12/10/09

La paz siempre tiene mala suerte (12-10-2009)

Ni Leire Pajín en su ensueño del encuentro planetario de los dos grandes machos pudo intuir que le dieran el Nobel de la Paz a Barack Obama. Y es que los criterios de la Academia noruega son misteriosos e inextricables. Diecinueve veces quedó desierto este premio y esos fueron sus mejores aciertos porque la paz es precaria, escurridiza, y supone algo más que ausencia de conflicto. Este Nobel empezó en 1901 con buen pie premiando al helvético Jean Henri Dunant quien fundó la Cruz Roja Internacional tras vagabundear por el campo de batalla de Solferino (1859. Lombardía) donde Francisco José I, Napoleón III y Víctor Manuel II de Cerdeña se midieron las costillas. Pero la paz tuvo la mala suerte de no reconocer nunca a Florence Nightingale, madre de la enfermería.

Las cosas se torcieron ya en 1906, cuando reconocieron al presidente Theodore Roosevelt, patrocinador de la política internacional del garrote y el hablar quedo. Podían premiar al doctor Albert Schweitzer tocando su piano en la leprosería africana de Lambarene, pero jamás se les ocurrió a los jurados noruegos galardonar al Mahatma Gandhi indiscutible apóstol moderno de la no violencia. Dándoselo a Henry Kissinger justificaban la escalada del bombardeo estratégico sobre el norte de Vietnam para ablandar las conversaciones de paz en París. Menagen Begin, primer ministro israelí, mandó el Irgún, la mayor organización terrorista de Palestina, y Yasser Arafat dedicó más esfuerzos a la barbarie indiscriminada que a la política, y fue honrado casi al tiempo que Nelson Mandela, cordero de Dios.

Cuando hace dos años se lo dieron a Al Gore y su peripatesis climática alrededor del mundo reclutando pulgarcitos para su alarmista causa, debimos suponer que el más deshuesado márketing se había instalado en el ya haraposo Premio Nobel de la Paz, fondo de reptiles y cinismos. La obamanía tenía que imponerse hasta el ridículo. Se vende el método Obama para triunfar en los negocios o ganar amigos. Se prima lo que parece sobre lo que es. No hace falta hacer nada sino pulsar una esperanza. Hacen falta nueve meses para hacer un hombre y a Obama le han sobrado para levantar un Nobel. Dice que no se lo merece, y en eso no miente, pero le servirá para doblar las tropas en Afganistán. Ese gatuperio de la Alianza de Civilizaciones le acabará dando el Nobel a Rodríguez Zapatero y la Pajín habrá cerrado su círculo mágico. Quizá aún se puedan salvar del descrédito los Príncipes de Asturias, hoy errabundos y superficiales buscando más el éxito que el mérito y obviando mezquinamente personalidades irrepetibles.