28/8/83

Antonio Cafiero, recurre contra su derrota para la candidatura a la gobernación de Buenos Aires (28-8-1983)

Antonio Cafiero, ex ministro peronista de Economía, derrotado el jueves en el congreso partidario que eligió a Herminio Iglesias como candidato a la gobernación de la provincia de Buenos Aires, ha impugnado la elección ante la justicia electoral. Aduce presiones y violencias sobre los delegados.

Felicitado Iglesias por Isabel Perón -una suerte de bendición-, es difícil que un nuevo congreso provincial otorgue alguna posibilidad a Cafiero, quien, de aspirar a la presidencia de la nación, se ha quedado descolgado sin cargo al que optar. Desplazado por el binomio Lúder-Bittel de la carrera presidencial, cayó en la trampa de la candidatura a la gobernación de Buenos Aires, que le ha arrebatado el populista de la extrema derecha del partido.La candidatura de Iglesias puede darle hasta medio millón de votos adicionales a Raúl Alfonsín, candidato presidencial del radicalismo. Iglesias -como el líder sindical Lorenzo Miguel- personifica la demagogia y el ultraderechismo peronista, adicto a la metodología mafiosa. El triunfo preelectoral de Iglesias es un regreso -por más que nunca se haya ido- de los guardaespaldas, los ajustes de cuentas, el anticomunismo irracional, los votos secretos, el amiguismo, los favores políticos y los votos pagados.Se estima igualmente que la entronización física de Isabel Perón en el congreso del 3 de septiembre podría seguir bajando la credibilidad justicialista ante la masa de electores indecisos. Cinco millones de argentinos sobre 28 millones de habitantes van a votar por primera vez. El regeneracionismo radical buscaría resaltar ante la opinión pública la ausencia de democracia interna del peronismo y su conducción mesiánica y corrupta. Sea como fuere, los sindicatos peronistas controlarán -cuando terminen de recuperarlas de manos de los militares- obras sociales que movilizan hasta 1.700 millones de dólares anuales, sin contar cuotas de afiliación y cajas de pensiones. Éste es el poder que ha desplazado a Cafiero de la candidatura a la gobernación de Buenos Aires.

La vuelta de 'Isabelita'

La inminente llegada al país de Isabel Perón sigue ocupando espacios secundarios en los diarios y en los informativos radiotelevisados. A su regreso, el aeropuerto de Eceiza será, sin duda, invadido por los peronistas y atronado por los bombos -"paso, paso, paso, que viene elperonazo"-. Pero el clima no es de expectación, ni siquiera de alegría o triunfalismo entre los justicialistas.Las preocupaciones son otras. Las madres y abuelas de la plaza de Mayo impugnarán las listas electorales si en ellas no aparecen sus deudos. El despertar de la justicia está llevando a los tribunales o a la prisión preventiva a altos funcionarios estatales acusados de corrupción económica.

El general Reston, ministro del Interior, acaba de asegurar que la amnistía será promulgada antes de las elecciones, y el ministro de Economía, Jorge Wehbe, emplazado para el martes a una huelga general, afirma que "no se puede repartir lo que no hay". El peronazo golpeará a una sociedad exhausta y descreída.

La batalla de Santiago (28-8-1983)

Santiago de Chile. 11 de agosto de 1983. 20.00 horas. El atronador sonar de las cucharones . contra las cacerolas densa el aire de una de las ciudades con uno de los emplazamiento naturales más hermosos del mundo. Casi inmediatamente, lo que habían sido tiros esporádicos de la policía política se convierte en un continuo tiroteo protagonizado por más de 10.000 soldados. Las poblaciones -barrios de chabolas que cercan a la capital chilena- son el objetivo de los generales. La diana, una población inerme. Ha comenzado la batalla de Chile. Un enviado especial de EL PAIS la vivió.

Ana Teresa Gómez Aguirra, 19 años, largo cabello negro, ojos separados, nariz recta, gustosa de los pendientes muy colgantes, era chilena, hermosa, sin estudios. y pobre. Vivía con sus padres en el pasaje dos, Oriente, en la Posta de Lo Sierra, una de las poblaciones que cercan Santiago como un anillo y donde encuentran refugio los inmigrantes a la capital o los viejos santiaguiños sin recursos ni trabajo. Al filo de las nueve de la noche del jueves 11 de agosto, dos horas y media después de la caída de la queda en la ciudad, salió a la puerta de su pequeña casa junto con su vecina Patricia Garay, de 16 años. Ambas estaban excitadas por el lejano crepitar de los disparos y se acurrucaron en el suelo entre las jambas de la puerta de la casa de Ana Teresa. A 200 metros de distancia, un jeep cruzó acelerado frente a la casa y un soldado disparó su fusil ametrallador contra las sombras agachadas. Una bala alcanzó a Patricia abriéndola la mejilla derecha desde las fosas nasales hasta él lóbulo del oído, dejándola las muelas al descubierto, continuó su trayectoria y penetró por encima de la ceja izquieda de Ana Teresa.Estaban abrazadas y con las cabezas juntas, y juntas rodaron desmayadas. Familiares y vecinos carecían de vehículos propios, las ambulancias requeridas por teléfono no podían cruzar el cerco militar de las poblaciones. Cargaron a María Teresa en una carretilla y, agitando una sábana, en la noche iluminada por las trazadoras, los cohetes de bengala lanzados por el Ejército, los reflectores de las panzas de los helicópteros de combate, el tiroteo infernal, rompieron el sitio hasta alcanzar el centro asistencial de la población José María Caro. Esfuerzo y riesgo inútiles: la muchacha había muerto en el acto. Patricia permaneció toda la noche sujetándose la mejilla abierta con toallas empapadas de sangre, hasta que al alba pudo salir de la población y ser cosida y marcada para siempre.

