30/4/82

Un hombre contra la pared (30-4-1982)

El defensor del general Armada, Ramón Hermosilla, ocupó toda la jornada de ayer de la vista de la causa por el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. El letrado comenzó declarando su apoyo a la democracia y su intención de no hacer un "mitin político" de su defensa. Durante toda ella intentó desmontar las afirmaciones del fiscal contra su defendido y, en la sesión de la tarde, culminó argumentando la hipótesis de que los cerebros de la conspiración intentaron utilizar la falsa noticia de que Armada estaba implicado en la operación., para así hacer creer en la vinculación del Rey, lo que habría sido un factor psicológico de primerísima importancia para, en los primeros momentos del golpe, hacerlo triunfar. El presidente advirtió al abogado que sus hipótesis podían perjudicar a otros procesados. La sesión continuará hoy a las diez de la mañana.

El general Armada corre peligro físico en Campamento. Al filo del final de la vista de ayer, cuando abandonaba la Sala en uno de los recesos vespertinos, casi fue agredido por sus algunos de sus compañeros encausados. Se le atropellaba contra la puerta de salida y los labios se crispaban sobre fonemas que se suponen desagradables (imposible escucharlos) por los visages de los rostros o la cerrazón de las pupilas. Nieto Funcia, el último letrado de la barra de abogados, de edad mayor, muy sensato y con experiencia, le tomó del brazo y lo retiró hacia la Sala, en donde encontraría mejor abrigo personal.La jornada se había distinguido por la calidad forense de la defensa de Hermosilla (defensor del general Armada) y por los continuos cuchicheos dirigidos por Milans a Armada y recibidos por éste con su impasibilidad fisionómica oriental: solo podían ser insultos. El día anterior Armada había sido trasladado a otra dependencia del Servicio Geográfico del Ejército. Mañana pueden ser los también encausados comandante Cortina y Capitán Gómez Iglesias (ambos de la Inteligencia militar) quienes le acompañen en el pequeño ostracisnino de Campamento. Otros implicados están aislándolos hasta tal punto que ellos mismos soliciten un traslado. El general Armada, silencioso durante las vistas y receptor de supuestas inconveniencias, acaba las sesiones pasándose un pañuelo blanco por el rostro, demudado, blanco como una pared rural andaluza, desmejorado hasta la presunción de enfermedad; termina -como ayer- poca más o menos que rescatado por el abogado de un teniente y buscando la procura amistosa de una parcela de Sala repleta de periodistas.

Una nueva música, que es de agradecer

Hermosilla ha comenzado (acabará hoy) la lectura de 113 folios de alegato en favor de Armada y en contra de Milans. Es otra música, de agradecer, la que se escucha en esta periferia castrense madrileña. Del rock duro -que es una música- hemos pasado a sinfonías behetovianas. Es otra cosa, es otro aire. Belleza en la exposición, buena construcción sintáctica, limpieza en la línea de los adjetivos, pulcritud en los adverbios, tonos de lectura bien dosificados (enérgicos, susurrantes, planos) ' ... una defensa de lujo. El sustantivo, por supuesto, no sólo radica en la pulcritud y elegancia de la defensa, sino en el fondo de los argumentos. Ahí Hermosilla ha sido, hasta ahora, feroz con el teniente general Milans del Bosch y banda adicional. Su base de defensa parte del supuesto de que hasta las once de la noche del 23 de febrero al general Armada no hay quien le pruebe nada. A partir de esa hora y de esa fecha sólo caben interpretaciones. Pero, sea como fuere, para Hermosilla no hay cristiano que pueda probar conspiración de Armada con anterioridad a esa hora.

Hoy, Hermosilla (quien, pese a al éxito que está teniendo -le felicitan en su ausencia otros abogados contrarios- se muestra pesimista) proseguirá desarrollando hasta el final su defensa: Armada no conspiró y con posterioridad a los hechos procuró, siempre bajo obediencia, arreglar las cosas. Dado que este letrado no tiene permitido desmontar una supuesta causa. general que pudiera derrumbar a su defendido, se está extendiendo en despiezar minuciosamente el mecanismo relojero que implica en esta causa a su cliente. Así las cosas, pierde cuartos de hora en desmenuzar explicativamente el menor de los pasos de Armada.

Los otros defensores y la implicación de Armada

Hermosilla ha dado el pie de su defensa cuando afirma que "A lo largo de muchas páginas del sumario se advierte el afán de algunos de los encartados en este proceso, no por defenderse o por disculparse ellos, sino por arrastrar al general Armada a su órbita de autores en que los ha situado el excelentísimo señor fiscal y no esta defensa. Esta pretensión de envolver al general Armada, ahora en la consecuencia judicial de los hechos, y antes en los hechos mismos, pretensión a la que han dado pábulo algunos periódicos con informaciones no ajustadas a una valoración de los hechos, puede que explique, no solo las invocaciones que del nombre de Armada se hicieron, sino incluso las suplantaciones de la personalidad y hasta de la voz del general Armada que acaso pudieran haberse hecho, que quizá, indujeran a error, aunque fuese de buena fe, a algunos de quienes han declarado que creían que el general Armada estaba comprometido en los planes operacionales".

Bien; Hermosilla ha hecho un trabajo de diez, pero por un lado tropieza con el resto de los encausados (a medida que lee crece la indignación de éstos contra Armada; no puede hacer otra cosa que intentar desmontar las tesis de la actuación de Miláns) y por el otro con el entendimiento generalizado (también tiene peso e so que se entiende por convicción moral) de que Armada estaba presente en la movida de febrero.

Sea como fuere esta defensa tiene algo a su favor: a lo largo de la vista nada -pese al informe fiscal- cae sobre mayores responsabilidades de Armada. Contra él sólo aparecen los fantasmas de las palabras de otros encausados, testimonios fútiles a tenor de la más reciente jurisprudencia. Pero sobre este hombre pesa también algo palpable para la Sala de Campamento: el odio africano de los compañeros de banca que se sienten perjudicados por su defensa.

Armada, Armada. Literaria tentación de las brujas de Machbet. Extraño desdoblamiento sobre la teoría de Max Fristz y sus creencias sobre lanueva personalidad. Remisiones obligadas a El Reportero, de Antonioni o a la larga trágala de escritores, políticos, periodistas, fil6sofós, hasta militares (ahí esta el dipsómano del general Gordon, muerto en Jartún a manos de los derviches) que no han tenido nada mejor que hacer que alguna tontería en favor de una idea supuestamente superior.

La Prensa le convenció de que podría ser un salvador

El general Armada pensaba en "su España", sin lugar a dudas. Y la Prensa -aquí hay bofetadas para todos- terminó por convencerle de que podía ser un salvador, un hombre provindencial. A partir de ahí cualquier resbalón mental en militar tan soberbio e imbuido de si mismo como el general Armada, es posible. Veremos hoy como el letrado Hermosilla empuja un milímetro mas allá las posibilidades de su patrocinado, evitando -se supone- la agresión física que se le supone. Tal como se ven las cosas, puede que el general Armada sea culpable de rebelión militar, pero recaba simpatías como víctima de sus conmilitones. Trac-tac campamental. El pequeño cosmos de este patio de armas no sólo tiene sus reglas sino también sus fastos. El abogado Novalbos ha sido padre por segunda vez (la primera de una niña que ya tiene trece años; esta vez casi es abuelo de su hijo). El teniente coronel De Meer ha ascendido a coronel. Aquí se premia todo.

29/4/82

Los defensores militares atacan (29-4-1982)

En la sesión de ayer del juicio por el 23-F comenzó el turno de intervenciones de los defensores de los procesados, después que el martes el fiscal leyera su escrito de, acusación. El primero en intervenir ayer fue el defensor militar de Milans, teniente general Manuel Cabeza Calahorra, que hizo un alegato plenamente justificador del intento golpista abortado. A continuación, el letrado Salvador Escandell elevó a definitivas sus conclusiones en defensa. del teniente general Milans, para el que pidió la absolución. En la última parte de la sesión de ayer tomó la palabra el teniente general Fernando de Santiago y Díaz de Mendívil, defensor militar del coronel Ibáñez Inglés, quien hizo un discurso de similares características al de Cabeza Calahorra. Hoy continuará la sesión, a las diez de la mañana, con las intervenciones de los defensores.

Jornada de desastre político en Campamento. Los defensores militares -esa figura contestada a su tiempo por Pedrol Rius- han comenzado a repartir sus panfletos y a repartir teórica política. El primer horrorizado intelectualmente será el teniente coronel Valenciano, jefe de la Relatoría del Ejército, relator de esta causa, responsable áulico de la introducción en la legislación española de la figura del defensor militar. En su ánimo estaba la traslación de la figura del asesor militar del defensor,contemplada en la legislación estadounidense, hasta nuestros lares. La traslación ha sido demasiado literal y nos hallamos ante defensores militares carentes de formación jurídica y entrando en la causa como caballos en cacharrería.Y así, entre bromas sobre los proboscídeos bitrómpidos, ayer fue menester escuchar lo que no está escrito, por boca de los tenientes generales Cabeza Calahorra y Díez de Mendívil, defensores militares de Milans del Bosch e Ibáñez Inglés. Entre ambos -el primero abrió la sesión por la mañana y el segundo cerró el turno de defensas de estos dos implicados-, el abogado y coronel de Ingenieros Escandell -que consiguió la absolución del general Atarés, tras el incidente de éste con Gutiérrez Mellado- nos sirvió una lección no precisamente magistral de filosofí del Derecho, abstrusa, profusa, confusa y difusa, que noqueó mentalmente a una Sala que se vaciaba por momentos. Por supuesto que para pedir la absolución de sus patrocinados.

