20/9/85

Videla, ingresado de urgencia en un hospital militar de Buenos Aires (20-9-1985)

El teniente general Jorge Rafael Videla, ex presidente de la primera Junta Militar argentina que derrocó al Gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón, ingresó en la tarde de ayer (esta madrugada, hora peninsular), de urgencia, en el Hospital Militar de Buenos Aires, aquejado de masivos derrames gastrointestinales.

Videla fue trasladado hasta el hospital desde la Unidad Penal 22 de la Policía Federal, donde se encontraba preso junto a otros de sus conmilitones por sus responsabilidades en la guerra sucia contra la subversión. El miércoles, Videla recibió una petición fiscal de reclusión perpetua -inmediatamente inferior a la pena de muerte contemplada en el Código de Justicia Militar sólo para el estado de guerra- que, de ser sancionada por el tribunal, implicaría su permanencia en prisiones militares por al menos 20 años, a partir de los cuales podría solicitar a su libertad condicional, alegando buena conducta.

La Fiscalía también solicitó para él la degradación pública de sus rangos militares.

16/9/85

El juicio de Buenos Aires aborda hoy los sucesos acaecidos en la Escuela de Mecánica de la Armada (16-9-1985)

El fiscal Julio César Strassera y su adjunto, Luis Moreno Ocampo, comenzarán hoy, lunes, a analizar las responsabilidades de las tres primeras juntas militares argentinas respecto de los sucesos acaecidos en la Escuela de Mecánica de la Armada, en Buenos Aires. Más de 200 casos que pormenorizar prolongarán, sin duda, el alegato fiscal en el juicio de Buenos Aires hasta más allá de mañana, primera fecha tope establecida en el calendario de la Cámara Federal de Apelaciones.

La vista del pasado viernes, como las dos primeras, se desarrolló con los nervios de todos como alambre ante la espesísima tensión ambiental. Los nueve triunviros, que pueden sentarse en el banquillo según el orden que deseen, se situaron exactamente igual que el segundo día, presididos por Leopoldo Galtieri y situándose el almirante Armando Lambruschini el último, junto a Jorge Videla, y el más próximo a los dos fiscales.Galtieri bromeaba: "Quieren que vaya al frente para taparles a ustedes". En los recesos, según los empleados de la Cámara, se distienden en el despacho de uno de los jueces camaristas y dialogan todos entre sí sin que se adviertan sus enemistades y rencores personales. Videla ha dejado de leer su misterioso librito, aunque continúa observando una conducta autista, ajena y despreciativa hacia los sucesos de la cámara.

El viernes, en uno de los descansos, Videla, al retirarse, atropelló visiblemente al fiscal Strassera, quien, encontrándose de espaldas, no advertía que entorpecía el paso al ex presidente. Videla le apartó de su camino de un pechazo sin intercambiar una sola palabra con su debelador. Strassera, que continúa encendiendo sus cigarrillos prácticamente con la colilla del precedente, desdeñando su condición de diabético crónico y necesitado de inyecciones diarias de insulina, minimizó el incidente negándose a comentarlo.

Su adjunto, Moreno Ocampo, de 33 años, separado, con dos hijos, concretó los aspectos más espantosos de su alegato en centros clandestinos de detención, tortura, desaparición y muerte administrados por el Ejército de Tierra. Mirando fijamente a los encausados, afirmó: "Si anoche hubiesen roto la puerta de mi casa a culatazos, me hubiesen golpeado, me hubiesen cubierto la cara con una capucha, me hubiesen arrojado en el baúl de un automóvil, me hubiesen, finalmente, llevado a un lugar que me resultara imposible identificar por tener los ojos vendados, pero donde escuchara gritos de dolor de otras personas torturadas; si me hubiesen aplicado electricidad en las encías y si, finalmente, después de todo eso, me hubiesen devuelto a mi casa esta mañana, seguramente que no me alcanzarían horas enteras para contarlo. Es que el crimen es tan grande que no se puede contar". Entre otros detalles del horror ya conocido y supuestamente probado, relató Ocampo las torturas infligidas a incapacitados, tullidos, ciegos, niños, desaparecidos en el chupadero Olimpo. Brull de Illén, ciega y embarazada, fue torturada hasta su aborto.