El día anterior, Sergio Onofre Jarpa, embajador de Chile en Argentina , viudo, con hijos ya mayores, miembros en su juventud del Partido Nazi Chileno, aglutinador de la ultraderecha durante el mandato de Salvador Allende, seguro de sí mismo, inteligente, acaba de jurar su cargo como ministro del Interior (que sustituye al presidente en caso de ausencia, o enfermedad; en Chile no hay vicepresidente), y de hecho, como primer ministro encargado del desarrollo político. Los periodistas le acosan con la misma pregunta: "¿Habrá toque de queda en Santiago?".

Aparece como el hombre de la apertura, y todos, ingenuamente, esperan una respuesta negativa. Onofre, que, sin desdoro de sus méritos y calidades, es eso que en España se entendería por un chulo, responde: "Según cómo se porten los niños". Los periodistas ignoraban que, se portaran como se portaran los niños, la queda de once horas en Santiago y Valparaíso ya estaba decidida de antemano; y que el propio general Pinochet había cuadriculado la capital en cinco zonas operativas, bajo el mando de los generales de tierra Valdés, Vidal, Figueroa, Ackernett y del general del Aire Ramón Vega.

Plomo contra madera

Los reclutas de los desiertos del Norte, con su uniforme gris pálido, se dirigían ya hacia Santiago para tomar militarmente la ciudad con los 18.000 hombres prometidos por Pinochet: exactamente el doble de los efectivos humanos destacados por la Junta Militar argentina en las Malvinas, para su ocupación y defensa.

A las 8.30 de la noche del jueves, media hora después del comienzo delcacerolazo, Yolanda Campos Pinilla, 32 años, esposa de un obrero en paro, madre de ocho hijos (la mayor, una chica de 16 años), habitante, de la comuna de Pudahuel, escuchó una crecida del tiroteo y obligó a su familia a arrojarse al suelo de su precaria vivienda. Padecía un soplo cardiaco y corrió hacia un estante para alcanzar su medicina antes de recibir en la espalda una ráfaga de cinco tiros, el último, en la nuca. Dos pasajes más al Norte, en el 10, casa 2, del mismo campamento, una joven de 16 años intentaba dormitar cuando una bala atravesó la pared de su dormitorio y una de sus piernas. Hasta las 12 de la mañana siguiente no pudo ser evacuada al Instituto Traumatológico.

Santiago tiene uno de los más hermosos emplazamientos naturales del mundo. La cordillera andina bordea la ciudad y, cuando la atroz contaminación no impide la visión, las crestas perennemente nevadas conforman una corona de belleza difícilmente descriptible. Pero Santiago también tiene otro, entorno menos mostrable: las poblaciones del extrarradio, casitas de tablas en calles de tierra y poblaciones tiradas a cordel, unifamiliares, en las que se aglomeran inmigrantes y desempleados. Cada población cuenta con su campo de fútbol de fortuna en el que, desde el amanecer, los obreros en paro, acostumbrados a madrugar, se concentran para jugar obsesivamente a la pelota hasta la caída de la tarde. Periódicamente, los carabineros llegan a estas poblaciones, las cercan, y mediante altavoces reclaman a todos los varones entre 17 y 50 años para concentrarlos en la cancha de fútbol, identificarlos y amedrentarlos uno a uno bajo la mirada de las ametralladoras que apuntan desde los camiones de los pacos.

Las casuchas de estas poblaciones, frágiles, de madera, no resisten los impactos del Siga NIG, fusil de asalto con alcance efectivo a 500 metros, con que se arma el Ejército chileno. Y cuando a las ocho en punto de la noche, como siempre desde hace cuatro, meses, comenzaron a tronar las ollas y sartenes golpeteadas con cucharones de metal, los cuatro generales de tierra dieron órdenes de disparo de intimidación para acallar la protesta. Cerca de 18.000 soldados (sólo la cuadrícula de Santiago entregada al ejército del aire no disparé) barrieron con fuego las ventanas y las paredes de tablones de las poblaciones. Familias enteras que habían construido un retrete de obra se arrebujaran bajo la loza de las tazas del baño para escapar a las balas que cruzaban las habitaciones de sus casas.
La impotencia de un pueblo

Fernando Marchant llora cuando lo narra: "Había, alboroto allá abajo, pero nos nos preocupábamos porque vivíamos en el último piso, en un tercero. Estábamos mi rando la televisión y Marcelita fue a su pieza a apagar la radio, Se asomó apenas un poquito a mirar qué pasaba cuando la llegó un pro yectil a la frente". Marcelita Ang lica Marchant Vivar, pobladora de La Granja, de ocho años de edad, recibió la respuesta de las tropas que disparaban contra las ventanas.

A las ocho de la noche -media hora antes de la queda-, Jaime Andrés Cáceres Morales, de 11 años, salió, de la avenida. Matta 873, casa 30, para acudir a la casa de su abuela, a 100 metros, de distancia. Desde un vehículo civil, de un tiro mortal en la cabeza. A la misma hora, Benedicto Antonio Gallegos Savall, de 27 años, domiciliado en Vicuña Rozas 5483, de la Comuna Quinta, normal, salió a la puerta de su casa junto a su amigo Germán Puga para atisbar el demencial tiroteo de la calle. Vieron aproximarse una patrulla matar a pie. Cerraron la puerta de madera y un proyectil partió el corazón de Benedicto.
Desde la queda de las 6.30 de la tarde, autos de la Central Nacional de Informaciones, policía política (CNI), tiroteaban a los peatones desprevenidos o a los voluntaristas que rompían el toque. A las ocho, el inicio del caceroleo marcó, el comienzo de la batalla de Santiago, que saturaría de sangre los hospitales de la ciudad. Más de 10.000 soldados de tierra comenzaron a disparar sus armas. Losfutbolistas obligados y parados acumulaban neumáticos en las calles de los poblados, prendiéndolos y sembrando de púas las calzadas; con cadenas de hierro, cortocircuitaban los tendidos de alta tensión, apagando intermitentemente barriadas enteras. Los soldados metieron peines con trazadoras en sus fusiles y dispararon bengalas sobre el cielo nocturno. Los helicópteros atronaron las poblaciones.

