26/6/83

Pinochet: el loco de La Moneda (26-6-1983)

James Theberge, el elegante Embajador de Estados Unidos en Santiago, llega a confesar su frustración ante amigos chilenos de confianza: "Miente a todos (por Pinochet) y está convencido de que todos le mienten. No confía en nadie ni nadie puede ya confiar en él". James Theberge, de la mano de la Administración Reagan, llegó a Chile para consolidar el régimen pinochetista sustituyendo a un embajador crítico del sistema, pero en poco más de un año ha arrojado la toalla: El pasado miércoles, después de una admonición del secretario de Estado norteamericano, George Bush, sobre la suerte del líder sindical Rodolfo Seguel, las puertas de la embajada estadounidense en Santiago se abrían para dar audiencia a otros dirigentes del Comando Nacional de Trabajadores, en rebeldía contra el régimen.

Sólo resta poner la fecha para la caída de este hombre que ha logrado enfrentarse a un tiempo a la Iglesia, a la burguesía, a la masonería, al proletariado, a la oligarquía financiera, a las clases medias depauperadas, a los pequeños negociantes, como los camioneros, que sembraron la ruina de Allende, a la Armada, que elitistamente le desprecia por su zafiedad, y a la Aviación, que sencillamente estima que puede estar loco.Sólo el Ejército de Tierra, de educación prusiana, férreamente jerarquizado y vigilado y depurado -a más del aparato burocrático estatal- continúa sosteniendo al general Pinochet. Y sólo, por el temor militar al vacío de poder, el miedo al radicalismo marxista, la posibilidad de enjuiciamientos por los crímenes de la represión de 1973 y la ausencia de una alternativa claramente definida por parte de los políticos de la oposición, agrupados en la Multipartidaria (democristianos, radicales, socialistas, socialdemócratas y comunistas).

Pero con el país quebrado -se polemiza sobre la conveniencia de enviar al Banco de Londres parte de las reservas de oro como garantía de nuevos préstamos- y los sindicatos obreros y patronales llamando a la población a la huelga general, pocos estiman que Pinochet pueda cumplir en La Moneda, este 11 de septiembre, el décimo aniversario de su sangriento golpe de Estado contra la Unidad Popular, y menos aún finalizar su mandato en 1990.

Toda la clase política de Santiago habla con unánime cariño y esperanza del sucesor, el próximo presidente interino de la República de Chile, un amable anciano adicto a la boina, casado, con dos hijos y varios nietos, afable, austero y de talante conciliador: Rafael Retamal, presidente del Tribunal Supremo, el único chileno que hoy ostenta un cargo público por elección. Carece de antecedentes políticos, aunque son notorios su conservadurismo y su simpatía hacia la democracia cristiana, cualidades que, junto a su falta de ambiciones personales, su aspecto patriarcal y su condición de reputado jurista, le hacen idóneo para presidir un Gobierno constituyente.

Un diseño democristiano

A grandes rasgos, el diseño político de la Multipartidaria consiste en obtener la renuncia de Pinochet, que la Junta Militar de Gobierno no proponga sustituto (tiene 48 horas para hacerlo) y que el poder recaiga automáticamente en el presidente de la Corte Suprema (Retamal). Éste formaría un Gobierno de reconstrucción nacional, que convocaría elecciones a un Congreso constituyente, sancionaría la nueva Constitución, libremente elegida, y devolvería el país a su normalidad democrática. Un proceso largo, de al menos dos años, en el que las Fuerzas Armadas aparecerían como garante y no como fracasadas o relegadas.

Es un diseño, sin duda, excesivamente democratacristiano -por lo alambicado- y que, en cualquier caso, no contempla la primera premisa: La renuncia de Pinochet. No emergen de entre las Fuerzas Armadas figuras con prestigio interno capaces de dar un golpe de palacio. Y si las hay, se guardan mucho de hacerse notar ante la implacable y desconfiada personalidad del general, que se preocupa ante todo de vigilar a su propio Ejército. La Aviación ya le es desafecta desde que el general Leigh (triunviro del golpe de 1973) se retirara de la Junta Militar con todos los generales del arma, pero permanece disciplinada. La Marina pasará por carros y carretas si Chile adquiere un portaviones, desarrolla su fuerza aeronaval; sabe que no será un Gobierno democrático quien empiece por aumentar los gastos militares. Y Pinochet, sinuoso por naturaleza, sabe explotar las diferencias y alentar las ambiciones de cada fuerza.Por acientífico que parezca, es imprescindible referirse a la caracterología de una sola persona -Pinochet- para entender las dificultades que presenta la restitución de la soberanía al pueblo chileno. Quienes le conocen afirmnan que probablemente prefiera terminar como Allende, asesinado en su despacho, que depuesto por sus iguales. Pero nadie sensato en Chile aspira a continuar ensangrentando las paredes del palacio de la Moneda. Carece de retirada y exilio dignos. Le aísla una - corte de serviles, en la que su familia -mujer, hijas y yernos- desempeñan un papel principal, imbuyéndole de sueños providencialistas, a los que no son ajenos los recuerdos del papel histórico del general Franco.

La corrupción familiar también le tiene atrapado, y su yerno, Julio Ponce Lerou, esposo de su hija Verónica, ingeniero forestal y humilde funcionario público hasta 1973, ha levantado una de las más sólidas fortunas de Chile. Un yernisimo en el Cono Sur. En su análisis político, Pinochet no estima que los desórdenes y problemas del Gobierno allendista se debieran a una interpretación voluntarista de los fenómenos de transformación social, sino, sencillamente, a la perversidad intrínseca del sistema democrático. Es un error y puede ser hasta un elogio reputar de fascista a Pinochet. No llega intelectualmente a tanto. Reverenciador del franquismo, se jacta, empero, de que él jamás cometería el error de Franco designando sucesor al príncipe Juan Carlos.

Además, al contrario que Franco, gusta de involucrarse en política, hablar, figurar, protagonizar, el uso constante de la primera persona, pero sin el hechizo de los demagogos. Jamás mira a los ojos o a una cámara de televisión. Equipos de expertos en imagen se han roto los dientes contra esta personalidad turbia, que siempre parece estar amenazando. Psiquiatras de la CIA viajaron a Santiago para analizar sus memorables intervenciones públicas, siempre cargadas de un inocultable rencor.

Así, son legión los políticos chilenos que manifiestan sus dudas sobre la estabilidad mental del general Pinochet. Tras la primera jornada de protesta del pasado 11 de mayo, el general anunció- que se iba a dirigir al país. Los asombrados chilenos vieron por televisión el día 20 el vídeo, grabado la víspera, de la bronca que Pinochet echó a su Gobierno. Gesticulando airadamente y con primeros planos de los ministros y generales, que le escuchaban circunspectos, Pinochet se quejó chillonamente de que la oposición le acuse de estarse construyendo un palacio, "olvidando que hoy día el presidente no vive en La Moneda y que es necesario que tenga una residencia, no para mí, sino para el futuro".

Plan siniestro

Afirmó ser víctima de "un plan siniestro de los señores rusos", destinado a crear una falsa imagen de su persona para poder derrocarlo, y que sus asesores prepararon un contraplán que hubiera costado entre 10 millones y 20 millones de dólares, pero que él había preferido invertir el dinero en hospitales y escuelas. Terminó convirtiendo al país en un metaférico campo de fútbol, comparando a sus seguidores con los locales, y a sus opositores, como visitantes. ,"Hay una desmoralización. en nuestra gente", afirmó ante los abroncados ministros y el estupefacto país; "se calla y no se atreve a defender al Gobierno. Nuestra gente llenó el estadio en un 95% y gritó mientras le fue bien al equipo local. Ahora parece que les hubieran dado un baño de agua fría, porque se quedan callados, se achican y se aplastan. Eso está pasando aquí, señores. Los pocos vociferan, gritan y salen, mientras los nuestros se quedan callados". Hasta los escasos chilenos que no se estremecen en las cercanías del estadio nacional de Santiago estimaron que su excelencia el jefe del Estado y del supremo Gobierno podía estar perdiendo la cabeza.

Por lo demás, la ruina del país originada por el más feroz monetarismo de los aplicados por la Es cuela de Chicago en el Cono Sur generó por sí misma la movilización social interclasista contra el régimen. Pinochet, en los dos mejores años de su economía monetarista (1979 y 1980, cuando gana su referéndum constitucional), prometió un automóvil para cada tres chilenos, y televisores en color, frigoríficos, pisos, lavadoras, chalés residenciales para todos.

Con el dólar fijo a 35 pesos (la mitad de su valor actual), los chilenos votaron sí en el referéndum constitucional y se dejaron privar de libertades básicas a cambio de vacaciones en Europa o en Miami, autos japoneses y el mejor whisky escocés al precio de una cola. El proletariado, desde las chabolas de los extrarradios, calculaba las posibilidades de invertir a plazo fijo en esa financiera o en aquella inmobiliaria y, apenas alfabetos, devoraban las columnas de las informaciones bursátiles.

Bajo la consigna de que no existe prosperidad sin endeudamiento, el paraíso de la libre importación y la especulación monetaria se derrumbó en 24 meses. Miles de viviendas de lujo con griferías italianas, moquetas francesas, cerraduras fabricadas en Nueva York, permanecen vacías, sin comprador, endeudando aún más a quienes ya se endeudaron edificándolas. Por quebrar, aquí quebró hasta la constructora de Francis Franco Martínez-Bordiú. Se importó leche en polvo del Mercado Común Europeo, se enviaron al matadero vacas lecheras para consumo de carne. e ego a comprar fuera un 95% del aceite que consumen los chilenos, cuando el país produce -oleaginosas- un 80%. Las imposiciones a plazo fijo se pagaron al 30% anual. Cayó la cotización internacional del cobre, pero se pidieron más créditos para sufragar la orgía consumista.

