Sir Thomas de Quencey
advertía en sus consideraciones de un comedor de opio inglés que se comienza
asesinando a un ciudadano, luego se falta el respeto debido a la edad, se
continúa apaleando al perro y se termina eructando en la mesa. Los
metropolitanos de Madrid han comenzando con una ilegalidad manifiesta y han
acabado escupiendo regüeldos sobre una población tan angustiada como ellos.
Desde que Joaquín Leguina presidiendo la
Comunidad de Madrid viajaba en metro no se conoce que la clase política imite
su ejemplo. Más de seis millones de madrileños se han dado caminatas
maratónicas, han llegado tarde a sus respectivos trabajos, se les han
descontado jornadas laborales y los autobuses, los taxis y los coches
particulares han colapsado a la ciudad. Desde el Comité de Empresas se ha dicho
“que iban a reventar Madrid”; el último despropósito es que éste fin de semana normalizaran el servicio por la celebración
del Día del Orgullo Gay y para que no los tilden de homófobos. Todo empieza a tener un aroma a los
Monty Peyton de los hermanos Cohen,
donde unos desesperados hacían streptease para quitarse el hambre. El próximo
lunes podíamos organizar una manifestación de feministas para que los
trabajadores del metro no se han calificados de misóginos o una de infantiles
para que no los tengan de pedófilos. Huelga salvaje contra los madrileños por
un decreto de ZP. Tienen sus razones pero no sus derechos. Tenían que caer en
el esperpento gay. Ahora entiendo que es un metrosexual.
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