La lluvia calla los fusiles

Mientras, en el centro de Santiago, frente al palacio de la Moneda, 50 periodistas extranjeros encerrados en él hotel Carrera escuchaban, informativamente impotentes, los disparos. La matanza ciega continuó hasta que a la una de la madrugada una manta de lluvia acalló los fusiles. Justo antes Marta Cano Vidal, 34 años, madre de dos niños, abría la puerta del dormitorio de sus hijos, desvelados y llorosos por el tiroteo, y recibía un balazo en el cráneo -también mortal-, tras atravesar la pared de la casa. A las 8.45, Elíseo Pizarro, de 50 años, soltero, se calentaba en un brasero en la puerta de su domicilio. La bala le alcanzó en la espalda y murió con la cara enterrada entre las brasas. Hasta las doce de la noche no pudieron retirar su cadáver.

Por su parte, Jorge Reyes Garay, hijo de Lina Araya Garay, recuerda la muerte de su madre: "Mi mamá estaba muy entusiasmada porque el 18 de septiembre íbamos, a celebrar el cumpleaños de Jorgito, el hijo de mi hermana. Estábamos hablando de eso, cada uno sentado en' su cama, cuando mi mamá se cae al suelo. Le llegó una bala a la cabeza. Nosotros también tocamos las ollas, pero cuando vimos que se acercaban los carabineros dejamos de hacerlo".

En la fecha de esta crónica ya son 32 los muertos. Las ambulancias se atropellaron contra el cerco militar de los poblados sin poder rescatar a quienes se desangraban. En Lo Hermida, La Legua, La Vietoria, Villa Jaime, plaza Engaña, Santa Laura, Los Amigos, hijos o padres de los heridos agitaron sabanas blancas para arrastrar infructuosamente a los heridos. En un ejercicio de notable cinismo, Sergio Onofre promete retirar el 11 de septiembre las tropas de la calle si la oposición se compromete a garantizar el orden público. Pinochet desvela su pensamiento: "Si la izquierda levanta su cabeza, habrá otro 11 de septiembre de 1973".

27/8/83

Amplia respuesta a la jornada de protesta contra el régimen militar uruguayo convocada por la oposición (27-8-1983)

Observadores diplomáticos y periodísticos destacados en Montevideo muestran su asombro ante la unanimidad con que el pueblo uruguayo ha repudiado el régimen militar en su primera jornada nacional de protesta. Los partidos tradicionalmente hegemónicos, blanco y colorado, la minúscula Unión Cívica y los todavía prohibidos partido socialista, comunista y democristiano habían convocado esta protesta pacífica y simbólica consistente en una reclusión de la ciudadanía entre las 17 y las 20 horas, seguidas de un oscurecimiento de 15 minutos

La respuesta ha sido total y el régimen debió celebrar en solitario el 158º aniversario de la independencia nacional. En la ciudad de Florida, a 100 kilómetros de Montevideo, se llevó a cabo una parada militar sin espectadores y el ministro de Agricultura y Pesca, Carlos Mattos, leyó un mensaje patriótico sólo escuchado por el teniente general Gregorio Álvarez y los militares asistentes.A las cinco de la tarde el centro de Montevideo quedó desierto, sin peatones ni circulación rodada, y a las ocho se produjo el apagón generalizado. En el barrio de Pocitos, en la rambla costanera que bordea el río de la Plata, fue espectacular el apagón sincronizado de todo el muro de edificios, al tiempo que, a la usanza chilena, comenzaron a sonar estruendosamente las cacerolas batidas con cucharones.

A las 8,30 de la noche los montevideanos comenzaron a salir de sus casas y en la avenida del 18 de Julio (por la fecha de la promulgación de la Constitución) grupos de personas intentaron pequeñas manifestaciones relámpago y los peatones se cruzaban saludándose con los dedos en la V de la victoria. La policía practicó 100 detenciones entre jóvenes que se manifestaban. Los automovilistas hicieron sonar sus bocinas y, pese a la ausencia de lluvia, conectaron sus limpiaparabrisas para simbolizar el gesto universal de la negación.

Casi mueve a ternura la modestia y simbolismo con que el pacífico y civilizado pueblo uruguayo expresa su repudio a una de las dictaduras militares mas obtusas del cono Sur. Se ha seguido el ejemplo ofrecido por la oposición chilena, tomando precauciones adicionales tan extremadas como la de retirar a las gentes de las calles, en vez de convocar una manifestación, para evitar la menor posibilidad de provocaciones hacia los militares. El régimen que preside el teniente general Gregorio Álvarez, Goyo, esperó esta primera jornada de protesta con el Ejército acuartelado, pese a ser la fiesta nacional, y la policía en estado de alerta. Obviamente no se produjeron incidentes.