El desempleo de Allende, de un 18%, ascendió al 30%. Y todo el centro peatonal de Santiago es ahora un zoco de puestecillos donde te venden cachorros de perro, peines, tabletas de chocolate, patatas fritas, cintas magnéticas, calcetines, lo más insospechado, regentados por desempleados de 30 años. Los inscritos en los planes de empleo mínimo no pueden acudir a sus tajos en autobús, so pena de desembolsar del 15% al 30% de su sueldo. 160.000 familias de Santiago no reciben agua potable por falta de pago, y 300 poblados del extrarradio carecen de energía eléctrica por el mismo motivo.

Caída del poder adquisitivo

Desde agosto de 1981 la caída del poder adquisitivo de los chilenos se estima en un 35%, y el Gobierno estudia la supresión de los vuelos internacionales de la arruinada Lan Chile, como en un simbólico reconocimiento de la quiebra del país. "Esto ha sido como lo de Rumasa, pero a escala de Estado. Piensen ustedes en lo de Ruiz-Mateos y Hacienda y entenderán lo que ha pasado aquí", comenta un economista conocedor de la política española; "crecimos unos años aritméticamente en fachada, en consumo, en dinero circulante, y nos hemos derrumbado en progresión geométrica".

Así las cosas, hasta la Multipartidaria se vio sorprendida por la respuesta popular a las manifestaciones gremiales. "Hace seis meses era impensable que nadie se atreviera a darle un concierto de cacerolas a Pinochet. Todo ha cambiado muy rápidamente; el pueblo ya no tiene miedo.
Los sindicatos, teledirigidos mayoritariamente por la democracia cristiana, y en segundo lugar por socialistas y comunistas, empiezan a sobrepasar en dinamismo e iniciativas a sus sectores políticos, y la DC chilena observa preocupadamente esta aceleraci6n de los acontecimientos, por cuanto no desea una ruptura democrática traumatizante que pueda abrir la puerta a procesos revolucionarios.

Mientras continúa, incierto, el paro de los propietarios de camiones, convocantes, con otros sindicatos, de una huelga general indefinida, y acaso prematura, ya se ha establecido la cita para la tercera, jornada nacional de protesta: El 12 de julio, un día después del 11 tradicional, para no hacerla coincidir con el aniversario de la nacionalización del cobre por Allende. Sonarán otra vez las cacerolas en Santiago, en las riberas acomodadas del río Mapocho, regato urbano que, sorprendentemente, se desbordó el anterior invierno. "Con Pinocho, hasta se desbordó el Mapocho", se atreven ya a cantar en Santiago con la música de la inolvidada Violeta Parra.

25/6/83

La censura informativa impuesta por Pinochet es clave en el fracaso aparente de la huelga general en Chile (25-6-1983)

"En este país hasta las huelgas generales son clandestinas" comentaba el jueves uno de los dirigentes aún en libertad del Comando Nacional de Trabajadores Chilenos. Retrataba así fielmente el forcejeo de los dirigentes sindicales contra la más absoluta desinformación, que está produciendo situaciones kafkianas y no todas favorables al Gobierno. Los obispos chilenos hicieron pública ayer una declaración en la que recuerdan que los trabajadores tienen derecho a ir a la huelga y condenan la censura impuesta por el Gobierno al afirmar que "la peor de las noticias, sies verdadera es preferible al rumor irresponsable".

Un dirigente del Comando reconoció ante la Prensa extranjera que el aumento de la censura de prensa había sido un rotundo éxito para el general Pinochet, admitiendo así directamente con qué tropieza la convocatoria de huelga. A pesar de ello, la orden de huelga sigue en pie.No obstante, la desproporcionada insistencia de los canales de televisión y las radios y diarios oficiales en que la normalidad en el país es absoluta está haciendo pensar a muchos chilenos que algo anormal y grave está ocurriendo. Al ser tan férrea la censura, el Gobierno del general Pinochet se ha pillado los dedos y ni siquiera puede refutar la huelga general como un fracaso, porque la huelga general no existe.

Aun así, el general de la Fuerza Aérea Boisset, ministro de Transportes, al declarar que la normalidad era absoluta en todo el país en lo referido a su departamento, tuvo que admitir "mermas sin importancia" en la circulación de camiones entre ciudades.

En el sur del país se han producido sensibles paros en las cuencas carboníferas y entre los estibadores de algunos puertos secundarios, pero sigue trabajando el cobre, la industria petroquímica, el comercio y el transporte de viajeros. Sin embargo, el continuo goteo de detenciones de dirigentes sindicales pone en evidencia la preocupación del Gobierno por la extensión de la huelga.

Representantes del comando y de los propietarios de camiones declararon el jueves estar dispuestos a negociar con el Gobierno, bajo una serie de condiciones: fijación de un calendario para el acceso a la democracia, libertad para los sindicalistas detenidos, reconocimiento oficial de la legitimidad de los sindicatos ilegales, replanteamiento de la actual política económica y creación de comisiones paritarias entre los militares y los sindicatos para evaluar la crisis política y económica que sufre el país.

Alguna de estas condiciones resulta notoriamente ingenua y voluntarista, pero el embajador de Estados Unidos en Santiago se reunió el miércoles con cinco de los patrocinadores de la huelga "dentro de la costumbre de la Embajada de mantener contactos informativos con todos los sectores de la sociedad". A nadie se le oculta la trascendencia política de esta audiencia diplomática.

Joan Manuel Serrat

"En virtud que el extranjero señor Joan Manuel Serrat, de nacionalidad española, ha emitido juicios críticos con respecto de la realidad nacional y contrarios al Supremo Gobierno, persistiendo en ello en los últimos días, el Ministerio del Interior, conforme a sus atribuciones legales, ha revisado la decisión anterior de autorizar las presentaciones artísticas en Chile del señor Serrat". Con esta declaración, el régimen militar chileno ha prohibido el ingreso de Joan Manuel Serrat en el país.

Su empresario y el dueño del teatro donde debía actuar han partido a Río de Janeiro para dar explicaciones al cantante español. Hacía diez años que Serrat no cantaba en Chile, y en Santiago tenía previsto reunirse con su esposa para continuar su actual gira suramericana.

Rodolfo Seguel (25-6-1983)

Rodolfo Seguel, casado, con dos hijos de ocho y cinco años, ayudante del cajero de la mina El Teniente, ha alcanzado una notoriedad meteórica por el vigor que ha sabido inyectar a los sindicatos chilenos que se oponen al régimen. De 29 años de edad, hace cinco meses nadie conocía en Chile a este sindicalista de base con sólo dos años de militancia. Karateka, muy frío, con un gran dominio de sus nervios, ejerce un notable poder de convicción personal, a juicio de sus compañeros, que le sirvió para descollar rápidamente en las asambleas obreras como un líder nato.

La Confederación de Trabajadores del Cobre tuvo un papel preponderante en las movilizaciones sociales que ayudaron a desestabilizar el régimen de la Unidad Popular, y en 1973 Pinochet puso por decreto a la organización bajo tutela democristiana. Tras casi ocho años de pupilaje, la DC chilena logró el control absoluto de esta poderosa fuerza sindical, y en las primeras elecciones internas libres de hace dos años, un democristiano, Emilio Torres, accedió a la presidencia de los cupríferos.

El sindicato de Torres abandonó la confederación por discrepancias tácticas (estimaban que la CTC no era suficienteniente enérgica frente al régimen) y aquél hubo de abandonar su cargo tras poco más de un año de gestión. En el pasado febrero, nuevas elecciones dieron la presidencia de la CTC a Rodolfo Seguel, y dada la fuerza de este sector fue elegido igualmente como presidente del Comando Nacional de Trabajadores (CNT), que agrupa a los cupríferos y a otros sindicatos de empleados públicos y privados.

Seguel es democristiano y así lo reconoce, aunque insiste en recordar que él tenía 19 años cuando fueron proscritos los partidos políticos. Pero es un secreto a voces que Seguel fue aupado a la presidencia del comando y de la CTC por la Democracia Cristiana, que utiliza los sindicatos bajo su control como ariete contra el régimen.

Acaso sea en esto en lo único que no miente el Gobierno de Pinochet cuando reprocha a los sindicalistas el desbordarse en reclamos políticos.

Rodolfo Seguel es adventista del séptimo día por haber nacido en una familia evangélica: No es, pues, un católico testimonial. Seguel declara creer en Dios, pero no practicar ninguna religión. Y aunque se identifica con la Democracia Cristiana, pone énfasis en marcar algunas distancias: "Yo soy dirigente sindical. No acepto que nadie me diga que yo obedezco instrucciones de partidos. Yo soy un dirigente sindical y creo que en este país son bien conocidos los que tienen que seguir al pie de la letra las órdenes de los partidos. Yo no tengo por qué obedecer a la Democracia Cristiana absolutamente en nada. Y, además, creo que las bases han sobrepasado a los partidos políticos".

En efecto, este Lech Walesa chileno ("¡Yo soy Rodolfo Seguel!" replica irritado cada vez que escucha la comparación) puede haber sobrepasado al partido que le auspició, y, en cualquier caso, los, dirigentes de la DC chilena no acaban de estar convencidos de que haya llegado el momento de presionar al régimen con algo más que con jornadas mensuales de protesta, como está haciendo Seguel desde la cárcel.

Hace pocas semanas, el general Gustavo Leigh (triunviro en el derrocamiento de Allende y desde hace años fuerte crítico del pinochetismo) conversé formalmente con Rodolfo Seguel y la dirección del comando. "Ahí se desvirtuó lo del manejo comunista, lo del manejo político del mundo obrero. Yo no sé de qué partido será el general Leigh, pero sí sé que no es comunista. Este régimen no hace más que echarle flores al partido comunista. De tanto hablar de ellos, este Gobierno se va a poner rojo. El pueblo chileno no es marxista, aunque, como es lógico, hay marxistas. Más aún cuando después de 1973 mataron a muchos de ellos. Y ésos eran los padres de hijos que van a ser marxistas por el rencor que sienten y que van a transmitir ese mismo rencor a sus hijos, como en una cadena".

