La octava jornada de la
vista del juicio que se sigue contra los 33 procesados por el intento de golpe
de Estado del 23 de febrero, se inició con un incidente procesal provocado por
el abogado del comandante Cortina, que calificó de "total falsedad"
el contenido de dos informes policiales referidos al local de la calle Pintor
Juan Gris que implicaban a su defendido en el uso de dicho inmueble. En la
sesión de la tarde destacaron las declaraciones del gobernador militar de
Valencia, general Caruana, y jefes del Estado Mayor de esta región militar, que
revelan que Milans conocía que se iba a ocupar el Congreso y que mezcló en esa
operación a Armada y, sobre todo, al Rey. De otra parte, Santiago Carrillo, fue
recibido ayer tarde por el ministro de Defensa, Alberto Oliart, quien le
comunicó que el informe del CESID referido al PCE, que se leyó la semana pasada
en el juicio, era, en opinión del Gobierno, irrelevante y había sido
clasificado como rumor de escasa fiabilidad.
Uno de los defensores
militares recordaba ayer en una de las charletas con periodistas que se forman
en los descansos de las sesiones que las defensas, propiamente dichas, aún no
han descubierto sus cartas. Es cierto que el apuntamiento leído al comienzo de
la vista fue tan conciso que obligaba a esta posterior lectura interminable de
folios. El fiscal, ambicioso en su petición de lecturas sumariales, se
resguardó de futuras repeticiones -esencialmente de cara a los
interrogatorios-, y los abogados defensores están procurando llamar la atención
sobre. cualquier aspecto del sumario que pueda favorecer a sus representados.
Es cierto que la esgrima de la defensa -las tres fintas que se advierten- está
por desarrollar, pero a medida que avanza la vista se dibujan los caminos de
exculpación. Y ayer quedó delimitada lalínea Tejero: no es más que un eslabón en la cadena
de mando.No es ninguna banalidad, pese a lo grosero de su factura, esta tesis
esgrimida por el abogado López Montero, quien puede desarrollar una
argumentación resultona. En el mismo plano que el letrado
Hermosilla (defensor del general Armada), López Montero nos ha deparado una
estomagante -por sabida- relación de declaraciones de jefes y oficiales
destinados en Valencia o en la Acorazada durante los sucesos del 23 de febrero,
destinada a que no olvidemos que horas antes del suceso fisico que detonó el
golpe frustrado, algunos Estados Mayores ya trabajaban para reconducir el gravísimo suceso que iba a provocar
Tejero.
Y sin duda que fue así.
Desie las ocho de la mañana de aquella fecha se elaboran preparativos tácticos
y logísticos en Valencia y cuando apenas pasadas las cinco de la tarde se
informa a la plana mayor de la división acorazada Brunete de los hechos que
pueden producirse en las horas inmediatas, algún jefe inadvertido recuerda que
las tropas habrán abandonado los cuarteles ya para el paseo. Se le informará que.no hay problema,
que se ha prohibido la salida de soldados desde las cinco de la tarde: una hora
y veinte. minutos antes de la llegada al Congreso del teniente coronel Tejero y
sus guardias.
Existe un alma de acero en
la cuerda de la que quiere tirar el abogado López Montero: la intentona no fue
precisamente una sorpresa para algunos escalones del mando militar por encima
de su defendido. Luego éste, con todos los saltos que se le puedan imputar
respecto a su irrespetuosidad con la caderia natural de mando, no ha pasado de
ser eso: un mandado. Ciertamente que, en el peor de los
casos, y desde Pardo Zancada a Milans del Bosch, hubiera bastado con un golpe
de teléfono, acaso a una simple comisaría de policía, para abortar la asonada.
No dejan de resultar conmovedoras las conVersaciones que se están escuchando
sobre la iniposibilidad de -"parar a Tejero" en un momento que
"no es oportuno". Una pareja de la brigada criminal o, si se
prefiere, un coronel de la Guardia Civil, habrían bastado para detener a Tejero
y su golpe, si se hubiera producido la advertencia que no llegó. La mochila de
las culpabilidades por omisión sigue engordando, y la defensa del teniente
coronel se aferra a ella.
A petición del defensor de
San Martín se lee parte de su hoja de servicios, exquisitamente extractada,
tanto que no se menciona para nada su paso por los servicios de información de
la Presidencia del Gobierno, en la época del almirante Carrero. En las lecturas
que van solicitando los defensores se encuent ran pliegues, interrogantes, que
-cabe esperarlo- deberán ser clarificados en su día a medida que avance el
proceso.
Nombres para recordar
Así, se nos viene repitiendo
estos días que las unidades de la Acorazada recibieron en la tarde del 23 de
febrero unas órdenes de despliegue reputadas de "extrañas". No eran
las correspondientes a la Operación Diana -dispositivo militar de alarma ante
sItuaciones excepcionales- y son calificadas por algunos oficiales como una Diana modificada . Por ejemplo, el teniente coronel Pardo
de Santayana, que manda la artillería ligera antiaérea de la DAC -el hombre que
recuerda que a las cinco la tropa abandona los cuarteles- abre su sobre y
descubre que debe ocupar el Campo del Moro (jardines bajo el Palacio de Oriente
madrileño) haciendo alarde de fuerza, impidiendo la concentración hostil de
paisanos y abriendo fuego primero al aire, luego al suelo y finalmente al
cuerpo, en caso de agresión. Hasta ahora ni una palabra sobre quien o quienes
elaboraron una previsión de ocupación de Madrid por la Acorazada.
