese grupo social? Este es un país de clases medias, antes no lo era, en los
años 30 no lo era. Este es un país en el que yo sigo creyendo que el marxismo
no es una fórmula de pensamiento que en este mo mento pueda ser mayoritaria.
¿Cómo se logra soldar todo eso? Pues yo tengo la sensación de que ahora se están
creando las circunstancias para que eso cristalice, porque, en primer lugar, la
crisis económica y social es verdadera. Se dice que se hace catastrofismo
cuando se recuerda que esta mos en un 30 % de inflación o cuando se recuerda
que 1978 puede ser un año de altísimas cifras de paro. Se dice que se hace
catastrofismo cuando se recuerdan datos sobre orden público que nadie ha
discutido. Se dice que se hace catastrofismo cuando se recuerda el estado
lamentable en que se encuentran nuestras cárceles, por ejemplo; y así,
sucesivamente. Parece que se quiere dar a entender que no es de buen gusto
citar esos datos y esas cifras. Yo creo que eso no es catastrofismo, que es
recordar unas verdades que preocupan a las personas que prefieren en lo
económico el sistema de una economía libre y social de mercado, y que en el
terreno social entienden que no es la lucha de clases la base de la dialéctica
de la sociedad, sino que hay otras fórmulas negociadoras que, recogiendo los
pluralismos del mecanismo económico y social, lleven a soluciones
constructivas. Personas que también estiman que la ley y el orden son mejores
que la anarquía y que por ello no se apuntan a un concepto de derecha
autoritaria ni de un orden organizado en el viejo principio de que
«tranquilidad viene de tranca», si no que simplemente entienden que el
deterioro del orden público no es bueno para nadie. Personas que entienden que
defendiendo las autonomías es deseable comprenderque España es una nación que
se viene haciendo desde la unión de los antiguos celtas con los iberos, desde
que los romanos unificaron culturalmente el país, desde que los godos le dieron
una unidad política, desde que la reconquista aportó una empresa común que
luego dio la gran empresa americana, que todo eso se perfeccionó en el Estado
moderno; y que frente a ello, la teoría de un Estado artificial montado sobre
nacionalidades diversas es una teoría funesta y destructiva. Yo veo que en ese
conjunto de ideas están muchas personas que no tienen más remedio que
encontrarse. Nosotros seremos dignos o no de merecer ser los que hagamos la
unidad; ese es otro tema. Pero que alguien tiene que intentarlo es cierto y en
ello estamos. Y creo que al finad, siete, ocho, diez grupos políticos nos
encontraremos en esa empresa.
EL PAÍS. ¿La Unión de Centro Democrático no puede
satisfacer esos intereses?
M. F. Para eso tiene que cambiar sus métodos
actuales, tiene que renunciar a declararse centro-izquierda, porque eso que yo
antes he descrito no es centro- izquierda, que yo sepa. Tiene que ser fiel a su
electorado, que hoy se encuentra en gran parte más o menos.en las ideas que
tiene Alfonso Osorio y en el desencanto producido por los cambios de frente de
UCD. Tiene que pensar menos en captar votos socialistas y más en ser coherente.
Con estas condiciones, con menos entreguismo, con mayor decisión, posiblemente
UCD podría ser un elemento más en el proceso de unidad de la derecha, pero,
naturalmente, empezando por decir la verdad y por confesar públicamente los
principios que acabo de exponer del modo más claro y terminaríte.
"En España
existe un sitio para un partido como el Conservador británico"
EL PAÍS. ¿Alianza Popular busca el voto del miedo?
M. F. Alianza Popular no busca esos votos. Nosotros
hemos hecho algunos gestos recientes suficientemente claros a este respecto y
que creo nadie ha discutido, incluso algunos los han considerado exagerados,
para dejar absolutamente diáfano que somos un partido posibilista que actúa
claramente para levantar la democracia, pero una democracia fuerte y que pueda
funcionar. No una que fracase como fracasaron la primera y la segunda
Repúblicas. Y basta leer Fuerza
Nueva o El Alcázar para
comprender que son posiciones completamente diferentes de las que nosotros
defendemos. Ahora bien, eso que se define como voto del miedo también puede ser
en algunos casos simplemente el voto de la prudencia, votos de ciudadanos que
ante las grandes disyuntivas prefieren que estén claros el orden y la ley. En
todo caso reitero lo que dije recientemente en el Congreso: que un país no se
hace solamente con orden, con disciplina, pero que cuando eso falta, no
funciona todo lo dernás. Y esa es una verdad que el país ha conocido ya en los
años 34 y 36 y no conviene olvidarla. Y justarriente los que no propugnamos el
catastrofismo, tenemos el deber de recordarlo.
