28/11/84

Los jefes militares uruguayos visitan a Sanguinetti, nuevo presidente electo (28-11-1984)

Los tres jefes de las fuerzas armadas uruguayas -teniente general Hugo Medina, teniente general del Aire Manuel Boadas y vicealmirante Rodolfo Invidio- visitaron el lunes en su domicilio de Montevideo al presidente electo, el líder del Partido Colorado, Julio María Sanguinetti. La visita fue calificada por medios oficiales de puramente protocolaria, y los tres comandantes se limitaron a declarar que compartían la alegría del pueblo por la celebración de las elecciones.

Los jefes militares declinaron pronunciarse por la suerte inmediata de Wilson Ferreira, jefe mayoritario del Partido Blanco, derrotado en las elecciones del pasado domingo.Junto a los rumores que suponen un cambio del acuartelamiento de detención del líder blanco, ha trascendido que el Tribunal Supremo de Justicia uruguayo puede pronunciarse definitivamente mañana, jueves, sobre la libertad de Ferreira. Existe la impresión generalizada de que se está retrasando su liberación hasta que se enfríe el clima poselectoral. Ya en la tarde del lunes, los granaderos y la Guardia Republicana desalojaron a palos a miembros de las Juventudes Blancas, que desde hace un mes esperaban la noticia de la libertad de Ferreira acampados en la plaza de la Libertad, so pretexto de tratarse de una manifestación continuada y no autorizada. Tres periodistas extranjeros fueron detenidos unas horas al verse involucrados en la carga polícial.

El laborioso recuento de votos según las diferentes listas continúa lentamente, sin que pueda establecerse aún la composición de las dos cámaras. La gran cantidad de votos observados que necesitan de comprobación en los padrones (principalmente votos del exilio y la emigración) retrasan también el recuento. No obstante, es seguro que el Partido Colorado no podrá alcanzar mayoría simple en el Senado y en la Cámara de Diputados.

El presidente electo, Julio María Sanguinetti, recibe continuamente visitas y parabienes en su domicilio o en la sede de su partido de la práctica totalidad de los líderes adversarios. La gran palabra es laconcertación, y Sanguinetti repite tras cada audiencia su aspiración a lograr un Gobierno de unidad nacional. Por encima de la discreción del presidente electo, sus colaboradores comentan la conveniencia de ofrecer al Frente Amplio las carteras de Trabajo y Justicia, tal como hiciera -infructuosamente- el presidente argentino, -Raúl Alfonsín, a la derrotada dirección peronista.

De las palabras de los dirigentes blancos y frenteamplistas se desprende, sin embargo, que continuarán en la concertación legislativa (ya se firmaron varios acuerdos interpartidarios antes de las elecciones) sin acceder al Gobierno. El enfoque de la política económica, la reordenación de la Universidad y la futura regulación del sindicalismo constituyen un primer paquete de problemas que enfrentan al futuro Gobiernó colorado y a la oposición blanca y frenteamplista. Sin embargo, las diferencias de criterio más importantes se darán a corto plazo sobre la amnistía para los más de 600 presos políticos encerrados en los penales de Libertad, Punta Carretas y Punta Riele, muchos con más de 10 años de prisión y en condiciones tan duras que aconsejarían su liberación, aunque sólo fuera por razones humanitarias.

27/11/84

El holocausto de Wilson Ferreira (27-11-1984)

Un helicóptero militar aguarda, desde la tarde del domingo, en los cuarteles de artillería de Trinidad, 200 kilómetros al norte de Montevideo, para trasladar a la capital a Wilson Ferreira, jefe de la mayoría del Partido Blanco. Para ayer se esperaba que la Suprema Corte de Justicia se pronunciara sobre la liberación del detenido, 24 horas después de las elecciones y tras cinco meses de prisión preventiva.Pero la ausencia en los comicios de Wilson Ferreira no explica completamente su derrota electoral, que adquiere tintes de holocausto ante el retroceso generalizado de su partido respecto a las elecciones de 1971. El Partido Blanco ha perdido departamentos históricamente fieles.

El principal error de Wilson Ferreira, en un camino empedrado de buenas intenciones, ha consistido en intentar cambiar de caballo en medio del río. Armado con la bandera de un honesto antimilitarismo y negándose a pactar la democracia con quienes usurparon el poder y violaron la Constitución, arrastró a la mayoría de su partido hacia planteamientos próximos a los postulados de la izquierda, alejándose de sus bases rurales y conservadoras.

El rechazo del pueblo uruguayo a la Constitución adulterada que los militares plebiscitaron en 1980 llevó a Wilson Ferreira a estimar que la población rechazaría igualmente el pacto colorado -y del Frente Amplio y la Unión Cívica- con la dictadura para regresar a la democracia bajo condiciones. Buscando ampliar su espectro político por la izquierda, perdió votos por su derecha, y los nuevos e hipotéticos votantes se inclinaron, lógicamente, por el Frente Amplio. Si hubiera podido dirigirse al país y desarrollar su campaña, acaso hubiera podido explicar la crisis de identidad de su partido, pero cometió un último error: regresar demasiado tarde a Uruguay. Los militares han podido mantenerle cinco meses en prisión, bajo cargos insostenibles, apartándole de la campaña.

Su conducción política carismática y personalista, apoyada además fuertemente en su hijo Juan Raúl, resistirá difícilmente este fracaso electoral. La próxima convención blanca puede terminar en la división del partido, con una escisión por su derecha. Wilson Ferreira abandonará su cárcel militar echando chispas y aureolado como mártir electoral. En el difícil interregno hasta la transmisión de poderes, y después del primero de marzo, insistirá aún con mayor radicalismo, en denunciar los pactos del Club Naval, firmados con los militares para llevar a cabo una transición democrática tutelada, y en reclamar la amnistía sin restricciones que propugna la izquierda.

De Sanguinetti se decía durante el recuento electoral de la noche del domingo que rezaba para que el Frente Amplio le arrebatara la alcaldía montevideana. El Frente, poseedor de una importante cuota de poder en la Administración pública, se habría visto obligado entonces a cooperar activamente con el Gobierno colorado. Pero esta victoria resulta preocupante, máxime si se recuerda que la vieja aspiración de Wilson Ferreira es el pacto entre el Partido Blanco y el Frente Amplio.

Los uruguayos optaron por la vía conservadora al elegir presidente al 'colorado' Sanguinetti (27-11-1984)

El Partido Colorado, cuya mayoría encabeza el abogado de 48 años Julio María Sanguinetti, ganó el domingo las primeras elecciones democráticas celebradas en Uruguay desde 1971, después de más de 11 años de dictadura militar. A partir del 1 de marzo de 1985, en que los militares procederán a la entrega de poderes, y durante un mandato de cinco años, el abogado, periodista, ex ministro y ex diputado Julio María Sanguinetti será el presidente constitucional de la República Oriental del Uruguay.

Pese a lo apretado de la elección, el triunfo colorado ha sido indiscutido y mejora los resultados de las polémicas elecciones de 1971, en las que el Partido Nacional o Blanco perdió por 12.000 votos e impugnó los comicios. Sobre una votación del 87,75% del censo (buena parte de la abstención es fruto del exilio o la emigración) los colorados recibieron en la elección nacional 744.999 votos, un 38,63% del conjunto; el Partido Blanco, 634.166 votos, un 32,88%, 110.833 votos menos; el Frente Amplio consiguió 393.949 sufragios, un 20,43%; y la Unión Cívica 44.273 votos, aproximadamente el 2,30% del total.Obviamente, el Partido Colorado carecerá de mayoría parlamentaria en el Congreso y en el Senado, y deberá gobernar mediante pactos legislativos con blancos y frenteamplistas o, al menos, con uno de estos grupos.

La disputa por la intendencia (alcaldía) de Montevideo, donde habita la mitad del país, también arrojó un triunfo colorado con 311.781 votos, el 34,76%. del conjunto, 18.823 votos más que el Frente Amplio, que logró el 32,65%. El Partido Blanco obtuvo en esta elección municipal 234.936 votos, el 26,19%. Los uruguayos han votado según su costumbre: desde hace 112 años los colorados gobiernan el país con las únicas excepciones del lapso de 1958-1966, en que cogobernaron con el Partido Blanco, y el interregno de la dictadura.

La legitimidad del triunfo colorado era también subrayada por el hecho de que Sanguinetti ha sido el candidato presidencial más votado individualmente, seguido por Alberto Zumarán, vicario del líder blancoWilson Ferreira en los comicios. Según la ley de Lemas y el doble voto simultáneo, que rigen las elecciones uruguayas, cabe la posibilidad que un candidato presidencial sea el más votado y pierda las elecciones, tal como ocurrió en 1971 con Ferreira. La explicación reside en que cada partido presenta varias listas presidenciales y la lista más votada suma los sufragios de las candidaturas minoritarias.

Lo apretado de los resultados interpartidarios y particularmente la pérdida frenteamplista de la intendencia (alcaldía) de Montevideo por poco más de 18.000 votos, rompieron los nervios de algunos militantes. Tan por seguro se tenía el triunfo montevideano del Frente Amplio, que sus locales electorales fueron situados en un edificio de pisos frente por frente de la intendencia, a cuyo pie se concentraron los partidarios de la coalición izquierdista.

Cuando, en las primeras horas de la madrugada, el general Líber Seregni apareció en un balcón para rogar a la multitud que regresara a sus casas -por primera vez fue desobedecido- dado que lo apretado del escrutinio retrasaría el resultado hasta el amanecer, quedó patente que la coalición admitía su derrota.

Grupos de frenteamplistas atacaron a pedradas el cuartel electoral colorado en la Avenida Dieciocho de Julio y penetraron a continuación en el mismo, arrasando mobiliario y personas.

Expulsados hasta la calle, simpatizantes de ambos bandos se enzarzaron en una pelea sobre cuyo fragor se escucharon algunos disparos, antes de que llegara la caballería policial a la batahola. Afortunadamente, la Avenida Dieciocho de Julio se encontraba abarrotada de militantes de todos los partidos, que se encargaron de separar a los contendientes y a éstos de los granaderos a caballo. Nueve personas precisaron hospitalización.

