29/7/06

El asesinato de Carrero Blanco (29-7-2006)

En un Colegio Mayor franquista, un alumno que era comunista, me preguntó en un coloquio: «A usted, ¿qué le parece la ejecución de Carrero Blanco?». Le contesté: «Perdone, pero eso ha sido un asesinato», entre los murmullos de los que debieron considerarme adicto al régimen.

A veces el tiempo es clemente y te da la razón aunque sólo sea conceptualmente. Las encuestas de EL MUNDO sobre el franquismo 30 años después debiera analizarlas el Ser Superior que es el presidente, según versión bíblica de Jordi Sevilla. No es cierto que cuando se produjo aquel magnicidio los ciudadanos brindaran con champaña, fuera de algunos comunistas y todos los terroristas vascos. La sensación fue paralizante y de miedo, porque no se sabía hasta dónde podían llegar los etarras en su ofensiva, ni cuánto se podía vengar el franquismo. Se puede decir que no fue una buena noticia para nadie sensato.

La enésima encuesta de este periódico da más de un 90% de rechazo a aquel crimen. El jefe del comando que voló a Carrero, Wilson, está en su pueblo, próximo a donde veranean los hijos del almirante, y concede entrevistas a televisión con una brutalidad de lenguaje que no ceja. El ministro de Justicia nos miente dulcemente asegurándonos que «los psicópatas sanguinarios cumplirán íntegras sus penas». Si son psicópatas deben ir a parar a un psiquiátrico y si son sanguinarios, que mire el ministro al Wilson sin capucha. Habrá excarcelaciones a la carta y sin aprobación pública, píe lo que píe el canario.

Ha preguntado EL MUNDO también sobre si con Carrero habría sobrevivido la dictadura. Carlos Arias Navarro prolongó la dictadura o le puso palos en las ruedas a una Transición política que no entendía y hasta despreciaba, tildando al Rey de «ese niñato» y cubriéndole de desdenes. La bibliografía más solvente de aquellos años indica que Carrero vivo hubiera rendido su cargo tras la muerte del dictador y que habría mantenido una estricta fidelidad al Rey, nombrado a la postre por Franco. Carrero no era un intelectual, pero sí más coherente consigo mismo que sus tiralevitas y sus detractores. De estas cosas podemos discutir menos de la memoria o desmemoria o rememoria del franquismo y el guerracivilismo.

Parece que el Ser Superior ha rebajado la ley del pasado hasta reducirla a los símbolos. Se han quedado cortos los ministros: el Valle de los Caídos, desacralizado como basílica, podía ser convertido en un puticlub con cientos de metros de barra americana en su gruta sombría. Revitalizaría la economía de El Escorial y acudiríamos en masa. Pero estos socialistas al final son unos estrechos.

27/7/06

El código de gobierno del buen Gobierno (27-7-2006)

Me cuentan que el fin de semana londinense de la familia presidencial obedeció a escolarizar a una de sus hijas. La despreciativa falta de información sobre un viaje del presidente al extranjero (aunque sea privado) da en especular sobre bobaliconadas.

Otros afirman, crueles, que han visto a la tropilla en las rebajas de Harrods, el santuario de Lady Di más hortera de Gran Bretaña. De ser cierto lo primero, hay que felicitar a Jose Luis Rodríguez Zapatero por preferir la escuela privada para su descencencia; la escuela pública es para los socialistas sin posibles.

El vocero Fernando Moraleda ha suspendido una rueda de prensa donde le iban a hacer estas preguntas, y nos hemos quedado a dos velas. Yo acudo presto en socorro de ZP, da lo mismo que viaje con séquito en un avión del escuadrón de autoridades que en globo aerostático. Los aviones de respeto han de hacer horas para su navegabilidad y entrenamiento de la tripulación, y poco nos da que vuelen con pasaje o sin él. Hay otros criterios, claro. Quien fuera jefe de protocolo de Adolfo Suárez me comenta los continuos viajes de la Reina en la gran clase de Iberia sin más compañía que su seguridad, y cómo en una ocasión dio con una amiga en turista y se acomodó con ella.

