23/3/14

LAS CARACTERÍSTICAS DEL CARÁCTER (23-3-2014)

Felipe González recibió en Moncloa a Joaquín Leguina para tratar de un nuevo impuesto a la Comunidad de Madrid. Como solía le hizo pasear entre los pinos y el jardín de los bonsáis, y, parándole, le espetó: ”Joaquín, ¿tu follas?”. El primer dirigente madrileño salió rápidamente de su estupefacción contestando inteligentemente:” Presidente, se me ha olvidado hasta la postura”. ¿En que estaría pensando Felipe?. El carácter es subyacente, pero emergente como un submarino. No es característico de Rajoy preguntár por una ilustración del “Kamasutra” al ministro del Interior, Fernández Díaz. González tenía carácter poliédrico, y bajo su aparente suavidad (que solo era buena educación) sufría arrebatos de abroncador. En un desayuno en la Embajada española en Uruguay desdeñó por infantil a Julio Feo, el jefe de su gabinete, que no entendía un chiste local, y a renglón seguido puso a parir panteras a Eduardo Sotillos, su Secretario de Estado de Comunicación, instándole a aprender algo en el Cono Sur. En público y a las voces. En mi timidez creí alguna vez que me sacaba del despacho pero siempre fue generoso y cordial, igual que el tronante Alfonso Guerra. En su entrevista con Gloria Lomana hay quien reprocha a Rajoy ambigüedad y divagación, pero no se recuerdan palabras tan contundentes sobre la secesión en España ni tan prudentes sobre la recuperación económica, con lo fácil que le hubiera sido armar un castillo de fuegos de artificio. Mariano Rajoy siempre ha sido así, y su aparente imperturbabilidad aporta confianza. Zapatero, sin embargo, era impasible, y en el barrio húmedo de León un chalán le arrojó una cerveza por encima y no movió las facciones ni las cejas circunflejas goteantes. El carácter es la energía sorda y constante de la voluntad, pero sobre todo silente y poco vocinglera. Parecemos las ranas pidiendo rey, quejosas de que Dios las tirara un tablón a la charca y aterradas cuando las envió un dragón. Carácter el de Teodoro Roosevelt: “Habla bajito y lleva un buen garrote”.

3/3/14

BANALIZAR EL TALENTO DE ORSON WELLES (3-3-2014)

Dos desdichas acompañaron  a Orson Welles: su cociente intelectual y su cultura. Hasta su matrimonio con Margarita Carmen Cansinos (Rita Hayworth),  sobrina del poliglota y polígrafo judío español Rafael Cansinos Assens, traductor íntegro y literal del Corán, del árabe al español, fracasó por el abismo mental que se daba en la pareja. La amó porque “…es el ser más desgraciado que he conocido en mi vida”. Violada por su padre, sus aparatosos maridos no evitaron la dipsomanía ni frenaron el Alzheimer.  Orson tenía interiorizado Shakespeare, y pretendía interpretarlo, representarlo y filmarlo, lo que aterraba a productores analfabetos. No era un extravagante sino un genio, y por ello el sistema de Estudios le condenó al ostracismo pese a haber escrito, dirigido e interpretado “Ciudadano Kane”, a los 24 años, quizá la mejor película de la filmografía. Tuvo que ir y venir de Estados Unidos a Europa buscando lo que llamaba “trabajos alimenticios” (llegó a publicitar un brandy español) que le permitían rodar a bajo precio entre nosotros (“Campanadas a medianoche”) y apasionarse por los toros y España. Previendo su muerte pidió que sus cenizas descansaran en la finca rondeña de su amigo Antonio Ordoñez, y creo recordar que Alfonso Ussía relató la ceremonia de rondar su descanso. No triunfo por casualidad o efectísmo: “Sed de mal”, es un hito del cine negro con una apertura secuencial que nadie ha sabido repetir. Su adaptación, dirección e interpretación de “La guerra de los mundos”, de H.G. Welles, para la CBS, le dio inmerecida fama de oportunista porque antes de abrir la emisión se advirtió explícitamente a los oyentes que era una dramatización de la conocida obra del británico. No hubo engaño alguno: pero miles de escuchas no oyeron el exordio y cuando ardió el pánico se cortó la emisión para repetir la advertencia de que estaban emitiendo un radioteatro y  no un informativo. Falsificar a Welles es patético. Eludir su honestidad intelectual resulta infame.