El General Charles De
Gaulle transitó la segunda parte del siglo veinte, donde se lo tiene como un
personaje familiar y cotidiano, indigno
de variadas interpretaciones psicoanalíticas. El historiador británico Jonathan
Fenby en la última biografía de ésta
“Juana de Arco” (“ El General Charles De
Gaulle y la Francia que él salvó” editado por Simon & Schuster) aporta retratos bipolares, extravagantes y
tremendamente tiernos del paladín de la Francia libre. Relata el Almirante Philip
De Gaulle que su padre le llamaba de usted igual que a su hermana Elizabeth y también
a su madre Ivonne. La esposa lo trató siempre como “mi General” y los hijos
suponen que así era hasta en la cama.
En los albores de la II
Guerra Mundial el General Gueverian publicó “ Atchung Panzer” desarrollando la
Blitz Krieg por la que con gran velocidad columnas apretadas de divisiones
acorazadas y mecanizadas debían penetrar las líneas enemigas como una lanza
ardiente en una masa con mantequilla. De Gaulle también fue un teórico de la
guerra blindada pero su libro pasó desapercibido en el Estado Mayor francés. En
1940 franceses e ingleses sólo despegaron unidades dispersas de tanques como
apoyo a una infantería en desandada. No se habían leído ni a De Gaulle y tampoco
Gueverian. El Mariscal Petain estaba de Embajador en Madrid y El Caudillo le dijo:” No vuelva, lo van a
sacrificar”. Petain pidió el armisticio y el general De Gaulle, colocándose en
rebeldía, tomó un avión con destino a Londres. Ministros del gabinete de
guerra que lo indagaron no lo estimaron apto
para ningún papel predominante dada su megalomanía que rozaba con el delirio.
Fue sir Wiston Churchill que lo necesitaba todo le prestó los micrófonos de la
BBC para dirigirse al Continente ocupado. Churchill admiraba a las
personalidades fuertes pero llegó a desesperarse con De Gaulle que trataba de
tú a tú al Imperio británico cuando aún
no contaba con la tan publicitada Resistencia. Su Única esperanza era el
general Lecqrel. Éste le dijo a su esposa que bajaba a comprar tabaco y regresó
cinco años después tras una caminata de miles de kilómetros desde el Senegal a
París comandando por una variopinta
división de negros francófonos, franceses libres y también republicanos
españoles. Liberar París y poder darles de comer a sus habitantes no entraba en
los planes del General Eisenhower pero la brutal presión de De Gaulle y el
temor a que los comunistas tomaran el control de la ciudad hicieron desviarse a
los Aliados de su camino recto hacia Alemania. De Gaulle erguido y andando
despacioso hacia el Arco de Triunfo, excelente blanco debido a su estatura fue
tiroteado por colaboracionistas sin que se le moviera el kepis como si deseara
que lo mataran en su momento de gloria.
Nunca dio las gracias a
nadie. Roosvelt no lo soportaba. El primer Ministro británico Harold McMillan
estimaba que la arrogancia, el egoísmo y el patriotismo exacerbado de De Galle
lo convertían en un aliado imposible. También sostenía McMillan que en el
general francés se concitaban el complejo de inferioridad con un desatinado
orgullo espiritual. Los estudios psiquiátricos oscilan entre la personalidad de
un maníaco depresivo o un narcisista constructivo. Si se atisbaba el truco
podía a llegar a ser desmedido en sus propuestas como una Francia atómica, el
veto a Inglaterra para ingresar en Europa su continúa reticencias a EEUU, su
engaño a los pie noire, su exabrupto de
¡” Quebec libre!”, o su pacto con el General Masu para domeñar el Mayo
francés. Sólo se le conoció una debilidad: su hija Anne con
Síndrome de Down. Podía llegar a hacer hasta doscientos kilómetros diarios para visitarla. Cuando murió a los
veinte años le comentó a su esposa Ivonne: ”Ahora ya es como los demás”.
Su mejor equilibrio mental
la encontramos en su prosa y en su oratoria. Su francés fue de los mejores
entre sus contemporáneos y con un vocabulario inabarcable. Atemorizaba a los
periodistas y se decía de él que no daba conferencias de prensa sino
conferencias a la prensa. No se atrevían a hacerle preguntas.
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