EL PAÍS. Su oratoria parece más agresiva o menos
conciliadora que el pensamiento político que expone usted en sus habituales
artículos prensa. Intervenciones suyas la del Congreso sobre el orden público
parecen rescatar su fama de hombre duro.
F. La palabra escrita es la que ile, la otra en
gran parte es interpretada. Yo desafío a cualquiera que lea las transcripciones
taquigráficas de mi discurso en el Congreso, no las interpretaciones que
algunos han dado a mis palabras, a que encuentre la menor diferencia, él más
ligero matiz entre mi discurso y mis artículos. En cualquier caso se entenderá
que ahora es un deber de honestidad que en las intervenciones orales o escritas
se hable o se escriba de lo que pasa en el país. Hablar en conversaciones
privadas, en comidas o en cenas de lo mal que va todo y luego convertir el
Congreso en una tertulia de salón,es lo contrario de lo que hay que hacer. Yo
creo que las conversaciones de salón están bien para,las comidas y que en el
Congreso hay que hablar seriamente de los problemas del país. Desde luego, lo
que yo firmo, firmado está, y entiendo que mis manifestaciones públicas corres
ponden a una grave preocupación personal, que es optimista respecto al futuro,
pero que también es rea lista en cuanto a señalar los peligros reales que
tenemos ahora mismo por delante. Lo que ocurre es que cuando yo digo que la eco
nomía está en peligro parece que no es lo mismo que cuando lo dice el profesor
Fuentes Quintana, que no lo niega. Cuando yo dije en la campaña electoral,
antes de que nadie lo dijera, que íbamos a tener doscientos millones de déficit
real de presupuesto, por lo visto era una exageración. Y ahora resulta que es
la cifra que ha dado el Gobierno. Lo malo de esas palabras, desgraciadamente, es
que van a misa. En cuanto a que yo sea un hombre duro creo por el contrario,
que fui un ministro de la Gobernación sumamente progresivo, sumamente liberal.
Que fui el hombre, en suma, que abrió el camino a la reforma. Porque justamente
fue unagran ventaja para el país que en aquel momento estuvieran en la misma
mano la teorización y la propuesta de la reforma y la responsabilidad del
mantenimiento del orden público. Si hubieran estado separados, en mi opinión no
se hubiera llegado a donde se llegó después, gracias al esfuerzo y al
sacrificio de los que trabajamos los siete primeros meses de la Monarquía.
EL PAÍS: ¿Qué opinión le merece el desarrollo de las
actuales elecciones sindicales?
M.F.: Tengo que confesar que no lo he seguido con
suficiente conocimiento, porque yo no estoy en la vida sindical, y por otra
parte, las elecciones todavía están en su comienzo. Yo tengo la esperanza de
que de estas elecciones salga lo que yo creo conviene al país, que es un inicio
de la potenciáción de la verdadera sindicación libre, no de la coaccionada. Y
la formación, al lado de los sindicatos politizados, controlados o colonizados
por los partidos, de núcleos importantes de sindicatos independientes. Eso es lo
que yo deseo.
EL PAÍS. Usted, que planteó el centrismo en vida de
Franco, ¿no aspira a desetiquetarse el derechismo y formar un partido
conservador, pero moderado y estrictamente de centro?
M.F.: Vengo hablando de esa filosofía del centro
desde el año 69, en un discurso en el antiguo Consejo Nacional. Yo he sostenido
en un momento en que un gran sector de la derecha no quería reformas, la
necesidad de una política de centro, y cuando se planteaba la ruptura, yo
defendía la reforma para consolidar la parte conservadora del centro. Y lo que
ha ocurrido, como tantas otras veces, es que por ser consecuente para algunos
fui un peligroso izquierdista en los años sesenta, y para otros soy un
conservador excesivamente intransigente y duro, ahora. Pero yo digo lo mismo
entonces y hoy. Para mí, la teoría del centro no consiste en tener un gran
partido de centro y luego partidos de derecha e izquierda polarizando los
extremos hasta llegar a un enfrentamiento civil. Lo que yo propongo es que los
partidos, tanto de derechas como de izquierdas, sean más bien de centro-derecha
y de centro-izquierda, antes que extrema derecha o extrema izquierda. Y uno de
los servicios que ha prestado Alianza Popular al país ha sido el de aislar la
extrema derecha y preparar el camino para un gran partido de centro-derecha. Yo
sigo diciendo que el día que la derecha decida ser mayoritariamente
centro-derecha sin intentar disfrazarse de centro-izquierda, que no es lo suyo;
el día que el socialismo se decida a ser social-democracia, que sólo se puede
hacer desde el socialismo y no desde frentes derechistas más o menos
disimulados, ese día, digo, el país empezará a andar sobre sus propios pies.
