31/10/83

Fuerte retroceso electoral peronista en las elecciones celebradas en Argentina (31-10-1983)

A las diez de la noche, hora argentina, (dos de la madrugada en España), cuatro horas después de que se abrieran las urnas, el recuento arroja significativas ventajas de la Unión Cívica Radical sobre el Movimiento Nacional Justicialista. Las primeras 2.850 mesas escrutadas dan un resultado de 336.000 votos para los radicales y 201.117 para el peronismo.

En provincias de fuerte raigambre peronista como Santa Fé, los radicales de Raúl Alfonsín adelantan a los peronistas en el recuento de los votos, e incluso en la provincia de Buenos Aires, feudo político del peronismo, los radicales proclaman anticipadamente su triunfo.En cualquier caso, está clara la sangría electoral que anoche sufrió el peronismo y ya puede adelantarse que la victoria de unos o de otros será efectiva por un margen muy estrecho y habrá que negociar la fórmula presidencial en la asamblea legislativa. Un velo de depresión se advierte en las dirigencias peronistas que intentan justificar extrañamente su aplastante retroceso electoral aduciendo que la composición social del peronismo motiva que sus papeletas aparezcan tardíamente en los recuentos.

Desde la seis de la tarde, tras el silencio matinal y de las primeras horas vespertinas, Buenos Aires es una fiesta, una algarabía de canciones, de bocinas y de bombos. Los ciudadanos, se dirigían anoche hacia la Plaza de la República donde radicales; y peronistas comparten su alegría por la recuperación de la democracia, desdeñando los recientes enfrentamientos partidarios. Frente a la casa radical aguantan a pié firme una muchedumbre enfervorizada, segura de su triunfo, que recibe entusiasticamente a los líderes radicales que van llegando al edificio. Frente a la sede porteña del peronismo el gentío es inferior y decaído. A la hora de transmitir esta crónica no había llegado a su cuartel general ninguna figura justicialista de primera fila y la calle porteña es más radical que peronista.

Las inmensas distancias de este país, la deficiente. red telefónica y la inundación de seis provincias del norte retrasan la cuenta de los votos y aún no permiten dar por segura la tendencia radical que se distingue.

Los argentinos acudieron masivamente a las urnas en una jornada caracterizada por el orden y la normalidad (31-10-1983)

A las nueve de la mañana de ayer, el ministro del Interior, general de origen libanés Jamill Reston (que acaba de pedir su pase a la situación de retiro), instalaba su cuartel general en la sala de situación de la Casa Rosada, para controlar desde allí la normalidad de las elecciones. A las seis de la mañana ya se estaban formando colas ante los colegios electorales, que abrirían sus puertas dos horas después. A las dos de la tarde se estimaba que ya había emitido su voto la mitad del censo electoral. La normalidad y el orden fueron las notas dominantes de la jornada.

Ante el carácter obligatorio del sufragio, el índice de participación deja de ser un factor interpretativo, máxime ante la seriedad con que el pueblo argentino afronta sus obligaciones con las urnas. A primera hora de la tarde de ayer, personas que guardaban cola desde la noche anterior esperaban aún acceder al Registro Nacional de las Personas para retirar sus documentos de identidad y marchar desde allí a su colegio electoral.A las colas de hombres y de mujeres formadas ante los colegios había que sumar las filas de ciudadanos que aguardaban ante las comisarías la expedición de certificados policiales que les permitieran justificar ante la Junta Electoral Central, en un plazo de 60 días, su no comparecencia ante las urnas por hallarse a más de 500 kilómetros de su lugar de empadrona miento.

Ciudad semidesierta

Buenos Aires quedó convertido en una ciudad semidesierta, con sus ciudadanos mágicamente agrupados como virutillas de metal frente a los imanes de cada colegio electoral, comisarías y registros públicos. A su vez, la población masculina quedó separada de la femenina: en Argentina, hombres y mujeres votan por separado, en mesas electorales diferentes y presididas por ciudadanos del sexo correspondiente. Sencillamente, hay dos padrones, masculino y femenino.

La calma era ayer completa en todo el país, en un domingo soleado desde la frontera boliviana a la Patagonia. No obstante, el comando electoral recomendó periódica mente que los festejos de la madrugada por el triunfo partidario evitaran enfrentamientos o desmanes que empañaran la jornada La precaución, a todas luces exagerada, llegó al extremo de que se atrancaron las puertas principales de la Casa Rosada con grandes barras de hierro para evitar duran te la noche un hipotético forzamiento de la casa del Gobierno por alguna multitud excesivamente impaciente.

Los titulares de los periódicos porteños fueron expresivos: "El pueblo cierra el proceso" (La Época), "Termina la pesadilla" (Crónica),"¡Llegamos!" (Clarín), "Victoria del pueblo" (La Voz), mientras el imperturbable y conservador diario La Nación titulaba "Se elegirá hoy en todo el país a las autoridades constitucionales".

Programas especiales

Desde las nueve de la mañana los canales de la televisión saltaron al aire con informativos especiales y continuados sobre los comicios. Desde al menos dos horas antes, las emisoras de radio ya estaban recabando y transmitiendo información al interior del país. Y anoche muy pocos habrán dormido en la República Argentina esperando los primeros resultados indicativos.

Excepción hecha del Gran Buenos Aires, Córdoba y Rosario, la mayoría de las mesas electorales contabilizan pocos votos de fácil y rápido recuento. Sin embargo, se esperaban retrasos en el cómputo por las incidencias técnicas, de picaresca partidaria y hasta de sabotaje electoral de un partido contra otro, que se estaban produciendo en la mañana de ayer, particularmente en la provincia bonaerense.

En numerosos colegios se acábaron en pocas horas las papeletas de determinado partido, hurtadas masivamente del cuarto oscuro (un cuartito iluminado, protegido por cristales esmerilados) por militantes contrarios. En otros colegios se detectó la sustitución de las papeletas correctas de un partido por otras con errores semánticos de impresión que posibilitarían la impugnación del voto formulado con ella. En todos los casos detectados, el sujeto paciente del sabotaje fue la Unión Cívica Radical. Ante las anomalías, muchas presidentas y presidentes de mesa decidieron prolongar la votación más allá de las seis de la tarde, recuperando las horas perdidas en normalizar una completa oferta electoral dentro del cuarto oscuro.

El voto de los candidatos

A primeras horas de la mañana cumplieron con su obligación de votar las primeras autoridades del país y los candidatos presidenciales (Alfonsín, en su pueblo bonaerense de Chascomus), sin que su llegada a los colegios despertara grandes repulsas o grandes entusiasmos. Parecería que un agotamiento emocional hubiera teñido el día de ayer de una esperanzada melancolía, que se podía olfatear por las calles semidesiertas de esta ciudad. Es el acertado titular a cinco columnas de Clarín: "¡Llegamos!".

30/10/83

Ítalo Lúder, aspecto de presidente (30-10-1983)

Los ciudadanos argentinos acuden hoy a las urnas en unas elecciones que, además de permitir la elección de sus máximos representantes políticos, supondrán la vuelta a un régimen democrático de libertades, tras una dictadura militar que ha llenado de luto al país y le ha sumido en la ruina económica y social. Los candidatos a la presidencia por el peronismo y el radicalismo cerraron el pasado viernes sus campañas con sendos actos masivos, al final de los cuales, tanto Italo Lúder (en Buenos Aires, ante millón y medio de personas), como Raúl Alfonsín (en Rosario, ante medio millón), prometieron que hoy por la noche podrán hablar como presidentes.

Ítalo Argentino Lúder, un abogado de origen suizo-alemán, de 64 años, casado, con hijos y nietos, natural de la provincia de Santa Fe, es un candidato presidencial para el peronismo típico de las contradicciones y convulsiones actuales de este movimiento.Pálido y atildado, con crédito profesoral como sociólogo penitenciario en la facultad de Derecho, moderado, exquisito con su léxico, incluso en la intimidad, desapasionado, todo lo contrario de un autoritario, dotado de una proclividad casi biológica al pacto, parece cualquier cosa menos un caudillo peronista.

De origen radical, terminó en el peronismo tras la quiebra económica de su familia y desarrolló una carrera tranquila, de acuerdo con su carácter, que le llevó a alcanzar una senaduría en el segundo peronismo y, posteriormente, la presidencia del Senado. En calidad de tal, sustituyó a Isabel Perón como presidente provisional de la nación, a cuenta de una enfermedad nerviosa de la señora durante su magistratura.

Nunca detenido, fue uno de los abogados que asistieron a Isabelita en su cautiverio y, subsiguientemente, para la recuperación de sus bienes encautados y el disfrute de la herencia de Perón. No obstante, es público su desentendimiento con Isabelita.

Dentro del Movimiento Nacional Justicialista siempre se mantuvo ajeno a las reyertas irtestinas, dando una imagen -presumiblemente natural- de moderación y elevación por encima de los rencores partidarios. Durante el período inacabado de reconstrucción del peronisino tras el golpe militar de 1976 acentuó su aislamiento activo (muy contrario al de Isabelita en Madrid), no comprometiéndose con nadie, dejándose querer y atendiendo a todos.

Basó su campaña interna en la imagen que podía aportar a un movimiento con créditos de violencia y psicopatía social. Casi leptosomático, incapaz de levantar la voz ni en los mítines, tiene aspecto de presidente e inspira, visual y auditivamente, tranquilidad. Norninado candidato junto a otro suizo -el caudillo y notario chaqueño Deolindo Felipe Bittel- gracias al apoyo de las 62 organizaciones de la CGT que dirige Lorenzo Miguel, quedó, de alguna manera, atado a las emergentes sindicalistas.

Miguel obtuvo a cambio la primera vicepresidencia del partido -la ejecutiva, la que, en ausencia de la presidente Isabel, reúne todos los hílos partidarios- y en el esquema de poderes internos (el partido, para los sindicatos, y el Gobierno, para los peronistas eruditos con corbata). Sólo falló la candidatura de Antonio Casiero, ex ministro de Economía, para la gobernación de Buenos Aires. Herminio Iglesias, un cuadrillero molturado de cicatrices, apenas alfabeto, arrebató la candidatura de Casiero mediando presión física y se ha erigido en el nuevo caudillo peronista.

Se confía en las capacidades de Lúder como futuro presidente si tuviera las manos libres; pero inspira profundo temor su sometimiento -por carácter y pactos previos- al entorno sindical, que lo mantiene secuestrado.

Raúl Alfonsín, modernizacion y cambio (30-10-1983)

Raúl Alfonsín, de 57 años, abogado de Chascomun, un poblachón rural próximo a Buenos Aires, casado, con hijos y nietos, ha hecho toda su carrera política en el radicalismo, en el que se destacó como joven y prematuro disidente de la inclinación radical a pactar con el peronismo. Fue así uno de los más duros reveladores de la corriente radical que encabezó Arturo Frondizi, para alcanzar el poder en 1958 con el apoyo justicialista.De imagen paternal, dotado de una resistencia física y psicológica de hormigón armado, inspirador de confianza, le distingue una rara mezcla de apacibilidad personal e inusitada energía para el mitin y la convocatoria. Orador casi arrebatado, parece tanto un dirigente peronista como Lúder lo parece radical.