Otro tanto cabría decir del
regimiento Pavía (caballería ligera mecanizada) acantonado en Aranjuez. Pavía, Pavía acaba siendo recordado por el oído más
endurecido. El nombre de este regimiento al mando del coronel Tejeiro -también
es casualidad- va y viene por los follos del sumario. No cabe duda de que su
intervención es una de las esperanzas colaterales de los golpistas. Tejero lo
espera y pregunta nervioso por él; García Carrés -aunque lo niega- reparte
ánimos asegurando que "ya ha salido"; Ibáñez Inglés (el hombre del
Estado Mayor de Milans) inquiere su postura un par de veces aquella noche y
-todas las casualidades son posibles- habla con el temente coronel De Meer,
ahora sentado en el estrado de los defensores como letrado del encausado
capitán Dusmet. De Meer, a tenor de alguna declaración sumarial, llega a
preguntarse durante la noche de autos si no debe colaborarse, siendo
inmediatamente corregido por Fernández Teijeiro. Es tina
lástima que los asistentes al proceso no podamos escrutar gesos o rictus de
unos y de otros dado lo vasto de la sala.
ASEPROSA, una empresa de
seguridad, hasta ahora nebulosamente relacionada con prestaciones de servicios
a Alianza Popular y al CESID (información militar) y, más sólidamente, a
Antonio Cortina Prieto (hermano del comandante encausado, jefe de las
operaciones especiales del CESID) y a la señorita que en las visitas se
presenta como novia de éste, ocupó algunos minutos de la sesión matinal del
juicio. Durante ellos se agitaron los calveros que se extienden por las tres
filas de sillas reservadas a la Prensa y se creyó advertir como se levantaba un
pico de toda esta pesada y sólida manta de resi onsabilidades: un informe policial
reservado, firmado por el director general de la Policía, en nombre del
Director General de la Seguridad del Estado, situaba a ASEPROSA en las oficinas
de la calle madrileña de Juan Gris (supuesta entrevista Armaela-Tejero-Cortina
para ultimar el golpe), daba por propietario de¡ piso a Félix Pastor Ridruejo,
aseveraba que Carlos Argos (otro destacado dirigente de AP) estaba en el
consejo de administración de la sociedad y terminaba por afirmar que en la
empresa trabajaron Sánchez Valiente (el oficial de la Guardia Civil declarado
en rebeldía y presunto propietario de una maleta de documentos relativos al
golpe) y la novia de José Luis Cortina. Cualquier intento de explicar todo lo
anterior con mayor claridad es una pretensión vana.
Grandes protestas de los
defensores de Cortina y Armada -éste tiene que despegarse de su supuesto
"hombre-enlace"- y todo para nada. Tras una intervención enérgica y
continuada del Presidente de la Sala para acabar con una historia que conducía
al vacío absoluto -la Sala sabía que se iban a leer dos certificaciones
policiales sobre ASEPROSA- se procedió a dar cuenta de una segunda nota
policial, sin firma, en la que si
te dije digo , digo Diego: el
segundo apellido de la señorita que ve al comandante Cortina está errado, y son
errores de apreciación las vinculaciones con esta empresa de Argos, Sánchez
Valiente y el CESID. Una retirada en toda regla que descalifica el primer
informe y hace innecesarias las protestas de la defensa. Pero en este piso de
Juan Gris tiene su sede un bufete de¡ que forma parte el letrado Gómez García,
defensor del capitán Alvarez Arenas. La línea
de sombra emerge en este
brumoso horizonte procesal y hace prever unos interrogatorios y
contra-interrogatorios particularmente desagradables.
Lecturas de la defensa
Por lo demás, se sigue por
parte de la defensa una sistematización de lecturas adivinada o conocida. La
defensa de San Martín carga nuevamente sobre la figura, cierta mente patética,
del general Juste que, o bien olvidó la máxima napoleónica de llegar en el momento oportuno, con
la fuerza oportuna , y en el lugar oportuno o bien, en un alarde de sutileza aún
no evidenciado en esta causa, evitó males mayores con su mando de aquellas
horas en la Acorazada. Sea como fuere -y el papel de Juste debe clarificarse
para el proceso, la historía y su propia biografía- este general no puede
divorciarse exce sivamente de su jefe de Estado Mayor, San Martín. Otrosí
quiere hacerse con el general Aramburu, director general de la Guardia Civil.
La defensa del coronel Manchado -el hombre que le da los guardias a Tejero-
intenta enlodazarlo con supuestas dudas y reticencias. Y -¡cómo no!- con la
sospecha de que, como tantos otros, se encontraba al tanto de las intenciones
de Tejero. El caso es que Manchado aduce no haber retirado sus guardias del
Congreso cuando se lo ordenó Ararriburu porque el tráfico le impidió llegar a
la Carrera de San Jerónimo. Para esta historia han hecho al celarar al chófer.
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