Eso es lo que yo he dicho siempre; no que aspirará a dirigir un partido de
centro, cosa que no he dicho nunca.
EL PAÍS: Usted propugnaba una Constitución clara y
breve. ¿No le parece el proyecto constitucional largo y farragoso?
M.F.: Es cierto que yo propugnaba y propugno una
Constitución que sea lo más «constitucional» posible, en el sentido de que aborde
los temas fundamentales y deje a la ley la diversidad de interpretación de esos
principios. Pero este proyecto de Constitución es el compromiso de diversos
partidos y nadie puede reconocerse en él totalmente. El proyecto de
Constitución es más largo de lo que yo quisiera, pero esto no es decisivo. Yo
defiendo el texto actual: primero, por respeto a unos compañeros con los que
hemos llegado a unos compromisos. Segundo, porque creo que hasta ahora, las
Constituciones en España siempre han sido redactadas por un pequeño grupo que
después las impusieron al país. Y ahora, por primera vez, nos hemos podido
sentar en la misma mesa desde el Partido Comunista a Alianza Popular para
discutir un borrador de Constitución. Así, la crítica de que ésta es una
Constitución de comprómiso resulta el mejor elogio que se la puede hacer. En
Gran Bretaña, la palabra compromiso es una buena palabra, que no equivale al pastel o al pasteleo del castellano. Con todos sus
defectos, éste es el texto menos malo en estos momentos de todos los posibles,
naturalmente que incluyendo también sus votos particulares. Y creo que sería un
error, incluso un error importante, plantearlas cosas de otra manera o
aspirando a que un grupo político intentara imponer su Constitución, volviendo
al «trágala», que era la palabra que aplicaban los liberales a los no
partidarios de la Constitución. El proyecto será bueno, mediano o mediocre,
pero ante todo es un compromiso viable.
'Las prisas de Maciá y Companys nos llevaron al 36'
EL PAÍS: ¿Qué opinión tiene de la política de
preautonomías?
M.F.: Yo no creo nada en las prisas. Cuando se
escribe para la Historia hay que escribir despacio y recordando que el tiempo
no respeta lo que se hace sin contar con él. Los ingleses llevan estudiando la
autonomía para Gales y para Escocia durante años, han producido sobre esta
cuestión literatura y libros blancos de un metro de alto y no se dan prisa. Los
italianos, que no forman un pueblo tan sesudo como el inglés, establecieron las
autonomías en la Constitución de 1947 y todavía las están desarrollando.
Las prisas de Maciá en el
año 31 y las de Companys, en el 34, nos llevaron al 36. Las prisas de la
República en el año 73 nos llevaron al movimiento cantonal. Ahora usar el
decreto ley para afrontar las reivindicaciones autonómicas es una equivocación.
Autonomías sí, pero para integrar España. Autonomías y preautonomías para
desintegrar el Estado, no, Tengamos reflexión y prudencia en un asunto de tanta
trascendencia. Unas autonomías serias, bien pensadas, producto de una serie de
pactos sociales y políticos, las defendemos todos. Pero todo momento histórico
tiene sus mitos. Hubo épocas en que todos esperaban dennasiado del libre cambio,
en otras se esperaba demasiado de la libertad de imprenta, en otras de la
libertad religiosa, etcétera. Ahora en España muchos piensan que por el mero
hecho de que se establezca la autonomía, y casi por el mero hecho de la
palabra, las cosas vayan a mejorar. Pues bien, yo creo que las autonomías hay
que mitificarlas. Cuando algunas regiones vean que la autonomía es un problema
más y no una solución mágica, el mito puede convertirse en frustración. Por eso
pido prudencia y moderación en el tratamiento autonómico.
EL PAÍS. Algunas regiones esperan de la autonomía la
solución de problemas económicos que no ha sabido resolver un poder
centralizado.
M. F. Eso es un mito. Andalucía o mi querida
Galicia, por ejemplo, son regiones que necesitan solidaridad y ayuda de otras
regiones. La autonomía acaso pueda darlas más voz para clamar por sus
problemas, pero por sí sola, la autonomía nunca será una solución. Y eso es lo
que me preocupa: una nueva frustración para el pueblo español. Las autonomías
tienen que ser lo que son: una técnica más de Gobierno que puede funcionar o
que puede también compricar las cosas. Soy partidario de que este asunto no se
aborde hasta después de aprobada la Constitución, y pienso que un año o dos
después de aprobada la Constitución sería un plazo razonable para que las
regiones estudiaran su posible autonomía.