Desde hace unos años propició en el seno del apagado radicalismo una corriente denominada Renovación y Cambio, que pretendía no sólo la recuperación partidaria sino una convocatoria nacional que extrajera a la Argentina de su subdesarrollo político y de su crisis moral.

Triunfó con claridad en las elecciones internas de la Unión Cívica Radical, ofreciendo así en esta campañauná imagen de unidad y de partido bien estructurado, que no tuvieron o pudieron conseguir los peronistas. Desde el miércoles pasado, en que concentró en Buenos Aires la mayor multitud que jamás los radicales contemplaron en alguno de sus mítines, es, sin lugar a dudas, un nuevo caudillo en esta nación tan reclamadora de ellos.

Ha desarrollado una campaña. sin concesiones y en extremo audaz, en la que ha pedido abiertamente la democratización de los todopoderosos sindicatos y en la que, más que ningún otro, con excepción de óscar Alende (alias el Bisonte, una especie de Lerroux argentino y honesto), dirigente del Partido Intransigente, ha desvelado la intervención militar y ha prometido exigir responsabilidades por la barbarie.

Su entorno político asegura tener los suficientes contactos con las Fuerzas Armadas como para cumplirlo que promete, con garantía de cumplimiento, por más que recientemente circularon por Buenos Aires noticias solventes de que una conspiración militar se proponía asesinarle de alcanzar el triunfo electoral.

Sin fortuna personal -carece hasta de un automóvil-, reúne las mismas virtudes, siempre un poco moralistas, del radicalismo, y de su mensaje electoral se deduce que aspira a sacudir el país como una alfombra mediante la modernización de sus estructuras sociales. Su campaña, de excelente factura y en las antípodas de la espectral campaña peronista, poblada de espíritus, ha intentado romper el peronismo metiendo una cuña entre las masas desposeídas y su dirigencia política demagógica y su conducción sindical mafiosa.

Durante toda la campaña ha recibido la constante acusación -jamás fundada- de ser un servidor de los intereses de las multinacionales estadounidenses y europeas y se ha recordado una frase de Perón: "Éste (por Alfonsin) no toca la guitarra criolla, toca la guitarra eléctrica".

29/10/83

Los peronistas, preocupados por las encuestas que ponen en duda su victoria electoral en Argentina (29-10-1983)

"Un circo abandonado: el dueño se murió, el mago se rajó, la bailarina está en España y los animales andan sueltos". La perversa broma, de presumible origen radical, recorre Buenos Aires junto con otras pequeñas maldades sobre el patibulario Herminio Iglesias ("Exterminio Iglesias") candidato peronista a gobernador bonaerense, a cuya santa madre se atribuye la siguiente e improbable reflexión: "Si hubiera sabido que iba a ser gobernador, le habría mandado al colegió". Ayer quedó cerrada la campaña electoral en Argentina y los peronistas están preocupados ante los resultados de las últimas encuestas privadas que ponen en duda su victoria.

Desde que Herminio Iglesias ilustró a sus partidarios en el mitin de la cancha de Vélez-Sarfield asegurando que "...vamos a ganar, conmigo o sinmigo...", el emergente caudillo peronista, reputado de aspirante a "pequeño Hitler" por sus adversario, es sujeto de toda clase de chanzas, como la que le atribuye gravísimas heridas tras un atentado apócrifo en el que habría recibido de lleno el impacto de varios diccionarios.El candidato peronista a la presidencia, Ítalo Argentino Lúder, ha sido rebautizado por más nombres, como Walt Disney, dado que "hace hablar a las fieras (sus seguidores)", Y toda la chocarronería porteña ha caído sobre el aluvión zoológico que aspira nuevamente a gobernar.

Este es el clima, desde luego que nada dramático, en una ciudad como Buenos Aires No obstante, los bromistas pueden haberse visto chasqueados ante el cierre peronista de su campaña electoral en la capital, en el que los justicialistas han desplegado aparatosamente todo su poder.

Ofendido el peronismo por la disputa que los radicales le hacen de la calle por primera vez en 40 años, ya en la noche del jueves comenzaron a entrar en la ciudad columnas de aufocares para abarrotar el centro urbano en un intento de superar la concurrencia al acto radical del miércoles. Cientos de peronistas del interior pasaron la noche al raso debajo de la lluvia, esperando asistir a su concentración. El ambiente interno en el cuartel electoral peronista es de preocupación ante las últimas encuestas privadas, que ponen en duda la victoria justicialista hasta en su feudo bonaerense. Estos quebrantos del movimiento político hasta ahora hegemónico en Argentina provienen de la incapacidad peronista por aparecer unidos ante los electores, y de una campaña necrófila, errática y, formalmente desastrosa.

Carentes de experiencia, dado que jamás necesitaron de ningún alarde para modificar su voto, los peronistas han terminado en esta ocasión no transmitiendo otro mensaje que el recuerdo en blanco y negro de una pareja -Perón y Evita- que yacen desde hace años en diferentes cementerios porteños.

Hoy habrá sido levantado el estado de sitio, en vigor desde hace siete años, ante la indiferencia popular. La campaña electoral parece haber dejado en un segundo plano el verdadero sentir histórico de estos comicios, que reside en la restitución de la soberanía a la sociedad civil por primera vez en las dictaduras militares del cono sur. Mejor parecen entenderlo los sufridos uruguayos, quienes, en la otra orilla del río de la Plata, se aprestan a festejar las elecciones argentinas en la noche del domingo con manifestaciones que recuerdan a sus propios uniformados que está llegando la hora de la civilización política en el subcontinente

28/10/83

Los radicales reúnen en Buenos Aires cerca de un millón de personas en la mayor concentración de la campaña electoral (28-10-1983)

La Unión Cívica Radical cerró su campaña en Buenos Aires en una de las mayores concentraciones humanas que recuerda esta ciudad, muy superior a la recepción brindada el año pasado a Juan Pablo II en plena batalla por las Malvinas. El miércoles, desde las cuatro de la tarde hasta pasadas las diez de la noche, cerca de un millón de personas paralizaron el centro Portillo, concentrándose en la avenida del Nueve de Julio, alrededor del obelisco de la plaza de la República, para escuchar un encendido discurso moralista y esperanzador del candidato presidencial Raúl Alfonsín.

Trescientos camilleros, 100 enfermeras, otro centenar de médicos, 25 puestos sanitarios, numerosas ambulancias y hasta tres unidades coronarias móviles, atendieron a una masa humana tocada con boinas blancas (distintivo radical) que la propia La Voz (Izquierda Peronista) evalúa en medio millón de personas. El periódico conservador Clarin(que se mantiene equidistante de los partidos en riza) estima en más de 800.000 los asistentes al acto radical, y otros diarios disparan la concurrencia incluso muy por encima del millón de personas.Al margen de la guerra de las cifras, el dato significativo es que el radicalismo -que jamás en su historia, salvo en los sepelios de sus patriarcas, había reunido una muchedumbre- ya le disputa la calle al peronismo de poder a poder.

Ante las masas movilizadas por Raúl Alfonsín, la propaganda peronista ha tenido que poner sordina a su argumento favorito: reputar de grandes burgueses internacionalistas a los radicales.

Obreros, jóvenes, viejos, empleados, parados, señoras cubiertas de pieles y lumpen en alpargatas saltaron hasta la extenuación coreando los pícaros eslóganes de las manifestaciones argentinas. "¡Bulo, bulo, bulo, ahora el peronazo se lo meten en el...!". "¡Borombón, borombón, Herminio Iglesias, sos un ladrón!". "¡Si éste no es el pueblo, el pueblo dónde está!". "¡Ya lo ve, ya lo ve, es para Lorenzo (Miguel), que lo mirá por tevé"!, versiones alfonsinistas de Venceremos y de Guantanamera.Banderas españolas y latinoamericanas acompañaron el bosque de enseñas argentinas y radicales.

Alfonsín, desde un podio en mitad de la avenida pronunció uno de sus más breves discursos, constantemente interrumpido por el entusiasmo de la multitud. "Los justicialistas", dijo, "aseguran que ganarán con el general Perón; si esto es así, yo me pregunto: ¿quién va a gobernar en Argentina?". (La muchedumbre: "¡Perón, Evita, a votar en Chacarita!"; el mayor cementerio porteño.)

El líder radical articuló un discurso de Estado en el que reclamó "la unidad de la nación, la superación de las diferencias y el final de las sectas, de los nenes de papá, de los uniformados, de los adivinos y los matones. Vamos a salir de esto, sepultaremos la decadencia y el reciente pasado nos parecerá una pesadilla. Estos días son una bisagra sobre la que vamos a girar acabando con la desesperación y la corrupción. Es la Argentina de la moralidad la que viene, para nosotros, para nuestros hijos, para todos los hombres que deseen habitar el suelo argentino...".

Un mensaje de esperanza y renovación exactamente contrario al que transmite el peronismo con su obsesivo "volveremos" y su "vote por Perón".

El justicialismo parece no haber entendido la profunda criísis moral y hasta de identidad que sufre la sociedad argentina, que instintivamente no desea volver la vista atrás y que estaba necesitada de un mensaje regeneracionista ante sus más recientes y sangrientas convulsiones.

Tras el acto radical, la unanimidad de las inviables encuestas que dan ventaja a los radicales sobre los peronistas, en dos o tres puntos, el conjunto de ambas campañas y hasta el reciente de la calle puede preverse el triunfo muy ajustado de cualquiera de los dos antagonistas de la política argentina.

Hoy, en el mismo escenario, los peronistas habrán puesto todo su empeño para que en el cierre de su campaña capitalina esta ciudad sea justicialista tal como el miércoles lo fue entusiásticamente radical.

27/10/83

Los peronistas dudan poder lograr la mayoría absoluta en las elecciones del próximo domingo (27-10-1983)

La preocupación del Movimiento Nacional Justicialista por no obtener la mayoría absoluta en las elecciones del domingo es ya explícita. Tanto Ítalo Lúder como Deolindo Bitel, su candidato a la vicepresidencia, aluden en sus mítines a la necesidad de respetar la tradición política argentina de votar siempre y mecánicamente, en el colegio electoral, a la primera minoría en el caso de que ningún partido obtenga la mayoría absoluta.

