30/4/85

Un comando paramilitar destruye una emisora argentina destacada por su denuncia de la 'guerra sucia' (30-4-1985)

Un comando de 10 personas jóvenes, atléticas, con el pelo rapado, tomó por asalto a primera hora de la mañana de ayer el centro emisor de Radio Belgrano, a 30 kilómetros de Buenos Aires. Tras atar y amordazar a los tres técnicos de mantenimiento de la planta emisora, los asaltantes colocaron cargas expansivas e incendiarias y destruyeron completamente las instalaciones, sin ocasionar víctimas. Radio Belgrano es una de las emisoras más antiguas de Argentina; desde sus micrófonos, Evita Perón, actriz de radioteatros, movilizó a las masas hacia la plaza de Mayo para exigir la libertad del entonces coronel Juan Domingo Perón, detenido en un hospital militar.

Radio Belgrano, expropiada por la dictadura militar, aún no ha sido privatizada y es administrada por el Estado; en cerca de dos años de democracia su programación ha sido la más avanzada y libre en la crítica a los horrores de las juntas militares. Recientemente el líder de la Unión de Centro Democrático, ingeniero Álvaro Alsogaray, públicamente acusado de mantener contactos con el golpismo militar, reputó de infiltrados marxistas a sus redactores.El atentado ha sido unánimemente repudiado y achacado a la mano de obra desocupada: los integrantes de los grupos de tareas parapoliciales y paramilitares que entre 1976 y 1982 expandieron el terror represor en Argentina. En la misma mañana Radio Belgrano regresó a las ondas gracias a una operación de ayuda técnica montada con toda urgencia por el resto de las emisoras porteñas.

Tras este primer atentado producido a la semana del inicio del juicio contra las juntas militares argentinas, el Gobierno se reunió en la residencia presidencial de Olivos para perfilar los detalles de la economía de guerra anunciada por Raúl Alfonsín y que origina serias divergencias en el equipo ministerial.

Por supuesto que la figura oratoria de Alfonsín hace referencia al cúmulo de privaciones y a la disciplina económica que habrán de afrontar los argentinos y no a una intervención de la economía; antes bien, el Gobierno se apresta a privatizar buena parte del extenso sector público argentino y a encarar las causas de que Yacimientos Petrolíferos Fiscales -la CAMPSA argentina- sea la única empresa extractora de petróleo que pierde dinero en el mundo o que los Ferrocarriles Argentinos pierdan un millón de dólares diarios.

Las diferencias de criterio entre los radicales sobre la aplicación de una cirujía de caballo a la economía del país podrían motivar una crisis gubernamental de amplias proporciones. Los intentos de moralizar la vida económica ya comenzaron a advertirse hace tres meses con el rígido control aduanero y las batidas policiales por la city porteña, intentando dificultar las transacciones financieras ilegales basadas en el dólar estadounidense. Los depósitos en moneda extranjera están intervenidos y sólo puede retirarse su contravalor oficial en pesos argentinos. El Gobierno intenta, todavía débilmente, poner fin a la superestructura económica porteña que vive, ahorra, compra, vende y presta en dólares estadounidenses, en negro, y al precio de su propio mercado clandestino.

Por su parte, la Confederación General del Trabajo (CGT) ha comenzado en Rosario, la tercera capital de la República, su primera movilización contra la política económica del Gobierno, que habrá de culminar el 23 de mayo en una huelga general de 24 horas. Los secretarios de la CGT se reúnen previamente, en cada provincia a movilizar, con el obispado local, procurando -y obteniendo- el apoyo de la Iglesia católica para sus reivindicaciones.

No obstante, monseñor Novak, obispo de Quilmes, uno de los escasísimos prelados progresistas argentinos, ha denunciado a los dirigentes sindicales "que hacen de su función un negocio".

La CGT comienza así su mes de movilizaciones fuertemente golpeada por la indignación general provocada por las declaraciones, ante el juicio a las juntas, de sus secretarios Tríaca y Baldassini, quienes afirmaron -desconocer la desaparición de líderes sindicales durante la represión militar (un 30%. de las desapariciones). Además del viejo y tácito pacto sindical-militar que ha presidido buena parte de la reciente política argentina, se estima que la extrema prudencia de los secretarios declarantes está fundada en la posesión por las fuerzas armadas de los antecedentes mafiosos, delictuosos y comunes de la dirigencia burocrática del sindicalismo peronista.

Descartada causa terrorista en el incendio de un hospital en Buenos Aires (30-4-1985)

"¡Viva Dios, viva Dios!" gritaban los orates recluidos en el sanatorio, privado Saint Emilien de Buenos Aires cuando, envueltos en llamas, corrían por los pasillos intentado escapar del fuego que les perseguía. La tragedia ha conmovido al país: 79 cadáveres han sido identificados, 10 del centenar de heridos padecen tales quemaduras que se teme por su vida y 25 internados o asistentes han desaparecido. Está descartada la intencionalidad terrorista en la catástrofe.No se encuentran los cadáveres de los desaparecidos en el edificio, que aún mantiene su estructura. Tampoco aparecen recogidos por sus familias. Algunos sobrevivientes, sometidos a curas de sueño, quizá vaguen aún por las calles, perdida su identidad.

Parece un drama shakesperiano la maldición de las desapariciones en la Argentina: los desaparecidos bajo la represión de la dictadura militar, los desaparecidos en el hundimiento del crucero General Belgrano, losdesaparecidos en las Malvinas durante la guerra terrestre, ahora ésto...

El director de la clínica y dos de sus funcionarios están detenidos. El Instituto estaba considerado como receptor de casos rechazados por otras clínicas privadas, y sus propietarios lo son también de otro centro médico donde recientemente se desenmascaró a un cirujano -por otra parte muy eficaz y resolutivo- que no había terminado sus estudios de medicina y estaba aquejado de locura; solventaba la falta de medios técnicos realizando operaciones de cadera y perforando huesos con taladradores de bricolage casero.

Está descartada la intencionalidad terrorista del incendio y se sospecha fundadamente de un piromaníaco de 19 años, internado en el centro, gravemente quemado, y que supuestamente mejorado tenía libre circulación por el edificio.

La inadecuación del centro para sus fines es objeto de repulsa. Varios pisos, permanecían cerrados para impedir la fuga de los enfermos y los barrotes y los vidrios irrompibles convertían el instituto en una cárcel. Muchos enfermos seniles eran amarrados a sus camas para mantenerlos tendidos.

Pisos de linoleum, revestimientos aislantes altamente inflamables, colchones de gomaespuma y mueblería de formica, se convirtieron rápidamente en pavesas, originando densas nubes de humaredas tóxicas, mientras estallaban las bombonas individuales de oxigenoterapia.

28/4/85

Alfonsín pidió mas sacrificios al pueblo en la manifestación de apoyo a la democracia (28-4-1985)

Unas 250.000 personas desbordaron en la noche del viernes la plaza de Mayo en respuesta a la convocatoria presidencial contra el golpismo y por las instituciones democráticas. Raúl Alfonsín, desde el balcón de Perón de la Casa Rosada, habló durante una hora anunciando una economía de guerra, más impuestos y más privaciones para el pueblo argentino. Las columnas de la Juventud Peronista, el Partido Intransigente y el Partido Comunista abandonaron la plaza cuando Alfonsín exigió mayores sacrificios a su pueblo.

El éxito de la convocatoria en defensa de la democracia fue completo; la población se encontraba sensibilizada por el discurso radiotelevisado de Alfonsín el pasado domingo, y la Unión Cívica Radical (UCR) no escamoteó medios -incluido el flete de trenes especiales- para llenar la plaza. Desde horas antes del inicio del acto, las ocho de la tarde, la plaza de Mayo comenzó a colmarse con las columnas de los distintos partidos, algunas con banderas de 50 metros de largo, mientras la Casa Rosada y la avenida de Mayo hasta el Congreso eran iluminadas.El Gobierno y personalidades radicales ocuparon el histórico balcón derecho del palacio presidencial, mientras diferentes locutores leían el documento suscrito por 15 partidos políticos -la UCR y el peronismo oficial entre ellos- en apoyo y defensa del sistema democrático. Estruendo de bombos, silbidos, trompetazos, cánticos continuados de "el pueblo unido/ jamás será vencido" y Alfonsín / querido / el pueblo está contigo" retrasaron largamente el discurso del presidente de la República.

"Ya sé", comenzó, "que no habéis venido a apoyar a un Gobierno, sino a defender la democracia". "No han querido golpear a mi Gobierno", continuó; "han querido golpear al pueblo argentino". Tras enumerar los bienes de la legalidad constitucional y la defensa que de ellos ha hecho el Gobierno, Raúl Alfonsín invirtió los términos de su proclama -que estaba siendo interrumpida y vitoreada clamorosamente- para adentrarse en un discurso económico, admonitorio, sincero y amargo, en el que subvirtió los términos en que un político argentino debía dirigirse tradicionalmente a las masas en la plaza de Mayo.

