25/6/83

Rodolfo Seguel (25-6-1983)

Rodolfo Seguel, casado, con dos hijos de ocho y cinco años, ayudante del cajero de la mina El Teniente, ha alcanzado una notoriedad meteórica por el vigor que ha sabido inyectar a los sindicatos chilenos que se oponen al régimen. De 29 años de edad, hace cinco meses nadie conocía en Chile a este sindicalista de base con sólo dos años de militancia. Karateka, muy frío, con un gran dominio de sus nervios, ejerce un notable poder de convicción personal, a juicio de sus compañeros, que le sirvió para descollar rápidamente en las asambleas obreras como un líder nato.

La Confederación de Trabajadores del Cobre tuvo un papel preponderante en las movilizaciones sociales que ayudaron a desestabilizar el régimen de la Unidad Popular, y en 1973 Pinochet puso por decreto a la organización bajo tutela democristiana. Tras casi ocho años de pupilaje, la DC chilena logró el control absoluto de esta poderosa fuerza sindical, y en las primeras elecciones internas libres de hace dos años, un democristiano, Emilio Torres, accedió a la presidencia de los cupríferos.

El sindicato de Torres abandonó la confederación por discrepancias tácticas (estimaban que la CTC no era suficienteniente enérgica frente al régimen) y aquél hubo de abandonar su cargo tras poco más de un año de gestión. En el pasado febrero, nuevas elecciones dieron la presidencia de la CTC a Rodolfo Seguel, y dada la fuerza de este sector fue elegido igualmente como presidente del Comando Nacional de Trabajadores (CNT), que agrupa a los cupríferos y a otros sindicatos de empleados públicos y privados.

Seguel es democristiano y así lo reconoce, aunque insiste en recordar que él tenía 19 años cuando fueron proscritos los partidos políticos. Pero es un secreto a voces que Seguel fue aupado a la presidencia del comando y de la CTC por la Democracia Cristiana, que utiliza los sindicatos bajo su control como ariete contra el régimen.

Acaso sea en esto en lo único que no miente el Gobierno de Pinochet cuando reprocha a los sindicalistas el desbordarse en reclamos políticos.

Rodolfo Seguel es adventista del séptimo día por haber nacido en una familia evangélica: No es, pues, un católico testimonial. Seguel declara creer en Dios, pero no practicar ninguna religión. Y aunque se identifica con la Democracia Cristiana, pone énfasis en marcar algunas distancias: "Yo soy dirigente sindical. No acepto que nadie me diga que yo obedezco instrucciones de partidos. Yo soy un dirigente sindical y creo que en este país son bien conocidos los que tienen que seguir al pie de la letra las órdenes de los partidos. Yo no tengo por qué obedecer a la Democracia Cristiana absolutamente en nada. Y, además, creo que las bases han sobrepasado a los partidos políticos".

En efecto, este Lech Walesa chileno ("¡Yo soy Rodolfo Seguel!" replica irritado cada vez que escucha la comparación) puede haber sobrepasado al partido que le auspició, y, en cualquier caso, los, dirigentes de la DC chilena no acaban de estar convencidos de que haya llegado el momento de presionar al régimen con algo más que con jornadas mensuales de protesta, como está haciendo Seguel desde la cárcel.

Hace pocas semanas, el general Gustavo Leigh (triunviro en el derrocamiento de Allende y desde hace años fuerte crítico del pinochetismo) conversé formalmente con Rodolfo Seguel y la dirección del comando. "Ahí se desvirtuó lo del manejo comunista, lo del manejo político del mundo obrero. Yo no sé de qué partido será el general Leigh, pero sí sé que no es comunista. Este régimen no hace más que echarle flores al partido comunista. De tanto hablar de ellos, este Gobierno se va a poner rojo. El pueblo chileno no es marxista, aunque, como es lógico, hay marxistas. Más aún cuando después de 1973 mataron a muchos de ellos. Y ésos eran los padres de hijos que van a ser marxistas por el rencor que sienten y que van a transmitir ese mismo rencor a sus hijos, como en una cadena".

Prefiere no pensar en la posibilidad de un atentado contra su vida, pero se cuida, y numerosas noches, como la del pasado día 14, no pernocta en su casa, aunque la policía política chilena terminara por encontrarlo y detenerlo espectacularmente. Ahora duerme en la cárcel pública de Santiago, en una galería con otros dirigentes sindicales y 96 presos comunes por falsificación de cheques o libramientos sin fondos. Apenas se alimenta, pero no por una particular huelga de hambre, sino porque había engordado notablemente en los últimos meses, desde que dejó de frecuentar los gimnasios de artes marciales ("está entero, firme y mandando", afirman quienes le visitan). Admirador de Lutero, King y de Ghandi, será juzgado por infringir la ley de seguridad del Estado o recobrará la libertad por la presión de sus compañeros o junto con la de "la angosta franja de tierra".

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