14/9/85

Los nueve triunviros argentinos escuchan imperturbables el rosario de acusaciones lanzado por el fiscal (14-9-1985)

El jueves, los nueve procesados en el juicio de Buenos Aires, los nueve ex comandantes en jefe de sus respectivas armas -entre ellos, tres ex presidentes de la República-, los nueve codictadores militares calentaron por segunda vez el banquillo de los acusados en la sala de la Cámara Federal de Buenos Aires. La expectativa fue menor y se advirtieron bancos vacíos en el sitio reservado al público. Durante cerca de nueve horas, el fiscal Julio César Strassera y su adjunto, Luis Moreno Ocampo, leyeron parte de su alegato pormenorizado sobre delitos supuestamente probados que afectan a las tres juntas.

Caso a caso, la fiscalía ha comenzado por acusarles de privación ilegítima de la libertad, falsedad de documento público, robo agravado, reducción a servidumbre, aplicación de tormentos y extorsión.Los ex presidentes Jorge Videla y Leopoldo Galtieri continuaron concurriendo con atuendos civiles, y el primero portando un libro, que leyó continuamente durante la larga exposición de los fiscales, aparentando desentenderse de lo que se decía en la sala. Los nueve encausados tomaron asiento en distinto orden al adoptado el miércoles, alejándose Videla un espacio de la mesita de los fiscales; junto a éstos se situó esta vez el almirante Lambruschini.

Todos los presentes estuvieron en la sala con exquisita corrección y la mayoría de los reos soportó la larga jornada vespertina como si se encontrara petrificada. Videla, como escondiéndolo en su cartapacio marrón, leía o aparentaba leer convulsivamente, sólo levantando la vista hacia el crucifijo que preside la sala cada vez que se citaba su nombre. Refiriéndose a su desdén auditivo, el fiscal Strassera declaró a los periodistas: "No me importa en absoluto. Que haga lo que le dé la gana".

Las lecturas de Videla

Todos los esfuerzos de los asistentes al juicio por visualizar el libro de horas judiciales de Videla han sido infructuosos; lo lee semiocultándolo como un colegial que no desea ser sorprendido en una pequeña fechoría, y cuando se retira, lo guarda subrepticiamente en su carpetita de cuero marrón. Sólo se ha podido alcanzar a ver parte del título: ( ... )en el paraíso ( ... ).El almirante Emilio Massera resultó en esta jornada el más móvil de sus conmilitones; con una media sonrisa que podría objetivamente interpretarse como desdeñosa, atornillada a las comisuras de sus labios, asintió repetidamente con la cabeza, mirando fijamente a los dos fiscales o a los seis jueces cada vez que su nombre se citaba en relación con la desaparición, secuestro o tortura de ciudadanos.

El neurotizado brigadier general del Aire Ramón Agosti, intentó por dos veces conversar con su vecino, el teniente general Galtieri, sin obtener la menor respuesta. El almirante Armando Lambruschini ojeaba por encima del hombro el librito misterioso de Videla.

Los reos, ya curados de espantos tras la primera sesión del alegato fiscal, escucharon imperturbables el siguiente parlamento de la fiscalía: "Los centros de cautiverio y exterminio de detenidos, ubicados más allá de los combates reales o supuestos, constituyeron la retaguardia del llamado Proceso de Reorganización Nacional, pero también su sucia y vergonzosa trastienda". Julio César Strassera se superó a sí mismo y los enlodazó: "La represión nunca se distinguió por su caballerosidad, y si tuviéramos que ponerle un escudo identificatorio, éste sería una picana y una capucha". Imperturbables.

Al término de esta audiencia oral, el almirante Isaac Anaya, preso en la Escuela de Mecánica de la Armada - por sus responsabilidades en la pérdida de la guerra de las Malvinas-, deambuló solo por los pasillos del palacio de los tribunales porteños, perdiéndose. Sus propios abogados le persiguieron a los gritos de "¡almirante, almirante!" hasta alcanzarlo y restituirlo a su custodia. Tras dos días de sobrepasarse en horario, la fiscalía ha solicitado de la Cámara una ampliación temporal para la formulación de su alegato -que amenaza ser extensísimo- y que será solventada el próximo martes.

