19/2/07

El Juicio Final (19-2-2007)

Por las Navidades de 1980, un teniente coronel del Ejército de Tierra destinado al CESID (actualmente CNI) me citó en un reservado de Mayte Commodore para una reunión urgente, personal y confidencial. Me puso al tanto de que compañeros suyos del servicio de inteligencia estaban suministrando apoyo logístico a otros militares para dar un golpe de Estado inmediato. Se identificó pero se negó a facilitarme cualquier dato concreto; no pude hacer nada salvo escuchar atentamente el estruendoso ruido de sables de aquellos días, hasta que llegó el 23-F.

El juicio por tales sucesos creo que despertó más expectación que la que hoy está dando éste por el 11-M. Entonces la pregunta era si los militares rebeldes se iban a dejar juzgar sin cometer antes una venganza tabernaria como la de intentar implicar al Rey. Estaban demasiado gallitos los entorchados y empezaron por exigir la salida de Pedro J. Ramírez de la sala, a lo que el tribunal terminó cediendo, aflojándose los cinturones. El sumario de aquel juicio del 23-F estaba lleno de elipsis más o menos discretas, y el del 11-M se encuentra repleto de agujeros como un queso gruyere. «Fuera del sumario no hay nada», dicen los forenses.

En el del 23-F se quedaron navegando por el espacio intergaláctico los guardias civiles que acompañaron a Tejero, el entonces CESID (excepto el comandante Cortina que hacía honor a su apellido) y la nutrida trama civil de la que solamente se enjuició a Juan García Carrés, presidente del sindicato vertical de actividades diversas y de los serenos con quienes quería formar una chusca fuerza de choque a lo Verbena de La Paloma.

Las penas para los alzados fueron muy benévolas, pero el Tribunal Supremo las ajustó. La sociedad española, harta, aceptó que no se exigieran todas las responsabilidades y que muchos conspiradores, tanto militares como civiles, quedaran en la oscuridad. Hay que temer que este juicio siga las pautas de aquél y que al final no se sepa a ciencia cierta cuáles fueron las tramas oficiales (CNI y Policía) que, por omisión, negligencia o partidismo, embrollaron el juicio del 11-M, hasta transformarlo en indescifrable. El juez Del Olmo no estaba capacitado ni física ni psicológicamente; no era el magistrado idóneo para la labor, y la temperamental fiscal Olga Sánchez (la instructora del instructor) ya se cubrió de gloria con la Goma 2 ECO. No creo que existan sumarios en el mundo sobre hechos de tanta sangre que obvien tan alegremente la identificación del arma homicida. ¡Qué digo: se llegaron a lavar con lejía los restos retorcidos de los trenes de Atocha! Nos pierde el afán por la limpieza.

Quedaremos como sucedió tras el 23-F, pero con tantas y dolorosas víctimas. Ni éstas acuden al juicio en el que no deben de creer ni tampoco esperar nada; se penará hasta El Egipcio (que parece salido de una ONG musulmana) y a tres o cuatro pelafustanes asturianos y confidentes de la Policía. El Juicio Final va a ser el final del juicio.


 

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