Prefiere no pensar en la posibilidad de un atentado contra su vida, pero se cuida, y numerosas noches, como la del pasado día 14, no pernocta en su casa, aunque la policía política chilena terminara por encontrarlo y detenerlo espectacularmente. Ahora duerme en la cárcel pública de Santiago, en una galería con otros dirigentes sindicales y 96 presos comunes por falsificación de cheques o libramientos sin fondos. Apenas se alimenta, pero no por una particular huelga de hambre, sino porque había engordado notablemente en los últimos meses, desde que dejó de frecuentar los gimnasios de artes marciales ("está entero, firme y mandando", afirman quienes le visitan). Admirador de Lutero, King y de Ghandi, será juzgado por infringir la ley de seguridad del Estado o recobrará la libertad por la presión de sus compañeros o junto con la de "la angosta franja de tierra".

24/6/83

La respuesta inicial de la población chilena al llamamiento sindical de huelga general no tuvo la amplitud prevista (24-6-1983)

Desde la noche del miércoles, el centro peatonal de Santiago y las poblaciones obreras de la periferia se encuentran tomados por los pesados furgones de las fuerzas de carabineros. Y ayer, al comienzo de la huegla general indefinida contra el régimen de Pinochet, la capital chilena amaneció con idéntico despliegue policial y con un perceptible descenso de la circulación rodada y de personas. El Gobierno ha prohibido la entrada en el país del cantante español Juan Manuel Serrat, que tenía previsto llegar a Santiago el próximo día 30, por haber formulado declaraciones contra el régimen régimen chileno.

Durante la mañana de ayer circularon los taxis y los autobuses, y los comercios abrieron sus puertas. A las 12.00 horas de la mañana del jueves en Santiago (seis de la tarde hora peninsular española), sólo era detectable el paro de los camioneros en buena parte del país. La única manifestación de la que se tenía noticia era la de estudiantes de Derecho de Santiago, al parecer sin incidentes graves.La minería del cobre se encuentra enredada por el Gobierno, que ha prometido negociar la readmisión de los miles de despedidos por la última y recientísima huelga. Y de las cuencas carboníferas del sur llegan noticias de la detención de otros dirigentes sindicales de este gremio por incitar al paro, pero sin que se sepa hasta ahora si fueron secundados. También en el momento de redactar esta información se mantenían reunidos los sindicatos de autobuseros y taxistas, decidiendo su participación activa en la huelga general indefinida.

Al tiempo, y desde el miércoles, prosiguen las negociaciones entre dirigentes del transporte y un comité especial del Gobierno para suspender la convocatoria de huelga, a cambio de que el régimen libere a los sindicalistas apresados -Seguel incluido- y formule cambios en la actual política económica. Los partidos políticos permanecen despegados y expectantes ante una huelga general que no han inspirado. La fuerza de la huelga reside en su carácter indefinido, con el que los convocantes pretende sortear la hermética censura y el temor a los despidos. No hay que olvidar que la mayoría de los chilenos ignoran que han sido convocados por los sindicatos.

Pero el mayor factor de presión de los huelguistas se centra en el paro de los camioneros. Por razones orográficas, la carretera es el sistema venoso de la economía chilena, insustituible por el cabotaje, el ferrocarril o la carga aérea. Mientras los dueños de los camiones se mantengan firmes en su huelga, ésta tiene alguna posibilidad de entenderse, y el Gobierno habrá de negociar bajo presión.

No en balde en la noche del miércoles el Gobierno dejó en libertad, bajo la ridícula fianza de 800 pesos (menos de 1.500 pesetas), a Adolfo Quinteros, líder de los propietarios de camiones y detenido el día anterior, quien acaba de cifrar en un 70% el paro de los camiones bajo su control.

Dirigentes sindicales en libertad

Los presidentes de los sindicatos de trabajadores públicos y privados, también detenidos, fueron igualmente puestos en libertad bajo pequeñas fianzas. Y anteanoche -se supone que por obra del Movimiento de Izquierda Revolucionaria-, fue volado con explosivos en el centro de Santiago uno de los locales de artesanía que patrocina para usos sociales la esposa del general Pinochet. No se registraron víctimas.

Por otra parte, en la mañana de ayer el embajador de los Estados Unidos en Santiago recibió en audiencia a varios líderes moderados -de entre los que quedan en libertad- del Comando Nacional de Trabajadores.

El general Pinochet suspendió la reunión del Consejo de Mínistros de todos los miércolel, sustituyéndola por una reunión con los ministros de Defensa, Trabajo, secretario general del Gobierno y directores generales de investigaciones, policía política, carabineros y comandantes de la guarnición de Santiago. De entre ellos, un comité reducido quedó encargado de negociar con los camioneros la desconvocatoria de la huelga.

Absolutamente nada ha trascendido a la opinión pública chilena, y mejor es así para el Gobierno, porque le resultaría muy arriesgado acusar de comunistas a los propietarios de camiones que hace diez años paralizaron la administración de Allende. Pero como, acaso con razón, aduce un dirigente camionero: "Con Allende teníamos dinero Y no podíamos comprar nada; con Pinochet están llenas las tiendas, pero no hay plata para adquirir nada. Estamos en las mismas".

En otro orden de cosas, "a cara de perro" no es una metáfora, el acto fue público- recibió el general Pinochet las cartas credenciales del nuevo embajador de España, Miguel Solano Aza. Indicó Pinochet que en las virtudes españolas "nos hemos apoyado cuando, al igual que en su patria, la incomprensión, la injusticia y la arbitrariedad han, golpeado a nuestras puertas. Los pueblos se prueban en los momentos dificiles, y, como España, Chile lo sabe enfrentar con decisión y firme serenidad".

Inteligentemente, nuestro nuevo embajador contestó que "Chile se ha caracterizado a lo largo del tiempo por su amor a la libertad, por su capacidad creadora, por su propensión al diálogo y por su conocimiento de la historia".


23/6/83

Pinochet está dispuesto a decretar el estado de sitio si los chilenos responden hoy a la huelga general (23-6-1983)

El Gobierno chileno ha estudiado las consecuencias políticas y diplomáticas de una eventual declaración del estado de sitio en todo el país, que ya rigió durante seis años entre el 11 de septiembre de 1973 y la misma fecha de 1979, y está dispuesto a adoptar esta medida si en las próximas horasadvierte que la huelga general convocada para hoy se extiende y escapa a su control. La tranquilidad es completa en todo el país, con una población por una parte desinformada y atareada por otra con los temporales que han arrasado algunas provincias; ha sido cerrado el puerto de Valparaíso y sólo en Santiago ya son cuatro los muertos arrastrados por las riadas.

Ni una sola palabra han podido filtrar los medios informativos sobre la convocatoria de huelga para hoy. Los sindicatos convocantes están luchando por sacarla adelante por teléfono, boca a boca o con algunas mínimas octavillas distribuidas en las poblaciones obreras del extrarradio de las ciudades. Las oficinas del ilegal Comando Nacional de Trabajadores (CNT) en Santiago permanecen abiertas, en un constante trajín de abogados, dirigentes sindicales y periodistas extranjeros, pero resultan harto difíciles las asambleas en centros fabriles importantes, y los sindicatos carecen todavía de una infraestructura clandestina de movilización y propaganda.La férrea censura de Prensa, a la que el régimen dio el pasado sábado otra vuelta de tuerca, ha motivado una circunloquial respuesta del colegio de periodistas lamentando que las nuevas normas dictadas por el Ministerio del Interior provoquen un retroceso en el desarrollo que venía experimentando el debate nacional.

Junto a la desinformación debe considerarse el factor de la posible pérdida del empleo, decisivo entre los trabajadores chilenos. Con un 30% de desempleo y con las calles de Santiago convertidas en un zoco de venta ambulante, llenas de parados de treinta años que venden a las nueve de la noche platillos de ensalada de tomate con huevo duro, la amenaza de despido sobre los huelguistas tiene efectos psicológicos importantes.

Heredera de la DINA

La Central Nacional de Investigaciones (CNI), heredera de la ex tinta DINA (policía política), está llevando a cabo una auténtica cacería de dirigentes sindicales, con una metodología extraída de las películas sobre los años treinta en Chicago: nocturnidad, puertas derribadas, exhibición de armas, no identificación de los numerosos agentes de paisano que se llevan al detenido, etcetera.

Otros cinco líderes sindicales han sido apresados en la madrugada del martes en estas circunstancias, entre ellos el presidente de la poderosa Confederación Nacional de Dueños de Camiones, convocante de la huelga de hoy y cuya detención se justifica para "... establecer la efectividad de una declaración pública que se le atribuye y en la que el dirigente habría incitado a cometer delitos contra la ley de seguridad del Estado". Dos dirigentes sindicales de la construcción no estaban en sus domicilios cuando los agentes de la CNI echaron la puerta abajo.

La ministra de Educación, Mónica Madariaga, anunció ayer un paquete de medidas, desde la amonestación a la expulsión de las aulas, contra quienes llamen o participen en la paralización de actividades universitarias.

La amenaza comunista

El Gobierno ha anunciado para enero de 1984 una rebaja de dos puntos en el impuesto único que grava los ingresos de los trabajadores, más otras desgravaciones fiscales por imposiciones a plazo fijo, adquisición de viviendas, educación de los hijos, etcétera. Y ha autorizado aumentos en las tarifas de los transportes de superficie, cuyos propietarios sindicadospatrocinan la huelga de hoy. El bombardeo de los medios de comunicación sobre la amenaza comunista y la ausencia de respeto a los derechos humanos en Polonia resulta ya estomagante. En un país donde está proscrita la venta del más inocente manual histórico de marxismo, los niños preguntan a sus padres qué quién es ese señor calvo y con perilla que sale todos los días por televisión anunciando catástrofes: Lenin. Políticos democristianos se quejan amargamente de toda la propaganda subliminal que el Gobierno de Pinochet le está haciendo, sin pretenderlo, al partido comunista, que por asociación de ideas puede terminar siendo identificado por las nuevas generaciones como la única oposición al régimen.
La mayor arma propagandística del régimen la constituye ahora la lista de 128 exiliados autorizados a regresar al país.