Contra pronóstico, tomó la palabra en la mañana el teniente general Cabeza Calahorra (el presidente interino dejó en libertad a las defensas para organizar sus intervenciones a su necesidad). Lento, solemne, con su intervención escrita pero improvisando a veces, se extendió en un alegato francamente justificativo del golpe de febrero, sin la menor conexión jurídica con los problemas legales de su patrocinado y confeccionado tras aprovechadas lecturas del pensamiento francés de la escuela de Charles Maurras. Ortega, Unamuno, Tarancón, Tarradellas, Sánchez Albornoz, Castelar, Platón, Max Scheller, el Cid, Voltaire, Arzallus, Heribert Barrera, Gracián y hasta Dios -"que escribe derecho con renglones torcidos", por el golpe de febrero- fueron traídos por los pelos hasta la Sala de Campamento como escombrera sobre la que cimentar la figura de Milans como paladín "...en defensa de su dama de siempre: !España.'" (con voz quebrada por un amago de llanto). -

Argumenta este teniente general que la Prensa española está obsesionada por cantar las bondades de la transición, mientras los militares asesinados por el terrorismo han sido enterrados vergonzantemente, como soporte siniestro de una línea política irresponsable y arrogante que ha colocado a España al borde de la escisión territorial y ha procurado unas decisiones militares antes tendentes a la desunión que a la cohesión. El golpe de febrero -prosigue Cabeza Calahorra- no es una intentona bananera; recuerda cómo en 1.958 el Ejército francés propició la caída de la IV República y tres años más tarde se sublevó parcialmente desde Argelia contra De Gaulle. Bien; extrañados estábamos todos de que no se sacara a colación a la banda de Raoul Salan, general francés golpista, derrotado en Indochina y Argelia por tropas irregulares, opiómano, condenado a muerte y hoy feliz indultado en libertad por la decadente V República francesa. Mal ejemplo. De Gaulle los condenó a muerte (aunque se repartieran indultos), disolvió regimientos enteros y hasta castigó a los paracaidistas sustituyendo su boina roja por otra negra, a más de propiciar bandas debarbouzes que fueron asesinando a los golpistas res¡duales.

Aduce Cabeza Calahorra la tragedia histórica de los ahora encausados y trae a colación el destierro del Cid (es inevitable no recibir el mensaje apenas encubierto: "...si oviera buen señor"); la "magistral lección de Franco en 1.936" ("lección de obediencia" tras el cierre de la Academia de Zaragoza); la decisión de Milans de que el golpe no se produjera con derramamiento de sangre ("aunque la Prensa no se acuerde de comentarlo"); las declaraciones (le políticos de nacionalidades, "que no eran ficciones, ni fantasías" y que apuntaban a la desmembración de la Patria (alude a Arzallus y Barrera);... Miláns, en suma, y para su defensor militar, es un hombre con el que todo español bien nacido tiene una deuda de gratitud.

Este país ha mejorado después del 23 de febrero, fecha tras la que la clase política optó por ser más responsable. Ahora, sin embargo, asistimos "justamente asqueados" a una campaña de pellas de barro, de difamación sobre estos hombres, de voces y plumas mezquinas y bastardas, de solapado juicio popular y paralelo al de Campamento. Tras recordar a la Sala la manipulación de ascensos y destinos que hace el Gobierno con los escalafoncillo, nos recordó que las Fuerzas Armadas no son un instrumento del Estado. Y en un tono que, dentro de la mesura auditiva de su exposición, resultó amenazador, apeló a la clase política (que tenga alteza de miras, que haga inviable la tragedia, que cierre filas con las Fuerzas Armadas y que reconozca el derecho de éstas a su propia autonomía), a los medios de comunicación (que su gran influencia "de hoy" sirva a la armonía nacional) y, en general, a todos, apuntando las consecuencias que el resultado de este juicio pueda tener sobre los jóvenes oficiales.

La Sala escuchó en silencio. Muchos observadores militares asentían. Algunos periodistas se miraban incrédulos. Por un celemín de lo dicho el teniente general Alvarez Rodríguez retiraba el uso de la palabra. Ni una línea del texto de Cabeza Calahorra tiene algo que ver con el pantano judicial en el que estamos metidos y sí -de la cruz a la raya- con un entendimiento del Estado bonapartista o prusiano. Y rasgando un silencio mitad de satisfacción, mitad de estupefacción, el presidente en funciones, Gómez de Salazar, dio la palabra al coronel Escandell, defensor de Milans e Ibáñez Inglés.
Escandell. Este coronel-letrado terminó su interminable exposición recordando que quizá "...mi corazón de soldado me ha llevado más allá de mis modestas condiciones de jurista". Tiene razón. La única explicación de su defensa es que pretenda editarla. Nos aplastó bajo miríadas de citas (incluidas las Partidas de Alfonso X), derivaciones filosóficas, acarreamiento de materiales de jurisprudencia, relectura de las obras de García Escudero (juez instructor de esta causa), palabras de diputados republicanos azañistas, Santo Tomás, el padre Suárez, San Roberto Belarmino y hasta Pierre Laval en el juicio del 46 que le llevó al paredón ("Equivocarse no es un crimen"). De la Sala, horas y horas escuchando su oratoria de cartoné, no se marchaba el público: huía. Procesión de familiares (incluidos los de Miláns), militares, periodistas, letrados, relatores, ujieres, miembros de la seguridad interior, espantados todos ante la facundia y la erudición de este coronel-abogado que recordó la deformación que de los sucesos ha hecho la Prensa, que la patria siempre ha de estar por encima del Estado, que no se puede hablar de delitos contra la Constitución porque todos los delitos son anticonstitucionales, que Milans es un altruista y que Ibáñez Inglés y el propio ex-Capitán General de Valencia deben ser absueltos por obediencia debida, el primero a su superior inmediato y el segundo al Rey. Viene a decir el defensor que hay que entender que a los militares los distingue "el amor a la patria, el honor, la disciplina y el valor", principios que a lo que parece no se encuentran en estamentos de la sociedad civil. Puede que al obrero en paro y con cinco hijos le distinga la cobardía, la indisciplina (acaso hasta la disipación), el deshonor y la falta de la propia estima, y, por supuesto, el desprecio de una patria común. Acaso Campamento, este juicio, sirva para reparar en el absurdo de este trasnochado monopolio del honor y del patriotismo. No es preciso vestir una guerrera para tener honor y para ser patriota.

El teniente general Díaz de Mendívil, elefantiásico, torpe en la lectura, vino a destrozar la defensa tan elaborada de su antecesor. Aferrándose a una peculiar interpretación del artículo octavo de la Constitución vino a decir que Milans y compañía habían hecho muy bien en sublevarse. Frase textual de su intervención fue la "...campaña parlamentaria contra la Policía... (por el "caso Arregui"), o que ante el terrorismo los políticos querían "...inmovilizar al Ejército", legítima defensa como eximente, algo de obediencia debida y farfulleos sobre la postración del país. Díaz de Mendívil es defensor del coronel Ibáilez Inglés; pues comenzó -¿quien no tiene un lapsus?- llamandole Ibáñez Martín (suegro extinto del presidente Calvo Sotelo).

Quizá lo más curioso de esta jornada pavorosa, pesada, agresiva, sólida, viscosa, resida en que ambos defensores militares coincidieron en resaltar las excelencias de la Prensa anglosajona. Cabeza Calahorra se hizo lenguas de una crónica de The New York Times; Díaz de Mendívil de otra de The Financial Times. Ambas referidas a la situación española. Ignorábamos los paisanos que los príncipes de nuestra milicia fueran adictos a tales lecturas. Una vez Rafael CalIvo Serer aseguró que había caido en brazos de la democracia tras una atenta y continuada lectura de la Vieja dama gris -T.N. Y. T.-. Por mala que resulte -que lo esla opinión que estos caballeros de Campamento tienen de la Prensa, si siguen leyendo los diarios de Londres y Nueva York, procesos como este serán irrepetibles en breve plazo. Armada.- Antes de ayer Lolín Carrés llamó a su puerta y preguntó por él a una de sus hijas. Cuando accedió a la llamada le espetó: "Muchas gracias por los diez años que mi marido se va a pasar en Carabanchel". Tampoco es para tanto. Pero el general Armada, decaido, ojeroso, solitario, no ha podido más. Ayer fue trasladado a otro alojamiento dentro del Servicio Geográfico Militar. Estará solo y aislado de unos compañeros de infortunio que no le miran con excesiva simpatía.

28/4/82

O César o nada (28-4-1982)

La vista de la causa que se sigue contra los procesados por el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 se reanudó ayer, con la lectura de las conclusiones definitivas del fiscal, general togado José Claver. Este consumió toda la jornada en la exposición de sus conclusiones, que no difieren sustancialmente de sus acusaciones anteriores. El fiscal desmontó los argumentos tendentes a implicar al Rey, apoyándose entre otras cosas en los datos que indican que la conspiración estaba en marcha antes de que se uniera a ella el general Armada. Hoy seguirá la vista.

Serían ya cerca de las seis de la tarde. El fiscal, general de la Armada José Manuel Claver, dio comienzo a sus peticiones definitivas de pena. En ese mismo momento el teniente general Gómez de Salazar, que preside interinamente esta causa, se puso en pie; con él toda la Sala, por primera vez en esta unanimidad de respeto ante las sanciones que solicita el representante de la Sociedad. Los periodistas tomaban notas de pie y precariamente; algunos familiares lloraban; el respeto al momento procesal fue absoluto; y un punto de emoción se produjo en todos. Treinta años para Milans del Bosch, Armada y Tejero, como cabezas de la conspiración y en pena única; quince años para Torres Rojas, San Martín, Ibáñez Inglés y Pardo Zancada; doce para Manchado y Cortina;... etcétera.Desde por la mañana se especulaba en los corrillos campamentales que el fiscal mantendría las peticiones de sus conclusiones provisionales. No obstante, algunos encausados (o al menos sus familiares) confiaban aún en rebajas procesales de última hora. La tabulación final de penas pedidas por el fiscal ha sido, si no sorprendente, sí extraña -máxime cuando no ha desglosado cada delito de cada, encausado-. Al general Torres Rojas le ha rebajado cinco años de petición, tres años al coronel Manchado (el jefe que facilita los guardias a Tejero), dos años al teniente coronel Mas (ayudante de Milans), un año al capitán Dusmet (acaba de remitir una carta a sus compañeros de promoción en la que aduce que este es un juicio políticoy pone a pan pedir a parte de la Prensa), otro año menos para el capitán Alvarez Arenas, otro menos para Pascual Gálvez, tres años menos para el capitán Batista (el Garcilaso, amigo de los periodistas, que se presenta con sus hombres en una emisora de radio madrileña), un año menos para el capitán Abad, otro menos para el capitán Lázaro, un año más (de seis a siete) para el capitán Muñecas y, en línea descendente sobre las supuestas responsabilidades, una rebaja lineal de un año para el resto de los implicados. Las previsiones están cumplidas.

Sólo el capitán Batista puede terminar salvando la carrera, si el tribunal es clemente. De él para abajo (y en algunos casos para arriba) puede darse el caso de otros jefes y oficiales que salven sus guerreras: todos los tenientes de la Guardia Civil y, acaso, el capitán de navío Camilo Menéndez, aunque sólo sea por no agraviar a la Armada, siendo precisos jurídicamente con un asunto a la postre menor.

