29/10/82

Felipe González espera tranquilo en casa de un amigo (29-10-1982)



La niña pequeña de la casa, ocho años, tras sus gafitas de bichejo, vivaz e inteligente hasta fuera de lo común, va picoteando verbalmente a los habitantes de la casa. "Qué bien", le dice a su madre, "tener a Felipe tanto tiempo en la casa". Más tarde, a la hora del amuerzo, se acerca al caballo socialista para preguntarle: "¿Cuántos vamos a ser?". Felipe, entre las risas generalizadas de todos, le contesta: "Doscientos en el Congreso y ocho en la mesa". Es la broma relajante: por cuanto ya por entre algunas dudas sobre el triunfo final por parte de Carmen Romero, el candidato había vuelto a comentar que le preocupaba una barrida. Aunque después, al calor de la charleta, se comenta: "Pero también hay que considerar que si se supera la mayoría absoluta los golpistas quedan moralmente bajo tierra. ¿Qué van a vender mañana -por hoy- a los ciudadanos?"El basset-hound de la casa, algo pesado pero amigable, olisquea a las visitas. Felipe, el día electoral, se distiende en la casita de un amigo -un chalé adosado, antiguo y con reformas- en la periferia urbana de Madrid. Te recogen en las proximidades para no andar dando direcciones por teléfono. Toda la seguridad está en el sótano, y nada en la calle delata que allí espera el candidato tras los visillos corridos que dan a las aceras. Un teléfono le conecta con el Ministerio del Interior, y otro con el cuartel general de su partido, sito en un edificio distinto a la sede madrileña del PSOE. Ni la más modesta de las aparatosidades; ni un télex, ni un videoterminal de ordenador: los dos teléfonos, la guardia del sótano y los visillos corridos.

Felipe distendido, en mangas de camisa, pide medio whisky. A la hora, el vaso, derretido el hielo, es un pantano sospechoso entre las copas aceptables de los demás.

-Oye -dice al dueño de la casa-, cámbiame a mí esto, que está muy raro.

-Es que ya han empezado los envenenamientos -se le comenta.

Sólo se le queja al admirable José Luis Moneo (su médico de familia) de que sigue notando molestias en un nódulo en las cuerdas vocales, después de tanto romper la voz a la bajada del autobús. Carmen lee un periódico. Nos pasamos los cuencos de barro en que aplastamos colillas de cigarrillos y puritos que alguien ha traído de la gira por Canarias. Telefonea Alfonso Guerra desde Sevilla -camino de Madrid-, adonde ha ido a votar. Telefonea Rosón pidiendo ayuda para que la calle permanezca tranquila. "Qué dejación moral por parte del Gobierno", se comenta. "Ya están traspasando las responsabilidades". Sea como fuere, Felipe lleva la última recta de su campaña pidiendo seriedad y nada de botellas de champaña, "que además está muy caro".

Un colegio electoral con la imagen del Papa

En la mañana fueron a recoger a Carmen al aeropuerto; venía de Sevilla.de estar unas horas con los niños, y a votar. Absoluto desastre en el colegio electoral, decenas de periodistas y fotógrafos aturdiendo -necesariamente- al candidato y su mujer. "Y ni siquiera me ha tocado una escuela pública". El matrimonio votó en un colegio religioso mientras un sacerdote fotografiaba al líder como un poseso, dando codazos a los profesionales de la cámara. A la salida -comenta Felipe- un fotógrafo francés, con un gran angular, hizo "la foto": Felipe saliendo de un colegio religioso con los muros empapelados con la imagen del Papa.

El caballo comenta las tensiones de la recta electoral y, con respeto y discreción, la audiencia con el Rey. Felipe González no se sintió tan preocupado en Vitoria (cuando alguien de su entorno le urge a esconderse) como el día antes en San Sebastián, en el mitin del velódromo de Anoeta. Es desde Donostia desde donde llama a la Za*rzuela, ante las ondas inquietantes que le van llegando de Madrid, y le sugiere al general Fernández Campo (secretario de la Casa Real) una audiencia del Rey con los líderes. Y anteayer el Rey los recibió cordial y agradecido.

Cuando todos, tras las fotos protocolarias, entraban al salón de la cita, no sabían dónde sentarse. "Sentaros como queráis", les dijo el Rey, "el orden de los factores no altera el producto". Al final, por la derecha del Rey, tomaron asiento Arzallus, Fraga, Landelino, Suárez, Felipe, Carrillo, Roca y Calvo Sotelo. Rápidamente, el Rey le ofreció un cenicero a Carrillo: "Toma, Santiago, que siempre me quemas las alfombras". El candidato socialista recomendó la asistencia de los líderes de las nacionalidades catalana y vasca por más que pudieran aparecer como representantes únicos de Cataluña y Euskadi ante la Corona. Como decía Pascal, "hay ocasiones en que hay que saber llamar París a París, y otras llamarle la capital de Francia". "Ante un problema de Estado", dice el candidato, "no me duelen prendas dejar a un lado las tácticas electorales".

El Último en abandonar la Zarzuela

El Rey estuvo exquisito en su respeto a los mecanismos constitucionales. Felipe abandonó el último la Zarzuela. "No, el Rey no me retuvo. Quería comunicarle a Sabino Fernández Campo que al día siguiente de las elecciones, si las gana mi partido, pediré audiencia al Rey". Su calendario podría ser -si ha ganado- visitar hoy mismo al Rey para expresarle su respeto constitucional y felicitarse con él. de que una vez más haya ga nado la democracia -como siempre que funcionan las consultas populares-; después, pedir otra audiencia a Calvo Sotelo para organizar esta pequeña transición dentro de la transición.

