30/10/87

Felipe González afirma en el Congreso argentino que la democracia no es un privilegio de los países ricos (30-10-1987)

A primera hora de la tarde de ayer el presidente del Gobierno, Felipe González, se estaba dirigiendo al Congreso de la República Argentina (diputados y senadores) reflexionando sobre los valores intrínsecos de la democracia y negando que ésta sea un privilegio de los países económicamente prósperos. Durante su estancia en Argentina, González mantendrá tres, entrevistas con el presidente Alfonsín y recibirá a Antonio Cafiero, gobernador electo die la provincia de Buenos Aires, líder del peronismo renovador y presumible candidato presidencial justicialista en las elecciones de 1989.

Las relaciones políticas y personales entre González y Alfonsín son óptimas (la Unión Cívica Radical está adscrita como observadora a la Internacional Socialista y utiliza en sus campañas el emblema del puño que sujeta una rosa), se telefonean frecuentemente y a la inspiración del presidente del Gobierno español se deben algunas medidas drásticas como el plan de economía de guerra de la ahora tambaleante reforma financiera y económica.El presidente español ha arribado a Buenos Aires acompañado por su canciller Francisco Fernández Ordoñez y de los ministros de Economía y Hacienda, Carlos Solchaga, y de Cultura, Javier Solana. Esta visita española no es para nada banal: se integra en el contexto de los recientes viajes a Buenos Aires de François Mitterrand, del ministro soviético de Asuntos Exteriores, Edvard Shevardnadze -quien ordenó la apertura de un consulado de la URSS en la hipotética capital patagónica de Viedma- y de la decisión italiana de transformar su deuda externa con el país en créditos blandos.

El presidente Alfonsín, tras la derrota de su partido en las elecciones parciales del pasado 6 de septiembre -sólo mantuvo la gobernación de dos provincias sobre 22 y perdió su exigua mayoría en ambas Cámaras- se encuentra empeñado en una reedición de los pactos de la Moncloa que aporten alguna luz al túnel económico en el que se encuentra sumida la República: 52.000 millones de dólares de deuda externa y, lo peor, la caída en picado de los precios y hasta los mercados de los granos y la carne en los países ricos de occidente. La Unión Soviética, el gran comprador argentino, procura y alcanza su autarquía alimentaria disminuyendo cada año las adquisiciones en esta fértil nación. La visita del presidente González tiene un componente psicológico muy importante, por la mimetización en que los argentinos hacen del proceso democrático español.

Nuevo enfoque

¿Por qué -se preguntan- nosotros que tenemos metro y medio de humus en la Pampa húmeda, más extensa que Italia, dos cosechas por año, refinamos nuestro propio uranio, tenemos cinco premios Nobel, sólos somos 32 millones de habitantes sobre dos millones y medio de kilómetros cuadrados y nos autoabastecemos de petróleo, no funcionamos?. Es el gran misterio del siglo XX: el fracaso de Argentina como nación.La deuda externa no es directamente el tema principal de las conversaciones entre Alfonsín y el presidente González. España, sin llegar a los límites de la generosidad italiana -muy relativa por cuanto los márgenes de la deuda externa argentina con Europa son estrechos- mantienen un tratamiento blando con Argentina decidido entre Alfonsín y Felipe González desde la asunción de la presidencia por el primero. Lo que Argentina propone ahora, en conjunción con el Brasil, es un enfoque nuevo de la deuda externa latinoamericana que contemple el incremento anual de las tasas de interés, sólo las cuales importan dos o tres veces el importe global del plan Marshall destinado a recuperar la economía europea de la última posguerra mundial. El Gobierno español sería complaciente con respecto a este planteamiento argentino.

Los acontecimientos sociales y las recepciones están empañadas por elvis a vis entre González y Alfonsín y el apoyo prestado por los titulares españoles de Economía y Exteriores. Todo destinado a respaldar una inmediata propuesta argentina de pagar la deuda externa pero con los intereses históricos y no con los actualizados mes por mes. Buenos Aires, que es una capital que quiere pagar, pero que no quiere asumir los intereses exorbitantes de una economía internacional acaso desquiciada por el déficit público estadounidense.