13/9/85

Los dictadores argentinos, en el banquillo (13-9-1985)

Argentinos y extranjeros no daban crédito a sus ojos: en la Sala de Justicia de la Cámara Federal de Apelaciones en lo Criminal y Correccional entraron, con la mirada rija en el vacío, los ex presidentes de la República tenientes generales Jorge Videla, Roberto Viola y Leopoldo Galtieri; los almirantes Emilio Massera, Isaac Anaya y Armando Lambruschini, y los brigadieres generales del Aire Omar Graffigna, Orlando Agosti y Basilio Lami Dozo.

Lo que hace sólo un par de años resultaba una hipótesis inverosímil, se materializó ayer en el Palacio de los Tribunales de Buenos Aires: el sinuoso y místico Videla; el florentino, borgiano, erotómano y peligrosísimo Massera; los alcohólatras Viola y Galtieri, y el resto de la tropa que aterrorizó omnipotentemente al país durante siete años tomaron asiento en el banquillo corrido de los acusados.Sólo los ex presidentes Videla y Galtieri vestían de civil, ambos con un atuendo gris. Videla, con gafas, encorvado y portando una carpetilla de cuero marrón y un libro; Massera, sobrepasado de peso; Agosti -bajo terapia psiquiátrica de apoyo-, visiblemente envejecido; Viola, con sus bigotes encanecidos de marsopa y el rostro abotagado del buen bebedor; Galtieri, con su figura de general Patton hollywoodense, algo más flaco gracias a su reciente templanza, descubierta en prisión.
Entre espectaculares medidas de seguridad, que congestionaron el centro porteño a causa de las calles cortadas al tráfico, y que incluían el apostamiento de tiradores de elite en las azoteas, ocho de los triunviros llegaron al Palacio de Justicia por parejas y en automóviles fuertemente escoltados desde la Unidad Penal 22 de la Policía Federal y desde el acantonamiento de Campo de Mayo. Graffiggna, en libertad provisional, ingresó por su cuenta en una puerta lateral desinfectada de periodistas.

La adecuación de la sala -en cualquier caso, muy pequeñano parece la más idónea, por cuanto los encausados se sientan muy próximos a sus jueces, cara a cara y a poco más de medio metro de la mesita con micrófonos que comparten el fiscal y su ayudante. Videla, que el miércoles se sentó el primero por la izquierda, sólo necesitaba incorporarse de medio cuerpo y extender el brazo para sujetar por el cuello a Julio César Strassera cuando éste le tildaba de genocida, mentiroso y cobarde.

El doctor León Arsianaín, juez camarista que presidió la sesión, advirtió la tensión ambiental y derrochó admoniciones sobre todos los presentes, conminando a guardar el orden la sala y el respeto al tribunal.

Conciencia universal

El fiscal Strassera comenzó su alegato con las siguientes y solemnes palabras: "La comunidad argentina en particular, pero también la conciencia jurídica universal, me ha encomendado la augusta misión de presentarme ante ustedes para reclamar justicia".Hábilmente, y previendo la principal línea de trabajo de las defensas, se extendió en un retrato del panorama subversivo en Argentina desde 1969 -siete años antes del golpe militar-, rememorando todas las atrocidades y barbarismos políticos de los insurgentes que pretendieron instaurar una república socialista revolucionaria en Argentina. Recordó toda la sangre vertida por las guerrillas urbana y rural y destacó cómo, a petición de su fiscalía, se encontraba preso y enjuiciado Mario Eduardo Firmenich, jefe de la organización Montoneros.

Pasó a la otra cara de la moneda y, junto con su adjunto el joven,y barbado Luis Moreno Ocampo, fue brillante en la exposición, en la argumentación y en la oratoria, claro, insólitamente valiente y hasta justicieramente cruel. "La represión", dijeron ambos fiscales a medio metro de las caras de los reos, "fue basada en la mentira y en la ferocidad; se dispuso de dos justicias: una pública y manipulada y otra secreta y homicida".