Por otra parte, el giro de su campaña electoral ha sido de 180 grados, sustituyendo numerosas filmaciones de Perón ante concentraciones dedescamisados por dulces ilustraciones animadas, y emitiendo la marcha peronista en una versión rock menos agresiva que la original. No obstante, existen diferencias en el cuartel electoral justicialista entre quienes desean fortalecer la imagen de Lúder como candidato para todos y los que creen que hay que limitarse a asegurar sus votos tradicionales.El temor suscitado por la irreprochable campaña electoral de los radicales ha perjudicado también al peronismo, que modifica la programación de sus actos en función de los pasos que da Raúl Alfonsín. Ayer éste cerró la campaña en Buenos Aires con un acto masivo en la avenida Nueve de Julio! Los justicialistas cancelaron su cierre bonaerense en la localidad de Avellaneda para concentrarse mañana, dos días después que los radicales, en el mismo lugar, en un nuevo pulso por reunir a más partidarios que sus antagonistas.

Los observadores menos comprometidos partidariamente, estiman que la presunta equiparación electoral entre peronistas y radicales beneficiará a la larga al país. El anterior bipartidismo imperfecto ya demostró históricamente su ineficacia, y se estima que una alternativa poderosa al futuro Gobierno será el mejor freno al aventurerismo militar.

La amenaza sindical

Al mismo tiempo, se tiene la certeza de que muchos simpatizantes peronistas que votarán la fórmula Lúder-Bittel para la presidencia votarán pata diputados y senadores a políticos de otros partidos, dándose por segura una minoría peronista en el Congreso. Ello facilitaría en el futuro inmediato, acortar el mandato presidencial de seis a cuatro años.En el caso más que probable de que peronistas y radicales obtuvieran minorías muy próximas, la discusión entre bastidores para la elección en el colegio electoral sería dramática.

Los peronistas no aceptarán que una coalición radical con otros partidos provinciales y nacionales les arrebate el triunfo y presionarán al máximo con la amenaza de sus movilizaciones sindicales. Pero, pese a las afirmaciones de Lúder y Bittel, se da por seguro que la dirección peronista haría la maniobra contraria pactando con otras fuerzas para obtener el poder si quedan segundos.

Intransigentes, federalistas y desarrollistas, que se repartirán los tercer, cuarto y quinto puestos, se dejan querer y mantienen las dudas sobre a quién otorgarán sus votos electorales.

Fuentes solventes de la política y la diplomacia aseguran, por lo demás, que el compló de un grupo de jefes y oficiales para el asesinato de Raúl Alfonsín existe, y que el embajador canadiense que filtró la noticia a la directiva radical habría sido sólo el recadero de la confidencia por parte de Washington.

26/10/83

La suerte de los desparecidos constituye el gran problema de la posdictadura argentina (26-10-1983)

Un encarte de ocho páginas en Clarín, el diario argentino de mayor circulación, reclamaba el martes el derecho a votar de los ciudadanos desaparecidos. Al mínimo cuerpo legible, el encarte, sufragado por las organizaciones defensoras de los derechos humanos, reproducía los datos de empadronamiento de miles de personas junto a la fecha de su desaparición. Asimismo se insertaban los datos de extranjeros desaparecidos que hubieran tenido derecho a la elección de autoridades municipales, de adolescentes que habrían alcanzado la edad del voto y de 124 niños desaparecidos cuando contaban menos de cuatro años.

Un alegato estremecedor que viene a recordar el gran problema de la posdictadura argentina y que está siendo cuidadosamente eludido en la campaña electoral excepto por los minúsculos partidos de la izquierda revolucionaria. Los candidatos peronistas no aluden para nada al problema de los desaparecidos, y Alfonsín, aspirante a la Presidencia por la Unión Cívica Radical, engloba el drama de las responsabilidades generalizadas que habrá que exigir a los militares por su gestión: deuda externa, Malvinas, corrupción, etcétera.

El caso es que decenas de millares de argentinos que acuden a comprobar sus apellidos en los censos, electorales advierten con estupor la aparición en ellos de los datos de familiares desaparecidos hace siete años, dados oficialmente por muertos por la actual Junta Militar, pero que el caos administrativo no ha sabido borrar del listado de votantes.Mañana será levantado el estado de sitio que rige en el país desde marzo de 1976, aunque la Junta Militar no ha decidido si lo reimplantairá pasados los comicios y hasta su entrega del poder. 48 horas antes de la elección, las Fuerzas Armadas y la Policía Federal quedarán acuarteladas en cumplimiento de dos operativos (mínimo y máximo) para garantizar los comicios. De las elecciones se ha responsabilizado el triunviro teniente general Nicolaides, comandante en jefe del Ejército de Tierra, asistido por el teniente general Trimarco al frente del primer cuerpo del Ejército del país, acantonado en Campo de Mayo. Se suspenderán los encuentros de fútbol y el domingo no se expenderán bebidas alcohólicas hasta las ocho de la tarde. El sábado, el presidente, general de división Reynaldo Bignone, se dirigirá al país en lo que será una más -y acaso la última- de sus conocidas admoniciones exigiendo calma y sensatez. El presidente electo será investido entre el 15 y el 20 de diciembre, según los cálculos militares, que han intentado reducir al máximo el interregno entre las elecciones y la jura del nuevo mandatario civil. Éste es otro de los problemas jurídico-formales irresueltos: quién rinde el poder. Ahora la máxima autoridad institucional argentina no es el presidente Bignone, sino la Junta Militar, y no hay candidato que quiera iniciar su mandato recibiendo el traspaso de poderes de los triunviros Nicolaides, Franco y Hughes.

Sea como fuere, ha podido confirmarse, pese a los insistentes desmentidos de los protagonistas, una reunión de 45 minutos, hace menos de 20 días, entre los candidatos a la Presidencia peronista y radical, en un piso porteño. En la reunión, celebrada sin testigos, se habría sellado un acuerdo sobre los primeros nombramientos entre las Fuerzas Armadas por el poder civil y un pacto de caballeros para otorgar al ganador de las elecciones una trepa política y sindical de 120 días.

Violencia y balompié bajo la Cruz del Sur (26-10-1983)

El próximo domingo, ni tampoco mañana jueves, no se celebrarán partidos de fútbol en la República Argentina, pero no tanto por respeto al comicio que además es obligatorio, como por la necesidad de proteger los colegios electorales. Si se celebraran los partidos, la temible guarda de infantería de la policía federal permanecería encerrada en las canchas repartiendo palos entre las hinchadas, sin poder contribuir a la vigilancia del orden público en las calles.

Para un observador ajeno al incomprensible fenómeno de 22 varones adultos, en edad laboral, disputando con frenesí una pelota como si les fuera la vida en ello, la contemplación de un Boca-River en cualquiera de sus dos estadios porteños es uno de los espectáculos más sugerentes que puede ofrecer una ciudad como Buenos Aires, tan llena de ellos. Incluso ayudan a la fluidez de la adrenalina, pero no por las extrañas emociones (presumiblemente de orden sexual) que, a lo que se ve provoca en las masas la introducción de un balón en un reducto contra el deseo de quien lo guarda, sino por la necesidad de guarecerse tras los árboles o bajo los automóviles de la lluvia de balas con la que, a la salida de los encuentros, quienes se sienten perdedores acogen a los que se tienen por ganadores.Tras el Boca-River del último miércoles (1-0), las barras bravas del segundo emboscaron a los seguidores del primero desde furgonetas tácticamente apostadas en las calles aledañas, recibiéndolos primero con cócteles molotov de excelente manufactura y, de inmediato, con fuego cruzado y graneado del calibre 38. Alberto Taranto, de 23 años, paradójicamente hincha del River, excombatiente de las Malvinas, de donde regresó ileso, cayó muerto, con la caja craneana estallada, tras recibir un disparo entre las cejas; otros cinco espectadores del partido yacen en las unidades de terapia intensiva, todos con heridas de bala en la cabeza o en el tórax, a la altura del corazón.

La Asociación de Fútbol Argentino se reunió con urgencia y estuvo en trance de suspender su campeonato hasta pasadas las elecciones, por el temor de que la sangrienta emboscada fuera atribuible a móviles políticos. Una vez comprobado con alivio que el tiroteo fue exclusivamente deportivo, no se adoptó decisión alguna y continuarán los encuentros, que ya han deparado cuatro muertes violentas en los últimos 12 meses. Pero no esta semana.

En enero, un paraguayo de 18 años también caía abatido de un disparo, después del encuentro Quilmes-Boca, y otro muchacho de 17 años pereció aplastado por la masa humana que huía de los disparos. En agosto, una de las barras bravas del Boca decidió bombardear, en el más literal sentido de la palabra, las gradas contrarías con bengalas de socorro naval, que cruzaban espectacularmente el terreno de juego, sembrando el pánico, y las cuales provocaron la muerte de otro espectador, alcanzado en el cuello por un proyectil incandescente.

Las 'barros bravas'

Las respectivas hinchadas, conformando barras (grupos) más o menos bravas llegan a la cancha con bombos, silbatos, matracas, carracas, banderas, estacas, armas blancas, cadenas, puños de hierro, rompehuesos, muñequeras de púas en menor medida, con pistolas, revólveres, cohetes de señalización o bombas de fabricación casera. Y la competición de las barras, sus estribillos exultantes o insultantes, sus masivos movimientos sincopados, toda su estruendosidad, ofrecen al observador un espectáculo infinitamente más sugestivo que el de las triviales carreras en el otro terreno de juego.

No sólo el campo de hierba se encuentra separado de las gradas mediante alambradas, sino que todo él está compartimentado con tela metálica para evitar que grandes concentraciones de hinchas enfrentados se asesinen en demasía o con excesiva crueldad. Junto a las separaciones metálicas y entre las barras bravas más numerosas toma posiciones la guardia de infantería: tropas distinguidas de la policía federal, mocetones, inmensos con casco de acero, botas de paracaidista y vergajos de metro y medio cubiertos desde las alturas de la cancha por camaradas armados, con lanzabombas de humo y de gas.

Durante el último Chacarita-Atlanta, la barra brava visitante arrolló a la infantería policial cual si estuviera reclutada entre alfeñiques, hizo desaparecer como mondadientes las indestructibles verjas, metálicas y, al caritativo grito de "¡vamos a matar a esos boludos!", aquella marabunta se arrojó sobre los hinchas locales. Acabó entrando al campo la caballería federal, en un pandemonio de humaredas, gas lacrimógeno, gritos, carreras, heridos y presos.

La violencia parece inherente, al balompié argentino y, en cualquier caso, con toda probabilidad sólo las canchas porteñas ofrecen una representación pasional tan abigarrada, colorista, musical, feliz e infantilmente malvada. Por hacer honor a la verdad debe explicarse que el observador no asistió a un encuentro de balompié hasta encontrarse en el Cono Sur, y acaso en otros hemisferios las cosas resulten parecidas, aunque el sentido común y la lectura de los periódicos indican que no es demasiado probable. Sea como fuere, parece claro que, al menos en Argentina, los denodados esfuerzos y sudores de los 22 varones que corretean por el césped tienen un interés relativo: lo que importa de cada encuentro es el sufrimiento y la humillación de los hinchas que patrocinan al equipo perdedor.