El sendero chileno hacia la democracia -protestas mensuales- fue decidido por los partidos tras la ruptura de las conversaciones, entre políticos y militares para restaurar las libertades públicas en 1985. Los militares pretendían introducir modificaciones a la Constitución que permitieran incluso el allanamiento nocturno de los domicilios, y mostraban serias reservas sobre la legalización de socialistas, comunistas y democristianos.

La cerrazón del régimen militar ha implantado un sistema netamente policíaco y ha venido a dar la razón al líder exiliado del Partido Blanco, Wilson Ferreira, candidato presidencial en las últimas elecciones de 1971. Ferreira impulsó una oposición radical al régimen, en contra de la opinión de un sector de su propio partido y de la línea dialogante mantenida por las restantes agrupaciones políticas. Los partidarios del diálogo con el Ejército han tenido que arrojar la toalla.

Cafiero, desplazado de la candidatura al Gobierno de Buenos Aires (27-8-1983)

Herminio Iglesias, dirigente populista del justicialismo, fue proclamado ayer candidato peronista a la gobernación de Buenos Aires, desplazando aparatosamente a Antonio Cafiero, ex ministro de Economía de Juan Domingo Perón. La gobernación de Buenos Aires, en un país de estructura federal y habitando en esta provincia la mitad de la población nacional, es uno de los cargos decisivos en la vida política argentina.En las laboriosas negociaciones internas del peronismo se le había ofrecido la candidatura para gobernador de Buenos Aires como consolación por su renuncia a la candidatura presidencial.

Las frustradas aspiraciones de Cafiero pueden complicar aún más el congreso justicialista del próximo 3 de septiembre, en que habrán de consagrarse las candidaturas a presidente y vicepresidente. No obstante se da como segura la nominación de Italo Argentino Luder. El candidato a la vicepresidencia sería Deolindo Bittel, actual vicepresidente del partido.

Ambos forman un tándem verbalmente respetuoso con la viuda de Perón pero alejados del ultraverticalismo de la guardia de hierro, que reclama poderes dictatoriales para la señora. Intentarán lo imposible: transformar el peronismo en un partido organizado y moderno.

Por lo demás, la inminente llegada de Isabelita (ayer, en su nombre, Milo de Bogetich envió un telegrama a Herminio Iglesias señalando que estaría en Buenos Aires para el 3 de septiembre), por más que intente repetir los detalles del regreso de su marido hace 10 años, aquí despierta escasos estusiasmos. El país tiene la cabeza en otra cosa y los sindicatos peronistas han accedido a una tregua hasta el próximo martes para decidir una probable huelga general, en protesta por la insufrible inflación.

Tras el extraño secuestro de Kelly y la detención del administrador nacional de aduanas por presunto delito de contrabando, un fiscal ha solicitado el procesamiento del presidente del Banco Central ante la fundada presunción de que varios bancos privados recibieron de él información financiera confidencial que habría hecho ganar 200 millones de dólares a las entidades particulares en detrimento de la banca oficial. Ante toda esta miseria moral, el arribo de la señora empieza a ser anécdota menor.

26/8/83

El periodista argentino Guillermo Patricio Kelly, hallado vivo al día siguiente de su secuestro (26-8-1983)

El controvertido político y periodista argentino Guillermo Patricio Kelly, secuestrado en la mañana del miércoles, se escapó de sus captores en la madrugada del jueves, sin más daños que heridas superficiales en la cara, escoriaciones en las muñecas y el consiguiente shock nervioso.

Aún se ignoran las declaraciones de Kelly ante la Policía Federal y los detalles de su rocambolesco secuestro y fuga, pero es obvio que se ha intentado amedrentar seriamente al tábano de la política argentina, que con sus denuncias suicidas ante la judicatura ya había logrado la prisión incondicional del almirante Emilio Massera, miembro de la Junta Militar que derrocó a Isabel Perón en 1976.Todo Buenos Aires se sumió en el estupor al conocer el secuestro. Frente a un patrullero de la policía, que no intervino, el auto de Kelly fue interceptado por otros tres coches. Un hombre con uniforme de coronel del Ejército de Tierra y con una metralleta en la mano dirigió la operación; a culatazos en la cara, Kelly fue tumbado en el asiento trasero de su propio automóvil, y los cuatro vehículos partieron con rumbo desconocido.

La Junta Militar (los comandantes de las tres armas) se reunió en sesión extraordinaria; el presidente, teniente general Reynaldo Bignone, expresó su indignación; Kelly fue dado por muerto y la Policía Federal peinó Buenos Aires con cientos de patrulleros y varios helicópteros hasta la aparición del desaparecido.

Patricio Kelly fascinó a García Márquez cuando el entonces desconocido periodista colombiano le entrevistó en Caracas en 1958. Hombre de acción, furibundo peronista, antisemita, anticomunista, nacionalista a ultranza, permaneció más de siete años en prisiones argentinas y chilenas por razones políticas Fuguista espectacular, escapó de una cárcel de Santiago disfrazado de mujer, gracias al apoyo exterior de Jorge Cesarsky. Aficionado a eso que. en este país se entiende por remover el avispero, abominó de su fascismo primigenio y fue reputado como sospechoso de pertenecer ora a los servicios secretos israelíes, ora a la CIA.

Director, editor y propietario de la revista Quorum, dirigente de una minúscula agrupación nacionalista, acometió un trabajo hercúleo ykamikaze de denuncias de las barbaridades, abusos y corrupciones del proceso militar argentino, responsabilizando acertadamente de los males del país a la oligarquía sindical encabezada por el gremialista Lorenzo Miguel y a la oligarquía militar dirigida por el almirante Massera, relacionando a ambos con las ramificaciones argentinas de la logia italiana Propaganda Dos (P-2).

