22/7/10

EL TERRORISMO DE JANO (22-7-2010)

Llegué a Argentina bajo la dictadura del Teniente General Bignone cuando aún los Ford Falcón verdes sin chapa, una partida requisada por militares, policías federales y Triple A,  maullaban sus gomas en las esquinas buscando chupar más gente. El General “Pajarito” Suarez Mason, Comandante del Primer Cuerpo de Éjercito había huido al profundo sur estadounidense asegurando “ que no pensaba ser el pato de la boda”; el Presidente del Banco de la Nación se negaba a regresar desde Washington si la Justicia no retiraba los cargos contra él; y el feroz Almirante Massera, alias “El Negro”,  era enviado a un apostadero naval acusado de asesinar al marido de su amante, la bella Marta Rodríguez McCormak y el Director General de Aduanas era enjuiciado por contrabando de camarones con Uruguay. Era el paisaje después de una batalla. Si nosotros damos manija a una memoria histórica sobre sucesos ominosos que se iniciaron en 1936 es lógico que en Argentina las heridas permanezcan aún frescas con desaparecidos que nunca más aparecerán y hasta el carromato cruel de los niños robados como botín de guerra. Ello ha afectado a la historiografía reciente del país en la que sólo caben Ormuz y Ariman,  la exacta dicotomía entre ángeles y demonios ”Violencia política y terrorismo de Estado en Argentina” ( Editado por Biblioteca Nueva) DE José Manuel Azcona, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos, tiene el mérito de una aproximación más equilibrada a las barbaridades ocurridas en el Río de la Plata que como Jano tuvieron dos caras.

El presidente Juan Domingo Perón echo a los Montoneros de la Plaza de Mayo llamándoles:” Imberbes” y éstos se retiraros en formación cantando:” Somos unos boludos, votamos a una puta y a un cornudo” y en horas 24 pasaron a la clandestinidad. Antes “Los Montos”,  habían secuestrado a los hermanos Born y  Cobrando un rescate  de dos millones de dólares de los años 70 que fueron a Cuba y al Teniente General Aramburu le metieron un tiro en un zulo para conmemorar el día de las Fuerzas Armadas para luego pavonearse:” Duro, duro, duro, somos los Montoneros que matamos a Aramburu”.  Al jefe de la Policía Federal lo volaron junto a su lancha en el Delta del Tigre próximo a Buenos Aires. La guerrilla urbana también fue indiscriminada y estallaban bombas en los centros de Buenos Aires, La Plata, Rosario y Córdoba. Isabelita Perón en un gesto de semántica irresponsable autorizó a las Fuerzas Armadas a acabar con la insurgencia de cualquier manera posible. Los jefes Montoneros  Mario Eduardo Firmenich y Fernando Vaca Narvaja enviaron a “sus muchachos al matadero y ellos huyeron de Argentina.

En las selvas del Norte, los trozquistas del Éjercito Revolucionario del Pueblo (ERP) se dieron a la guerrilla rural y tomaban los poblados para adoctrinar a sus habitantes. Llegaron a derribar un transporte militar cargado de conscriptos que nada tenían que ver con aquel juego perverso. El ERP declinó tras la muerte de su líder Roberto Santucho en una emboscada militar.

Cuando Videla, Massera y Agosti, la primera junta, secuestraron a Isabelita Perón e instauraron “El  Proceso de Reorganización Nacional” la violencia política estaba agotada y sólo necesitaban un empujón policial. Pero en una operación de Alto Estado Mayor  “ los  milicos” decidieron meter a la nación en un lavarropa afirmando públicamente primero mataremos a los zurdos, después a sus parientes, luego a sus amigos y por último a los indiferentes. Caída la dictadura  (1976 a 1983) el Almirante Isaac Rojas se lamentaba: “  Debimos  haber fusilado en la cancha de River-Plate  con Coca-Cola gratis”. Las responsabilidades de los militares argentinos son indecibles y la desaparición fue un método calcado de “ La noche y niebla Hitleriana “ .Como en la Alemania nazi la desaparición coloca una losa de pánico sobre toda la población. Se ignora como los guerrilleros creyeron en algún momento poder vencer a las Fuerzas Armadas y como éstas, cristianísimas (   debe ser  católico, apostólico y romano para ser oficial del ejército ) cayeron en comportamientos medievales. Jano, como es de rigor, tuvo dos caras.

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