La vigésimotercera sesión
del juicio del 23-F ha puesto fin al interrogatorio de los capitanes procesados
en esta causa, por lo que hoy comenzarán a ser interrogados los nueve
tenientes. La deposición del único civil procesado, Juan García Carrés, cerrará
esta fase de la vista a la que seguirá el interrogatorio de los testigos. La
sesión de ayer comenzó por el capitán del CESID Vicente Gómez Iglesias, a quien
se acusa de haber facilitado medios a Tejero para llevar a cabo su asalto al Congreso.
Gómez Iglesias negó esta y otras imputaciones. Con la declaración del capitán
Alvarez Arenas se imprimió un nuevo aire a la vista, ya que él y los que le
sucedieron en el interrogatorio asumieron las responsabilidades derivadas de su
participación en la rebelión. El defensor del capitán Muñecas planteó un
incidente que no fue atendido por la presidencia.
Fue la de ayer una jornada
entreverada de complicaciones menores, incidencias para el anecdotario procesal
y una línea penetrante, continua que arrastra desde el viernes pasado y que
coloca los cimientos de esta fase de la vista oral: unos capitanes que parecen
mirar antes al Nilo que a la Constitución. Un brote nasserista reverdece por la Sala de Campamento a
medida que el interrogatorio de los encausados desciende de grado militar.
Pasaron por la mesita de los interrogados otros cuatro capitanes: Ignacio Román
y Gómez Iglesias, de la Guardia Civil, este último destinado en el CESID a las
órdenes del comandante Cortina (fiel y dilecto discípulo de su comandante: no, no, no y no), así como Alvarez Arenas y Pascual
Gálvez, de la Acorazada. Acaso excepción hecha de Ignacio Román (récord de
comparecencia interrogativa ante este Consejo), los demás ejercieron de centuriones,con mayor o menor
soberbia o respeto hacia la Sala o hacia la Corona. Y, como ya está apuntado,
el subordinado de Cortina desplegó un espeso telón de humaredas y negaciones
que merecerá el sobresaliente de quienes le entrenaron en lo que el ministerio
fiscal puso énfasis en recalcar como aprendizaje en las técnicas de no dejar
huellas. No en balde el pasado domingo Cortina y Gómez Iglesias pasaron buena
parte de la jornada juntos y solitarios.El caso es que el resumen de las
sesiones de ayer se decanta por el plano inclinado que deriva a los capitanes
hacia el papel de centuriones traicionados más o menos por Roma.
Acaso sólo en uno de los incidentes procésales de, ayer se haya podido advertir
una reverencialidad honesta hacia la Corona: cuando el capitán Alvarez Arenas,
veintisiete años, hijo de general, sobrino de un ministro del Ejército del
régimen de Franco, un punto enfermo crónico, responde a las preguntas de su
abogado.
-¿Motivos para no obedecer
la contraorden del general Juste?
-Vi a la Guardia Civil,
abandonada y traicionada por la División Acorazada, sentí rabia y vergüenza y
me uní a la salida del comandante Zancada.
-¿Motivación para quedarse
en el Congreso tras el supuesto mensaje del Rey a su comandante?
-Entré en el Congreso para
amparar a la Guardia Civil, que está dando la vida por España. Que el mensaje
del Rey a Pardo Zancada no incluyera a la Guardia Civil me ratificó en que esta
estaba siendo nuevamente traicionada....
-No procede (el presidente).
Conste en acta para las posibles responsabilidades derivadas de las palabras
del capitán. El capitán reconstruyó la expresión verbal de su pensamiento
poniendo una pisada cuidadosa en sus aseveraciones sobre el Rey: "Yo no he
querido afirmar que el Rey traicionara a nadie". Se le adivina sincero y
honrado bajo el capote del capitán de veintisiete años que se resiste a dejar
pasar por delante la estela de la heroicidad, aunque sea contra lanatura de sus fidelidades civiles. Correcto
en sus respuestas y másPeter Pan que
feroz golpista (pese a la fama) estropea el final de su declaración de la mano
del letrado: "Sí, volvería a hacer lo mismo".
Antes, también a preguntas
de su defensor, puso otro clavo en la percha de la que se quiere colgar al
teniente general de Aramburu, director general de la Guardia Civil. Que estuvo
media hora con la PM de la Acorazada frente al Congreso y que se acerca
Aramburu con séquito para el siguiente diálogo:
-¿Aquí quién manda?
-El comandante
Pardo.-Llámelo.
(Arenas obedece y Pardo
aduce que está muy ocupado despachan do con Tejero).
-Retire esta fuerza.
-Sólo obedezco a mi
comandante.
-¿Quién es el teniente más
antíguo?
-Da lo mismo, sólo me
obedecerá a mí.
