28/6/07

El inhibidor desinhibido (28-6-2007)

Tras la infamia de Pearl Harbour, el embajador japonés y su séquito, vestidos de chaqué, botines, guantes blancos y sombrero de copa, entregaron la declaración de guerra en el Departamento de Estado de Washington. Fueron escoltados hasta la costa oeste y embarcados en un vapor neutral.

Prácticamente, estas solemnidades fueron abandonadas después de la Gran Guerra (1914-1918) y ya no se vio humear los patios de las legaciones con la quema de documentos y la destrucción de la cifra. Hoy, la guerra es un estado de cosas, una situación, desde Afganistán al Líbano y desde Sudán a Haití. Pero el presidente del Gobierno retuerce el brazo de la realidad hasta acomodarlo a sus necesidades políticas y vuelve a condecorar a los soldados caídos con unas medallas que las viudas y las madres debieran devolver.

No se trata de la pensioncilla inherente a una cruz militar con distintivo rojo, sino del reconocimiento de que han muerto en una acción bélica y no de una caída en la ducha campamental. El distintivo rojo es para el presidente la señal de alarma de que está enviando contingentes crecientes al exterior a sumergirse en situaciones de guerra, y a admitir ese hecho se niega más que a dormir fuera de La Moncloa. Por lo demás, la teoría de los inhibidores es una pamema para distraer a la opinión pública. Un BMR (Blindado Medio sobre Ruedas, en francés) es una lata de sardinas que revienta ante un lanzagranadas de carga hueca de ésos que vemos en manos de adolescentes en el telediario de la noche.

Al Líbano se deberían llevar carros Leopard, si nuestro presidente estuviera desinhibido, a menos que lo prohibiera por contrato Alemania, a quien se los hemos adquirido en régimen de leasing. El transporte Castilla podría desembarcar algunas unidades en Beirut sin mayor problema logístico. Pero, como esto también saldría por televisión, el presidente se inhibe. Tan inhibido está que se ha quedado mudo desde el suceso en el país del cedro. Imaginemos, además, que en buena lógica militar los chatarreros del CNI y el servicio de información de nuestras tropas siguen en caliente a los terroristas y los apresan para enviárselos al juez Marlaska, o, simplemente, les encuentran y les matan. Insólito supuesto; al presidente se le caerían las muelas y el tinglado de pacifismo de opereta bajo el que se guarece.

Con el concepto de guerra y paz que circula en Moncloa no se puede vivir ni en el siglo pasado. El budismo zen no es aplicable a la defensa nacional. Y hasta los tibetanos resistieron a los chinos con fusiles y no con mantras.

25/6/07

Matar a Hitler (25-6-2007)

El cine y la Historia mantienen pésimas relaciones y la mejor película sobre el III Reich es la gran humorada crítica de Lubitsch en To be or not to be. Hasta la reciente -alemana- El hundimiento, sobre las postrimerías del búnker de la Cancillería, tenida por escrupulosamente detallista, es un mal TBO de Hazañas bélicas que presenta a un führer acartonado y tan histriónico como en sus mítines, bien a pesar del gran actor Bruno Ganz. Es extraño que se haya hecho menos cine sobre Benito Mussolini, más humano y próximo, pero su socio Adolf Hitler siempre le robó protagonismo. Los italianos son otra cosa y el Duce no sufrió atentados hasta que le mataron partisanos comunistas junto a su amante Clara Petacci.

Ahora le crecen los vetos a Tom Cruise para encarnar al conde Von Stauffenberg -que quiso volar a Hitler-, por su militancia en la cienciología. Las sectas peligrosas suelen propagarse con un folleto, lo que no es el caso de los cienciólogos, que reparten un tomo de más de 1.000 páginas indigeribles; por lo demás, Cruise puede tirar su dinero donde quiera. Se han opuesto al rodaje el Ministerio de Defensa alemán y el hijo del conde, también general.