La clave de esta petición fiscal reside en las tres peticiones de pena única: es la pena que suple a la capital. En la antigua pena de muerte (hoy solo válida para tiempo de guerra) no cabían grados, obviamente. En su sustituta -la pena única-, tampoco. Cómo cabecillas de la rebelión militar o son condenados Milans, Armada y Tejero a treinta años de reclusión o no son condenados a nada y se les tiene por inocentes. (Bien que podrían ser culpados de otros delitos). Fue ésta una figura contestada durante la reforma del Código de Justicia Militar y que puede ahora encontrar su contestación práctica: hete aquí desde ayer a tres hombres que por su edad y gobierno ya no tienen nada que perder, desde el momento en que un fiscal solicita para ellos treinta años con sobrados argumentos jurídicos y sin posibilidad de recurrir a atenuantes. Ya son tres hombres de los que cabe esperar cualquier reacción.

Ha cambiado el clima de Campamento y no sólo por el frío. Las expectativas familiares son sombrías y ahora el tema de conversación reside en los ocho dias hábiles -hacia el filo del siete de Mayo- que tiene el Tribunal para acordar una sentencia. El número impar de sus miembros -diecisiete- se ha roto con la enfermedad del Presidente, Luis Alvarez Rodríguez, pero no obstaculizara la sentencia, dado que el presidente (en este caso, en funciones) siempre tiene voto de calidad.

A partir de hoy expondrán sus conclusiones definitivas las defensas, comenzando por la de Milans. Después intervendrán los defensores militares, y finalmente cada encausado aducirá en su favor lo que tenga a bien. Algunos comentarios tenían por bueno que el Consejo se reuniera en algún parador de los alrededores de Madrid; sobre tal reunión no existen normas establecidas y el Presidente puede reunir su Consejo donde quiera y como quiera. El sabrá. Si sobre algún encausado no existe mayoría simple respecto a la pena a aplicar, la mayor se suma a la menor. Por ejemplo: si reunido el Consejo, de los dieciséis votos, siete son favorables a una pena elevada para un encausado y sólo seis optan por una pena menor -los tres restantes se abstendrían-, la sentencia se inclina por esta última, sumando para sí los siete votos más graves.

Todo el día ha sido del fiscal. Este ha sido su gran día y debe ser analizado. El fiscal Claver es un hombre que nos había acostumbrado en dos meses de causa a su brillantez inquisitorial (del que inquiere). Muchos periodistas (muy lejanos en la Sala de su mesa) ni le conocen físicamente. Pero la megafonía ya nos tenía acostumbrados a su tono amable, entrecortado en ocasiones, nunca hiriente, pero inquisitivo, y, en cualquier caso, a esa frase repetida hasta la saciedad -...le habla el Fiscal"- que hasta los interrogados escu chaban sobresaltados como si la voz en cuestión surguiera milagro samente de una pared. Durante dos meses hemos escuchado, en defintiva, la voz del fiscal. Ayer (no se como explicarlo) hemos escu chado algo menos. Para empezar, el fiscal Claver poco menos que pidió excusas por ejercer su función, aludiendo a lo penoso de su tarea (representar los intereses del Estado y la sociedad) y saludando al presidente saliente, al entrante y a sus compañeros togados de la defensa. Como cortesía procesal es tuvo bien, en el entendido de que en materia de buenas costumbres ningún exceso es excesivo. Acaso, por el resto de su larga intervención, se echará en falta mayor entusiasmo audible, oratorio, por la defensa de las libertades públicas presuntamente puestas en precario por los procesados. Pero bien es verdad que lo mejor es enemigo de lo bueno. Nadie pone en duda que el informe fiscal es jurídica mente irreprochable y que ha ter minado por desmochar las tesis relativas al Estado de necesidad y a la obediencia debida. Tal es así que algunos letrados de la defensa no ocultaban,ayer tarde su necesidad de reformar sus propios escritos tras las palabras del general Claver. Acaso quepa reprochar a la fiscalía el no hablar para la galería, como puede que a partir de hoy hable buena parte de la defensa. Y en el reproche informativo se in cluye a unos servicios de informa ción del Estado tan torpes como para no prever que los informes de los defensores serán filtrados sin rubor; en tanto el informe del fiscal, pletórico de matices a estudiar, esperara el sueño de los justos o el término del proceso judicial para ver la luz al completo. La igualdad de oportunidades, pero al revés, o el condenado por desconfiado.

Por lo demás es de destacar la defensa que del papel del Rey ha hecho el Fiscal. Mejor dicho: su descalificación de las abusivas atribuciones que los golpistas hicieron de la figura de Sus Majestades. Deshizo la trama en tres movimientos:

1.-Cronólogicamente no se podía utilizar al Rey. Hasta el 10 de enero de 1.981 no empiezan -según el sumario- a hablar del Rey Armada y Milans, y desde meses antes la conspiración ya está en marcha.
2.-Armada es el último referente de unas referencias que al final niega. Puede que el Rey le hiciera comentarios políticos -el Rey no es mudo y es poseedor de opiniones-, pero nadie, fuera de Armada (que además lo niega) aduce en esta causa que el Rey aspírara a modificar el curso normal de la vida política del país.

3.-Ninguno de los conjurados, pese a sus posibilidades de conexión con el Rey -institucionales y personales- intentó la menor confirmación de tan aventurada idea.

Todo ello sin contar con el papel -dramático- de un Rey que aquella noche se dirige por radio y televisión a todo el país (y, por descontado, a sus generales) exigiendo el respeto a los poderes constitucionales, y que es desobedecido por las cabezas de la actual línea de encausados en Campamento.

En suma: buen informe fiscal, lleno de enjundia en su fondo jurídico, y falto del entusiasmo hacia la galería que se espera de los informes de muchas defensas. Bien es cierto que el Fiscal (general, a la postre) no desea herir a compañeros suyos de armas, por más que se vea obligado a hacer justicia; acaso ignore que ya sus compañeros de armas -por supuesto que algunos- están echando sus galones a los lobos en el mismo patio de Campamento, aduciendo ascensos y prebendas mal adquiridos.No es de extrañar: en este malhadado patio de armas la difamación y el malentendido tienen su capilla para todos; incluidos los más torpes, que parecen ser algunos periodistas.

En 1.975 este cronista bajaba las desvencijadas escaleras de Iberia en El Aaiún. Abierta la portezuela del aparato que tan pocos y sospechosos pasajeros transportaba desde Las Palmas de Gran Canaria, una bofetada de aire caliente nos amilanó. A continuación, mientras un tal comandante Sandino, que me recibía, daba instrucciones sobre el equipaje y el destino en aquella ciudad de aluvión y frontera, el sirocco -arena finísima que busca hasta el último repliegue de la piel-, y le cafard-esa locura que sólo puede darse en el desierto-, cayeron sobre los desolados y bogartianos -"Casablanca", "Casablanca"-, pasajeros de aquel vuelo extraño amenazado por la marcha verde marroquí. Llegados a la capital del Sahara solo había un destino: la plaza. A un lado el Gobierno General, a otro la residencia del Gobernador. Y cruzando la plaza la primera visión -al menos la mía- fue la de un general arrogante, vestido de chaleco de antílope con el pecho y los brazos al aire, sin armas, enjuto, personaje de Jean Lartegy, golpeteando la bota con un pequeño látigo, mirando al frente y charlando con los saharahuis que se le cruzaban en aquella plaza. Te quedabas parado ante aquella imagen llena de chulería imperial y de valor personal. Despues oías a lo lejos unos redobles y por una calle lateral se te presentaba, como de improviso, una bandera del Tercio, con un carnero marcando el paso en primera fila. Venían a la plaza de El Aaiun a arriar la bandera y los saharuis se retrepaban sobre las aceras medrosamente. Pensaras lo que pensaras te llenabas de un falso orgullo. La caída mental del europeo fácilmente colonialista. (¡Aquel Tercio Juan de Austria que se negó a arriar la bandera en el Sahara, taló el mastil, y se lo llevó a las Canarias!). Pues de aquel cafard de barato colonialismo decimonónico uno de los generales que tuvieron claro lo que había que hacer fue el de la plaza y la fusta: Gómez de Salazar, gobernador general entonces, artífice de la buena retirada de nuestras tropas.

Nada tiene que envidiar su carrera a la de Milans, ni en medallas, ni en campañas. Y Gómez de Salazar es anterior en el empleo al ex-capitan general de Valencia. Además presidió el consejo de guerra contra los militares de la UMD y, acabará firmando las sentencias contra los militares del 23 de febrero. En ese equilibrio está el final de sus servicios al Estado. Puede que por todo lo anterior haya sustituido a un buen príncipe del Ejército, como Alvarez Rodríguez, que ha llevado sobre su úlcera sangrante lo peor de este juicio, y que lo ha hecho con gallardía, con prudencia, con honor y con habilidad. Mas no se podía hacer, aunque se pueda hacer otra cosa en el futuro.

Pero, ahora, la historia que interesa es la del comienzo: tres jefes de nuestro Ejército que afrontan en justicia el lema borgiano de Aut Cesar, aut nihil; o treinta años o nada. Peor suerte tuivieron otros centuriones.


26/4/82

Todo lo que usted quería saber sobre el juicio de Campamento, y nunca se altrevió a preguntar (25-4-1982)

Un proceso es siempre una representación dramática, y de forma más acentuada en un proceso penal. El juicio se reclama del teatro y se apoya en la escenificación. El de Campamento no podía sustraerse a esta regla general y en alguna medida, ha logrado cierto nivel de calidad en su parafernalia procesal. Un gran salón como escenario sobre el que se mueven los protagonistas; el Tribunal sobre una elevación, la fiscalía y las defensas sobre un respeto más bajo pero, entre ellas, al mismo nivel; al ras de la Sala, los encausados; y en el nivel más inferior el público asistente a la representación.

Y la jurisdicción española -detalle a destacar- es una de las escasas que colocan al mismo nivel físico los estrados de las defensas y del fiscal. Por lo demás entradas y salidas reglamentadas, ujieres con guantes blancos, guardamiento de Sala (se entra y se sale del local con una leve inclinación de cabeza hacia el Presidente o bien un taconazo), no se fuma, los nuevos actores (los testigos) son instruidos por la relatoría (maestros de ceremonias)... Todo ello no ha evitado ni portazos, ni voces, ni desacatos soslayados, ni retiradas airadas por el foro, pero bien es verdad que la teatralidad del proceso se mantiene en un nivel de aceptable dignidad que aún impone.Familiares, hijos y esposas de los encausados, siguen elaborando torvas miradas y comentarios hacia los periodistas que escriben sobre esta causa. Pero, muy probablemente, no existe en Campamento ningún informador que no sea sensible a la emotividad que dolorea este proceso. Más de un jefe militar se ha referido a lo doloroso d e que unos compañeros de armas estén juzgando a sus conmilitones. Es cierto; y convendría que el dolor de hoy sirviera para que mañana no volvieran los militares a juzgar a los militares y se diera vela en entierros de este porte a la jurisdicción ordinaria.