El código de gobierno del buen Gobierno lo redactó ZP al comienzo de su mandato, como una cursilada más, un regeneracionismo de alpargata. Juan Negrín, jefe del Gobierno de la República, pagaba cada mañana al ujier el tubo de aspirinas y el café con que se desayunaba. Eso no es honradez o ética gubernamental: es estética. La mareta casi se la han quitado a la Familia Real, que allí vivió la muerte de Doña María de las Mercedes y su velorio. Reformar la residencia sin necesidad es una grosería para otros inquilinos y un arrebol de nuevo rico. Llevarse un servicio de 15 de cocina es una ordinariez, más que una afrenta a la gastronomía lanzaroteña.

Mezclar lo público con lo privado es como ponerse los calzoncillos por encima de los pantalones: una excentricidad de mal gusto. El buen gusto no es exclusivo de las elites y siempre nos protege del ridículo y las meteduras de pata. Si nuestro personaje quiere encontrar ejemplos en su partido, ahí tiene a Julián Besteiro, y más recientemente a Ramón Rubial. Si el presidente tiene días libres, moscosos, es que resulta prescindible, y si no encuentra colegios o ropa dentro de España es que no sabe lo que hace.

26/7/06

¡Ay, Pepiño Blanco! (22-7-2006)

La tragedia íntima del segundón es que casi nunca puede llegar a ser primero y carece de retroceso como los modernos cañones. Ha de tomar armas, como siempre, para sobrevivir al peso de la tierra y de la Iglesia. Pepiño Blanco (¿por qué le endilgaron el diminutivo sus compañeros gallegos?) me recuerda a Mister Bean, el caricato inglés cuyos vídeos te proyectan a menudo en los vuelos de larga duración. No por ese respingonamiento de la nariz, que da un estulto protagonismo a la cara (casi ninguno somos un Adonis), sino por su capacidad para hacer difíciles las cosas fáciles y enhiestarse después de satisfacción. Hay que considerar que si Pepiño anda enredado en primero de Derecho le falta tiempo para no abrocharse, cruzados, los cordones de los zapatos. Le recomendaría un foniatra ante su incapacidad para pronunciar consonantes intervocales, haciéndole decir eso de «corrutos» por corruptos, «ata» por acta, y no digamos «proseya» por prosopopeya. Que no se preocupe el galán: pronunció la erre peor que Enrique Múgica y este ha llegado a ministro y Defensor del Pueblo. Lo malo es que ciertas disfunciones verbales enuncian posibles alteraciones del discurso intelectual.

Sobre los sucesos del Líbano, el número dos del Partido Socialista o no se ha leído los papeles o tiene poca grasa en las ruedas dentadas cerebrales. Hizbulá es la única milicia armada del mundo que controla una frontera occidental; su objetivo explícito es la destrucción del Estado de Israel y el asesinato de todos sus habitantes; no pueblan campamentos militares sino que viven integrados en la sociedad libanesa, que hoy, otra vez más, sufre las consecuencias. Mientras Israel se retiró del Líbano hace años, las Naciones Unidas fueron incapaces de desarmar a Hizbulá, y los gobiernos de Beirut abandonaron esa frontera caliente. No hay nada más fácil que pedir la paz. Desde Kant, en este asunto, el más tonto hace relojes. Si Pepiño hubiera pedido la paz en 1944 le habríamos llamado con razón nazi-fascista. Ahora, indocumentado. Mariano Rajoy, con mala leche, le tilda de «intelectual».

A lo mejor Pepiño se ha desbravado acusando a Israel de un Holocausto al revés, para tapar que el matrimonio Zapatero estaba de compras en Londres para comprarles bragas a las niñas, mientras ardían Beirut, Tiro y Sidón. Para analizar hay que matizar y Pepiño parece El koala queriendo hacer un «corrá». Hay que parar a los israelíes pero no a cañonazos verbales y con faltas de ortografía.

