Tras el fallido y sangriento desembarco en Gaza hace un año otra
flotilla humanitaria pretende zarpar inmediatamente de Grecia pese a los
impedimentos de las autoridades navales que dudan de la legitimidad de su
singladura. Flotillas que deberían arbolar pabellón negro porque son piratas
del buenismo impelidos por el régimen retrógrado, teocrático y amenazante de
los ayatholás de Irán. Gaza no es un Estado ni tiene aguas de soberanía, ejercidas por Israel. Tras expulsar a la hoy
moderada Al Fatha, el control de la franja fue tomado por Hamas, calificada de
organización terrorista por Naciones Unidas y experta en lanzar miles de
cohetes sobre asentamientos civiles judíos. El bloqueo israelí es legal para
evitar la entrada a la zona de pertrechos y militantes terroristas. Si los
humanitarios sólo quisieran ayudar pondrían rumbo al puerto de Haifa donde
alimentos y medicinas se entregarían a los palestinos por la frontera terrestre.
Pero artículos inocentes cono alcohol,
azúcar, algodón o una bomba de butano son componentes de artificios explosivos
y han de ser apartados de los juguetes de los niños. Romper el bloqueo naval
costó nueve muertos el año pasado y hoy sigue vigente que la interdicción
israelí permite poner al pairo la flotilla, abordarla e incluso hundirla. Son
las leyes del mar. Pero lo que importa es provocar otro incidente que destaque
la brutalidad militar israelí frente a
la dulzura franciscana de los abominables de Hamas. Hay que roer al único país
democrático del área, y no motivan los
campamentos de refugiados en Túnez o Turquía. Los buenos sentimientos no sólo adoquinan
el infierno sino que son selectivos. La flotilla fantasma no debe izar anclas del
Pireo.
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