Para no pocos argentinos, algunos de los problemas de fondo que aquejan al país comenzarían a resolverse si en la plaza de Mayo se levantara un gigantesco estacionamiento elevado de automóviles que impidiera la concentración de las personas. La plaza de Mayo, flanqueada por la Casa Rosada y el cabildo, desde cuyos balcones se proclamó la independencia, es el corazón político de Argentina, el primer objetivo de ocupación militar en los golpes de Estado, el lugar de cita de las masas en los momentos de crisis, el escenario de las madres y abuelas para su reclamo, el teatro de Evita y de Perón. Allí acudieron los argentinos a aclamar al teniente general Galtieri cuando se anunció la ocupación de las Malvinas, y allí acudieron dos meses después a chocar contra la guardia de infantería cuando se conoció la rendición ante las tropas británicas.

El día de su asunción presidencial, Raúl Alfonsín huyó de la mítica balconada y se dirigió al pueblo desde el cabildo fronterizo, obligando a los presentes a dar la espalda a la Casa Rosada. Indefectiblemente, rendido ante su magnetismo, Alfonsín ha vuelto al fatidíco balcón, pero desde él ha dejado caer, por primera vez, un mensaje antitriunfalista. Afirmó que el país debe aprestarse a pasar por dificultades extremas y que hay que afrontar en Argentina una economía de guerra, que con fondo o sin fondo -por el obviado y contestado Fondo Monetario Internacional (FMI)- es perentorio dar la batalla contra la inflación.

Alfonsín prometió nuevos y mayores impuestos, haciendo la salvedad de que sería reformado el sistema impositivo argentino, uno de los más regresivos del mundo, procurando que la carga fiscal recaiga sobre los más ricos; aseguró que es inútil esperar en lo que resta de año una mejora de¡ nivel de vida general; advirtió a los funcionarios públicos sobre su prepotencia y absentismo, y anunció privatizaciones de empresas estatales y severas reducciones del gasto público. Este corresponsal tiene conocimiento directo y fehaciente de que los consejos de Felipe González han influido decisivamente en el giro copernicano dado por la política de Raúl Alfonsín.

Banderas arriadas

El presidente fue arrojando baldes de agua fría sobre la plaza de Mayo hasta que las Juventudes Peronistas, los intransigentes y los comunistas arriaron sus banderas y a los cánticos de "Ay, ay, ay, / este discurso se lo ha hecho Alsogaray" (líder de la Unión de Centro Democrático, derecha económica, amigo político de Fraga Iribarne y tenido por conspirador golpista) y "Siga, siga, siga, el baile / al compás del tamboril / el pueblo muere de hambre / de la mano de Alfonsín" abandonaron ostensiblemente la plaza.

80 muertos y 200 heridos en Buenos Aires (28-4-1985)

80 muertos y 200 heridos, muchos de ellos en gravísimo estado y en peligro de muerte inminente, es el balance de un incendio registrado a primera hora de la noche del viernes en el Instituto Neuropsiquiátrico y Geriátrico, Sainte Emiliane, en un barrio céntrico de Buenos Aires.

El incendio, en un edificio de cuatro pisos, comenzó en una de las dos primeras plantas, alrededor de las nueve de la noche, poco después de que el presidente Raúl Alfonsín tomara la palabra en la Plaza de Mayo. Los enfermos y ancianos habían tomado ya su cena y la mayoría se encontraba bajo los efectos de los sedantes. El resto del personal contemplaba por televivisión la manifestación. La propagación del fuego fue rapidísima y no se descarta que algún enfermo, piromaniaco, lo haya provocado. El humo ocupó los corredores y escaleras propiciando un pandemónium, mezcla de terror, locura o senilidad. Monitores, enfermeros y voluntarios, tuvieron que pelear con los internos, que buscaban refugio en el interior del edificio en llamas creyendo que el peligro venía de afuera o estimando que estaban siendo atacados por sus salvadores. Muchos pacientes se escondieron en lugares insólitos donde perecieron asfixiados.

El Instituto albergaba 410 enfermos aquejados de diferentes deficiencias mentales. Bomberos y público intentaron derribar puertas y ventanas mientras en el interior se advertía a los recluidos correr por los pasillos, envueltos en llamas.

Comparecen en el juicio los miembros de la cuarta Junta Militar (28-4-1985)

Los tres integrantes de la cuarta y última Junta Militar argentina -teniente general Nicolaides, almirante Rubén Franco y brigadier general Augusto Hughes- comparecieron el viernes ante el juicio de Buenos Aires seguido contra sus nueve antecesores en la gobernación militar del país.
Los tres últimos triunviros, tras la pérdida de la guerra de las Malvinas, administraron la transición a la democracia bajo la presidencia nominal del general Reynaldo Bignone.

Los tres, particularmente el general Cristino Nicolaides, destacaron el carácter de guerra que tuvo el enfrentamiento armado contra la subversión de izquierdas. Nicolaides afirmó: "Como profesional militar no tengo dudas de que ésta fue una guerra, y para ello voy a dar tres argumentos. El primero es que había dos opositores armados cuyo objetivo era la conquista del poder, uno la buscaba para imponer una ideología de izquierdas ajena a las tradiciones y al sistema de vida del país. En segundo lugar, las Fuerzas Armadas fueron convocadas por decreto para oponerse a esa usurpación, es decir, salieron en cumplimiento de un mandato constitucional y lo lograron. En tercer lugar, se habla de represión, pero yo me he tomado el trabajo de leer el diccionario de la Real Academia y dice que represión significa neutralizar los efectos de algo. En cambio, el término aniquilar está directamente relacionado a la guerra. La guerra busca el aniquilamiento del enemigo".

Perdieron la seguridad

Los tres últimos triunviros testificaron que la lucha contra la subversión fue responsabilidad de cada arma y perdieron seguridad cuando se les interrogó sobre el documento final por ellos elaborado. El documento final fue un comunicado conjunto previo a la ley de amnistía que después derogaría el Gobierno constitucional.

En él se reconocen errores en la represión -se llegan a citar 200 casos- supuestamente castigados militarmente, admitiéndose que personas inocentes resultaron muertas en acciones de contrainsurgencia.

Nicolaides, Hughes y Franco aseguraron que la detención de personas desarmadas en sus domicilios colistituía una acción de guerra y obviaron profundizar sobre el alcance de párrafos de aquel documento final en el que se aludía al "traspaso de los límites de los derechos humanos fundamentales", al "robo cometido en algunas operaciones" y al "mal comportamiento con la gente".

En cualquier caso, según los testigos, se trató de errores que fueron sancionados militarmente. Nicolaides, el hombre fuerte de la última Junta Militar, se negó por tres veces a testificar para no resultar incriminado: cuando le preguntaron sobre si los errores implicaban la tortura y la desaparición de personas, sobre si los procedimientos inéditos a que se vieron obligadas las Fuerzas Armadas incluían el tormento a los detenidos y sobre si se consideraba responsable de algún hecho ilícito.

Reclamando su derecho de no declarar contra sí mismo, el teniente general Nicolaides fue, al menos, profundamente sincero y explícito con su silencio.


27/4/85

El ex jefe de la Marina, almirante Massera, culpó al Ejército de Tierra argentino de las desapariciones (27-4-1985)

El almirante y ex triunviro de la primera junta militar, Eduardo Emilio Massera, en sus viajes al extranjero, responsabilizaba al Ejército de Tierra de la violación de derechos humanos en el país. El ex presidente francés Valéry Giscard d'Estaing será llamado a declarar ante el juicio de Buenos Aires a petición de la fiscalía, ya que, siendo presidente de Francia, escuchó de él estas acusaciones. El enfrentamiento entre un testigo y el ahogado de uno de los golpistas motivó ayer el primer incidente del proceso, con expulsión de la sala del público y sanciones contra los encartados en el mismo.

La sesión del jueves, tensa, registró el primer incidente serio de la vista. En la sala del juicio, el diputado de la Democracia Cristiana, Augusto Conte -uno de cuyos hijos permanece desaparecido- tuvo un pequeño roce verbal con el doctor Orgueira, defensor del ex presidente Roberto Viola, recordándole que no debía matonear porque ya no estaba en la época de la dictadura.Orgueira, a los gritos, interrumpió el interrogatorio de un testigo, asegurando haber sido amenazado; la presidencia desalojó la sala y, tras un amplio receso, prohibió el acceso al juicio al diputado Conte y ordenó el arresto por una hora del letrado Orgueira.

De entre las testificaciones expuestas el jueves, cabe destacar las del presidente de Aerolíneas Argentinas, Horacio Domingorena, del magistrado francés Louis Joinet, y del almirante francés retirado, Antoine Sanguinetti. Domingorena reveló que el ex ministro de Interior, Albano Harguindeguy, poseía un fichero para controlar desaparecidos, aunque jamás admitió su existencia.

Asimismo, Domingorena dijo que el almirante Emilio Eduardo Massera le había manifestado en una ocasión que había llevado a la junta de comandantes su temor por los aspectos ilegales de la represión y que el ex presidente teniente general Jorge Videla se había opuesto a tratar formalmente el tema.

 Posteriormente, Domingorena relató una conversación con el ex presidente Roberto Viola en la que éste admitió el peligro que suponía el reparto de armas a las organizaciones parapoliciales y paramilitares que colaboraban con la represión.

Reconoció también que el se- cuestro del periodista Fernández Pondal -tenido oficialmente por desaparecido en manos de la guerrilla- había sido efectuado por grupos de tareas que nada tenían que ver con la subversión de izquierdas.

