En la 24ª sesión de la vista
contra los 33 procesados por el intento de golpe de Estado del 23-F surgió por
primera vez en el juicio, como destacó el propio fiscal, el nombre del capitán
Gil Sánchez Valiente. La novedad se produjo en el curso de la declaración de
uno de los cinco tenientes que ayer fueron interrogados, Ramos Rueda, quien
afirmó que vio varias veces en el Congreso al citado oficial, que iba armado y
uniformado de campaña. Dijo que Gil Sánchez Valiente abandonó hacia las cuatro
de la mañana el Congreso, pero que no sabe si entró en el mismo con las fuerzas
ocupantes o como observador. El teniente Izquierdo identificó a los también
tenientes Boza y Ramos Rueda como dos de los hombres que participaron en el
incidente con Gutiérrez Mellado. El teniente Alvarez Fernández negó que él
hubiera pronunciado la frase "Manitas fuera, esto se mueve", que se
le achaca. La vista se reanudará mañana con el interrogatorio de los restantes
tenientes y del civil Juan García Carrés.
Una sesión, la de ayer,
dedicada fundamentalmente a civilones:proletariado
militar elevado al rango de teniente tras veintitantos o trentaitantos años de
sacrificado servicio. Acaso la ignorancia sea su mejor defensa, por más que no
les sirva de exculpación. Excepción hecha de algún caso aislado, ayer pasaron
por el interrogatorio una serie de guardias -seis tenientes de la Guardia
Civil- que no aportan ningún poso a la historia de este golpe de Estado.
Corifeos y teloneros de la asonada, cuyas responsabilidades han de ser
dilucidadas (su comportamiento en el Congreso ocupado -el de algunos de ellos,
aún no identificados- fue deleznable y chulesco), pero que no pasan de ser
tropa de comparsa de los auténticos culpables. Fueron interrogados los
tenientes Izquierdo, César Alvarez, Núñez, Ramos Rueda, Alonso Hernáiz y Boza
(sólo resta por interrogar -ya para el jueves- a otros dos tenientes y a García
Carrés, quien continúa siguiendo el proceso desde la clínica Covesa). Lo más
que da la jornada es para una profunda reflexión sobre el futuro de la Guardia
Civil.El fiscal extrajo una falsilla de preguntas repetidas hasta la saciedad,
en ocasiones con idéntico vocabulario, sobre cada uno de los seis tenientes:
destino, mando natural, conocimiento de Tejero y sus anteriores andanzas,
explicación de por qué sigue a Tejero en su empeño, que si sabía el edificio
que asaltaba y lo que allí se estaba celebrando, más una serie de preguntas
sobre las secuencias de incidentes registrados en el palacio (agresión a
Gutiérrez Mellado, incidente de Tejero con Aramburu, llegada de Armada,
incorporación de la columna de la Acorazada y rendición).
Las contestaciones también
son de falsilla: que siguieron las órdenes de su mando natural (un capitán),
que no podían hacer otra cosa dada la obediencia ciega exigida por el
reglamento de la Guardia Civil, que se les informó acerca de un servicio de
orden público a llevar a cabo en "la plaza del Congreso" y que era
deseado por el Rey, que tenían conocimiento de Tejero por la prensa, que no
están muy seguros de entender lo que se estaba celebrando en el salón de
sesiones del Congreso y que posteriormente poco o nada vieron o escucharon de
interés.
Llama la atención en estos
guardias -especialmente entrenados para la identificación de personas- su
absoluta incapacidad para identificar en las fotografías a los compañeros que
zarandearon a Gutiérrez Mellado. O no estaban allí, o entraron en el salón solo
unos segundos (los suficientes para ser fotografiados) o no "estaban las
cosas como para fijarse en la cara de nadie". Modosos en su deposición, no
reconocen ni a los autores de los disparos sobre el techado del hemiciclo, ni
los zarandeos al vicepresidente del Gobierno, ni "las manitas quietas, que
esto se mueve", ni nada de nada. El proverbial ojo avizor del Cuerpo queda
en este caso malparado. Otra vez será.
El Pacto del capó -la rendición que excluía a los
tenientes de la Acorazada- fue esgrimido con menor insistencia por la defensa
política (agravio de la Guardia Civil ante el Ejército) que en jornadas
precedentes.
Es patente que al margen de
la dudosa juridicidad del acuerdo firmado por el general Armada con los
cabecillas sediciosos sobre el capó de unjeep, los tenientes de la Guardia Civil no
desarrollaron el mismo papel que los tenientes de la Acorazada. Estos poco o
nada hicieron aquella noche fuera -y no es poco- de penetrar tras sus jefes en
el Congreso. Los tenientes de la Benemérita hicieron algo más y no siempre
benéfico, y tienen por testigo al Congreso de los diputados.
