Ni el coronel DeCastries, responsable de la base
aeroterrestre de Dien Bien Phu, ni el general Navarro desde Hanoi previeron que
el Vietminh del general Giap pudiera trasladar artillería pesada por la selva
con una hierba de elefantes de tres metros de altura. Fue sencillo: desmontaron
las piezas y fueron trasladadas por partes en bicicleta por sendas ocultas e
inverosímiles. El 13 de marzo de 1954 a las 17.15 horas los viet desataron el
infierno sobre la posición Beatrice con calibres de 105 mm disparando a cero
contra los blocaos, la pista de aterrizaje y las largas antenas de radio que
indicaban los puestos de comunicación y mando. Paracaidistas franceses,
tiradores argelinos, legionarios thais y vietnamitas leales no tuvieron otra
opción que morir enterrados sin poder coger el fusil y disparar un tiro. ¿Sería
éste un hecho de armas para los defensores de Dien Bien Phu o un sacrificio
pasivo? Los franceses lo tuvieron claro y regaron de cruces el campo de batalla.
La soldado Idoia Rodríguez Buján no tuvo suerte ni viva ni muerta porque el Jemad (Jefe de Estado Mayor de la Defensa) no ha considerado hecho de armas su muerte. Debía de estar haciendo turismo pacifista en Afganistán. Nuestra soldado conducía un BMR ambulancia (un blindado medio sobre ruedas que se fabrica en Francia para traslado de tropas o heridos bajo fuego). Pisar una mina antitanque en una zona infestada de los talibán es un acto de guerra que ha saludado la bandera italiana, a cuyas tropas socorría la columna española.
Su cadáver ha sido repatriado a las tres de la mañana, con nocturnidad y alevosía, imponiéndole el presidente Zapatero una cruz con distintivo amarillo propia de quien se ha caído por una escalera. La OTAN, sin tantos remilgos y más atenta a la realidad, informa en su página web de un acto de combate que afectó nuevamente al contingente español, el cuarto más castigado por las bajas mortales en Afganistán después de EEUU, Inglaterra y Canadá. Debemos conformarnos con el reconocimiento ajeno porque este Gobierno que tenemos no nos lo va a dar. Y es que el radical socialismo de La Moncloa no es sólo contrario a la intervención en Irak, sino que les huele a naftalina todo lo relativo a las Fuerzas Armadas y su parafernalia. Estamos en «misiones de guerra» desde Afganistán al Congo, aunque parezcan más o menos pacificadas. De otro modo deberíamos enviar a nuestra Cruz Roja y a Leyre Pajín con Pedro Zerolo al frente de sus ONG de choque.
Un día le pregunté a José Luis Leal, amigo de infancia del Rey Juan Carlos, qué le preocupaba más al Monarca. «La falta de un espíritu de Defensa nacional». Pues esto es todo.
La soldado Idoia Rodríguez Buján no tuvo suerte ni viva ni muerta porque el Jemad (Jefe de Estado Mayor de la Defensa) no ha considerado hecho de armas su muerte. Debía de estar haciendo turismo pacifista en Afganistán. Nuestra soldado conducía un BMR ambulancia (un blindado medio sobre ruedas que se fabrica en Francia para traslado de tropas o heridos bajo fuego). Pisar una mina antitanque en una zona infestada de los talibán es un acto de guerra que ha saludado la bandera italiana, a cuyas tropas socorría la columna española.
Su cadáver ha sido repatriado a las tres de la mañana, con nocturnidad y alevosía, imponiéndole el presidente Zapatero una cruz con distintivo amarillo propia de quien se ha caído por una escalera. La OTAN, sin tantos remilgos y más atenta a la realidad, informa en su página web de un acto de combate que afectó nuevamente al contingente español, el cuarto más castigado por las bajas mortales en Afganistán después de EEUU, Inglaterra y Canadá. Debemos conformarnos con el reconocimiento ajeno porque este Gobierno que tenemos no nos lo va a dar. Y es que el radical socialismo de La Moncloa no es sólo contrario a la intervención en Irak, sino que les huele a naftalina todo lo relativo a las Fuerzas Armadas y su parafernalia. Estamos en «misiones de guerra» desde Afganistán al Congo, aunque parezcan más o menos pacificadas. De otro modo deberíamos enviar a nuestra Cruz Roja y a Leyre Pajín con Pedro Zerolo al frente de sus ONG de choque.
Un día le pregunté a José Luis Leal, amigo de infancia del Rey Juan Carlos, qué le preocupaba más al Monarca. «La falta de un espíritu de Defensa nacional». Pues esto es todo.