Massera -afirmaron los fiscales- declaraba que la Junta Militar no estaba dispuesta a tolerar que la muerte anduviera suelta por Argentina, y cuando afirmaba tal sentencia, Cecilia Inés Cabellos, una muchacha de 16 años, estaba siendo torturada hasta su presumible muerte -continúa desaparecida- en la Escuela de Mecánica de la Armada, directamente dependiente del almirante de sonrisa gardeliana. Massera se sentó en el banquillo y dibujó una semisonrisa despectiva, sólo alterada cuando se le citó por primera vez, siendo advertible el relampagueo de su mirada hacia el fiscal.

La fiscalía recordó las ordenanzas militares del general San Martín que a sus granaderos a caballo exigía el más absoluto respeto por la ciudadanía que con sus dineros sostenía los ejercitos, llegando a condenar con el fusilamiento a los soldados que allanasen moradas, robaron bienes o violasen mujeres. "Este fue el sello que el Libertador imprimió a sus tropas, muy distinto del que imprimió el general Videla a las suyas".

Videla, siempre fingiendo leer atentamente el libro que llevaba consigo, no pudo evitar un reflejo facial y asesinar con su mirada al fiscal cuando éste le recordó la austeridad que imprimió al Ejército argentino su creador, el general José de San Martín.

En el primer receso de la vista, Galtieri, al retirarse de la sala, masculló unas palabras y las. escupió sobre el fiscal adjunto Moreno Ocampo, quien, en su discreción, prefirió, aduciendo no haberlas entendido bien, ignorar ,si habían sido de insulto o de amenaza. Calificando la represión militar argentina como el mayor genocidio cometido en la joven historia de la nación, la fiscalía relató algunos de los asesinatos colectivos supuestamente probados e inducidos por la cúpula militar en el poder y describió la apoteosis castrense de los encausados como ilegal, amoral, prepotente, mentirosa y cobarde.

12/9/85

Los nueve ex triunviros militares argentinos, obligados a escuchar el alegato del fiscal civil que les acusa (12-9-1985)

A primera hora de la tarde de ayer, hora argentina, madrugada en España, comenzó el alegato fiscal contra los nueve ex comandantes de la dictadura militar, tres de ellos ex presidentes de la nación, que serán obligados a escuchar personalmente las acusaciones y razonamientos del fiscal Julio César Strassera. Tras cerca de un mes de receso, se han acrecentado las medidas de seguridad en torno al Palacio de los Tribunales, en pleno centro de Buenos Aires, y sus calles circundantes han quedado cortadas al tráfico de automóviles. La seguridad interior y la identifcación del público han sido reforzadas.

Por primera vez Argentina Televisora Color, el canal 7 propiedad del Estado, emitirá imágenes del juicio con sonido directo. ÁTC distribuirá sin costo filmaciones de hasta 15 minutos a las televisoras nacionales y extranjeras que lo soliciten.Por orden expresa de la Cámara Federal de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, y según lo establecido en el Código de Justicia Militar argentino, los nueve encausados deberán asistir a la intervención fiscal.

Se estima que los tenientes generales Videla, Viola y Galtieri (ex presidentes de la República), los almirantes Massera, Lambruschini y Anaya y los brigadieres generales del Aire Agosti, Graffigna y Lam Dozo se presentarán voluntariamente sin que sea preciso apelar a la policía militar para forzar su comparecencia en la sala de justicia.

Videla exordia

Muy probablemente los nueve reos harán acto de presencia vestidos de civil, en un rechazo simbólico de la competencia de la Corte que les juzga.

El teniente general Jorge Rafael Videla, primer presidente de la dictadura, ha sido explícito a este respecto escribiendo al Estado Mayor del Ejército de Tierra en términos muy duros: "No estoy dispuesto a convalidar", escribe, "de manera alguna, un proceso absolutamente nulo, promovido contra las instituciones militares por motivaciones políticas".