En realidad, el frustrado atentado fue una chapuza poco gloriosa, con un origen delirante: creían los conjurados que la desaparición de Hitler permitiría una paz por separado con los aliados occidentales, concentrando entonces el esfuerzo bélico para detener a los rusos. Eso era un sueño de la razón y el aislamiento en el que vivían los alemanes, incluida su clase dirigente. El Estado nazi era concéntrico y la desaparición de su cabeza sólo proyectaría el poder sobre el círculo siguiente: Goering, Himmler, Goebbels, el almirante Doenitz, haciendo Martin Bormann de cocinero.

Stauffenberg, tuerto y manco, no era el más apropiado para llevar hasta la Guarida del Lobo en Polonia el portafolio letal. Que otro oficial moviera del sitio la bomba colocándola más lejos del führer no fue definitivo. Lo fundamental fue que en la sala de mapas, ante el bochorno reinante, se abrieran las ventanas y contraventanas para permitir que entrara el fresco. Por ahí escapó la onda expansiva tras matar a cuatro oficiales. Hitler salió sin tímpanos y con una polineuritis en la mano derecha que le acompañó hasta su suicidio.

Stauffenberg tomó un avión a Berlín, donde fue detenido en la escalerilla. Himmler había ordenado el estado de sitio en la ciudad, orden cumplida por el coronel de las Waffen-SS, Otto Skorzeny, jefe de operaciones especiales, como liberador de Mussolini y exiliado en España bajo la protección del franquismo. Se procedió a una gran redada en la que cayeron hasta los tibios del nacionalsocialismo. El conde tuvo la suerte de ser fusilado enseguida en el patio del cuartel donde lo pusieron preso. Otros fueron ahorcados con cuerdas de piano y la filmación de su agonía se proyectó ante Hitler.

La única oposición seria que tuvo el nazismo fue la Orquesta Roja de Leopold Trepper, red de emisoras que enviaban a Londres información esencial.

21/6/07

Un holograma sonrosado (21-6-2007)

Hace 30 años, en los restaurantes de muchos tenedores se pedía un Suárez, un chuletón de Avila poco hecho. Tal era la consideración que se tenía del protagonista de la democracia por delante del Rey, que la hizo posible haciendo de la necesidad virtud, y de Torcuato Fernández Miranda, que escribió el guión. La memoria es selectiva y no nos acordamos de cuándo nos arrancaron las amígdalas, por eso la celebración de las primeras elecciones, con su antes y su después, ha sido un holograma sonrosado con la tachunda de Libertad sin ira, música publicitaria de Diario 16 que acabó en himno de aquellos acontecimientos. No todo fue así.

La designación de Suárez fue recibida como un inmenso error que ponía en peligro incluso a la Corona. Se le tenía por un funcionario mediocre y lo que más destacaba de él era su condición de secretario general del Movimiento, el partido único de Franco. Estaba muy cercana su camisa azul, no tenía méritos intelectuales, se le tenía por cercano al Opus Dei, entonces denostado, y sólo se le reconocía simpatía de vendedor de enciclopedias y una gran audacia no exenta de chulería. Un tahúr del Misisipí, como le bautizó Alfonso Guerra. De ahí la broma sangrante de los comedores.

Le odiaba el búnker por haber abierto las puertas a un pueblo que consideraban horda ingobernable; el Ejército por la traición del Sábado Santo, en que se legalizó el comunismo; la Banca en una inquina inexplicable en gente tan fría; y le aborrecían los barones de su propio partido porque no reconocían su primogenitura y aspiraban a sustituirle. Suárez dijo alguno de aquellos días que daría con gusto el brazo derecho por un sólo día de auténtico poder real. Hasta la Prensa le fue hostil, cargando la mano sobre su analfabetismo como cuando dijo que el catalán no era un idioma o que no se puede enseñar energía nuclear en vasco.

Ahora el personaje desdibujado despierta merecidas unanimidades, pero recuerdo sus palabras antes de la demencia senil: «Preferiría que los españoles me quisieran menos y me votaran más». Una vez le espetó al Rey que le precedería en el protocolo cuando presidiera la Unión Europea, lo que no sentaría bien al Borbón. No podía predecir, en sus horas mejores, el futuro shakesperiano que le aguardaba.

El Toisón que le acaba de conceder el Rey junto a un moro parece un guiño macabro al fantasma de La Florida, que ya ni siente ni padece.

