Hace décadas una huelga
salvaje de controladores dejó en el suelo el espacio aéreo francés. El Gobierno
implementó en esos momentos el llamado: “ plan Clement-Marot” sustituyendo a
los civiles por controladores militares. Teoricamente son los mismos pero
tienen libros de estilos distintos: el slang provoca confusiones y el inglés aéreo puede
diferir porque no es lo mismo aproximar un caza bombardeo supersónico que
buscarle un corredor de espera a un air bus subsónico. Entonces tras una serie pertinaz de malentendidos un avión de
Iberia viró hacia no debía colisionando con otro aparato de la Air France
dejando un tendal de víctimas. Nunca más se ha intentado repetir la
experiencia. José Blanco, ministro de Fomento, vuelve a ser “ Pepiño ”,
proponiendo controladores militares para suplir a los estresados. Como es joven no tiene memoria de las
hemerotecas. Estamos, como en la comedia francesa, entre el enfermo imaginario
y el médico a palos.
El estrés de nuestros controladores es
recurrente cada verano, como unas tercianas y se manifiesta como el Bacilo de
Koch trasmitiéndose a través del aire. Probablemente éste es el colectivo mejor
pagado de España con una palanca en la mano en el momento más inoportuno
gracias a las horas extraordinarias que tanto fatigan a sus neuronas. Toman a
los pasajeros como rehenes inocentes porque negocian con el gobierno con una
palanca oportunista. Han acabado en profesional del abatimiento y el
ventajismo. Pero si los mi8litares trepan a las torres civiles de control les
aconsejo que viajen en tren.
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