El caso Massera

Receptor de.informaciones espectaculares que denunciaba en su revista y ponía en manos de los jueces, condujo a Massera a prisión por el secuestro y desapanción del empresario Fernando Branca, esposo de la amante del marino. Kelly puso pruebas sobre la mesa que apuntaban a la responsabilidad de Massera en las muertes de la diplomática Helena Hollemberg y del publicista Marcelo Dupont. Ambos habrían tenido noticia de viajes de Massera a Europa para entrevistarse con Firmenich, líder de los montoneros, para pactar una liberación de presos de la Escuela de Mecánica de la Armada a cambio de una tregua política para que el almirante pudiera erigirse en un nuevo Perón.Massera habría encontrado los favores de Isabelita Perón solventando con los fondos reservados de la Armada (las tres armas argentinas disponen de fondos secretos en bancos extranjeros) los problemas financieros de la ex presidenta, que se habría pillado los dedos en tres millones de dólares depositados en el Banco Ambrosiano. La Hollemberg y Dupont habrían sido eliminados por poseer esta información sobre el peligroso almirante.

Kelly también ha llevado a los tribunales al todopoderoso Lorenzo Miguel, dueño y señor del sindicalismo peronista -el único sindicalismo argentino-, a quien acusa de la muerte de su guardaespaldas, Jorge Dubchack, conocedor de la corrupción mafiosa del sindicalista.

Patricio Kelly, que ya estaba gestionando su exilio en España, habría garantizado su vida colocando en cajas fuertes, fuera de Argentina, las bases documentales de sus comprometidas denuncias.

15/8/83

El 'hombre fuerte' del régimen promete un Congreso elegido para antes de 19% (15-8-1983)

Sergio Onofre Jarpa, nuevo ministro del Interior y primer ministro de hecho del Gobierno chileno, ha iniciado reuniones políticas para intentar superar la crisis del régimen. Durante una hora conversó con el arzobispo de Santiago, pidiendo consejo y buscando fórmulas para "bajar la presión" y pacificar los ánimos.Al término de la visita, Onofre declaró que no existía un plan entre el Gobierno y la Iglesia para solucionar los problemas del país, pero que él, como católico, aplicaría las normas y doctrinas de la Iglesia. En su despacho del palacio presidencial, Jarpa recibió igualmente a una serie de dirigentes sindicales obreros y patronales entre los que se encontraba Hugo Estivales, segundo de Rodolfa Seguel en la dirección del sindicato de los trabajadores del cobre.

El Mercurio, diario conservador y abiertamente colaboracionista del régimen, publica una primera entrevista con Onofre en la que afirma que se organizará un plebiscito para la elección del Parlamento antes de 1990. "El país", dice Onofre, "está por encima de todas las facciones políticas. Está previsto elegir un Congreso en 1990 y pienso que el desarrollo de las leyes políticas va a empezar mucho antes de lo que estaba previsto. No puedo decir cuándo, pero antes de 1990 vamos a tener un Congreso elegido".

"Ahora, la que en definitiva se va a pronunciar será la opinión pública, convocada a un plebiscito, porque para adelantar la aplicación de estas leyes se requiere una reforma constitucional".

Las leyes a desarrollar son las de partidos políticos, elecciones, tribunal calificador y la del Congreso Nacional. Deben ser informadas por un Consejo de Estado, sólo consultor y designado por Augusto Pinochet.

En tanto, se mantiene la censura de prensa, la prohibición de regresar al país de miles de exiliados, el estado de emergencia y la facultad gubernamental de detener, o desterrar indefinidamente y sin juicio a los ciudadanos.

Asciende a 31 el número de víctimas por la represión del jueves y el viernes en Chile (15-8-1983)

Tarde de perros en Santiago. El sábado, la ciudad enterró sus muertos con las primeras manifestaciones callejeras en las que se ha acoplado valor para insultar abiertamente al general Pinochet. "¡Pinochet/CNI (policía política) asesinos del país!", "Milico/rastreroltu padre es un obrero!". La cifra de muertos asciende ya a 31, después del fallecimiento de otros cinco heridos de bala en los incidentes del viernes. La mayoría de las víctimas fueron sepultadas en el cementerio General de Santiago, osario civil que también recibe enterramientos católicos, cementerio de pobres, en el que hace tres años se descubrieron cientos de fosas clandestinas que ocultaban asesinados tras el golpe de 1973. Allí están las tumbas, siempre florecidas, de Violeta Parra, Víctor Jara y Pablo Neruda.

Van llegando, en una procesión inacabable, los cortejos fúnebres y los manifestantes. Frente a la tumba de Violeta, un dirigente político juvenil arenga a los presentes: El general Pinochet ha empJeado 18.000 hombres para ocupar Santiago, exactamente el doble de los empleados por la dictadura argentina para ocupar y defender las islas Malvinas (...). El 80% de los muertos y heridos tienen menos de 30 años; el régimen ha tenido que asesinar a la generación que creció bajo su tutela...".Se arrojan cientos de claveles rojos a los pudrideros, que, ante la miseria de las víctimas, han tenido que ser sufragados por suscripción en los poblados (7.000 pesos cada enterramiento: 10 dólares). La bandera de Chile es la única que se alza; anegados en lágrimas, todos cantan el himno nacional cada vez que un nuevo féretro es descendido a su fosa. Se, grita a los periodistas. extranjeros: "¡Cuenten fuéra cómo aquí se asesina a los inocentes!".

Se entra y se sale del camposanto para ir recibiendo más coches mortuorios. Los carabineros tienen tomados los accesos y se les increpa: "¡Asesinos!, ¡mierdas!". La primera granada lacrimógena empieza a hurnear en la misma puerta del cementerio, junto al coche de la familia de una de las niñas muertas.