Y que Aramburu -"con
muestras de gran extrañeza"- se retira sin intentar detener al capitán
respondón. El capitán Ignacio Román es más comedido -tampoco le dieron ni el
fiscal ni las defensas opción a otra cosa- y apenas su interrogatorio sirve
para apoyar el deseo del letrado Segura de garantizar en la Sala que el capitán
Muñecas (de la Guardia Civil) no fue responsable de la suerte clínica de Amparo
Arangoa y sí, acaso, otro capitán de la Benemérita.
Pascual Gálvez fue otra
cosa: preguntado qué medio informativo debía ocupar en la tarde del 23 de
febrero contesta: "Mundo
Obrero, el de losrogelios". Respecto a los congresistas
,secuestrados tiene palabras que revelan el alto respeto por estos hombres y
mujeres: "Allí algunos fumaban, se movían a su criterio pará hacer sus
necesidades y algunos no hicieron uso de ese beneficio, como pude comprobar
después" (se entiende que porque no usaron los evacuatorios). "En mi
vida hubier a entrado en el Congreso contra la Guardia Civil." En suma:
del viemes acá la declaración de los capitanes; que, erróneamente, se tenía
poco menos que por baladí, está deviniendo en trinchera de unos hombres que a
la postre admiten haber hecho las cosas por-que
sí (ni siquiera los
capítanes de la Acorazada se guarecen bajo el paraguas procesal -órdenes- que
les tendía-su comandante Pardo Zancada), intentando levantar en Campamen to el
murete tercermundista y po bretón de una suerte de nasserismo, para el que les
sobra la réplica de Naguib y les falta la sombra de un Faruk. Todo ello sin
hacer la abstracción de que, acaso, nos encontramos algo aleiados del Medi
terráneo oriental.
Gómez Iglesias, enjuto,
cenceño, cetrino, fuertemente mediterráneo, no ha desaprovechado sus días
procesales entregado a completar crucigramas. El segundo oficial de la
inteligencia militar procesado en esta causa rompió ayer la expectación
-despertada en algunas defensas (se llegó a pensar que estaba dispuesto a
revelar bastantes puntos de. esta historia menos aquello que pudiera implicar a
su jefe directo). Vana ilusión. El fiscal resbaló sobre el uniforme de este
guardia amigo de Tejero (es confesión de parte) como si pisara sobre grasa. Que
ni facilitó radioteléfonos a Tejero ni convenció al coronel Manchado de
secundar a Tejero. Este y otros jefes y oficiales encausados deponen contra él
sin por ello ganar o perder nada en la declaración. Da igual. Prescinde
olímpicamente del resto de los testimonios; ni siquiera los desmiente
abiertamente ("Yo no estoy aquí parajuzgar a nadie"). Y la Sala
aguantando una lección de anatomía sobre las dolencias del riñón. El capitán
Gómez Iglesias la mañana del 23 de febrero se levanta con un cólico nefrítico
leve, sufre, se automedica con supositorios de Buscapina, falta a su curso de tráfico en las primeras clases y acude a las
vespertinas en forma como para subir las escaleras de cuatro pisos. Cabe seguir
paso a paso el interrogatorio de este capitán que
tampoco dirá nada (no está
quedando tan mal el CESID en esta historia; el entrenamiento es de calidad).
Pero no abundaremos en este cuento contado por uno loco, definición
shakesperiana de la verdadera Historia. Hasta el fiscal parece abrumado,
desbordado y resignado. Tal como marcha este juicio, que nadie espere más luz;
hay que azuzar los bueyes de la paciencia y arar la única cera que arde en
Campamento, que no es toda, por más que no resulte escasa.
Peccata minuta. Ayer la sesión comenzó con cinco minutos de
retraso. Nadie de entre el públíco tuvo tiempo para meditar en nuevos problemas
extraprocesales. Pero los hubo. El capitán Mufíecas y su defensor Segura se
vieron tentados de repetir un plante ante el Consejo (a cuenta de unas
informaciones de este periódico y de Diario
16 sobre las relaciones
entre el procesado y Amparo Arangoa) enérgicamente reprimido por el presidente
de la Sala. El defensor de Muñecas se reserva acciones penales contra los dos
diarios. Está en su derecho, como le recordó el presidente. Y por lo demás,
clima hostil entre muchos familiares y observadores militares hacia unos
periodistas que en Campamento sólo encuentran su trabajo, su mejor criterio
-por más que parezca horrendo- y su incomodidad. Ayer la lluvia (cuya cadencia
tanto consuela en otras ocasiones) remachaba el techado de la nave judicial del
Servicio Geográfico Militar con un murmullo, a lo que se ve, estéril, que no ha
sabido apagar ese resquemor que ya hiede a siglo pasado entre familia militar y familia civil. No falta quien
estima que no debe trasladarse el juicio fuera de la Sala. Es una opinión
procesalmente correcta. Pero, si tras semanas y semanas, se gana
civilizadamente el entendimiento de todos en la antesala habremos comenzado a restañar algunas
heridas.
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