28/7/10

EL TORO CATALÁN (28-7-2010)

La reina Sofía no acude a las corridas de toro aunque nunca ha criticado “La Fiesta”. Su antecesora Doña Victoria Eugenia acudía a los cosos por congraciarse con el pueblo pero calzaba unas gafas oscuras tras las que desmayaba a sus párpados. Los Príncipes de Asturias tampoco frecuentan a menudo las plazas y su Majestad EL Rey que precisamente no parece antitaurino prácticamente limita su presencia en el callejón a la madrileña Corrida de la Prensa  o a la de Beneficencia donde solía fumarse los puros que ahora sus médicos le acaban de prohibir. Pero hacer  ley de comprensibles tan egregios disgustos no da para prohibir la tauromaquia.

Es paradójico que en las periferias donde tiene su asiento los diferentes separatismos sea tan poderosa la afición a la Fiesta Nacional;  aunque sea el fútbol quién gane la batalla. Tras Sevilla y Madrid el toreo crece en su apasionamiento en la Semana Grande de Bilbao, en San Fermín en Pamplona y en La Monumental de la Ciudad Condal donde en un tiempo llegaron a tener hasta tres p0lazas abiertas y donde  José Tomás, un madrileño, ha levantado su santuario.

Si los toros salieran a la arena con la seyera como divisa no se habría forzado las surrealista votación de hoy que nada tiene que ver con el derecho animal sino con la monomanía  identitaria de pasar la garlopa por la ramita más pequeña del recuerdo de una España imperialista, opresiva y extranjera. Ni un catalán como José Borrell logró de quitar de las carreteras españolas la figura del toro de Osborne. Expertos en crear problemas de la nada sólo conseguiremos que los huesos de Ava  Gardner, Orson Wells, Jean Cocteau, Goya o Picasso se remuevan en sus tumbas.

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