Refugio entre las tumbas

La masa humana se atropella para buscar refugio entre las tumbas. Siguen cayendo granadas entre escenas de histeria. ¡"Están locos, están locos ... !". Al amparo de una tapia, tras un nicho, se reparte solidariamente pasta de mentolado y vicks vaporubs para embadurnar mejillas y fosas nasales.

Los familiares de la niña muerta piden a gritos que se les abran las puertas del cementerio para escapar de la nube acre y gris que envuelve la calle. Carabineros armados con hondas disparan guijarros y bolas de rodamiento hacia el interidr de la necrópolis. Desmayos, ataques de ira; la bandera de Chile yace por tierra, derribada en el tumulto. Jóvenes de sangre fría aconsejan salidas alternativas a la puerta principal, menos copadas por los pacos (carabineros). Los mismos desatinos se cometieron en los cementerios Católico y de Pudahuel. De vuelta a la ciudad, se canta La marsellesa.


14/8/83

Saldo de 26 muertos en la represión indiscriminada de la cuarta jornada de protesta en Chile (14-8-1983)

Mientras asciende a un mínimo de 24 el número de muertos entre el jueves y el viernes pasados (todos civiles), otras dos personas fueron asesinadas en la tarde del viernes en la periferia de Santiago de Chile: una muchacha de 14 años que fue abatida de dos tiros en la espalda y un joven de 28 años que resultó alcanzado por disparos efectuados desde un autobús de los carabineros.

Los heridos de bala superan el centenar, aunque el Gobierno chileno sólo da cuenta oficialmente de 53, y hay un millar de detenidos en todo el país.

La resaca del jueves ha continuado durante las últimas 48 horas en las poblaciones próximas a Santiago de Chile así como en la misma capital. Barricadas de fuego habían cortado durante horas los accesos a las barriadas del sector sur de la ciudad, mientras sus moradores se enfrentaban sirimás armas que las piedras con los carabineros.

Pasadas las 23 horas se hizo intervenir nuevamente al Ejército para restablecer el orden, con el saldo antedicho de dos nuevas muertes. El clima moral de Santiago es de desolación y estuporante lo indiscriminado de la represión.

Ni siquiera el Gobierno se ha sentido con fuerzas para cumplir las amenazas del general Augusto Pinochet que anunciaba la detención de los firmantes de la coilvocatoria de protesta. Insólitamente, el comandante en jefe de la Fuerza Aérea y miembro de la Junta Militar de Gobierno, general Fernando Matthei, se ha apresuradoa declarar que sus tropas no dispararon un solo tiro en la noche del jueves, en el sector de la capital, Santiago, que les correspondía patrullar, mientras que en el resto de la ciudad era el Ejército de Tierra quien lo hacía. El intento de desmarcarse se considera particularmente significativo.

Santiago quedó dividida en cinco zonas, en un operativo militar diseñado personalmente por Pinochet, quien llegó a desatender durante días la crisis de su Gabinete de la pasada semana para ocuparse del control de la capital, a tenor de la experiencia de las tres jornadas de protesta anteriores. Cuatro zonas de Santiago quedaron a cargo de cuatro generales del Ejército de Tierra y una al mando de un general de la Fuerza Aérea.

Matthei supervisó personalmente su zona en helicóptero y a pie. "Ni fuimos atacados por nadie, ni disparamos un solo tiro a nadie", acaba de declarar, exonerando a la aviación de los despropósitos cometidos por el Arma de Tierra.

Fuentes de la recién creada Alianza Democrática (una multipartidaria sin comunistas) valoran muy positivamente esta fisura en el monolitismo militar.

Se estima que Pinochet intentó el jueves involucrar nuevamente al Ejército en la represión, y la estrategia de los partidos opositores pasaría ahora por convencer a los militares de que no se pueden prestar al tremendo desgaste de ocupar Santiago una vez al mes y proceder a una matanza periódica de civiles.

La fuerza aérea parece haberlo comprendido ya sin necesidad de mayores estímulos. Y el jefe de la aviación ha ido en sus declaraciones un punto más allá, estimando que. "es tiempo de que en Chile vuelva a haber un debate político. Es tiempo que en Chile vuelvan a brotar todos los argumentos en favor y en contra de nuevas soluciones y que el Gobierno las conozca y todos los chilenos puedan participar en el debate. Los sectores genuinamente democráticos, aunque no participen de las ideas de este Gobierno, van a encontrar muy pronto la forma de expresarse como partidos políticos organizados y legales".

Matthei, en su conferencia de prensa, puso énfasis en declarar que el plazo hasta 1989 que fija la constitución pinochetista para el restablecimiento de la normalidad democrática, es un plazo "máximo" que puede ser acortado.

A seis años vista, las jornadas mensuales de protesta han descalabrado profundamente sus esperanzas de permanencia en el poder. Cualquier escolar chileno sabe de la renuncia del general-dictador Ibáñez en 1929, tras la muerte del estudiante de medicina Jaime Pinto, en una manifestación callejera; en la mente de todos está el recuerdo de la renuncia, el exilio y la muerte en el Perú del general-presidente Bernardo O'Higgins, padre de la patria, a quien la burguesía chilena recusó por su autoritarismo.

Un liberal débil y entreguista

Pinochet, en materia de autoritarismo, ha convertido la figura de O'Higgins en la de un liberal débil y entreguista y, sólo en los últimos cuatro meses, su represión ha originado la muerte de 30 civiles, entre ellos varios niños. En Chile todas las revoluciones se han hecho en nombre de la Constitución y de las libertades republicanas, incluso la de 1973. Y pese a la barbarie de aquella represión, los militares chilenos aún no han interiorizado la teoría delenemigo interior.

