A las dos y media de la
madrugada de ayer explosionó en el elegante barrio de Belgrano, en la capital
federal, el más potente artefacto utilizado hasta ahora en la campaña
terrorista de desestabilización política. Fue colocado en el portón del garaje
del edificio ocupado por el general Medrano, comandante del Tercer Cuerpo de
Ejército, acantonado en Córdoba, artillero y decimocuarto en el escalafón
general del Ejército; José María Parajón, radical histórico, íntimo amigo del
presidente Alfonsín y asesor del ministro del Interior, Antonio Troccoli, y
tres coroneles en situación de retiro.
Ninguno de los citados se
encontraba en el edificio al producirse la explosión -la mayor carga de trotyl colocada en Buenos Aires durante la
transición democrática-, que dañó seriamente las fachadas de tres edificios
colindantes, destruyó automóviles estacionados y despedazó vidrieras a
centenares de metros a la redonda. Fue el sexto atentado en poco más de un mes
contra edificios militares, ocupados por militares o relacionados con la figura
o el entorno del ministro del Interior.La bárbara campaña de amenazas de bomba
sobre la población infantil, destinada a irritar a los padres que -muchas
veces- claman más contra la ineficacia del Gobierno y la policía que contra la
eficacia de los terroristas, continúa con frenesí. El martes fue desalojado el
hospital de niños de San Isidro, en el gran Buenos Aires, y se contabilizan 610
desalojos en los últimos 30 días.
El efecto secundario de esta
campaña psicológica reside en que el domingo los electores de la capital
federal habrán de depositar su voto en las legislativas parciales en estas
escuelas violadas por la conjura terrorista, y en que el estado de sitio, según
la tradición y la buena lógica, habrá de levantarse ese día por 24 horas.
Anoche -madrugada en España-
el presidente Raúl Alfonsín tenía previsto dirigirse por radio y televisión a
sus conciudadanos, trayendo por los pelos la ocasión del segundo aniversario de
su triunfo electoral y de la recuperación de la democracia. Se espera que
aportase explicaciones sobre la necesidad del estado de sitio y que apelara
nuevamente a la defensa de la República.
Por lo demás, los 12
perseguidos por el poder ejecutivo continuan prófugos o en libertad, con la
extraña excepción de un jefe y un oficial del Ejército que habitan en el
comando logístico de su Arma detenidos, retenidos, hospedados o protegidos: a
ciencia cierta jurídica se ignora.
Tres salas de la Cámara del
Crimen siguen lentamente revocando loshábeas corpus concedidos por algunos jueces de
instrucción, pero los abogados de 11 de los supuestos golpistas -el duodécimo,
el ex general Suárez Mason, carece de amparo judicial al estar prófugo por anteriores-
supuestos defitos- recurren sistemáticamente los dictámenes de la Cámara y
reclaman y obtienen la libertad de sus clientes hasta que no sea firme la
sentencia recurrida.
El vodevil judicial se
aproxima hacia el esperpento y, desde luego, este es el estado de sitio más
insólito en toda la historia de los estados de sitio. En la consideración van
implícitos un reproche y un elogio hacia estos radicales herederos del
krausismo español, incapaces de matar una mosca, moderados, prudentes,
incapacitados genéticamente para rodear las leyes y, presumiblemente, única
raza de corderos políticos en el mundo aún convencida de que se puede platicar
con los lobos o, en última y peligrosa instancia, llamar al pastor.