González, muy querido junto con Adolfo Suárez en este país, tiene previstos tres días de reunión con la presidencia argentina y un día de turismo en las cataratas del río Iguazú en los márgenes con Brasil y Paraguay. Después cruzará el río de la Plata hacia Montevideo y proseguirá hasta México.

5/10/87

La caricia soviética sobre el Cono Sur (5-10-1987)

Un secretario general del Partido Comunista Argentino (PCA) jugaba al Prode (Pronósticos Deportivos, la quiniela) y hace una decena de años acertó todos los pronósticos y con un buen pozo -el gran premio es acumulativo- de millones de pesos. Ante la sugerencia de sus camaradas de que destinara al menos una parte de aquella ganancia a las finanzas del partido, dimitió como secretario general, pidió la baja en la organización y se asegura que hasta abominó del marxismo.No es una anécdota trivial para entender al PCA. Los comunistas argentinos nunca tuvieron un gran peso específico en esta sociedad, al contrario de socialistas y anarquistas arrastrados a estas playas por las olas de la emigración mediterránea y centroeuropea. Los anarquistas se extinguieron y ya ni siquiera son una raza en conservación; los socialistas, con figuras muy notables y respetadas en su seno, encontraron la extraña habilidad de dividirse en fracciones encontradas aún con mayor empeño que el que se dio en el socialismo chileno, que ya es afirmar.

Los comunistas argentinos tienen otros pecados, pero, al igual que toda la izquierda de la República, fueron aplastados por la losa del peronismo emergente en 1946. Perón les ofreció alianzas electorales que el PCA rechazó por tener al general por un mussoliniano cooperativista. Perón comentó: "Vuelan bajo". Ambas partes tenían razón en sus apreciaciones.

En 1946, el PCA debería haber practicado el entrismo entre las masas de descamisados que seguían a Perón, pero estaba cerca la derrota de las potencias del Eje y, además, aún quedaban muchos trotskistas en América Latina. El PCA, así, languideció hasta convertirse en lo que es hoy: un partido de cuadros ilustrados de la pequeña y mediana burguesía sin representación parlamentaria, sin influencia social ni prestigio entre los otros partidos de izquierda.

Apéndice de la Embajada soviética en Buenos Aires, no entraron como los revolucionarios montoneros en el peronismo para convulsionarlo desde dentro y cometieron la abyección de no despegar los labios ni las manos durante el último período dictatorial de 1976-1983: la Unión Soviética entonces necesitaba urgentemente granos ante los embargos de cereales estadounidenses, y las relaciones entre las juntas militares argentinas y el Kremlin fueron excelentes.
Un silencio notorio

Tras haber abominado del peronismo desde 1946 en las elecciones democráticas de 1983, se aliaron con la extrema derecha de aquél ante la Unión Cívica Radical liderada por quien fuera electo presidente Raúl Ricardo Alfonsín. Hubo serias cábalas en la República sobre el número de interconexiones neuronales y unos dirigentes comunistas que daban la espalda al peronismo cuando ganaba y lo apoyaban cuando perdía, a más de guardar silencio cuando la barbarie militar hacía desaparecer a sus militantes más lúcidos.

No quedaron en eso las cosas, y al año de la frágil democracia recuperada, el PCA, abolida ya la doctrina de la seguridad nacionalpropiciada por el Departamento de Estado estadounidense y en clara remisión las dictaduras militares del subcontinente -Argentina, Brasil, Uruguay-, publicó una extensa nota solicitada en los diarios porteños reivindicando la lucha armada contra las tiranías. "Tarde y con daño".

