La duodécima sesión del juicio contra los 33 procesados por la
rebelión militar del 23 de febrero transcurrió con los interrogatorios de los
generales Milans y Armada. La nota dominante de la jornada fue la negación
sistemática, por parte de Armada, de cuantas acusaciones fue desgranando contra
él, a lo largo del lunes y el martes, el ex capitán general de Valencia. Milans
declaró en un determinado momento que para él era "un artículo de fe"
cuanto Armada le contó sobre su conversación con los Reyes en Baqueira. Armada
declararía después que ni recordaba que losReyes le hicieran confidencias de
ningún tipo en Baqueira ni que él las transmitiera a Milans. Para el que fuera
segundo jefe del Estado Mayor del Ejército en el momento de producirse la
rebelión militar, la llamada "operación Armada", es un montaje de los
periodistas.
"El fiscal terminará
por llamar a declarar a Kafka", comentaba al final de la sesión de ayer
uno de los principales observadores jurídicos de este proceso. Ha sido una
jornada plena de detalles, de anecdotario, que en poco contribuye al
esclarecimiento de las responsabilidades de cada encausado. Uno de los
defensores comentaba jocoso en el receso del almuerzo su intención de publicar
el próximo verano y en México la versión genuina de los sucesos del 23 de
febrero. Santiago Segura, defensor del capitán Muñecas, recuerda en un corrillo
de periodistas su sobrinazgo del cardenal Segura -aquella bestia cargada de fé-. Se desvela un pacto de sala para que
los codefensores no intervengan más que en el último turno de defensa: la
exposición de conclusiones definitivas. La impresión generalizada entre los
asistentes a esta vista es que, en la fase actual del proceso, solo hay una
pregunta -o una dirección de preguntas- y una misma respuesta: el Rey mandando
y un comandante -Cortina- que empuja. Un sector de las defensas incidiendo en
lo que desean se escuche en la calle y un fiscal que como un pastor ovejero,
parece que da vueltas sin sentido sobre un asunto, ronronea con aparente
debilidad, y acaba llevando el rebaño al aprisco y obteniendo las respuestas,
que sirven para esclarecer el tema. El caso es que para no caer en el mero
anecdotario de frases interesantes,situaciones
ambiguas o continua adicción de nuevos personajes a esta trama, conviene
escribir hoy sobre el otro lado del muro de la sala: las residencias de los
encausados.Desde ayer el clima emocional ha cambiado en su intimidad. Tras las
declaraciones penúltimas de Milans, Tejero se encerró en su cuarto con sus
hijos presa de una súbita interioriz ación. A medida que avanza la. causa crece
entre estos justiciables la figura delfantasma de todo proceso: sálvese quien pueda. Así, testigos presenciales relatan la desconfianza
mutua entre los inquilinos del Servicio Geográfico del Ejército a cuenta de los
últimos interrogatorio s, de alguna Filtración a la Prensa desde procesados
relacionados con antiguos servicios de información y hasta de que este
-también- es un proceso en el que hay ricos
y pobres, personajes de
notoriedad y corifeos, responsabilidades para la Historia y simples remisiones
a castillos militares. Todo ello trascendiendo hasta a la relación
interfamilias: distanciamiento clasista histórico-económico entre familiares de
procesados por una misma causa. Puede haber dado comienzo el más eres tú en la causa
defebrero.
La atención de ayer fue
copada por la comparacencia del general Armada en la mesita reservada a la
deposición de testigos e interrogados a la derecha del banco fiscal. Tras las
sesiones dedicadas a Milans -ayer no solo resuelto sino hasta un punto jaque- Armada
da una imagen diametralmente opuesta. Milans domina el escenario. Armada tiene
otro tono de voz, diferente vocalización, menos seguridad expresiva en lo que
dice. Milans -no puede ocultarlo- es un hombre
de acción. Armada, un militar más próximo a la reflexión y a la
biblioteca. Por más que él mismo ha-ya recordado cómo -precisamente- apoyó con
una batería de cañones en el frente soviético a la compañía que mandaba el
capitán Milans.
El inicio del interrogatorio
de Armada por el fiscal movía a cierta ternura hacia el interrogado, en el
entendimiento de que el general togado Claver estaba siendo más duro con Armada que con
Milans. Quizá las cosas no puedan ser de otra manera teniendo en cuenta que el
fiscal tiene más difícil probar "contra Armada" su reconstrucción de
los hechos -como contra Cortina, valga el ejemploque contra Tejero y sus
guardias o lo que podríamos llamar el
grupo de Valencia, con Milans
a la cabeza.
También vendría obligada
esta dureza en el interrogatorio fiscal de Armada por el carácter escurridizo
de este. La línea base de su exposición radica en que intentó ante Tejero -ya
con el Congreso secuestrado- dos posibles salidas, una oficial (aviones y
dinero) y otra oficiosa (posibilidad de dirigirse a los diputados para que
ellos abrieran un portillo a la situación). Aduce en su desacargo que el propio
general Sabino Fernández Campos, secretario de la Casa Real, comentó con él las
tres alternativas de aquella noche de febrero: no ir al Congreso, ir en nombre
del Rey o acudir a título personal.