La endogamia, el cerrado cosmos militar, es preocupantemente patente en Campamento. El Presidente del Tribunal, teniente general Luis Alvarez Rodríguez, fue compañero del teniente general Miláns del Bosch en la División Acorazada (ambos mandaron al tiempo dos brigadas de la misma) y es amigo de toda la vida de los Alvarez-Arenas, un hermano ministro del Ejército con Franco y otro, general y padre del encausado capitán de la Acorazada. Hombre joven que ha visto crecer y que ha mimado como a un hijo. El fiscal, general auditor de la Armada, vive en el mismo edificio del encausado capitán de navío Camilo Menéndez. Un hijo de este capitán de navío está casado con una hija de Blas Piñar, y otra hija del líder de Fuerza Nueva es la esposa de Muñoz-Perea, defensor en este juicio del capitán Pascual Gálvez. Y a su vez Camilo Menéndez es sobrino del ex-ministro de Franco Menéndez Tolosa. Alguna fotografía de prensa tomada durante el juicio por laOperación Galaxia nos deparó la imagen de una señora besando en la mejilla al teniente coronel Tejero: la esposa de uno de los actuales consejeros del Tribunal de Campamento.Viven en las mismas casas, se casan entre sí, trabajan juntos, tienen las mismas amistades, sus esposas son amigas y, además, tienen que juzgarse unos a otros. Difícil de llevar. Algo sacaremos en limpio de Campamento: el convencimiento de que de no existir estado de guerra no son los militares los más adecuados para juzgar

a los militares. Pero ese internamiento, esa interiorización obsesiva, se desmultiplica, disminuyendo aún más, en el minimundo campamental, corno en la última pieza de una muñeca rusa.El juicio el física y psicológicamente agotador. Los familiares, a la hora del almuerzo, son trasladados en un autocar hasta el club militar La Dehesa donde se restauran por un módico precio. Los periodistas tienen acceso a unos bocadillos gratuitos servidos por el Ejército en el patio de Campamento. Y la extraña familia de Campamento comenta la calidad del libro del comandante Pardo Zancada o la supuesta del del coronel San Martín (aún no lo ha terminado), los millones que Lara podría suministrar a Tejero si éste se decidiera a escribir, o las ediciones inmediatas de José Oneto (director de Cambio-16) y Pilar Urbano (redactora de ABC), los dos periodistas que más han investigado el golpe fuera de la sala. Carlos Abella, director general de Relaciones Informativas escribe por las noches un ensayo taurino y en los fines de semana desparrama por la geografía de los hoteles cercanos el cartelito de El niño está dormido(se ha casado durante el juicio y trocea la luna de miel en los recesos). El general Toquero, una especie de jefe de Prensa de la Defensa, sigue contando a los periodistas que puso preso a un ciego por blasfemo, y su segundo, el comandante Ripoll, hace honor a su cargo recibiendo quejas y bofetadas por ambas bandas. Victoria Lafora, de Diario-16, (un metro ochenta, rubia, atractiva) saca a colación a su marido (como defensa) cada vez que los comandantes se aproximan. José Luis Gutiérrez (director adjunto del mismo diario) solloza una vez más la decisión del Tribunal de no admitir a su director (lo que le obliga a él a esta pequeña condena de Campamento) y, en general, todos los integrantes de la familia, vamos sobrellevando mal que bien nuestras neurosis.En este tiempo todo ha cambiado en Campamento. La primera fase del proceso (lectura de informes del fiscal y las defensas y de folios sumariales) significó un crecimiento de la autoconfianza en sí mismos de los procesados, acrecentada durante la fase procesal de sus declaraciones. En el momento en que el proceso entró en la llamada a los testigos cambió el panorama, campeó la depresión y se produjo el grave incidente de las retiradas ante la deposición del teniente general Santamaría. Las alegrías del inicio del juicio fueron acalladas por la perspectiva inesperada: el juicio no sólo se celebra sino que termina y con condenas ejemplares. La frase de un guardia civil no identificado, del servicio de información de la Benemérita, que en el Congreso, el 23 de febrero, corre los pasillos gritando "Esto es la gloria o la cárcel", cobra todo su sentido: esto es la cárcel, al menos para algunos, y no

están los ánimos proclives a demasiados optimismos.Y aquí topamos con las preguntas de todos: ¿En qué termina este proceso? Todo parece indicar que este túnel golpista acaba en condenas severas para los cabezas de la lista y en penas suaves para los de menor rango. De entre los consejeros que se tienen por proclives a condenas -ejemplares la mayoría procuran el castigo no ya de los espadones sino de aquellos militares que se levantaron contra el orden constituido y tras el fracaso de su intentona no supieron mantener la dignidad de la guerrera. Sea como fuere, el horror de los horrores: penas elevadas sobre las cabezas de Milans, Armada y compañía golpista (enjuagables mediante indultos particulares tras la visita del Papa) y sentencias débiles sobre tenientes y capitanes, de la Guardia Civil, que pasarán en breve de amenazar provocativamente a los diputados de la nación a pedirnos el carné de conducir si algún ciudadano pisa con su automovil la raya continua de una carretera (la mayor parte son guardias civiles de la agrupación de tráfico). Y mucha discusión interna sobre la pena accesoria de extrañamiento que, de ser aplicada, colocaría fuera del país a algún encausado. La pena de extrañamiento, se quiera o no, trae el rememoramiento de las fortunas de este juicio. Puede interesar (si cabe tal interés) a los tres encausados con posibles: Armada, Milans e Ibáñez Inglés. Tejero es protagonista menestral: no se libra de una pena elevada, pero solo tocará dinero de la trama civil o de un editor.

Por lo demás, el internamiento del presidente y su sustitución por el teniente general Gómez de Salazar era esperado. La tensión física y psíquica del juicio estaba haciendo mella en Luis Alvarez Rodríguez. Quizá en su retirada no haya influido tan sólo un problema somático. Gómez de Salazar, conocido por los periodistas como Gigi el amorosodesde sus tiempos de gobernador militar del Sahara, reúne características de firmeza y distanciamiento de los procesados que acaso le hagan más idóneo para presidir esta causa. Particularmente interesante es el hecho de que Gómez de Salazar presidiera el juicio contra los militares de la Unión Militar Democrática (U M D).

Bueno. La realidad y el interés del juicio residen en otros puntos. Tras dos meses en Campamento todos sabemos ya que Tejero -por ejemplo- no era el hombre que tenía que asaltar el Congreso la tarde de los autos (no llega a utilizar ni los autobuses ni las gabardinas compradas de antemano e improvisa su fuerza cuando hace semanas que conspira); Tejero sustituye a otro espadón que después, transcurridas las horas, quiere forzar las cosas. La conspiración civil es de todos conocida y no alcanza a ocultarla la espalda inmensa de Carrés. Armada guarda un silencio malévolo en tanto en cuanto puede parecer que oculta alguna confidencia real cuando en realidad sólo se oculta a sí mismo. Los conspiradores de la tenida de la calle del General Cabrera son conocidos; la trama militar de este golpe, en libertad, la sabemos todos. Cuando en Campamento sorbes el primer café de la mañana, más de una vez levantas los ojos y te quedas mirando fijamente al Elefante. Larepresentación de Campamento acabará, y probablemente acabará bien, pero la historia de este juicio no encontrará su final hasta que no se pueda contar en libertad y en confianza todo su auténtico basamento. Y la verdad de esta historia empieza cuando el elefante....

21/4/82

Semana de reflexión (21-4-1982)

El Consejo Supremo de Justicia Militar acordó ayer aplazar hasta el día 27 de abril el juicio contra los 33 procesados por el intento de golpe de Estado del 23 de febrero, con el fin de dar tiempo al fiscal y a los defensores para preparar sus conclusiones definitivas, con cuya lectura concluirá la vista oral. El acuerdo se adoptó en la mañana de ayer, una vez concluido el periodo probatorio de la causa con el interrogatorio del testigo Enrique Múgica. Pese a la expectación despertada, la declaración del diputado socialista, que sólo ocupó media hora, no produjo tensiones ni aportó datos nuevos. Múgica insistió en que en la comida que celebró en Lérida con el general Armada, con anterioridad al 23-F, no se habló de un Gobierno de concentración ni de golpes de timón. "Para los golpes de timón", afirmó, "está el Parlamento".

Enrique Múgica, cariñosamente apelado de mariscal Herzog, paseaba triunfal, rodeado por una corte de oficiales obsequiosos, el patio campamental. Poco más de veinte minutos había durado su deposición ante el Tribunal y pocos eran los que no se hacían ayer lengua de la blandura, hasta la dulzura de los abogados políticos. Se esperaba, dentro de la lógica de Campamento, que Enrique Múgica estuviera sentado ante la mesa de testigos hasta el arrepentimiento de haber creído en Marx en su juventud y en la socialdemocracia en su madurez personal y política. Nadie dudaba de que el relevante socialista padecería un tercer grado demoledor. Reunía todas las condiciones para engrosar el martirologio de esta causa: socialista, diputado, responsable reciente de asuntos militares en su partido y en el Parlamento, controvertido, semita y hasta comensal ocasional con el general Armada. Por menos de todo lo anterior han crucificado a más de uno en el Servicio Geográfico Militar. Pues nada. Pocas preguntas y mínima presión sobre el testigo. "...Pidió el chapeo, requirió la espada, miro al soslayo, fuese, y no hubo nada". Ni López Montero ni De Meer forzaron el tren al que -particularmente el primero- nos tienen acostumbrados. Así se perdió la ocasión -única en este proceso- de despiezar a la clase política. Un misterio más para la historia secreta de Campamento.Tras Múgica, dejo de comparecer un brigada, cuyo testimonio no era precisamente crucial (los abogados citantes renunciaron al mismo) y se abrió un receso de una hora para que el Tribunal deliberara sobre las pruebas solicitadas por algunas defensas (careos e inspección ocular del despacho del jefe de la División Acorazada). Todo fue denegado en el criterio de que tales pruebas no aportarían nada novedoso a este almacén de dudas razonables. Y para que el ministerio fiscal y las defensas reflexionen sobre el aluvión de palabras de los dos últimos meses se levantó la sesión hasta el próximo martes. En los corrillos, fuera de la sala, campeaba la tesis del pacto de Campamento, acaso como contraprestación de las inminentes consecuencias del pacto del capó. Que si los tenientes de la Guardia Civil son puestos en libertad provisional en aplicación parcial de aquella atípica rendición de Tejero, Pardo Zancada y Camilo Menéndez, a cambio de que no se someta a humillaciones procesales a un distinguido parlamentario del PSOE. Y si así no son las cosas esta es la música que suena. Pero sea como fuera debe rendirse tributo a este diputado que ha sabido mantener una presencia digna ante sus interrogadores; relajado, dominador del escenario, olvidado de sus trabucaciones famosas, seguro de sí mismo, recordó al abogado de Tejero que en este país solo el Parlamento está legitimado para dargolpes de timón.