De entre ellos, el más prominente, Andrés Zaldívar, presidente de la Internacional Demócrata Cristiana, ha declarado en Nueva York, donde se encuentra dictando conferencias, que regresará de inmediato a Madrid, recogerá a sus hijas y volverá a Santiago.

Las malas lenguas de la política chilena aseguran que Pinochet autorizó su melta para que se pelee con Gabriel Valdés, actual presidente de la democracia cristiana. Son dos personalidades tan descollantes coimo competitivas por la herencia de Eduardo Frei.

La huelga general de hoy, finalmente, será en buena parte lo que quiera el régimen. Si vuelven a salir a la calle los pistoleros de la CNI, caerá sobre el país el estado de sitio "para evitar mayores desmanes"; si la respuesta a la huelga es pequeña, los sindicatos ilegales habrán quemado apresuradamente una de sus mejores cartas al coste de una represión desproporcionada.

Los políticos pueden acabar teniendo razón al estimar queno ha llegado todavía el momento de una confrontación abierta con el régimen.

El general Pinochet caerá cuando lo pacten los militares con la Multipartidaria. Pero los rotos que gritan "¡Viva Chile, mierda!" por las calles no parece que vayan a tener su hora en la huelga general de hoy.

22/6/83

Los sindicatos llaman a los trabajadores a iniciar mañana una huelga general e indefinida contra Pinochet (22-6-1983)

El Comando Nacional de Trabajadores y el Consejo Nacional de Transportes Terrestres, las dos mayores fuerzas sindicales del país, han llamado a los chilenos a la huelga general indefinida para mañana jueves. Toda la mañana de ayer fue un continuo y a veces histérico y contradictorio conciliábulo en las semiclandestinas oficinas que albergan a los prohibidos partidos políticos, en el centro de Santiago, para dilucidar esta nueva prueba de fuerza, acaso definitiva, contra el régimen del general Pinochet. A última hora de la tarde se anunció la detención de Adolfo Quinteros, principal líder de los transportistas.

Algunos sectores democristianos, muy influyentes en la Multipartidaria, no estiman oportuna la huelga general, por creerla prematura, y hubieran visto con mejores ojos una protesta limitada al transporte de superficie. Pero los dirigentes sindicales, muy golpeados estos días por la represión gubernamental, han forzado el llamamiento a la huelga general.El Comando Nacional de Trabajadores integra a la mayoría de los mineros del cobre y a varios sindicatos de empleados público y privados; el Consejo Nacional de Transportes Terrestres agrupa a poderosos sindicatos de camioneros, taxistas, conductores de autobuses -la mayoría son sindicatos de propietarios-, que hace diez años sembraron la ruina del Gobierno de Unidad Popular con sus huelgas, que dejaban desabastecidas las ciudades.

Las detenciones de dirigentes sindicales han colmado la paciencia de los greínios. El lunes, Hugo Estivales, un minero de origen vasco, administrativo en la mina El Teniente, la mayor mina de cobre del mundo, era interrogado por los enviados especiales en Santiago antes de declarar ante el juez que finalmente decretaría su prisión:

"¿No teme que las protestas endurezcan aún más la posición del régimen?".

"Al régimen, lo único que le falta para endurecer su posición es enyesar el tomo de la Constitución".

Estivales, segundo en la dirección del Comando Nacional de Trabajadores, ingresó en la cárcel pública de Santiago, y en cinco días el juez que instruye su caso decidirá si continúa encarcelado hasta la vista de su juicio o se le otorga la libertad condicional. También en la tarde del lunes se cumplió el plazo legal para Rodolfo Seguel, principal dirigente de los mineros del cobre, y el juez le comunicó su prisión incondicional hasta la celebración de su causa por supuesta incitación a desórdenes públicos.

Otros cinco dirigentes sindicales han ingresado igualmente en la cárcel. Roberto Carvajal, otro minero cuprífero, ha tomado la dirección del Comando Nacional de Trabajadores y de la Confederación de Trabajadores del Cobre. Las detenciones estaban previstas por los dirigentes sindicales y se habían tomado previamente las medidas oportunas para que no quedara descabezado el movimiento de oposición al régimen.

Temor y expectación

En cualquier caso, la convocatoria de huelga general se contempla con temor, en el acelerado y gaseoso mundo político de Santiago. Muchos habrían preferido la consolidación de una multisindical, todavía en gestación, que agrupara a los múltiples sindicatos divididos y a veces enfrentados por querellas tácticas, en su lucha contra, el régimen. También se estima que la Multipartidaria no ha avanzado aún lo suficiente en sus contactos con las fuerzas armadas corno para poder controlar una hipotética sustitución del general Pinochet.La policía política, DINA, fue en su día suprimida por presión de los propios rnilitares, que se sentían espiados. Hoy, aunque atenuada, esa vigilancia continúa, y los contactos; entre políticos de la oposición y militares destacados son practicamente inexistentes a Multipartidaria, así, preferiría esperar un tiempo hasta haber consolidado puentes de diálogo con las cúpulas del Ejército.

Los líderes sindicales, por su parte, han optado por cabalgar la ola de la protesta nacional del martes 14, que alcanzó a las barriadas nobles de Santiago y a la antaño próspera clase media chilena. La suerte está echada, y por el restablecimiento de la democracia y el cambio de la política económica los chilenos han sido convocados a la primera huelga general de los últimos diez años.

Pinochet, preocupado

Es absolutamente imprevisible la respuesta popular a esta convocatoria y aún menos predecible la respuesta de Pinochet, hombre de reacciones viscerales y con una visión providencialista de su presencia en la vida política chilena. No obstante, se sabe de su preocupación. Testigos presenciales comentaban ayer a EL PAÍS que, paseando su despacho en la Moneda, Pinochet decía a sus ministros: "Bueno, piden la democracia, piden otra política económica, pero nadie pide que yo me vaya".De lo que se trata ahora es de "venderle" a Pinochet la idea de su sacrificio personal, para que emule a Bernardo O'Higgins, el padre de la patria, primer presidente del Chile independiente, que renunció a su cargo ante la presión de la burguesía, que reprochaba su autoritarismo, y fue a morir al exilio en el Perú. "Lo peor del caso", se comenta, "es que Pinochet tiene que irse a morir a Paraguay. Y eso no le convence".

En la tarde del lunes, Pinochet reunió en el palacio de la Moneda a todos los generales de las tres armas en un almuerzo, sin que haya trascendido lo tratado, ni siquiera a los dirigentes de la Multipartidaria. Pero la comida se tiene en Santiago como absolutamente excepcional.

Andrés Zaldívar regresará

Los directores de diarios y revistas han recibido nuevas y severas normas de censura que proscriben toda información referida a los opositores del régimen, y ayer, en la nueva política pinochetista de palo y zanahoria, el ministro del Interior dio a conocer una lista de 120 exillados que podrán retornar al país. Entre ellos se encuentran Andrés Zaldívar, presidente de la Internacional Demócrata Cristiana, actualmente en Madrid, y Carlos Briones, ministro socialista del Interior en el Gobierno de Salvador Allende.

20/6/83

La dictadura chilena, empeñada en encerrarse en su 'bunker' y en incrementar las medidas represivas (20-6-1983)

Desde la noche del domingo, el Ejército chileno patrulla las calles de las ciudades para hacer respetar el toque de queda sobre circulación de automóviles que, aun estando vigente, había caído en desuso. Los peatones pueden circular libremente en la noche, pero los vehículos, entre las 2 y las 5.30 de la madrugada, sólo pueden hacerlo bajo autorización especial. Esta queda para coches, ha sido ampliada y se ha encargado al Ejército de exigir rigurosamente su cumplimiento.

Estas medidas, junto con la detención de otros tres dirigentes sindicales (los dirigentes sindicales agrícolas Opazo y Oróstica y el de la construcción Troncoso), más los despidos en las minas de cobre (que se elevan oficialmente a 3.300) y la militarización de las explotaciones, revelan claramente que el régimen se encierra aún más en su bunker.Los mineros de Chiquicamata deberán declararse hoy en la huelga, aun cuando las condiciones de su protesta son dificiles. Chiquicamata es una explotación aislada en los desiertos safitrosos del norte del país, virtualmente bajo ocupación militar y con un sindicalismo dividido respecto a las prácticas de lucha contra el régimen.

Precisamente para coordinar a todos los gremios se está gestando aceleradamente una multísindical. Hugo Estivales, segundo de Rodolfo Seguel en la dirección sindical del cobre, anunció el sábado en conferencia de prensa que "el comando nacional de trabajadores -que agrupa a los sindicatos más agresivos políticamente- se plegará activa y combatientemente al comando multigremial que será formado por todos los hombres del trabajo de Chile".

En la misma alocución, el secretario general de la Confederación de Trabajadores del Cobre, Roberto Carvajal, reiteró que nuestra demanda básica sigue siendo el restablecimiento de la democracia. La confederación quiere señalar que el encarcelamiento de nuestro presidente Rodolfo Seguel, los despidos masivos de trabajadores, la declaración de zona bajo control militar de las minas, la represión y el amedrentamiento es la respuesta que el Gobierno ha dado a las demandas de los trabajadores".

Por su parte, el general Enrique Montero, ministro del Interior, al anunciar las nuevas medidas represoras insistió en la absoluta prohibición de las actividades políticas.

