Llegué a Argentina bajo la
dictadura del Teniente General Bignone cuando aún los Ford Falcón verdes sin
chapa, una partida requisada por militares, policías federales y Triple A, maullaban sus gomas en las esquinas buscando
chupar más gente. El General “Pajarito” Suarez Mason, Comandante del Primer
Cuerpo de Éjercito había huido al profundo sur estadounidense asegurando “ que
no pensaba ser el pato de la boda”; el Presidente del Banco de la Nación se
negaba a regresar desde Washington si la Justicia no retiraba los cargos contra
él; y el feroz Almirante Massera, alias “El Negro”, era enviado a un apostadero naval acusado de
asesinar al marido de su amante, la bella Marta Rodríguez McCormak y el
Director General de Aduanas era enjuiciado por contrabando de camarones con
Uruguay. Era el paisaje después de una batalla. Si nosotros damos manija a una
memoria histórica sobre sucesos ominosos que se iniciaron en 1936 es lógico que
en Argentina las heridas permanezcan aún frescas con desaparecidos que nunca
más aparecerán y hasta el carromato cruel de los niños robados como botín de
guerra. Ello ha afectado a la historiografía reciente del país en la que sólo caben
Ormuz y Ariman, la exacta dicotomía
entre ángeles y demonios ”Violencia política y terrorismo de Estado en
Argentina” ( Editado por Biblioteca Nueva) DE José Manuel Azcona, profesor de
la Universidad Rey Juan Carlos, tiene el mérito de una aproximación más
equilibrada a las barbaridades ocurridas en el Río de la Plata que como Jano
tuvieron dos caras.
El presidente Juan Domingo Perón echo a
los Montoneros de la Plaza de Mayo llamándoles:” Imberbes” y éstos se retiraros
en formación cantando:” Somos unos boludos, votamos a una puta y a un cornudo”
y en horas 24 pasaron a la clandestinidad. Antes “Los Montos”, habían secuestrado a los hermanos Born y Cobrando un rescate de dos millones de dólares de los años 70 que
fueron a Cuba y al Teniente General Aramburu le metieron un tiro en un zulo
para conmemorar el día de las Fuerzas Armadas para luego pavonearse:” Duro,
duro, duro, somos los Montoneros que matamos a Aramburu”. Al jefe de la Policía Federal lo volaron
junto a su lancha en el Delta del Tigre próximo a Buenos Aires. La guerrilla
urbana también fue indiscriminada y estallaban bombas en los centros de Buenos
Aires, La Plata, Rosario y Córdoba. Isabelita Perón en un gesto de semántica
irresponsable autorizó a las Fuerzas Armadas a acabar con la insurgencia de
cualquier manera posible. Los jefes Montoneros
Mario Eduardo Firmenich y Fernando Vaca Narvaja enviaron a “sus
muchachos al matadero y ellos huyeron de Argentina.
En las selvas del Norte, los trozquistas
del Éjercito Revolucionario del Pueblo (ERP) se dieron a la guerrilla rural y
tomaban los poblados para adoctrinar a sus habitantes. Llegaron a derribar un
transporte militar cargado de conscriptos que nada tenían que ver con aquel
juego perverso. El ERP declinó tras la muerte de su líder Roberto Santucho en
una emboscada militar.
Cuando Videla, Massera y Agosti, la primera
junta, secuestraron a Isabelita Perón e instauraron “El Proceso de Reorganización Nacional” la
violencia política estaba agotada y sólo necesitaban un empujón policial. Pero
en una operación de Alto Estado Mayor “
los milicos” decidieron meter a la
nación en un lavarropa afirmando públicamente primero mataremos a los zurdos, después
a sus parientes, luego a sus amigos y por último a los indiferentes. Caída la
dictadura (1976 a 1983) el Almirante
Isaac Rojas se lamentaba: “ Debimos haber fusilado en la cancha de River-Plate con Coca-Cola gratis”. Las responsabilidades
de los militares argentinos son indecibles y la desaparición fue un método
calcado de “ La noche y niebla Hitleriana “ .Como en la Alemania nazi la
desaparición coloca una losa de pánico sobre toda la población. Se ignora como
los guerrilleros creyeron en algún momento poder vencer a las Fuerzas Armadas y
como éstas, cristianísimas ( debe ser católico, apostólico y romano para ser oficial
del ejército ) cayeron en comportamientos medievales. Jano, como es de rigor,
tuvo dos caras.