Versiones solventes, pero imposibles de verificar, han asegurado a este enviado especial que el general Matthei, antes de su conferencia de prensa, conversó con Pinochet y le notificó que su fuerza no volvería a intervenir en la ocupación de Santiago en futuras jornadas de protesta.

Sergio Infiernillo Onofre Jarpa (los chilenos hacen un juego de palabras entre Onofre y anafre, que para ellos es sinónimo de cocina portátil), nuevo ministro del Interior y primer ministro de hecho, no ha abierto la boca desde el jueves. Su cargo y su figura exigen una explicación.

El ministro del Interior en Chile es el encargado teóricamente del desarrollo político y no tiene el mando de las fuerzas represoras, dependientes de los comandos militares o del propio presidente. Pinochet ha terminado designando a Infiernillo Onofre como piloto del desarrollo político -de ahí su calidad de premier de hecho- para intentar situarse por encima del bien y del mal, como si fuera la reina de Inglaterra.

Pero Onofre, nacionalista aquí reputado de nazi, brillante, ambicioso, enérgico, aspira a pasar a la historia chilena como.. el hombre de la transición. Quienes lo conocen estiman que no dudaría en sacrificar al propio Pinochet. Es todo lo contrario de un Carrero o un Carlos Arias. También es todo lo contrario de un Adolfo Suárez. Se aproximaría a una mixtura de Blas Piñar y Fraga. "Va a ser un espectáculo apasionante", te comentan en Santiago: "Dos gorilas machos encerrados en la misma jaula. Alguno despedazará al otro".

Por el momento, Onofre calla y prepara respuestas políticas para detener la imparable jornada de protesta del 11 de septiembre, décimo aniversario del régimen. Pío hay moral ni ganas, ni siquiera en tre la extrema derecha del régimen, para un desfile, una manifestación patriótica, nada de nada Volver a ocupar Santiago con un toque de queda militar de 11 horas no parece lo más adecuado para celebrar este fasto político. Ya sólo cabe el pacto con la oposición. Pero, tras las muertes de jueves y del viernes, la cabeza del general Pinochet es prenda inegociable para la oposición.

Finalmente, la Iglesia, de influencia decisiva en este país, ha hecho oír su voz en un documento El Nuevo Llamado, en el que se pide el cese de la violencia de cualquier lado que venga, "el cese de las amenazas, las intransigencias y las represiones desmedidas".

Esta es la voz de la Iglesia en un país donde, probablemente como en ningún otro, tiene prestigio moral y político. Tras este documento y la suave defección del general Matthei tras la reciente matanza de Santiago, la permanencia del general Pinochet en el palacio (de La Moneda comienza a ser un misterio inextricable. Sólo el miedo al vacío de poder y la desesperación política de una sociedad arruinada apuntalan a este general rencoroso que jamás mira de frente.

1/8/83

80 periodistas muertos en Argentina sin un minuto de silencio (1-8-1983)

Hace sólo cinco meses, Jorge Fontevecchia, joven editor argentino del grupo Perfil, se refugiaba en los lavabos de la redacción de una de sus revistas -La Semana- mientras la Policía Federal registraba histéricamente el edificio del holding y secuestraba durante horas a periodistas, administrativos, secretarias, visitantes. Fontevecchia escapó a la calle por el tragaluz del excusado, marchó al apartamento de una amiga, se afeitó las barbas, vistió las ropas de aquélla y, taconeando, accedió a la Embajada de Venezuela y solicitó asilo político.

Media policía de Buenos Aires le estaba buscando aparatosamente, sin mandamiento judicial: sólo con una orden de captura del PEN (Poder Ejecutivo Nacional). La Semana acababa de salir con una portada en la que lucía todo su atractivo sirio-libanés una maniquí, sobrina del general Llamil Reston, ministro del Interior, y, en páginas interiores, con un reportaje sobre el capitán de corbeta Alfredo Astiz, rendido a los británicos de las Georgias del Sur y reclamado por dos Gobiernos europeos por asesinato tras torturas de dos súbditas francesas y una sueca, que acababa de regresar de unas vacaciones en Suráfrica.La cana (la policía) recorrió los infinitos quioscos de Buenos Aires secuestrando gubernativamente la revista, mientras el Gobierno tildaba al editor de agente británico. El joven Fontevecchia, una traducción porteña de Antonio Asensio y en cualquier caso en las antípodas de lo que podría entenderse por un editor de izquierdas, logró abandonar el país y permanece en Caracas, sin intención de regresar antes de las elecciones de octubre.

La de Fontevecchia es, a la postre, una anécdota ilustrativa, pero anécdota: al fin, del drama secreto del periodismo argentino. Entre 1976 y 1978 desaparecen en Argentina 80 periodistas, desde el más humilde auxiliar de redacción hasta Rodolfo Walsh o Haroldo Conti. Cayeron escalonadamente, sin alharacas internacionales, en la guerra secreta del Ejército argentino contra el pueblo argentino, sin siquiera una gacetilla recordatorio en sus periódicos. El proceso militar argentino dereorganización nacional pasó como una aplanadora por las redacciones. Pero parecía que sólo el resplandor intelectual del talento de Jacobo Timmerman, fundador y director de La Opinión, retratara el martirio de los periodistas argentinos.