Al borde de este largo paréntesis ya hemos rebasado dos meses de proceso. La primera reflexión es que este país es admirable. La segunda es, sin embargo, negativa: sabemos ahora menos que al comienzo. No se ha advertido en todas estas extenuantes jornadas ni un adarme de voluntad por parte de nadie -el fiscal incluido- por derribar el sólido muro de silencios cómplices que cerca esta causa. Doblada esta fase procesal -importantísima- ya casi no cabe esperar nada. En el futuro se producirán incidentes si los encausados lo quieren, y nos depararán sofiamas bien en su justificación final, bien en los alegatos de sus defensores militares. Pero que nadie piense que la causa 2/81 va a aportar algo nuevo a aquella historia del 23 de febrero. Nos enteraremos de algo más por los libros (algún procesado ya está a la máquina) y dentro de unos años.

¿Qué ambiente se mastica?. Pues que siete consejeros duros, otros siete contemporizadores, y tres dudosos. Y el fiel de la balanza inclinándose, por lo que se runrunea, hacia la decisión cuasi salomónica de sentencias ejemplares hacia la cabeza de los implicados y comprensión de tenientes coroneles para abajo, procurando salvar, en estos últimos, las máximas carreras posible. Dentro de la reserva con que deben acogerse tales comentarios sí parece seguro que los tenientes de la Guardia Civil que asaltaron el Congreso estarán en breve mandando nuevas unidades, es dudoso que sean condenados a más de la prisión preventiva dos a más de la prisión preventiva que ya han cumplido.

Diccionario de Campamento.-

Todo parece indicar que este país hace ya semanas que desdeña, acaso sabiamente, la neurosis jurídico-golpista que aquí se ventila. No un corolario de frases hechas, escuchadas y repetidas en estos meses, algunas magníficas, y que van a terminar formando parte del acervo del vocabulario popular.

Ya se escuchan. por ahí y ponen en evidencia una retranca popular a prueba de golpes, pactos, juicios interminables y crísis políticas de todo tipó. Hete aquí un pequeño florilegio:

"Bonito es mi padre para que me toquen el sombrero".- Frase de Tejero en la que quiere evidencia que con él nadie juega. Uso generalizado según el propio sentido de la expresión.

"La bandeja está grabada". Mensaje que recibe el coronel que recibe el general San Martín desde la División Acorazada y por el que tiene conocimiento el general Torres Rojas ya está en Madrid. Se usa como guiño verbal para advertir a un inetrlocutor que todo está bajo control y hecho: una cita, un negocio, etcétera.

"Ni está ni se le espera".- Contestación que recibe el general Juste cuando pregunta por el general Armada en La Zarzuela. Modalidad para dar a entender que un interlocutor no está para nadie ni para nada.

"Esto me da asco, me da nauseas, me siento malo, me voy".- Frase de Milans antes de retirarse de una de las sesiones del juicio. Se usa libremente para terminar una reunión. Ejemplo: de entre un grupo de amigos, en la barra de un bar, uno se marcha; en vez de despedirse convencionalmente les espeta: "Esto me da asco,..., etcétera.

"Se sienten, coño".- Ya forma usual de rogar amablemente que más de dos personas tomen asiento.
"El componente naval".- Alusión a sí mismo del capitán de navío Camilo Menéndez. Se utiliza para definir algo que esta ahí y que no sirve para nada.

"Verde con asas".- Un jefe de la Acorazada, cuando Pardo Zancada explica que en Madrid va a producirse un hecho grave, comenta: "Verde, con asas, en el Congreso", en el presentimiento de que un Guardia Civil -Tejero- se iba a presentar violentamente en el Parlamento. Sinónimo de Guardia Civil.

"Lo querían Sus Majestades". Escuchado ad nauseam en Campamento. Es lo que se aduce cuando no se sabe cómo justificar alguna pifia.

"Ir a cumplir un servicio".- Dar un golpe de Estado.

"El niño está dormido".- Una pareja no debe ser molestada.


20/4/82

Estado de necesidad (20-4-1982)

Las declaraciones del comandante Guillermo Ostos, que el 23-F era el ayudante del general Aramburu Topete, director general de la Guardia Civil, dieron un cierto interés a una sesión carente de datos nuevos con la que se completaban los dos primeros meses desde que se iniciara la vista contra los 33 procesados por la intentona golpista. Ostos confirmó que en el Congreso, Tejero, pistola en mano, amenazó a Aramburu con la frase "primero le pego un tiro y luego me mato", en tanto que lo:s guardias civiles que les rodeaban apuntaban ccin. sus armas a su jefe superior. Ostos dijo también que, en el hotel Palace, Armada les dijo que iba a ofrecerse, a título personal, a los diputados como presidente de un gobierno de transición, y que la segunda, tercera, cuarta y quinta capitanías generales estaban dudosas o apoyaban a Milans. No asistieron a la sesión el teniente coronel Tejero, los capitanes Dusmet y Alvarez Arenas, y el civil García Carrés.

El ámbito físico del proceso es un escenario en el que caben todas las improvisaciones e intoxicaciones. La última, filtrada por un general, reside en que el día 26 del presente mes esta historia se termina por la vía del Sol y Sombra del que nos viene desde hace semanas escribiendo el diario El Alcázar. A tenor de esta teoría contada subrepticiamente al calor de las confidencias familiares, el Sol (que se eleva por el este) correspondería a una Región Militar que pondría en breve pies en pared; y la Sombra a otra Capitanía (al oeste de la anterior) que la secundaría en la acción subversiva, en una tenaza militar sobre Madrid. Nueva inyección de tonterías sobre Campamento, y sobre esta sociedad, que no hay más remedio que estudiar en esta película abstrusa en la que todo es posible.El día, que se pensaba duro en función de un fin de semana terrorista que a todos nos tuvo con el alma en vilo, transcurrió a este respecto sin pena ni gloria. Pasaron comandantes por la mesita de los testigos hasta llegar al primero de los paisanos (las defensas han renunciado a varios deponentes) el periodista Juan Plá. Adujo que Carrés podía haber sabido de antemano las intenciones de Tejero, pero el caso es que en la declaración de Tejero ya quedaba Plá como supuesto sablista y moroso y no cabía esperar una declaración cariñosa desde este antiguo director de El Imparcial. Mala representación la de la prensa en este juicio. Uno de los periodistas que cubren esta causa se lamentaba hace unas fechas de la duración de la misma, que se solaparía con las elecciones andaluzas -"donde se puede ganar mucho dinero"-; acaso tanto como el que se puede estar repartiendo para favorecer la imagen de los implicados. En cualquier caso, uno de los importantes fracasos del periodismo investigativo español reside en este juicio del 23 de febrero. Nadie está contando lo que existió detrás del espejo.

Por lo demás cabe un relato detallado de la jornada de ayer de Campamento (que ustedes hallarán en páginas posteriores) pero no un análisis de este día, fuera de la consideración de estos justiciables como salvadores de una situación de la patria. En principio sería necesario reflexionar sobre el escaso apego que tantos príncipes de la milicia han demostrado por la institución monárquica a lo largo de nuestra Historia. No hay Rey perdido que no haya escuchacio previamente el canto de las sirenas de Ulises en forma de ruido de sables. En una visión retrospectiva de la larga lista de asonadas que cargamos a las espaldas, son legión los cuartelazos mero fruto de la vanidad personal, el egoísmo corporativo o la simpleza política, que se han envuelto en la manta de la defensa de la Corona para guarecerse de posteriores inclemencias.

Es un proceso, antes psicológico que político, que arranca del desmoronamiento del Ejército y del Estado tras la invasión napoleónica y el nacimiento de los caudillos populares. A partir de ahí nace el "problema militar" español y no hay jefe de partido o espadón de éxito que no aspire a salvar a la República o al Rey. Los "espadones" y los "bonitos" se convierten así en el paisaje disturbador de la política española. Y todo ello con una traslación mutua de los peores defectos -del Ejército a la sociedad y de esta hacia las Fuerzas Armadas- detectable en las aristas expeditivas de nuestra más reciente historia: desde la barbarie de nuestras guerras civiles al elevado número de generales que aquí se han pasado por las armas, pasando porque esta tierra ha generado dos invenciones moralmente contestadas desde niveles superiores de civilización: los campos de concentración (la isla de Cabrera, suplicio y miseria de franceses derrotados en Bailén) y las "aldeas estratégicas" inventadas por el general Weyler en Cuba para aislar a los rebeldes contra España y cruelmente copiadas y mejoradas por el general Westmoreland en la última guerra de Indochina. Una historia de crueldades, retiradas coloniales, perdida del élan y hasta del espíritu inspirador de Beau Geste, y ulterior intervencionismo interior en el supuesto inadmisible de que el fracaso militar es consecuencia de la corrupción e ineficacia civil.

Nada nuevo aunque en esto España fuera pionera. Por ese camino de Damasco han pasado los Ejércitos de Francia- humillados sucesivamente por Hitler, Ho Chi Minh y Ben Bella-, de Gran Bretaña -Mountbatten evitó una guerra de liberación india contra Londres dejando la escabechina a manos de hindúes y musulmanes- y hasta de Estados Unidos, curado en su retírada vietnamita por el precedente de un presidente mediocre como Truman que para los pies a un Césarcomo Mac Arthur, proclive a destruir la democracia americana.

Y un heredero de estos Ejército, en busca de su identidad perdida se sienta inquieto en el banquillo de terciopelo de Campamento: Jaime Milans, descendiente directo -precisamente- de un caudillo popular del XIX. No cabe interpretar su pensamiento, pero puede deducirse que no termina de creer que se encuentra encausado, sentado en un banquillo y a la es pera de la sentencia sobre sus mal dades civiles. Ya ha dado pruebas de ello; él y la mayoría de los jefes del Ejército que le acompañan en el trance. Se aferran, además de a su soberbia, a dos escarpias legales: obediencia debida a un superior y estado de necesidad. La su puesta obediencia golpista a un mandato real cae por su peso ante el simple comportamiento del Rey en la tarde y noche del 23 de febrero. Y lo del estado de necesidad es el mayor error de apreciación mili tar desde la carga de la brigada ligera en Balaciava. Lo del estado de necesidad no lo arguyeron ni los antifranquistas en su larga lucha contra la dictadura, por cuanto esgrimían valores de más alta cota de moralidad política. Pero no estaría de más, ahora que tan de moda está recordar los balances negros de la democracia, tirar de viejos dagerrotipos: miseria y hambre fisica, gasógeno y aislamiento internacional vergonzante, guerrilla urbana y rural durante años y con bajas de la Guardia Civil típicas de guerra, penicilina ob tenida de contrabando en los ba res de prostitución de Madrid, atentados directos contra los aparatos de la seguridad del Estado, garrote y fusil contra quienes disentían, tercermundismo, metílico, Redondela, Matesa, Ribadelago, inundaciones mortíferas en el Vallés, Valencia y Sevilla, pobreza cultural, desprecio exterior, sometimiento militar al Ejército estadounidense, accidente nuclear en Palomares, derrota táctica ante Marruecos en lfni, descolonización antiespañola en Guinea, salida del Sahara faltando a la pala bra de Estado dada al Polisario y a las Naciones Unidas, etc...