El magistrado Joinet, miembro de organizaciones internacionales de defensa de los Derechos Humanos, relató todos los inconvenientes puestos a sus investigaciones sobre desaparecidos por parte de las autoridades argentinas de la dictadura y las presiones de las juntas militares por evitar que trascendieran los trabajos de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU acerca de la situación en el país.

El almírante Antoine Sanguinetti, un brillante marino francés, declaró haberse reunido en Buenos Aires con el almirante Eduardo Emilio Massera en 1978, y cómo éste había "llenado de lodo" a sus camaradas del Ejército de Tierra.

"Reconozco", le dijo, "que hay en el Ejército argentino grupos no controlados de los que se podría decir que son fascistas, si el término no me resultara desagradable. Yo desapruebo la situación y rehúso toda responsabilidad".

Según Massera, el poder real lo ostentaba en la Argentina el Ejército de Tierra, mientras que la Armada y la Fuerza Aérea participaban en la lucha antisubversiva sólo como colaboradores, pero sin verdadera responsabilidad. Massera organizó en la Escuela de Mecánica de la Armada, en Buenos Aires, el mayor, mejor y más sistematizado centro de captura y desaparición de personas, precisamente para competir con el Ejército de Tierra en la lucha contrainsurgente y lograr una mayor parcela de poder dentro de la Junta Militar.

26/4/85

Algunos dirigentes sindicales colaboran tácitamente con los militares procesados en Argentina (26-4-1985)

El juicio oral contra las tres primeras juntas militares ya está sirviendo, cuando menos, para un más adecuado reparto de papeles en la sociedad argentina. Así, en la sesión del miércoles quedó bastante clara la tibieza de la cúpula gremial peronista ante el drama de la desaparición de personas y su tácito colaboracionismo con la dictadura militar. Por otra parte, las declaraciones de la vista anterior efectuadas por altos jefes navales, en el sentido de que los cadáveres recogidos en el río de la Plata durante los años de la represión "eran normales por su número" quedaron por los suelos.

El fiscal Strassera presentó un escrito, firmado por un ex funcionario judicial, en el que se abría una causa ante los tribunales de San Martín. Se trataba de la aparición, en los canales de San Fernando -octubre de 1976-, de ocho tambores metálicos rellenos con cemento. En su interior se encontraron ocho cadáveres con un tiro en la nuca. El tribunal aceptó que fuera llamado a declarar el funcionario firmante.Particularmente dramáticas resultaron las declaraciones de los científicos estadounidense Eric Stover, miembro de la Asociación Americana para el Avance de las Ciencias, y Clay Colin Snow, miembro de la misma sociedad y destacado biólogo y antropólogo.

Ambos fueron en su día reclamados por las Abuelas de la Plaza de Mayo como consultores científicos en la identidad de cadáveres NN (Ningún Nombre) y para la práctica del abuelismo, estudio genético que puede establecer el parentesco de un niño por sus abuelos vivos en el caso de desaparición de los padres.

Ambos científicos, apoyándose en la proyección de diapositivas, presentaron los casos estudiados en Argentina, la identificación de niños por el abuelismo (aceptada por la justicia) y de cadáveres NN correspondientes a personas dadas por desaparecidas; cadáveres que presentaban orificios de bala efectuados siempre a muy corta distancia.

Defensores obtusos

Los 21 abogados defensores -entre los cuales los más obtusos defensores del juicio de Campamento a los golpistas del 23-F brillarían como luz del Derecho- quedaron algo confusos en cuanto se pasó de las disquisiciones precedentes sobre las acepciones ideológicas y jurídicas del verbo aniquilar y otros extremos.El abogado del ex presidente teniente general Viola, doctor Orgueira, intentó descalificar al testigo Eric Stover:

-Ya que el testigo dijo que los miembros de esa asociación que integra son 123...

El presidente de la Cámara: "No, doctor; el testigo dijo 123.000".

Orgueira: "¿Podría facilitar el testigo los nombres de los miembros de su asociación?".

El presidente: "¿El de los 123.000 científicos que la integran?".

Orgueira: "¡Ah, pero son científicos ... ?".

El defensor de Viola adujo en su descargo que pensaba que la Asociación Americana para el Avance de las Ciencias estaba integrada por entidades y no por profesionales de la materia.

Otro letrado de las defensas, el doctor Enrique Munilla, abogado del ex presidente teniente general Leopoldo Fortunato Galtieri, intentó recusar al testigo Van Boven, ex director de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, declarante la víspera, por tener conocimiento de que había viajado a Argentina a cuenta del Gobierno y con fondos provistos por el Estado. La recusación fue rechazada por irrelevante.

Los principales testigos restantes en la tercera vista oral fueron el doctor Raúl Matera, prestigioso neurocirujano y dirigente peronista, y siete dirigentes sindicalistas, entre ellos Jorge Triaca y Ramón Valdassini, dos de los cuatro secretarios generales de la Confederación General del Trabajo (CGT).

Estos dos últimos se quedaron muy tranquilos testificando que desconocían por completo que, entre 1976 y 1982, se hubiera secuestrado, torturado, detenido ilegalmente o asesinado a algún gremialista.
El doctor Matera reconoció que en agosto de 1980 había concurrido, en compañía de otros dirigentes peronistas, a una reunión con el entonces ministro del Interior, general Albano Harguindeguy, para dialogar políticamente con la dictadura.

Y que a aquella reunión había concurrido con listas de desaparecidos de las que posteriormente el ministro adujo carecer de información.

Murmullos

Valdassini y Triaca motivaron murmullos entre el público y los periodistas, por unas declaraciones que apuntalaban a la defensa. El primero fue incapaz de recordar que en el período investigado desapareciera algún líder obrero. Se lo tuvo que recordar el fiscal: el dirigente gremial Óscar Smith, desaparecido el 11 de febrero de 1977, amigo del declarante.Triaca aceptó esta desaparición -no le quedaba otro remedio-, pero se apresuró a testificar que cuando él permaneció detenido por la dictadura militar había recibido un trato "ejemplar".

El fiscal Strassera tuvo que recordar al jefe del sindicato de los trabajadores del plástico, que su detención había sido ilegal y que había olvidado denunciarla ante los tribunales de la restaurada democracia.

Tuvo que ser el propio fiscal quien presentara ante la Cámara la denuncia de oficio por esta nueva detención ilegal de la dictadura. No en balde Triaca dirigió la fracción de la CGT colaboracionista con los militares. Y no en balde estos líderes obreros peronistas han sido llamados a declarar por las defensas de los presuntos genocidas.

El sindicato peronista convoca huelga general para el 23 de mayo (26-4-1985)

La Confederación General del Trabajo (CGT) ordenó un plan de movilizaciones contra la política económica del Gobierno, que habrá de culminar el próximo día 23 de mayo con una huelga general de 24 horas. Así, pese a su respaldo verbal al sistema democrático, la CGT -controlada por el peronismo- se suma al cuestionamiento del Gobierno constitucional.No obstante, no debe interpretarse esta decisión como una simple alianza de la cúpula sindical con las minorías golpistas; la estrategia de la CGT pasa por impedir que el Gobierno de Raúl Alfonsín recupere las riendas de la iniciativa política con la concentración del viernes en Plaza de Mayo y las denuncias presidenciales de una conjura civil contra la democracia. El sindicalismo argentino, fuertemente politizado por el justicialismo, no quiere que la defensa de la democracia se convierta en un mero apoyo al radicalismo en el Gobierno. Una huelga general es su respuesta.

24/4/85

Nueve reos de impiedad (24-4-1985)

Jorge Rafael Videla, Roberto Eduardo Viola, Leopoldo Fortunato Galtieri, Eduardo Emilio Massera, Armando Lambruschini, lsaac: Anaya, Orlando Ramón Agosti, Ornar Graffigna y Basilio Lami Dozo. Los nueve triunviros que desde el pasado lunes están siendo juzgados en Buenos Aires han de responder a acusaciones de diversos grados: homicidio, privación ilegítima de la libertad, privación ilegítima de la libertad seguida de homicidio, aplicación de tormentos a los detenidos y robo.

La acusación y la orden de procesamiento fueron llevadas a cabo por el propio presidente de la República Argentina, Raúl Alfonsín, en uno de sus primeros decretos y en su calidad de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.Obviamente, la orden de procesamiento fue dictada al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, máximo tribunal castrense. Poco antes, una reforma del Código de Justicia Militar había hecho apelables las sentencias de este tribunal de casta ante la jurisdicción civil ordinaria.

Otros militares argentinos, como el jefe de la policía metropolitana, general Ramón Camps, y el contraalmirante Chamorro, o el capitán de corbeta Acosta y el teniente de navío Alfredo Astiz, relacionados con atrocidades cometidas en la provincia de Buenos Aires y en la Escuela de Mecánica de la Armada, fueron también procesados por orden presidencial en otra causa.

Agotados sus plazos legales sin siquiera haber instruido el sumario, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas tuvo que entregar sus actuaciones a la Cámara Federal de Apelaciones en lo Criminal y Correcional, que prosiguió el juicio en su ámbito civil, aunque manteniendo para el proceso la aplicación del Código de Justicia Militar.

Desapariciones mil

De entre los encausados, el almirante Eduardo Emilio Massera había sido enjuiciado previamente por su presunta responsabilidad en la ocultación de pruebas en relación con la desaparición del marido de su amante, Marta McCormak de Branca.

La causa hubo de ser sobreseída ante la desaparición de las pruebas sobre la desaparición de las pruebas. El marido, también continúa, desaparecido.