El PCA, tras hercúleos esfuerzos, logró al fin desaparecer del mapa político argentino. Y éste es el contexto explicativo necesario para interpretar las relaciones entre la URSS y la República Argentina, ahora visitada muy amistosamente por el canciller Edvard Shevardnadze en una gira que comenzó en Brasil y termina en la República Oriental de Uruguay.

Las relaciones soviéticas con los países del Cono Sur han sido siempre impecables, incluso en las dictaduras militares. Todo el revolucionarismo armado -equivocado estratégicamente pero moralmente legítimo- venía de Cuba y de las propias entrañas del socialismo latinoamericano, pero nadie podrá afirmar que los partidos comunistas suramericanos, o moderados o callados, alimentaron las guerrillas de las dos últimas décadas.

Así, curiosamente, en este país en el que se puede insultar seriamente a un sindicalista tildándole de bolche o de zurdo, la Unión Soviética como Estado no despierta recelos. Fue un excelente comprador de carnes y granos argentinos que los países de Occidente rechazaban con su proteccionismo, se sostuvo junto a Argentina durante el contencioso diplomático que acompañó a la guerra de las Malvinas y, ahora mismo, científicos y técnicos soviéticos estudian las posibilidades de desagote por la bahía de San Borombom de la provincia de Buenos Aires, periódicamente asolada por lluvias espantosas, acaso provocadas por el gran espejo de agua de la inmensa represa brasilera de Itaipú.

Antes de la visita de presidentes como Mitterrand y Felipe González, el canciller Shevardnadze ha venido a estas tierras a traer un pequeño balón de oxígeno al presidente brasileño José Sarney -rota su coalición gubernamental, advertido por los militares y fracasado su plan económico-, al argentino Raúl Alfonsín -revolcado por la población en unas elecciones parciales- y al uruguayo Julio María Sanguinetti, quien, por si no tuviera suficientemente oscuro el horizonte, afronta la posibilidad de un referéndum que revoque la ley de amnistía para los militares y policías que secuestraron y asesinaron a los ciudadanos.

Derroche de simpatía

Shevardnadze derrochó simpatía, se entrevistó con el presidente Alfonsín, con el vicepresidente Víctor Martínez (ala derecha del radicalismo), con su colega Dante Caputo, visitó el Congreso de la nación y la Corte Suprema y varias veces detuvo a su caravana para charlar con la gente en las calles por mediación de sus intérpretes. A Martínez, quien a media mañana se preocupaba por el horario de su visitante, le contestó: "Hasta las nueve de la mañana de mañana, en que tengo mi cita con el presidente Alfonsín, todo el tiempo es suyo".

Ha defendido aquí el derecho argentino a conceder licencias de pesca en sus aguas territoriales invadidas por la zona de exclusión económica británica en torno a las Malvinas -muchas de cuyas licencias operan legítimamente en manos soviéticas-, se ha mostrado contrario a la militarización del Atlántico Sur y defendió una salida política a la sangría de la deuda externa del Tercer Mundo, a la que calificó de tumor maligno. No alcanzó a firmar protocolos económicos, pero dejó la esperanza en el Gobierno argentino de que los planes soviéticos sobre autarquía alimentaria tendrán en consideración durante los próximos años las necesidades exportadoras argentinas de cereales.

Hacia su lado no tuvo ningún empacho en admitir que si Estados Unidos desarrolla la guerra de las galaxias, la carga económica-financiera aplastará a los países en desarrollo y defendió al menos una reducción del 50% en el potencial ofensivo Este-Oeste. Estimó como propio de la edad de piedra el que la Administración Reagan pueda ver algún peligro en el acercamiento entre la URSS y los países del Cono Sur.

Además ha firmado lo que no ha firmado aquí nadie: la apertura de un consulado soviético en Viedina, la nonata nueva capital argentina en la Patagonia, por la que, tras la derrota del radicalismo a manos de los peronistas, nadie da un ochavo.

No es que sea mucho, pero menos aceite da una piedra. Veremos ahora qué traen los presidentes Mitterrand,y González a esta esquina del mundo abandonada por Occidente y acariciada por la diplomacia soviética.

