La decimoséptima sesión de la vista contra los 33 procesados por el
intento de golpe de Estado tuvo ayer como único protagonista al teniente
coronel Tejero. En medio de una gran expectación, el jefe de los asaltantes del
Congreso fue contundente al implicar directamente, en la preparación de la
intentona golpista, al general Armada, de quien, manifestó que lo consideraba
"la plana mayor del Rey, destacada en la operación" y la autoridad
militar que debía de dirigirse a los diputados retenidos. Aseguró que el
general procesado asistió a la reunión celebrada en la calle del Pintor Juan
Gris y le dijo que se preparaba una operación nacional apoyada por el Rey, que
debía ser incruenta. Afirmó también, que Armada le indicó en la reunión, que
tenía que entrar en el Congreso al grito de "Viva el Rey", en tanto
que él estaría en la Zarzuela, "ya que como su majestad es voluble, así
podría sujetarle". Declaró Tejero que supo que la fecha para el asalto del
Congreso de Diputados se había fijado para el 23 de febrero a través del
comandante Cortina, quién le comunicó que la operación debía de hacerse en
nombre de la democracia y el Rey "porque siendo así, en el extranjero, y
fundamentalmente en la Santa Sede y en los Estados Unidos, lo verían
bien".
Tejero es lupino, con una boca y barbilla agresivas que recuerdan
vagamente el aire de los depredadores. Ayer, su primer día de interrogatorios,
puede escribirse quepuso el cartel
de no hay billetes en Campamento. Más público
del habitual y ni una silla vacía; operadoras de teléfonos, funcionarios de la
oficina de Prensa de Defensa, personal adscrito al aparato de este proceso
buscaron sus medios para acceder a la Sala y ver y escuchar a este teniente
coronel de la Guardia Civil, continuo muñidor de intentonas. De media estatura,
sólido, provisto de una extraña mirada a ratos vacía, en ocasiones de una
extrema dureza, saluda a taconazos al Tribunal y responde con voz gangosa,
marcado acento de la baja Andalucía occidental y vocabulario arrabalero, en
ocasiones fronterizo con la insolencia.
Prácticamente al final de la tarde, en el turno interrogatorio de
los defensores, Gerardo Quintana (que defiende a Torres Rojas) se lanzó a un
exordio intolerable sobre la personalidad del interrogado. "Con respeto,
admiración y envidia, tengo que expresar mi felicitación al teniente coronel
Tejero..." Los aplausos de invitados y familiares, más la campanilla del
Presidente, hicieron ininteligibles las últimas palabras de este abogado que o
perdió su toga o el sentido común. El teniente general Alvarez Rodríguez, que
ha tenido una jornada de mayor energía que las precedentes llamó al orden al
letrado en términos inequívocos. Vino a recordarle que por su formación
jurídica, de la que carece el presidente, debería saber mejor que él mismo lo
improcedente de su actuación, rogando no se le hiciera aún más difícil su
labor. Al terminar la sesión el Tribunal deliberó acerca del incidente. Ha sido
éste uno de los momentos procesales en que el frente mayoritario de las defensas políticas ha
llegado más lejos, de forma más grosera, en su estrategia de poner una pica en
ese proceso de Burgos contra
las instituciones democráticas que están procurando desde el 20 de febrero
pasado.
Cabe pensar, sin excesos de malicia, que estas defensas
pretendieron en los trece meses anteriores a la vista evitar su celebración; de
ahí las continuas filtraciones del sumario y toda la campaña intoxicadora
tendente a crear una situación política que impidiera abrir las puertas de esta
Corte. Una vez comenzado el proceso no tienen más líneas de salida que las de
convertir taumatúrgicamente en héroes objeto de martirio a sus defendidos,
presentándolos como unos hombres generosos y desprendidos en el contexto de una
ciudadanía corrupta.
Tejero ayer no pudo ser más claro: él se metió en el Congreso para
meter en cintura a este país. Tejero se niega a identificar a García Carrés
(hoy presente en la vista) como uno de los asistentes a la reunión conspirativa
que preside Milans en Madrid y, asimismo, usa su prerrogativa a no declarar
para no dar los nombres de los restantes asistentes a aquella reunión. Al
general Torres Rojas lo exculpa ahora pese a ser uno de los primeros en
delatarle: que después de semanas de convivencia entre los encausados se ponen
en claro muchas cosas y ya no puede afirmar que Torres Rojas hablara de la
colaboración del coronel San Martín para controlar la Acorazada. "Yo creo
ahora", afirma, "que a Torres Rojas le lanzaron en paracaídas sobre
la División sin que él supiera a que iba". Se presenta abiertamente como
un hombre que circula con un golpe de Estado bajo el brazo buscando comprador.