En su comunicado, el ex jefe de la primera Junta Militar argentina agrega que "la Cámara Federal, haciendo uso abusivo de la fuerza pública, ha dispuesto que comparezca personalmente a oir la requisitoria del fiscal, decisión arbitraria, de indudable significación vejatoria que se suma a las graves transgresiones cometidas durante la sustanciación de la causa".

Tras reiterar su decisión de no convalidar un proceso "instruido por magistrados sin jurisdicción ni competencia, que me sustrajeron de mis jueces naturales e integran una comisión especial violatoria de las garantías constitucionales, acorde con la posición asumida desde la iniciación de la causa, he resuelto no concurrir a ninguna audiencia con uniforme, militar".

El general Héctor Ríos Ereñú, jefe del Estado Mayor del Ejército, remitió el escrito a la Cámara Federal, cuyos seis jueces han manifestado no tener el menor interés por la indumentaria de los encausados con tal de que sea socialmente correcta.

Ya en las indagatorias previas a la vista oral ninguno de los reos compareció con su uniforme reglamentario.

Cinco penas máximas

Se estima que el fiscal Julio César Strassera, alternándose con su adjunto Luis Moreno Ocampo, extenderá su alegato a lo largo de cinco días hábiles, formulando acusaciones pormenorizadas contra cada una de las tres juntas militares.Filtraciones fundadas de medios próximos a la fiscalía aprecian que Strassera solicitará cadena perpetua para los ex presidentes Jorge Rafael Videla y Roberto Viola, para los almirantes Eduardo Emilio Massera y Armando Lambruschini y para el brigadier general del Aire Ramón Agosti.

Para los cuatro triunviros restantes, general Leopoldo Fortunato Galtieri, almirante Jorge Isaac Anaya y brigadieres Omar Graffigna y Basilio Lami Dozzo, se cree que serán solicitadas penas de prisión mayor

7/9/85

El teniente argentino Alfredo Astiz, acusado de torturar y matar a dos monjas francesas (7-9-1985)

Toda la Prensa argentina destacaba ayer la entrevista concedida por Claudio Vallejos, ex suboficial de la Armada argentina, al canal 2 de la televisión francesa, en la que implica por testimonio directo y de cargo al teniente de navío Alfredo Astiz en la desaparición de dos monjas francesas.Claudio Vallejos, tras los peores años de la represión militar en Argentina, pidió la baja en la Armada, refugiándose en Brasil. La entrevista concedida a la televisión francesa se filmó en Río de Janeiro y, parcialmente, en Buenos Aires.

El ex suboficial Vallejos relata las circunstancias de la detención y muerte de las monjas francesas Leonie Duquet y Alice Dumont, secuestradas en 1977 en Buenos Aires como supuestas simpatizantes o colaboradoras de las entonces nacientes Madres de la Plaza de Mayo.

Aquella caída, la primera que sufrieron las madres, fue propiciada por el teniente de navío Astiz, quien se infiltró entre ellas convenciéndolas con su aspecto dulce y angelical -el ángel rubio, le apodaban- de que era un defensor de, los derechos humanos.

Vallejos admite haber asesinado a 40 personas y torturado a otras 20 durante su servicio en uno de los grupos de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), en Buenos Aires.

El método de tortura

El testigo relata cómo las dos monjas ingresaron atadas y encapuchadas en la ESMA, donde el teniente Astiz y el teniente Pernía las desnudaron y ataron a la plancha, aplicándoles corriente de 220 voltios y en medio de un ambiente de jolgorio y diversión. El declarante atestigua que, acaso porque fueran extranjeras, acaso porque fueran monjas, el teniente Astiz experimentaba un visible placer en torturarlas.

Las dos monjas fueron igualmente apaleadas con porras y, con ellas, violadas vaginal y rectalmente. Después fueron trasladadas a 60 kilómetros de Buenos Aires, al tercer batallón de Infantería de Marina de La Plata, donde durante 10 días prosiguieron los suplicios "más duros que los que se aplicaban a otros detenidos más importantes o peligrosos". De allí fueron transferidas al chupadero clandestino El Vesubio, donde durante otros 15 días se las atormentó más suavemente, dada su debilidad.

