Un proceso es siempre una representación dramática, y de forma más
acentuada en un proceso penal. El juicio se reclama del teatro y se apoya en la
escenificación. El de Campamento no podía sustraerse a esta regla general y en
alguna medida, ha logrado cierto nivel de calidad en su parafernalia procesal.
Un gran salón como escenario sobre el que se mueven los protagonistas; el
Tribunal sobre una elevación, la fiscalía y las defensas sobre un respeto más
bajo pero, entre ellas, al mismo nivel; al ras de la Sala, los encausados; y en
el nivel más inferior el público asistente a la representación.
Y la jurisdicción española -detalle a destacar- es una de las
escasas que colocan al mismo nivel físico los estrados de las defensas y del
fiscal. Por lo demás entradas y salidas reglamentadas, ujieres con guantes
blancos, guardamiento de Sala (se entra y se sale del local con una leve
inclinación de cabeza hacia el Presidente o bien un taconazo), no se fuma, los
nuevos actores (los testigos) son instruidos por la relatoría (maestros de
ceremonias)... Todo ello no ha evitado ni portazos, ni voces, ni desacatos
soslayados, ni retiradas airadas por el foro, pero bien es verdad que la
teatralidad del proceso se mantiene en un nivel de aceptable dignidad que aún
impone.Familiares, hijos y esposas de los encausados, siguen elaborando torvas
miradas y comentarios hacia los periodistas que escriben sobre esta causa.
Pero, muy probablemente, no existe en Campamento ningún informador que no sea
sensible a la emotividad que dolorea este proceso. Más de un jefe militar se ha
referido a lo doloroso d e que unos compañeros de armas estén juzgando a sus
conmilitones. Es cierto; y convendría que el dolor de hoy sirviera para que
mañana no volvieran los militares a juzgar a los militares y se diera vela en
entierros de este porte a la jurisdicción ordinaria.
La endogamia, el cerrado cosmos militar, es preocupantemente
patente en Campamento. El Presidente del Tribunal, teniente general Luis
Alvarez Rodríguez, fue compañero del teniente general Miláns del Bosch en la
División Acorazada (ambos mandaron al tiempo dos brigadas de la misma) y es
amigo de toda la vida de
los Alvarez-Arenas, un hermano ministro del Ejército con Franco y otro, general
y padre del encausado capitán de la Acorazada. Hombre joven que ha visto crecer
y que ha mimado como a un hijo. El fiscal, general auditor de la Armada, vive
en el mismo edificio del encausado capitán de navío Camilo Menéndez. Un hijo de
este capitán de navío está casado con una hija de Blas Piñar, y otra hija del
líder de Fuerza Nueva es la esposa de Muñoz-Perea, defensor en este juicio del
capitán Pascual Gálvez. Y a su vez Camilo Menéndez es sobrino del ex-ministro
de Franco Menéndez Tolosa. Alguna fotografía de prensa tomada durante el juicio
por laOperación Galaxia nos
deparó la imagen de una señora besando en la mejilla al teniente coronel
Tejero: la esposa de uno de los actuales consejeros del Tribunal de
Campamento.Viven en las mismas casas, se casan entre sí, trabajan juntos,
tienen las mismas amistades, sus esposas son amigas y, además, tienen que
juzgarse unos a otros. Difícil de llevar. Algo sacaremos en limpio de
Campamento: el convencimiento de que de no existir estado de guerra no son los
militares los más adecuados para juzgar
a los militares. Pero ese internamiento, esa interiorización
obsesiva, se desmultiplica, disminuyendo aún más, en el minimundo campamental,
corno en la última pieza de una muñeca rusa.El juicio el física y
psicológicamente agotador. Los familiares, a la hora del almuerzo, son
trasladados en un autocar hasta el club militar La Dehesa donde
se restauran por un módico precio. Los periodistas tienen acceso a unos
bocadillos gratuitos servidos por el Ejército en el patio de Campamento. Y la
extraña familia de Campamento comenta la calidad del libro del comandante Pardo
Zancada o la supuesta del del coronel San Martín (aún no lo ha terminado), los
millones que Lara podría suministrar a Tejero si éste se decidiera a escribir,
o las ediciones inmediatas de José Oneto (director de Cambio-16) y Pilar Urbano
(redactora de ABC), los dos periodistas que más han investigado el golpe fuera
de la sala. Carlos Abella, director general de Relaciones Informativas escribe
por las noches un ensayo taurino y en los fines de semana desparrama por la
geografía de los hoteles cercanos el cartelito de El niño está dormido(se ha casado
durante el juicio y trocea la luna de miel en los recesos). El general Toquero,
una especie de jefe de Prensa de la Defensa, sigue contando a los periodistas
que puso preso a un ciego por blasfemo, y su segundo, el comandante Ripoll,
hace honor a su cargo recibiendo quejas y bofetadas por ambas bandas. Victoria
Lafora, de Diario-16, (un
metro ochenta, rubia, atractiva) saca a colación a su marido (como defensa)
cada vez que los comandantes se aproximan. José Luis Gutiérrez (director
adjunto del mismo diario) solloza una vez más la decisión del Tribunal de no
admitir a su director (lo que le obliga a él a esta pequeña condena de
Campamento) y, en general, todos los integrantes de la familia, vamos
sobrellevando mal que bien nuestras neurosis.En este tiempo todo ha cambiado en
Campamento. La primera fase del proceso (lectura de informes del fiscal y las
defensas y de folios sumariales) significó un crecimiento de la autoconfianza
en sí mismos de los procesados, acrecentada durante la fase procesal de sus
declaraciones. En el momento en que el proceso entró en la llamada a los
testigos cambió el panorama, campeó la depresión y se produjo el grave
incidente de las retiradas ante la deposición del teniente general Santamaría.
