28/4/13

SINDICATOS OBSOLETOS (28-4-2013)

En Estocolmo amigos suecos me ilustraban sobre un rito de relaciones laborales. Una vez al año, antes de la aprobación de los Presupuestos, se reunían en cena de gala patronos y sindicalistas, todos de esmoquin o de largo para desvestir cualquier agresividad, y en respectivos discursos, descubrían las cartas adelantando sus propuestas de subidas salariales para el ejercicio entrante. En algunas ocasiones los sindicatos habían rebajado la oferta patronal por temor a la inflación que es el impuesto de los pobres. Inverosímil en la latinidad. Cuando hace ya décadas quebró por su desmesura el estado de bienestar sueco los sindicatos trabajaron junto a los conservadores en sellar las grietas del sistema y recortar gastos nacionales que hacían peligrar la “Volvo” o la fabricación de rodamientos a bolas. Es el modelo frio del sindicalismo. En la otra parte del mundo, en Buenos Aires, entrevistaba al líder metalúrgico Lorenzo Miguel, gran capo de la peronista Central General de Trabajadores, y tuve la sensación de que iba disfrazado de obrero, traspasando su estudiado desaliño la hechura trajeada de un Sam Giancana, heredero del Chicago de Alfonso Capone. Cada tanto entraba en el despacho una especie de guardaespaldas y, en silencio, Miguel abría un cajón y le entregaban, sin mediar recibo, de fajos de pesos atados con una piola. La “pesada” de la UOM (Unión Obrera Metalúrgica) era una especie de tropa de asalto remunerada, para escrachar, asesinar, apalizar o respaldar violentamente una huelga. Un líder de la CGT se opuso a una huelga de peajes y desde un auto le ametrallaron en su cabina de cobro. Más amable es la anécdota  del líder cervecero Saúl Ubaldini a quien siempre se vio con una campera negra.; una amante periodista contó que tenía un placard (armario) abarrotado de chupas de diseño, todas iguales. Hoy los sindicatos argentinos, todos peronistas, parieron los piqueteros que cortan las carreteras, hasta la Panamericana, y las grandes avenidas de las ciudades, pero no alzan la voz ante la corrupción. Entre ellos y la Presidenta Fernández de Kirchner solo hay querellas familiares del tanto por ciento. Del septentrión a la australidad los sindicatos son muy distintos.

Bajé a la recepción de mi periódico para atender personalmente a Marcelino Camacho y acompañantes invitados a un almuerzo. Marcelino pedaleó una idea fija: el sindicato único para lo que ofrecía hasta la disolución de sus Comisiones Obreras. Con toda afabilidad le objetamos que queríamos pluralidad y no una continuación del sindicalismo vertical. Nuestros sindicatos fueron verdaderamente solidarios en los Pactos de la Moncloa cuando el país, como Ulyses, navegaba entre la Scila del cambio de régimen y la Caribidis de una crisis petrolera, y hoy podrían celebrar el primero de mayo haciendo su propia catarsis. Deberían acordarse (por ejemplo) que la Constitución establece una ley de huelga que duerme el sueño de los justos y a la que ellos hacen oídos sordos o amenazando a todos los Gobiernos. Podrían aceptar que la huelga general sea un delito, como en Alemania, porque roe la médula económica de toda una nación. Legalmente los sindicatos no son servomotores de los partidos políticos, pero en España siguen siendo correa de transmisión de la izquierda, especialmente UGT del PSOE. El sindicalismo no debe estar subvencionado con los impuestos de todos como si fueran la energía eólica o termosolar,  lo justo es que vivan de las cuotas de sus afiliados. CCOO y UGT se quejan de su baja afiliación  (dos millones entre ambas) y extienden la mano, cuando deberían reflexionar sobre la escasa estimación que suscitan. Sus liberados deberían ser los justos, los que marca la ley, y aun menos, porque tanta liberación es costosa para los demás y proporciona sujetos inoperantes y hasta que trabajan por cuenta propia doblándose el salario. No se entiende que se les financien cursos de formación que o no imparten o debería en su caso planificar los organigramas de empleo o cultura, autonómicos o municipales. Un sindicato no es una escuela de formación profesional. La reivindicación del patrimonio histórico incautado por la dictadura ha sido una piñata y debe terminar. El Estado no puede pagar las deudas políticas del general Franco, y, en cualquier caso, hemos tenido miles de particulares expoliados que no recibieron una peseta. En cualquier caso las cuentas (opacas) del sindicalismo han de ser auditadas cada ejercicio por el Tribunal de Cuentas prolijamente y con publicidad. Cándido Méndez no puede tener el rostro impenetrable de limitar sus mandatos a partir de su propuesta que asemejará la UGT al palacio de El Pardo y con elecciones indirectas cuando habrían de votar todos sus afiliados al corriente de pago.

