17/7/11

EL 17 A LAS 17 (17-7-2011)

Para el mismo día de hoy, hace 75 años, el general Mola, ex director general de seguridad de la II República y gobernador militar de Navarra, ordenaba la sublevación de las guarniciones comprometidas con su trabajosa conspiración. Era “El Director” y comandaba una legión de esposas de militares que hacían correo por toda España con folios de órdenes someramente encriptadas y cosidos a las enaguas. El asesinato de Calvo Sotelo por socialistas de la Guardia de Asalto y la Guardia Civil (aquella misma noche lo intentaron con Gil Robles que estaba en Biarritz) precipitó inconvenientemente la asonada cuyos preparativos no estaban ultimados. Ni siquiera era segura la participación de Franco a quien Mola llamaba sarcásticamente “Miss Canarias 1936” por sus dengues de damisela ante el alzamiento militar. A las 17 porque a las cinco de la tarde coroneles y generales daban por terminada su jornada laboral retirándose a sus pabellones, quedando los regimientos a cargo de subordinados. Los conjurados controlaron sin esfuerzo el Ejército de África, pero quedaron mirando el Estrecho. Casares Quiroga, jefe del Gobierno, contestó indolente a su gabinete telegráfico que le informaba que el Ejército se estaba levantando: “Pues si ellos se levantan yo me voy a tumbar”. El 18 comenzó a deshacerse el plan de Mola que tenía prendidas con alfileres las esenciales Madrid y Barcelona. El viejo general Fanjul en vez de tomar los centros oficiales y de comunicaciones se encerró en el cuartel de la Montaña de Príncipe Pío y fue fusilado. En Barcelona falangistas, anarquistas, comunistas, catalanistas y soldados cruzaban fuego en la plaza de Cataluña hasta que la Guardia Civil a caballo, precisamente, restableció el orden republicano. El general Goded, tras controlar Mallorca, voló temerariamente a la Ciudad Condal y acabó como Fanjul, encerrado en el Gobierno Militar que fue cañoneado. Ante el piquete de ejecución en los fosos del castillo de Montjuich pidió fumar un cigarrillo para que se advirtiera  que no le temblaba la mano ni derramaba la ceniza. El general Queipo de Llano, casado con una hija del ex presidente republicano Niceto Alcalá-Zamora y tan enfrentado a Franco que le llamaba públicamente “Paca la culona”, se hizo con Sevilla de farol, paseando en camiones a unos pocos legionarios en circuito interminable que amedentró a las izquierdas. Por encima de “El Director” el caudillo indiscutido era el general Sanjurjo, héroe africanista que como monárquico acérrimo ya se había sublevado contra la República en un episodio trágico-cómico. El pionero de la aviación, José Antonio Ansaldo, fue a buscarle en un aparato  descubierto y el vanidoso Sanjurjo lo cargó tanto de uniformes para sus presencias triunfales que Ansaldo no levantó el vuelo estrellándose contra una albarda y muriendo el distinguido pasajero. Mola estaba seguro en Navarra y Franco en África, pero en tres días los insurgentes habían fracasado y no había plan B. Por delante quedaba lo más terrible y que nadie deseaba: mil días de guerra civil.

La Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos acumula la mayor historiografía de nuestra Guerra Civil. El marqués de Samaranch presumía de la mejor bibliografía sobre el tema. Españoles e hispanistas han estudiado la tragedia desde todos los puntos de vista, ideológico, partidistas y castrenses, sin olvidar el paisaje europeo de nazi-fascismo y sovietismo. Muy poco o nada podrá añadirse a lo que ya está escrito y la memoria histórica de Zapatero no puede ir más allá del dialogo entre muertos de “Pedro Páramo”. La legalidad republicana estaba tirada en la calle y el largo caballerismo del PSOE apostaba desde 1934 por la revolución soviética. Y el anarquismo por la de Bakunin. La Republica se tuvo que apoyar en los disciplinados comunistas. Y las atrocidades, mitad por mitad, porque los españoles tenían hambres atrasadas de matarse. 75 años después solo queda saber dónde quiere el Gobierno enterrar a Franco y cuál será el destino de la paga del 18 de julio. Aprovechando la crisis la suprimirán por derechista. Está sentenciado: quien meta la mano en el puchero de la guerra civil la sacará llena de mierda.

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