14/4/82

Otro general a la picota (14-4-1982)

La vista por el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 se reanudó ayer, después de cinco días de interrupción por las festividades de Semana Santa, con la declaración ante el Tribunal de los generales Rodríguez Ventosa, Ortiz Call, Centeno, Prieto y Alcalá Galiano. Durante el interrogatorio del general de la Guardia Civil Manuel Prieto el abogado defensor del teniente coronel Antonio Tejero, Angel López Montero, solicitó que se inicien acciones contra el teniente general Aramburu Topete, director general de la Guardia Civil, por si existieran indicios de falso testimonio en la declaración que prestó por los sucesos del 23-F. El presidente del Tribunal, teniente general Luis Alvarez Rodríguez, intervino en numerosas ocasiones para cortar preguntas impertinentes o reiterativas de algunos abogados defensores

.El intervalo de la Semana Santa puede, por lo que respecta al juicio de Campamento, que haya propiciado reflexiones pascuales entre sus protagonistas. Desde luego, ninguna jurídica o política. Los optimistas históricos que marcharon camino de nazarenos, pasos, costaleros, saetas, cirios y sayones, esperando que a su regreso hubiera incidido alguna constelación de los astros sobre' este juicio en procura de un mínimo de sentido común, habrán quedado defraudados. Nada de nada, decíamos ayer y seguimos por donde solíamos. Ayer se cargó la mano contra el teniente general Aramburu, director general de la Guardia Civil, poco más o menos que repuntándolo de falsificador de documento público y, por supuesto, contra cl general Armada (todo ello a cuenta del interrogatorio -favorabilísimo para la defensa política- del general de la Guardia Civil Manuel Prieto). El abogado de Tejero (que no asistió a la vista), López Montero, no perdió ocasión de sacar nuevamente a colación al Rey y la Reina como residuo subliminal de sus preguntas y no se nos perdonó el obsesivo machaqueo sobre aspectos de esta causa ya sabidos o sobre anécdotas que nada aportan a la mayor verdad de los hechos, pero que acaban deviniendo en una cortina de humo que a todos desorienta.

Así, una vez más se escuchó la pregunta: "Cuando Tejero saludó al teniente general Aramburu, ¿empuñaba acaso la pistola encasquillada en la mano izquierda?. Porque, de lo contrario, no hubiera podido saludarle.

El testigo, en este caso el general Prieto, no lo recuerda. Pero es que da exactamente lo mismo. Porque si se quiere inducir al Tribunal a la sospecha de que Tejero no esgrimía arma alguna si saludó con la diestra en el bicornio a su director general, alguien tendría que recordar que Tejero es ambidiestro y tanto le da montar una pistola con la derecha o con la izquierda. Pero, en cualquier caso, tampoco por el camino de la extrema minuciosidad en la reconstrucción procesal del cuartelazo vamos a llegar a alguna parte fuera de la galaxia de la mayor confusión en detrimento de la redacción del apartado hechos probadosa la hora de redactar las sentencias.

Ayer pasaron por Campamento, en calidad de testigos, los generales de brigada Rodríguez Ventosa (entonces y ahora jefe de la división de Operaciones del Estado Mayor del Ejército) , Ortiz Call (quien el 23 de febrero mandaba una de las brigadas de la Acorazada y ahora preside la Junta Regional de Contratación de la Región Militar de Sevilla) y Centeno (ex-coronel de la DAC y ahora al mando de una brigada de Infantería mecanizada); otros dos generales de brigada cerraron la jornada: Manuel Prieto (de la Guardia Civil, en situación especial, ex-candidato de Alianza Popular por Granada en las últimas elecciones, publicista, sin duda el galán de esta sesión) y Alcalá-Galiano, en los autos jefe de la primera circunscripción de la Policía Nacional, a las órdenes directas del gobernador civil de Madrid, y en la actualidad inspector general de la misma P.N.

