21/7/11

FONDO DE ARMARIO (21-7-2011)

Sabemos que el lenguaje técnico-jurídico es un arcano semántico y sintáctico, y aún así resulta difícil colegir que procesen al Presidente valenciano Francisco Camps  por  “cohecho impropio “,  como si le imputaran un asesinato inadecuado.  Yo le regalé a Felipe González cuando era Presidente  una pequeña colección de máscaras indoamericanas y él me obsequió con un cajón de excelente vino, y no creo que cohecháramos. El cohecho, como la prevaricación,  son presuntos delitos  nebulosos en los que hay que probar la intención de delinquir, asunto arduo porque atañe a la conciencia. José Bono me enviaba quesos desde Castilla-La Mancha y no sé cuantas arrobas habría de mandarme para que secundara su guerra sucia del lino contra la añorada Loyola de Palacio. El protocolo de la Casa Blanca establece que el Presidente puede quedarse con obsequios de hasta 335  dólares, y el resto se exhibe como propiedad pública. Nada tenemos legislado o decretado al respecto pero es surrealista y onírico que el señor Camps  se haya corrompido por catorce mil euros en tres trajes devolviendo el favor con decisiones políticas  discrecionales. Como no es entendible en la geografía de los pelotazos y las corruptelas que  la guardarropía de Camps abra las portadas de los telediarios. Cabe suponer que de lo que se ha trajeado Camps es de don erre que erre, no dando su brazo a torcer sabiéndose inocente. Lo peor es que en ocasiones  uno tiene que demostrar que no es culpable y más vale ponerse una vez rojo pagando dos veces  los dichosos trajes  que cien veces amarillo. De momento ésta ridícula Corrupción  en Valencia es de película de Berlanga.  

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