También de madrugada, cuando los colorados comenzaron a echarse a la calle para festejar su triunfo, las Juventudes Blancas que esperan frente a la Suprema Corte de Justicia la noticia de la liberación de Wilson Ferreira, les increparon amargamente: "Ahora está a la vista / ahora está a la vista / el Partido Colorado / es el partido continuista". Pero pese a los incidentes, la tónica de la madrugada del lunes la dió el abrazo de Alberto Zumarán, candidato blanco, al presidente electo Sanguinetti y la explosión callejera a los gritos de "¡Uruguay, Uruguay!" y los vivas a la democracia.

Unidad nacional

Julio María Sanguinetti, al reconocer su triunfo ante la multitud, aseguró que no gobernaría para el electorado colorado y que insistía en la necesidad de un Gobierno de unidad nacional para superar la crisis de la posdictadura.

Líber Seregni, líder del Frente Amplio, en declaraciones a la Prensa internacional, también insistió en la necesidad de un gran acuerdo nacional, pero matizando que el Frente Amplio no aportará ministros al Gobierno.

Las acusaciones de continuismo vertidas sobre los colorados en el sentido de que son una prolongación de las líneas políticas y económicas generales de la dictadura, son ciertamente exageradas. Pero es indiscutible que el Partido Colorado ha sumado a los errores tácticos del Partido Blanco el voto más conservador y hasta el ultraderechista, recabado por el ex presidente Jorge Pacheco Areco, candidato a la presidencia por la minoría colorada.

Buena parte de los 68.000 votos militares -los soldados, todos profesionales, recibieron instrucción electoral en los cuarteles- también habrán ido a parar a las arcas coloradas.

Por lo demás, la tan lícita como descarada propaganda anticomunista desarrollada por los colorados ha hecho su mella en una sociedad como la uruguaya, envejecida y con elevados índices de funcionariado y clases pasivas. Al contrario del argentino, el pueblo uruguayo, mucho más conservador, no ha votado por el cambio tras la dictadura, sino porque las cosas vuelvan a ser como lo eran antes del golpe de Estado.

26/11/84

La herencia envenenada de los militares (26-11-1984)

La dictadura militar instaurada en Uruguay en 1973 dejará a sus espaldas una herencia envenenada y un inmediato futuro político sumamente incierto, sea cual sea el resultado de las elecciones de ayer. Y será así, no ya por la depauperación económica o las quiebras auspiciadas por la manipulación gubernamental de la cotización del dólar, sino por todo el fraude institucional con que los uniformados están rodeando su abandono del poder.Viendo el ejemplo de sus camaradas argentinos, los militares uruguayos podían, al menos, haber restituido la soberanía al pueblo con la plena vigencia de la Constitución de 1967 y la convocatoria de elecciones sin cortapisas. Por el contrario, el país sigue regido por una Constitución profundamente adulterada, con el añadido de una catarata de decretos militares, las actas institucionales. Las elecciones se han celebrado con la proscripción del partido comunista bajo su propio nombre, la de jefes partidarios indiscutibles, como el general Líber Seregni, presidente del Frente Amplio, y Wilson Ferreira Aldunate, líder mayoritario del Partido Blanco, éste todavía encarcelado.

Más de 600 presos políticos permanecen en los penales, más de 3.000 ciudadanos no pueden regresar al país a emitir su voto al estar reclamados por la justicia de la dictadura, y otros miles de militantesfrenteamplistas tampoco pueden votar ni ser elegidos. Finalmente, el último Gobierno militar, entre otras cautelas, reserva el derecho de presentar temas al futuro presidente democrático para el nombramiento de jefes de las tres armas y establece que los actuales permanecerán en sus cargos después de la transmisión de poderes en marzo de 1985.

Las Fuerzas Armadas, acaso por deformación profesional, parecen incapaces de retirarse sin practicar una política de tierra quemada sobre los espacios que abandonan a sus adversarios. Así -y máxime si, como se presume, las diferencias electorales entre los grandes partidos son mínimas los blancos podrán aducir en caso de derrota la no concurrencia de Wilson Ferreira, la victoria colorada se erigiría sobre un adversario blanco maniatado; los frenteamplistas siempre podrán aducir que sus votos han sido menos de los que les corresponderían sin proscripciones y sin exilio.

Masiva afluencia e incierto resultado en las primeras elecciones uruguayas tras 11 años de dictadura militar (26-11-1984)

Más del 50% del electorado uruguayo había emitido su voto poco después de las doce de la mañana de ayer en las 7.870 mesas distribuidas en Montevideo (3.542) y en los 18 departamento del interior, en las primeras elecciones democráticas tras 11 años de dictadura militar. El orden público era casi total y el porcentaje de votantes se calculaba en el 90% del censo. Los colegios abrieron sus puertas a las ocho de la mañana y se cerraron a las 19.30 (0.30 de hoy, hora peninsular española). Las primeras proyecciones del Ministerio del Interior sobré un resultado que se presentaba incierto estaban previstas para tres horas más tarde.

Se presumían demoras en las primeras proyecciones solventes, ya que se esperaba que la votación fuera muy apretada entre las tres principales fuerzas políticas: Partido Colorado, Partido Nacional o Blanco y Frente Amplio.Unos 200 periodistas de todo el mundo, excepto África, esperan en Montevideo el comienzo del fin de otra dictadura en el Cono Sur americano. Numerosos observadores políticos han llegado también al país, entre ellos, Elena Flores, secretaria de Relaciones Internacionales del Partido Socialista Obrero Español.

La votación temprana no habrá sorprendido a nadie que haya observado la noche montevideana del sábado. A 13 años de las últimas elecciones nacionales, y tras más de 11 años de dictadura militar, eran palpables las ganas de votar y de pasar la hoja de la malparada aventura castrense. El voto, además, es obligatorio, bajo severas penas de multa, y se estima que la abstención quedará reducida a los censados residentes en el exterior que no hayan podido regresar al país por razones políticas o económicas.

Todavía en la mañana del domingo, llegaban al aeropuerto internacional de Carrasco vuelos fletados procedentes de Venezuela y Brasil, y caravanas de autocares y vehículos particulares convergían sobre Montevideo tras cruzar, desde territorio argentino. los puentes fronterizos sobre las riberas del río Uruguay.

La jornada de reflexión del sábado no fue tal. Suspendida la propaganda política de los diferentes grupos políticos, los montevideanos se echaron a las calles agitando sus emblemas y banderas partidarias y repartiendo las diferentes candidaturas.

A las cuatro de la madrugada del domingo, la avenida Dieciocho de Julio, principal arteria céntrica de la capital, se encontraba bloqueada por cientos de coches y miles de ciudadanos bailando, cantando y riendo, con mayoría visible de la muchachada frenteamplista.

En una radiante noche del final de la primavera austral, prácticamente veraniega, muchos optaron por esperar la apertura de los colegios y los cines electorales en los parques y en las plazas o en las playas de Pocitos y Carrasco, sobre la cornisa costera de la desembocadura del ría de la Plata.

Ni alcohol, ni policía

Desde las 19.30 del sábado, y por 24 horas. se suspendió la venta de alcohol y la policía prácticamente desapareció de las calles. La ley electoral de Uruguay impide la detención de ciudadanos durante las elecciones, salvo que sean encontrados en flagrante comisión de un delito.

De hecho, la vigilancia policial es nula y en las calles de Montevideo se juegan partidas prohibidas de juegos de azar, como el Seven eleven, y en el interior rural del país, apuestas ilícitas a la taba. Los vendedores de lotería instruyen a los jugadores sobre los números correspondientes a sus sueflos: el muerto que habla, la niña bonita, el matrimonio que se rompe o el amor adúltero, corresponden a determinadas terminaciones.

Pese a la festiva masiva afluencia callejera, lo incierto de los pronósticos y la dureza verbal de la campaña electoral, no se produjeron antes de la votación otros incidentes que agresiones y bravuconadas de seguidores del ex presidente Jorge Pacheco Areco -jefe de filas de la minoríacolorada de extrema derecha y candidato presidencial- contra periodistas extranjeros y seguidores de otros partidos.

Las rencillas y conatos de peleas son inmediatamente reducidos por el pueblo en la calle, que garantiza su propio orden. En gran medida, la movilización popular del sábado estuvo motivada por el temor de que el Gobierno militar emitiera por televisión y radio un comunicado final de advertencia al electorado sobre los peligros de la subversión comunista.De haberse producido la intervención, los montevideanos se aprestaban a replicar con un monumental caceroleo.

La presencia física del Estado militar es inexistente. El presidente, teniente general Gregorio Goyo Álvarez, y su ministro del Interior, general Rapella, votaron vestidos de civil. Rapella guardó cola en su colegio electoral como los demás votantes, y Goyo Álvarez declaró a Radio El Espectador que, fueran cuales fueren los resultados electorales, no pensaba abandonar la presidencia hasta el 1 de marzo de 1985, derecho constitucional que le ampararía en el supuesto de que la Constitución de 1977 estuviera vigente.

Los últimos sondeos de opinión, históricamente infiables, continúan dando una apretada victoria al Partido Colorado, dirigido por el abogado Julio María Sanguinetti, gracias a los votos que le aportará el candidato derechista de su propio partido, Jorge Pacheco Areco. La intendencia (alcaldía) de Montevideo, según tales encuestas, se dirimiría entrecolorados y frenteamplistas, con ligera ventaja para los últimos.

Aun así, un 14% de indecisos, dados los escasos márgenes interpartidarios, podría volcar el resultado por cualquiera de las tres grandes agrupaciones. Y, en cualquier caso, no puede descartarse un triunfo nacional del Partido Blanco, -tenido por improbable- , pese al encarcelamiento de su líder, Wilson Ferreira Aldunate, detenido a su llegada al país, el. pasado 16 de junio, tras 11 años de exilio.

