Concluido el interrogatorio del teniente coronel Tejero, en la
decimaoctava sesión de la vista contra los acusados por el intento de golpe de
Estado del 23-F, celebrada ayer, declararon el teniente coronel Mas Oliver y el
comandante Pardo Zancada, quienes insistieron en situar en Milans y,
fundamentalmente, en el general Armada la responsabilidad del mando de la
rebelión militar. El primero manifestó su opinión de que, entre las reuniones
preparatorias del golpe, la más decisiva para el desarrollo posterior de los
hechos fue la celebrada el 10 de enero, en Valencia, por Armada y Milans.
También puntualizó que, más que respaldar la operación, a él le dijeron
"que el Rey la conocía". El comandante Pardo Zancada recordó que
Milans le había dicho que, tras la operación, Armada iba a ser nombrado
presidente de gobierno y el propio ex capitán general de Valencia, sería
probablemente el nuevo presidente de la JUJEM. Pardo Zancada declaró que la
orden para que regresara a su acuartelamiento la unidad que había ido a RTVE,
supuso un disgusto claro en la División, pero se acató con disciplina. La vista
se reanudará el próximo lunes.
Guillermo Salva Paradela
defiende a uno de los tenientes de la Guardia Civil procesados en esta causa.
Dentro del proceso es un abogadomenor. Pero, a estas alturas de la vista, ya
es un hecho constatado que en el frente
político de las defensas los
letrados se reparten los juegos de preguntas al margen de los intereses
estrictos de cada defendido. Así, ayer este abogado preguntó al teniente
coronel Tejero si conocía la existencia de un decreto de tal fecha por el que
se presentaba al general Francisco Franco al Ejército como máximo exponente de
las virtudes militares. Ante el asombro de no pocos civiles afirmó que sí. A lo
que parece, existe tal decreto. A renglón seguido preguntó a Tejero: "¿No
tuvo usted el 23 de febrero idénticas motivaciones que las que llevaron al
generalísimo Franco a iniciar la guerra de liberación?". Otra caja de
sorpresas de este pelotón de defensores que daba así entreabierta para sugerir
una reflexión artera (¿no es tan legal la rebelión militar del 18 de julio
como la del 23 de febrero?).El presidente intervino para declarar impertinente
la pregunta y el abogado optó por abrir más la caja: "¿No le movieron a
usted idénticas motivaciones que las que impulsaron en otro tiempo a muchos
generales que hoy ocupan puestos de responsabilidad?" (Resultaba
inevitable no mirar hacia el Tribunal: todos hicieron la guerra civil). El presidente
insistió en que la nueva pregunta era tan impertinente como la anterior y el
letrado Paradela, ganado el jornal, decidió preguntar a Tejero si el
comportamiento de sus guardias en el Congreso no había sido acaso exquisito:
"Correctíisimo y sin excepción".
Se encuentra una frase que
viene a cuento en la primera Alicia de Lewis Carrol: "Lo importante no es
el valor de las palabras; lo importante es saber quien manda". En
Campamento, como si ya estuviéramos al otro lado del espejo, no se sabe quien
manda y se desconoce ya el valor de las palabras. Y el derecho de defensa que
el decano Pedrol quiere preservar con calibrador milimétrico se convierte
jornada a jornada en derecho de ataque. Y todavía el ministerio Fiscal -sin
duda que por prudencia- no ha dicho a cualquiera de los procesados que se
amparan en la orden del Rey (todos menos Camilo Menéndez) que aunque el Monarca
les hubiera dado por escrito y ante testigos la orden de asalto al Congreso
recibirían el castigo adecuado a la rebelión militar.
Pero sigue la pamema. El
comandante Pardo Zancada -ese espejo de virtudes castrenses, hombre granítico,
sólido, perfecto, que ayer solicitó una breve interrupción del interrogatorio
para una necesidad menor-, puso interés en recordar a la hora habitual de la
cantinela "esto contaba con el respaldo del Rey y la simpatía de la, Reina"
(por supuesto que: "me dijeron que lo habían dicho") que doña Sofía
había añadido en aquella supuesta confesión de los Reyes con Armada en Baqueira
Beret: "Sin esto (un gobierno de militares) España no tiene salida".
En ocasiones corta en la
Sala el reborde de la maldad. No llama la atención un acendrado deseo
mayoritario por topar con la verdad de los hechos, la contricción o la
gallardía del sostenella y no
enmendallaaunque vaya la faja en el envite, sino la teoría de las
reponsabilidades centrífugas y el paraguas de armiño. Resucitar el fantasma de
las guerras civiles, el cainismo, segar la yerba bajo los pies de las más altas
instituciones de la democracia, echar a rodar el roe-roe sobre famas y créditos es el encofrado
de unas defensas y unos encausados que dicen estar ahítos de conceptos de
honor, dignidad y patria.Finalizó en la mañana el interrogatorio de Tejero como
empezó: sin que nadie pareciera poner excesivo empeño en este teniente coronel,
cuya deposición despertó tantas expectativas. Le siguió en la mesita de
testigos su igual en el empleo Pedro Más, ayudante del teniente general Milans
Poco de nuevo sobre lo ya sabido, no sólo en la vista sino en el sumario. Como
si el fiscal (el principal motor de la clarificación de lo sucedido) se hubiera rendido, renunciando a toda esperanza de arroja
más luz sobre lo sucedido y aferrándose exclusivamente a clave- tear firmemente
sus conclusiones provisionales. Pardo decía ayer que el 22 de febrero
"tenía las mismas dudas que tengo hoy sobre lo que ha pasado aquí".
