Como de los tabloides ingleses puede esperarse cualquier disparate,
el mundo quedaría estupefacto si especularan con la posibilidad que la Reina
Isabel II estuviera financiando de su peculio el nacimiento de una enésima facción del IRA. Lo que no pué ser, no pué ser, y además es imposible, como
sentenciaba Rafael “el Gallo”. Los españoles llevamos casi ocho años tan
macerados que sólo nos quedamos absortos, ensimismados, ante cualquier
salvajada política excretada de un
caletre. Manuel Azaña también lo sentenciaba en sus diarios: “Hay que tener
mucho cuidado en poner en circulación una tontería en Madrid porque arraiga mejor que las
acacias “.La tesis que ETA marcará el “timing “ electoral si emite un
comunicado de paz infinita, tendría que movernos al llanto y a
la desesperación, pero estamos anestesiados y el desmoronamiento institucional no nos espanta. A ETA le da
igual la fecha electoral en la que
ingresará al Congreso como Bildu, Sortu
o una nueva franquicia que avale el Tribunal que constitucionaliza las pesadillas de Zapatero. Contra lo que repite
el candidato ETA nunca ha estado mejor, más sólida, más cerca de sus objetivos,
y, en función de sus intereses separatistas
y anexionistas en España y Francia, puede que asegure su mutación en mansos
corderos, aunque las armas, los explosivos, el dinero y los zulos los entregue
“ ad calendas graecas “ o cuando se enfríe el infierno. Para llegar a marzo a Zapatero le basta con aceptar las condiciones etarras a cambio de una
displicente palmada en el hombro que le permita mentir en televisión
que ETA se ha disuelto. Los bárbaros del norte si que saben hacer
política.
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