25/11/84

La campaña uruguaya finaliza plagada de incidentes personales (25-11-1984)

Como en un signo de mal agüero por las elecciones recortadas de hoy en Uruguay, la campaña electoral ha sido una sucesión de pequeños desastres: Fernando Ollú, miembro destacado de la dirección blanca y estrecho colaborador de Wilson Ferreira, murió súbitamente; Julio María Sanguinetti, candidato presidencial por la mayoría colorada, tuvo que ser operado de apendicitis; Jorge Pacheco Areco, candidato a la presidencia por la minoría ultraderechista de los colorados, sufrió un pinzamiento discal y una infección subsiguiente que aún le tiene maltrecho.

Los choques, vuelcos y despeñamientos vehiculares de los candidatos han sido cotidianos y Juan Carlos Paysee y Cristina Maeso, postulantes a la presidencia y vicepresidencia de la nación por una de las minorías del Partido Blanco, tuvieron que suspender su campaña tras precipitarse por un barranco; José d'Elía, el sindicalista que aspira a la vicepresidencia por el Frente Amplio, fue derrotado por una hepatitis, y el candidato presidencial por la Unión Patriótica, el ministro de la dictadura coronel Volentini, murió de un ataque cerebral el pasado jueves ante los micrófonos abiertos de la emisora de radio.Pero ni la bufa ni las libertades regateadas -proscrito el partido comunista y dos de los tres principales líderes políticos- han restado a estas fechas alegría y emotividad. Como contrapunto al siempre bullicioso Buenos Aires, Montevideo es una capital sosegada, provinciana, de escasa vida.

Estos días su fisonomía no es reconocible: la avenida del Dieciocho de Julio -por la fecha de la Constitución- es un hervor de banderas, pegatinas y pasquines, carromatos que asan choripanes, baluartes partidarios que ofrecen las listas de votación, puestecillos de fortuna donde puede adquirirse toda la iconografía ideológica o la efigie pirograbada en cuero de Ernesto Guevara de la Serna; los altavoces florecidos en los árboles escupen sus lemas y sus musiquillas ripiosas ("Zumarán, / Zumarán, los uruguayos, / Zumarán", "Sanguineti, el presidente; / Vasconcellos, el intendente", "De frente, de frente, / vote de frente"). En las veredas cantan o representan piezas cortas los artistas del Frente Amplio y los apaleados pendejos de Wilson Ferreira acampan frente a la Corte-Suprema de Justicia esperando la noticia de la liberación de su líder.

Desde hace dos días, a la ciudad de Salto y Paysandú arriban caravanas de autobuses que cruzan desde Argentina los puentes internacionales del fronterizo río Uruguay; los vapores de la carrera Buenos Aires-Montevideo y los aliscafos Buenos Aires-Colonia surcan abarrotados el achocolatado Río de la Plata. El puente aéreo entre los aeródromos de Aeroparque y Carrasco tenía sus reservas completas desde hace un mes: el Gobierno argentino de Alfonsín ha hecho festivo el viernes y el sábado y mañana lunes para todos los uruguayos que presenten en sus empresas el justificante electoral.

La gobernación socialista de Ríos financió el flete de los autocares que ayer cruzaban los pasos fronterizos brasileños de Río Branco. Las líneas aéreas europeas llegan por primera vez a Montevideo con el pasaje completo. Los hoteles no tienen habitaciones libres. Aun así, la saturación del transporte no ha permitido que más de 50.000 emigrados o exiliados ingresen al país para los sufragios de hoy. Otros, como Mario Benedetti, aún perseguidos por la dictadura, habrán de esperar a lo que ocurra tras el primero de marzo, fecha de la transmisión de poderes.

Resultados, mañana

A las dos de la madrugada del lunes se conocerán los resultados electorales, y la recta final, cabeza a cabeza, entre colorados, blancos y frenteamplistas, no permitirá hacer cábalas en los primeros tramos del escrutinio. En Uruguay, 10.000 votos montevideanos pueden dirimir una elección presidencial. Hay sondeos de opinión que oscilan profesionalmente entre la nigromancia y la escrutación de vísceras de las palomas. El instituto Gallup-Uruguay, el más solvente, adelantó en 1980 el triunfo de la reforma constitucional que plebiscitaron los militares, y en 1982, la victoria de las candidaturas oficialistas en las elecciones internas de los tres partidos entonces tolerados. Se ignora si por impericia o venalidad.En los penales de Punta Carretas, Punta Rieles, y Libertad esperan ya envejecidos, bastantes cancerosos y no pocos enloquecidos, más de 600 presos políticos, encabezados por el jefe tupamaro Sendic, quien, por medio de su hermano, ha saludado y bendecido la recuperación pacífica de la democracia.

La cotización del dólar americano sube cada día desde hace una semana ante las colas en las ventanillas cambiarias de los bancos y, si ganara el Partido Blanco o el Frente Amplio, el Gobierno habrá de decretar mañana feriado bancario si quiere evitar una estampida monetaria. Los militares han dado charlas electorales a sus soldados -todos profesionales, en Uruguay no hay reclutas-, en un intento de orientar los 68.000 votos uniformados. El episcopado uruguayo -capitidisminuido en una sociedad eminentemente culta y laica- lo ha condenado casi todo en su última pastoral, menos los casi 12 años de dictadura castrense.

Las infinitas radios montevideanas han montado dúplex para informar simultáneamente a la población de la jornada electoral de los orientales y del plebiscito sobre el canal del Beagle de los argentinos para sellar la paz con Chile. A trancas y barrancas, mal que bien, con un inciertísimo porvenir económico, pero entre canciones y paz, la civilización regresa hoy a esta orilla del Río de la Plata.

Un candidato y dos vicariatos (25-11-1984)

Hoy, desde el alba hasta el cierre de los colegios electorales, pararán las ruletas de los casinos de Montevideo y Punta del Este y quedará suspendida en todo Uruguay la venta de bebidas alcohólicas. Por primera vez desde 1971 y tras cerca de 12 años de dictadura militar, los uruguayos harán cola -el voto es obligatorio- ante sus urnas de metal, distribuidas por el Ejército, para elegir, en una libertad maltrecha y mutilada, al presidente de la República, diputados, senadores, intendentes (alcaldes) y ediles que habrán de gobernarles.

Sólo tres grandes formaciones políticas uruguayas tienen posibilidades de llegar a la presidencia de la República: colorados, blancos y lacoalición de izquierdas Frente Amplio. A su vez, son capitaneadas por las tres principales figuras políticas del país: Julio María Sanguinetti, Wilson Ferreira y el general Líber Seregni. De entre ellos, sólo el primero ha podido presentar su candidatura sin trabas; Wilson Ferreira se encuentra en una prisión militar desde su regreso a Uruguay, hace cinco meses; el general Seregni, tras ocho años de prisión, permanece proscrito políticamente e inhabilitado para votar y ser elegido. En nombre de cada uno de los proscritos postulan dos vicarios: Alberto Zumarán, un recién llegado a la política uruguaya, y el ginecólogo Juan José Crottogini, que ha ayudado a nacer a medio país.Sanguinetti, abogado, de 46 años, casado con una publicista, con hijos, representa el papel más desairado en estas elecciones repletas de prohibiciones y cautelas militares. Pero también es quien tiene mayores posibilidades de alzarse con el triunfo en los comicios de hoy. Propietario de unas desmesuradas y alborotadas cejas, campechano, con algo de camionero de ruta en su aspecto, es asesor de empresas y mantiene excelentes relaciones con la embajada estadounidense, de la que se sospecha lo patrocina. Buen conocedor de la pintura y el teatro, ha sido el paladín de la concertación con los militares para llegar a estas elecciones.

Fascinado por el papel de Adolfo Suárez en la transición española, Sanguinetti se vio obligado a dejar jirones de su identidad política a fuerza de contemporizar con los militares y hacerles concesiones. Sus antecedentes como ministro en los Gobiernos colorados previos al golpe de Estado de 1973 permiten ubicarle en la derecha de su propio partido, sin llegar al poujadismo del también colorado y ex presidente Jorge Pacheco Areco, un aficionado al boxeo y a las botellas con fuerte gradación alcohólica.

Sanguinetti, siendo ministro de Educación, tuvo una desafortunada intervención en la vida académica como propulsor de una ley severamente restrictiva de la autonomía universitaria; no obstante, el candidato colorado tampoco es la figura groseramente continuista que sus adversarios le reprochan. Fue un sincero debelador de la dictadura, y sus pecados consisten en un exceso de prudencia y pragmatismo y en haber hecho a los militares más concesiones de las que por su fuerza y crédito tenían derecho. Antiguo duelista a sable, su enfrentamiento con Wilson Ferreira trasciende la querella ideológica para penetrar en el choque personal con quien ya le ha arrebatado desde el exilio y la cárcel las banderas de centro-izquierda que históricamente le pertenecían.

Wilson Ferreira, hacendado, de 66 años, casado y con tres hijos, es sin lugar a dudas la figura más polémica de Uruguay. Buen orador populista, dotado de un desgarbado encanto personal, superior al de Sanguinetti o Seregni, con más del 80% del Partido Blanco en sus manos, no tiene para sus conciudadanos término medio: o se le idolatra o se le odia. Para sus partidarios es el símbolo de la dignidad civil, por su terco enfrentamiento a la dictadura y sus planteamientos rupturistas, y para sus adversarios es un aventurero político que dirige con charlatanería de izquierda un partido conservador. Su reputación de hombre físicamente cobarde es entre sus enemigos tal que hace pensar en la capacidad de Wilson Ferreira para generar aborrecimientos personales.

Nunca se batió, aduciendo su condición de católico (en Uruguay el duelo es legal), y al día siguiente del golpe de Estado escapó del país en una avioneta junto con su esposa. Carreteando el aparato por una pista vigilada por el Ejército, tirada la pareja en el piso, Wilson apretó la cabeza de su mujer: "No me dirás que te he dado una vida aburrida". En 1976, la dictadura envió sicarios a Buenos Aires para matarle; asesinaron al senador Michelini y al ex presidente de la asamblea Gutiérrez Ruiz; por tres veces en aquella misma noche los pistoleros llegaron 15 minutos tarde a locales que acababa de abandonar el líderblanco. Bestia negra de los militares uruguayos, aún más que el general Seregni, la dictadura se cuidó muy bien de que permaneciera en prisión hasta pasadas las elecciones de hoy.