Sobre el regreso de exiliados los analistas del pinochetismo carecen de esperanzas. No es la primera vez que Pinochet anuncia medidas de generosidad para la readmisión de ciudadanos, y las experiencias anteriores indican que en un año podrían reingresar al país unos 500 chilenos sobre un total de 70.000. Además, en el norte y en el sur del país existen comunidades de desterrados por el Gobierno, con residencia obligatoria en pueblos del desierto o de los glaciares australes, sobre quienes nadie ha prometido nada. En algunas de estas comunidades se han iniciado huelgas de hambre.

El fin de semana en Santiago ha sido un continuo trajín de reuniones clandestinas, con la CNI (Central Nacional de Investigaciones) pisando los talones a líderes políticos y sindicales que han aplazado citas, viajes, reuniones sociales, descansos, para diseñar urgentemente una estrategia común ante la resaca que está dejando la segunda jornada de protesta del pasado martes y preparar la del 11 de julio, que coincidirá con el aniversario de la nacionalización del cobre por el Gobierno de Unidad Popular de Salvador Allende. La Multipartidaria, siempre en un deliberado segundo plano, y el Comando Nacional de Trabajadores, como punta de lanza, no quieren forzar el tren de la protesta y bucan continuar sometiendo al régimen a una demolición por desgaste lenta y controlada, que separe a Pinochet y su guardia de duros de la jefatura más sensata de las fuerzas armadas.

Los santiaguinos, finalmente, han arrebatado las entradas para escuchar a Joan Manuel Serrat el próximo primero de julio en el teatro Napolitano. La retransmisión del recital ha sido desaconsejada desde la Moneda.


19/6/83

El presidente Belaúnde iza en Ayacucho la bandera de Perú (19-6-1983)

A 200 metros de la terminal de. Ayacucho, sobre el cemento del aparcamiento, hacemos fila con nuestras pertenencias frente a una sección de paracaidistas de la Fuerza Aérea peruana, armados con fusiles de asalto soviéticos Kalasnikhov, y una pareja de pastores alemanes sospechosamente apacibles. Cuando somos suficientes, un altavoz exterior de la torre de control nos obsequia, a la intemperie, con sones andinos, negándose a que perdamos del todo el sabor plastificado de los viajes de la aviación civil, mientras un paracaidista revisa pasajes y documentos moviendo los labios al leer. Cruzando varios pozos de tirador, levantados con sacos terreros, se accede a la terminal y, pegada la fila de viajeros a la pared, un oficial y un soldado registran los equipajes hasta el aburrimiento, buscando sin éxito dinamita o pasta básica de cocaína, y dejando estúpidamente de indagar bajo las faldas de las indias viejas e inescrutables.Obtenida la tarjeta de embarque, los viajeros son acorralados contra un culo de saco de la planta baja, en la que hay 10 filas de sillas. Desde la galería del piso superior vigilan más soldados, arma al brazo. La cafetería sólo tiene uso militar y has de pedir permiso para salir de la ratonera de espera, cruzar el desierto vestíbulo y acceder a los servicios. Mejor es aguantarse. Lo insoportable es el soroche, el mal de altura, que te anuda pulseras y esclavas de plomo en las muñecas y los tobillos y coloca una mano enérgica y dura contra la base del esternón y puntea la cabeza con un dolor sordo, itinerante y definitivamente convincente, inasequible a la corabina, al mate de coca o a las modestas aspirinas, y que de desarrolla con la batidora de los helicópteros que van despegando de la pista en las primeras luces. Como en un remedo andino de Indochina, ves levantarse los huey-cobra americanos de la Fuerza Aérea peruana, pintados de minio, en la mala película de siempre: Con las puertas correderas abiertas, una ametralladora anclada en cada flanco y sus servidores sentados en los quicios de los vanos, con las piernas colgando en el vacío.

Un minuto de dulce y amodorrado silencio para todos cuando se dispara hacia las colinas el último helicóptero antes de que adviertas que la indita de huesos blandos y piernas deformes, que anda a cuatro patas como un perro, serpentea ahora extrañamente como un reptil buscando en el suelo el precario refugio de una escupidera de aeropuerto, y que desde el fondo de su cerebro rebota en los oídos el tableteo de una ametralladora, acompañado del estampido seco de las pistolas. Los viajeros que aún esperaban su turno de registro corren hacia el culo de saco donde esperamos los restantes. Vemos a través de las cristaleras cómo la guardia exterior, de un salto y con sus perros, se refugia tras los sacos terreros. La vigilancia del piso superior desaparece dando portazos. Los paracaidistas del vestíbulo saltan las vallas de las terminales de equipajes y, se lanzan hacia la pista. Un oficial, con su radiotransmisor atora do en el cinturón, a la altura del coxis, habla por él a gritos, doblándose sobre sí mismo mientras intenta correr. A las voces imperantes de "¡siéntense, siéntense!", los viajeros que no están ya en el suelo toman circunspectamente asiento, mirando amorosamente las losetas y las esquinas. El madrugón, el soroche, las indias quechuas que llevan patatas y azúcar a la desabastecida Lima, los horrísonos helicópteros, la siempre, infantil parafernalia militar nos habían hecho olvidar por unos momentos que esperábamos un avión civil en el aeropuerto militarizado de Ayacucho.

Tres periodistas, tres extranjeros

Veinticuatro horas antes, en la mañana del domingo, Abel, un ayacuchano menor de 15 años que sabía unas palabras de quechua y no muchas más de castellano, limpiaba los zapatos de tres periodistas bajo el tibio sol en la plaza de Armas de la ciudad: Juan Carlos Algañaraz, argentino-vasco-español y subdirector de Cambio 16; Carlos Lareau, un estadounidense de origen vasco-canadiense, delegado en Lima de la agencia Efe, y este cronista. Al llegar al aeropuerto, los tres fueron retirados de la fila de viajeros flanqueada por paracaidistas, sus pasaportes fueron anotados con parsimonia y su presencia comunicada por radio a la ciudad. En ella, el hostal Santa Rosa, caserón propiedad de Paco, un vasco que hizo algún dinero tras años en la selva trabajando el cacao y que alberga desde hace un año a la Prensa internacional, está vacío. Sólo quedan en la ciudad los periodistas nativos. A uno de ellos -Luis Morales, corresponsal del diario izquierdista Marka- ya le han colgado varias veces de su puerta el perro ahorcado, símbolo de la muerte próxima, y le han volado con dinamita los dinteles por tres veces. Cuando el general-gobernador, Clemente Noel, se cruza con él en la calle, le sonríe; sus edecanes le cuchichean: "Te vamos a sacar la mierda del cuerpo. En la primera ocasión que te descuides te vamos a dar un par de tiros".Paco, ya avezado a su inusual y reciente clientela, da la novedad: "El prefecto me ha invitado por escrito para que acuda a las nueve a la plaza de Armas para izar la bandera. Me parece que viene el presidente Belaúnde". A las ocho y media están los periodistas en la plaza limpiándose los zapatos. Por las calles, patrullas de sinchis, guardias civiles, guardias republicanos, soldados regulares, tanquetas color arena y azul mahón. Los ayacuchanos que caminan a nuestro lado son desviados de numerosas calles, mientras se ignora a los periodistas como si fueran invisibles. Es obvio que funcionan los radiotransmisores de campaña.

La plaza de Armas nunca lo fue tanto: Entre los jardincillos alrededor de la estatua ecuestre al mariscal Sucre sólo se advierte la presencia de los tres periodistas, Abel, la loca Ernestina y algunos cientos de soldados de aspecto fiero. La loca Ernestina tiene poco más de 30 años, chola, renegrida, andrógina, podría parecer un pobre muchachito. Con una sonrisa de oreja a oreja y al grito de "¡papito, papito!" busca algún misterioso diálogo redentor de su locura. El primer día que el general Noel accedió a la plaza de Armas de Ayacucho para izar la bandera rojiblanca peruana y dejar bien claro quién mandaba aquí, la loca Ernestina le abrazó a mitad de la ceremonia babeándole su angustioso "ipapito, papito!".

Abimael Guzmán, filósofo y senderista

La plaza, cuadrada, bellísima, con soportales, es como toda la ciudad, una réplica en los Andes centrales de cualquier pueblo burgalés o soriano. En sus cuatro costados se levantan los vetustos edificios con balconadas de la preceptura, el ayuntamiento y la universidad de San Cristóbal de Huamanga, donde impartió clases de Filosoria Abimael Guzmán, fundador de Sendero Luminoso, y que ha sido vivero, entre maestros y discípulos, de esta comprensible demencia maoísta entre los abandonados indios quechuas y aymerás. Aquí redactó Abimael su tesis sobre marxismo y conoció, ya maduro, a la muchacha de 14 años que convirtió en su esposa (no tiene hijos). Y aquí todavía el general Noel detiene a un médico acusándole de asistir con diálisis a Abimael en su ignorado escondite cuando en esta ciudad de 70.000 habitantes no hay medios para hacer un análisis de orina.Desde la balconada de la prefectura un oficial convoca repetidamente por los altavoces a la ciudadanía para congregarse en la plaza y rendir homenaje a la bandera. Hacia las 10 de la mañana la plaza está desierta de civiles y abarrotada de militares; cuando llega el arquitecto Fernando Belaúnde Terry, por segunda vez presidente constitucional de Perú, se pueden contar los curiosos no un¡formados en poco más de un centenar. Belaúnde se apea de un microbús erizado de fusiles, e inmediatamente se colocan a sus espaldas, en uniforme de campaña, los generales Brush (ministro de la Guerra y primo hermano del general Noel) y Briceño, presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, gigantesco y con la misma delicadeza de facciones de un blindado. Percovich, ministro del Interior, farmacéutico, visionario de la Virgen María, según confesión propia y televisada, también acompaña a la comitiva. Unas 50 personas entre oficiales y jefes de las distintas armas y servicios, y gorilas en mangas de camisa y con metralletas en la mano, siguen a Belaúnde, quien da cuatro pasos levantando la mano, comprueba que carece de público, y corta a toda prisa en diagonal hacia el centro de la plaza para izar la bandera, mientras se canta el himno nacional. El oficial de la balconada clama pór la megafonía resaltando la emoción del momento ante todo el pueblo de Ayacucho y los extranjeros presentes (exactamente tres). Casi a paso de marcha todo el grupo regresó hacia la prefectura. La loca Ernestina, gritando "¡papito, papito!", se lanza sobre la acelerada comitiva. La arrollan, cae al suelo, abre una boca descomunal en un alarido silencioso, alza sus piernas pataleando. Todos nos detenemos; Belaúnde sonríe sin saber qué hacer; dos jefes del Ejército la levantan del suelo mientras estalla el llanto y el alarido "¡ay papito, papito!".