18/6/07

Misceláneas (18-6-2007)

Los taxistas de Madrid son unos bufones y te informan de que el ministro Pérez Rubalcaba está en negociaciones con Telecinco para ingresar a De Juana Chaos en La isla de los famosos donde quede vigilado, sin necesidad de pulsera y aliviado por el hambre de los demás. Otrosí de Arnaldo Otegi, que quedaría estabulado en la casa de Gran Hermano para que sufriera los rigores de Mercedes Milá. El patio de monipodio se llena de fruslerías conceptuales. Unas feministas, orillando la matanza de mujeres, han dado tras consultas astrales en que el oso del madroño madrileño es en realidad una osa y, supongo, la pondrán unas bombachas para identificar el género de la plantígrada en este aquelarre de ociosas.

Hablando de aquelarre, la Vice, la Doña, se ha puesto a dar gritos en el Congreso porque Rajoy aludió a ella en privado como «la otra». «Misógino recalcitrante» fue lo más bonito que le llamó. Es la otra, la que mima a ZP como una madre, la que da la cara por él, asume sus contradicciones y como vocera separa las palabras como si fueran minas de contacto o padeciera enfisema. En Siberia juegan las selecciones nacionales de fútbol sala de España y Cataluña, con lo cómodo que hubiera sido embarcar a los catalanes en el Transiberiano para ampliar horizontes, que ya se dijo que el nacionalismo se cura viajando. Los escritores catalanes en español no van a Fráncfort, y los amigos de Zapatero quieren autonomía para León, separándola de Castilla La Vieja, que al menos retomaría su rumboso nombre.

Los agentes del servicio secreto siguen siendo detenidos por la Policía para identificación. Al frente del SEDEC de Carrero Blanco estaba el coronel San Martín; no previó el asesinato del almirante y fue partícipe del 23-F junto a otros oficiales, unos a favor de la asonada, otros por abortarle y los más por embrollarla.

Nunca se supo de los mendigos del CESID de Manglano, aquéllos que sedados acababan viendo a Dios. Un general-director, que no nombro por caridad, tenía tan desestructurada su familia que ocupaba sus horas en organizar la casa común de los demás. El CNI sigue la senda de sus predecesores porque los mastuerzos creen que se resuelve la desorganización y la incompetencia cambiándolas de nombre. Así la Formación del Espíritu Nacional, que no hacía daño a nadie porque no se estudiaba, es sustituida por la obligatoria formación del espíritu nacional socialista con capítulos subyugantes como la homosexualidad y el consumismo. ¿ETA? La chusma hace apuestas sobre si primero será un tiro o una lapa personalizados o una bomba indiscriminada. Estamos hechos a todo.

11/6/07

Las almas muertas (11-6-2007)

La semana pasada Alexander Solzhenitsin aceptó el premio estatal ruso concedido por el presidente. El anillo se cierra y un hombre del KGB como Putin galardona a quien se pudrió en sus campos. Había residenciado a Solzhenitsin en los cajones del olvido (le creía muerto) y sólo recordaba el episodio bochornoso de su única visita a España, antes de la muerte de Franco. Le dieron un inacabable primer plano en televisión en el que con su barba recortada en la boca parecía el capitán Acab persiguiendo a bordo del Pequod la ballena blanca comunista. Un comentarista musical muy célebre dijo una crueldad que tuvo fortuna: «Ya tenemos cuatro payasos: Gaby, Fofó, Miliki y Solzhenitsin». Dio vergüenza ajena porque el invitado sólo relató el infierno del archipiélago Gulag del que había sido huésped. Pero ya se sabe que el franquismo era una fábrica de comunistas irredentos.

