Inés del Río Prada es una
loba con veintitrés crímenes y tres mil años de cárcel, pero “La Tigresa “, asesina de otros tantos hombres y con más de
dos mil años de prisión es icónica, como los toros, y tiene una película gore por su empeño en
rematar a los heridos. El etarra reinsertado Suárez Gamboa relata al periodista
Matías Antolín como Idoia López Riaño, también apodada “Margarita”, fue
expulsada del comando Madrid porque ponía en peligro a sus compinches:
desaparecía por días y por las noches sacaba a pasear sus transparentes ojos
verdes bajo una melena negra para buscar Guardias Civiles o Policías Nacionales con quienes filtrear y obtener alguna
información. Sus parejas ocasionales
tendrán escalofríos cuando contemplen su fotografía en los periódicos.
Debía llevar sus lances más allá de la copa porque Gamboa tuvo que ir más de
una vez a una farmacia de guardia por un test de embarazo para la felina con
faltas en la regla. Éste vampiro con bragas ha sido trasladada a Álava para que
esté cerca de su casa tras una carta de arrepentimiento dirigida al Ministerio
de Interior.
La dispersión de presos etarras fue
decidida por Enrique Múgica Herzog, hoy Defensor del Pueblo, y Antonio Asunción, fugaz ministro de Interior y hoy perdido en el guirigay del socialismo valenciano. Se
evitó que “los duros” chantajearan a los reinsertables. Eso es historia y otros
socialistas hacen lo contrario. La Tigresa en los aledaños de su pueblo es un
beneficio penitenciario. Es un juicio de intenciones pero cabe temer que
Zapatero esté urdiendo una nueva negociación. Idoia de idiocia.
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