Su vicario electoral es el abogado, de 44 años, Alberto Zumarán, casado, con cinco hijos, propietario de una hacienda, con escasa experiencia política, pero dotado de notable sentido común y dotes oratorias. El panza, por su leve obesidad abdominal, o el espíritu santo(porque habla en nombre del padre y del hijo, por Wilson y su vástago Juan Raúl), según la chismografía montevideana, no pretende engañar a nadie sobre su condición de postulante sustitutivo, o de futuro presidente interino, hasta que su jefe pueda concurrir libremente a unos comicios.

La 'bola negra'

El general Líber Seregni, casado, con dos hijas, próximo a unos cuidadísimos 70 años ("mi única autoconsigna en la cárcel fue la del Ejército francés: mantenerse"), es el paradigma de un sector de las fuerzas armadas uruguayas nada convencional. La Marina intentó resistir el golpe de 1973, y coroneles y generales del Ejército de Tierra -como Seregni y el general Licandro- pagaron con años de cárcel y servicias su defensa de la Constitución.

Seregni, el más dotado y brillante militar uruguayo de que se tiene memoria, fue siempre una bola negra en la apagada vida castrense del país. Interesado por numerosas facetas de la cultura, frecuentaba tertulias políticas, intelectuales y artísticas, y consolidó mucho antes de la creación del Frente Amplio, en 1969, una excelente reputación decomunista secreto que le acompaña desde entonces. Coprotagonista del último duelo a pistolas celebrado en Montevideo, siempre atildado, erguido, consciente de su dignidad personal, todavía muy militar, es adorado por la juventud uruguaya, a la que dirige con oratoria didáctica. Su pragmatismo y su carisma le permiten presidir una coalición electoral de cinco partidos, nueve agrupaciones menores y una catarata de independientes denominada maledicentemente colcha de retazos.

Su vicario es el doctor Juan José Crottogini, de 76 años, casado y con una hija, ginecólogo, ex decano de su facultad y ex rector de la universidad montevideana, introductor del Papanicolau en Uruguay y hombre conocidísimo en el país, no tanto por sus indiscutibles méritos científicos, como por haber ayudado a traer al mundo a media nación, incluido Juan Raúl Ferreira. Es un amable patriarca que ya acompañó a Seregni como candidato a la vicepresidencia en las últimas elecciones (1971) y que demostró su coraje y su capacidad dirigiendo el Frente Amplio durante la clandestinidad y la prisión del general Seregni.

24/11/84

Los tres grandes partidos uruguayos cierran sus campañas con casi idénticas opciones de triunfo (24-11-1984)

La coalición izquierdista Frente Amplio y el Partido Colorado cerraron en la noche del jueves sus respectivas campañas electorales. Anoche lo hizo el Partido Blanco con la llegada a Montevideo del autobús de la victoria, en el que los líderes partidarios han recorrido el interior del país. Las últimas encuestas continúan situando muy parejos a los tres grandes partidos y detectando un 20% de indecisos, que resolverán finalmente la elección.

Los colorados de Julio María Sanguinetti concentraron a poco más de 40.000 partidarios en su mitin final; el cierre de campaña frenteamplista fue una apoteosis, impecablemente organizada, sobre la que dar cifra de asistentes resulta imposible y, además, innecesario. Kilómetros de avenida en los aledaños del Congreso quedaron abarrotados por no menos de 400.000 personas (la población de Montevideo no alcanza el millón y medio de habitantes) en su mayoría de condición joven y humilde, que encendieron mecheros y fósforos en una luminaria fantasmagórica para que desde la presidencia del acto pudiera observarse en la lejanía el remoto final de la concentración.De entre las representaciones extranjeras asistentes al acto frenteamplista se hizo subir a la tribuna al actor español Juan Diego, quien entregó al candidato presidencial Juan Crottogini dos banderas, española y uruguaya, firmadas por intelectuales y políticos españoles. Otro tanto se hizo en otros mítines con los dirigentes de los otros tres partidos principales. Juan Diego, desde la tribuna de oradores, arrojó sobre la multitud cientos de pasquines con las dos banderas.

El actor español, junto con una comisión de artistas uruguayos, se desplazó a Montevideo para la creación de una Casa de Cultura José Bergamín gemela a la que ya existe en Madrid, y que propiciará el mutuo conocimiento entre los dos países.

Arana, candidato a la alcaldía de Montevideo; Crottogini, aspirante a la presidencia, y Seregni, presidente del Frente Amplio, se dirigieron a la multitud con discursos tranquilos y exentos de ataques al resto de las, fuerzas políticas, sólo ligeramente críticos o irónicos hacia la dictadura militar saliente. Líber Seregni, explícitamente, se negó a replicar a la campaña colorada que reputa al Frente de caballo de Troya del más dogmático y ortodoxo comunismo.

La afirmación televisiva del general Seregni de que si la democracia es el Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, Cuba puede considerarse como tal, ha sido exprimida hasta la última gota por la derecha colorada. En la noche y hasta altas horas de la madrugada, el centro montevideano fue pacífica y alborotadamente ocupado por miles de frenteamplistas, armados de banderas, tambores, timbales, maracas, bailando y cantando candombe entre las caravanas de automóviles que resonaban sus bocinas, celebrando anticipadamente su previsible triunfo por la alcaldía de la capital y hasta soñando con una victoria a escala nacional.

En el mitin colorado, su líder mayoritario, Sanguinetti, y el resto de los oradores pusieron énfasis en distanciarse del régimen militar para contrarrestar las acusaciones de continuismo que se les hace desde la mayoría blanca. La escasa asistencia no debe mover a conclusiones erróneas, por cuanto los militantes colorados, tradicionalmente, no acuden a sus propios mítines ni aun cuando se celebren bajo su balcón. Pero votan.

Por lo demás, ha trascendido que el líder blanco Wilson Ferreira podría ser puesto en libertad sin cargos el próximo lunes o el martes, una vez que la Suprema Corte de Justicia se haya terminado de pronunciar sobre la nulidad del procesamiento.

Desde su celda, en un acuartelamiento a 200 kilómetros de Montevideo, se ha dirigido a sus seguidores por escrito, dándoles ánimos, asegurándoles el triunfo mañana en las urnas y respaldando plenamente a su vicario, el abogado Alberto Zumarán.

22/11/84

Montevideo o la ceremonia de la confusión (22-11-1984)

Las dos grandes fuerzas políticas uruguayas son el Partido Colorado y el Partido Nacional (Blanco). Tienen su origen en las luchas decimonónicas rioplatenses entre unitarios y federales, y deben su nombre al color de las escarapelas con que se distinguían en las batallas. Diferenciarlos con esquemas europeos es una labor ardua, pero cabría singularizarlos de la siguiente manera: los colorados son, históricamente, el partido de la pequeña burguesía ilustrada montevideana, suavemente progresistas, ligeramente estatalizadores, más vinculados a Brasil que a Argentina y con fuerte influencia de la comunidad de origen italiano. Los blancos son tradicionalmente influyentes en el interior rural del país, conservadores sin llegar a ser oligárquicos, en buenas relaciones con los estancieros de la otra orilla del río de la Plata y con buen arraigo entre la comunidad de origen español. Ahora, tras 11 años de dictadura, la tradición histórica está trastocada y, añadido ello a la presencia del Frente Amplio y a una endiablada ley electoral, se comprende la ceremonia de la confusión a que asiste el electorado.

Los dos grandes grupos se han venido repartiendo más del 80% del electorado, con el Partido Colorado como hegemónico. Éste gobernó el país 96 años consecutivos, hasta 1958, en que las elecciones fueron ganadas por los blancos, reelectos en 1966. Pero, aun así, durante aquellos dos períodos presidenciales blancos el país estuvo dirigido por un Consejo Nacional de Gobierno en el que tenía asiento proporcional la oposición. Así, los blancos han gobernado poco y jamás en solitario. En una extrapolación forzada se puede equiparar ablancos y colorados con republicanos y demócratas en Estados Unidos o con conservadores y laboristas en el Reino Unido. Pero la primera distorsión de la política uruguaya con la que tropezarán los electores del domingo reside en que el Partido Blanco ha girado sobre su izquierda, acorralando a los colorados contra su propia derecha.

Wilson, Ferreira Aldunate, ahora proscrito y en prisión, líder de la mayoría blanca, perdió frente a los colorados las últimas elecciones democráticas (1971) por 12.000 votos, y las impugnó por, fraude en el recuento. Tras el golpe de 1973, se exilió en Buenos Aires; tres años después, agentes uruguayos, con la complicidad de la dictadura argentina, asesinaban en la capital del Plata al senador Zelmar Michelini y al ex presidente de la asamblea uruguaya Héctor Gutiérrez Ruiz. Wilson salvó su vida milagrosamente -era el principal objetivo de los asesinos- y se instaló en Europa. Se convirtió en el más enérgico debelador de la dictadura y, testificando ante el Congreso estadounidense, logró congelar créditos y armamento para el Ejército uruguayo.

Con su política no pactista, de choque frontal con la dictadura, Wilson, que controla al menos el 80% del Partido Nacional, corrió los esquemas partidarios blancos desde el centro-derecha hasta un acusado centro-izquierda, entrando de lleno en la clientela electoral de los colorados y hasta en la del Frente Amplio, y sembrando no poca confusión en sus propias filas. Ahora, desde una celda militar, se erige en el símbolo de la intransigencia frente a la dictadura.

El Ejército, con los 'colorados'

El coloradismo sufrió una transformación inversa. Los dos últimos Gobiernos colorados de la democracia uruguaya -Jorge Pacheco Areco y Juan María Bordaberry- precipitaron al paisito en el golpe de Estado, y bajo la dictadura, el líder de la mayoría partidaria Julio María Sanguinetti dirigió una estrategia de pactos y concesiones hacia los militares para recuperar la democracia. Logré al menos que su partido llegara a estas elecciones indemne y sin proscritos, pero tuvo que sufrir una pérdida de clientela entre la juventud y por su izquierda hacia el Frente Amplio y el Partido Nacional. En esta campaña electoral, Sanguinetti, acusado de pactista y continuista, se ha rendido a la evidencia de los hechos y se ha lanzado abiertamente a la captura del voto conservador; el Partido Colorado, que de la mano de José Battlle convirtió al país en la Suiza de América a comienzos de siglo, aparece ahora como un partido de la derecha tradicional con fuertes ingredientes reaccionarios. Tiene asegurado el voto militar.