Joven matemático, se casó con Natalya Reshetovskaya, compañera del politécnico pero la guerra les separó. S. ascendió de raso a capitán combatiendo con mérito en el saliente de Kursk, batalla más decisiva que Stalingrado. Marxista-leninista convencido, escribió a un amigo sobre la conveniencia de sustituir a Stalin, ignorando la censura militar. Fue degradado, vejado por el KGB y condenado sin juicio a ocho años de trabajos forzados. Alojado en una sola pieza con más penitentes, dormía en el suelo sin poder moverse y con la cabeza pegada al cubo de los excrementos y los diarreicos de la dieta única de pienso para el ganado le defecaban en la cara. En los yacimientos de arcilla ésta no se despegaba de las palas y había que llenar a mano las vagonetas, quedando la ropa tiesa como el cartón a la mañana siguiente. Natalya se divorció de él por no estar casada con un disidente, que además no lo era. Cuando regresó del Gulag donde había sobrevivido a dos cánceres abdominales, volvieron a casarse pero él había descubierto la fe ortodoxa y ella seguía siendo una comunista acérrima.

El salto de S. al cristianismo es prodigioso porque no tiene esperanzas en una redención terrenal sino que toma la desolación de las almas muertas y su sufrimiento como fuente de fe que da justificación a la existencia. Paradójico que Natalya fuera una consumista y su marido un asceta que rechazaba cualquier comodidad. Se volvieron a divorciar y él se casó con otra matemática que le dio tres hijos que han salido superdotados. Es un nacionalista ruso, reprocha a los judíos su protagonismo durante la revolución soviética y defiende la indefendible causa de la Gran Serbia, pese a Srbrenica y otras atrocidades. Ya está muy mayor. Su obra mejor la cinceló sobre sí mismo resucitando el alma muerta del Gulag al cristianismo partiendo del ateísmo militante. Dios en los infiernos. 

7/6/07

ETA no se ha equivocado (7-6-2007)

Todos los presidentes en democracia han negociado más o menos con ETA, salvo Calvo Sotelo, que sólo tuvo tiempo para ingresarnos en la OTAN: Adolfo Suárez desmovilizó a ETA político-militar, pero el resto de la banda siguió apostando por un golpe de Estado; Felipe González se enojó de tal manera que a los negociadores de Argel los deportó a la República Dominicana; y Aznar suspendió el chau-chau de Ginebra en cuanto advirtió que la tregua etarra era una trampa, tal como le advertía su ministro del Interior, Mayor Oreja. Lo de Zapatero es irresponsabilidad o aventurerismo, porque no ha habido tregua o alto el fuego (tres muertos, más kale borroka y extorsión) y porque se han hecho concesiones a los etarras difícilmente retráctiles como la legalización de ANV.

El lenguaje socialista emite signos. El mensaje de Zapatero ha sido tan almibarado y doliente que hace suponer que aún alberga esperanzas de acabar bien con ETA, a condición de que no mate mucho, como en la T-4 de Barajas. Pepiño Blanco, cada vez más Mr. Bean en lo físico y en la vis cómica, ha dejado claro que el PP será el responsable del desaguisado si ahora no colabora con el Gobierno. El PP fue arrojado a las tinieblas exteriores en el Pacto barcelonés del Tinell (la habitación de la vajilla) y ha sufrido, como un apestado, un cinturón sanitario en toda España. Además, bastante favor les hicieron el PP y Aznar a los socialistas guardando silencio respecto a los GAL. Pero ahora que Zapatero se siente perdedor y zaherido pretende que los populares corran en su socorro para salvarle la cara.

ETA no se equivoca y su estrategia es de granito: crear un Estado vasco independiente, con la anexión de Navarra, las Encartaciones de Cantabria y el Iparralde francés. Una Cuba en el Cantábrico en la que ETA sería el KGB. La cuadrilla terrorista comete errores tácticos pero el campeón de los equivocados es Zapatero negociando sin el consenso del primer partido de la oposición. Y, ¿dónde está escrito que ETA se disolverá algún día? Seguirían organizados hasta después de una Euskadi secesionada. Llevan 40 años y pueden acabar el siglo en las mismas y España podría vivir con ello como con un incordio anal que molesta pero no mata.

La tregua que nunca lo fue ha fortalecido a los bandidos, que se han reestructurado, han reorganizado comandos, han montado una fábrica de explosivos y hecho acopio de armas y vehículos. El responsable no es el PP, ni siquiera ETA, el responsable es Zapatero. Si hubiera negociado algo no se acordaría del PP ni para informarle.