Las alegrías del
inicio del juicio fueron acalladas por la perspectiva inesperada: el juicio no
sólo se celebra sino que termina y con condenas ejemplares. La frase de un
guardia civil no identificado, del servicio de información de la Benemérita,
que en el Congreso, el 23 de febrero, corre los pasillos gritando "Esto es
la gloria o la cárcel", cobra todo su sentido: esto es la cárcel, al menos
para algunos, y no
están los ánimos proclives a demasiados optimismos.Y aquí topamos
con las preguntas de todos: ¿En qué termina este proceso? Todo parece indicar
que este túnel golpista acaba en condenas severas para los cabezas de la lista
y en penas suaves para los de menor rango. De entre los consejeros que se tienen
por proclives a condenas -ejemplares la mayoría procuran el castigo no ya de
los espadones sino de aquellos militares que se levantaron contra el orden
constituido y tras el fracaso de su intentona no supieron mantener la dignidad
de la guerrera. Sea como fuere, el horror de los horrores: penas elevadas sobre
las cabezas de Milans, Armada y compañía golpista (enjuagables mediante
indultos particulares tras la visita del Papa) y sentencias débiles sobre
tenientes y capitanes, de la Guardia Civil, que pasarán en breve de amenazar
provocativamente a los diputados de la nación a pedirnos el carné de conducir
si algún ciudadano pisa con su automovil la raya continua de una carretera (la
mayor parte son guardias civiles de la agrupación de tráfico). Y mucha discusión
interna sobre la pena accesoria de extrañamiento que, de ser aplicada,
colocaría fuera del país a algún encausado. La pena de extrañamiento, se quiera
o no, trae el rememoramiento de las fortunas de este juicio. Puede interesar
(si cabe tal interés) a los tres encausados con posibles: Armada, Milans e
Ibáñez Inglés. Tejero es protagonista menestral: no se libra de una pena
elevada, pero solo tocará dinero de la trama civil o de un editor.
Por lo demás, el internamiento del presidente y su sustitución por
el teniente general Gómez de Salazar era esperado. La tensión física y psíquica
del juicio estaba haciendo mella en Luis Alvarez Rodríguez. Quizá en su
retirada no haya influido tan sólo un problema somático. Gómez de Salazar,
conocido por los periodistas como Gigi el amorosodesde sus tiempos
de gobernador militar del Sahara, reúne características de firmeza y
distanciamiento de los procesados que acaso le hagan más idóneo para presidir
esta causa. Particularmente interesante es el hecho de que Gómez de Salazar
presidiera el juicio contra los militares de la Unión Militar Democrática (U M
D).
Bueno. La realidad y el interés del juicio residen en otros puntos.
Tras dos meses en Campamento todos sabemos ya que Tejero -por ejemplo- no era
el hombre que tenía que asaltar el Congreso la tarde de los autos (no llega a
utilizar ni los autobuses ni las gabardinas compradas de antemano e improvisa
su fuerza cuando hace semanas que conspira); Tejero sustituye a otro espadón
que después, transcurridas las horas, quiere forzar las cosas. La conspiración
civil es de todos conocida y no alcanza a ocultarla la espalda inmensa de
Carrés. Armada guarda un silencio malévolo en tanto en cuanto puede parecer que
oculta alguna confidencia real cuando en realidad sólo se oculta a sí mismo.
Los conspiradores de la tenida de la calle del General Cabrera son conocidos;
la trama militar de este golpe, en libertad, la sabemos todos. Cuando en
Campamento sorbes el primer café de la mañana, más de una vez levantas los ojos
y te quedas mirando fijamente al Elefante. Larepresentación de
Campamento acabará, y probablemente acabará bien, pero la historia de este
juicio no encontrará su final hasta que no se pueda contar en libertad y en
confianza todo su auténtico basamento. Y la verdad de esta historia empieza
cuando el elefante....
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