Pero no son sólo los trastornos de identidad de los dos grandes partidos los que confunden al electorado uruguayo. La aparición en 1971 de la coalición de izquierdas Frente Amplio, liderada por, el general Líber Seregni (18% de los votos en aquella elección), amenazaba seriamente con romper el esquema bipartidista, agotado por la frustrante y monótona sucesión de Gobiernos colorados y oposición blanca. Ahora, con el evidente crecimiento del Frente, aquella amenaza es una realidad.

El complejo sistema electoral

El Frente Amplio se cobija legalmente en la infernal ley electoral uruguaya, bajo los lemas del Partido Demócrata Cristiano (PDC), insólitos demócratacristianos que creyeron y aplican las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Junto al PDC forman el frente el Partido Comunista (prohibido; concurre a la elección con el nombre Democracia Avanzada), el Partido Socialista, la Izquierda Democrática Independiente (a la izquierda del PS), la Lista 99 (la escisión delcoloradismo que capitaneara el asesinado Zelmar Michelini) y una galaxia de grupos, grupúsculos e independientes a título individual: lo que en Uruguay llaman la colcha de retazos.

La votación que reciba el Frente Amplio según sus distintos sectores despierta tanto interés como la elección nacional. En Uruguay rige el doble voto simultáneo, por el que los electores votan no sólo por un partido, sino por cualquiera de las distintas fracciones que lo integran. Los blancos presentan tres listas, la mayoritaria encabezada por Alberto Zumarán, vicario de Wilson Ferreira; los colorados, la mayoritaria de Sanguinetti y la ultraderechista del ex presidente Pacheco Areco; el Frente sólo presenta una candidatura presidencial -el ginecólogo Juan Crottogini, independiente, candidato a la vicepresidencia con Seregni en 1971 y ahora su vicario, al permanecer proscrito el general-, pero se puede votar al candidato desde las listas de cualquiera de los partidos del Frente. No se puede cruzar las listas; se comienza votando por un partido y debe seguirse votando dentro de él al presidente, diputados, senadores, intendentes y ediles. No cabe, por ejemplo, votar al candidato presidencial blanco y al candidato frenteamplista a la alcaldía de Montevideo, cruce que, sin duda, daría la victoria nacional a los primeros. Además, la fracción que dentro de cada partido recaba más votos suma los de las fracciones minoritarias. Esto explica que en 1971 Ferreira fuera el candidato presidencial más votado y, sin embargo, perdiera las elecciones.

Por ello es de vital importancia para la vida partidaria la batalla dentro del Frente Amplio entre los comunistas de Democracia Avanzada, el Partido Socialista -marxista, de cuyo seno nacieron los tupamaros- y laLista 99, las tres fuerzas mayoritarias. Si la fracción más votada es Democracia Avanzada, el Partido Comunista uruguayo -el segundo, tras el chileno, en América Latina, y dirigido por la cabeza más prestigiosa del comunismo suramericano, Rodney Arismendi- orientará sin duda los destinos frenteamplistas y los de una minoría parlamentaria que le permitirá decidir en la política nacional ante el seguro empate legislativo entre colorados y blancos.

En una sociedad envejecida como la uruguaya, poblada por funcionarios y clases pasivas, es imposible pensar en un triunfo nacionalfrenteamplista, pero sí en su ascenso al papel de minoría decisoria en las Cámaras y en su triunfo por la alcaldía montevideana

Finalmente, a las proscripciones, a los 600.000 jóvenes que votarán por primera vez, al numeroso exilio que no puede votar, a la endemoniada ley electoral de doble voto simultáneo, al trastocamiento de los papeles tradicionales de los dos grandes partidos, se suma la intención confesa del Partido Blanco de gobernar un provisoriato en caso de triunfo nacional. En ese caso, arrojarían al excusado el pacto del Club Naval, suscrito entre los militares y colorados, frenteamplistas y la diminuta Unión Cívica (democracia cristiana conservadora), que establece la creación de un Consejo de Seguridad Nacional permanente, en el que se sentarán los comandantes de las tres armas, el estado de insurrección, y por el que los ascensos militares serán exclusivamente administrados por los propios uniformados, a más de otras garantías y cautelas. El provisoriato convocaría elecciones sin prescripción alguna, a la mayor brevedad posible, para que Ferreira Aldunate y el general Seregni pudieran encabezar abiertamente sus propias formaciones.

21/11/84

El 'paisito', en libertad condicional (21-11-1984)

Los uruguayos acuden el próximo domingo a las urnas para elegir a su presidente, a sus parlamentarios y a sus alcaldes, por primera vez desde 1971 y tras 11 años de dictadura militar. Entre los nueve candidatos a la presidencia de la República Oriental del Uruguay, sólo tres cuentan con posibilidades de lograrla: Julio Sanguinetti, por el Partido Colorado; Alberto Zumarán, por el Partido Blanco, y Juan Crottogini, por la coalición izquierdista del Frente Amplio. En los comicios destacan las ausencias de figuras políticas como el blanco Wilson Ferreira y el frenteamplista Líber Seregni.

Los militares uruguayos podrían llegar a inspirar cierta ternura de no ser por la sangre derramada, los sufrimientos, la ruina económica y el tiempo perdido. Dueños prepotentes de una llanura de 170.000 kilómetros cuadrados, apenas poblada por dos millones y medio de habitantes, y desplegando unas fuerzas armadas profesionales de 68.000 hombres, con más coroneles que cabos y más generales -proporcionalmente- que Estados Unidos, no han hecho otra cosa en los últimos 12 años que perder todas su batallas interiores.Instalaron en el país -en el paisito- una de las dictaduras menos sangrientas, pero más obtusas, del Cono Sur, cimentada en policías, confidentes, rencores, mezquindades, ciudadanos de primera, segunda y tercera categorías, según su fiabilidad política, represalias laborales contra los desafectos" pago de la estancia en la cárcel por los presos políticos, crueldad penitenciaria consideración de los presos como rehenes del Estado, asesinato de exiliados en la otra orilla del río de la Plata, control generalizado del correo y del teléfono y una censura de Prensa que en algún morriento llegó al absurdo de prohibir la difusión de información política nacional.

No obstante, en un caso sin precedentes en la historia de las dictaduras, los militares uruguayos patrocinaron un plebiscito y unos comicios partidarios, y perdieron ambos. En 1980, convocaron un referéndum para modificar la Constitución y establecer una democracia tutelada. Votó el 85% del electorado y un 58% de los sufragios emitidos lo fueron contra el proyecto. Dos años después convocaron elecciones internas en los tres partidos tolerados -Colorado, Nacional (Blanco) y Unión Cívica (derecha de la democracia cristiana)-, para ver cómo quedaban estrepitosamente derrotados los candidatos oficialistas a manos de la oposición frontal al régimen.

Preocupados por una Administración urbana demostrativa y detallista, a la postre muy femenina, de continuas inauguraciones de placitas, jardincillos, fuentes y monumentos, los uniformados erigieron en la plaza montevideana del Ejército un descomunal monolito cuya cima recordaba sospechosamente a un falo. A la mañana siguiente fue preciso colocar guardia armada al monumento, mientras cuadrillas de obreros rascaban con arena la gran pintada: "Esta es la pija que los militares le metieron al pueblo". Poco después inauguraron un costoso monumento a la bandera, en cuyo mástil izaron una gigantesca enseña especialmente fabricada en el Reino Unido por una acreditada firma de velámenes, que flameaba a la menor brisa. Al día siguiente les habían robado la bandera.

Con una deuda externa de cerca de 6.000 millones de dólares (las exportaciones, a la baja, apenas superan losI.000 millones de dólares anuales), visiblemente empobrecido el país incluso en el centro montevideano, y convencidos los militares, al fin, de que el pueblo uruguayo, muy civilizado y culto, no entiende otra forma de gobierno que la democracia por sufragio universal, la dictadura se retira.

Problemas para el futuro

Los militares, en vez de establecer con los partidos políticos un acuerdo para preservar su impunidad (sólo hay 17 desaparecidos y los asesinatos dentro y fuera del país y los homicidios en los penales y centros de tortura costará probarlos judicialmente), han organizado unas elecciones sembradas de trampas inútiles y problemas gravísimos para el inmediato futuro democrático.

Así, a los comicios del próximo domingo no concurre el Partido Comunista con su propio nombre, al estar proscrito, aunque lo hace bajo el lema de Democracia Avanzada; su secretario general, Rodney Arismendi, que acaba de poner fin a su exilio en Moscú, tampoco puede ser candidato. El general Líber Seregni, presidente del Frente Amplio (Democracia Avanzada, Partido Socialista, Izquierda Democrática Independiente, Partido Demócrata Cristiano y Lista 99, una escisión por la izquierda de los colorados), no puede optar a la candidatura presidencial y le representa el ginecólogo Juan Crottogini, su compañero de fórmula en las elecciones de 1981. Wilson Ferreira Aldunate,jefe de la Mayoría Nacional o blanca, continúa preso en un cuartel a 200 kilómetros de Montevideo, esperando la nulidad de su procesamiento por presunta traición a la patria. Su vicario electoral es un oscuro hacendado -Alberto Zumarán-, llamado a desempeñar el papel que Héctor Cámpora jugó en Argentina respecto a Juan Domingo Perón en caso de triunfo electoral blanco, con la previsible convocatoria de unas nuevas elecciones verdaderamente libres.

694 presos políticos

Miles de partidarios del Frente Amplio permanecen políticamente proscritos y no pueden ser candidatos (sólo el Partido Colorado de Julio María Sanguinetti no ha sufrido trabas electorales: su persona y su partido son los preferidos de la dictadura en su condición de lo menos malo) y al menos 3.000 exiliados no pueden votar al estar reclamados por la supuesta comisión de delitos por convicción. Los militares se han negado a decretar una amnistía y han accedido sólo a liberar a 411 presos políticos con la mitad de la pena cumplida. En prisión quedan 694, entre ellos el legendario fundador de los tupamaros, Raúl Sendic. De las tres grandes figuras de la política uruguaya -Sanguinetti, Ferreira y Seregni-, dos no pueden ser elegidos y están representados porvicarios. El futuro embrollo es seguro.