Había estudiado detenidamente los antecedentes del 18 de julio de 1936,
llegando a la conclusión de que para hacer triunfar una asonada debían
controlarse de un solo golpe de mano todos los centros de poder: de ahí su idea
de secuestrar el Congreso reunido en pleno. En la reunión de la calle madrileña
de General Cabrera, Milans compra el producto tras las consabidas alusiones al
general Armada y al favor real. De aquella tenida sale la decisión de aplazar
el detonante de Tejero exactamente un mes hasta ver cómo avanzan los peones de
otra conspiración más sutil: designación de Armada como segundo jefe de Estado
Mayor, caída de Suárez, hipotético nombramiento de una nueva Junta de Jefes de
Estado Mayor, etcétera. En el ínterin aparece misteriosamente el comandante
Cortina (de la inteligencia militar), organiza la entrevista Armada-Tejero y
todo rueda aceleradamente. Vueltas y revueltas -a una historia que ayer deparó
los siguientes flecos:
Tejero, que tiene memoria fotográfica, vuelve a retratar ante la
Sala el piso de los padres de Cortina. Olvida un detalle curioso: una
fotografía dedicada del Rey a Cortina. "Como no soy monárquico, no me
fijé". Cortina le cita en la cafetería del hotel Cuzco con orden estricta
de acudir solo al piso de Juan Gris donde verían al general Armada. Tejero
tiene averiado el coche y pide a Carrés que le acerque. Ante el hotel
"como reconozco a un guardia civil aunque vaya de paisano"- advierte
la presencia de muchos números camuflados
vigilando las inmediaciones. Se acerca a la puerta de la cafetería y antes de
poder traspasarla la abre hacia fuera el comandante Cortina que sale a su
encuentro. El defensor de Cortina insiste en este punto banaI. "¿Abre la
puerta hacia afuera?". "Sí, con toda seguridad". "Tengo que
comunicarle que la puerta de la cafetería del hotel Cuzco es de molinete".
Reparto de veneno
No falta veneno a repartir. Cortina le habla de decretos ya firma
dos. "¿Por quién?".- "Por quién va a ser; por el Rey".
También le cita a un Pardo de Santayana, sin más precisión, como conspirador
clave, y le previene para que no se extrañe si al dirigirse a los diputados el elefante blanco -la
autoridad militar que nunca llegó- algún portavoz parlamentario pedía la
palabra para decir que aquello tenía que ocurrir, que era necesario y que había
que enderezar la nave. Tejero llega a pensar en Fraga Iribarne. No le da mayor
trascendencia; él quiere un gobierno militar que reforme la Constitución.
Armada le da las órdenes finales para el golpe y le recuerda que debe asaltar
el Congreso en nombre de la Corona y la democracia, que se ha procedido a
evacuar consultas con Estados Unidos y el Vaticano donde estiman que todo
estará bien con tal de que para la galería la Corona y la democracia no
aparezcan en
pérdida.
Declara Tejero que en la tarde del 23 de febrero muchos militares
de elevada graduación entraban y salían del Congreso gritando "¡Viva
España, ya era hora!", los mismos -según el declarante- que ahora
"dicen otras cosas". Y Sigue extendiendo la capilaridad de su mancha
de aceite: "Armada me habló de que Aramburu (director general de la
Guardia Civil) y Toquero (actual jefe de Prensa de Defensa) están también en la
operación. Al teniente general Aramburu parece tenerle tanta inquina personal
como al comandante Cortina; se complace en insistir en el poco entusiasmo que
puso su jefe en retirarle del Congreso. Solo -curiosamente- tiene un gesto de
generosidad de ánimo para Gutiérrez Mellado: "Me alegro no haberle tirado
al suelo. Lo del honor militar humillado con su caída es una tontería, pero
estuvo tranquilo aquella noche; como un hombre".
A cuenta del empeño que los conjurados tenían porque el golpe fuera
incruento comete un desliz. Le insistían tanto en que no hubiera derramamiento
de sangre que él buscaba un "resquicio", dado que, mediando armamento
y en una operación de este porte, se veía obligado a hacer
"filigranas" para que allí no se escapara un tiro al cuerpo. Da la
sensación de que Tejero estaba pidiendo a sus jefes cierto margen de sangre
para poder hacer las cosas bien.
Cuando Armada accede al Congreso dando la consigna "Duque de
Ahumada" -no se quebraron mucho la cabeza-, pasean y dialogan:
- Tejero, sácame la fuerza del hemiciclo y reintegra los diputados
que has sacado. Voy a proponerme como presidente de un Gobierno de amplia base.
- ¿De qué viene Milans?.
- El único militar seré yo.
- Esto no es lo tratado, mi general.
- Se han torcido las cosas y no hay más remedio.
- ¿Quién lo manda?.
- Lo hago a título personal.
- Si hace usted eso a título personal dura de Presidente lo que
tarde en cruzar la Carrera de San Jerónimo.
- Lo manda quien lo puede mandar. Es una orden del Rey. O te llama
o le llamas.
Tejero aduce que no tiene que llamar a nadie, que ignora si al Rey
lo amenaza una pistola y que aquello le parece la mera sustitución de la cabeza
de Calvo-Sotelo por la de Armada. Habla con Milans, opina que es una chapuza y
no accede. ¿El revés de la trama?; Tejero confiesa a la Sala: "Algún día
me gustaría que me contaran el 23 de febrero. Yo no lo sé". Este guardia
lobuno reparte dentelladas hasta para Milans por el que profesa una admiración
carente de límites. Admite que fue aumentando sus declaraciones primeras cuando
advirtió "con dolor" que su jefe no le acogía "con mucho
cariño" y se desentendía sumarialmente de él. Varios, que al verse solo
empezó a dar nombres. Es cierto que su sombra puede ser la del lobo -siempre un
punto solitaria, cruel, audaz- pero nunca la del lobo estepario.
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