El primero es uno de los generales que el día del golpe permaneció durante horas en los despachos de la jefatura del Ejército descolgando teléfonos. Hace otra declaración favorable al general Armada por vía de ignorancia de sus supuestas maldades anticonstitucionales. Ortiz Calvo tampoco aporta grandes cosas: que su brigada recibió orden de ocupar cinco emisoras de radio en Madrid y su agrupación de artillería el parque del Oeste. Le pide al jefe de la Acorazada, general Juste, un horario de actuación y éste le replica:"Ahora mismo". Que el general Torres Rojas -de quien el testigo se declara amigo- no interfirió el mando del general Juste y que cuando el propio declarante, con el papel de objetivos a ocupar en Madrid en la mano, pregunta, "¿Quien lo manda?", la contestación entre la plana mayor de la Brunete es "casi unánime":"Lo manda el Rey".

Va y obedece hasta que el propio Juste da marcha atrás. Insiste en que Juste estuvo serio, callado, pasivo y en actitud de mando anormal, pero que no advirtió que hubiera perdido el mando real de sus fuerzas. Por lo demás, preguntas de letrados que a nada nuevo conducen y que nos hinchan la cabeza: que el coronel San Martín (jefe de Estado Mayor de la DAC) tampoco interfirió a su jefe natural, que Torres Rojas habló de la voluntad del Rey y de la simpatía de la Reina respecto de la barbaridad de Tejero o la pregunta (puñalada de pícaro que a nada conduce, pero que ahí queda) del letrado Segura: "¿Autorizó el teniente general Gabeiras la salida de la columna de Pardo Zancada hacia el Congreso?". "Pues no". A nadie se le pasa por la imaginación estimar que el general Gabeiras pudo hacer tal cosa, pero da lo mismo. En Campamento cualquier pregunta es posible. Particularmente aquéllas que, sean como fueren contestadas, pueden sembrar alguna duda sobre alguna fama proclive a las tradiciones viejas de la democracia occidental.

El general Prieto fue sin duda el figurón de la jornada. En tanto sus predecesores en el generalato y en el interrogatorio respondían desganados y doloridos, mayormente a base de monosílabos, este general-político, con sus gafas de carey, uniforme de la Guardia Civil y perilla blanca, se mostró encantado y hablador recordando sus conocimientos dei Milans y Armada en la división 2,50 del Ejército alemán y su peripecia del 23 de febrero. Como vive en las cercanías de la dirección General del Cuerpo, acudió a la sede del mismo en su propio automóvil, nada más tener conocimiento por radio del golpe en el Congreso. En la puerta de la dirección encuentra al general Aramburu, con otros dos autos, listo para salir hacia la Carrera de San Jerónimo a recabar información. Se une a la comitiva y entra en el palacio, junto a su director y sus ayudantes, por una cancela estrechita; no caben los distanciamientos físicos. Aduce, por lo que escucha a los demás y por sus siete u ocho conversaciones con Tejero, que éste, en principio, sólo admitía órdenes del general Armada, que lo que este teniente coronelmandaba en el Congreso trasluce que operaba como jefe táctico de una operación de ámbito nacional, que dirigía una fuerza improvisada "hasta para el más lego en temas militares", que sus hombres no llevaban munición suficiente para un asedio o para un mero servicio de custodia o correría y que, por tanto, era imposible que Tejero pretendiera convertir aquello en nuevo santuario de Santa María de la Cabeza.

En el interrogatorio que López Montero (defensor de Tejero) hizo a este columnista de Interviu, el letrado encontró un filón de flecos de los que tirar en provecho de su defendido o, meramente, de la opción política que patrocina. Así ' el general Prieto estima que antes de ver el vídeo del asalto al Congreso ya dedujo que Tejero estaba esperando una autoridad militar y que al ver por allí al general Armada, insólitamente uniformado con camisa blanca y corbata negra, supuso que el elefante blanco a llegar era él y que se había revestido para la ocasión. Por supuesto que la disciplina y serenidad demostrada por los guardias de Tejero fue "extraordinaria", excepción hecha de no obedecer la orden de retirada dada por el general Aramburu.