Sin embargo, todas las precauciones anteriores no satisfacen la cicatería y medrosidad militares. Hace tres meses, en el Club Naval de Montevideo, la dictadura saliente impuso a los partidos Colorado, Frente Amplio y Unión Cívica -el Partido Nacional no participó de las conversaciones y hasta se retiró de la Multipartidaria tras la detención de Wilson Ferreira al regresar al país el 6 de junio- un pacto de cinco puntos previo a la convocatoria electoral: constitución de un Consejo de Seguridad Nacional en el que participen los militares, en minoría, junto a las autoridades civiles; control militar de los ascensos hasta marzo de 1986; creación de la figura jurídica del estado de insurrección; vigencia de todos los decretos de la dictadura hasta que sean aprobados o rechazados por plebiscito en noviembre de 1985; y mantenimiento de la proscripción de Ferreira, Seregni y el Partido Comunista hasta el 1 de marzo de 1985, fecha de la entrega del poder a las autoridades electas.

Por lo demás, Montevideo es una fiesta de pasquines, mítines, marchas y cánticos bufos contra el presidente, general Gregorio Goyo Álvarez, sin que la gendarmería se moleste en dar un palo al agua. La izquierda levanta libremente el puño y se denuncia por radio y televisión el pacto del Club Naval. El paisito camina hacia su libertad condicional.

19/11/84

El mago de Oz (19-11-1984)

A comienzos de 1983 corrió el rumor por Buenos Aires de que la cabeza disecada de la jirafa Carolina colgaba de las paredes de la lujosa residencia de José Alfredo Martínez de Hoz, en el exclusivo edificio Cavanagh, primer rascacielos levantado en la ciudad rioplatense.Carolina había muerto tres años antes en el zoo de La Plata, la capital bonaerense, y había sido la adoración de los niños de la provincia. Tal era así que la dirección del zoo exhumó los restos de la jirafa comprobando estupefactos que, efectivamente, le faltaba la cabeza. La esposa de Martínez de Hoz terminó viéndose obligada a escribir una ácida carta al director de La Nación, asegurando que a su marido podrían culparle de muchas cosas, pero no de haber decapitado aCarolina.Meses después, José Alfredo Martínez de Hoz era reconocido en los salones del aeropuerto internacional de Ezeiza, dispuesto a abordar un vuelo al exterior. Parte del público comenzó a increparle y otros corrieron a su encuentro con los brazos abiertos y los puños cerrados; el todopoderoso ex ministro de la dictadura sólo pudo escapar de sus compatriotas refugiándose en la comisaría de la terminal aérea. A su regreso de aquel viaje, el director del hipódromo porteño de Palermo le expulsó físicamente del recinto bajo excusa de preservar el orden público. Comenzaba a ser un apestado en su propia nación.

José Alfredo Martínez de Hoz, alias Joe por el apodo que le puso en su infancia su nanny inglesa, desciende de una familia de ricos hacendados con extensos campos en Necochea, en la mejor pampa húmeda de la provincia de Buenos Aires. Estudió Derecho y amplió estudios en Cambridge antes de desposar a Elvira Bullrith, heredera de la más exquisita casa de subastas de Buenos Aires y dueña también de una considerable fortuna personal. El matrimonio tiene dos hijos -un teniente y un abogado- y una hija.

Inició su aproximación a la política como interventor de la provincia de Salta, para centrarse posteriormente en los negocios como presidente de Acyndar, la primera acería del país y de la compañía Ítalo, propiedad de la banca suiza y única empresa de electricidad aún no nacionalizada. Su bufete era uno de los más prósperos de Argentina y Joe, hombre austero -úlcera duodenal- y de comunión dominical, frenaba sus pasiones en la cría de potros criollos en sus campos, las carreras de caballos, el polo y los safaris africanos. Un representante, en suma, de la clase paqueta (linda, rica, elegante) argentina, pero nada más.

Amigos del colegio

Su condición social y su especialización económica le llevaron a aceptar un puesto de profesor de Economía en el Colegio Militar de Argentina. Así, el teniente general Videla y el almirante Emilio Eduardo Massera sabían bien a quien llamaban cuando en los meses inmediatamente anteriores al golpe de Estado de marzo de 1976 que derrocó el Gobierno constitucional de Isabelita Perón, le hicieron regresar de un safari africano.En un apartamento propiedad de Massera le explicaron que se iba a producir un cambio político inspirado genéricamente en la filosofía del pensador español Julián Marías, muy conocido en algunos círculos intelectuales argentinos, y que él debería desarrollar la política económica de lo que habría de denominarse proceso de reorganización nacional. Fue ministro de Economía de la dictadura desde 1976 a 1981, el de más prolongado mandato en 50 años de, historia argentina. Su gestión merecerá extensos capítulos en los ensayos que economistas de medio mundo preparan ahora en Buenos Aires sobre los orígenes de una inflación, sostenida, por encima del 600% anual.

Flaco, con rostro de ave, orejas exageradamente separadas, dotado de una voz perfectamente modulada, se rodeó de una corte de Chicago boys, que trabajaban 16 horas diarias, sólo interrumpidas por breves colaciones y un partido de tenis, para aplicar en Argentina el modelo monetarista diseñado por Milton Friedman y la Escuela de Chicago.

Elaboró un plan en tres etapas: mayor caracterización del país como mero productor de materias primas alimentarias para el Occidente industrializado; adquisición masiva en el exterior de tecnología de punta y bienes de equipo admitiendo el endeudamiento ilimitado, y, finalmente, relanzamiento industrial con no más allá de un 50% de inflación anual. Sobreevaluó la moneda y los argentinos podían adquirir un dólar con 200 pesos (dos centavos en la actualidad) y el billete estrecho y verde podía comprarse sin limitaciones y entrar o salir libremente del país. Llegó a rebajar la inflación hasta un 6% mensual pero su particular reconversión industrial de caballo, antes propia de un ministro de Economía afgano que de un atildado licenciado de Cambridge, sumió a la República en unos años mágicos, irreales, conocidos como la "era de la plata dulce".

Tan preocupado por la producción agropecuaria -a la postre él es un hacendado-, Joe Martínez de Hoz tuvo que observar cómo quebraban las fábricas argentinas de maquinaria agrícola ante la importación masiva de trabajo mecánico; pequeños y hasta medianos industriales -y por supuesto también terratenientes- vendieron sus negocios, sus fábricas o sus predios y con las maletas repletas de pesos acudieron a los bancos a comprar miles o millones de dólares, que engrosaron los circuitos de especulación financiera o fueron depositados en el exterior.

Con el aval del Estado se solicitaron ingentes créditos internacionales que, en no pocas ocasiones, jamás llegaban a entrar en Argentina. Surgieron bancos como las setas en un pinar tras una manta de lluvia. Necesitados de liquidez para mantener en pie la bicicleta financiera, los bancos ofrecian mtereses de hasta un 120% mensual.

La consigna popular del avivado porteño consistió en que no era necesario trabajar: el dinero trabajaba por uno. Los pesos se pasaban a dólares, los dólares se pasaban a bonos o se invertían a plazo fijo de una semana, la City de Buenos Aires se cubrió con una espesa telaraña de cables telefónicos punta-punta para negociar privadamente la cotizacióry de las monedas y los valores.

Las mesas de dinero comenzaban a echar humo y hasta los pensionistas dejaron de desmigar pan a las palomas para escrutar en los paneles bancarios la cotización de las divisas y las imposiciones. Joe ilustraba aquel mercado persa financiero con comparecencias televisivas de hasta tres horas perorando crípticamente sobre su recetario. Los argentinos no directamente especulativos se lanzaron a recorrer el mundo con su dólar barato en los bolsillos y, aun cuando la porteña calle Florida parecía puerto franco, compraron bienes en el exterior hasta ser mundialmente conocidos como démedos: todo lo adquirían por duplicado y los vuelos procedentes de Miami llegaban a Ezeiza con las bodegas cargadas hasta de inodoros. "Al menos he conseguido que los argentinos conozcan el mundo", replicó Martínez de Hoz a un compatriota que le reprochaba su gestión en un aeropuerto europeo.

Antes de ser sustituido procedió a una devaluación del peso, pero ya la economía de la nación había entrado en un picado en barrena contra el que todavía lucha desesperada e infructuosamente el Gobierno democrático. Pero no todo el desastre podía ser achacable al iluminismo económico de Joe y sus Chicago boys, por lo demás reconocidos como hombres de afilado talento. Un cierto olor a podrido impregnaba las relaciones de Martínez de Hoz y su equipo económico (Joe cerró en 1980 el monumental teatro Colón para dar un cóctel a David Rockefeller, de quien era íntimo y a quien tuteaba) con la banca acreedora de Argentina.

Una comisión parlamentaria presidida por el diputado radical Tello Rosas fue constituida para investigar la guerra sucia económica y comenzaron a desenredar la madeja tirando del hilo del caso Italo: la compañía suiza de electricidad que fue presidida por Martínez de Hoz. Valorada inicialmente en 80 millones de dólares, fue adquirida en 1978 por el Estado en 400 millones. Joe intervino personalmente en las negociaciones de compra.

Pruebas de peso

La comisión parlamentaria allanó el bufete de Guillermo Walter Klein -asociado a un hijo de Joe que fuera subsecretario de Planificación Económica y mano derecha de Martínez de Hoz-. En una habitación blindada encontraron manuales sobre cómo llevar a la quiebra o absorber una empresa industrial, informes militares sobre la guerra antisubversiva firmados por el procesado general Ramón Camps -carnicero de Buenos Aires- y copias de télex a la banca internacional facilitando información reservada sobre futuras decisiones (del Banco Central.La segunda declaración de Joe ante la Cámara tenía que dar con sus delgados huesos en la cárcel, ante los abrumadores. indicios de prevaricación acumulados contra él. Sin embargo, José Alfredo Martínez de Hoz fue puesto en libertad sin procesamiento el sábado por el juez Néstor Blondi.

