En la decimosexta sesión de la vista del juicio que se sigue contra
los 33 procesados por el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981,
el coronel José Ignacio San Martín, ex jefe de estado mayor de la División
Acorazada, en el curso de los interrogatorios a que fue sometido por el fiscal
y la mayor parte de los abogados defensores, aseguró que estaba convencido de
que el mensaje que llevó a Pardo Zancada al Congreso, con el fin de que
depusiera su actitud, en cuyo texto se afirmaba, según él, que éste había
actuado "por amor a España y fidelidad al Rey", contaba con el visto
bueno de la Zarzuela e incluso del propio Monarca. Esta declaración fue la
percha utilizada por varios abogados defensores para reanudar una línea
indagatoria que pretende proyectar la culpabilidad final sobre el Rey. En la
sesión de tarde fue interrogado el coronel Ibáñez Inglés. Se espera con gran
expectación el interrogatorio a que, casi con toda seguridad, será sometido hoy
el teniente coronel Tejero, responsable inmediato del asalto al Congreso de los
Diputados por un grupo de guardias civiles que él mismo había reclutado.
Jornada redonda para
la hueste de Campamento. Día de clarinetazos y declamaciones bien ensayadas
buscando el efecto exterior. Una sesión -con cierta pasividad de la Presidencia
y el derrumbamiento vespertino del fiscal- dedicada monográficamente al drama
de unos hombres para quienes el nombre del Rey fue un resorte mágico, a cuyo
conjuro "hemos ido al toro de una manera impresionante" (palabras del
coronel San Martín). La fidelidad a la Corona les llevó a aceptar una
"ciega obediencia" ante las atípicas órdenes que sobre la supuesta
voluntad real llegaban de Valencia. El coronel Ibáñez Inglés, que contesta como
un opositor bien preparado, afirma textualmente que "nos montan el 22 en
una alfombra que nos quitaron de debajo el 24, y cantando sones de
victoria".Por lo escuchado ayer la fidelidad de estos soldados a la Corona
es tan acendrada que el télex del Rey, de las diez de la noche del 23 exigiendo
que todas las órdenes se sometan a la cadena de mando que empieza en la Junta
de Jefes de Estado Mayor no se da a conocer en la División Acorazada, y San
Martín, preguntado por el fiscal sobre el mensaje radiotelevisado del Rey,
reconoce que lo escuchó "ligeramente, en un transistor; no pude prestarle
mucha atención". Eso sí Pardo Zancada es un hombre de honor ("Para mí
su palabra es dogma de fe"). Este coronel declara sobre las "supuestas"
llamadas de Armada a Miláns "para que no se enfade mi amigo Hermosilla
(defensor del general Armada) aunque nosotros nos enfademos cuando nos llama
rebeldes". Reclama su honor por haber servido al almirante Carrero "asesinado
por Dios y por España" (restallante, un trallazo sobre la Sala, al borde
de acabar su frase con un "...y por su revolución nacional-
sindicalista") olvidando acaso que a aquel Presidente del Gobierno lo
asesinaron, en efecto, de mala manera y con lenta preparación cuando él dirigía
los servicios secretos del Estado franquista, ahora tan contrapuesto a un
Estado de necesidad en el que al menos los comisarios de policía evitan los
magnicidios. Y el coronel San Martín, que nos ha empalagado la mañana con el
argumento de la fidelidad al Rey ha llegado a la frontera de las lágrimas
cuando hacía su relato de una historia de lealtad que sin duda hará leyenda:
Traslada al comandante Pardo Zancada, encerrado en el zaguán del
Congreso con una columna de la Acorazada, un mensaje verbal del Rey (que
entonces todos y él mismo tienen por genuino) pidiendo, más que conminando, la
obediencia y el repliegue. Pardo -ese paradigma del militar español- contesta:
"Lo siento muchísimo, pero me ha costado tanto entrar que en este momento
no puedo salir". No obstante consulta con sus .capitanes. San Martín les
pregunta personalmente y "...en actitud firme, con marcialidad, la mirada
perdida en el horizonte, van contestando: me quedo..., me quedo... me
quedo..." (Audiblemente acongojado San Martín pide excusas al Tribunal por
su emoción). Laobediencia ciega que
aquí se esgrime parece que es selectiva; buena para ocupar Madrid con la Brunete, mala
para replegarla a sus acuartelamientos. La tarde del domingo el abogado López
Montero (que sólo defiende a Tejero) se reunió con todos los guardias civiles
procesados. El reparto de papeles, análisis del día a día procesal
y preparación de sesiones subsiguientes es detectable por el más inexperto
penalista. El general Armada, parece no ya aislado sino particularmente
degradado en esta comunidad militar de intereses. Nadie le da la prelación que
se le debe por sus inferiores a la entrada y salida de la Sala. Ayer, por
enésima vez, mientras Miláns palmeaba complacido la espalda del coronel Ibáñez
Inglés, pasaban varios oficiales por delante de un general de división y
ex-segundo jefe del Estado Mayor del Ejército. Armada hace solo sus comidas.
Cuando finalizó su interrogatorio, ya en la residencia, Miláns ante los demás
encausados le espetó un "sinvergüenza" como una bofetada. Bajó la
cabeza y con un "Mi general..." se retiró a su habitación. Por lo
demás, es ignorado en la sala de visitas.