Prácticamente a la carrera subimos todos a la balconada de la prefectura y en tres minutos desfilan las tropas al paso de la oca. Otra vez a ritmo gimnástico hasta la plaza, donde los periodistas de la ciudad y los tres extranjeros casi sujetamos indebidamente al presidente contra su furgoneta:

"¿A qué ha venido?".

"A demostrar que la única bandera que puede ondear en Ayacucho es la constitucional del Perú".

"¿Habrá elecciones en este departamento?".

"Por supuesto. Y quiero estrechar la mano del alcalde Jáuregui, que es un ejemplo y una esperanza para todos los ayachucanos".

Se acerca el alcalde Jáuregui, extiende mecánicamente el brazo, cuya mano aprisiona largamente Belaúnde. Todos pensamos que Jáuregui se va a caer al suelo si le siguen estrechando la mano. Pálido, con la boca torcida en un rictus ensalibado, no dice palabra, ni puede. Se le advierten en la cabeza los costurones de los dos tiros en la nuca que recibió de los senderistas en el pasado diciembre cuando paseaba por una calle de Ayacucho, y de los que ha sobrevivido milagrosamente, pero con lesiones irreversibles.

"'¿Algo más, señor presidente?".

"Nada, saludar a este maravilloso pueblo de Arequipa" (el departamento vecino. Parece cierta la versión que te dan en Lima sobre la arterioesclerosis de Belaúnde y su principio de Parkinson).

Belaúnde monta en la furgoneta erizada de ametralladoras y toda la comitiva abandona rápidamente la ciudad. Todo ha durado 20 minutos.

Darse por muertos

Al rato comienzan los indios a salir de sus casas y a abrir sus tiendas en los soportales de la plaza. 

"¡Elecciones. Aquí no va a votar nadie. Y quien se presente a alcalde ya puede darse por muerto". 

"¡La guardia civil!; se llevan a nuestros jóvenes y prostituyen a nuestras muchachas".

"¿Sendero ... ?", y se hace un silencio entre atemorizado y respetuoso.Al día siguiente, la Prensa limefla da cuenta del gesto gallardo del presidente Belaúnde presentándose en Ayacucho, del calor popular con que fue recibido y de que a 30 kilómetros de la capital los senderistas han degollado ese mismo día a 16 campesinos. El diarioMarka coincide en el balance de la degollína, pero estima que los muertos lo fueron por acción de las fuerzas gubernamentales. La discrepancia no hace mover las cejas a ningún juez de Lima, ciudadcalcutizada, según expresión de su clase dirigente. En Ayacucho la noche cae rápidamente, como una losa, sobre columnas de camiones que regresan habitantes desde el campo antes de que cierre la queda de las 10 de la noche.

Desde las discotecas, a cuya salida sinchis y guardias republicanos dirimen a tiros sus preferencias alcohólicas sobre las muchachas de Ayacucho, se escucha a Ana Torroja, de Mecano, cantar Maquíllate, en el vértigo de los Andes centrales peruanos, o a José Luis Perales entonar sus baladas. La Guardia Civil vigila sus tanquetas, que más de una noche han sido cubiertas con panfletos de Sendero. 500 muchachos están presos en el cuartel de Los Cabitos, donde tiene su sede el cuartel general de Clemente Noel. Próximo, el hospital de donde sacan a tiros a los presuntos senderistas que ingresan heridos.

Al amanecer, al aeropuerto, a los controles, a los helicópteros que revientan en la cabeza el soroche y al tiroteo, las carreras y los gritos. Recuperado apenas de los sustos, preguntas a un adormilado funcionario de Aeroperú:

"Qué está pasando aquí, por favor?".

"Nada, no pasa nada; de cuando en cuando pegan unos tiros para ver si la guardia del aeropuerto está alerta".

"¿Y siempre lo hacen con público?".

"Lo hacen cuando quieren; les gusta jugar a esta guerra".

La paz reina en Ayacucho y flamea tranquila la bandera del Perú, izada por el presidente Belaúnde.

Pinochet ofrece a los chilenos un poco de libertad y promete más mano dura a quienes se le opongan (19-6-1983)

El presidente chileno, general Augusto Pinochet, anunció en la noche del viernes, en una alocución radiotelevisada a todo el país, un paquete de mínimas medidas liberalizadoras de su régimen. El punto más importante de sus promesas consiste en la ampliación del cupo de exiliados que pueden regresar a Chile. Prosigue entretanto la tensión minera y se han producido nuevos arrestos de líderes sindicales.

De pie tras un podio, con cuatro edecanes a su izquierda, el general Pinochet pronunció un discurso perfectamente definido en dos partes. En la primera, con tonos apocalípticos y voz exaltada, formuló una ringlera de amenazas contra quienes quieren perturbar el orden, político.Acogiéndose en dos ocasiones ,"a la congoja económica" que afecta al mundo, para justificar la ruina del país, descartó cualquier posible modificación del proceso constitucional aprobado por referéndum en 1980. Hablando siempre en primera persona y sin mirar jamás a las cámaras, anunció haber ordenado al ministro del Interior la adopción de medidas de dureza contra quienes alteren el orden público y contra las autoridades universitarias que no ejerzan su autoridad en los campus.

Y prometió todo el rigor de la ley para quienes alteren la libertad de trabajo y la vida política. "Con el rigor que emana del mandato que la Constitución me otorga", dijo, "rechazo todo camino que signifique modificar la proposición que el pueblo aprobó en los históricos comicios de 1980; y este rechazo comprende a aquellos que quieren desconocer la legitimidad de la Constitución, acortar los plazos o pretender darle un sentido distinto del que tienen". En la segunda parte de su discurso, elaborado con las medidas del palo y la zanahoria, Pinochet, con voz más calmada, anunció que "he ordenado que se revise inmediatamente el sistema de autorización para el reingreso de exiliados, de manera que puedan volver a su patria los que se encuentren en tal situación y así lo soliciten, con excepción de los activistas, los terroristas y aquellos que han participado directamente en la campaña contra Chile". El Gobierno de Santiago cifraba ayer optimistamente en menos de 10.000 el número de exiliados reales.

En el mismo orden de promesas, Pinochet anunció su propósito de continuar avanzando en el estudio y promulgación de leyes orgánicas constitucionales, y más concretamente prometió que será levantado el secreto que pesa hasta ahora sobre el trabajo de las comisiones legislativas, para que el pueblo pueda conocer el desarrollo de la discusión de las leyes. Finalmente, anunció el levantamiento de la obligatoriedad de autorización previa para la edición y distribución de libros.

Libertad para leer

En la mitad condescendiente de su discurso ha llamado la atención un pasaje que puede dar alguna satisfacción a los que le reprochan lo corrupto de su régimen, cuando afirma que "el Gobierno reitera su decisión de someter a los procesos judiciales que correspondan a quienes hayan desbordado la ley en el campo económico".

Se estima en Santiago que esto es lo máximo que se puede obtener del dictador.

Como Franco, sabe que carece de retirada. Pinochet o se mantiene en el poder hasta 1999, como promete, o sus propios conmilitones tendrán que organizarle una prisión de lujo en el país, porque no cabe ni el exilio ni una retirada digna y tranquila en el propio Chile. Así las cosas, la oposición chilena se prepara para sufrir un aumento de la represión, dado que las jornadas nacionales de protesta continuarán indefinidamente.

La huelga del cobre se está cumpliendo con variado éxito, y al margen de las guerras de cifras entre el Gobierno y los sindicatos ilegales, !lo cierto es que a los 800 despidos de la mina El Salvador ya hay que sumar otros 1.500 en El Teniente y La Andina, entre ellos el de Hugo Estivale, segundo de Rodolfo Seguel en la dirección obrera. Otros dos líderes sindicales, Sergio Troncoso, de la construcción, y Carlos Opazo, campesino, fueron detenidos ayer. La explotación cuprifera de Chuquicamata, que anuncia para mañana su huelga de 24 horas, ha sido declarada bajo intervención militar.

18/6/83

La huelga de los mineros chilenos del cobre se extiende a las cuencas más importantes (18-6-1983)

Por primera vez en diez años, los trabajadores chilenos del cobre han ido a la huelga. En la mina El Salvador se inició el paro el jueves con un 19% de ausencia al trabajo, según el Gobierno, y un 95%, según la Federación Nacional de Trabajadores. Ochocientos mineros de El Salvador han sido fulminantemente despedidos, en un momento económico en el que estar parado en Chile implica una opción segura al hambre.Pese a las represalias, se ha extendido la huelga al resto de la explotación de El Salvador y a las minas Andina y El Teniente. Los mineros de Chuquicamata decidieron sumarse a la huelga de 24 horas el lunes o martes próximos. Los trabajadores cupríferos reclaman así la libertad de su líder Rodolfo Seguel, detenido al finalizar la segunda jornada nacional de protesta contra el régimen.

Pero la huelga adquiere otra dimensión, al ser la primera que afronta el Gobierno de Pinochet -y en un sector estratégico como el cobre- desde el derrocamiento de la democracia y el Gobierno de Unidad Popular de Salvador Allende. Las inmediaciones de las minas están tomadas por las tropas y los carabineros, aunque no se han producido incidentes. El Ejército podría intervenir en algunos sectores de las explotaciones que exigen mantenimiento coritinuado.