1/10/87

Jaunarena considera superada la crisis militar argentina (1-10-1987)

El ministro de Defensa argentino, Horacio Jaunarena, compareció a primeras horas de la noche el martes ante la comisión de su competencia en la Cámara de Diputados para informar sobre el autoacuartelamiento del III Regimiento de Infantería Mecanizada acantonado en La Tablada. Toda la oposición calificó el informe ministerial como insatisfactorio y superficial. Jaunarena insistió en que el problema suscitado por el relevo del teniente coronel Darío Fernández Maguer al frente de su regimiento se encontraba superado y en que el Gobierno no preveía que se presentaran nuevas situaciones de este tipo.

Una solicitud democristiana de que la reunión informativa fuese pública fue rechazada por diputados de la Unión de Centro Democrático y del Partido Intransigente. La oposición peronista se mostró sorprendida de que la Prensa tuviera conocimiento previo de una situación irregular en el regimiento, a lo que el ministro repuso que en el país se respetaban las libertades informativas.El líder de la Unión de Centro Democrático, Álvaro Alsogaray, preguntó si el Parlamento podía hacer algo para acabar con las secuelas de la guerra antisubversiva, en alusión a la amnistía que propicia su partido. El ministro fue vago en su respuesta, pero por primera vez no rechazó de plano, como en otras ocasiones, la posibilidad de una amnistía.

Jaunarena confirmó que el relevo, con un año de anticipación, del teniente coronel Fernández Maguer al frente de su regimiento era consecuencia de la actitud inhibitoria adoptada por este oficial durante la rebelión de Semana Santa. Fernández Maguer y otros cinco oficiales del III de Infantería de La Tablada, permanecen arrestados y a disposición de la justicia militar.

El Gobierno resta importancia

El Gobierno ha intentado por boca del secretario de Defensa, Alconada Sempé, restar importancia al incidente, achacándolo a una magnificación periodística.Cabe destacar el empeño personal del general Caridi por reestablecer la disciplina. José Segundo Dante Caridi, artillero, 56 años, soltero, sustituyó al desacreditado general Héctor Ríos Ereñú al frente del Estado Mayor del Ejército de Tierra tras la rebelión de la pasada Semana Santa y no tiene otro objetivo que el de verticalizar nuevamente la cadena de mando militar.

Los radiogramas procedentes de otras guarniciones hablan de normalidad y en, la Capital Federal se desarrolla la prevista reunión de generales y coroneles habilitados para resolver futuros ascensos. La población, esta vez, se lo ha tomado con paciencia y hasta resignación, ante el hecho consumado de que existe una fractura horizontal en el Ejército de Tierra, nucleado por jefes y oficiales medios en tomo a la figura del ex teniente coronel de comandos Aldo Rico, preso en Campo de Mayo.

Los partidos políticos y la Confederación General del Trabajo (CGT) han sido cautos a la hora de adjetivar esta nueva insurrección tenida por todos como un coletazo más de los sucesos de Semana Santa, pero para nada el último.

Los hombres de Aldo Rico -el cesado Fernández Maguer, de su misma promoción- están haciendo política a tiempo completo, conectando con la derecha del radicalismo y el peronismo, con grupúsculos neonazis y con la extrema izquierda, ante la que aparecen maquillados de nasseristas.

Oficiales jóvenes

Todo este segmento horizontal de la oficialidad joven ya logró en su sublevación de abril el desprocesamiento de cientos de implicados en laguerra sucia contra la subversión, pero pretende algo más: reivindicarla, repartir medallas y reencontrar un espacio político para lo que denominan "el nuevo Ejército". No quieren saber nada de los triunviros de las juntas militares de la dictadura, a quienes desprecian por tenerlos como débiles, ni de sus actuales jefes por considerarlos como entregados a la politiquería del poder civil. Es una rebelión larvada de tenientes coroneles para abajo, aparentemente imparable, y que, desdichadamente, dará mucho para escribir.