Juan García Carrés, el único civil procesado en la causa por el
intento de golpe de Estado del 23 de febrero, convirtió ayer la 25ª sesión del
juicio, como manifestó el propio presidente del Tribunal, en un acto político
de tono golpista. Como el Fiscal insistía en que, pese a la negativa del
procesado a aceptarlo, le consideraba al tanto de las reuniones preparatorias
del golpe y de los detalles del plan para ocupar el Congreso, García Carrés, en
un tono altanero, dijo, en varios momentos de su interrogatorio, que él no
había tenido nada que ver con la operación ni participó en ella, pero que le
hubiera gustado mucho hacerlo y lamentaba que no se hubiera contado con él.
"Lo que lamento, señor fiscal, dijo en un momento el civil procesado,
"es no haber podido participar más efectivamente en toda la
operación". La vista del juicio se reanudará hoy con el comienzo de la
toma de declaración a los 69 testigos citados por el Tribunal, de los que
únicamente nueve son civiles.
Un frío de los demonios en
Campamento. Como si recién pasados sin maldad los siempre peligrosos idus de
marzo, quisieran hacer notar su aparición los de abril -de menor tradición
cesarista- pero, a lo que se padece, de igual crueldad climatológica y agorera.
En los carromatos de intendencia tres jóvenes prohombres con gabardina y
guanteletes negros preguntan a una señora que "donde comen los periodistas".
El pasado fin de semana estuvo de visita en Campamento "el hombre de la
gabardina", el ex-militar que supuestamente asesinó en Montejurra (9-V-76)
al ciudadano Aniano Jiménez Santo de un tiro seco de pistola.Supuestamente, por cuanto una de las amnistías de la
transición democrática -que ampararon a todos, contra lo que se olvida, y no
sólo a terroristas de ultraizquierda- arrambló con su expediente y no pudo ser
juzgado.Pasan las visitas de tres en tres, pero en ocasiones algún procesado
tiene hasta seis invitados; se apunta uno en la cola para cualquiera y después
se va pasando según el grado de atención amistosa, familiar o política de cada
implicado. Difícil de saber a quien fue a visitar este hombre de la gabardina.
Juan García Carrés,
ex-presidente del sindicato vertical de Actividades Diversas, el juanito de las actividades inmensas como se cantaba en el régimen
anterior, hijo preclaro de García Ribes, factotum del transporte en el
franquismo, implicado sumarialmente en la matanza de abogados laboralistas del
bufete de Atocha, avanza embutido a duras penas en un terno gris claro, que le
cubre como una tienda de campaña, hacia la mesa de interrogados, con el paso
equívocamente inseguro que le da su obesidad. Pero dará una lección de soberbia
procesal y personal este hombre cuyo cuadro clínico parece antes atribuible a
la gula que a deficiencias orgánicas incontrolables. De entre los que le
atienden en Covesa pocos le tienen por enfermo, como no sea de voracidad de ostras
y pastelería, pero se le dispensan las sesiones y él no olvida recordar de vez
en vez que "se le impidió" presentarse en la vista, así como sus
duelos y quebrantos padecidos en Carabanchel. No pierde una entre la
atribulación y la amenaza apenas velada.
Este émulo lúdico de John
Redick -aquel hombre elefante
que fue un inteligente
hombre de bien, castigado por la vida y la neurofribomatosis- repartió soflamas
tan amplias e inelegantes como las sisas de su chaqueta. A saber:
-Gran amistad con Tejero;
gran concepto de él, "es un gran español, cuya mayor obsesión es la
Guardia Civil y España".
-"La difícil situación
de España desde la muerte del general Franco".
-"He sido y soy
falangista. Entiendo la Falange como idea de servicio a España".
-"Yo no he cambiado de
camisa en estos años, mi general".
-No habrá cambiado de camisa
política (aduce el fiscal).
-Como procurador en Cortes
apoyé todos los proyectos militares y terminé recibiendo, precisamente de Su
Majestad el Rey, la Gran Cruz del Mérito Militar".
-"¿Hay algún español no
preocupado por la situación de este país, por los crímenes de ETA, por las
autonomías que nos llevan a un Estado separatista? (Ante una pregunta del
fiscal sobre sus conversaciones con otros presuntos golpistas).
El fiscal (por primera y no
última vez).- Las preguntas las hago yo y no usted.
Otra vez el fiscal:-
"Pero es que usted aparece constantemente en esta historia y en sus
momentos culminantes como (palabras de otro encausado) si cayera en paracaídas
sobre este sumario".
-Necesitaría un paracaídas
muy grande.
Y orondo y satisfecho,
dominador del escenario, el señor Carrés estima que el vaso del agua de su
mesita de interrogado ha sido usado, reclama recado de beber y es atendido: un
ujier con guantes blancos cruza la sala y sirve agua mineral. Todos esperamos y
la gran esperanza blanca del sindicalismo español se digna
proseguir tras enjugar límpidamente sus labios:
-"Yo lo que le dije a
Milans (conversación candente en la reunión conspirativa de la
madrileña calle de General Cabrera) es que, qué diría tu abuelo, asesinado en
Paracuellos, cuando su asesino anda suelto por las tierras de España. Se ha
desmontado el Estado del 18 de julio: cuarenta años de paz y progreso se han
tirado por la borda y ahora los vencedores sois los vencidos. Si viniera una
victoria socialista todos los generales triunfadores de aquella guerra os
veríais ahora sentados en el banquillo de los acusados". -"Hablé a
Milans de la ruina de España".
