Un helicóptero militar
aguarda, desde la tarde del domingo, en los cuarteles de artillería de
Trinidad, 200 kilómetros al norte de Montevideo, para trasladar a la capital a
Wilson Ferreira, jefe de la mayoría del Partido Blanco. Para ayer se esperaba
que la Suprema Corte de Justicia se pronunciara sobre la liberación del
detenido, 24 horas después de las elecciones y tras cinco meses de prisión
preventiva.Pero la ausencia en los comicios de Wilson Ferreira no explica
completamente su derrota electoral, que adquiere tintes de holocausto ante el
retroceso generalizado de su partido respecto a las elecciones de 1971. El
Partido Blanco ha perdido departamentos históricamente fieles.
El principal error de Wilson
Ferreira, en un camino empedrado de buenas intenciones, ha consistido en
intentar cambiar de caballo en medio del río. Armado con la bandera de un
honesto antimilitarismo y negándose a pactar la democracia con quienes
usurparon el poder y violaron la Constitución, arrastró a la mayoría de su
partido hacia planteamientos próximos a los postulados de la izquierda,
alejándose de sus bases rurales y conservadoras.
El rechazo del pueblo
uruguayo a la Constitución adulterada que los militares plebiscitaron en 1980
llevó a Wilson Ferreira a estimar que la población rechazaría igualmente el
pacto colorado -y del Frente Amplio y la Unión Cívica-
con la dictadura para regresar a la democracia bajo condiciones. Buscando
ampliar su espectro político por la izquierda, perdió votos por su derecha, y
los nuevos e hipotéticos votantes se inclinaron, lógicamente, por el Frente
Amplio. Si hubiera podido dirigirse al país y desarrollar su campaña, acaso
hubiera podido explicar la crisis de identidad de su partido, pero cometió un
último error: regresar demasiado tarde a Uruguay. Los militares han podido
mantenerle cinco meses en prisión, bajo cargos insostenibles, apartándole de la
campaña.
Su conducción política
carismática y personalista, apoyada además fuertemente en su hijo Juan Raúl,
resistirá difícilmente este fracaso electoral. La próxima convención blanca puede terminar en la división del
partido, con una escisión por su derecha. Wilson Ferreira abandonará su cárcel
militar echando chispas y aureolado como mártir electoral. En
el difícil interregno hasta la transmisión de poderes, y después del primero de
marzo, insistirá aún con mayor radicalismo, en denunciar los pactos del Club Naval, firmados con los militares para llevar
a cabo una transición democrática tutelada, y en reclamar la amnistía sin
restricciones que propugna la izquierda.
De Sanguinetti se decía
durante el recuento electoral de la noche del domingo que rezaba para que el
Frente Amplio le arrebatara la alcaldía montevideana. El Frente, poseedor de
una importante cuota de poder en la Administración pública, se habría visto
obligado entonces a cooperar activamente con el Gobierno colorado. Pero esta victoria resulta
preocupante, máxime si se recuerda que la vieja aspiración de Wilson Ferreira
es el pacto entre el Partido Blanco y el Frente Amplio.
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