La última Junta Militar -Leopoldo Fortunato Galtieri, Isaac Anaya y Basilio Lami Dozo- se encuentra a su vez procesada ante el Consejo Supremo de las fuerzas Armadas por la responsabilidad de la pérdida de la guerra de las Malvinas; causa en la que, teóricamente, los encartados podrían llegar a ser sentenciados a muerte.

En el juicio que ahora se está viendo oralmente los nueve triunviros pueden llegar a recibir una pena de un cuarto de siglo de prisión o cadena perpetua.

Jorge Rafael Videla, Roberto Viola, Eduardo Emilio Massera, Orlando Agosti y Armando Lambruschini se encuentran recluidos en unas dependencias policiales especiales a pocos metros del palacio de los tribunales, en el que se sigue su juicio.

Galtieri, Anaya y Lami Dozo están intemados en unidades militares por su segundo proceso militar -las Malvinas-

El brigadier del Aire, Omar Graffigna, es el único que se encuentra en libertad provisional. Todos gozan de buena salud, excepción hecha del brigadier del Aire, OrIando Ramón Agosti, bajo tratamiento de psicofármacos a causa de la profunda depresión que le abate y que ha hecho temer a sus allegados en la posibilidad de un suicidio.

La Cámara Federal de Apelaciones; que les juzga está integrada por su presidente, Carlos Arslanian, 42 años; Jorge Torlasco, 49 años; Andrés D'Alessio, 44; Ricardo Gil Lavedra, 36 años; Jorge Valerga, 38 años, y Guillermo Ledesma, de 41 años.

El 26 de marzo de 1976, el ejército argentino protagonizó un golpe de Estado cruento que derrocó el régimen formalmente constitucional de Isabelita Martínez de Perón y dio paso a la denominada guerra suciacontra el activismo armado de grupos, de la extrema izquierda peronista, troskistas y otros.

Bajo esta denominación se escondió un proceso de represión generalizada e indiscriminada contra los activistas y también contra personas, niños, ancianos y mujeres, meramente emparentados por vía familiar con aquéllos o que no tenían que ver nada en absoluto con el activismo armado.


Los defensores de los militares juzgados en Buenos Aires basan la acción represora en órdenes de los peronistas (24-4-1985)

En la primera vista oral del juicio seguido contra las tres juntas militares argentinas, los abogados de la defensa han intentado demostrar dos cosas: que en Argentina existió un estado de guerra no declarado entre los movimientos guerrilleros y las instituciones de la nación, y que el Gobierno constitucional peronista ordenó en 1975 a sus fuerzas armadas combatir al terrorismo "hasta su aniquilamento final", dando al término aniquilamiento su más fúnebre acepción. Rodeada por cuatro controles policiales, la Cámara Federal comenzó las sesiones a las tres de la tarde del lunes para interrogar a los testigos. Entre el público se hallaban el premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel y Hebé de Bonafini, presidenta de las Madres de la Plaza de Mayo.

Hebé de Bonafini entró en la sala con su pañuelo blanco en la cabeza, símbolo de las madres que reclaman por sus hijos desaparecidos. El presidente de la Cámara León Arslanian, le ordenó destocarse, al está prohibido en la sala el uso de cualquier distintivo.Los nueve triunviros acusados haciendo uso de su derecho, no comparecieron a la audiencia, siendo representados por sus letrados. Esta circunstancia, así como el hecho de que el fiscal y los abogados defensores presenten previamente sus preguntas al presidente de la sala, que es quien las formula -la fiscalía y las defensas pueden, no obstante, repreguntar-, resta contenido teatral y carpintería dramática a la vista oral.

Énfasis procesales

La justicia argentina, salvo excepciones como la presente, no es proclive a los juicios orales y públicos y prefiere poner énfasis en las prácticas procesales celebradas entre las partes en la intimidad del despacho del juez. Entre el público asistente se encontraba José María Mohedano. La Cámara federal rechazó, por considerar que existen pruebas de su culpabilidad, la petición para la excarcelación de Videla y Viola formulada por sus defensores. Citados por las defensas comparecieron como testigos Ítalo Argentino Lúder, que como presidente del Senado en 1975 ocupó provisionalmente la presidencia de la República durante una breve enfermedad nerviosa de Isabelita Perón, y los ex ministros peronistas de aquel Gobierno, Cacciero, Rocamora, Ruckauf, Benítez y Gómez Morales.Al ser formuladas las preguntas de una y otra parte por el presidente de la Cámara, éstas adquieren un tono neutro que priva los interrogatorios de causticidad verbal sólo posible en las repreguntas. Pero quedó en negro sobre blanco la intención de los abogados de fensores de arrojar sobre el último Gobierno peronista la responsabilidad de las atrocidadas en la lucha contrainsurgente.
En efecto, Ítalo Argentino Lúder, como presidente provisional de la República, firmó en 1975 un decreto encargando a las fuerzas armadas el aniquilamiento de la subversión ante el auge de las guerrillas rurales del trotskista Ejército Revolucionario del Pueblo en la provincia norteña y subtropical de Tucumán. El primer escalón de defensa de las juntas pretende establecer que los militares argentinos entendieron el verbo aniquilar en su sentido más lato, con lo que no dejan de reconocer indirectamente que sus defendidos patrocinaron el exterminio de personas.

Ítalo Argentino Lúder, candidato derrotado del peronismo frente a Alfonsín y ya cadáver político tras este juicio, explicó, con su habla regular, moderada y ordenada, que cuando el Gobierno constitucional de un Estado de derecho ordena a sus instituciones aniquilar un brote subversivo para restaurar la paz pública, lo hace siempre dentro de las normas jurídicas vigentes,y que en modo alguno puede ordenar, aun queriendo hacerlo -y menos públicamente-, el secuestro, la tortura y el asesinato.

Organizador de matanzas

Se insistió, no obstante, en la pregunta para fijar en las mentes de todos aquel decreto de redacción desafortunada, como en las próximas sesiones se insistirá en la existencia de un ministro peronista como José López Rega, que desde el Ministerio de Bienestar Social (!) organizaba la matanza de izquierdistas por cuenta de la Alianza Anticomunista Argentina, la llamada Triple A. El resto de los ex ministros y el propio Lúder fueron interrogados sobre lo que parece ser el segundo escalón básico defensivo: la existencia o no de un virtual estado de guerra en Argentina en la mitad de la década de los años setenta.Es una línea de defensa no menos grosera que la anterior y que encuentra sus mejores exponentes en el general Ramón Camps, ex jefe de la policía bonaerense, y en el contralmirante Mayorzga, defensor del contralmirante Chamorro, ex jefe de la terrorífica Escuela de Mecánica de la Armada, eje de los centros de tortura del país. Ramón Camps y Chamorro se encuentran enjuiciados por el poder ejecutivo en otra causa.

Para el general Ramón Camps, el error de las juntas consistió en no haber declarado el estado de guerra interno, fusilando tras consejos de guerra sumarísimos.

A vueltas con el 'golpe' (24-4-1985)

Argentina continúa bajo la impresión del mensaje presidencial del domingo denunciando las conspiraciones para un nuevo golpe de Estado militar. El escándalo ha crecido ante la acusación formal y pública hecha por Ricardo Silva, radical santafecino, vicepresidente de la Cámara de diputados, que ha comenzado a poner nombre y apellidos a la velada acusación de Raúl Alfonsín. Ha significado al ex presidente Arturo Frondizi, ex presidente constitucional de la nación, él mismo derrocado por un golpe militar y preso en la isla de Martín García, líder del Movimiento de Integración y Desarrolo (derecha economicista), como uno de los conspiradores que han propuesto a la cúpula de las Fuerzas Armadas el forzamiento a Raúl Alfonsín de un Gobierno de coalición o la dimisión del presidente en su vicepresidente Víctor Martínez.Frondizi, ahora en viaje por España, junto a Rogelio Frigerio (también MID), el líder de Unión de Centro Democrático Álvaro Alsogaray, Herminio Iglesias (líder bonarense del proletariado peronista inclinado a soluciones fascistas) y el teniente general Onganía, ex presidente de facto, habían organizado conjuntamente en los últimos dos meses una corriente de opinión apoyada en un trípode político: las Fuerzas Armadas, descontentas por los juicios y los recortes presupuestarios, la patria financiera -oligarquía agrícola ganadera más los especuladores monetarios- y los sectores más pobres de la población castigados por una inflación brutal y la errática política económica del Gobier no, siempre proclives a aceptar soluciones de fuerza, de autoridad.

Esta sería en grandes líneas la conspiración denunciada por el presidente y que entronca con la mejor tradición de las periódicas desestabilizaciones argentinas. La Confederación General del Trabajo ha exigido los nombres de los supuestos conspiradores y ha re afirmado su apoyo al proceso democrático.

Los 'contactados'

Desde la otra vertiente -la contactada- el jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea, brigadier Ernesto Horacio Crespo, desmintió la información de una agencia de noticias argentina en el sentido de que él y un no identificado comandante de cuerpo de Ejército hubieran sido sondeados por el involucionismo civil y hubieran comunicado al presidente Alfonsín los de talles de la conspiración. Pero en el radiograma enviado a las fuerzas a su mando, el brigadier Crespo pone todo el énfasis en negar su hipotética denuncia de la conjura sin la menor alusión a su fidelidad constitucional. Es un mentís de quien teme ser acusado de delator.

