El debate sobre el Estado
de la Nación es un arabesco lateral de nuestras costumbres políticas copiado
enfáticamente de la rendición anual de cuentas del Presidente de EEUU. Nos
bastaba con el seguimiento de todos los miércoles al Gobierno, lo que tampoco
ha dado mucho de sí. El debate sirve para que las señoras de los padres de la
patria acudan a la tribuna de invitados a ver aplaudir o patear a sus próceres.
El presidente José Luis Rodríguez Zapatero parecía griposo y el ánimo le
colgaba de las ojeras. Prometió más ajustes e intentó convencernos que habíamos
empezado a crecer tímidamente, haciendo caso omiso del tendal de parados y a
que la Reserva Federal dictamina el deshecho
de la economía estadounidense. Las rajaduras del Estatuto Catalán y prometió que las taponará, según sugiere, con leyes
orgánicas que adelgacen su inconstitucionalidad. Un trabajo de ebanistería para
que se sostenga el mueble y José Montilla.
Mariano Rajoy fue más
claro: pidió al Presidente que se marchara, lo tachó de incompetente y pidió
elecciones anticipadas. Rodríguez Zapatero le instó a presentar una moción de
censura. Empate técnico y nada entre dos platos porque la moción se pierde dada
la composición de la Cámara y las elecciones adelantadas son prerrogativa presidencial.
Rajoy intenta que no vuelvan a meter al PP en el Pacto de Tinell ( lavaseria de
la Generalitat ) o en el círculo sanitario que propiciaba el actor argentino Federico Lupi, que haciéndosele los dedos
huéspedes confundía a Don Mariano con el Teniente General Videla.
Clarificador el “
maricón ” escupido a Mariano Rajoy por un socialista catalán. Lo que se dice
“cortesía parlamentaria “. Luego se corrigió
diciendo que había gritado: ”
cabezón “ . Tiene el tufillo de los chistes del genial Eugenio como aquel del
caballero que alaba el culo de una señora al paso y explicaba a su hijo que ha dicho búho. El debate nos ha
dejado como si quien hubiera ganado en el última final de la Copa del Mundo
fuera Holanda: afeitados y sin visita.
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