Con mi médica ejerciendo de
baquiana recorrí por una trocha de ripio el valle de los Comechingones (tribu
india extinguida en las campañas del desierto; a tanto la cabeza del nativo)
saliendo hacia el Este de aquella desolación lunar, rumbeando hacia Altagracia
donde fue enterrado Manuel de Falla y fusilado el marino francés Santiago de
Liniers y Bremond, último Virrey español en el Rio de la Plata. Trepando por
las sierras de Córdoba, en el centro geográfico teórico de Argentina,
alcanzamos La Cumbrecita, poblado tirolés cuya arquitectura recuerda la
germánica del siglo XV. Hijos y nietos de los nazis escapados por la red
“Odessa” y acogidos por el general Perón; hablando español están educados en
una fuerte cultura alemana aunque del nacional-socialismo no quieren hablar. En
el cementerio cientos de lápidas con inscripciones para nosotros esotéricas,
incluso en caracteres rúnicos. El sepulturero fue más hablador: “Tenemos que
cavar una barbaridad, todo el largo del cajón, porque exigen ser enterrados de
pie”. En un último acto voluntarista los oficiales de las SS o la Gestapo
duermen de pie, como los caballos, dispuestos a cumplir la primera orden que
les llegue sesenta y seis años después que Hitler se suicidara en el bunker de
la Cancillería.
Con personajes como el
noruego Anders Behring Breivik: un loco, un fundamentalista cristiano, un
intolerante, un extremista de derechas…. Cualquier cosa antes de admitir
lisamente que es un nazi y que el nacional-socialismo ha dejado burbujas en
Rusia y Estados Unidos, en Escandinavia y el resto de Europa, menos Inglaterra,
España y Portugal, y que el terrorismo islamista cubre como una manta las
intenciones renovadas del nazi-fascismo. En Núremberg no fueron declarados dementes Herman Goering,
von Ribbentrop, Rudolf Hess, Hans Frank o el mariscal Keitel, y les dieron soga
o perpetua. La matanza de Oslo y la isla de Utoeya es un ejercicio preescolar
al lado de los crímenes del nazismo entre el 39 y el 45 del siglo pasado, pero
como no estudiamos la Historia no sabemos quién fue Heinrich Himler o Reynard
Heydrich y lo más que nos suena es Adolf Heichman, el burócrata de la Soah, o
Joseph Mengele, el siniestro médico de Auschwitz- Birkenau. Los israelitas si
lo saben y ante los sucesos de Noruega no se confunden con fundamentalistas o
derechistas, y llaman nazis a los nazis.
Mal Zapatero en Londres
diciendo esas cosas tan de su carácter de que la intolerancia conduce al
fanatismo o no al revés, que se corresponde con su aserto de que la tierra es
del aire o que como se que te gusta el arroz con leche por debajo de la puerta
te echo un ladrillo. Pensamiento de todo a cien. Mal Rubalcaba sumándose al
dolor de un partido hermano como el laborista. ¿Hubiera sufrido menos si en
Oslo siguieran gobernando los conservadores?. Bien González Pons poniendo al PP
tras Zapatero acusando por el nazi de entregar Europa al islam. Zapatero que
cuando desciende del séptimo cielo hace cosas normales como los demás, ha
gastado mucho tiempo y dinero público para frenar las pateras en origen (Marruecos,
Mauritania) y ha intentado controlar la inmigración con más aciertos que
italianos, alemanes o franceses. A Breivik debe sonarle Zapatero de las redes
sociales de Internet donde anida el huevo de la serpiente. Las declaraciones
del invicto Tomás Gómez, jefe de los socialistas madrileñas, si pertenecen a un
orate o un sectario acusando a “Intereconomía” de sembrar el odio que produce
asesinos en masa, denotan que el PSOE necesita una cura de sueño para despertar
entendiendo que en España hay una derecha democrática, ni siquiera neo
franquista, que no se condecora con cruces de hierro. Tendremos todos mejor
criterio si recordamos que en la Cumbrecita, a quince mil kilómetros de Europa,
los nazis están enterrados de pie.