Trasladadas finalmente al hospital naval de Río Santiago, una de las hermanas muere a los cinco días de internamiento y la otra al día siguiente. Sus cuerpos fueron enterrados bajo la supervisión de Astiz en un campo de entrenamiento militar identificado por el declarante.

El testimonio de Vallejos, que se ofrece a declarar ante los tribunales argentinos, compromete seriamente al teniente Astiz, estimula a la justicia francesa -que ya dictó una orden internacional de busca y captura contra él- y coloca en un problemático aprieto a la Armada argentina, que ha decidido evitar a toda costa su procesamiento, temerosa de que se abra una riada de enjuiciamientos contra otros oficiales de igual rango, de menor jerarquía o de suboficiales.

Astiz, joven, de apariencia aniñada, rubio, atlético, atractivo, soltero, cortejador, continúa sirviendo, embarcado en el portaaviones Veinticinco de Mayo. La justicia argentina aún no ha podido procesarle por la desaparición de las dos monjas francesas, pero se encuentra encausado por la desaparición de una muchacha sueca de 17 años, Dagmar Hagelin, y por la pérdida de las islas Georgias del Sur ante las tropas británicas, a las que rindió la fuerza que comandaba sin disparar un solo tiro.

El teniente Astiz ha devenido en el símbolo de los jóvenes oficiales navales, elegantes, de buenas familias, que asumieron con entusiasmo la tarea de exterminar la subversión de izquierdas mediante una metodología ilegal y subterránea que rápidamente degeneró en algo más abyecto que un allanamiento o una detención sin orden judicial. Es también el paradigma de una casta de oficiales que supieron erigirse enseñores de la tortura y que, a la hora del combate con una potencia extranjera, no supieron ser señores de la guerra, y aportaron a la historia militar un doble e infamante capítulo de incompetencia y cobardía.

4/9/85

Aplazado el inicio de la acusación contra las tres primeras juntas militares argentinas (4-9-1985)

La Cámara General de Apelaciones de Argentina en lo Criminal y Correccional, ante la que están siendo juzgadas las tres primeras juntas militares, resolvió postergar una semana el inicio de la acusación contra los ex presidentes Videla, Viola y Galtieri y sus seis compañeros de triunvirato.El fiscal Julio César Strassera había solicitado 15 días hábiles de demora para poder preparar su alegato dada la carencia de medios humanos y técnicos con que trabaja. La cámara sólo le ha otorgado una prórroga hasta el próximo día 11 de septiembre, a partir del cual dispondrá de cinco días hábiles para exponer su acusación. Strassera no efectuará un alegato global, sino que acusará a cada una de las tres juntas militares por separado, dado que la represión fue de mayor a menor intensidad en el transcurso de los años.

La base de la acusación residirá en que los comandantes en jefe de las tres armas impartieron órdenes explícitas para desarrollar la guerra sucia contra la subversión, permitiendo la detención ilegal, la tortura, la desaparición, el homicidio y el asesinato de los ciudadanos.

La gracia temporal concedida a la fiscalía beneficia igualmente a las defensas, que dispondrán de mayor tiempo para preparar sus informes exculpatorios y, en cualquier caso, este retraso posterga definitivamente las sentencias para después de las elecciones parciales legislativas del 3 de noviembre.

Liberada la Cámara Federal de este juicio en máxima instancia y por tanto inapelable, deberá abordar, a continuación, la segunda causa abierta por orden directa del presidente Alfonsín contra jefes y oficiales de la Escuela de Mecánica de la Armada, símbolo de los mayores horrores de la represión en la capital federal.

Antes de fin de año se espera que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas dicte sentencia sobre los militares enjuiciados por la pérdidade la guerra de las Malvinas y que la justicia federal culmine el juicio -no público- contra Mario Eduardo Fírmenich, jefe de la organización Montoneros. La primera y espectacular catarat.a de procesos por los crímenes del inmediato pasado habrá entonces tocado a su fin.