Un ‘monje negro’ de la política socialista me
aventuraba el pasado año que Rodríguez Zapatero no se presentaría como
candidato en 2012, aunque retendría la Secretaría general del partido,
rompiendo costumbre e inaugurando una bicefalia. Pese a su carácter y sus
recelos, en las dos legislaturas de Aznar descollaron figuras como Rodrigo Rato,
de perfil más acusado que el propio Mariano Rajoy. El actual presidente del
Gobierno nunca ha nombrado un ministro o ministra que se distinga por su
talento. Incluso las dos vicepresidencias están entregadas a la señora
Fernández de la Vega, que es una secretaria trabajadora y eficacísima que
alivia de trabajo al jefe, y a un Pedro Solbes, prejubilado y distinguido por
su autismo. Ni en el partido ni en el Gobierno aparece alguien que saque la
cabeza para unas legislativas que son unas presidenciales.
El monje sostenía, empero, que la tapada era Carme Chacón. Es madre joven, sería la primera mujer candidata de nuestra historia (tras la conjura del PP contra Isabel Tocino) y se correspondería con el imaginario feminista y de cartón piedra de ZP. Es una moderada independentista catalana, experta en los avatares de Quebec, pero es más líder que Montilla en el PSC, que chantajea al Estado entre las aguas de su independencia de acción y el secesionismo por fascículos. Va acumulando experiencia administrativa en el Congreso, en Vivienda (de cuyo celebrado plan no se ha vuelto a tener noticia aunque se lo copresentó en Moncloa el propio Zapatero) y ahora en Defensa, donde grita «¡Viva España!» como en una arcada. ZP la adora.
Como primera mujer en tal lance la votaría mucho mujerío y su ambigüedad autonomista arrastraría votos en Galicia, País Vasco y, sobre todo, en la decisiva Cataluña. «Si no comete errores en cuatro años, será la candidata empujada por ZP y su portentoso marido».
Si así fuera, la crisis la ha dejado en el zócalo. Pepiño Blanco ha advertido que el próximo escenario contempla la reaparición de Zapatero. No puedes designar sucesor con el desempleo en la UVI. Zapatero tiene cuatro años para entender que el populismo es a la economía lo que la prostitución al amor. Y tendrá que presidir la convalecencia porque le volverán a votar, ya que es una marca, producto de mercadotecnia, transparente a los problemas y, a veces, invisible. Ni aun con kilométricas colas ante el Inem el pobre Rajoy tendría algo que rascar.