Es verdad que el terrorismo que ahora soportamos es intolerable; pero lo es esencialmente para unos millones de españolas y españoles que nada tuvieron que ver con los errores políticos que dieron pie a las barbaridades de hoy. Estos crímenes que ahora padecemos son recusados por la ciudadanía, pero no pueden ser traídos a cuento por los golpistas como estado de necesidad. No se trata de someter ahora a proceso a una determinada forma de régimen, sino a unos soldados perdidos que han jugado sus cartas contra el viento de la Historia. Es una tentación tan vieja como el hombre entregado al oficio de las armas y que no tiene por qué mover a compasión o comprensión legal. Tampoco a desprecio: nadie se solaza imaginando a estos soldados en pijama de rayas ni nadie pretende arrebatarles sus dignidades noblemente ganadas. Pero ya está bien de presentarles bajo esa luz artificiosa de mártires de los buenos deseos de la comunidad. Si hubieran ganado ya estarían mandando sin contemplación . Ahora han perdido y se ven sometidos a una ley clemente que les permite servirse de las libertades que querían derogar.

Y si este juicio se termina bien, con grandeza para todas las partes implicadas -sociedad civil, milicia, encausados, defensores, fiscal, prensa- podríamos encontrarnos felizmente abocados a la desaparición del problema militar español, y a la dedicación de nuestros soldados al desafío tecnológico que tienen por delante y al olvido de la tentación interior como resultante de frustracciones históricas. La última ofensiva de ETA nada tiene que ver con este asunto, por más que la utilicen losjabalíes del juicio. El pacto del capó -que acabará injurídica e impolíticamente poniendo en la calle a los tenientes de la Guardia Civil- tampoco tiene roces con esta historia. Aquí no hay otro estado de necesidad que la mala suerte de un país que, ante sus problemas, ha de comprimirse en el escaso espacio que media entre la primera silla de Milans y la última -vacía- de Carrés. Eso sí que es un estado de necesidad. Y ese es el chantaje vacuo del que hemos de escapar.

17/4/82

Los tenientes hacen el petate (17-4-1982)

El documento, de capitulación de los asaltantes del Congreso fue el tema central de la sesión desarrollada ayer ante el Consejo Supremo de Justicia Militar. Según el teniente coronel Eduardo Fuentes Gómez de Salazar, que tuvo una destacada participación en la concreción de dichas condiciones, al realizar el documento "se daba por supuesto" que los tenientes de la Guardia Civil quedaban exentos de responsabilidad, al igual que los de la División Acorazada Brunete. Según la misma declaración, el teniente coronel Fuentes llevó las condiciones al mando, y le dijeron que estaban aprobadas. Tras esta declaración, los abogados defensores de los tenientes procesados en esta causa solicitaron por escrito la libertad de sus patrocinados. Por otra parte, distintos jefes militares desfilaron ayer ante el Consejo para prestar testimonio sobre otros asuntos, tales como las órdenes que algunos de ellos tenían para ocupar objetivos en Madrid el 23F.

El acusado capitán de la Guardia Civil Ignacio Román casi no entra ayer en Campamento. En libertad provisional tras haber cumplido tres cuartos de la condena solicitada por el ministerio fiscal, abandonó la extraña prisión y ayer en la mañana no lo dejaban entrar. Asistió a su propio juicio con una tarjeta provisional de invitado. Sus compañeros e inferiores, tenientes de la Guardia Civil, se pueden ver en breves horas en la misma tesitura. El próximo miércoles -no hay vista y se reúne para asuntos ordinarios el Consejo Supremo de Justicia Militar- se decidirá, si el sentido común no lo impide, el denegamiento de la credencial a Pedro J. Ramírez, director de Diario 16, y la libertad provisional de los tenientes de la Benemérita procesados en esta causa.Desde el comienzo de la vista, abogados políticos y profesionales habían coincidido en el serón repleto de posibilidades procesales que ofrecía el llamado pacto del capó. Las hectáreas de memoria que genera este proceso no recogen una sola jornada en la que unos u otros abogados no hayan insistido en el hecho de que los tenientes de la Guardia Civil estaban siendo procesados, en tanto los tenientes de la Acorazada estaban en sus casas. No es como para reprochar a las defensas que se hayan sujetado a ese obenque; hacen muy bien desde el momento en que el asunto -ese supuesto agravio comparativo Guardia Civil Ejército- está empozoñado desde antes del inicio del proceso. Y los errores del Plenario arrastran los Iodos de la vista oral. El agravio comparativo no reside en la presencia como encausados de los tenientes de uniforme verde, sino en la ausencia de los tenientes de caqui con el anagrama y la tanqueta en la manga izquierda. Y, tampoco hay que olvidarlo, de los números de la Guardia Civil, protagonistas del asalto al Congreso y alegremente exonerados de cualquier responsabilidad.

Apertura de desagües Pero éste parece ser el signo de esta causa: no sólo no se desvelan nuevos hechos, sino que se abren desagües para que por ellos desaparezcan presuntos implicados. Algún día este error se cobrará su precio en moneda política contante y sonante. Salva Paradela (un letrado menor, defensor de un teniente) dio la cara final solicitando como cuestión previa, al comienzo de la sesión vespertina, la libertad provisional de estos oficiales, teniendo en cuenta que para él, como para todos, los valores más preciados del ser humano son la vida y la libertad. Hay que reconocer que cuando alguno de los letrados de los presuntos golpistas drena su corazón, aterciopela la voz y habla de libertad, a todos se nos abren las carnes.

Los involucionistas de todo pela e pueden reencontrarse con una de sus frases propagandísticas preferidas: "¡Libertad, libertad; cuantos crímenes se cometen en tu nombre!"

El testigo teniente coronel Eduardo Fuentes Gómez de Salazar, de la división de Inteligencia del Estado Mayor del Ejército (que ha volado desde Argentina a Madrid para deponer en este juicio; estaba haciendo un curso en Buenos Aires) dio pie a la removida general sobre los tenientes de la Guardia Civil. Gómez de Salazar, íntimo amigo de San Martín y Pardo Zancada, es el hombre que en la mañana del 24 de febrero se ofrece voluntario para extraer de su impasse el pudrimiento del Congreso secuestrado. Busca de Pardo Zancada y de Tejero condiciones negociables de rendición, toma notas para su propio recordatorio en un papel del Congreso, que luego sería firmado por los secuestradores y por el general Armada sobre el capó de un jeep y tenido como documento de capitulación. Gómez de Salazar aparece dolido en el supuesto de que acaso su nerviosismo en aquel momento le hizo equivocar su sentido de la sintaxis, hasta el punto de que en tal documento aparecieran los tenientes de la Acorazada como exentos de culpa y los de la Guardia Civil implicados. Puede dormir tranquilo por cuanto ayer, el consejero togado teniente general Ballesteros, después de un complicado interrogatorio fiscal, le hizo la pregunta-clave:

-Teniendo en cuenta que se encuentra bajo sagrado juramento, ¿usted tiene conciencia de que en el pacto de rendición se estipulaba igual trato para los tenientes de la Acorazada que para los de la Guardia Civil?

-El mismo.

Tras esta intervención de un consejero y después de lo escuchado sesión a sesión, a pocos nos quedó la duda de que los tenientes de la Benemérita podían ir haciendo sus petates,. La inversión de la realidad, como en un espejo, acababa de ser lograda. Ya será difícil que estos hombres, algunos de los cuales se distinguieron en la toma del Congreso por actitudes especialmente desdeñosas, chulescas y amenazadoras, se vean sometidos a todos los rigores de la Justicia. Por el momento se encuentran a las doce menos cinco de ser declarados exentos de responsabilidad.

La teoría de los tenientes de la Benemérita está distorsionada desde los autos. A pocos les cabe en la cabeza la validez jurídica del pacto del capó, firmado por otro encausado en representación de más altas instancias y, en cualquier caso, obtenido bajo presión de las armas. Quiere: presentarse este papel -no es exageración, es comentario extraprocesal- como si se tratara de la rendición firmada por el almirante Doenitz ante el general Eisenhower.

Como si el 23 de febrero este país estuviera en estado de guerra, diplomáticamente declarada, entre dos potencias: de un lado España, de otro Tejero, Pardo Zancada y Camilo Menéndez, como potencias derrotadas. Hasta como broma es excesivo. Las autoridades que el 23 de febrero bregaron por restablecer la normalidad en la nación utilizaron -como era su deber- todos los subterfugios a su alcance, pero ninguno puede obligarles -ni aún apelando a un honor militar del que los rebeldes empezaron por dimitir- a suscribir ahora en libertad lo que aceptaron bajo tan tremenda coacción.

No hace faIta ser una lumbrera del Derecho para tener por enjuiciables a todos -guardias incluidos- los que aquella noche vapulearon el honor del país vejando a sus representantes. Y tan dignos de juicio son los tenientes de este o de otro cuerpo castrense; a ninguno les libera el libre albedrío que reconocen las Ordenanzas Militares y que impide la comisión de delitos amparada en la cómoda manta de la obediencia al mando natural. De lo contrario las actas de Campamento pasarán a la historia de la jurisprudencia occidental por ser las que rectifican y mejoran los criterios judiciales sentados en el proceso de Nuremberg. La especulación de Casablanca El resto de la jornada fue ringlera de jefes militares, de los que sólo cabe destacar el talento expositivo de Gómez de Salazar y Pardo de Santayana -este último empeñado en el recordatorio del supuesto papel del Rey en aquel ruido de sables- y el rumrum que atronaba Campamento (familiares y letrados) sobre la figura penal del extrañamiento; escribir, como la vieja Grecia, el nombre de algunos encausados en la concha de una ostra y arrojarla al mar. A este respecto se especula con la supuesta adquisición de una casa en Casablanca (Marruecos) por la familia del general Armada.