Rodolfo Seguel, desde la cárcel pública de Santiago, se felicita de que "los trabajadores me han respondido", descalifica los vandalismos de la segunda jornada de protesta y rechaza las acusaciones del Gobierno: "Yo no soy comunista. Los que protestan, tampoco. Sólo queremos que esto cambie".

Antes de regresar a Santiago, desde la localidad de Vallenar, a 600 kilómetros al norte de la capital, el general Pinochet volvió a amenazar a su pueblo. Con su modulación agresiva e irritada cerró su gira de tres días por la región de Atacama con las siguientes palabras: "Como tengo a los señores periodistas aquí, voy a decir algunas cosas. Algunos dirigentes sindicales propusieron ir a un paro, que acabo de constatar ha fracasado, porque llega aproximadamente al 15% el personal que se ausentó del trabajo. Como esto no está dentro de la ley, estos señores están despedidos. Pero lo lógico sería tomar a los que llevaron a este paro. A los que llevaron a estos pobres hombres a crearse un problema propio".

"Vamos a tomar medidas..."

Y siguió: "Porque no son ellos los que se resienten, es la mujer y la familia. El Gobierno no ha querido emplear la fuerza. El Gobierno llama siempre a la cordura. Pero cuando estos cabezas duras no quieren entender, entonces hay que aplicarles la mano dura. Que la sientan, que la aprecien y que vean que el Gobierno está díspuesto a cualquier cosa. Detrás de todo esto están los políticos. Estos caballeros que lanzan a los pobres estudiantes, a los trabajadores, mientras ellos se quedan esperando detrás a ver cómo les va. Yo creo que también les va a ir mal ahora. Vamos a tomar algunas medidas, porque no se puede aceptar que sigan actuando y sigan toda la vida buscando algo para ellos. Esto tiene que terminarse de una vez por todas".

Es uno más de los discursos a los que Pinochet tiene acostumbrados a los chilenos, y retrata nítidamente la filosofía política y hasta la cultura del autor. Particularmente cuando se afirman estas cosas como jefe del Estado de un pueblo con tradiciones democráticas seculares y que, por añadidura, se precia con justicia de hablar un excelente castellano.

Sobre los sucesos del martes, un ex ministro de Eduardo Frei comentaba a EL PAIS: "La Central Nacional de Informaciones, antigua DINA, ha reclutado a todo el lumpen de Santiago y Valparaíso. Es obvio que los echaron a la calle el martes para desvirtuar una protesta. Pero cada día engañan a menos gente".

17/6/83

Huelga nacional de los trabajadores del cobre chileno tras la detención de Rodolfo Seguel (17-6-1983)

Los 22.000 trabajadores del cobre irán hoy a una huelga de 24 horas como protesta por la detención de su líder, el presidente del ilegal Comando Nacional de Trabajadores (CNT), Rodolfo Seguel. Han quedado así paralizadas las actividades en las grandes minas de Suquicamata, El Teniente, La Andina y El Salvador.

La mayor parte de la plantilla de esta última explotación adelantó la huelga no entrando ayer a sus tajos, por lo que unos 500 trabajadores han recibido sus cartas de despido. Las huelgas por motivaciones no estrictamente económicas están prohibidas en Chile, y en sectores considerados estratégicos, como la extracción de cobre, están prácticamente vetadas, sea cual fuere la motivación.A las 11 de la mañana de ayer, hora de Santiago (cinco de la tarde hora de Madrid), el Comando Nacional de Trabajadores había anunciado una reunión inmediata para decidir la ampliación a otros sectores productivos de la huelga del cobre de hoy. También el sindicato que agrupa a los propietarios de camiones se mostraba proclive a secundar el paro del cobre.

Seguel recibe buen trato

La detención de Seguel, que recibe buen trato ha sido explicada oficialmente como una suspensión de la libertad condicional en la que se encontraba a raíz de la jornada de protesta del 11 de mayo.

Parecen por el momento disipados los temores de su extrañamiento del país, que provocaría una reacción aún más airada por parte del CNT, punta de lanza del rechazo popular al régimen. Se estima que el Gobierno chileno lo mantendrá en prisión hasta que pase la tercera jornada de protesta nacional el próximo 11 de julio.

Por lo demás es completa la normalidad en el país y van siendo gradualmente puestas en libertad la mayoría de las algo más de 1.000 personas detenidas el martes (más de 600 en Santiago y unas 400 en Valparaíso). La deliberada confusión auspiciada por la seguridad del Estado durante los incidentes del martes hace dificil estimar el número de muertos y heridos por arma de fuego.

La información oficial es prácticamente nula y el rastreo de los hospitales de Santiago (donde se produjeron los tiroteos de fuerzas parapoliciales contra aglomeraciones de ciudadanos) sólo arroja hasta ahora el saldo de las muertes de Patricio Yañez de 14 años, de Sergio Abarca, de 26, y de Patricio Ríos, de 21 años.

Ayer se daba por muerto, erróneamente, a Leopoldo Segovia, de 20 años, quien aún permanece con vida, descerebrado y con dos tiros en la cabeza. Un varón no identificado de unos 26 años, muerto a tiros, puede engrosar la lista de víctimas de los parapoliciales, pero no hay testigos de su muerte. En los hospitales de la capital se encuentran otros 12 heridos de bala en diferentes estados de gravedad.

El Gobierno del general Pinochet ha entendido perfectamente el tremendo desgaste que supone una jornada nacional de protesta cada mes y el reto del Comando Nacional de Trabajadores, que pone el rasero de sus exigencias en el restablecimiento de la democracia.

Los juristas critican la 'autoamnistia' de los militares argentinos (17-6-1983)

La Comisión Internacional de Juristas (CIJ) ha dirigido un mensaje al presidente de la República Argentina, Reynaldo Bignone, pidiéndole quereflexione sobre las consecuencias que podrían derivarse del proyecto de ley relativo a "la guerra contra la subversión y el terrorismo", presentado el pasado 28 de abril y en el que "los militares. se amnistían a sí mismos"."Parecería que el deseo principal de quienes proyectan la ley", argumenta la CIJ, "no sería tanto la extinción de acciones penales y de condenas impuestas por delitos políticos, con la consecuente liberación de los presos y retorno de los exiliados, como el que no se investiguen ninguno de los gravísimos delitos contra la vida y la integridad de la persona humana, que fueron cometidos a lo largo de estos años por funcionarios investidos de autoridad oficial -policías y militares- y que además actuaron en ese carácter oficial". Otro de los reproches es el impune borrón y cuenta nueva de la Junta en el caso de los desaparecidos.

16/6/83

Dos muertos y numerosos heridos en la jornada de protesta contra el régimen militar chileno (16-6-1983)

Las calles de Santiago amanecieron ayer tranquilas, aunque todavía con la presencia en el centro y en las poblaciones del extrarradio de fuertes contingentes de carabineros con perros e indumentaria antidisturbios. A las diez de la noche del martes aún no se había disipado del centro urbano la nube de gas lacrimógeno formada por los carabineros en su intento de evitar la concentración de manifestantes en esta segunda jornada de protesta contra el régimen del general Pinochet, y que se ha saldado nuevamente conel asesinato de dos ciudadanos (no murieron en enfrentamientos), al menos cuatro heridos de bala, un número indeterminado de contusionadoss que precisaron asistencia médica y 180 detenidos en la capital y 350 en todo el país, aunque la policía sólo da cuenta de la detención de 58 ciudadanos en Santiago.

La extraña deterición de Rodolfo Seguel, presídente del Comando Nacional de Trabajadores (CNT) y de la Confederación de Trabajadores del Cobre, podría abocar en una huelga general.Que Pinochet decidiera ausentarse de Santiago para una gira de tres días por el norte del país, donde amenazó de nuevo con endurecer su gobierno, hacía presagiar que la segunda jornada de protesta sería reprimida mediante el terror. Los carabineroa actuaron con firmeza y sin contemplaciones, pero los dos muertos del martes fueron acribillados desde automóviles no identificados cuando permanecían ajenos a cualquier disturbio. Patricio Yañez, de 14 años, fue asesinado a pocos pasos de su domicilio en la quinta transversal con la Octava Avenida, de varios disparos en el tórax, y Leopoldo Segovia, de 20 años, de tiros en la cabeza en la población de San Genaro de Reica, en las afueras de Santiago. Los restantes heridos de bala lo fueron igualmente por disparos efectuados desde automóviles sin matrícula y contra concentraciones pasivas de ciudadanos.

Seguel declaró antes de su de tención que la exigencia mínima para poner final a las protestas pasaba por el restablecimiento de la democracia. Rechazó la actual o lítica económica con la afirmación de que "se ha pretendido descalificar la justicia de nuestra lucha, ya sea otorgando mejoras para los sectores postergados o culpándonos de estar dirigidos desde Moscú". Seguel puso en conocimiento de los periodistas la circulación de panfletos injurisoso y amenazan tes contra sil persona, de los que había inforrriado por carta al ministro del Interior.

La política de terror contra las movilizaciones callejeras no está dando resultado. La jornada de protesta del martes ha superado en respuesta a la del 11 de mayo. Esta vez se han sumado los elitistas estudiantes de la universidad católica de Santiago que han roto con el miedo y han saludado brazo en alto y con gritos de "Heil Hitler" a los piquetes de estudiantes progubernamentales que salieron al campus con pancartas alusivas a la dirección comunista de la protesta.

En el barrio de Oriente -clase media alta-, cuyos habitantes son escasamente sospechosos de comunistas, se encendían y apagaban las luces de los balcones en un ritmo sincopado con las bocinas de los automóviles de importación. En un guiño mutuo se indica que el dinero ya no es pinochetista y que los chilenos han perdido el miedo. Incluso han recuperado el sentido del humor y la alegría de vivir: Tres cerdos perfectamente vestidos de uniforme, quepis incluido, fueron soltados en la Avenida Bernardo O'Higgins. Los paseantes se cuadraban y saludaban militarmente al paso de los cochinos antes de que los carabineros pudieran, tras algunas caídas,detener a los horrorizados puercos y meterlos en un furgón, también con destino desconocido.