22/7/06

Un jefe político bastante gamberro (22-7-2006)

Los socialistas españoles tuvieron una relación erótica con Israel; como Borrell, se iban a los kibutzs a buscar la igualdad y regresaban con una novia judía para espesar de siglos la sangre de los hijos. Pesó mucho el franquismo y su tradicional amistad con el mundo árabe (Franco no reconoció nunca a Israel), y hasta Alfonso Guerra marchaba a Irak a entrevistarse con Sadam, que a la postre presidía un partido laico. Con el FLN argelino hubo amores consumados en el gas, y los socialismos periféricos y minoritarios, como el Partido Socialista Andaluz de Rojas Marcos y el Partido Socialista Popular de Tierno Galván, pelaron la pava con Gadafi y su revolución verde. Que me desmienta Raúl Morodo si no recibieron ayuda libia. Ahora volvemos a corbata palestina.

No es la primera vez que Israel mata mosquitos a cañonazos, pero hay que recordar que la retirada israelí del sur del Líbano estuvo condicionada al desarme de las milicias terroristas chiítas libanesas, lo que no ocurrió. Hizbulá secuestra soldados judíos y dispara katiushas sobre Haifa, de los que presume tener 15.000. Vieja cohetería soviética de la II Guerra Mundial (Los Organos de Stalin), tienen su lanzadera sobre camiones, que los hacen difícilmente localizables. Israel bombardea las infraestructuras libanesas para obligar a que el Ejército de este Estado asuma sus funciones, y para amedrentar a Irán y Siria, que mueven las marionetas de este drama.

Lo importante no es que el presidente vista la pañoleta palestina o le ponga un burka a Sonsoles, sino que él y Moratinos están haciendo antijudaísmo, y llevándolo a la calle. El presidente está más interesado en copiar los mensajes sobre la alianza de civilizaciones, que provienen de los ayatholas iraníes que en encontrarle un hueco de paz a Israel y sus vecinos. Por lo oído (en Madrid se oyó todo) Zapatero también estima, como el presidente iraní, que el Holocausto no fue para tanto y que los judíos se han pasado de Éxodo a Apocalipsis Now. Nada nuevo. El botarate no se levantó ante la bandera estadounidense, se abrazó al senador Kerry antes de que perdiera las elecciones, malcalificó a Merkel, se empeñó en el referéndum sobre un muerto como la Constitución europea, no se cita con Bush pero guiña a Otegi, no desdice a un ministerio que llama gilipollas a Blair, y se cree que el Matahma Gandi era un pacifista mondo lirondo. Pareciera que la política exterior se la llevara Zerolo y Leire Pajín antes que Moratinos, ese desprejuiciado, del que nunca sabremos por qué le gustaba tanto a Aznar. Todo eso para Condolezza Rice es gamberrismo, Estados gamberros, políticos de gamberrada y botellón.

20/7/06

La Ley de Punto Final (20-7-2006)

A comienzos de su mandato en los años 80, el presidente de la recién recuperada democracia argentina, Raúl Ricardo Alfonsín, sufrió su 18 de julio. Coroneles que no se habían distinguido en la guerra de Las Malvinas (al contrario de los conscriptos) se pintaron la cara con unte de combate nocturno y se sublevaron en Campo de Mayo, sede del primer Cuerpo de Ejército de la República. En la Casa Rosada, haciendo un aparte entre edecanes, políticos temblorosos y guardaespaldas con metralletas, Alfonsín me confesó: «Mire Martín, no puedo procesar a todas las Fuerzas Armadas argentinas; además, no se dejan». La sabiduría. Los alzados le arrancaron la Ley de Obediencia Debida que eximía a los que obedecieron órdenes aberrantes, y la Ley de Punto Final que paralizaba nuevos procesos contra los militares. Años después, un Senado de mayoría peronista derogó aquellas leyes, pero la realidad siguió siendo la misma y los carapintadas ganaron otra vez su guerra sucia: fulanos como el almirante Massera están descerebrados por la edad en prisión domiciliaria y no hay ministro de Economía argentino que se pliegue a conceder indemnizaciones y pensiones a 30.000 desaparecidos.