La expectativa procesal reside en que el jueves (día más, día menos) termine el desfile de testigos; el fiscal puede entonces reclamar sus 48 horas de reflexión y dar comienzo el viernes su lectura de conclusiones definitivas, que, a lo que parece, no será una pieza legal globalizada sino pormenorizada sobre los encausados que le queden.

Nota bene.- Una especie de comisión de esposas de encausados me buscaba ayer por Campamento. Son las mismas que se toman la evidente molestia de recabar fondos militares para reponer los sueldos de los encausados mermados por su condición de justiciables. Estaban quejosas por una alusión sin importancia a la vida sexual de la extraña prisión. La dignidad de tales señoras ni puedo ni quiero ponerla en precario -su mal trago es evidente y merece compasión y respeto-; pero desde Reich, Freud o Froom, la dignidad en las sociedades avanzadas no se pierde detrás de una puerta púdicamente entornada.

15/4/82

Muchos para nada (15-4-1982)

Un general, seis coroneles y cuatro tenientes coroneles declararon ayer como testigos en la vista por el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. El general Alcalá Galiano manifestó que en el Congreso fue amenazado con una metralleta y declaró que no vio al general Prieto cuando se produjo la discusión entre el general Aramburu y Tejero. Los tenientes coroneles Sierra Moreno y Sierra Ginel testificaron a su vez que no observaron que el teniente general Gabeiras desautorizara a su subordinado el general Armada en las horas que siguieron al asalto al Congreso. Durante la sesión de ayer estuvieron ausentes cuatro procesados: Torres Rojas, Tejero, el capitán Dusmet y García Carrés.

Día de declaraciones torrenciales, antes por el número que por la enjundia. Once testigos, desde generales de brigada hasta tenientes coroneles, han sido llamados por la presidencia de la Sala, han entrado amedrentados por la puerta izquierda (respecto a la presidencia), pasando en un roce físico de las dos filas de acusados, equivocándose casi siempre en la dirección de la larga barra de los abogados en vez de dirigirse hacia el arengario de los testigos (en la otra punta de la Sala), empujados y orientados por un diligente relator del Ejército que primero les conduce ante un micrófono de pie ante el que juran decir verdad, tras el taconazo y la inclinación de cabeza de respeto ante la Sala. Luego se les sienta y se les instruye brevemente sobre el sistema de megafonía (han de pulsar una tecla cada vez que quieren hacerse oir).Se esperaba un despiece digno de buque ballenero sobre la figura del general Alcalá Galiano, actual inspector de la Policía Nacional, y la figura militar más relevante de las que ayer pasaron por Campamento. No hubo tal y así debe ser reseñado. Si se esperaba era por esa especie de conjuro político-legal que parece condenar a la miseria cívica a los más relevantes militares que acuden a deponer al servicio Geográfico del Ejército. Dado el papel del general Alcalá-Galiano -el 23 de febrero llegó a ser amenazado de muerte por un secuaz de Tejero-. era lógico suponer una inquina especial desde una línea de defensa que ha dimitido, casi desde el comienzo del proceso, por encontrar atenuantes, y que persigue afanosa la destrucción por vía de implicación de otras biografías militares.

Alcalá-Galiano, aprendida la lección de sus superiores Aramburu y Santamaría -ayer se comentaba que sus declaraciones a Luis del Olmo en el programa radiofónico De costa a costa fueron aún más sinceras que las que se vio obligado a rectificar ante el Tribunal- declaró en un tono neutro, nulamente comprometido y que le ha salvado de esta máquina de picar carne militar en la que los amigos de los golpistas han convertido los interrogatorios del juicio.

Cinco procesados no asistieron a esta sesión del juicio: Tejero y Dusmets entre los más destacados. La ausencia de Juan García Carrés ya no es noticia. El teniente coronel Tejero hace dos días que no hace acto de presencia, aquejado acaso de una enfermedad tan imaginaria como molesta para sentarse, de ser clínicamente cierta. Lo más probable es que la condescencencia del tribunal le haya privado de la violencia de haber presenciado testimonios que le resultan hostiles, o cuando menos, contradictorios. Quizá Dusmets se encuentre en manos de médicos de la mente. Por lo demás poca Prensa y menos familiares, aún no egresados de las vacaciones pascuales. Numerosos letrados o bien no están o se encuentran representados por sus suplentes (a otroslos cubren simplemente el compañero de la derecha o la izquierda). En suma: flojera procesal y reiteración neurótica de situaciones, hechos, ademanes, palabras y actitudes inducidas o volitivas. El proceso ya está firmemente asentado en una fase que ya no puede aportar grandes noticias a la causa, ni siquiera dar pie a importantes escándalos procesales. Los letrados de la defensa procuran en este interrogatoriode los menores remachar alguna hembrilla de sus futuras conclusiones definitivas, atornillar mejor otra tuerca, clavetear una tachuela, trabajo genérico de ferretería legal menor, que mejor o peor llevada puede a lo sumo subir o bajar en un grado la pena a recaer sobre estas dos filas de justiciables.

Las grandes perspectivas del proceso se abren extraprocesalmente: pocos tienen por posible que esta historia termine con penas de treinta años para las primeras figuras -asistimos a un juicio sobre el peor crimen que puede cometerse en una sociedad democrática: un crimen contra todos- y ya surgen las inevitables quinielas sobre la penalidad a repartir, a más de los chistes sobre las obras que ahora se realizan en la prisión militar de Alcalá de Henares, única legalmente capaz de admitir a estos encausados. Por el ambiente que se detecta en el interior de la residencia del Servicio Geográfico Militar parece que la depresión campea por sus fueros. Esperar nuevos incidentes que, al menos, retrasen el final del juicio hasta pasadas las elecciones andaluzas, no parece exagerado sino medida de prudencia intelectual. Nadie confía en que un Milans se quede sentado tres o cuatro semanas más, imperturbable, esperando no ya unos años de prisión sino -lo que para él es peor- que le saquen del Ejército, y sin gloria. Así las cosas nadie puede aventurar lo que va a pasar, pero todos saben que ocurrirá.

Cayeron varios letrados sobre el actual inspector de la Policía Nacional con preguntas menores y hasta baladíes. Incluso se volvió a preguntar por la mano en la que Tejero presuntamente empuñaba su pistola ante el general Aramburu. Sabido por todos que Tejero es ambidiestro se sigue preguntando por la mano para sembrar más confusión en el sumario. El abogado Segura (cabeza de combate de la intoxicación de los letrados políticos; llegan los demás a pasarle notas con preguntascomplicadas que otros abogados prefieren no formular y que él plantea con satisfacción de "malo de la película") inquiere de Alcalá-Galiano por qué el general Santamaría llegó al Congreso de paisano y no se cambió en toda la noche. Y remacha hasta la pesadez su deseo de conocer hacia donde miraban los guardias y los policías nacionales que hicieron cercos al Congreso.

Es obvio que quiere llegar a la conclusión de que el cerco exterior puesto al Congreso secuestrado miraba hacia fuera; lo que supuestamente demuestra que defendía a los asaltantes de un hipotético ataque externo y no al revés. El mejor momento de la declaración de Alcalá-Galiano fue cuando insistió en que había organizado un cerco del Congreso secuestrado, pero que tras montar el servicio le daba lo mismo para donde miraban los guardias o los policías nacionales. Por lo demás maldades sin cuento, trampas para osos en las que los interrogados no caen, bien por timidez y reconcentración ("no sé", "no lo vi", etcétera), bien por astucia ante los desastres biográficos que van por delante.

Y mucha basura contra el general Juste (que siempre mandó la Acorazada), preguntas sobre ofrecimientos en el Congreso para eliminar físicamente a Tejero, reticencias acerca del general Gabeiras y sobre Aramburu. En cualquier caso, la pobreza procesal de los abogados delfrente político es tal que sus propios testigos acaban testimoniando en contra de sus defendidos. Así cuando deponen nuevamente -y parece que definitivamente- que Aramburu fue amenazado pistola en mano por Tejero.

Lo demás son rifirrafes procesales que podrían desmenuzar el anecdotario de esta causa hasta sus propios huesos, frase a frase, ademán a gesto, casi acento a entonación. Nada que nos aproxime un milímetro a la realidad de un Rey que una tarde de febrero sólo tiene en sus manos un teléfono de la Red Territorial de Mando para comunicar con los capitanes generales, la pasividad de la Armada -excepción hecha del componente naval de Camilo Menéndez- y la lealtad activa de la base aérea de Manises y, en general, del Ejército del Aire, a más, por supuesto, del empantanamiento gigantesco y medianamente controlable -según los mandos- del Ejército de Tierra, en cualquier caso tendente mayormente a la lealtad por lo que se va escuchando en esta causa.

Interludio penal.- Quiere presentarse a estos hombres como víctimas de las maldades de la democracia. Puede que sufran lo indecible, pero en Campamento observadores nacionales y extranjeros se hacen lenguas de la elegancia y condescendencia con que están siendo tratados los supuestos reos. Acuden a las vistas según su criterio y ante la buena voluntad del tribunal. Se levantan durante las sesiones a tenor de un criterio que jamás se les niega. Y gozan del débito conyugal -denegado al resto de los presos preventivos- cuando lo necesitan, con esposas, novias o amigas. Algún encausado ha encontrado el amor ya en Campamento y bajo procesamiento. Un cartelito pergeñado sobre un papel y que reza "El niño está dormido" avisa a los demás reclusos que la habitación está ocupada. Frase que recuerda en su construcción y en su fonética a "La bandeja está grabada". Que le vamos a hacer. Pero no hagamos de estos hombres unos mártires, porque la democracia que empezó reformando un Código de Justicia Militar franquista que podía haberlos condenado a muerte, terminó suprimiendo unos Consejos de Guerra sumarísirnos que les hubieran privado de tiempo y publicidad. Por si quedaba algo, este régimen de necesidad no deja de ocuparse de algunas de sus íntimas necesidades. Noticia vana y hasta banal, pero que traza la frontera entre la intolerancia y la civilización.