-"Ganamos, ganamos, mi general" (le dice Tejero a Prieto).

"Yo (confiesa Prieto) tenía curiosidad por saber quién era el jefe de Tejero para saber si ganaban o no ganaban y se lo pregunté".

-Obedecemos al Rey y al general Armada.

Pregunta de López Montero: "¿Tuvo usted la impresión de que Tejero y sus guardias estaban sublevados contra alguna institución de la nación?"

Respuesta del general peñolista:"¡En absoluto!".

Premioso en sus contestaciones, encantado de sí mismo, un punto teatral, satisfecho de su primera plana, Prieto continúa aduciendo que la pistola de Tejero (la que esgrimió ante Aramburu) estaba encasquillada a simple vista (aunque del detalle se dio cuenta después, en el recordatorio de los hechos). Y, respecto a la secuencia -con la que las defensas políticas pretenden arrasar a Aramburu- de la existencia o no de amenaza física de Tejero a su director, Prieto sirve en bandeja a López Montero su teoría de la verdad para golpear un poco más a otro jefe del Ejército respetuoso con ' la Constitución.

Aramburu depuso sobre el incidente de la amenaza de Tejero que si bien el general Prieto declaró en principio no haber presenciado tal agresión (pese a estar presente y cercano), posteriormente y en certificación privada rectificó aquella declaración, en su favor. Ahora Prieto, levantando con la mano una copia de aquel texto, dice que no rectificó nada, que Aramburu le solicitó urgentemente un rememoramiento escrito de aquellos sucesos con fecha 4 de marzo de 1981 y que su declaración ante el juez instructor tiene fecha de 31 del mismo mes. Y que mal puede rectificar a priori y que, sea como fuere, él no rectifica nada, que no presenció amenaza alguna de Tejero contra el jefe de la Guardia Civil.

López Montero, con voz solemne y doliente, solicita de la presidencia que el fiscal-proceda a las diligencias que haya lugar en función del artículo 194, apartado quinto, del Código de Justicia Militar, por presunta falsedad en el testimonio del teniente general Aramburu Topete. Se unen a la petición los letrados Segura, Muñoz Perea, Liñán, Ortiz, De Miguel, Salva Paradella, Quintana y Gómez. La flor y nata mayor crédito del sentimiento político involucionista entre los togados de Campamento. En esta historia de falsedades sin cuento ahora quieren procesar por falsedad al director general de la Guardia Civil, tras llenar de bofetadas procesales a los generales Gabeiras y Santa María.
Está todo dicho. Continuó sufriendo el interrogatorio el ahora general Alacalá-Galiano. No tuvieron tiempo los abogados políticos para apretarle bien las tuercas. Pero qué duda cabe de que es otra de las víctimas propiciatorias a caer hoy en el proceso de Campamento. Su actuación el 23 de febrero le llevó hasta el riesgo físico en defensa del orden establecido. Hoy, como lo han estado otros generales abiertamente demócratas, estará aparentemente solo en la mesa de interrogados. E intentarán deshacer su carrera como lo han intentado -acaso con éxito- con sus predecesores. Todavía el teniente general Santa María está esperando (¡al menos!) los telegramas de más de trescientos diputados agradeciéndole haberlos tildado por primera vez de lo que fueron aquella noche: unos secuestrados. Fuera de la valiente declaración pública de Satrústegui, sólo ha recibido la sospecha de que sus gallardas palabras de Campamento le obstaculizan la primera Capitanía General. La clase política sigue debajo de la mesa. La mayoría de los letrados de este juicio se frotan las manos y pagan copas en los carromatos de intendencia del Servicio Geográfico Militar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario