4/7/10

CREMA CATALANA II (4-7-2010)

Cada noche en Bangkok regresaba a mi habitación del Hotel Oriente, el mejor de Asia,  donde se conserva un pabellón con las habitaciones  que ocuparon visitantes  como Graham Green, Somerset  Maugham  o Joseph Conrad, y contemplaba a través del río convertido en una carretera,  como un ejército de hormigas que trabajaban las veinticuatro horas del día y vivían a pié de obra,  levantaban como cíclopes un tremendo rascacielos. Cada noche  levantaban una planta bajo la luz de los focos. Estaba claro que aquellos forzados tailandeses no eran magistrados del Tribunal Constitucional. Ésta institución es  innecesaria  (bastaría con el Tribunal Supremo) ha dado su canto de cisne tras casi cuatro años, cuatro,  de cabildeos vergonzosamente políticos sobre el Estatuto de Cataluña. Es como si se invirtieran los mismos años en leer a  Don Quijote para dirimir si Maritornes era virgen o furcia o si los pellejos contenían agua o vino. A la postre son legión los lectores de Cervantes que desconocen qué pasó con el burro de Sancho entre una parte y otra  del libro. Hasta  “El Manco “ anduvo   distraído y dudoso.

La crema catalana ya es un postre obligado gracias a que María Emilia Casas ha corrido dándose panzadas por el Serengueti delante de los guepardos. Puede la Excelentísima a dedicarse en adelante al punto de cruz, porque más alto no va a llegar.

Ahora todo es tan cutre por mucho que pulamos los análisis políticos y se ilumina un horizonte donde los españoles lo seremos o no lo seremos y tendremos diferentes derechos y deberes según la Autonomía donde  Dios nos mande a vivir. El régimen autonómico  fue el error de la Transición. L a República dio autonomía a Cataluña y al País Vasco y  tenía prevista la gallega que impidió la asonada. La Transición no se atrevió a un centralismo  “a la francesa” y aquel ministro Clavero Arévalo se inventó aquello “ de la tabla de quesos” para emboscar regímenes especiales en Cataluña y en Euskadi: Autonomías para todos haciendo un recortable de niñas sobre la geografía histórica española. Hubo que inventarle hasta una bandera a la Comunidad de Madrid; llamar Cantabria a Santander o a integrar a empujones al Reino de León en la Castilla más próxima. Lo menos malo es que se acate el levemente corregido Estatuto Catalán parido por las urgencias del Constitucional. Mucho ruido y pocas nueces. Que el Señor nos pille confesados. A la postre la crema catalana la van a pagar nuestros nietos. Me vuelvo a Bangkok.

No hay comentarios:

Publicar un comentario