El teniente César Alvarez,
que no es precisamente un civilón con años de cuartel a las espaldas, declara
como para optar a una medalla. Niega ser el autor de la fineza hacia Sus
Señorías resumida en la frase "manitas; quietas, que esto se mueve".
Es más, estima tales palabras como impropias de un guardia civil. Tuvo el
fiscal que resaltarle lo dudoso de que dicha frase fuera pronunciada por alguno
de los diputados. No se considera agresivo o nervioso y diseña su servicio
aquella noche como un encomiable esfuerzo para salvaguardar la dignidad de los
diputados -impedía que se entrara a mirar en el salón de sesiones como si
aquello fuera un zoo-, mantener el orden en el hemiciclo -no fuera que Sus
Señorías se desmandaran- y proteger las vidas de los padres de la Patria de una
hipotética agresión exterior. Por mucho menos se ha concedido una encomienda.
No acaba de comprender este
teniente por qué la doctora Echave declara contra él: no sólo no interfirió su
labor de asistencia a los secuestrados-protegidos, sino que le convenía el
libre trabajo de esta médica para que los ánimos permanecieran calmados.
Igualmente lamenta algunos comentarios de prensa en los que se le tilda de
chalado o de loco. El tuvo allí una misión aislada de mantenimiento del orden
en el hemiciclo y veló para evitar acciones vejatorias contra la dignidad de
los diputados. Otro benefactor. El defensor Ortiz le pregunta por su jefe el
capitán Muñecas:
-¿Le cree capaz de torturar
a alguien?
-Jamás, ni creo que sea
capaz de hacerlo.
El teniente Núñez es quien
supuestamente baja guardias por la puerta de un autobús frente al Congreso,
cuando el general Aeramburu ha logrado a duras penas subirlos por otra. Niega
el hecho y se somete a la identificación posterior de su Director. Por lo demás
él siempre ha servido al Rey (le dio protección como Príncipe) y este "a
la vista de lo que ha pasado es un servicio único en mi vida". Se pasa la
noche del 23 de febrero en el botiquín del Congreso con dos doctores y no se
entera de nada. Se aferra al reglamento del Cuerpo como el amigo de Charlie
Brown a su frazadita y cumple que te cumple un nuevo servicio al Rey,
coadyudando a secuestrar al Congreso de los Diputados en plena sesión de
investidura. Un ilustrado.
El teniente Ramos Rueda
movió a risas a la Sala y a veces al fiscal. "Yo nunca había estado allí
(por el Congreso), lo vi todo ocupado como sale en televisión. No sabía lo de
la investidura. Yo tenía previsto trabajar en mi finquita de la carretera de
Burgos y mire usted donde estoy. Me quedé a la derecha de donde se sienta don
Landelino." No atiende a la entrevista Armada-Tejero porque topa con un
libreto con las fotos y datos de los señores diputados, le interesa y se pone a
leerlo (conviene espolvorear textos de la Constitución por las saletas del
Congreso, para el futuro) y el mensaje del Rey le tiene sin cuidado, sólo le
interesa la obediencia a su capitán. Y el capitán Sánchez Valiente se
materializa por vez primera en la Sala:
-Se fue tan tranquilo a las
cuatro de la mañana.
-¿Llevaba algo en la mano?
-Una cartera o una maleta
pequeña.
-¿Se fue así, sin más?
-Como otros que también
aquella noche se fueron y no volvieron.
El teniente Boza es el único
que admite haber conocido el mensaje del Rey la noche de autos (satisfacción
del fiscal), expone dudas razonables sobre lo que está pasando a su capitán y
éste le tranquiliza remitiéndole a la espera de nuevas órdenes.
Y poco más. Numerosas
suplencias en las defensas. Interrogatorios breves y esta especie de Kamasutra del golpe a escuchar día tras día en Campamento,
en el que se nos desvelan hasta la saturación las mil y una maneras de tomar
por asalto el palacio de los diputados.
Metalenguaje militar- El PREJUJEM tras consultar con el primer y
segundo JEME y sus colegas de la JAL y de la AJEMA ha decidido visitar los
acuartelamientos de la BRIPAC y la DAC. De todo lo cual dará cuenta la OIDREP.
Algo así como que el presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, junto a
los dos primeros "jefes del Ejército", los de la Jefatura de Apoyo
Logístico y de la Agrupación de Jefes de Estado Mayor de la Armada, hubieran
decidido visitar a la brigada paracaidista de Alcalá de Henares y a la división
acorazada Brunete; de lo que informaría la oficina de prensa de la Defensa. Es
algo más que unaboutade y
algún día un filósofo de la lengua analizará este metalenguaje castrense con el
que nos vamos familiarizando. Porque, se mire por donde se mire, no es lo mismo
recibir una orden del excelentísimo señor presidente de la Junta de Jefes de
Estado Mayor que del PREJUJEM. La influencia de los fonemas sobre la psicología
aplicada está por estudiar.