14/4/82

Otro general a la picota (14-4-1982)

La vista por el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 se reanudó ayer, después de cinco días de interrupción por las festividades de Semana Santa, con la declaración ante el Tribunal de los generales Rodríguez Ventosa, Ortiz Call, Centeno, Prieto y Alcalá Galiano. Durante el interrogatorio del general de la Guardia Civil Manuel Prieto el abogado defensor del teniente coronel Antonio Tejero, Angel López Montero, solicitó que se inicien acciones contra el teniente general Aramburu Topete, director general de la Guardia Civil, por si existieran indicios de falso testimonio en la declaración que prestó por los sucesos del 23-F. El presidente del Tribunal, teniente general Luis Alvarez Rodríguez, intervino en numerosas ocasiones para cortar preguntas impertinentes o reiterativas de algunos abogados defensores

.El intervalo de la Semana Santa puede, por lo que respecta al juicio de Campamento, que haya propiciado reflexiones pascuales entre sus protagonistas. Desde luego, ninguna jurídica o política. Los optimistas históricos que marcharon camino de nazarenos, pasos, costaleros, saetas, cirios y sayones, esperando que a su regreso hubiera incidido alguna constelación de los astros sobre' este juicio en procura de un mínimo de sentido común, habrán quedado defraudados. Nada de nada, decíamos ayer y seguimos por donde solíamos. Ayer se cargó la mano contra el teniente general Aramburu, director general de la Guardia Civil, poco más o menos que repuntándolo de falsificador de documento público y, por supuesto, contra cl general Armada (todo ello a cuenta del interrogatorio -favorabilísimo para la defensa política- del general de la Guardia Civil Manuel Prieto). El abogado de Tejero (que no asistió a la vista), López Montero, no perdió ocasión de sacar nuevamente a colación al Rey y la Reina como residuo subliminal de sus preguntas y no se nos perdonó el obsesivo machaqueo sobre aspectos de esta causa ya sabidos o sobre anécdotas que nada aportan a la mayor verdad de los hechos, pero que acaban deviniendo en una cortina de humo que a todos desorienta.

Así, una vez más se escuchó la pregunta: "Cuando Tejero saludó al teniente general Aramburu, ¿empuñaba acaso la pistola encasquillada en la mano izquierda?. Porque, de lo contrario, no hubiera podido saludarle.

El testigo, en este caso el general Prieto, no lo recuerda. Pero es que da exactamente lo mismo. Porque si se quiere inducir al Tribunal a la sospecha de que Tejero no esgrimía arma alguna si saludó con la diestra en el bicornio a su director general, alguien tendría que recordar que Tejero es ambidiestro y tanto le da montar una pistola con la derecha o con la izquierda. Pero, en cualquier caso, tampoco por el camino de la extrema minuciosidad en la reconstrucción procesal del cuartelazo vamos a llegar a alguna parte fuera de la galaxia de la mayor confusión en detrimento de la redacción del apartado hechos probadosa la hora de redactar las sentencias.

Ayer pasaron por Campamento, en calidad de testigos, los generales de brigada Rodríguez Ventosa (entonces y ahora jefe de la división de Operaciones del Estado Mayor del Ejército) , Ortiz Call (quien el 23 de febrero mandaba una de las brigadas de la Acorazada y ahora preside la Junta Regional de Contratación de la Región Militar de Sevilla) y Centeno (ex-coronel de la DAC y ahora al mando de una brigada de Infantería mecanizada); otros dos generales de brigada cerraron la jornada: Manuel Prieto (de la Guardia Civil, en situación especial, ex-candidato de Alianza Popular por Granada en las últimas elecciones, publicista, sin duda el galán de esta sesión) y Alcalá-Galiano, en los autos jefe de la primera circunscripción de la Policía Nacional, a las órdenes directas del gobernador civil de Madrid, y en la actualidad inspector general de la misma P.N.

El primero es uno de los generales que el día del golpe permaneció durante horas en los despachos de la jefatura del Ejército descolgando teléfonos. Hace otra declaración favorable al general Armada por vía de ignorancia de sus supuestas maldades anticonstitucionales. Ortiz Calvo tampoco aporta grandes cosas: que su brigada recibió orden de ocupar cinco emisoras de radio en Madrid y su agrupación de artillería el parque del Oeste. Le pide al jefe de la Acorazada, general Juste, un horario de actuación y éste le replica:"Ahora mismo". Que el general Torres Rojas -de quien el testigo se declara amigo- no interfirió el mando del general Juste y que cuando el propio declarante, con el papel de objetivos a ocupar en Madrid en la mano, pregunta, "¿Quien lo manda?", la contestación entre la plana mayor de la Brunete es "casi unánime":"Lo manda el Rey".

Va y obedece hasta que el propio Juste da marcha atrás. Insiste en que Juste estuvo serio, callado, pasivo y en actitud de mando anormal, pero que no advirtió que hubiera perdido el mando real de sus fuerzas. Por lo demás, preguntas de letrados que a nada nuevo conducen y que nos hinchan la cabeza: que el coronel San Martín (jefe de Estado Mayor de la DAC) tampoco interfirió a su jefe natural, que Torres Rojas habló de la voluntad del Rey y de la simpatía de la Reina respecto de la barbaridad de Tejero o la pregunta (puñalada de pícaro que a nada conduce, pero que ahí queda) del letrado Segura: "¿Autorizó el teniente general Gabeiras la salida de la columna de Pardo Zancada hacia el Congreso?". "Pues no". A nadie se le pasa por la imaginación estimar que el general Gabeiras pudo hacer tal cosa, pero da lo mismo. En Campamento cualquier pregunta es posible. Particularmente aquéllas que, sean como fueren contestadas, pueden sembrar alguna duda sobre alguna fama proclive a las tradiciones viejas de la democracia occidental.

El general Prieto fue sin duda el figurón de la jornada. En tanto sus predecesores en el generalato y en el interrogatorio respondían desganados y doloridos, mayormente a base de monosílabos, este general-político, con sus gafas de carey, uniforme de la Guardia Civil y perilla blanca, se mostró encantado y hablador recordando sus conocimientos dei Milans y Armada en la división 2,50 del Ejército alemán y su peripecia del 23 de febrero. Como vive en las cercanías de la dirección General del Cuerpo, acudió a la sede del mismo en su propio automóvil, nada más tener conocimiento por radio del golpe en el Congreso. En la puerta de la dirección encuentra al general Aramburu, con otros dos autos, listo para salir hacia la Carrera de San Jerónimo a recabar información. Se une a la comitiva y entra en el palacio, junto a su director y sus ayudantes, por una cancela estrechita; no caben los distanciamientos físicos. Aduce, por lo que escucha a los demás y por sus siete u ocho conversaciones con Tejero, que éste, en principio, sólo admitía órdenes del general Armada, que lo que este teniente coronelmandaba en el Congreso trasluce que operaba como jefe táctico de una operación de ámbito nacional, que dirigía una fuerza improvisada "hasta para el más lego en temas militares", que sus hombres no llevaban munición suficiente para un asedio o para un mero servicio de custodia o correría y que, por tanto, era imposible que Tejero pretendiera convertir aquello en nuevo santuario de Santa María de la Cabeza.

En el interrogatorio que López Montero (defensor de Tejero) hizo a este columnista de Interviu, el letrado encontró un filón de flecos de los que tirar en provecho de su defendido o, meramente, de la opción política que patrocina. Así ' el general Prieto estima que antes de ver el vídeo del asalto al Congreso ya dedujo que Tejero estaba esperando una autoridad militar y que al ver por allí al general Armada, insólitamente uniformado con camisa blanca y corbata negra, supuso que el elefante blanco a llegar era él y que se había revestido para la ocasión. Por supuesto que la disciplina y serenidad demostrada por los guardias de Tejero fue "extraordinaria", excepción hecha de no obedecer la orden de retirada dada por el general Aramburu.

-"Ganamos, ganamos, mi general" (le dice Tejero a Prieto).

"Yo (confiesa Prieto) tenía curiosidad por saber quién era el jefe de Tejero para saber si ganaban o no ganaban y se lo pregunté".

-Obedecemos al Rey y al general Armada.

Pregunta de López Montero: "¿Tuvo usted la impresión de que Tejero y sus guardias estaban sublevados contra alguna institución de la nación?"

Respuesta del general peñolista:"¡En absoluto!".

Premioso en sus contestaciones, encantado de sí mismo, un punto teatral, satisfecho de su primera plana, Prieto continúa aduciendo que la pistola de Tejero (la que esgrimió ante Aramburu) estaba encasquillada a simple vista (aunque del detalle se dio cuenta después, en el recordatorio de los hechos). Y, respecto a la secuencia -con la que las defensas políticas pretenden arrasar a Aramburu- de la existencia o no de amenaza física de Tejero a su director, Prieto sirve en bandeja a López Montero su teoría de la verdad para golpear un poco más a otro jefe del Ejército respetuoso con ' la Constitución.

Aramburu depuso sobre el incidente de la amenaza de Tejero que si bien el general Prieto declaró en principio no haber presenciado tal agresión (pese a estar presente y cercano), posteriormente y en certificación privada rectificó aquella declaración, en su favor. Ahora Prieto, levantando con la mano una copia de aquel texto, dice que no rectificó nada, que Aramburu le solicitó urgentemente un rememoramiento escrito de aquellos sucesos con fecha 4 de marzo de 1981 y que su declaración ante el juez instructor tiene fecha de 31 del mismo mes. Y que mal puede rectificar a priori y que, sea como fuere, él no rectifica nada, que no presenció amenaza alguna de Tejero contra el jefe de la Guardia Civil.

López Montero, con voz solemne y doliente, solicita de la presidencia que el fiscal-proceda a las diligencias que haya lugar en función del artículo 194, apartado quinto, del Código de Justicia Militar, por presunta falsedad en el testimonio del teniente general Aramburu Topete. Se unen a la petición los letrados Segura, Muñoz Perea, Liñán, Ortiz, De Miguel, Salva Paradella, Quintana y Gómez. La flor y nata mayor crédito del sentimiento político involucionista entre los togados de Campamento. En esta historia de falsedades sin cuento ahora quieren procesar por falsedad al director general de la Guardia Civil, tras llenar de bofetadas procesales a los generales Gabeiras y Santa María.
Está todo dicho. Continuó sufriendo el interrogatorio el ahora general Alacalá-Galiano. No tuvieron tiempo los abogados políticos para apretarle bien las tuercas. Pero qué duda cabe de que es otra de las víctimas propiciatorias a caer hoy en el proceso de Campamento. Su actuación el 23 de febrero le llevó hasta el riesgo físico en defensa del orden establecido. Hoy, como lo han estado otros generales abiertamente demócratas, estará aparentemente solo en la mesa de interrogados. E intentarán deshacer su carrera como lo han intentado -acaso con éxito- con sus predecesores. Todavía el teniente general Santa María está esperando (¡al menos!) los telegramas de más de trescientos diputados agradeciéndole haberlos tildado por primera vez de lo que fueron aquella noche: unos secuestrados. Fuera de la valiente declaración pública de Satrústegui, sólo ha recibido la sospecha de que sus gallardas palabras de Campamento le obstaculizan la primera Capitanía General. La clase política sigue debajo de la mesa. La mayoría de los letrados de este juicio se frotan las manos y pagan copas en los carromatos de intendencia del Servicio Geográfico Militar.