Lo primero era peligroso y
entrahaba inacción., lo segundo impensable y lo último daba pie a la
posibilidad de hacer algo. Y Armada se ofreció para el diálogo oficioso con
Tejero. Por lo demás niega conocer anteriormente al teniente coronel de la Guardia
Civil, niega cualquier actividad conspirativa, y cierra posibilidades
interrogativas respecto a la supuesta entrevista en la calle madrileña de Juan
Gris con Tejero y Cortina y a las llamadas a Valenc, a a Milans los días
previos al golpe. Nada de nada. La palabra de un caballero militar contra la de
otro soldado de honor. Fin de trayecto por cuanto los testigos contrarios al
general Armada o lo son de
oído (escuchan a Milans
hablar con un tal Alfonso) o es Tejero, un jefe del Ejército provisto de una
biografía que no convierte su palabra en algo especialmente sólido.
Armada, sea como fuere, ha
puesto énfasis en un punto: "He estado, estoy y estaré a las órdenes del
Rey. Mi fidelidad a la Monarquía se me transmite de generación en generación. Y
pase lo que pase haré honor a esa fidelidad." Y a partir de aquí no
presenta el menor resquicio en sus declaraciones acerca de la irresponsabilidad
de las imputaciones a la Monarquía de un sector de los encausados. Como bien
dice Armada, a él el Rey le hacía alguna confidencia cuando ostentaba su
secretaría, pero a partir de tener otro destino el Rey (o la Reina) no le ha
hecho ninguna. Armada, partiendo de esta base argumental sobre la que es
innecesario insistir por cuanto es categórico -jamás tuvo o se sintió poseedor
de un mandato real- desmonta una declaración para él desfavorable como la de
Pascual Galmes, entonces Capitan General de Cataluña, quien en conciencia, se
extraña de que Armada a su regreso de Valencia en enero le dijera que no se
había entrevistado con Milans. La explicación de Armada es verosímil: con buena
voluntad Pascual Galmes yerra; confunde el viaje del 10 a Valencia con el del
29 -dimisión de Suarez- al polígono de tiro de San Gregorio (Zaragoza) para
presenciar ante los saudíes una demostración del cohete "Teruel".
Parece cierto que el ex-Capitan General de Cataluña mezcla ambos sucesos.
Pero esto, aunque Armada
pone en el incidente todo el entusiasmo del hombre que hasta ahora ha estado
sentado, escuchando y esperando, es menos importante que la narración que hace
sobre su conversión en futuro presidente de la nación: el aspiraba,
preferentemente a la jefatura de artillería del Ejército, que le gustaba, y
veía remota la posibilidad de ser segundo jefe del Estado Mayor. En cualquier
caso se encontraba a gusto en Lérida, donde mantuvo un almuerzo sin mayor
trascendencia con Múgica, Reventós y el alcalde Leridano (PSOE) desorbitado por
los medios de comunicación. Afirma que dió cuenta de aquella reunión de hombres
solos -aunque presidió la mesa la mujer de Ciurana- a su Capitán General para
soslayar las hablillas de una ciudad pequeña como Lérida.
Respecto a las misteriosas
llamadas a Valencia, no
señor, no senor, así como a-
la entrevista con Tejero a quien dice no conocer personalmente hasta su
encausamiento. El fiscal intenta conducirle al derrumbamiento moral haciéndole
el relato de la historia, casi releyendo sus conclusiones
provisionales en un esfuerzo más sicológico que legal por encontrar una falla
en su sistema defensivo. Armada, plano, a veces dubitativo, tiene tambien sus
reacciones: "No entiendo como estando yo en Madrid se hace ir a Valencia a
Pardo Zancada para que escuche mi voz". "No entiendo como un
comandante es quien decide la operación del Congreso (alusión a un Cortina que emerge como el hombre que fija la fecha del
23 de febrero y empuja la intentona).
No es menos caústico que su
predecesor Milans en algunos puntos concretos. Así cuando preguntado por la
capacidad del servicio de información militar para detectar la conspiración
aduce que "las fuentes de informacion del Estado Mayor eran muy pequeñas.
Allí no se enteraban de nada." Lamenta -"me hizo polvo"-
artículos de prensa como el de Emilio Romero en Abc reputándole como posible
hombre-puente ante una crisis política. Por lo demás es menos correoso ante
puntos del interrogatorio como los referentes a su compromiso con la cita de
militares -más Carrés- en la casa madrileña del teniente coronel Más. En
definitiva, un encausado anguila, menos convincente de cara al público
que el expansivo Milans, pero punto-negro de una acusación -y de parte de las
defensas- que encontrarán muy cuesta arriba probarlefísicamente su participación en los hechos. Cabe
la certeza moral y cierta deducción lógica sobre el papel de este hombre (que
se ve apesadumbrado, pero firme, entero) en los sucesos de febrero, pero será
arriscado, llevarle hasta una confesión o una prueba concluyente. Los silencios
de Armada parecen difícilmente inexpugnables.
Parte de la sesión matinal
fue consumida por el final de la deposición de Miláns ante defensores. Estos
-cabe suponer que en connivencia con sus defendidos, parecen optar por una
suerte política de nueva
cocina vasca: menú largo y
estrecho, insistencia en un factor que no puede convencer más que al público ya
convencido. Milans hace uso de una carta que se ha visto en la Sala. Antes de
ayer se retiraron los encausados y regresaron al advertir que Milans quedaba
rezagado; le cedieron la prelación en la marcha. Ayer, Armada regresó el último
a sus aposentos sin que nadie, excepción hecha del jefe de la relatoría, cayera
en la cuenta de que es un general de división a quien se debe protocolo. Un
hombre sólo (siempre difícil de destruir) en un grupo de encausados que
comienza a recoger la flor de la desconfianza mutua. Lo dicho: se acabará
citando a Kafka.
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