Ninguna democracia iberoamericana abriría una rememoración histórica legislativa sobre sus sufrimientos pasados bajo las botas. Ni en Guatemala o El Salvador se les ha ocurrido tal ocurrencia. Se sugieren cosas raras en España, como darle una dedicación nueva al Valle de los Caídos. Por ejemplo, convertirlo en un memorial de los asesinados en Paracuellos del Jarama. Lo malo de las revisiones históricas es que todas tienen rebote y las incurias del franquismo se corresponden con las de la República. Lo peor de la II República es que no reaccionara a tiempo ante el asesinato del líder opositor José Calvo Sotelo. Es como si hoy un teniente socialista de la Policía Nacional secuestrara y diera un tiro a Mariano Rajoy, cuya vida guarde Dios muchos años. Los comunistas, que no se atreven ni a presentarse con su nombre y que tanto tienen que ocultar, activan al Gobierno para que el Consejo de Ministros de mañana active una relojería recordatoria infernal. Hasta Carrillo tira por la borda su vieja teoría ejemplar de la reconciliación nacional, por las lentejas de una revisión histórica de pacotilla. Menos mal que también a don Santiago le alcanza una de las dos amnistías de Adolfo Suárez. Pero nada impedirá a Zapatero, el jefe de los «progres», releer el franquismo, aunque no se atreva a suprimir la paga del 18 de julio. Le cabe el parafraseo de Churchill sobre Neville Chamberlain: tendréis más guerracivilismo y conseguiréis más división social.

13/7/06

El socialismo instaura la autocensura (13-7-2006)

Lo que más atemoriza no es lo que el Gobierno quiere hacer sino todo lo que quiere ocultar. No se puede jugar al ajedrez con la pretensión de hacer tablas a menos que se esté engendrando un gatuperio por debajo de la mesa. Nos dan una persistente, otra, lluvia fina, consigna de discreción, de ocultismo y opacidad sobre el teatro de ETA en el que quieren que los ciudadanos seamos convidados de piedra. Los portavoces gubernamentales apelan a la responsabilidad de los medios de información, diluyendo el viejo axioma de publicar todas las noticias que merezcan serlo.

En la relectura de la II República, como fuente de libertades, en la que andan también azacaneados los socialistas y sus compañeros de viaje, que no se les olvide rememorar la devastación de la Prensa por parte de don Niceto (el botas) y don Manuel (el verrugas). Los satiristas de entonces dibujaban a Azaña diciéndole a un quiosquero: «Deme por aquí» (un semanario republicano) pero señalándose el culo. No es nuestro caso pero Zapatero acaricia las delicias de la autocensura inducida.

La autocensura sirvió más al Fraga del franquismo que la censura militar previa. Fueron los directores de los medios los que enarbolaron el lápiz rojo para no poner sus empresas al tablero, y los hubo que prohibieron dar noticia de un suicidio, que estaba religiosamente mal visto, o emplear la palabra botín refiriéndose a un atraco para no molestar a los dueños de Banco de Santander, del mismo apellido. En España la mayor libertad de cuerpo e información la tiene el diario etarra Gara, bien conocido por publicar en sus páginas los nombres de los que luego fueron asesinados. Salir en Gara era una escuela premonitoria. En esta zarzuela de conversaciones con ETA, Gara está dando demasiada información como para que le guste al Gobierno, pero éste pide discreción a los medios de comunicación democráticos y el genio de Pepiño Blanco se las arregla para culpar al PP de la infidencia. La negociación más larga con la banda fue la del socialismo en Argel, y los etarras acabaron contándolo todo, con ingenua desesperación de González.

Esos forzados de la mentira como Rubalcaba, Fernández de la Vega, Blanco y Moraleda (collares de perlas para las señoras en vez de rosarios) quieren autocensura para los medios españoles y chocolate con churros para la Prensa abertzale más sanguinaria. No vamos a pedir conversaciones vergonzantes con palco para los periodistas, porque el país no lo resistiría. Pero desde el impudor y la falsedad no se les puede pedir a los informadores que se autocensuren por el bienestar de ZP y las niñas.