En la cárcel, otros le han precedido, como el brigadier Cacciatore, que desfondó las arcas de Buenos Aires como intendente de la ciudad, pues el último director de Aduanas de la dictadura era, precisamente, un avezado contrabandista; otros le sucederán, como sus principales colaboradores, encabezados por Walter Klein, a más de las responsabilidades que recaigan sobre las juntas militares ya procesadas por delitos contra la humanidad.

En las primeras semanas de la democracia argentina la clase política especuló seriamente con la necesidad de llevar adelante un juicio político y parlamentario a los funcionarios civiles que arruinaron al país. Les hubieran hecho un honor.

A inedida que se ha levantado un poco el pico de la alfombra sólo se ha tenido que llamar a los guardias. En la contabilidad de la dictadura militar no está claro ni lo de la jirafa Carolina.

18/11/84

Los partidos uruguayos firman una concertación democrática (18-11-1984)

Los candidatos para la presidencia y la vicepresidencia de las cuatro principales agrupaciones políticas de Uruguay firmaron conjuntamente una Concertación Nacional Programática (CONAPRO) sobre temas generales que afectarán al futuro Gobierno democrático.

Los firmantes -partidos Colorado y Blanco, Frente Amplio y Unión Cívica, (escisión por la derecha del Partido Demócrata Cristiano, integrante del Frente)- alcanzaron acuerdos en materia de restablecimiento de todas las libertades, retorno de exiliados, vigencia de los derechos humanos, levantamiento de proscripciones, política de vivienda y salud, autonomía de la universidad e independencia del poder judicial.

No alcanzaron consenso, y así lo exponen en el documento, sobre la organización legal de la educación general, la futura legislación sobre relaciones laborales, la ley de seguridad del Estado y la amnistía para presos políticos. Sobre este último punto, blancos y frentistas son partidarios de una amnistía inmediata e irrestricta, mientras quecolorados y miembros de la Unión Cívica optan por una amnistía limitada completada posteriormente con indultos individuales y libertades anticipadas.

En cualquier caso es voluntad de los partidos firmantes la institucionalización de la CONAPRO, gane quien gane los comicios del 25 de noviembre, para dar solidez legislativa al primer Gobierno democrático.

Pese a los correosos ataques mutuos, el diario El día, portavoz del Partido Colorado, publicó ayer un editorial que denuncia el carácter meramente político de la detención del líder blanco Wilson Ferreira. La noche anterior al menos 60.000 personas recorrieron la Avenida 18 de julio hasta el obelisco montevideano clamando por la libertad de Ferreira y de todos los presos políticos.

En tanto, a cinco días del fin de la campaña electoral, arrecian los ataques contra el Partido Comunista, integrante del Frente Amplio, en un intento de alarmar al electorado ante una supuesta e inminente sovietización del país. Rodney Arismendi, secretario general del PCU, que acaba de regresar de su exilio en la Unión Soviética, adonde fue deportado por la dictadura en 1975, está siendo acusado de salvar la vida por haber entregado a los militares los archivos de su partido.

El PC uruguayo niega categóricamente estas acusaciones. Lo cierto es que la embajada soviética en Montevideo exigió en su día el buen trato y la liberación de Arismendi, con el sólido argumento de que es la URSS el principal comprador de la lana uruguaya.

Los máximos mandos del Ejército de Tierra de Uruguay han consultado a los coroneles en actividad su opinión acerca de las responsabilidades castrenses durante la dictadura y la estrategia corporativa a seguir en el futuro.

Los coroneles declinaron pronunciarse como colectivo y, a título individual, coincidieron en que la responsabilidad en cualquiera de los hechos ocurridos correspondería a quien dio entonces las órdenes y no a ellos, que por ocupar grados inferiores no fueron consultados.

17/11/84

El dirigente 'blanco' uruguayo Wilson Ferreira cumple cinco meses en prisión (17-11-1984)

Wilson Ferreira, dirigente del Partido Nacional o Blanco uruguayo, cumplió ayer cinco meses en prisión. Ferreira fue detenido el 16 de junio, en Montevideo, al regresar a su país tras 11 años de exilio. El equipo de abogados que vela por él -que incluye al ex presidente del Gobierno español Adolfo Suárez, expulsado recientemente del país- alberga pocas esperanzas de que el dirigente blanco sea puesto en libertad antes de la jornada electoral del 25 de noviembre.

El comandante del acuartelamiento de Trinidad, a 200 kilómetros de Montevideo -donde Ferreira se encuentra recluido-, decidió celebrar la fecha pasando una factura a la familia de 18.000 pesos (unas 60.000 pesetas) por la manutención del detenido, alegando carecer de fondos en su cuartel para seguir alimentándole.

No se trata de una broma, dado que la sugestiva legislación penitenciaria de la dictadura obliga a los presos a sufragar todos los gastos de su estancia en la cárcel. No obstante, la familia y sus abogados han rechazado la factura alegando que Ferreira aún no ha sido juzgado y menos condenado por sentencia firme. El Estado Mayor del Ejército tendrá así que habilitar una partida especial para las tres comidas diarias de Ferreira.

Pasada su causa de la jurisdicción militar a la Corte Suprema de Justicia, siete magistrados deberán pronunciarse sobre la nulidad del proceso, al haberse iniciado éste estando Ferreira fuera del país, o por la revocación del mismo. El propio presidente de la Corte Suprema, Juan Silva, duda de que Wilson Ferreira pueda ser liberado antes de los comicios.

La liberación del líder blanco es un asunto político, y se está tratando como tal. Su aparición en el último tramo de la campaña electoral le garantizaría los votos necesarios para que su partido quedara el segundo en Montevideo, tras el Frente Amplio.

16/11/84

Masivo regreso a Uruguay de los exiliados (16-11-1984)

Los vuelos internacionales que aterrizan en el aeropuerto montevideano de Carrasco no tienen una sola plaza libre; el exilio político y económico está regresando masivamente a la República Oriental de Uruguay para votar en las elecciones municipales, legislativas y presidenciales del domingo 25 de noviembre, las primeras en 13 años. Puede afirmarse que el transporte público entre Argentina y Uruguay estará congestionado hasta después de estos comicios, que pondrán fin a 11 años de dictadura militar.

Medio millón de uruguayos trabajan en Argentina y han recibido del Gobierno de Raúl Alfonsín tres días de vacaciones para poder votar en su país. Es ya imposible reservar un billete aéreo para sobrevolar el río de la Plata o conseguir pasaje en los autocares que cruzan la frontera del río Uruguay por el norte o en los hidrodeslizadores y vapores que unen Buenos Aires y Montevideo.Alrededor de 3.000 uruguayos exiliados aún permanecen, sin embargo, reclamados por los jueces de la dictadura y deberán aplazar su retorno. A 15 días de las elecciones democráticas otros 4.000 uruguayos tienen presentadas en el consulado argentino en Montevideo sus solicitudes de permiso de trabajo La dictadura terminó de quebrar al paisito y la democracia vendrá vestida de harapos.

Montevideo ha cambiado su apagada fisonomía y vive su fiesta electoral en un ambiente relajado que exige caminatas y esfuerzos visuales para descubrir algún piquete de la policía de choque. En un alarde de pulcritud urbana no se advierte una sola pintada en las paredes. De miles de balcones cuelgan las enseñas y pancartas de cada partido -con lo que cada inquilino identifica su voto- y los árboles añosos aparecen acribillados de emblemas y pegatinas.

Orden asegurado

El orden público parece asegurado, con las excepciones de un supuesto intento de atentado contra Alberto Sáenz de Zumaran, sustituto en la elección presidencial del detenido dirigente del partido blanco Wilson Ferreira Aldunate, y el ametralla miento hace dos noches de una sede del Frente Amplio. Como antaño hiciera Felipe González en España, los dirigentes blancos hacen su campaña en un autobús.Analizando con infinita precaución interesadas encuestas, puede asegurarse que el Frente Amplio -coalición de izquierda, democristianos e independientes, encabezada por el general Líber Seregni- obtendrá la alcaldía de Montevideo, donde habita la mitad de la nación. La elección presidencial será reñidísima entre los colorados capitaneados por Julio María Sanguinetti y los blancos de Wilson Ferreira, aún en prisión. Que líderes como Seregni y Ferreira tengan que concurrir a los comicios mediante testaferros enturbiará la elección, y aun más si ésta es ganada por losblancos, que ya hablan de un provisoriato en caso de triunfo y nueva convocatoria electoral antes de un año para sentar en la presidencia a Wilson Ferreira.

11/11/84

El silencio cómplice de la lglesia argentina (11-11-1984)

En junio de 1976, dos policías arrestaron en su domicilio de Chamical, en la provincia de La Rioja, al pie de los Andes, a los sacerdotes Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias, so pretexto de trasladarlos a la capital provincial para un interrogatorio de rutina. Veinticuatro horas después, los cadáveres de ambos clérigos, zurzidos a balazos, fueron encontrados por un piquete ferroviario en la cuneta de la línea férrea. Durante los cuatro meses anteriores, el padre José Tedeschi fue secuestrado, torturado y baleado: su cadáver fue arrojado a un basurero. El padre Francisco Soares y su hermano -inválido- fueron tiroteados y muertos mientras oraban en su capilla. Posteriormente, cinco sacerdotes irlandeses recibieron fuego de ametralladora en sus camastros mientras dormían en una sacristía rural; ninguno sobrevivió, y los asesinos escribieron en las paredes del matadero leyendas acusatorias de corromper el espíritu de la juventud.

Monseñor Carletti, tras el asesinato de Longueville y Dios Murias, protestó enérgica y públicamente al Gobierno, que adujo no haber ordenado a ningún servicio de seguridad el allanamiento de la parroquia de Chamical. El prelado abandonó su sede episcopal instalándose en Chamical y oficiando diariamente la misa de sus pastores asesinados. El 4 de agosto, el obispo, indignado ante la pasividad gubernamental, decide regresar a La Rioja con una amenaza en la mano: dará los nombres de quienes ordenaron el crimen, de cuya responsabilidad tiene certeza moral, desde el púlpito de la catedral riojana. Cometió el error de viajar solo.