Desde el integrismo económico y la ultraderecha peronista se acusa, entre tanto, a Alfonsín de huir políticamenta hacia adelante y de querer ocultar con sus denuncias de golpe de Estado la gravedad de la crisis económica que asola al país. Quizá lo peor de la situación es que, muy probablemente, tanto Alfonsín como sus debeladores estén en lo cierto, el uno denuncian do los ensayos generales para el próximo golpe, y los otros reprochando la incapacidad gubernamental para enfrentar el desencuadernamiento de la economía.

23/4/85

En el corazón de las tinieblas (23-4-1985)

En la Cámara Federal de Apelaciones de Buenos Aires comenzó ayer el juicio contra los generales Jorge Videla, Roberto Viola y Leopoldo Galtieri -presidentes de las tres juntas militares que gobernaron Argentina entre 1976 y 1982- y contra los otros seis integrantes de las mismas. El histórico proceso, que durará por lo menos cuatro meses, potencia las tensiones de la transición política argentina. El presidente constitucional, Raúl Alfonsín, en una alocución radiotelevisada el domingo por la noche, denunció que hay "insensatos" que han tentado a oficiales de las fuerzas armadas con propuestas "que van desde Gabinetes de coalición hasta la posibilidad de golpe de Estado".

Durante la guerra civil no declarada entre las fuerzas armadas argentinas la subversión de izquierdas que cautivó a lo más generoso de la juventud del país proliferaron como setas los campos clandestinos de detención, y el Ejército se: hartó de enterrar cadáveres NN (Ningún Nombre), mientras la aviación naval arrojaba sus muertos en el río de la Plata, y en el Atlántico sur cuando empezaron a quejarse los habitantes de las playas uruguayas.

Se acabó, por ejemplo, con los psicólogos, por disolventes sociales; se desterró la teoría de conjuntos de la enseñanza matemática, por subversiva, y se prohibió la palabra vector por perteneciente a la terminología marxista; por el decreto 604 de su Gobierno, el presidente teniente general Viola -otro enfermo alcohólico, como su sucesor el teniente general Galtieri- ordenó el exterminio de la bibliografía de izquierdas. En dos años y medio, 84 periodistas desaparecieron en la que puede reputarse de la mayor matanza profesional de la historia. El terror germinó con tal pujanza que los militantes montoneros fueron provistos de cápsulas de cianuro para suicidarse en caso de detención: se ingirieron por centenares.

Una numerosa partida de Ford Falcon de color verde destinada a la Policía Federal fue requisada por los grupos de tareas destinados al chupamientocallejero de personas (chupar:secuestrar); el Falcon, un coche grande, robusto, vulgar, verde, sin matrículas, con dos antenas y tres tipos dentro sembró el terror en las áreas urbanas. Familias enteras desaparecieron en los chupaderos: los hijos, los padres, los abuelos, los hijos de los hijos... La desaparición de niños secuestrados junto con sus padres, o nacidos en prisión, es otro de los dramas añadidos de las posguerras argentinas. El Gobierno democrático ha tenido que ordenar la revisión pormenorizada de todas las adopciones realizadas entre 1976 y 1982 para socorrer en sus legítimas pesquisas a las Abuelas de la Plaza de Mayo; genetistas estadounidenses fueron llamados a consulta, y se han dado casos deplorables, como el de una niña de nueve años adoptada por el torturador y asesino de sus padres, que ha tenido que conocer la verdad al ser encontrada por las abuelas, y que ya es un caso psiquiátrico de libro.

Sometidos a tratamiento psiquiátrico se encuentran también no pocos jefes y oficiales que participiaron en la represión o conocieron sus horrores y que, en el mejor de los casos, pidieron su retiro. Porque el diseño represor basado en la desaparición de personas, sin siquiera la más burda o hipócrita garantía jurídica, conllevó inevitablemente la aparición de las más abyectas características de la condición humana y la fascinación del espanto por el espanto mismo. Como reconoce elInforme Sábato sobre las atrocidades en Argentina, se llegaron a aplicar tormentos inéditos en la historia de la barbarie humana.

¿Sabía la sociedad argentina lo que estaba ocurriendo? Mayoritaria y generalizadamente, sí. Es perceptible en esta sociedad un extendido y justificado complejo de culpabilidad. Primero debe recordarse: que el golpe militar de Videla, Massera y Agosti fue recibido por la mayoría de la población conun suspiro de alivio y que personalidades de la cultura, la política, el periodismo -algunas de ellas posteriormente víctimas de la brutalidad castrense- alentaron y jalearon aquel cuartelazo. Vaya en su descargo que por más de 50 años la clase intelectual y política argentina se ha pasado la vida golpeando irresponsablemente la puerta de los cuarteles.

Después, un equipo económico dirigido por el ahora procesado José Alfredo Martínez de Hoz, monetarista de la escuela de Chicago, profesor de Economía en la Escuela Militar de la, Nación, subvaluó artificialmente el dólar norteamericano frente al peso argentino, practicando un liberalismo económico salvaje que expandió la corrupción financiera y la alegría económica como una metástasis: la era de la plata dulce. Muchos argentinos se encontraron sin libertades públicas, pero con dinero fácil en el bolsillo y se acostumbraron a recitar "por algo será" cada vez que en sus cercanías desaparecía un familiar, un amigo, un compañero de trabajo. "Por algo será", "algo habrá hecho", se justificaban mientras marchaban a Miami para un fin de semana de compras.

En las noches de luna llena -esa gigantesca y luminosa luna austral-, algunos porteños acomodados e ilustrados y civilizados salían a las terrazas de sus pisos altos para ver en el contraluz lunar aquellos extraños aviones nocturnos que bombardeaban el río de la Plata con puntitos negros. Por eso este juicio a las juntas militares es doblemente necesario: además de cumplir con la justicia, hay que proceder a una grande y dolorosa ablución nacional.

Alfonsín advierte del riesgo de golpe de Estado al pueblo argentino (23-4-1985)

El presidente de Argentina, Raúl Alfonsín, denunció en un dramático mensaje, radiotelevisado a todo el país durante la noche del domingo (madrugada en España), la existencia de conspiraciones civiles para arrastrar nuevamente a las fuerzas armadas a un golpe de Estado. Las palabras de Alfonsín sirvieron de prólogo a la apertura, a las 15.30 de ayer, hora porteña (20.30, hora peninsular), de la vista oral y pública contra los nueve triunviros de las tres primeras juntas militares. La capital argentina vive en tensión.

La propia clase política quedó sorprendida ante el tono y el contenido de la intervención radiotelevisiva de Alfonsín. Se esperaba un mensaje que relajara los ánimos en la víspera de la vista oral de los juicios a aquella cúpula militar, pero para nada la patética catilinaria con que el doctor Alfonsín dejó anonadada a la población.Por primera vez en sus alocuciones a la nación, el presidente Alfonsín colocó a sus espaldas un cuadro: un gran lienzo del general Belgrano, brillante, pero amargado, derrotado e incomprendido caudillo independentista. Crispado, agresivo, violento, comenzó diciendo: "Se han producido algunos episodios bochornosos en Argentina ( ... ). En nombre de una responsabilidad insoslayable que 'hemos asumido con humildad pero con firmeza inalterable, denuncio al pueblo argentino la actividad disolvente de quienes pronostican el caos y la anarquía, presagian estallidos sociales, auguran aislamientos internacionales y, en definitiva, se convierten en pregoneros de la disgregación nacional".

"Los más insensatos", prosiguió, "se han atrevido a tentar a oficiales superiores de las fuerzas armadas con diversas propuestas, que van desde presuntos Gabinetes de coalición hasta la posibilidad de golpe de Estado. Esta actividad no puede ser atribuida al resentimiento o a la perversidad exclusivamente; tiene que haber, debe haber, además, extravío mental".

Tras asegurar que la situación estaba controlada por el Gobierno, Alfonsín afirmó: "Ustedes saben, sin duda, que existen tensiones originadas o agudizadas por el proceso a las juntas militares. Se va a iniciar una etapa nueva de un juicio sin antecedentes en el mundo, de tal importancia que, de acuerdo con mi opinión, terminará con 50 años de frustración democrática y decadencia nacional".

"El juicio se puede llevar a cabo" siguió diciendo Alfonsín, "porque hay una decisión de la civilidad, pero también porque hay una decisión de los hombres de armas. No todos lo entienden, no todos lo comprenden, hay incluso quienes lo consideran injusto, pero aun apretando los dientes desean someterse a las normas, a los principios y los métodos del Estado de derecho".

"Aquí, continuó el presidente, no ha habido una derrota militar que imponga los criterios del vencedor, tampoco ha existido una sociedad civil virtuosa frente a una sociedad militar victimaria. Todos hemos sido culpables de una u otra forma. El ejemplo más importante frente a civiles que deberían defender la democracia y la traicionan, lo dan hombres de armas que conocen que el prestigio de las instituciones armadas está vinculado a la vigencia de las instituciones de la Constitución...". Alfonsín, ya en tono patético, pasó revista a las dificultades crecientes de los países del Cono Sur latinoamericano, aludió a la situación argentina como dramática y convocó a la ciudadanía a manifestarse el próximo viernes en la plaza de Mayo en apoyo de las libertades públicas.