EL PAÍS. ¿Cree en el independentismo del País Vasco?
M. F. Lamento tener que decir que grupos de
población que en alguna provincia vasca tal vez no lleguen al 20 % están en
actitudes en mi opinión exageradas. Lo que pienso es que eso constituye una
grave responsabilidad del Gobierno que lo ha permitido, porque hace un año el
problema no existía en la dimensión de ahora. Pero yo creo que todos los
problemas tienen su tratamiento desde los siguientes supuestos: primero, ir
directamente a las cuestiones y al tiempo mantener la energía suficiente para
que nadie piense en volcar el carro. Y lo que es intolerable es que la
violencia terrorista sea un elemento que presione en este asunto, cosa que
ningún Gobierno debería permitir. Se está tolerando que la violencia terrorista
resulte un punto operativo importante, en lugar del razonamiento y la,
discusión; porque se está dando de masiada mano libre a los terroristas. Que
los criminales de ETA se estén paseando tranquilamente por el país, es una
tolerancia que el Gobierno no debería consentir.
EL PAÍS: ¿Cuál es la Política de Alianza Popular
respecto a ¡as elecciones municipales? M.
F.: Alianza Popular dice: primero, que fue un error gravísimo no hacer
en su tiempo comisiones gestoras en los ayuntamientos, segundo, que es otro
error estar mitificando esas elecciones; tercero, que hay que hacer las
elecciones loantes posible, pero también lo antes que sean posibles y útiles,
lo cual quiere decir que haya haciendas municipales no arruinadas por la
inflación y que no se mezcle la elección de los ayuntamientos en el debate
constitucional, y que la campaña electoral no rompa la tregua económico-social
que han supuesto los pactos de la Moncloa.
EL PAÍS. ¿Qué opina de la situación de Radiotelevisión
Española?
M. F. Que es un tema de capital importancia. Creo
que no habrá democracia en España mientras que ese organismo poderosísimo no
sea neutralizado y continúe como ahora en manos del Gobierno, porque las
últimas medidas que se han tomado sobre RTVE son puramente simbólicas. Además,
el descontrol organizativo de RTVE es grande. Puedo asegurar que no lo era
cuando yo fui ministro de Información. Evidentemente, el de RTVE es uno dé los
más graves problemas del país. Yo diría que después de las autonomías es el
primer problema que debe resolverse si queremos sacar adelante un Estado
constitucional. La televisión tiene que seguir un modelo como el británico, o
semejante, que haga del medio un servicio público y no un- producto más de la
sociedad de consumo.
'Fue un error no
hacer comisionesgestoras en los ayuntamientos'
EL PAÍS. ¿Sigue uste teniendo por muy grave la
situación económica?
M. F. Ahí están los datos del Gobierno. Una
economía con un 30 % de inflación, con un grave déficit exterior, una economía
que no aspira en este año, por bien que marchen las cosas, ni al equilibrio
exterior ni al equilibrio del presupuesto, una economía que considera un
paliativo que el crecimiento de los salarios no rebase el 22 %, no es una
economía que esté en buena situación y desde luego es una economía que bordea
niveles preocupantes de paro y de quie bras empresariales.
¿Las medidas económicas? No
son malas. El cuadro macroeconómico de Fuentes Quintana es bastante razonable,
pero la economía es economía política, y mientras no haya un clima de confianza
política y de seguridad personal, no se podrá enderezar la crisis económica.
¿Quién invierte en Bilbao? ¿Quién invierte en San Sebastián? Esa es la pregunta
a la que hay que contestar sin catastrofismos y con seriedad.
EL PAÍS. Finalmente, ¿qué perspectivas tiene sobre un
Gobierno socialista en un futuro próximo?
M. F. Yo creo que en este momento, un Gobierno
socialista en España no resolvería ningún problema. Primero, porque no tendría
mayoría y tendría que gobernar con toda clase de compromisos. Segundo, yo me
pongo a pensar cuál de los asuntos de España mejorarían con un Gobierno
socialista. Y pienso: ¿Asuntos Exteriores? Pues no me gusta lo que ha hecho
sobre el Sahara el PSOE. El Ministerio del Interior, ¿estaría llevado con mayor
energía, con mayor eficacia por los socialistas? Tengo muy serias dudas. ¿Los
ministerios económicos? Puesto tengo dudas también. Esa solución socialista no
existe. Más adelante, sobre todo si el PSOE se decide a ser socialdemócrata.
Pero ahora mismo esa solución es totalmente inviable. Cuando se decidan a ser
socialdemócratas, las cosas podrían cambiar.