Su automóvil jamás llegó a La Rioja. En un tramo de las soledades preandinas, según la versión policial, reventó una rueda, derrapó el coche y el monseñor fue des pedido a través del parabrisas, falleciendo en el acto. Todos los que observaron el automóvil accidentado testificaron que las cuatro ruedas estaban intactas, y la monja que lavó y amortajó el cuerpo del obispo aseguró que no tenía un rasguño en el rostro. Diez obispos y 6.000 fieles celebraron sus exequias, dándose por bueno el atestado policial. Hoy, los nombres de sus presuntos asesinos figuran en el informe Sábato como sospechosos de aquel asesinato en el camino a la catedral.

Aquél fue el más alto y sangriento momento de la Iglesia católica argentina durante los siete ominosos años de la dictadura militar. Junto a la breve nómina de sacerdotes asesinados como el obispo Carletti, sólo Jaime de Nevares, obispo de Neuquen, en el suroeste del país, presidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, y monseñor Miguel Esteban Hesayne, obispo de Viedma, en Río Negro, levantaron sistemáticamente sus voces para intentar detener el terrorismo del Estado y despertar de su letargo a sus compañeros de curia. Monseñor Hesayne llegó a escribir oficialmente a la Conferencia Episcopal en los siguientes términos: "...sabemos con certeza, como Iglesia, que nuestras Fuerzas Armadas han torturado y hecho desaparecer a nuestros hermanos e hijos en la fe ( ... ). Esas Fuerzas Armadas que detentan el poder y desde cuya cima se dicen católicos. Y la Iglesia los sirve oficialmente a través del vicariato militar...". Fue la propia Conferencia Episcopal -presidida durante la dictadura por el cardenal Primatesta y por monseñor Aramburu, aún en el cargo- la encargada de silenciar la carta del obispo de Viedma.

Tímidas protestas

Otros prelados, como monseñor Novak, obispo de Quilmes y presidente del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, o monseñor Deboto, impulsor de las ligas agrarias en la provincia de Corrientes, ambos pastores progresistas o, si se prefiere, sensibles a la tropelía militar que asolaba el país, sucumbieron moralmente ante el temor o la confusión de sus mentes.

Así las cosas, la publicación de un supuesto listado de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Conadep), que presidió Ernesto Sábato, sobre implicados en la represión -en el que se incluyen los nombres de 15 clérigos encabezados por el ex nuncio de Su Santidad en Buenos Aires, monseñor Pío Laghi, actual nuncio en Washington y uno de los más eminente diplomáticos vaticanos-, ha desatado el escándalo, pero sería exagerado escribir que algún católico argentino se ha rasgado las vestiduras.

Tras la publicación de la lista de la infamia, el Vaticano replicó con rapidez y energía, defendiendo a Pío Laghi; el Gobierno, hondamente preocupado, retrasó tres días su mentís, limitándose a afirmar, por boca del portavoz presidencial, que. la lista en cuestión no era la recibida por Raúl Alfonsín de manos de Ernesto Sábato y todavía mantenida en secreto. El propio Sábato, el pasado jueves, formuló unas prudentes declaraciones en Buenos Aires aclarando que los nombres recogidos por su comisión lo son a título indicativo, mientras la Conferencia Episcopal se ha limitado a un blando rechazo de las imputaciones.

La nómina de 1.351 personas supuestamente vinculadas en mayor o menor medida a la guerra sucia contra el terrorismo de izquierdas fue publicada esta semana por la revista porteña El Periodista, de Buenos Aires. Según informaciones solventes, la filtración de una cinta de ordenador no se correspondería con la lista finalmente recibida por el presidente Alfonsín, sino con un listado de trabajo del que habrían sido eliminados algunos nombres, como el del ex nuncio, bien por prudencia política y diplomática, bien por la debilidad jurídica de los testimonios en su contra.

El caso es que parece cierto que dos supervivientes del campo clandestino de detención y tortura Ingenio Nueva Baviera, en Tucumán, denunciaron al nuncio como visitante del mismo. En efecto, Pío LaghÍ visitó aquella provincia para saludar a las tropas que en el llamadooperativo Independencia exterminaron la guerrilla rural del trostkista Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), comandada por Roberto Santuchu, a más de torturar, secuestrar o asesinar a muchos ciudadanos pacíficos que no tuvieron otra culpa que la de aparecer en una agenda de teléfonos. Durante los años del terrorismo militar argentino, ser el fontanero o el dentista de un militante subversivo supuso, generalmente, una muerte vil.

Un superviviente del Ingenio Nueva Baviera relató a la Conadep cómo los militares le higienizaron, le afeitaron, le vistieron y le presentaron al nuncio en visita pastoral por.aquellas guarniciones. Delante de Pío Laghi le preguntaron cómo se sentía, y el pobre torturado se hizo lengua! de lo excelentemente que se encontraba y del eximio trato que recibía. En el revuelo de la visita, el nuncio se aproxima al detenido y le susurra al oído si su familia sabe dónde está. El desaparecido le asegura que nadie sabe su paradero, se identifica y le ruega dé recado a su familia de su lugar de detención. Jamás el nuncio cumplió tan elemental y cristiano encargo. La revelación de los detalles de este testimonio no corresponde a ninguna filtración periodística secreta, sino a declaraciones a la Prensa argentina de monseñor De Nevares, obispo de Neuquen y ex miembro de la comisión Sábato.

El fondo de la cuestión

Otro testimonio colateral, no recogido por la Conadep es el de la ciudadana argentina Marta Francese de Bettini, actualmente exiliada en Madrid. En 1976 fue asesinado su hijo de 21 años, y al año siguiente desaparecieron -y continúan desaparecidos- su madre, su marido y su yerno. En 1979 acudió a la Conferencia Episcopal . Latinoamericana que se celebraba en Puebla de los Ángeles (México) e interpeló a monseñor Pío Laghi, solicitando su intercesión ante la dictadura argentina. "Señora", vino a decirla, no son palabras textuales, "sus parientes están muertos, y si no han fallecido se encontrarán tan torturados que jamás se los devolverán. Es imposible hacer algo por ellos".

El actual nuncio de Su Santidad en Washington ha hecho la peor de sus defensas; ha reconocido que, como hombre, fue sujeto del miedo; que siempre atendió a quien acudió a la nunciatura porteña en busca de ayuda, y que incluso transportó en su propio automóvil hasta el aeropuerto internacional de Eceiza a ciudadanos argentinos que deseaban escapar del país. Otras declaraciones en socorro de la caridad cristiana de monseñor Laghi resultan desoladoras: le retratan como un diplomático con los anaqueles de su despacho repletos de informes sobre desaparecidos. Nunca se enfrentó a un hombre de comunión diaria como el teniente general Videla, ni arrojó sobre el tapete la carta de todo el peso del catolicismo en una sociedad como la argentina, en la que los taxistas y camioneros cuelgan un rosario de sus retrovisores: acumuló en su despacho -según sus defensores- la guía telefónica del horror y se revistió de pimpinela escarlata para sacar gente por Eceiza.

Pero una exploración de hemeroteca sobre sus declaraciones durante su nunciatura en Buenos Aires revela una constante equiparación del terrorismo subversivo con el terrorismo de Estado y una abierta justificación de este último como autodefensa de la civilización. No obstante, acaso su supuesto pecado de omisión no sea otra cosa que un reflejo de la estimación mayoritaria de la Iglesia argentina ante el drama nacional. Las madres de la Plaza de Mayo fueron expulsadas de la catedral de Buenos Aires cuando buscaban amparo de la policía y de los grupos de tareas de la Armada o el Ejército. Desde los púlpitos se las reputó de madres de drogadictos y pervertidos. Monseñor Plaza, obispo de La Plata, la capital de la provincia de Buenos Aires, socio político de la extrema política peronista, las tildó de "madres de guerrilleros", e insistió en que en Argentina "no existen víctimas inocentes".Cuando en octubre de 1980 la Academia Noruega otorgó el Premio Nobel de la Paz al fundador del movimiento latinoamericano Paz y Justicia, Adolfo Pérez Esquivel, el estupor de la dictadura argentina sólo se vio aliviado por una noticia de la Agencia de Información Católica Argentina (AICA), directamente dependiente del episcopado, desmintiendo con excesivo y urgente énfasis que la organización de Pérez Esquivel -radicalmente cristiana y católica- tuviera el menor vínculo con la Iglesia.Todos saben la verdad El rosario de ejemplos, no ya de los silencios, sino hasta de las complicidades, resultaría interminable. La sociedad argentina, mayoritariamente católica, no se encuentra precisamente dividida sobre las acusaciones de colaboracionismo que recaen sobre sus pastores. En todo caso, unos estiman que hicieron muy bien con su silencio amparador y otros opinan que aquella autoceguera fue una abyección contraria a las enseñanzas de Cristo. En cualquier caso, no cabe encontrar en el escándalo interesados ingredientes anticatólicos, que aquí de nada servirían. Muy cerca, en la vertiente oriental de la cordillera andina, se advierte el ejemplo de otra Iglesia católica -la chilena- estrecha y peligrosamente comprometida con la defensa de los derechos del hombre.Pero, al contrario que la chilena, la Iglesia argentina, largamente ligada a las oligarquías políticas y económicas, no supo diferenciar a tiempo su avidez de poder e influencia terrenal de una satrapía sangrienta, paranoica y anticristiana. Y así, ahora, los obispos argentinos emiten severos comunicados sobre la infantil pornografía cinematográfica que comienza a invadir las salas porteñas de la calle de Laballe, o sobre el divorcio que se anuncia, o el consumismo en los sex-shops de los viajes de fin de semana a la ciudad brasileña de Uruguayana. Tal como se ven y se vieron las cosas, los argentinos ven y compran lo que quieren, y la futura batalla por el divorcio la tiene perdida la Iglesia de antemano.En noviembre de 1977, sólo al comienzo de la barbaridad que ahora empieza a conocerse, monseñor Vicente Zazpe comentaba a un periodista argentino: "De aquí a un tiempo, cuando todo esto termine, la Iglesia va a estar en la picota". Todo un profeta.