Antes de ayer era Tejero quien se quejaba de no saber lo verdaderamente
ocurrido en el transcurso de la conspiración. El hecho es que al filo de los
autos, Stampa Braun, defensor de Tejero en la Galaxia, se le ofreció gratis
como letrado "si me dices quién era tu jefe". Tejero tuvo que
procurarse otro letrado. "Todavía no lo puedo decir".
Sólo emerge, por las últimas
sesiones dedicadas a remover una cazuela cada vez más espesa, un grumo
novedoso: un intento de sacar a García Garrés de esta historia. Comenzó Milans
atribuyendo al hombre de las actividades diversas mero papel de chófer de algún
encausado, siguió Torres Rojas afirmando que no lo había visto en la reunión
conspirativa de la calle de General Cibrera, continuó Tejero ignorando su
nombre en la misma reunión y ayer, el teniente coronel Mas, nos sirvió la tesis
de que estuvo en su casa aquella fecha pero no participó en la reunión. No es
una afirmación falaz atribuir a Carrés una íntima dependencia de Girón, quien,
hace escasas fechas, visitaba a Milans. Carrés -que está o no está en la vista
según días y sesiones- no aparece tan aquejado de males como para permanecer en
una clínica privada. Carrés podría ser portador de interesantes noticias para
esta Corte, por más que de momento lo niegue todo. Carrés no parece dispuesto a
jugarse diez años de presidio por simple amor a la causa.Carrés -esa única
presencia civil en el banquillo- es como el ruido del silencio. Y a Carrés,
despacio, sesión a sesión, da la sensación de que se le quiere barrer de esta
causa.
El comandante Pardo Zancada
(el hombre que mete en el Congreso a una columna de la Acorazada para
participar de la derrota o en un último intento de arrastar a su división, eso
está por ver) hizo una declaración ante fiscal y abogados, correcta, atenta, fluida
y respetuosa -este hombre se tomó la molestia de licenciarse en periodismo-.
Cuenta que conoció al comandante Cortina cuando él mismo trabajaba para el
Servicio Central de Documentación -inteligencia del anterior régimen-.
Es tan puntilloso en el desempeño
de sus atribuciones que cuando acude a Barajas a recoger a Torres Rojas lo hace
con dos vehículos, el suyo personal y un auto oficial, que le sigue, por si el
general desea coche de
respeto. Se muestra como lo
que es: el profesional repelente(escrito
sea con respeto y hasta simpatía) que parece no cometer jamás un error de
comportamiento. Ejemplar típico para la caracteriología psicológica que acaba
empedrando de errores irreparables sus buenas intenciones.
El mismo declara que cuando
se enteró de que Armada no estaba en La Zarzuela, como creía, se siente burlado
por alguien o por algo. Por lo demás, que la Acorazada tenía previsto ocupar
tres zonas verdes de Madrid, plaza de Castilla y poco más. Que tuvieron que
buscar las direcciones de las emisoras de radio en las páginas amarillas de la
guía telefónica -sobre esta anécdota todos los jefes y oficiales de la
Acorazada insinten mucho-, que hubo "alborozo" en el Estado Mayor
divisionario al escuchar por radio el asalto al Congreso y desilusión
-"todos cumplieron pero con poco
gas y hubo quien arrojó los
sobres con las nuevas órdenes al suelo"- ante el repliegue sobre sus
acantonamientos.
Y aquella noche resulta que
"Armada no está donde debía estar, el general Juste se echa para atrás,
algo importante se desmorona para mí. Veo que Tejero y sus guardias están
cumpliendo. Siento el dolor de un Cuerpo que está siendo atacado como el de la
Guardia Civil, de cuya disolución se habla -Pardo olvida que ya Franco penso
disolver la Institución por el escaso entusiasmo que prestó inicialmente a su
movimiento-, lo veo abandonado, advierto la desilusión del Estado Mayor de la
Brunete y, salgo". Bien es verdad que no informa a los capitanes que le
acompañan de sus intenciones -unirse a Tejero- hasta haberlos sacado del
Cuartel General. Los hombres que condujo lo quieren: son ya como hijos y ha
recibido de ellos, ya en prisión, vino, queso, cofía y chorizo.
En el Congreso encontró
varios periodistas cuyo nombre "no hace al caso", aunque "uno
trabajaba para la Diputación de Madrid". Y su orgullo y soberbia final al
explicar los detalles de la rendición: "Allí no me detiene nadie; quería
entregarme en el Cuartel General de mi división". Salvaguardado el honor y
la dignidad militar -respetabilísimos- importa una higa la dignidad y el honor
del cuerpo legislativo y gubernamental de la nación. Así están las cosas y esta
es la historia del comandante ejemplar que no obedece a su Rey.
Pero todo reborde de maldad
tiene sus mellas, por más que puedan resultar modestamente domésticas. El 23 de
febrero, a las seis y veinte de la tarde, las infantas estaban en su colegio de
Puerta de Hierro recibiendo una clase particular. Sus escoltas, al escuchar por
radio lo que pasaba en el Congreso, avisaron a la directora del centro, quien
decidió enviarlas rápidamente a La Zarzuela. En la mañana habían recibido en el
mismo centro sus habituales lecciones de Filosofía. Latín y Griego de su
profesora, hermana del capitán de la Acorazada Carlos Alvarez Arenas, procesado
en esta causa. Así las cosas, por lo menos uno de los encausados puede tener
noticia próxima de que el 23 de febrero en La Zarzuela no se quería otra cosa
que el cumplimiento de la Constitución y la investidura del candidato. De lo
contrario no se mandan las niñas al colegio.
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