16/9/85

El juicio de Buenos Aires aborda hoy los sucesos acaecidos en la Escuela de Mecánica de la Armada (16-9-1985)

El fiscal Julio César Strassera y su adjunto, Luis Moreno Ocampo, comenzarán hoy, lunes, a analizar las responsabilidades de las tres primeras juntas militares argentinas respecto de los sucesos acaecidos en la Escuela de Mecánica de la Armada, en Buenos Aires. Más de 200 casos que pormenorizar prolongarán, sin duda, el alegato fiscal en el juicio de Buenos Aires hasta más allá de mañana, primera fecha tope establecida en el calendario de la Cámara Federal de Apelaciones.

La vista del pasado viernes, como las dos primeras, se desarrolló con los nervios de todos como alambre ante la espesísima tensión ambiental. Los nueve triunviros, que pueden sentarse en el banquillo según el orden que deseen, se situaron exactamente igual que el segundo día, presididos por Leopoldo Galtieri y situándose el almirante Armando Lambruschini el último, junto a Jorge Videla, y el más próximo a los dos fiscales.Galtieri bromeaba: "Quieren que vaya al frente para taparles a ustedes". En los recesos, según los empleados de la Cámara, se distienden en el despacho de uno de los jueces camaristas y dialogan todos entre sí sin que se adviertan sus enemistades y rencores personales. Videla ha dejado de leer su misterioso librito, aunque continúa observando una conducta autista, ajena y despreciativa hacia los sucesos de la cámara.

El viernes, en uno de los descansos, Videla, al retirarse, atropelló visiblemente al fiscal Strassera, quien, encontrándose de espaldas, no advertía que entorpecía el paso al ex presidente. Videla le apartó de su camino de un pechazo sin intercambiar una sola palabra con su debelador. Strassera, que continúa encendiendo sus cigarrillos prácticamente con la colilla del precedente, desdeñando su condición de diabético crónico y necesitado de inyecciones diarias de insulina, minimizó el incidente negándose a comentarlo.

Su adjunto, Moreno Ocampo, de 33 años, separado, con dos hijos, concretó los aspectos más espantosos de su alegato en centros clandestinos de detención, tortura, desaparición y muerte administrados por el Ejército de Tierra. Mirando fijamente a los encausados, afirmó: "Si anoche hubiesen roto la puerta de mi casa a culatazos, me hubiesen golpeado, me hubiesen cubierto la cara con una capucha, me hubiesen arrojado en el baúl de un automóvil, me hubiesen, finalmente, llevado a un lugar que me resultara imposible identificar por tener los ojos vendados, pero donde escuchara gritos de dolor de otras personas torturadas; si me hubiesen aplicado electricidad en las encías y si, finalmente, después de todo eso, me hubiesen devuelto a mi casa esta mañana, seguramente que no me alcanzarían horas enteras para contarlo. Es que el crimen es tan grande que no se puede contar". Entre otros detalles del horror ya conocido y supuestamente probado, relató Ocampo las torturas infligidas a incapacitados, tullidos, ciegos, niños, desaparecidos en el chupadero Olimpo. Brull de Illén, ciega y embarazada, fue torturada hasta su aborto.

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