Su colmo es que no defienden a los desempleados, porque no pagan las cuotas, y hacen bolsa con los que van a ser despedidos. Se ignora que hacen los sindicatos en los ERE como si no hubiera bufetes laboralistas en España. Sus inconsútiles golpes de pecho ante la rapiña de los ERE andaluces representan la faz ingenua del gato que se comió al canario. Su resistible inclinación a erigirse en inspiradores de la economía nacional acaban en Cándido pasándose las noches en La Moncloa haciéndole los palotes a Zapatero en plena crisis. Méndez y Toxo flanqueando a Ada Colau, una ocupa que lidera el acoso al PP, empleada en una ONG, les retrata como esos malos actores que no ven al publico tras la cuarta pared del escenario. Los políticos, mal que bien, tuvieron que hacer su Transición, pero las prebendas y sinecuras mantienen a los sindicatos inmóviles como la Esfinge; o se auto- regeneran para dar un servicio altruista a la sociedad o continuaran la duermevela de un neoperonismo que incita al desdén y la melancolía.  

27/4/13

ELECCIONES ENTRE UN MUERTO Y UN PERIÓDICO (27-4-2013)

Argentina celebra este domingo elecciones presidenciales entre un candidato muerto, el ex Presidente  Ernesto Kirchner, y una oposición abanderada por el periódico “Clarín”, el de mayor difusión en lengua española. El triunfo adelantado pertenece al incombustible partido peronista y a la viuda de la Casa Rosada, Cristina Fernández de Kirchner. Cuando Argentina metió el dinero de los particulares en un “corralito” y dimitió un dubitativo Presidente radical,  Fernando de la Rúa, con muertos en las calles, un peronista como Ernesto Kirchner, gobernador de la patagónica Santa Cruz, narigudo, de ojo revirado, por mal nombre “el pingüino”, se alzó con la Republica con solo un 29% de los votos. Con la mujer Cristina Fernández, también abogada, formaban un sólido equipo para trepar el poder. Montoneros de base en la provincia de Buenos Aires, no sufrieron ninguna represión pero huyeron al sur austral  donde hicieron fortuna cobrando deudas. Cumplido un mandato y con demasiada corrupción a sus espaldas, Kirchner dio paso a Cristina, y el domingo esta debía ceder el bastón de mando al marido, con el inconveniente que este falleció hace pocos meses de muerte súbita. Todo muy peronista; muy general Perón, “el macho”, Eva Duarte, la Evita de los descamisados que nunca tuvo cargo alguno. Los argentinos son necrófilos y en Buenos Aires CF el metro cuadrado más caro da al exclusivo cementerio de La Recoleta y a los mausoleos con ascensor e hilo musical donde descansan los próceres y, de prestado, Evita. Perón y Gardel están en el céntrico y popular “La chacharita”: al general le robaron las manos; al cantorle dejan cigarrillos prendidos entre los dedos de su estatua. Cristina llora en los mítines, le invoca, “el”, el muerto, nos guía y protege. La gigantesca corrupción gubernamental se publica en los medios y apenas suscita enojo porque se la considera como parte del paisaje. La Unión Cívica Radical (krausistas), tradicional dique del peronismo se ha multidividido  en fracciones encontradas hasta el punto de producir un milagro: la resurrección del socialismo. Entre Perón y las dictaduras militares, anarquistas, socialistas y comunistas quedaron como referentes bibliográficos. Por primera vez que se tenga noticia el socialista Hermes Binner, ganó la gobernación de Santa Fé (mucha población española) y con el Frente Amplio Progresista se presenta ante Cristina sin la menor posibilidad siquiera de forzarla a una segunda vuelta. Lleva de Vicepresidenta a Norma Morandini, que fuera corresponsal de la revista española “Cambio 16”. Pero ni siquiera con este brote verde socialista puede hablarse en Argentina de oposición. Es el grupo “Clarín” a quien corresponde tal honor, con su propietaria Ernestina Herrera de Noble y su CEO Hector Magneto, enmudecido por dos cánceres de garganta, quienes libran la batalla de la derecha urbana, asistidos por “La Nación”, otro gran periódico en español, representante de los intereses de la oligarquía agrícola-ganadera. Los Kirchner han entorpecido los negocios de “Clarín” en papel prensa, en radio, en televisión por cable, llegando al absurdo de rodear de madrugada el edificio, desembarcar desde autobuses decenas de inspectores fiscales para confiscar la informática de las oficinas, a las órdenes de un juez federal. El peronismo propaló que los dos hijos paraguayos adoptados por Ernestina eran bebes robados por la dictadura militar, lo que desmintieron las pruebas de ADN. El peso internacional del periódico ha impedido que lo clausuren o lo quemen como en los buenos tiempos del general. Los “K” tapan su inmoralidad económica con memoria histórica, abriendo juicios olvidados contra militares represores, la mayoría en demencia senil, y se incardinan en el nuevo socialismo bolivariano que no se sabe lo que es. En Iberoamérica los indicadores económicos tienen más que ver con el realismo fantástico que con la estadística, y así el país da un 10% de paro oficial, aunque son legión los subocupados, e incalculables los recogedores de cartones que están fuera de los computos. Al menos se mantiene desde hace años el dólar USA a 4,25 pesos, y el euro a 3,8, la inflación está sujeta y la deuda externa bien negociada. No sufren las arritmias de la crisis financiera internacional y han cerrado el restaurante de los bajos de mi casa porteña para abrir “Tiffany and Co.” y poder desayunar con diamantes. Se repite la fórmula inextinguible de Juan Domingo Perón: “Poner los intermitentes a la izquierda y adelantar rápido por la derecha”.