La respuesta popular ha sido indudablemente superior a la del 11 de mayo en las poblaciones -villas miseria de los cinturones urbanos-, pese a que después del 11 de mayo el régimen volvió a abrir los campos de fútbol como prisiones preventivas de sospechosos. Hasta en un 40% se estima oficialmente la ausencia de escolares a sus centros de estudio y, al menos en Santiago, fueron evidentes los numerosos comercios cerrados y las aglomeraciones de ciudadanos en las paradas de los autobuses, a medias colapsados por la huelga y a medias por los miguelitos (trípodes de púas de acero arrojados en las calzadas para reventar neumáticos) desperdigados por los manifestantes más activos.

Todo el centro de Santiago fue el martes un ir y venir a la carrera de manifestantes y carabineros en un vals de concentraciones y dispersiones en el que los más jóvenes devolvían las granadas lacrimógenas disparadas por los guardias. En la periferia de la ciudad se levantaban barricadas con neumátícos incendiados, aunque la represión no vino de los carabineros, que repartieron palos a discrección, sino de las fuerzas parapoliciales que desde autos emboscados dispararon contra los grupos de gente.

Lenin en la televisión

La dialéctica gubernamental está absolutamente centrada en la atribución al partido comunista de la autoría de la convocatoria de protesta. Intermitentemente los canales de televisión emiten una fotografía de Lenin que se va aproximando amenazadoramente al telespectador sobre un fondo de pasos siniestros, de película de miedo, mientras un locutor lee párrafos del libro ¿Qué hacer?, en los que Vladimir Ilich recaba el apoyo de los indecisos; a continuación se emiten unos planos de las torres del Kremlin y sobre un fondo de viento ululante otro locutor cita al dirigente comunista chileno Orlando Villas y a su discurso desde Moscú del pasado mayo atribuyendo a los comunistas chilenos el éxito de la primera protesta popular.

Asimismo se pone especial énfasis en resaltar los incidentes violentos en una jornada de protesta que sus organizadores convocaron pacífica. En las poblaciones santiagueñas se han detectado visitas de parapoliciales repartiendo cócteles molotov, y algún autobús urbano ha sido incendiado a punta de pistola y con sospechosa y tranquila seguridad.

Pinochet, desde la ciudad norteña de Copiaco, ha sido tremendamente sincero. Con una voz increíblemente franquista (los mismos gallos, idéntica imprecisión de lenguaje, análoga voz escasamente militar) afirmó respecto a los políticos que "ligerito los vamos a mandar a sus covachas para terminar con sus problemas. Por ello creo que va a llegar el momento en que habrá que decirles: Señores políticos, vayánse de aquí, no los queremos más. Este camino lo vamos a cumplir. Y si es necesario que tenga que cambiar en un momento determinado, que tenga que endurecer el gobierno, lo voy a endurecer, cueste lo que cueste. No quiero hacer empleo de la fuerza. Quiero que nos demos cuenta por la razón que estamos caminando por una senda. Deseo que por la razón se den cuenta de que tenemos hitos que cumplir".

Pinochet acaba de elevar en un 5% los salarios de los empleados públicos (incluidas las Fuerzas Armadas) y su ministro de Hacienda ha anunciado un programa de trabajos públicos por 60 millones de dólares para aliviar el 30% oficial de desempleo, y mejores condiciones hipotecarias que beneficiarán a numerosas personas, antaño pudientes, y que ahora no pueden pagar sus deudas. Pero Chile ya ha acumulado la rnayor deuda externa per cápita de entre los países en vías de desarrollo, y hasta se teme que haya utilizado sus reservas de oro más allá de lo autorizado por el Fondo Monetario Internacional. Desde hace meses es Pinochet quien está escuchando el sonido del batir de cacerolas vacías.

Para los analistas del pinochetismo, sin embargo, no parece fácil la caída de este hombre-plaga, ni si quiera su sustitución por otro militar menos imbuido de mesianismo. Pinochet no parece un hom bre dispuesto a reconocer sus errores y, se encuentra secuestrado por un círeulo familiar capitanea do por su hija -otra caracteriología franquista- que no quiere saber nada de divisiones. Por otra parte, el Ejercito chileno está mucho más jerarquizado vertical mente que sus homólogos del cono sur. La intervención militar en Chile es menos institucional y más personal que la de los ejércitos argentino o uruguayo, y, por debajo de Pinochet, todavía no emerge ningún uniformado con autoridad suficiente como para desplazar a quien aquí se tilda ad nauseam de "su excelencia el jefe del Estado y del Supremo Gobierno".

Detención de Rodolfo Seguel, considerado el 'Walesa chileno' (16-6-1983)

En la noche del martes individuos que no han sido identificados echaron abajo la puerta del domicilio del dirigente sindical Hernán Meri, en el que se encontraba el líder de la multisindical chilena de oposición, Rodolfó Seguel, que ha dirigido la jornada de protesta del martes contra el régimen del general Augusto Pinochet.Seguel, de 29 años, casado, con dos hijos de 8 y 5 años, ayudante del cajero en la mina de cobre de El Teniente, con estudios primarios, dos años corno sindicalista de base y desde hace cinco meses una especie de Lech Walesa chileno, demócrata cristiano y católico testimonial, fue sacado de la casajunto con Hernán Meri y su chófer a punta de pistola.

Ya en la calle Hernán Meri fue dejado en libertad mientras los otros dos detenidos eran llevados a un lugar desconocido. El hecho de haber dejado en libertad a un testigo permitió suponer que se trataba de una de las abracadabradantes detenciones llevadas a cabo por la policía de seguridad del Estado y no un secuestro de fuerzas parapoliciales, que podría haber tenido consecuencias imprevisibles.

Con 50 enviados especiales en Santiago de las principales agencias, periódicos y televisiones occidentales, no era lógico esperar unadesaparición de Rodolfo Seguel, cuya detención oficial fue confirmada a primera hora de ayer, hora de Santiago, por parte de la dirección de Investigaciones.

Rodolfo Seguel, ya procesado por la primera jornada de protesta que tuvo lugar el 11 de mayo pasado, está sometido a una figura jurídica llamada encargatoria de reo, que en combinación con el atrabiliario artículo 24 de la Constitución pinochetista, coloca su destino en manos de los jueces hasta el extremo de poder ser extrañado del país, si bien esta posibilidad ha sido descartada por el director general de Investigaciones, general Fernando Paredes. El 2 de diciembre pasado fueron extrañados los dirigentes sindicales Manuel Bustos y Héctor Cuevas y el dirigente de los empresarios del trigo, Poblech.

Los trabajadores del cobre están conjurados para ir a la huelga en caso de que su máximo líder sea objeto de represalias por parte del régimen.

14/6/83

Fría acogida a Belaúnde en su visita a Ayacucho (14-6-1983)

Menos de cien personas recibieron el domingo en Ayacucho al presidente Belaúnde, que llegó inesperadamente a la ciudad acompañado por los ministros de la Guerra y del Interior y por el Jefe del Estado Mayor del Ejército. Mediante altavoces se convocó al pueblo ayachucano para acompañar al presidente en el acto de izar la bandera en la Plaza de Armas de la ciudad, pero la población se recluyó medrosamente en sus casas. Belaúnde tras una brevísima parada militar abandonó Ayacucho -no llegó a estar más de media hora- entre espectaculares medidas de seguridad.

Interrogado brevemente por los periodistas en plena plaza, Belaúnde negó que existiera una situación de guerra en el departamento, asegurando que el Ejército estaba allí sólo para garantizar una paz que había sido alterada y reestablecida. Dió por descontado que en noviembre habrá elecciones municipales en Ayacucho.En Lima se estima que las elecciones en Ayacucho serán imposibles, dado que quien se presente candidato sólo lo será a una muerte segura. Belaúnde, que reafirmó su apoyo a la gestión militar sobre el departamento, ha querido en esta visita relámpago desmentir la idea de que Ayacucho es una zona liberada de Sendero Luminoso, y dar una satisfacción a los militares acusados de violación de los derechos humanos. La oposición peruana ve con alarma esta crecientebordaberrización (del ex presidente uruguayo Juan María Bordaberry) de Belaúnde, al que cada día es más difícil ver en público sin algunos generales a sus espaldas.

Los diputados que han vuelto a Lima tras su visita a Ayacucho como acompañantes de los familiares de los ocho periodistas asesinados en Uchuracay muestran su desolación; pretendieron interrogar al general Noel -gobernador político militar- sobre las garantías jurídicas de sus presos (quinientos en el cuartel de Los Cabitos) y obtuvieron la contestación de que en Ayacucho no pueden regir las leyes hechas para tiempo de paz. Preguntado sobre las torturas a que son sometidos los supuestos senderistas detenidos no sólo no las desmintió, sino que argumentó: "¿Qué quieren, que los interrogue en el hotel Crillón?".

La militarización de la ciudad es absoluta y continúan las redadas indiscriminadas; el mismo domingo, pocas horas después de la visita de Belaúnde, al menos cuarenta jóvenes ayachucanos que paseaban su día de asueto por el parque de la ciudad fueron subidos a camiones militares y trasladados a los cuarteles para su interrogatorio. Al margen de los detenidos de los que se tiene noticia, comisiones de parlamentarios y familiares han denunciado documentadamente la "desaparición" de catorce ayachucanos tras su arresto por fuerzas de seguridad.

Cuzco, a oscuros

Cuzco quedó el domingo durante dos horas a oscuras en esta curiosa guerra de Sendero Luminoso contra la iluminación de las ciudades y las listas de bajas mortales (hasta 50 por semana en un solo departamento) ya son superiores a las de alguno de los conflictos centroamericanos. En la ciudad también estallaron varios artefactos.