La huelga general decretada
en Argentina por la Confederación General del Trabajo (CGT) contra el plan de
economía de guerra del Gobierno y por la moratoria unilateral en el pago de la
deuda externa fue un éxito completo: el pasado viernes el país quedó
paralizado. La CGT afirmó ayer que el 97,3% de los asalariados secundó la
huelga; el Gobierno, por su parte, renunció a dar cifras oficiales sobre el
absentismo laboral, limitándose a declarar que las huelgas no son el mecanismo
adecuado para solucionar los problemas nacionales.
La paralización del país -ya
de por sí detenido por el veraneo y las huelgas sectoriales- se llevó a cabo
sin incidentes reseñables, fuera de pequeñas peleas y apedreamiento de algunas
vidrieras. Los argentinos compensaron su paulatino empobrecimiento con un buen
y prolongado fin de semana. En Buenos Aires, durante el viernes, se pudo
adquirir comida preparada, tomar café, adquirir periódicos y revistas, cenar en
la costanera fluvial y hasta asistir a una proyección cinematográfica. En los
hipódromos de Palermo y San Isidro se corrieron las pollas (premios) de 10 y 11
carreras, pese a la huelga general; los burreros (fanáticos delturf decidieron que una huelga general no
tenía por qué privarles de una buena y apasionante llegada cabeza a cabeza. En
suma: desolación urbana veraniega, lúdica, apacible y nada crispada. Sólo que
los taxistas autopatronos hacían subir delante al cliente para fingir,
innecesariamente -no hubo violencia sindical-, un transporte familiar o
amical.Saúl Ubaldini, secretario general de la CGT, declaró: "La huelga
fue un triunfo contra los enemigos externos de nuestra vida plena y libre;
preferimos la victoria con el pueblo y no con el Fondo Monetario
Internacional". Ubaldini sostuvo que el pueblo ha asumido la propuesta
nacional de la CGT en una medida de fuerza pacífica y serena "que no deja
dudas sobre la coincidencia total en el rechazo a la política del
Gobierno".
El Gobierno declaró, a
través del Ministerio de Trabajo, que "el trabajador ha perdido un día de
su trabajo, y el país, un día de su producción. ( ... ) Muchos se adhirieron a
la huelga, pero otros tantos se vieron forzados a no concurrir a sus
ocupaciones por falta de medios de transporte, y otros se encuentran en su
período oficial de vacaciones. ( ... ) No se conoce país en el mundo que haya
superado una crisis a fuerza de paros sino, por el contrario, las naciones que
lograron estabilidad social hoy lucen altos niveles de empleo de salarios y la
consolidación de sus instituciones políticas".
La resaca de esta cuarta
huelga general en dos años de democracia deja al Gobierno visiblemente irritado
y amargado, sujeto a un peligroso síndrome de in comprensión, y a la CGT
satisfecha de recuperar, aun cuando sea con trucos estacionales y demagogias
nacionalistas, su extraño papel preponderante como primer interlocutor de la
oposición frente a la Administración.
No obstante, el Gobierno
parece continuar decidido a desarrollar el Plan Austral. Tal es así que el
ministro de Economía, Juan Ital Sorrouille, rechazó, al filo de la huelga del
viernes, un acuerdo de principio entre la gerencia de Correos y sus empleados
sobre aumentos salariales por encima de los permitidos. El correo argentino,
naufragado entre 18 millones de cartas sin repartir, puede reemprender una
huelga, que ya sería caótica, ante la firmeza del Gobierno.
De este round el Gobierno ha salido dolorido, pero
no noqueado. Las espadas siguen levantadas hasta el declive del verano y el
obligado anuncio gubernamental de la segunda fase del plan de economía de
guerra. Entonces se habrá dado el momento de la inflexión.