Puede escribirse que el país quedó acongojado. No existen precedentes de un presidente argentino dirigiéndose a su nación en tales términos, y es opinión extendida que Raúl Alfonsín podría encontrarse en los límites de su resistencia institucional y personal. Las crípticas alusiones al golpismo civil no son tales para los argentinos.

Desde hace dos meses se ha ido aglutinando un frente político involucionista en el que se han dado cita el teniente general Juan Carlos Onganía, ex presidente de facto; el también ex presidente Arturo Frondizi; Álvaro Alsogaray, líder de Unión de Centro Democrático (un solo escaño, el suyo) y socio político argentino de Fraga Iribarne; Rogelio Frigerio, jefe de los desarrollistas, y Herminio Iglesias, líder del peronismo fascista.

Debilitar al Gobierno

La actividad de este frente ha consistido en la propalación de rumores alarmistas, justificación del terrorismo de Estado militar, elogios a Galtieri por la invasión de las Malvinas y en apelaciones al des contento social por la crisis económica. Su intención inmediata sería debilitar al Gobierno de cara al juicio oral contra las juntas militares, y su objetivo último residiría en la renuncia de Alfonsín en favor de su vicepresidente Víctor Martínez, ultraconservador, manejable, sin fuerza política propia y favorito de la Embajada estadounidense en Buenos Aires.

No existe en Argentina espacio económico, político, histórico, psicológico para una nueva asonada y es impensable -desaparecidos, destrucción de la economía, guerra de las Malvinas- la entronización de otro uniformado, aunque fuera sobrio, en la Casa Rosada; sólo resta el golpe institucional que pasa por la renuncia o desaparición de Raúl Alfonsín. De ahí el alarmismo provocado por el dramatismo del mensaje presidencial, probablemente precipitado y decidido en un momento de soledad, irritación y amargura personal.

Para la una de la madrugada de hoy, hora peninsular española, después del comienzo, a las 15.30 (20.30 hora peninsular) en el Palacio de Tribunales de la vista oral contra las juntas, estaba convocada la manifestación de las Juventudes Peronistas y organizaciones de derechos humanos en apoyo de los procesamientos; una manifestación no deseada por el Gobierno, que procura la suya propia, interpartidaria, del viernes.

Y aquí emerge un nuevo temor: que Alfonsín, si encuentra un millón de argentinos colmando la plaza, se peronice y utilice por primera vez el balcón de la Casa Rosada para contrarrestar con movilizaciones populares las conspiraciones de minorías palaciegas. Buenos Aires, en cualquier caso, ha recobrado sus peores horas de preocupación y de tensión.

22/4/85

En el corazón de las tinieblas (22-4-1985)

Hoy comienza en la Cámara Federal de Apelaciones de Buenos Aires el juicio contra las tres primeras juntas militares argentinas que gobernaron el país entre 1976 y 1982. Sus nueve integrantes formaron los tres triunviratos que acabaron con la subversión de izquierdas haciendo desaparecer a 30.000 ciudadanos; arruinaron la economía del país y lanzaron a Argentina a la guerra con el Reino Unido por la posesión de las islas Malvinas. Acusados por el Gobierno democrático de detención ilegal, aplicación de torturas y robos, por primera vez en la historia, tres ex presidentes de una nación se sientan en el banquillo de los acusados para responder de sus crímenes.

En la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), junto al campo de fútbol del River Plate, un médico naval apodado -razonablemente- Mengele había soldado una larga y estrecha espátula de quirófano a la picana; introduciéndola por la matriz podía así aplicar corriente eléctrica a los fetos de las embarazadas que atormentaba. En otras ocasiones, fatigados por la monotonía de picanear anos, encías, pezones, vaginas, clítoris, escrotos y glandes, los atormentadores argentinos hacían ingerir a sus víctimas rosarios de electrodos para hacerles llegar la corriente a la tráquea, al esófago y al estómago.Suboficiales de la ESMA han relatado cómo en el despacho del contralmirante Chamorro -que viviría un apasionado romance, correspondido, con una de las militantes montoneras desaparecidas y torturadas- se violaba a las detenidas con cápsulas de munición naval, y en los altillos donde se hacinaban en literas los presos ilegales algunos amanecían con sus testículos rodados por el colchón: encapuchados y maniatados permanentemente, se los ceñían con una goma hasta que se desprendían podridos por la falta de riego sanguíneo.

Fue un trabajo de Estado Mayor, por lo demás impecablemente realizado. Lo que ahora en Argentina se denomina eufemística o prudentemente excesos de la represión no fue otra cosa que una norma general de acción acordada por la cúpula militar del país para cumplir, a su manera, con la orden dictada por la presidenta Isabelita Perón de aniquilar la subversión.

Cuando el 24 de marzo de 1976 el general Jorge Rafael Videla, el almirante Eduardo Emilio Massera y el brigadier Orlando Agosti formaron la primera junta militar de lo que calificaron de "proceso de reorganización nacional" y secuestraron el helicóptero que trasladaba a Isabelita desde la Casa Rosada a la residencia presidencial de Olivos, la desaparición de personas ya estaba diseñada como eje sistemático de la contrainsurgencia. Para nada les exculpa, pero es imprescindible recordar "cómo venía la mano" durante aquellos años y cuál era el papel de la guerrilla argentina.

Jóvenes universitarios procedentes de la alta clase media y el ultraderechismo y el nacionalismo católico argentino convertidos al marxismo-militarismo y fanáticos del voluntarismo foquista aventado en América Latina por Regis Debray plantearon un reto revolucionario y militar al Estado. Mario Eduardo Firmenich, ahora en prisión esperando su juicio, practicó una política de infiltración en el movimiento peronista creando los Montoneros y organizando una activísima guerrilla urbana; Roberto Santucho, a quien el Ejército no pudo capturar vivo, fundó el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), de inspiración trotskista y voluntad de guerrilla rural. Ya antes del golpe de 1976 el Ejército exterminó a la guerrilla del ERP en las selvas azucareras de Tucumán, comenzando las atrocidades con el arrojo de prisioneros a las parrillas de los asados. El ERP copaba destacamentos militares y ocupaba poblaciones haciendo desfilar sus tropas uniformadas con ponchos rojos. Los montos ya habían asesinado al ex presidente y teniente general Aramburu; los militares ya fusilaban en las cárceles como en el penal de Trelew, y Perón, desde Puerta de Hierro, en Madrid, jugueteaba con los guerrilleros para poder volver como pacificador.

Guerra civil peronista

El pío Cámpora, elegido presidente en nombre de Perón, abrió las cárceles a sus sobrinos y la guerra civil peronista quedó cerrada por la matanza del aeropuerto internacional de Ezeiza en el mismo momento de la llegada del general al país. Los montos desfilaban disciplinadamente por las calles a los oles de "¡Duro, duro, duro; aquí están los montoneros que mataron a Aramburu!". José López Rega, El Brujo, les echó encima desde el Gobierno a la Triple A y dio comienzo la desaparición de personas; los montoneros asesinaron a José Ignacio Rucci, secretario de la Confederación General. del Trabajo (CGT), y Perón, amargado aprendiz de brujo, terminó arrojándolos de la plaza de Mayo insultándolos desde el balcón de la Casa Rosada. ¡Jóvenes imberbes..."! Los montos desfilaron en retirada: "¡Somos unos boludos; votamos a una muerta, a una puta y a un cornudo!".

La guerrilla, nuevamente en la clandestinidad, llevó a cabo secuestros -cobrados- de hasta 60 millones de dólares (más de 10.000 millones de pesetas); altos mandos militares volaron con sus casas o en sus lanchas de recreo en un frenesí provocador parejo al de ETA y GRAPO en los primeros años de la democracia española; la extrema derecha peronista asesinó por su izquierda con no menos furor. Con Perón ya muerto, los militares, acaso por primera vez en la historia argentina, prefirieron resistirse a los civiles que golpeaban las puertas de los cuarteles pidiendo orden y esperar a que la situación se pudriera un poco más.

Las fuerzas armadas se repartieron Argentina, como una tarta, al 33%: desde las provincias hasta los canales estatales de televisión, desde los ministerios hasta las embajadas. Ganar la guerra a la subversión armada fue, obviamente, el objetivo prioritario a corto plazo. La Marina, liderada por el carismático almirante Massera, aspirante frustrado a jefe político populista y celoso en nombre de su arma de la tradicional preponderancia, de los infantes, compitió con el Ejército de Tierra en méritos antisubversivos, erigiendo la Escuela de Mecánica de la Armada como el símbolo de la represión. Videla, ultracatólico, daba como presidente la imagen de moderación ante la presión de los halcones de su arma, como el general Menéndez (tío del rendidor de las Malvinas), Albano Harguindegui (ministro del Interior), Camps (jefe de la policía bonaerense) y todos los que como el contralmirante Mayorga estimaban que había que fusilar en la cancha del River, con Coca-Cola gratis y television en directo. Agosti y sus sucesores en la fuerza aérea no pudieron hacer demasiado físicamente por la falta de infraestructura y persona.

La Armada y los infantes, con la policía federal militarizada, comenzaron a hacer desaparecer sospechosos. Tras ellos desaparecían sus familiares, amigos, conocidos, quien figurara en su agenda de teléfonos. En el Gran Buenos Aires, en Córdoba, en La Plata, en Rosario, todas las noches durante el período álgido de la represión la policía recibía orden de despejar determinadas zonas ciudadanas, que eran cercadas por efectivos militares. Manzanas enteras eran registradas, y sus habitantes, detenidos desaparecidos.