La sesión matinal fue dedicada a finalizar el interrogatorio de San
Martín. Alguna anécdota que se remite a los secretos de polichinela previos al
23 de febrero. Así cuando Pardo Zancada informa a los jefes de la Acorazada
sobre un hecho grave, detonante, a suceder en Madrid (sin hablar ni del
Congreso ni de Tejero) dos coroneles comentan en alta voz: "Verde con
asas, en el Congreso". El coronel jefe del estado mayor de la Brunete no
puede dejar de admitir a lo largo de toda la indagatoria que retrasó
información a su mando natural (general Juste) y no encuentra argumentaciones
convincentes a su inacción para conectar con el general Armada. Es más; admite
que de haber hablado con él por teléfono o en los actos de la brigada
paracaidista en Alcalá de Henares y haber comprobado que Armada negaba su
nombre para el golpe, habría llamado a su división para que desde allí avisaran
a Valencia a ver qué pasaba. Ni el menor intento de este obediente ciego por
escalar su línea jerárquica de mando.
Muy prepocupado en su declaración por dejar a Pardo Zancada bien
aposentado en la peana, reconoce que este partió hacia el Congreso con los PM,
desconociendo el télex del Rey de las diez de la noche pidiendo estricta
obediencia a la JUJEM. Por qué el Estado Mayor de la Acorazada -es decir, San
Martín- no distribuyó este comunicado de vital importancia pesará sobre la
sentencia a recibir por este coronel. Que se le escape Parzo
Zancada cuando entre el capitán general de Madrid y el propio general Juste se
ha logrado retener a las tropas divisionarias merece por parte de San Martín
una explicación de rosada ingenuidad. Zancada le expresa su vergüenza por el
repliegue, se siente humillado y desea hacer un acto demostrativo. San Martín
pretende calmarle aduciéndole que es una barbaridad y que no debe hacer
tonterías. Posteriormente advierte cómo este comandante se ha cambiado el traje
de paseo por el de maniobras y está anudándose las botas de campaña y le repite
que no haga tonterías. Pardo Zancada replica: "No te preocupes". A
poco, Quintana Lacaci le está preguntando a Juste por teléfono que si es suya
la unidad que ha reforzado la ocupación del Congreso. Sutileza y sicología de
mando.
Y a partir de aquí empieza a traerse y llevarse el presunto mensaje
del Rey a Pardo Zancada para que deponga su actitud. San Martín admite que
mantuvo aquella noche siete conversaciones telefónicas con el comandante
Agustín Muñoz-Grandes Galilea (ayudante del Rey, hijo del que fuera capitán
general y vicepresidente del Gobierno con Franco). Según la declaración de San
Martín, Muñoz-Grandes le sugirió una orden firmada por el Rey para la retirada
de Pardo. El coronel estima que es demasiado y optan por redactar sendos textos
conminatorios para compararlos. Muñoz-Grandes redacta el suyo en términos de
"Apelando a tu honor militar y pensando sólo en España te mando deponer tu
actitud y reintegrarte a la disciplina militar". San Martín lo aprecia
como muy duro y redacta otro: "Al acatar la orden del Rey has puesto a
salvo tu honor y tu patriotismo...". Como poco, el texto de San Martín es
tan ambiguo, de tan segunda
lectura, que no puede saberse si Zancada acata la orden del
Rey retirándose de la Carrera de San Jerónimo o la obedeció previamente
metiendo su columna en el patio del Congreso. San Martín reconoce la ambigüedad
pero protesta que la redacción le "salió del alma". Varios defensores
preguntaron a San Martín por la falta de certificación de Muñoz-Grandes a la
autenticidad real de este mensaje. San Martín la solicitó a Quintana Lacaci y
al propio Muñoz-Grandes. No ha tenido respuesta satisfactoria. Pero las
defensas tratan de nuevo de utilizar el tema para involucrar a la Corona.
Por la tarde el coronel Diego Ibáñez Inglés, el segundo jefe del
Estado Mayor de Miláns, recitó un excelente papel de Estado Mayor. Firme,
seguro, como su propia figura física. Por primera vez en esta vista el fiscal
acusó el cansancio y, al menos aparentemente, desperdigó su interrogatorio en
una superficie plana que no deparó otro cabo del que tirar que un segundo
testigo directo de la voz del general Armada al teléfono. Ibáñez Inglés (por
propia confesión, no a preguntas del ministerio público) declara que tiene por
costumbre descolgar sus propios teléfonos y que el 22 de febrero en el despacho
valenciano de sus hijos y ante Miláns, Mas y Pardo Zancada recibió una llamada
convenida de antemano del general Armada. Reconoció la voz, pasó la comunicación
a su general y escuchó lo ya sabido: la concertación final del águila bicéfala.
Primera vez que declara tal cosa una mentecomputerizada como la de este coronel
que dispone de sistemas de grabación telefónica en sus despachos privados. Y un recuerdoenvenenado para el general
Caruana, entonces gobernador militar de Valencia y ahora capitán general de
Zaragoza: cuando Miláns le manda hacia el despacho del gobernador civil
pregunta que a quién hay que detener. Armada -faltaría más- recibe el suyo: en
la entrevista del 16 de febrero en Madrid con Ibáñez, siendo ya segundo JEME,
le confiesa que pretende descabalgar a Gabeiras como Jefe del Ejército para
sustituirlo por Miláns. "No es una deslealtad lo que te digo; hay que
hacer esto por el bien del Ejército. Miláns ha de estar en esta casa".
Confiesa su estupor ante la propuesta dados los escasos meses que le restaban a
Miláns por pasar a la B. Comisiones Obreras no se van de vacío; para este
coronel, el informe del CESID, calificado de C-3 (rumor no fiable), sobre el
asalto de los obreros comunistas valencianos a los cuarteles era una atribución
suficientemente segura.
Algunos observadores de esta causa se refieren ya a una proyección
sobre la misma de las máximas atribuibles al cultivo intensivo de los
champiñones en cavas: mucho estiércol y ninguna luz.
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