En un clásico Boca-River (un Boca arrabalero y populista y un River elegante y rico) las pasiones se desatan como no pueden sospecharlo los espectadores de un Atlético-Real Madrid y, sin duda alguna, el auténtico duelo, el que importa, el que de verdad se dirime, se produce en las gradas entre las hinchadas, a cuenta de las evoluciones subalternas de los que patean la pelota. Y lo importante no es la alegría de ganar, sino la satisfacción de contemplar la derrota del adversario.

La dificultad estriba en dilucidar si esta actitud es heredada de los usos y costumbres de la política o es ésta la que la recibe de las violentas canchas argentinas. Porque, desde luego, entre el triunfo propio y la derrota de los radicales, un peronista siempre hallará mayor satisfacción en lo último. Y los radicales no están lejos de los mismos y oscuros sentimientos. Por eso las hinchadas vencidas, conscientes de que su malestar alimenta el gozo de sus enemigos, caen en el frenesí de intentar exterminarlos fisicamente. Porque para qué nos vamos a engañar: el único dolor insoportable es la sonrisa de quien nos infiere la derrota.

25/10/83

Disparatada manipulación de las encuestas electorales argentinas (25-10-1983)

Cualquier pronóstico sobre las elecciones generales argentinas del próximo domingo es una especulación, circense, ante la carencia de sociología política en el país y la disparatada manipulación de las poco fiables encuestas. Un diario porteño como Tiempo Argentino, editado en las instalaciones del antaño excelente La Opinión, de Jacoho Timmerman, publica desde hace semanas encuestas diarias por el acreditado método de salir a la calle y preguntar la los transeúntes.

Otras encuestas que se aproximan más a lo que debe ser un sondeo de opinión varían en cinco o en seis puntos sobre el triunfo peronista o radical, y, sospechosamente, siempre a tenor del carácter ideológico del medio que las publica. Los sondeos que las tres armas filtran a los periodistas son aún menos fiables y además, varían excesivamente de un polo al otro.En estas arenas movedizas sólo se puede poner pie en la obviedad de que el futuro presidente democrático de los argentinos será el peronista Italo Lúder o el radical Raúl Alfonsín. Por primera vez los radicales compiten de poder a poder con los justicialistas, y éstos están desarrollando una campaña a remolque de las iniciativas, siempre sugerentes y animosas, de sus enemigos

Error peronista

Los programas electorales peronista y radical sólo difieren en el talante, en el vocabulario, pero acaso por ello el radicalismo ha ascendido espectacularmente. Pese a todos sus maquillajes, el peronismo acude a las urnas profundamente dividido entre caudillos personales y con algunos candidatos que en cualquier país jurídicamente civilizado estarían bajo caución por presunta y fundada peligrosidad social. Todo ello unido a una campaña basada estrepitosamente en el voto a un cadáver y en el renacimiento de la agresividad que se está significando con apaleamientos y cencerradas en los mítines de Raúl Alfonsín.El error de la campaña peronista reside en intentar recupera una continuidad con 1976 (golpe de Estado militar que desaloja a Isabel Perón del poder), en seguir arrastrando por las calles los televisores los restos del general y en presentar el "proceso militar de reorganización nacional", que subvertió la moral del país, como un simple y desagradable incidente en la marcha justicialista hacia la felicidad nacional.

Los radicales centran su campaña en el campo profundo de las estructuras sociales y políticas argentinas, haciendo hincapié en la necesidad de moralizar la vida pública y recuperar el orgullo de ser argentino, ahora perdido, por vía del regeneracionismo y la reflexión sobre los errores históricos cometidos. Al tiempo, los radicales ofrecen mayores garantías de un futuro control sobre los militares, mientras que sobre los peronistas pesan serias sospechas sobre su proclividad a nuevos pactos.

Así las cosas, observadores imparciales estiman que la inercia del voto peronista y su capacidad para el mangoneo preelectoral todavía, y acaso por última vez, les darán el triunfo, pero en todo caso por una exigua mayoría frente a los radicales, que asisten asombrados por primera vez en su historia a mítines multitudinarios y verdaderamente interclasistas. Raúl Alfonsín, así, habría roto el esquema hegemónico del peronismo, sentando las bases de un bipartidismo tan apasionante como peligroso para esta República.

Pacto con el vencedor

La cúpula militar, que a la postre patrocina estas elecciones, es más favorable a un entendimiento con el populismo derechista de los peronistas que con el regeneracionismo radical, que promete equiparar la tortura con el asesinato cualificado en el próximo Código Penal. Ahora la preocupación militar reside en pactar con el futuro triunfador el nuevo organigrama máximo de las Fuerzas Armadas y su dirección política y económica (hay que tener en cuenta que hasta ahora las tres armas incluso mantienen fondos reservados en el exterior).El problema, imposible de obviar, es que los militares ya han elegido a quienes deben ascender a finales de año a las más altas magistraturas castrenses, y será muy difícil para el presidente electo prescindir de estos ascensos in péctore.

22/10/83

La recta final de la campaña electoral argentina adquiere un carácter agrio y alarmista (22-10-1983)

La aceleración de la campaña electoral argentina, ya en su recta final, aporta caracteres agrios o alarmistas a estas vísperas democráticas. El Ejército ha desmentido un supuesto plan de su autoría para asesinar al candidato presidencial por la Unión Cívica Radical, Raúl Alfonsín; el ex presidente Lanusse será sometido a un tribunal de honor por las descalificaciones públicas que ha hecho de sus camaradas de armas, y Herminio Iglesias, aspirante peronista a la gobernación de Buenos Aires, ha podido demostrar, eufórico, que sus tres juicios por robo y violación de las leyes del juego fueron sobreseídos.El candidato justicialista Ítalo Lúder, por su parte, ha elevado el tono de sus ataques al radicalismo, mientras el jefe peronista, Lorenzo Miguel, ha optado por continuar su campaña, pese al bochornoso rechazo de que fue objeto en el mitin partidario de la capital federal.

Rumores de atentado

Sin duda, el hecho más grave consiste, actualmente, en los rumores llegados al cuartel general radical de que Raúl Alfonsín sería asesinado por un grupo de jefes y oficiales del Ejército de Tierra en caso de ganar las elecciones y persistir en su programa de reformas militares (supresión de los comandantes en jefe de cada arma y Ejército profesional a largo plazo) y de enjuiciamiento de las cúpulas castrenses por el genocidio cometido durante la guerra sucia contra la subversión.La versión habría llegado a la dirección radical por confidencia del embajador de Canadá en Argentina, y habría sorprendido una comprometedora conversación militar en sus salones. La noticia fue reputada de absurda por el Ejército, que ha encargado, no obstante, una investigación, pero el calificativo fue repudiado por Alfonsín, aun cuando procuró restar credibilidad a los hechos.

Ante el espeso silencio público de la Embajada de Canadá, la directiva radical se entrevistó con el jefe de la Armada, quien ofreció su total respaldo para impedir un crimen de esta naturaleza.

El ex presidente Lanusse, teniente general retirado, ya sancionado con falta leve por sus recientes declaraciones a la Prensa tildando de desastrosos a los militaresdel Proceso de reorganización nacional, será sometido al juicio de un tribunal de honor a petición de sus pares, el ex presidente teniente general Videla y el general Harguindeguy, que fue ministro, del Interior.

Lanuse, requerido por el comando del Ejército, no fue arrestado inmediatamente por diferir de la literalidad de las declaraciones publicadas. Continúa así el intento del actual titular del Ejército, teniente general Nicolaides, por enterrar las discusiones militares lejos de la opinión pública.

Problemas para Miguel

El jefe del Justicialismo (en ausencia de Isabel Perón), Lorenzo Miguel, ha recapacitado durante tres días su continuación en la campaña después de no haber podido hablar en el multitudinario mitin peronista de Buenos Aires y haber recibido de sus correligionarios los más severos insultos.Herminio Iglesias, candidato a gobernador por Buenos Aires, y que también busca frenéticamente el respaldo de la señora en Madrid, ha recibido también su ración: en un sobre anónimo llegaron a una revista porteña cuatro fotocopias de las causas abiertas en el archivo del crimen contra el líder peronista bonaerense por robo y transgresíón de las leyes del juego.

Iglesias ha declarado por la radio y televisión que "todo joven, tiene su historia" y que "conmigo o sinmigo" (sic) triunfará el peronismo en la provincia.

Ninguna de las grandes empresas de sondeo de opinión opera públicamente en Argentina para estas elecciones, y las encuestas que van publicándose oscilan entre el partidismo descarado o el amateurismo.

No obstante, los pocos estudios solventes continúan pronosticando la negociación en el colegio electoral ante la incapacidad de peronistas y radicales de obtener una mayoría clara. Parece descartado el triunfo de la Unión Cívica Radical en Buenos Aires, capital federal (no en la provincia), y en Córdoba, segunda capital. del, país.

Parece claro el reparto electoral entre peronistas y radicales del electorado suburbano y urbano. Por lo demás, cinco millones de nuevos votos son una incógnita, y el voto rural, tradicionalmente despreciado por los peronistas, podría inclinarse hacia Alfonsín, que levanta la bandera del cambio.

21/10/83

Urnas de madera con militares al fondo (21-10-1983)

Las fuerzas armadas argentinas son las organizadoras de los comicios del domingo 30 de octubre. Once partidos concurren a estas elecciones, de los que sólo -los radicales que encabeza Raúl Alfonsín y los peronistas de Italo Argentino Lúder- tienen peso real en el país. Desarrollistas, intransigentes y centristas son los que se baten por un tercer puesto que pueda, en el futuro, romper la bipolarización actual de la política argentina. Los militares, que no en balde son los que organizan las elecciones, no parecen temer que tras la llegada de la democracia se les exija cuenta pormenorizada del genocidio, cometido durante sus siete años de poder.

Corresponsales extranjeros recién llegados a Buenos Aires para relatar este tramo final de la transición a la democracia evidencian, en un par de jornadas de trabajo, su proclividad al aburrimiento. Esperaban, lógicamente, algún estallido social o emocional en vísperas de la recuperación de las libertades perdidas. No hay tal. De igual manera que la democratización española se debió en su origen a unas sesiones continuadas de fútbol televisado que provocaron una tromboflebitis en la pierna de un general, y la griega, a una derrota militar en Chipre frente al Ejército turco, los argentinos deben su democracia inminente a un batallón de tropas gurkas que con brillantez hizo su trabajo sucio en las Malvinas.Por una vez, la historia dio la razón a Oswald Spengler, y un pelotón de soldados nepaleses, drogados y notablemente sanguinarios, salvé a la civilización occidental en la República Argentina, contribuyendo al derrumbamiento de una dictadura militar particularmente cruel y catastrófica. Es un hecho esencial que debe ser recordado para entender el proceso electoral en este país: las elecciones generales han sido convocadas por los militares, y el teniente general Cristino Nicolaides, jefe del

Ejército, triunviro de la actual Junta Militar, es el responsable de los comicios hasta para la adquisición de las urnas de madera y ranura frontal enque van a votar los argentinos.