8/7/06

La visita del Papa y sus anécdotas (8-7-2006)

En La Moncloa se les hacen los dedos huéspedes y hace pocos días intentaron otra visita de la vicepresidenta Fernández de la Vega (la novia del capitán Khan) al Vaticano para terminar de anudar no sé qué hilos, y la Santa Sede no estimó el viaje estando tan cerca la cita de Valencia. En la ocasión anterior De la Vega se presentó de rojo rabioso, lo que hizo exclamar al cardenal Sodano: «Usted tiene aspiraciones a la púrpura cardenalicia». No sabía el ya ex secretario de Estado vaticano con quién se jugaba los cuartos. O sí. La preocupación de Zapatero ha sido la foto con el Papa, y llegaron a pensar en que Ratzinger pasara por Madrid en una minivisita oficial cuando Benedicto XVI acude a Valencia invitado por esta diócesis a una reunión ecuménica de las familias católicas urbi et orbi.

A Zapatero le hubiera gustado formular aquella sentencia de don Manuel Azaña: «España ha dejado de ser católica», y ha legislado laicistamente contra la enseñanza de la religión y el matrimonio tal como lo entiende la Iglesia y la antropología. Pero le manda al Papa de embajador al ex alcalde de La Coruña, Vázquez, un socialista católico, y quiere la foto como sea. Finalmente tendrá que ir ZP a Valencia, con Sonsoles y las niñas y quizá hasta con la suegra para hacerse la dichosa fotografía con el sucesor de San Pedro, no sea que tenga demasiados seguidores en España. Zapatero quiere estar en la procesión y repicando, pero no puede conciliar el matrimonio gay con relaciones amistosas con la Iglesia. Algunos aguafiestas cuelgan en sus balcones valencianos la leyenda «Nosotros no te esperamos» cuando no hay habitaciones libres para el encuentro papal, y otros han organizado una semana sobre la familia alternativa de homosexuales, lesbianas, transexuales y no sé si zoófilos. La típica soberbia de los ignorantes.

La familia es antes antropológica que católica. Alejandro el Magno no se casó con sus amantes masculinos, ni Julio César, ni las habitantes de Lesbos. El matrimonio ha sido entre hombre y mujer por el instinto genésico de perpetuar la especie, y otra cosa es y será la unión sentimental entre las distintas variables de la sexualidad. Pero la progresía entiende que el matrimonio heterosexual, católico o no, es represor y una ofensa a los que tocan otra sinfonía. Todavía está el vocero presidencial, Moraleda, intentando que la señal televisiva institucional sea para TVE y no para Canal 9. Querrán evitar que se vea a algún familiar de ZP reverenciando a Ratzinger. Lógicamente le tienen más miedo a Benedicto que a una manifestación de las víctimas del terrorismo. No saben que París bien vale una misa.

6/7/06

Una relectura de Gandhi (6-7-2006)

El Mahatma utilizaba la castidad como una palanca para que, domeñando su cuerpo, éste transmitiera mejor sus mensajes, pero dormía con su sobrina nieta de 16 años, ambos desnudos. Puede que fuera un pedófilo (hasta para la India) y muchos santos varones que le habían acompañado durante años le dieron la espalda escandalizados. Y es que el Mahatma (Alma Grande) fue muy contradictorio y difícil de interpretar. Zapatero, en su viaje abortado a la India, ha dicho o escrito banalidades de las suyas sobre la paz (¿la paz a cualquier precio?) y acerca de Gandhi que es algo así como la paloma de Picasso: un símbolo de la mercadotecnia.

Gandhi, abogado de chaqué y pajarita en Sudáfrica se rebeló contra el apartheid, que le violentaba como ni blanco ni negro, y abrió los caminos de su acendrada espiritualidad acogida a todos los dioses y ninguno («La India tiene demasiadas divinidades»). Patrono de la no violencia, su lucha fue algo más sutil: el Satyagraha, que vendría a ser la resistencia pacífica activa. Ante los impuestos ingleses a la sal, Gandhi movilizaba las masas hacia el mar para recogerla, dejando atrás motines y muertos por la represión británica. Su vida fue, paradójicamente, violenta, y un extremista indio le mató a tiros. Winston Churchill, poco dado a naderías, le metió años en la cárcel alarmado por sus contactos con el nazi-fascismo para independizar la India. Su cruz fue la partición del país en dos comunidades, hinduista y musulmana, que se degollaron mutuamente y aún se odian bajo paraguas atómicos.