Sembrar el terror

Los desaparecidos, esposados y encapuchados permanentemente, eran picaneados sin interrogatorio previo. Luego se les preguntaba según un esquema teórico que incluía temas como la opinión sobre las diferentes soluciones políticas de la última guerra mundial.

La desaparición podía durar meses y hasta años antes de que la duda absoluta se cerniera sobre las familias y los allegados. No sólo se trataba de sembrar el terror inherente al esfumamiento de los seres, sino a la necesidad de contrastar la información; en numerosos casos, el desaparecido era sacado a la calle para su seguimiento y paramarcar a nuevos candidatos a la desaparición.

El síndrome de Estocolmo debería perder su nombre por el de la capital del Plata: Chamorro se amancebó con una montonera que se refugió con él en Suráfrica tras entregar a su propia familia; se han dado matrimonios, horas felices, entre oficiales torturadores y sus víctimas; Astiz pasaba en las tardes por la ESMA y sacaba a cenar y bailar a una muchacha desaparecida, que tras la fiesta era regresada a las mazmorras. Algunos desaparecidos obtuvieron una nueva identidad y pasajes para el extranjero. No se trató de colaboracionismo interesado, sino de un lento recorrido hasta el corazón de las tinieblas.

Tranquilidad tensa en la víspera del juicio contra los golpistas de las tres juntas (22-4-1985)

El presidente Raúl Alfonsín se dirigió por radio y televisión al país en un breve mensaje que fue su contribución de serenidad para la tensa semana que se avecina, significada por el comienzo del juicio contra las juntas militares. Los rumores y las más sombrías predicciones han caracterizado los últimos días, y la derecha civil, pura y dura, no se ha recatado de rendir homenaje a algunos de los encausados.

Rogerio Frigerio, del Partido Desarrollista, Alvaro Alsogaray, jefe de filas de la Unión de Centro Democrático y socio político argentino de Manuel Fraga Iribarne, el ex presidente Arturo Frondizi (arrastrado hasta el reaccionarismo por un problema vascular cerebral) y, Herminio Iglesias, (fascismo peronista) han convergido en un frente común para salvar al general Leopoldo Fortunato Galtieri, descalificar al Gobierno y afirmar que las víctimas de la guerra sucia contra la subversión desaparecieron o encontraron la muerte en legítimos enfrentamientos armados.La campaña desestabilizadora ha sido contestada desde dos frentes: la Juventud Peronista y el Partido Intransigente, formado por jóvenes sin representación parlamentaria, han convocado para hoy una marcha en apoyo del enjuiciamiento a las cúpulas militares, contra los deseos del Gobierno, que se muestra temeroso de que el proceso revista la menor característica de juicio popular.

El Gobierno, por su parte, ha convocado para el próximo viernes una concentración en la plaza de Mayo en apoyo de la democracia y como repudio del golpismo. La Unión Cívica Radical quiere así salir a la calle para tomar la iniciativa política abandonada en manos del involucionismo civil y militar.

La vista oral y pública contra los nueve triunviros militares habrá dado comienzo a las tres de la tarde de hoy (hora porteña) en el palacio de los tribunales de Buenos Aires, en pleno centro urbano de la ciudad, entre extraordinarias cautelas de seguridad. Ochenta periodistas de los 400 acreditados podrán asistir rotatoriamente a las sesiones, las cuales, no obstante, también podrán ser presenciadas por circuito cerrado de televisión.

Buenos Aires permanece tranquila, tan solo alterada por la guerra de nervios de los rumores alarmistas propalados intencionadamente; un reciente discurso de Saúl Ubaldini, el más prestigioso de los cuatro secretarios generales de la CGT unificada, en decidido apoyo al sistema democrático, ha dado un notable aliento al Gobierno en este trance.Por otra parte, ha descendido el nivel de declaraciones de apoyo a sus camaradas enjuiciados por parte de altos militares en retiro, como si el sector involucionista de las fuerzas armadas hubiera cedido el primer plano a la ultraderecha civil. No obstante, el juicio será largo -no menos de cuatro meses- y su mero comienzo no significa obligadamente el momento de mayor tensión política: habrá tiempo para que cuajen todas las provocaciones que se esperan.

Con una situación económica crítica en la que el Gobierno radical no ha hecho otra cosa que dejar pasar el tiempo y dar palos de ciego, los meses del proceso serán una prueba de fuego para la joven democracia argentina; las fuerzas antidemocráticas contemplan, al menos, la hipótesis de un golpe blando que fuerce la retirada del presidente Alfonsín y la asunción de la presidencia por parte del vicepresidente Víctor Martínez, que anhela el cargo, e ideológicamente se halla situado, en el radicalismo, a la derecha de Alfonsín.

La comparación subliminal con la situación española previa al golpe de 23 de febrero de 1981 es constante. El canal estatal de televisión ha emitido por dos veces y en horas de máxima audiencia un programa especial sobre España.

El bloque central se dedicaba al asalto al Congreso español, al papel del Rey como garante de la democracia y a la manifestación del 27 de febrero de 1981 en apoyo de la Constitución.

Las imágenes de millón y medio de españoles en las calles de Madrid y centenares de miles más en toda España, han inspirado la manifestación convocada por el Gobierno para el próximo viernes.

21/4/85

Un fiscal irreductible (21-4-1985)

Julio César Strassera, fiscal en el juicio que comenzará mañana contra los nueve dirigentes de las juntas militares argentinas que se sucedieron en el poder entre los años 1976 y 1982, está dispuesto a que se haga justicia por los 30.000 desaparecidos en Argentina en la guerra sucia desarrollada por el Gobierno contra la subversión. El hecho de que el fiscal sólo haya seleccionado 709 de los miles de casos de atrocidades cometidas por los Gobiernos militares durante esos años no constituye un intento de olvidar lo que ocurrió en su país, sino un medio para evitar que el castigo a los culpables se dilate a través de un juicio que podría prolongarse durante varios años.

Julio César Strassera, de 52 años, casado y con dos hijos adolescentes, nacido en Comodoro Rivadavia -al sur del país, literalmente en el fin del mundo-, de mediana estatura, poblados bigotes negros y una vaga mirada ensoñadora, parece un hombre expeditivo y enérgico y sin ninguna duda moral sobre su inmediato y peligroso papel: fiscal en el juicio seguido contra las tres primeras juntas militares argentinas por presunta detención ilegal, aplicación de tormentos, desaparición, muerte y robo de efectos a los ciudadanos.En el Palacio de Justicia de Buenos Aires, los jueces y trabajadores judiciales, hambreados por salarios que una inflación de más del 800% anual devora día a día, han decretado una huelga a la japonesa: trabajan a ritmo acelerado. Manifestantes de las centrales sindicales deambulan por las galerías del palacio haciendo resonar los ecos de sus bombos contra las bóvedas; en un corredor lateral, un solo policía federal ceba su mate y calienta agua en la pava metálica sobre un infiernillo eléctrico: es la única custodia del fiscal Strassera, con quien trabaja un equipo joven de 14 personas, apelotonadas en tres despachitos mal alumbrados, incómodos y poco funcionales.

"Ni me han amenazado todavía", dice Strassera, "ni tengo temor. Mi mayor garantía reside en que quienes quisieran impedir este proceso saben muy bien que no podrán detenerlo atentando contra mi persona; cualquier intento intimidatorio en este sentido no servirá absolutamente para nada".

Hace pocos meses, un comando armado, con métodos y maneras de alta profesionalidad militar, tomó por asalto los tribunales de Rosario -al norte de la provincia de Buenos Aires, segunda capital del país- y robó toda la documentación y pruebas acumuladas por la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Conadep) acerca de la guerra suciacontra la subversión en la provincia. Strassera mira sus pobres despachitos y sus archivadores de madera y sonríe. "Por supuesto que mi documentación y mis pruebas están guardadas en un lugar seguro; no tenga usted temor".

Julio César Strassera, de origen genovés y austriaco, ha desarrollado una carrera de 24 años en el poder judicial desde secretario de juzgado hasta fiscal de apelaciones; en la universidad de Buenos Aires fue discípulo de Luis Jiménez de Azúa, y en su calidad de profesor adjunto de Derecho mantuvo relación universitaria con Claudio Sánchez Albornoz.

"Yo creo que los integrantes de las tres primeras juntas militares son culpables de los delitos que se les imputan y serán condenados".

Pregunta. Le van a aducir que los cadáveres NN (ningún nombre) fueron muertos en enfrentamientos armados con las tropas.

Respuesta. Mire usted, le voy a citar tan sólo dos casos que tengo de cadáveres NN, posteriormente identificados y dados Por las fuerzas armadas como muertos en enfreintamientos armados: uno tiene pólvora en la lengua, y el otro, con las costillas seriamente dañadas por torturas, presenta un solo. disparo en el corazón. Ya me dirá usted en qué tipo de enfrentamiento armado una de las partes enfrentadas muere con las costillas machacadas o con un tiro en la boca, efectuado con el cañón del arma metido entre los dientes.