Timmerman, renovador del periodismo en su país, debelador de la desastrosa Administración de Isabelita Perón, también cómplice de alguna manera en una intervención militar que creyó ingenua mente poder encauzar, fue detenido, torturado y finalmente expulsado de Argentina tras años de reclusión. Preso sin nombre, celda sin número, su reflexión sobre aquella experiencia, ha merecido hasta los honores de una serie televisiva estadounidense, y Timmerman medita ahora la posibilidad de pleitear en tribunales internacionales la recuperación de su patrimonio periodístico: el edificio y los talleres de aquel gran diario que fue La Opinión,ahora propiedad de los editores de El Tiempo Argentino.En cualquier caso, la odisea de Jacobo Timmerman, ahora ciudadano israelí, renegado de Argentina, ha venido injustamente a eclipsar la desaparición de sus 80 compañeros. Y, así, Oriana Falacci ha podido pronunciar en Buenos Aires su sentencia equivocada y cruel: "Los periodistas argentinos son unos cobardes".

Oriana acaba de pasar fugazmente por esta ciudad para presentar su libroUn hombre, obra ya vieja, pero que ahora puede editarse en Argentina, en que relata su convivencia con Panagulis, militar griego, revolucionario utópico y un torpe y voluntarista magnicida. Un incidente menor con fotógrafos de Prensa, que maltrataban los ojos de Oriana, provocó la furia de la compañera toscana y la sentencia: "¿Por qué no les gritaron ustedes a los militares? Los periodistas argentinos son unos cobardes".

Infantilismo susceptible

El pueblo argentino tiene una necesidad casi morbosa de ser querido, de suscitar afectos; es infantilmente susceptible, y su ego -frágil e hiperdesarrollado- se quiebra fácilmente. Y los dicterios de Oriana, aquí querida y admirada, han levantado ronchas de dolor. La Falacci, probablemente, ignoraba la desaparición en tres años de 80 periodistas argentinos, para los que nadie todavía ha tenido un minuto de silencio.

Fue ésta una matanza dibujada en el agua. Las muertes y desapariciones en frentes de combate, los periodistas caídos en Indochina, los asesinados en Centroamérica ante las cámaras de televisión, la cruelísima carnicería de Ayacucho, devinieron en hitos del victimario periodístico. Pero, sospechosamente, el holocausto de la Prensa argentina ha pasado inadvertido. Pues se echen las cuentas como se echen, el mayor exterminio de periodistas de que se tiene noticia se produjo en la República Argentina entre 1976 y 1978: 80 en tres años, uno cada dos semanas.

No cayeron aparatosamente, ni nadie dio publicidad a su suplicio. Pese al voluntarismo de las madres y abuelas de la plaza de Mayo, sus colegas saben que están muertos. Pese al cinismo político de la represión militar, nadie pudo jamás demostrar su pertenencia a bandas armadas terroristas. Los 80 ignorados, en una reedición de la hitleriana noche y niebla,desaparecieron de sus domicilios conocidos, de sus trabajos estables, de sus familias formadas. Es verdad que muchos de ellos -aunque no todos- eran reputados en sus redacciones como simpatizantes del radicalismo de izquierda o como simples progresistas. Aun así, su matanza habría sido infame.

Pero no sólo murieron por sus inclinaciones políticas, sino en función de un trabajo y científico de amedrentación y censura en un país que carece de ella. Centenares de periodistas huyeron del país; otros tuvieron la suerte de ser juzgados por tribunales militares y acabar vivos en prisión (aún 10 se pudren en los penales de Rawon, Devoto y La Plata).

Corresponsales provinciales en Tucumán de diarios bonaerenses tuvieron que callar que el Ejército arrojaba vivos a las brasas de los asados a los prisioneros de la guerrilla rural. Periodistas cordobeses, libres de toda sospecha política, pero interesados en la arqueología histórica, levantaron ingenuamente planos de las interesantes construcciones subterráneas de los jesuitas españoles de la ciudad, para terminar sujetos con grilletes y con la picara en la cara, explicándole a un oficial naval el significado de sus dibujos.

Nuevo orden informativo

Hasta en esto tuvieron mala suerte los periodistas argentinos: en 1976, lo que se desata es una atroz competencia entre el Ejército y la Marina para ver quién acaba antes con la subversión y quién debe mandar. La Marina se siente históricamente postergada, y bajo la inspiración del almirante Massera, que aspira a desplazar de la presidencia de la Junta Militar al teniente general Videla, exige el control de los asuntos exteriores y el nuevo orden informativo. Para su desgracia, la mayoría de los 80 desaparecieron tras las verjas de la Escuela de Mecánica de la Armada, en Buenos Aires.

Pisar las redacciones porteñas en estas vísperas democráticas resulta desconsolador. Probablemente los diarios argentinos baten cualquier marca mundial de juventud. Todos son jóvenes, todos son inexpertos, todos tienen menos de 30 años, ninguno tiene pasado. Sólo unos pocos lobos de mediana edad, sobrevivientes a la matanza, instruyen y recuperan la vieja tradición del periodismo argentino.

Una generación de profesionales desapareció tras los portones de los acuartelamientos, desapareció hacia el exilio, como Bob Cox, director delBuenos Aires Herald, único en denunciar la atrocidad de aquellos años, desapareció hacia trabajos más anónimos y más longevos o desapareció -esa palabra ya típicamente argentina- en la mediocridad del periodismo acomodaticio que ha llenado las televisiones de starletss o maniquíes que leen en los noticieros los cables de las agencias con voz pastosa e inclinando la cadera. Así fueron las cosas, y el periodismo más asesinado del mundo, ignorado su calvario por las organizaciones internacionales de Prensa, no ha recibido sobre su inmensa tumba más que el desprecio de una compañera sensible como Oriana. Puede ser su última desaparición.