Me temo que el presidente tiene de Gandhi una idea de tebeo, de santo inocente, de Bambi, el animalito más tierno del bosque, y no es así. Salvando las distancias históricas y culturales, Gandhi habría encabezado una marcha sobre el País Vasco para hilar con su rueca en el Abra de Bilbao. El Mahatma no aceptó la partición de la India y le fue la vida en el envite. Y contra toda violencia movilizó la temible resistencia activa que hoy se combate o se ridiculiza en España cuando se dirige contra ETA. Sin la singularidad del Satyagraha, no se entiende ni la política de Nerhu, ni la de su hija Indira Gandhi (en honor del maestro), asesinada por sus guardaespaldas.

La paz no se consigue bajo bandera blanca ni entregándose para que nos coman los caníbales; la paz es un acto belicoso contra los intolerantes y no pasa ni por los cementerios de las víctimas ni por los GAL del socialismo. Que Zapatero relea a Gandhi y encontrará el auténtico sentido de la resistencia activa.

1/7/06

ZP avanza sobre la neblina (1-7-2006)

Cuando tus adversarios te aplaudan, cambia el discurso. Churchill escribía los suyos y los aprendía de memoria, pero cuando advertía que los laboristas le aplaudían, introducía morcillas ariscas para soliviantarlos. Lo peor del discursito del presidente es que haya placido a Otegi y sus muchachos, cabreando tanto a un conjunto importante de los españoles. Este hombre gusta de complacer a minorías antinacionales. Que, incumpliendo sus promesas, haya comparecido en una saleta de las Cortes en vez de en el Pleno, casi es lo de menos. Su antecesor anunció conversaciones con ETA denominando a la banda como Movimiento de Liberación Nacional Vasco, en un lapsus o tendiendo mano en guante de seda.

En Argentina se alude a los desavisados como turcos en la neblina, por los emigrados siriolibaneses que acabaron despintándose en las nebulosas de los bañaderos de Las Pampas. Nuestro presidente avanza decidido hacia la oscuridad con ese empeño de respetar la decisión de los vascos que no aparece en la legislación actual y sí en la hoja de ruta etarra hacia la paz de nunca volverás. Creíamos que los vascos disfrutaban de una de las autonomías más amplias del mundo y que desde el 78 votaban libremente sus instituciones. No parece así y hay que refundar la democracia para complacerlos.

El presidente insiste en que no pagará precio político por la paz, pero el problema reside en el precio político que está dispuesta a pagar ETA: renuncia a la territorialidad y al derecho de autodeterminación. Zapatero puede ofrecer algo así como que en un nuevo Estatuto, a la catalana, aparezca en el Preámbulo un derecho histórico a la libre decisión de los vascos, superando, porque son otra cosa, a la autodeterminación de los madrileños o los riojanos. Hasta ZP todos éramos connacionales y hoy nos damos con que la Constitución del 78 está obsoleta y que hay que propinar una segunda lectura a la Transición.

El presidente no tiene redaños, ni votos, para cambiar la Constitución permitiendo la secesión, por más rojo y republicano que se presente. Cuando González o Aznar anunciaron diálogo con ETA nadie se soliviantó porque todos estimábamos que no se ponía al tablero la legitimidad del Estado. Y así fueron aquellas conversas. Hoy es legítimo suponer que Zapatero está poniendo el Estado en almoneda. Pidiendo tiempo para llegar a unas próximas elecciones anticipadas y pidiendo a la prensa silencio para que de aquí a septiembre el monje negro, Rubalcaba, informe a los parlamentarios de lo logrado. El presidente no exige nada a ETA y nos condiciona a los ciudadanos de bien. Que Dios le confunda aún más.