P. Pero se le replicará que no existe una relación directa entre la comisión de atrocidades por parte de algunos elementos de las fuerzas armadas y los miembros de las juntas militares que dirigie ron el país.

R. Mire, vamos a, probar la existencia de campos de detención clandestinos, instalados y dirigidos por las tres armas, en los que se detuvo ilegalmente, se aplicaron tormentos a los presos y de los que desaparecieron ciudadanos. ¿Es que un teniente o un capitán se entretenía organizando por su cuenta y riesgo, y sin conocimiento de sus superiores, campos de detención clandestinos? ¿Tenemos que creer que el responsable supremo de cada arma desconocía lo que estaban haciendo sus fuerzas? Tenga en cuenta que como testigos presentaré a militares en actividad durante aquellos penosos sucesos y a desaparecidos que regresaron de su cautiverio y que han reconocido sus lugares de detención y, en algunos casos, hasta a sus interrogadores por sus voces (los desaparecidos vivían permanentemente encapuchados).

P. Primero se barajó la cifra de 30.000 desaparecidos; posteriormente, la Conadep logró investigar poco más de 8.000 desapariciones Ahora usted anna su alegato fiscal sobre 709 casos. A usted y al Gobierno se les acusa de que a medida que pasa el tiempo los horrores de la dictadura militar se les desinflan entre las manos.

R. Ésa es otra argumentación banal destinada a influir en la opinión pública extranjera, porque los argentinos saben que por nuestro Derecho Penal las penas no son acumulativas. Para condenar a las juntas militares a 25 años de cárcel o a cadena perpetua tengo que desmontar un solo defito; no podemos condenarlas a 30.000 penas de 25 años, aunque probáramos 30.000 desapariciones. Y es de sentido común suponer que no vamos a plantear ni siquiera los 8.000 casos investigados por la Conadep, por la sencilla razón de que entonces el juicio duraría varios años. Yo he seleccionado los 709 casos que me parecen ilustrativos y ejemplares, a través de los cuales se podrá conocer judicialmente lo que ocurrió durante aquellos años en la nación. Estos casos bastarán para hacer justicia, y al menos, aunque sólo sea simbólicamente, algunas familias tendrán al fin conocimiento de lo que ocurrió con sus deudos desaparecidos, cuál fue su suerte y cuáles fueron los responsables de su drama. Y, pese a esta selección obligada, tendremos juicio para cuatro o cinco meses.

P. Si me permite seguir ejerciendo de abogado del diablo, le diría que los militares argentinos se limitaron a poner en práctica una orden del Gobierno peronista constitucional presidido por Isabelita Perón en la que se requiere de las fuerzas armadas combatir la subversión hasta su aniquilamiento total.

R. Sí, eso se va a plantear en el juicio, y también, como en el caso de ustedes durante el juicio por el golpe de Estado de 1981, aducirán elestado de necesidad. Militarmente, aniquilar al enemigo no consiste en exterminarle fiÍsicamente, sino en hacer desaparecer su resistencia y su voluntad de luchar. Un militar, aunque se vea obligado a matar, no es un matarife, no procura la extensión de la muerte. Y aquí han desaparecido ancianos, niños de corta edad o recién nacidos, amigos y familiares que sólo tenían una relación casual con las víctimas principales. Eso no tiene nada que ver con los usos de la guerra. Además, nos encontramos con decretos como el 604, firmado por el presidente Roberto Viola, que ordenan la eliminación de los agitadores marxistas "( ... ) y la bibliografía".

Eso me recuerda a mí la quema de libros por los nazis.

P. Algunos acusados, como el teniente general Jorge Videla, rechazan este juicio y reclaman su juez natural: el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, máximo tribunal castrense.

R. Los únicos jueces naturales de las personas son los jueces constitucionales, y la Cámara Federal es un juzgado constitucional. Pero es que además, según las ordenanzas de Carlos III, en las que nuestras fuerzas armadas han seguido muy bien el ejemplo español, la justicia militar es un tribunal de casta, de clase; un tribunal de privilegio, del que se excluye a quien se supone indigno de la justicia militar por ser sospechoso de la comisión de delitos comunes. Y éste es el caso de los nueve integrantes de las tres primeras juntas militares, a quienes se va a juzga no por supuestos delitos castrenses , sino por la sospecha fundada de que se cometieron delitos comunes, indignos del fuero militar como la detención ilegal de personas, la aplicación de tormentos o el robo a los ciudadanos.

Justicia para la paz

Señor fiscal: le acusan de haber lo un fiscal bajo la dictadura militar antes de serlo bajo la democracia.

R. Es como si me acusaran deberle plata al almacenero de la quina. En 24 años no he sido otra cosa que un buen funcionario de la justicia de mi país en todos sus avatares. Pero ya se sabe que cuando faltan argumentos ad causam aparecen los argumentos ad hominem. Loúnico importante es que prevalezca la justicia y que se esclarezca el drama de estos últimos años. Porque tenga usted la seguridad de que sin justicia jamás podrá haber paz en este país.

Strassera, enérgico, un punto apasionado, siempre muy correcto, queda entre sus legajos y caretas y sus jóvenes ayudantes en sus arrumbados despachos. No a dispuesto ni de un ordenador para elaborar su trabajo. Rechaza despectivo el calificativo de Nuemberg criollo aplicado a este juicio en sus vísperas y lo aproxima intelectual y políticamente al juicio que, tras su caída, condenó a muerte a los coroneles griegos. Ha estudiado toda la bibliografía sobre casos que pudieran constituir precedente, incluido el juicio por el 23-F español. A su puerta, un modesto policía federal sigue calentando su pava y sorbiendo su mate como un símbolo de la tranquilidad deliberada de una democracia, aún muy frágil.

Tres ex presidentes y seis jefes, en el banquillo (21-4-1985)

El juicio contra los integrantes de las tres primeras juntas militares que gobernaron el país entre 1976 y 1982, procesados por uno de los primeros decretos del presidente Raúl Alfonsín, comenzará mañana en Buenos Aires.

Simbólicamente, se sentarán en el banquillo de los acusados -no tienen obligación de comparecer, salvo en determinadas circunstancias procesales- los tenientes generales Jorge Rafael Videla, Roberto Eduardo Viola y Leopoldo Fortunato Galtieri, ex presidentes de la República y comandantes en jefe del Ejército de Tierra; los almirantes Emilio Eduardo Massera, Armando Lambruschini e Isaac Anaya, comandantes en jefe de la Armada e integrantes de la juntas militares, y los brigadieres del Aire, comandantes de la Fuerza Aérea y triunviros militares Orlando Ramón Agosti, Omar Graffigna y Basilio Arturo Lami Dozo.

Los nueve se encuentran procesados por detención ¡legal, desaparición de personas, aplicación de tormentos a los detenidos y robos de bienes a los ciudadanos. Sólo el teniente general y ex presidente Videla ha rechazado el proceso, reclamando su juez natural -la justicia militar-, y es defendido de oficio.

El juicio se celebrará, ante la Cámara Federal de Apelaciones de lo Criminal y Correccional, por el fuero militar, tras que ésta reclamará la causa al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (máximo tribunal castrense) por demora injustificable de la instrucción del juicio. La cámara está integrada por seis jueces civiles y su presidente, y en el juicio intervendrán 21 abogados defensores. Al menos 2.200 personas comparecerán como testigos del fiscal y las defensas en las audiencias, que serán orales y públicas. El primer testigo en comparecer será Italo Argentino Lúder, vicepresidente de la nación, en su calidad de presidente del Senado con Isabelita Perón y candidato peronista en las últimas elecciones presidenciales.

Las medidas de seguridad son excepcionales, y se ha llegado a cortar el tráfico en los aledaños del Palacio de Tribunales, situado en pleno centro urbano de la capital. Unos 400 periodistas argentinos y extranjeros habrán de repartirse por sorteo 80 plazas diarias para seguir directamente el juicio.

La fiscalía centrará su alegato en 709 casos documentados y representativos de todas las provincias del país de desaparición de personas, detenciones ilegales, internamiento en campos de concentración clandestinos, aplicación sistemática de torturas y robos de bienes llevados a cabo por personal de las tres armas de las fuerzas armadas.

Las defensas plantearán una línea de actuación política basada en elestado de necesidad -conculcación de un derecho para alcanzar un bien común superior-, en la orden impartida a los militares por la presidenta Isabel Perón de exterminar a las guerrillas de izquierdas, en la supuesta injusticia de que el proceso no se vea ante el tribunal militar correspondiente y en la supuesta ausencia de conexión directa entre los crímenes presentados por el fiscal y los nueve encausados.

Se espera todo un cuestionamiento en regla del sistema democrático por parte de las defensas y todo tipo de provocaciones desestabilizadorás y extraprocesales por parte de la extrema derecha militar y civil involucionista. Los acusados y sus valedores no acaban de entender por qué se les procesa por lo único que, a su juicio, han hecho bien: el aniquilamiento de la subversión, sobre la que indudablemente triunfaron, en contraste con el desastre económico de su gestión administrativa y la derrota en las islas Malvinas frente a las tropas británicas. El contralmirante Mayorga, defensor del general Camps, ex jefe de la policía bonaerense y procesado en otra causa, ha sido explícito a este respecto: "Teníamos que haber fusilado en la cancha del River, con coca-cola gratis y televisándolo. El error fue hacerlo todo ilegalmente y no haber firmado la declaración de guerra interna".