-'¿Pero cómo usted (habla el
fiscal) acaba teniendo tantos lazos con los protagonistas de esta
historia?"'.
-"Esto es el destino,
mi general".
Y tras aludir repetidamente
a los malos tratos recibidos en la prisión provincial de Carabanchel, Carrés
pone peana a su soberbia: no sabe nada de la conspiración y lo lamenta.
"Si me hubieran invitado habría participado con toda mi buena voluntad.
Milans no me habló de estos temas; y lo lamento. Deploro no haber participado
en esto más activamente". Y alguna contestación de esquinero a las
preguntas del fiscal:
-"Ah, ¿pero esto (por el juicio) estaba funcionando el
17 de marzo?".
Y repreguntas al
ministerio:"¿ Usted aquella noche -por el 23 de febrero- acaso no llamó a
nadie?".
Y sospechas salpicadas:
"Media hora antes de que la policía viniera por mi, alguien me llamó por
telé fono para avisarme,'te van a detener, vete a una embajada'. Lo tomé a
broma". -
Y chulesco y agresivo:
"Que se lo pregunten al alcalde de Madrid yo sólo les di salarios y
seguridad social" (a preguntas de su propio letrado sobre si la noche de
auto disponía de serenos a mano para organizar una fuerza armada de
guardorropía).
Este es el resumen de todo
lo que ha empujado con su vientre promínente este hacedor de home najes
retribuidos a Franco que ahora, se ofrece como salvador del país.
Sorprendentemente, el Presidente de la Sala le toleró explayarse a voluntad y
devenir el Servicio Geográfico Militar en campo de Agramante de este atípico
caballero andante del falangismo del general Franco. (En un momento de la vista
de ayer el Presidente, sin duda desbordado pero aún lúcido, le llamó al orden:
"Está usted haciendo política y no contribuyendo almomento procesal de esta causa".
"Perdone usted, yo soy más político que profesional").
En suma: derrumbe del
presidente que ayer permitió una arenga en regla en la Sala que, precisamente, preside; deshinchamiento del fiscal ante un
encausado que todo lo niega, pero a quien ni siquiera presiona psicológicamente
con las cintas grabadas de sus conversaciones con Tejero en el Congreso. Y una barra de respeto, condescendencia y vaselina
hasta ahora insólita entre los abogados: o no hay preguntas o las que se
formulan se prologan de "mi querido amigo y compañero" (Carrés,
aunque no ejerciente, es abogado), "excelentísimo señor García
Carrés", y demás alifafes verbales. Versalles en Campamento.
Ramón Hermosilla, defensor
del general Armada, apenas hace preguntas en las vistas desde hace dos días. Se
le escucha -cuando tiene venia- seco y absentista. Sólo de la reputación de
este abogado puede extraerse la conclusión de que no han sido ni él ni su
cliente objeto de amenazas fisicas sugerentes de disminuir responsabilidades,
al menos de "tenientes para abajo". Cabe estimar que no lo hubieran
tolerado. Sigamos pensando bien e ingenuamente.
Hoy los testigos, empezando
por el general Gabeiras, ante cuya comparecencia bastantes defensores afilan
los colmillos. Ayer, entre el frío y las trasnochadas del sindicalista de las
actividades diversas, la asunción del bíblico lamento de la desolación
campesina: "Nos han robado el caballo y se ha derramado la leche".
Una muchacha apartidista y tenida por sensata comentaba a la salida: "Los
de estabanda, la próxima
vez nos matan a todos." El fiscal ha tenido finalmente que violentar su
esquema procesal para recordarle a es masa humana que todo lo niega que,
curiosamente, aparece en esa causa como el hombre que
facilita a Tejero un abogado para adquirir autobuses, es quien presenta al
teniente coronel Más (ayudante de Milans) y a Tejero, transporta a Tejero hasta
el hotel Cuzco para entrevistarse con Cortina, accede al piso de General
Cabrera don están reunidos Milans, Tejero, Torres Rojas, Más y otros dos, sólo para discutir con Milans los males de
la España democrática y con Más un listado de artistas a intervenir en un
festival valenciano en pro de la Guardia Civil. Por último se pasa la noche del
23 de febrero hablando con Tejero de asuntos familiares. Lo que aduce Carrés:
el destino.
Acaso peor destino sea el de
quienes tuvieron ayer que escuchar la elegancia política y personal, de acera, de este hombre tuvo la sesión por
mitin franquista ante la pasividad presidencial sumándose al frío, la depresión
hasta la desesperación -explicable- de quienes recordaban frase del general
Cambronne, un jefe militar con agallas que en Waterloo, mandando la "Guardia"
negó a rendirse cuando todo estaba perdido. "¡Habéis peleado con
honor!", gritaba un oficial inglés "¡Merde!" replicó el general
napoleónico, entre sangre y banderas desgarradas. Así los galos leíos sueltan
el epíteto "¡merde!" aliviándolo con la explicación: "C'est le
mot historique!.". Sea o no sea una palabra histórica, ayer Carrés nos la
puso en la Mesa. Su deposición judicial -los grandes vientos del franquismo- se
rebajó ayer hasta la tercera acepción del diccionario.
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