Probablemente, y pese a la vigencia del estado de sitio, Buenos Aires sea en este interregno la ciudad formalmente más libre del mundo donde 50 manifestantes de cualquier partido marginal pueden cortar el tráfico de alguna principal arteria ciudadana sin que las patrullas de la policía federal hagan otra cosa que abrirles marcha y proporcionarles protección.

Las manifestaciones por los desaparecidos que finalizan ante la Casa Rosada permiten a los funcionarios del Gobierna y al propio presidente, Reynaldo Bignone, escuchar tras los visillos los más atroces epítetos, gritados por muchedumbres indignadas, apenas contenidas por policías impertérritos como bobbies británicos.

En clave radical o en clave peronista

Pero el paisaje no debe engañar al observador. No es exactamente la democracia lo que antes reclama el elector medio argentino, sino la posibilidad de volver a vivir en clave radical o en clave peronista.
Ésa es la tranquilidad de las fuerzas armadas de este país, que de otro modo no estarían patrocinando unas elecciones. Desahogado en este período el pueblo argentino, los uniformados aspiran a mantener sus cuotas de influencia. Todos los años por estas fechas se procede en las tres armas a la selección de quienes pueden tener acceso al generalato, al almirantazgo o al grado de brigadier. La actual cúpula militar ya ha hecho las evaluaciones pertinentes y el futuro Gobierno democrático no tiene otra opción que elegir el lugar en el escalafón que ocuparán los primeros militares argentinos de 1984. La mayoría de los partidos políticos -con mayor énfasis la Unión Cívica Radical- promete la supresión del comando en jefe de cada arma, su sustitución por una jefatura de Estado Mayor y la unificación de las tres fuerzas bajo la jefatura civil que ordena la

Constitución. Será, probablemente, un mero cambio semántico, por cuanto los uniformados argentinos ya están tomando sus posiciones ante el próximo Gobierno civil, presumiblemente peronista.

El almirante Franco, comandante en jefe de la Armada, acaba de pasar anticipadamente al retiro al almirante Palet, por sus contactos con el peronismo, para ser el próximo jefe de Estado Mayor naval. Y para nadie es un misterio las aspiraciones de los generales Trimarco (que manda la primera división del país) o Verspláesten (ex jefe de la policía de Buenos Aires) de verse beneficiados por Herminio Iglesias (aspirante a la gobernación de la primera provincia del país), con un cargo principal en la futura cúpula castrense.

El temor de los militares es relativo

El temor militar por sus responsabilidades ante los miles de desapariciones es relativo. El pacto de sangre firmado en su día por los militares para proceder entre todos al último genocidio del siglo XX aún ofrece garantías, y sólo cabe esperar el procesamiento de los integrantes de las últimas juntas militares (tres altos jefes por cada arma) y de aquellos oficiales particular y públicamente comprometidos en crímenes ominosos.

Pero las fuerzas armadas, colectiva e institucionalmente responsables de la desaparición de miles de ciudadanos, no esperan otro ,castigo que el simbólico sobre algunos jefes retirados. De otra manera, no estarían organizando las elecciones, no son unas fuerzas armadas derrotadas en su frente interior -por el contrario, estiman, acertadamente, que sólo han tenido éxito en su lucha contra la subversión- y no tienen ninguna intención de dejarse enjuiciar pormenorizadamente por aquella atrocidades.

Terceros partidos en discordia

Acaso por cuanto los electores argentinos tienen muy clara esta circunstancia, la campaña está exenta de grandes alegrías por la recuperación de la democracia de todos y ha caído nuevamente en el simple enfrentamiento radical-pe ronista y en la vieja, aburrida y sórdida lucha interna de los sindicalistas por mayores parcelas de poder. Ahí es dónde ponen el grito en el cielo los restantes partidos que estiman unánimemente que la única salida al atolladero argentino pasa por la superación de la antinomia entre radicales y peronistas.

Los comunistas (prosoviéticos y burgueses) apoyan la fórmula peronista en la esperanza de heredar cualquier día algún resto del movimiento obrero. Y la Alianza Federal, el Movimiento de Integración y Desarrollo y el Partido Intransigente se disputan el tercer puesto en las elecciones y en el futuro del país. Los federales constituyen un partido de centro con remotas posibilidades de tener acceso a esa tercera posición. Los desarrollistas y los intransigentes, ambos desgajados del radicalismo, intentan infructuosamente convencer al electorado de la necesidad de escapar al infernal bipartidismo; de que peronistas y radicales son, a la postre, muy parecidos, que finalmente terminarán pactando y que, ante el previsible desastre del Gobierno de los primeros, el país no tendrá nuevamente otra alternativa que un Gobierno militar.

Conscientes de que no ganarán las elecciones, desarrollistas e in transigentes se disputan este ter cer puesto que les permita ser ár bitros de la política argentina. Los desarrollistas cifran en la economía la solución de los problemas de Argentina, mientras que los intransigentes (donde se han refugiado no pocos montoneros escaldados de su infiltración en el peronismo) confían en el voto de la juventud progresista a la izquierda del justicialismo.

Las restantes fórmulas electorales son el Partido Demócrata Cristiano, el Partido Obrero, el Movimiento al Socialismo, el Frente de Izquierda Democrática y el Partido Socialista Popular, que disputan ya puestos desdeñables en el -panorama político de la nación.

Un sistema electoral por la ley de D'Hont

Por lo demás, el sistema electoral se rige por la ley de D'Hont para evitar la dispersión del voto, y la elección de presidente es indirecta, a través de un colegio electoral. Los cerca de 18 millones de argentinos con derecho a voto eligen colegios electorales en cada provincia, los que posteriormente designan al presidente.

La mecánica del voto ideada por los militares exige un cursillo previo para abrirse paso con soltura- entre candidaturas de diferentes colores (la elección es nacional, provincial y municipal), con listas numeradas por cada partido y recortables, según se vote al presidente, al gobernador, al alcalde, al senador, al diputado o al concejal.

Los menos preparados culturalmente introducirán en las urnas el boleto co mpleto de su partido y los mejor informados distribuirán su voto en función de cada candidato. En esta facilidad-dificultad se quiere advertir una ventaja brindada por los militares a los peronistas.

Cuarenta y ocho horas antes de los comicios será levantado el estado de sitio y sera acuartelada la policía federal, que carece de derecho al voto. Los argentinos, que paradójicamente están obligados a votar, a menos que puedan justificar su alejamiento hasta 500 kilómetros de su colegio electoral, acudirán a sus urnas de madera con alguna esperanza, no poco escepticismo y abriéndose paso por entre un censo bastante atrabiliario. Cientos de miles de- personas vivas no figuran en las listas que se consultan en las calles; las Madres de la Plaza de Mayo exigen la presencia de los desaparecidos en el censo de votantes. Sólo en Buenos Aires hay 30.000 documentos de identidad expedidos y sin retirar, y, las multitudes que pretenden regularizar su situación ante el Registro de las Personas llegan en estos días a las manos por no soportar las colas interminables.

Resulte como fuere la elección, es un espectáculo humano, que conmueve hasta las lágrimas, el de este pueblo intentando normalizar su vida civil, esperando retirar su carta de identidad -que: en su día no se fue a buscar por miedo-, procurando encontrar su apellido en un censo, reclamando la inclusión del pariente que está desaparecido, meditando en familia sobre el voto generalizado a una lista d detallado de entre las 11 que concurren, mientras que unos caballeros de uniforme velan estas urnas irrompibles de madera y presumiblemente sonríen ante el inminente triunfo provisional de la civilización política en el Cono Sur.

20/10/83

Raúl Alfonsín, en el Ferrocarril Oeste (20-10-1983)

Desde 1946, el radicalismo es el frustrado antagonista del peronismo. Siempre perdieron las elecciones frente al Movimiento Nacional Justicialista y en dos ocasiones gobernaron gracias a los votos de sus adversarios: en 1958 los sufragios peronistas dieron la victoria al disidente radical Frondizi, a cambio de un reconocimiento político que no se produjo, y en 1963, Illía tuvo acceso a la Casa Rosada con sólo el 26% de los votos, gracias a que Perón ordenó desde Madrid votar en blanco. Tras una breve conciliación durante el segundo peronismo, el abrazo (Perón-Balbín), la antinomia han resucitado. Los argentinos vuelven a ser o peronistas o radicales. Domingo Faustino Sarmiento, presidente argentino en la segunda mitad del siglo XIX, dio por cancelados los enfrentamientos entre blancos (unitarios) y colorados (federales) mezclando pintura blanca y roja y cubriendo con la mixtura las paredes del palacio del Gobierno, que en adelante sería conocido como la Casa Rosada. Fue el gesto simbólico de un gobernante cultivado que terminó sus días como maestro rural, ejemplo de una raza de políticos con estatura moral, de los que, paradójicamente, Argentina ha sido siempre prolífica.Esta tradición hizo posible el abrazo de Perón y Ricardo Balbín, que ya viejos aceptaron que radicales y peronistas lograran tener un mínimo común denominador populista sobre el que entenderse. Pero sólo aquellos dos caudillos tenían perspectiva histórica para el encuentro nacional. Balbín despediría en el Congreso al cadáver de Perón -con las más emocionadas palabras, pero el pacto radical-peronista quedó en el tiempo, y los militares, ante los desastres de la Administración de Isabelita, ni siquiera tuvieron el obstáculo de una oposición democrática y definida en el Congreso que garantizara una alternativa política.

Reorganizada la Unión Cívica Radical (UCR) en torno a Raúl Alfonsín, el partido ha crecido nuevamente, diferenciado bajo sus viejas banderas de los mejores valores cívicos interclasistas de la sociedad argentina: respeto por las leyes, tolerancia, honestidad pública, aprecio por la cultura, desprecio de la demagogia. La UCR remozada por Alfonsín recuperó el aliento de los orígenes radicales en que Alem e Yrigoyen se enfrentaron al reaccionarismo criollo, que prácticamente añoraba los fastos del virreinato y propuso a los hijos de los colonizadores y a los primeros emigrantes una república igualitaria, amable, laboriosa e instruida.

Desde finales del pasado siglo, el radicalismo ha amparado a un amplio segmento de la sociedad argentina no muy bien definido ideológicamente (aunque inclinado hacia un conservadurismo ilustrado y liberal), pero que en sus infinitas multidivisiones siempre fue cauce de profesionales, clases medias, intelectuales y jóvenes y obreros idealistas, pero desengañados del revolucionarismo utópico. Por forzar una traslación histórica, podría suponerse que Azaña podría haber militado cómodamente en el radicalismo argentino.

Un país al que emigrar

Y tras tantos sufrimientos, muchos argentinos no han recapacitado que a la postre, bajo los Gobiernos radicales, Argentina siempre fue un país en el que se podía vivir y al que merecía la pena emigrar, mientras que bajo los Gobiernos peronistas la República adquirió él sabor agrio de las revoluciones a medio hacer. La revolución es como la salsa mahonesa: si se corta es indigerible.

Así, los dos primeros peronismos fueron interrumpidos por asonadas Militares, exactamente igual que los dos últimos Gobiernos radicales; pero mientras los peronistas eran desalojados de la Casa Rosadal- so pretexto de la inminencia de guerras civiles y en medio del caos social, los radicales fueron conducidos' hasta la calle sin otra excusa que la ambición militar alimentada por una sociedad que hasta 1976 tendía a confundir las fuerzas armadas con el ejército de salvación, al ejército con la patria, a la disciplina castrense con la eficacia administrativa.

Pero el caso es que ahora muchos argentinos añoran la presidencia de Arturo Illía y, en menos medida, la de Frondizi. Con Frondizi, un disidente radical que pacta con el peronismo proscrito, Argentina recupera su crédito exterior, por más que su política interior no sea otra cosa que una continua sumisión a las exigencias militares hasta su lógico derrocamiento. El doctor Illía, triunfante en 1963 con los votos en blanco de los peronistas, ejerce uno de los mejores Gobiernos que ha tenido Argentina en los últimos 50 años. Illía, anciano, médico rural, es sometido a un acoso cruel por la aparente ausencia de autoridad, que se traduce en que no cierre periódicos, acate con mimo la Constitución, no persiga ni a quienes le denigran y tome el té solo, sin escolta, en la confitería Richmond, de la calle Florida; de vez en vez abandona su despacho y baja a la plaza de Mayo para sentarse bajo el sol en un banco y desmigajar pan a las palomas.

La Prensa le bautiza de tortuga por su paso pausado, y muchos argentinos,que nunca habían vivido bajo mayor felicidad política, alimentaron el golpe militar del general Onganía en 1966. El viejo, sabio y tolerante Illía tuvo que abandonar a empujones la Casa Rosada, tras reputar acertada y valientemente de delincuentes a los militares que le desalojaron y sin haber cometido otro error importante que la nacionalización de las concesiones petroleras extranjeras, indispensables ante la ausencia de tecnología propia.Hoy esa mezcla de habilidad y bonhomía políticas que aunaban BaIbín e Illía, parece la inspiración de este abogado de un pueblo de Buenos Aires, de 56 años, paternal, tranquilo, hábil para el mitin, casado, con nietos. y secreto admirador de la socialdemocracia europea que es Raúl Alfonsín. Hace dos semanas, a medio camino de una campaña agotadora, los radicales convocaban su primer mitin en Buenos Aires sin atreverse a alquilar los estadios del River o del Boca ante el temor de no llenarlas. Optaron, finalmente, por el estadio del Ferrocarril Oeste (además, el- único, sindicato de la CGT dirigido por un radical es el ferroviario), en el barrio porteño de Caballito, mediano y humilde.

El peronismo replicó con una huelga de transportes de superficie para el mismo día; pero aun así 100.000 personas desbordaron las gradas, el terreno de juego y los aledaños en lo que fue considerado como el alfionsinazo en ferro. Nunca los radicales -históricamente proclives a resolver las cosas en comité- hablan acumulado tanta gente fuera de los sepelios de Yrigoyen, Balbín e Illía. Radicales provectos con niños, señoras con abrigos de piel del barrio Norte de Buenos Aires, obreros en paro, profesionales universitarios proletarizados, masas en las tribunas del estadio, atronando los bombos cual barras bravasperonistas y entonando los rítmicos y pícaros eslóganes que siempre acompañan las manifestaciones políticas en este país, apagaron la megafonía del candidato cuando prometió, de llegar al poder, equiparar la tortura al asesinato cualificado.

Las palabras esperadas- Exigió la solidaridad latinoamericana y fustigó el egoísmo económico de EEUU y el Mercado Común Europeo, abogó por la revolución verde, prometió que en Argentina será prioritaria la enseñanza elemental obligatoria sobre el servicio militar obligatorio, el final de las comandancias en jefe de las tres armas para la sumisión militar al presidente civil de la nación; ni venganzas ni claudicaciones, sino justicia pormenorizada sobre las desapariciones, las torturas y las muertes. Estado de derecho, imperio de la ley, dejarse de caminar a contramarcha de la historia ("qué nadie vuelva a intentar un golpe gratis en Argentina"). Toda la catarata de palabras largamente esperadas y que no se escuchan en los mítines peronistas.

Tras aquel discurso, el peronismo salió de su letargo e intensificó su campaña, atribuyendo a Raúl Alfonsín el padrinazgo de las multinacionales, de la socialdemocracia europea y del Departamento de Estado norteamericano. Es una degradación inútil de la metodología política, por cuanto el avance radical que obsesiona a los peronistas es dificil que finalmente les arrebate, al menos, una mayoría simple capaz de ser negociada en el colegio electoral. La inercia peronista, beneficiada por dos asonadas, aún funcionará, y sólo cuando el justicialismo agote un período legislativo y tenga un balance completo que ofrecer podrá ganar o perder en lo que será la normalización de la vida política argentina.

19/10/83

El peronismo muestra sus violentas disensiones en un mitin celebrado en Buenos Aires (19-10-1983)

Con actos multitudinarios en Córdoba y Buenos Aires, el peronismo remontó su apagada campaña electoral en el Día de la Lealtad: el 17 de octubre, aniversario de la concentración de 1945 en la plaza de Mayo que llevó a Juan Domingo Perón al poder.

Unas 150.000 personas escucharon e insultaron a algunos dirigentes peronistas -especialmente a Lorenzo Miguel, vicepresidente ejecutivo del partido- en el estadio porteño de Vélez, en un ambiente de gran violencia, mientras otras 100.000 acogían en un cruce de calles en Córdoba (feudo radical) al candidato presidencial Ítalo ,Lúder.Mediante una logística impecable y con miles de autobuses esperando a los obreros a las puertas de las fábricas, el peronismo replicó el lunes a los éxitos de la campaña de Raúl Alfonsín. Es evidente la recuperación peronista en la recta final electoral.

En la cancha porteña de Vélez, miles de gargantas peronistas recibieron con un acogedor y atronador "¡hijo de puta!" a su líder Lorenzo Miguel, secretario de la Unión Obrera Metalúrgica, de las 62 organizaciones (brazo político del peronismo en la CGT) y primer vicepresidente ejecutivo del partido. Un gigantesco coro ("¡Lorenzo, compadre, la concha de tu madre!": el peor exabrupto argentino) impidió hacer uso de la palabra a quien en ausencia de Isabel es el jefe del peronismo. Botellas y cascotes volaron hacia la tribuna de oradores mientras Lorenzo Miguel intentaba achacar la bronca a provocadores radicales y comunistas. Miguel tuvo que retirarse.

La guerra entre facciones peronistas ha rebrotado sin esperar a los resultados electorales. Herminio Iglesias, caudillo del peronismo provincial bonaerense, disputa el poder a Lorenzo Miguel y, en menor medida, a Lúder, quien procura permanecer equidistante e incontaminado.

Los incidentes marcan un giro en una campaña electoral que comenzó apaciblemente y que se ha ido tiñendo de Violencia; entre los propios peronistas y desde éstos hacia los radicales.

Se estima en Buenos Aires que el binomio Lúder-Bittel aspira secretamente a un triunfo minoritario del peronismo que exija una votación pactada en el colegio electoral, en el temor de que un nuevoperonazo en las urnas dé ínfulas a unos sindicalistas que ya se pelean por el poder antes de obtenerlo. Una sustanciosa pérdida de masa electoral permitiría a Lúder liberarse del corsé sindical y maniobrar hacia pactos poselectorales con el radicalismo y dirigir el Movimiento Nacional Justicialista hacia un partido moderno.

Los 'huérfanos de Perón' (19-10-1983)

Los peronistas afrontan las elecciones del 30 de octubre como si su general-líder estuviera aún vivo. Su imagen está presente en las calles y lo estará en el recuerdo de todo el que deposite una papeleta a favor de Ítalo Lúder, sus palabras van a ser repetidas durante la campaña por las cabezas visibles de un movimiento dividido, con enfrentamientos internos, unido sólo por la confusa herencia de Juan Domingo Perón. Ni siquiera la viuda del líder parece por el momento dispuesta a volver a Buenos Aires a consolar a los huérfanos de Perón.

La campaña peronista para las elecciones del 30 de octubre es un monumento a la necrofilia y al pasado. Abiertamente se pide el voto para Perón, y las imágenes del caudillo muerto señorean la propaganda televisiva. Aislada y silenciosa su viuda en Madrid y divididos prematuramente los máximos dirigentes del justicialismo, los líderes sindicales del peronismo se han lanzádo a la conquista del partido. En público, alardean de un nuevo peronazo; en privado, ternen la humillación de tener que pactar su triunfo en el colegio electoral tras no conseguir la mayoría ab soluta. Conductor de 'patotas' Uno de los más eximios huérfanos de Perón es Herminio Iglesias, joven candidato a la gobernación de la provincia de Buenos Aires (donde habita la mitad del país), aspirante a futuro líder, nacional, hijo de famélicos emigrantes gallegos, conductor de patotas (bandas), crecido económicamente al arrimo de la prostitución y el juego en su provincia, surcado de cicatrices, tuerto, sin un párpado,,varias veces herido de bala, inteligente, ambicioso e inculto.

Cuando los periodistas le inquieren sobre su supuesta orquitis traumática (a la salida de un velatorio le dispararon entre las piernas), clava en su interlocutor la mirada obsesiva de su ojo perennemente descubierto y le ruega le envíe a su madre o a su hermana, si son hermosas, para que ellas lo comprueben personalmente. Lorenzo Miguel, con sus blancas patillas hasta la mandíbula, secretario de la violenta Unión Obrera Metalúrgica, de las 62 organizaciones que agrupan a los sindicatos peronistas de la Confederación General del Trabajo, y ahora primer vicepresidente ejecutivo del peronismo, se encuentra envuelto en juicios por la desaparición en un horno de pan de los restos troceados de uno de sus guardaespaldas, que cometió el error de acopiar un exceso de información.

Son dos hombres temidos y temibles, ambos hijos de españoles, representativos de la nueva dirección peronista y con notables perspectivas de acceder a los más altos cargos de la nación. Son algunos de los huérfanos de Perón, que ahora se pelean con sordina por el reparto del poder peronista. Abusan de su persecución y sufrimientos bajo la dictadura militar, pero apenas tienen un leve recuerdo para toda la izquierda revolucionaria, más o menos infiltrada o integrada sinceramente en el peronismo, que acabó habitando la escuela de Mecánica de la Armada o las cárceles secretas hasta su posterior asesinato.

Vergonzosamente, los huérfanos de Perón quieren aparecer como las primeras víctimas del proceso militar, pero es dificil dejar de advertir que la guerra -sucia militar, además de aniquilar la subversión de izquierda, limpió de bolches las filas peronistas, devolviendo al movimiento toda su pureza antimarxista original. No es anecdótica la reciente- agresión sufrida por las madres de la plaza de Mayo a manos de militantes peronistas de la CGT o la estimación de los informes políticos de las fuerzas armadas de que un Gobierno peronista será más comprensivoque uno radical con los excesos de la represión. Los mismos informes que, analizando las relaciones exteriores, pronostican un acercamiento a la Alianza Popular de los peronistas y una aproximación al PSOE de los radicales.

El martirologio de la viuda

Mientras los militares fumigaban a sangre y fuego su axila izquierda, los peronistas acumulaban el martirologio de la viuda de Perón (cinco años en un chalé militar) o dé Lorenzo Miguel (preso en su casa), junto a los innegables sufrimientos de tantos peronistas, humildes vejados por la brutalidad de la Junta. La atrocidad militar sumió en un rápido olvido el hecho de que la Triple A (Alianza Anticomunista A rgentina) fue un hijo legítimo del peronismo, que las matanzas y desapariciones se iniciaron bajo Gobiernos peronistas y que la guerra civil argentina fue un subproducto de la batalla interna justicialista.

Antes que Isabelita fuese derrocada, Lorenzo Miguel arrojó contra ella la agresión de sus sindicatos, sellando su destino y dando la última justificación a la intervención militar: por vez primera, precisamente por saberlo débil, el sindicalismo peronista se enfrentaba a su Gobierno. No es de extrañar la renuencia de Isabel a regresar, sabiéndose antaño traicionada por quienes ahora detentan el poder partidario. Isabel sólo aspira a recuperar la fortuna de Perón y a colocar política, económica y administrativamente al entorno que le demostró fidelidad. Pero los que la votaron como presidenta del partido comentaban a los periodistas que, si volvía a Argentina antes de las elecciones, el triunfo sería del candidato radical Alfonsín.

Italo Argentino Lúder, flemático abogado candidato a la presidencia por el peronismo, alcanza su nominación tras arduos esfuerzos por no hacer nada, no decir nada, no comprometerse con nadie. Reputado por el teniente general Lanusse (quien entrega el poder a Cámpora en 1973, inaugurando, el segundo peronismo) como hombre incapaz de tomar una decisión, Lúder fue nominado candidato a la presidencia por quienes aspiran a manejarlo, que son todos. Su triunfo no derrotaba a ninguna facción, excepto a los ultraverticalistas -que querían la designación de la señora y que lamentan que unas paperas tempraneras privaran a Perón de haberles legado un hijo-, pero le impide triunfar por la fuerza de sus propias ideas (vaporosas y evanescentos dentro de la liturgia peronista).

La fórmula presidencial Lúder-Bittel, además, reunía otras ventajas. Lúder es un suizo que aporta la imagen tranquilizadora del perfecto presidenciable y de la moderación, que puede arañarle votos al radicalismo entre las clases medias; hombre mesurado, que controla sus emociones (algunos estiman que carece de ellas), pálido, profesoral, viene a restar. agresividad al aluvión zoológico peronista. Bittel, otro suizo, notario, caudillo del chaco, satisface las exigencias de las provincias y aporta idéntica imagen de respetabilidad democrática y personal.

Lorenzo Miguel volcó el apoyo sindical en favor del binomio a cambio de la primera vicepresidencia ejecutiva del partido, que implica la totalidad del poder si la presidenta es Isabel, quien permanece callada y dolorida en Madrid, rezando mucho y consultando a un psiquiatra. Por lo demás, el tejido pactado por los administradores de la herencia de Perón otorgaba la gobernación de la provicia de Buenos Aires a Antonio Cafiero, ex ministro de Economía, acaudalado y cultivado. Herminio Iglesias le arrebató la candidatura a patadas, y poco menos que a punta de pistola, en el controvertido congreso bonaerense.

La pelea Iglesias-Cafiero será señalada en su día como la prehistoria de la segunda guerra civil peronista. Iglesias, representante del peronismo de "Alpargata, sí; libros, no", tras forzar bravamente su nominación, se ha lanzado a una campaña de talante nacional y formalmente grosera. Ha sembrado con su propaganda las paredes de la capital federal y, pese a los abrazos de los jerifaltes locales, se abstiene de intervenir junto a Lúder o Miguel, quien pasea los dos trajes que ha adquirido por todo el país. En La Plata (capital de Buenos Aires), Iglesias no asistió a su mitin, donde debía hablar junto a Lúder, y éste se encontró al borde de ser evacuado por su servicio de seguridad. La segunda guerra civil peronista apunta ahora hacia una mera lucha interna por el reparto del poder.

Por otra parte, el temor y las dudas suscitadas por las masivas afluencias a los actos electorales de Raúl Alfonsín y la pérdida de la disciplina sindical -la última huelga de transporte en Buenos Aires no fue seguida inicialmente por más del 50% de los chóferes; el resto fue convencido mediante incendio o tiroteo de los autobuses circulantes- han propiciado acelerados cambios en el tono de la propaganda electoral (restándola agresividad), una catarata de agresiones y difamaciones contra los radicales (se les acusa de servir intereses internacionales) y un ensanchamiento de las diferencias entre estoshuérfanos de Perón que siguen hablando de la revolución pendiente. De alguna manera son falangistas nutridos de carne y con suerte histórica.

Detenido en Paraguay el presidente del sindicato de Prensa (19-10-1983)

El secretario general del Sindicato Independiente de Periodistas de Paraguay, Alcibiades González del Valle, que trabaja como redactor del periódico Abc Color de Asunción, se encuentra detenido e incomunicado, según han denunciado en la capital española compañeros del periodista.Alcibiades González está considerado un destacado luchador por las libertades y la democracia en su país, donde el régimen del general Alfredo Stroessner lleva a cabo una política reiteradamente denunciada como represiva por organizaciones defensoras de los derechos humanos.

14/10/83

Generales, candidatos y 'madres de Mayo', en la recepción de la Embajada en Argentina (14-10-1983)

Por primera vez en siete años, el Día de la Raza ha vuelto a ser festivo en Argentina y la bandera española ha ondeado en las calles céntricas de Buenos Aires. El proceso . militar suprimió la fiesta y la derrota en las Malvinas la resucitó, al redescubrirse los argentinos como latinoamericanos. Y por una vez esta sociedad pudo reconciliarse en los salones de la embajada de España, centro de la jornada; desde los generales y políticos de la dictadura militar hasta los candidatos de la inminente democracia, pasando por el Nobel de la Paz Pérez, Pérez Esquivel, y las madres de la plaza de Mayo, con sus pañuelos en la cabeza, convivieron todos por unas horas al amparo de nuestra representación.José Luis Messia y Jiménez presentó sus cartas credenciales como embajador de España ante la República Argentina al presidente Reynaldo Bignone. Messía, procedente de la embajada en Estrasburgo, sustituye a Manuel Alabart, de inminente jubilación. En los círculos polítitos porteños se reconoce positivamente la vieja preocupación del nuevo embajador por la defensa de los derechos humanos y sus relaciones personales con la actual Administación española.

La Prensa de Buenos Aires destaca declaraciones de Mercedes Rico-Godoy, directora general para Iberoamérica (quien recientemente visitó el país), en el sentido del deseo del presidente español, Felipe, González, de asistir a la toma de posesión de su colega argentino tras las elecciones del 30 de octubre, que restituirán la democracia al país.

Nicolaides intenta en vano callar a los generales que muestran la desunión Militar (14-10-1983)

El teniente general Cristino Nicolaldes, comandante en jefe del Ejército argentino, intenta, sin éxito, detener con sanciones ejemplares la cascada de declaraciones de generales que ponen en precario la ya escasa nnidad militar. A los 60 días de arresto que ya cumplió el ex presidente Galtieri y a los que cumple el general Benjamín Menéndez (ex gobernador de Malvinas) habrá que sumar el previsible arresto del teniente general Alejandro Lanusse, ex presidente que entregó el poder en 1973 al peronista Héctor Cámpora.

Lanusse, en declaraciones a la revista Siete Días, del editor exiliado Fontevechia, denuncia la corrupción militar de los últimos siete años y se lamenta de que los directorios empresariales argentinos estén llenos de generales cuando lo prohibe taxativamente la reglamentación castrense. Dé la ley de amnistía estima que "es lamentable, totalmente inoportuna e inadecuada por haber sido promulgada contra la opinión dé todo un país; los resultados de esta ley van a ser exactamente el polo opuesto ,a los resultados buscados...".El general-ex presidente denuncia la existencia de altas jerarquías militares que apoyan -un triunfo peronista y llega a afirmar que el gol pe de 1976 que derrocó a Isabel Perón fue pactado entre, un sector de las Fuerzas Armadas y un sector del peronismo. Tilda al general y ex presidente Videla de "calamidad". Y reconoce que en la guerra de las Malvinas las Fuerzas Armadas argentinas demostraron su completa incapacidad para operar bajo un comando unificado conjunto. En la mañana de ayer, Lanusse fue requerido con urgendia al comando del Ejército, para ratificar o desdecir sus declaraciones, y se esperaba su arresto fulminante.
Las dos CGT y el Gobierno han alcanzado un acuerdo por el que las primeras renunciaría su intención de una nueva huelga general de 48 horas antes de las elecciones, y el segundo congelará los tarifazossobre artículos y servicios de primera necesidad. Dio obstante, continúa el sarpullido de huelgas sectoriales descontroladas y es inminente otra paralización del transporte de superficie,en el Gran Buenos Aires.

La campaña electoral continúa con una crecida de insultos desde el peronismo hacia los radicales. La agresividad verbal peronista ha aumentado con sus disensiones internas. Erminio Iglesias, candidato a la gobernación de Buenos Aires, ya no asiste a los actos en los que comparecen el candidato presidencial Italo Lúder o el primer vícepresidente del partido, Lorenzo Miguel. Estos últimos aspiran a captar votos moderados de clase media, mientras Iglesias excita la raíz más populista del movimiento. Iglesias acaba de "declarar la guerra a los extranjeros que nos quieren comprar y a los argentinos como Raúl Alfonsín que nos quieren vender". EL lenguaje y hasta la presencia patibularia de este hombre, que además está haciendo campaña fuera de su provincia, espantan al sector peronista encabezado por Lúder.

Por lo demás, el grueso de la campaña peronista lo está llevando un cadáver. "Vote a Perón" es el eslogan más repetido, y la foto del líder difunto y la proyección de sus discursos multitudinarios priman sobre la imagen o la palabra de los candidatos vivos. En el interior, la campaña prefiere el abuso de la imaginería de Eva Duarte. De Isabel Perán, ni una foto, ni una palabra, ni un cartel, ni la menor alusión a quien es teórica y jurídicamente la presidenta del partido.

Un general para un pueblo (14-10-1983)

El domingo 30 de octubre, un censo electoral próximo a los 18 millones, sobre 28 millones de argentinos, acudirá por primera vez a las urnas en 10, años y por tercera en 20 para elegir libremente presidente y vicepresidente de la nación, diputados nacionales y provinciales, senadores, gobernadores, alcaldes y concejales. Un terremoto político y administrativo en el que cinco millones de argentinos estrenarán su derecho al sufragio. Tras siete años de proceso militar, ruina económica, acumulación de una deuda externa sideral y derrota en las Malvinas, los peronistas confían en la inercia de su movimiento obrero y sentimental, y los radicales creen que por primera vez en 40 años pueden vencer al peronismo.

"Cuando fui obligado a exiliarme marché a Italia para estudiar a Antonio Granisci y poder entender el peronismo. Ahora que lo en tiendo he regresado para votar a los radicales de Alfonsín". Es la reflexión, no exenta de humor, de un intelectual porteño de izquierda que ha tenido que recurrir al psico análisis no tanto para resolver sus contradicciones personales como para desentrañar el embrollo ideo lógico de quienes quieren sentirse próximos al proletariado argen tino.Porque uno de los empeños intelectuales más arduos consiste en intentar trasladar a esquemas occidentales el movimiento peronista sin desbarrar en demasía. Acaso el único consuelo resida en que no pocos argentinos políticamente cultos encuentran las mismas dificultades para entender cabalmente este fenómeno prepolítico amasado con culto a la personalidad ("Perón, Perón, que grande sos. Mi general, cuánto vales", reza la letra del himno peronista), corrupción, sincero populismo, rencor social, violento antiizquierdismo, nacionalismo exacerbado, bombos golpeteados hasta el frenesí, las mujeres del general, sindicatos, controlados por cúpulas mafiosas que dirimen a tiros sus cuotas de poder, bastante prepotencia ("Paso, paso, páso, que viene el peronazo"), tango, milonga, guitarra criolla, mucha, nostalgia, todo el sentimentalismo del mundo, algo de doctrina social de la Iglesia, bastante anticlericalismo y esa tranquila, sincera y ciega irracionalidad con la que aún te contestan en las postrimerías de 1983: "El peronismo es un sentimiento y entra por la piel" ("Sinvergúenza y ladrón, queremos a Perón").

La primera tentación que debe resistir el observador es equiparar el peronismo al fascismo o, como poco, al movimiento nacional. Tiene, sin duda, nopocos de los elementos irracionales de aquéllos, pero también es otra cosa y más genuina. Perón de la familia Perone- fue un admirador confeso de Mussolini, pero comenzó a movilizar las masas en la Plaza de Mayo cuando los fascismos europeos habían sido derrotados militarmente. Acogió al exilio nazi y ayudó a Franco con créditos para la adquisición de granos. Fundó sindicatos verticalistas y hegemánicos, y los libros de su segunda esposa -la fascinante Eva Duarte- fueron obligatorios en las escuelas. "La vida por Perón" fue la consigna, y se erigió en caudillo de sus fieles.

Virtuoso de la agitación por radio -aunque en menor medida que Evita- y en las concentraciones ante la Casa Rosada, en la explanada de la Plaza,de Mayo lanzó en más de una ocasión a sus huestes contra sus enemigos, y los descamisados golpearon, tirotearon, quemaron iglesias, periódicos y los reductos sociales de la oligarquía agrícola-ganadera.

Agitador virtuoso

Perón se enfrentó, con más energía que ningún otro, a la aristocracia criolla de los granos y las reses (que aún perdura y detenta poder), que soñaba una Argentina idílica y bucólica, poco poblada, afanada en trabajos agropecuarios, permanente importadora de manufacturas y libre de la peste del proletariado industrial, una Alcadia feliz en la que la mano de obra gaucha, los cabecitas negras del interior, tendrían un nivel de vida digno y los Martínez de Hoz; Anchorena, Alzaga-Unzue, Tezanos-Pintos, BulIrich, sorberían oporto en clubes exclusivos y silenciosos, vestidos con telas inglesas y discutiendo gravemente las cotizaciones de las bolsas internacionales de carne y cereales y los resultados de los partidos de polo.

El joven coronel Perón, en 1945 subsecretario de Guerra y secretario de Trabajo y Previsión Social en el Gobierno del general Edelmiro J. Farrell, conecta con los sentimientos de una masa proletaria apenas organizada, y se coloca a la cabeza de una manifestación. De muchas cosas podrá acusarse al general Perón, menos de carecer de instinto político. Encauza a ese proletariado emergente y castiga con mano de hierro a la izquierda que puede discutir ideológicamente su liderazgo. El mayor odio peronista no es para la oligarquía, sino para los bolches, los zurdos, hasta que Perón, desde su Santa Elena madrileña, los necesite para regresar al poder. El primer peronistno redistribuye la riqueza, erige elefantiásicas obras sociales, desarrolla la industria, nacionaliza servicios, levanta casas, mientras Eva Duarte, colmada de joyas, abraza a sus descamisados, que la veneran, e inunda de juguetes las cunas de los niños pobres.

Perón llega, en su modernización del país, a implantar el voto femenino y el divorcio, pero se cuida de sangrar a la oligarquía y lleva adelante sus reformas con el dinero acumulado por Argentina durante la segunda guerra mundial. Sencillamente, no es un revolucionario: es un producto brillante del rencor social, harto de la tontería elegante del barrio norte de Buenos Aires. Hijo natural, viudo, se amanceba con otra hija natural -Evita- y, llenos de talento y de magogia, arremeten contra quienes se negaban y negaron a recibir los en sus salones. Ese rencor social, sumado al escaso interés de Perón por rodearse de eminencias, explican el carácter torvo, zafio, malencarado del peionismo ("Alpartasas, sí; librón, no"), donde medraron los válidos y los brujos de alcoba y en el que pareció primarse cualquier grosería o brutalidad y ser desdeñable todo refinamiento o tolerancia. Quedaron sin modernizar las estructuras sociales y políticas del país, y la industrialización fue antes un deseo de satisfacer el consumismo manufacturero de unos obreros halagados desde el poder que un proyecto serio y a largo plazo (aún hoy se habla en Argentina de "la revolución pendiente"). Quedó enquistado en la sociedad un sindicalismo de mangoneo financiero y guardaespaldas y, a la postre, la oligarquía permaneció intocada, aunque provisionalmente humillada.

Clases medias

Las clases medias, los profesio nales, todo ese magma inasequible a la seducción de la alta burguesía y a la hipnosis política que puede llegar a provocar "el aluvión zoológico" (así llegó a ser tildado el movimiento peronista), quedó desonentada entre sus propios errores y pequeños egoísmos, la multi división de los radicales y el gran pecado original de los argentinos: la consideración del Ejército como columna vertebral del país, forjador de la nación y el gran padre al que en última instancia se acude para escapar de los atolladeros. Es todo el tejido social que ahora escruta las dudosas encuestas atisbando las posibilidades del radicalismo, pero con la resignación en el alma: "Tendremos que esperaseis años más hasta que el peronismo termine de derrumbar el país. Pero lo peor que puede ocurrir en Argentina es que ganen y vuelvan a sufrir un golpe militar . El peronismo, siempre en claroscuro, fue impecablemente democrático en sus accesos al poder. En 1946 obtuvo el 52%; en 1951, el 62,49% de los votos, y en 1973, el 49,59% en la elección de Campora y el 61,85% en la de Perón. Por dos veces fue ;violentamente apartado del poder que había alcanzado legítimamente: en 1955, por el teniente general Lonardi, y en 1976 por el teniente general Videla. Es la gran coartada histórica peronista: "Todo acabó mal porque no nos dejaron acabar nuestros dos últimos períodos electorales, y, además, sufrimos persecución e injusticia, mientras que otros obtenían prebendas y colaboraban con los Gobiernos militares".

Son verdades a medias, que como bien se sabe, constituyen las más grandes mentiras. En 1955, el Ejército derroca a un Perón que quema iglesias, que está excomulgadó, que ha perdido a su gran demagoga -a la que el profesor ha embalsamado para un mausoleo faraónico- y que ha gastado las ganancias argentinas (el período 1939-1952, los años en los que no se podía transitar por los pasillos del Banco Central porque los lingotes de oro atoraban los pasillos). Perón, entonces, se exilia cuando estaba en el cabo de la cuerda. El peronismo resultó históricamente beneficiado por más que en aquel momento lo ignorara.

Pacto sutil

En 1976, el peronismo -ya sepultado el Macho en Chacarita- pacta sutilmente el golpe militar Italo Luder, entonces presidente del Senado, presidente provisional cuando se retira brevemente Isabel Perán por una enfermedad nerviosa, podía haber forzado la dimisión o incapacitación de la seflora y haber conducido al país hasta las elecciones de la mitad del Congreso, para las que sólo faltaban nueve meses. Pero el peronismo ya estaba enfangado en su propia guerra civil, la dirección del partido se había mostrado capaz de los mayores despropósitos (López Rega) e Isabel Perán presidía Consejos de Ministros en los que los titulares se perseguían a carterazos alrededor de la mesa.

El proceso militar de, reorganización nacional, además de conculcar una legalidad constitucional, degeneró en tal barbarie que santificó a algunas de su poco santas víctimas. Cinco años de prisión en un chalé de las fuerzas armadas mejoraron la todavía impresentable figura de Isabel Perón; unos años de residencia obligatoria en su domicilio hicieron de Lorenzo Migull un mártir. López Rega no es ahora candidato peronista a algo porque los militares le hicieron la maldad o el desprecio de no detenerlo y encarcelarlo durante los últimos siete años.

Toda la dirección sindical peronista fianqueó al general Ongania (el gran patrocinador latinoamericano de la doctrina de la seguridad interior) cuando desalojé a patadas de la Casa Rosada al presidente constitucional, Arturo Illía, noble anciano radical que creía en el derecho a la justicia, quien jamás puso preso a nadie por denostarle y que legalizó a los peronistas. Ya entonces el cuchicheo entre militares y sindicalistas comenzaba a significar la política argentina. Unos y otros poseían la capacidad de repartir el poder y compartían idéntico desprecio por la metodología democrática y la misma tendencia por la resolución expeditiva de los problemas personales: ¿por qué no negociar? Todavía están negociando.

Y ahora el peronismo afronta la que puede ser su prueba postrera en esta campaña electoral poblada de fantasmas y de espectros. Una amiga de siete años -obviamente, adicta a la televisión- te comenta: "Yo no voy a votar a un señor que está muerto". Y su mucama (sirvienta) le replica: "Fue el único que nos dio algo". Lo dicho: el peronismo es un sentimiento y entra por la piel.