Este fin de semana Felipe González se meditará muy mucho sí arranca a funcionar su Gobierno en la sombra en paralelo con el Go bierno de UCI) o lo contrapea con un Gobierno de gestión que junto con los actuales ministros lleve este país al buen puerto del 5 de diciembre, que es para cuando se calcula la investidura. Las dudas sólo se recuestan en las posibilidades de filtraciones informativas que podría originar el inmediato funcionamiento paralelo del Gobierno en la sombra. "Ya hay filtraciones, y algunas hasta son verdad. Imagínate si empezamos a gobernar solapados con los de ahora".

La fiesta electoral de ayer en el hotel Palace la tenía muy clara. Alfonso Guerra pensaba dar una conferencia de prensa a las once de la noche, y "si ganamos (siempre el condicional que ha prometido) me presentaré a la una para leer una declaración. Los periodistas me llamaréis de todo mañana, me acusaréis de soberbia, pero yo no puedo someterme esta noche a un tiroteo de preguntas concretas".

Te reconoce que él ha parado a toda la Internacional Socialista que quería apoyarle en su noche electoral. "He tenido que decirle que no a Papandreu o a Pierre Mauroy". Bueno -se le interrumpe-, pero ahí tendrás a Suárez el primero para felicitarte. Otro comenta: "Y Carrillo, mirando detrás de alguien". Un tercero apostilla: "Y llamará Leopoldo al Palace con voz de ultratumba diciendo: 'Los últimos datos me hacen estimar que usted ha ganado estas elecciones y tengo mucho gusto en poner en su conocimiento mis parabienes'".

-Pero, ¿le has ofrecido a Narcis Serra la cartera de Defensa?

"Yo no sé", te dice, "de dónde ha salido eso. Y desde luego no he hablado de tal tema con Narcís". "Pues no sería mala idea", se le aduce. "Pues no". Y todos nos enredamos en una pelea verbal para empujar el balón por la misma banda: que los catalanes tienen mucho que aportar a la gobernación del Estado, que Narcís Serra es un señor muy serio, tranquilo, buen gestor, enérgico ("Sólo le falta capacidad de expresión",se estima). "Pero bueno, eso es que tiene que traducírse del catalán". Felipe cuenta anécdotas, con todo cariño, del seny catalán y la incapacidad congénita de esta nación para el despilfarro.

-Oye, yo os invito a charripaña -dice el dueño de la casa.

-No me gusta el champaña -comenta Felipe.

Se habla de dignificar la tan cercana pero hipotética presidencia socialista. "Pero, ¿te quieres creer que yo le he dado la mano a Plácido Domingo en la recepción de Mitterrand y que Ricardo Bofill no ha estado nunca en las recepciones del Rey?" Si ganan, puede que el aparato socialista esté pensando en pedirle al Rey que presida en su residencia, o donde lo desee, una recepción con la elite del pensamiento intelectual, desde Gabriel García Márquez hasta el último Nobel vivo.

Alguien le sugiere que deposite una corona en el olvidado Panteón de Hombres Ilustres de Madrid. "Mirad", dice "lo que tenemos que hacer es recuperar el orgullo de ser españoles. No continuar acomplejados. Terminar con esa depresión que arranca del 98. Y que para empezar, las primeras cabezas de la cultura, españolas y extranjeras, se congratulen con el Rey de la consolidación de nuestra democracia. Yo a Bofill no le he pedido que vote socialista, sino que -este hombre que trabaja en tres continentes- edifique también en España".

Se le cuentan al todavía candidato los chistes, más o menos graciosos, que se hacen sobre la. providencia del viaje papal: que nos garantiza por una semana el interregno, por cuanto aquí nadie hará ninguna barbaridad con el Papa.

El todavía candidato, más los reunidos, comenta que la recepción en Barajas -supongo que acudirá el resto de los líderes políticos- detrás del Rey, y luego la cena o el almuerzo que ofrezca el Monarca al Papa. "Pero en el palacio de Oriente, yo, junto al presidente del Gobierno. Si hemos ganado no acepto un ministro por delante. Si no, no voy". Y hablamos todos de la mezquindad del protocolo político organizado por UCD, que no ha sabido tener sentido del Estado ni para con el Monarca. "Pero si al Rey", comenta un comensal, "le hubiera favorecido que en los actos públicos figurara preeminentemente el jefe de la oposición".

Felipe probablemente otorgará a Fraga -si las urnas le hacen merecedor a tal status- un papel dentro del Estado como jefe de la oposición. "Y con una peseta más de sueldo que el presidente del Gobierno", como en el Reino Unido. Y se habla del desaprovechamiento de los ex jefes de Gobierno de la Monarquía democrática. Puede que un Gobierno socialista proponga al Congreso que los ex presidentes de Gobierno sean senadores vitalicios para aprovechar su experiencia y dignificar esta magistratura. Creo que Felipe le pedirá, por ejemplo, a Adolfo Suárez que trabaje con él un mes en la Moncloa hasta que termine de contarle qué hay en los cajones. ¿Y Calvo Sotelo?

-Calvo Sotelo -comenta un chusco- todavía no sabe lo que hay en los cajones. No los ha abierto.

Guerra sucia electoral

Felipe se irrita, como le hemos visto en su campaña, ante una guerra sucia electoral que él calificaría de cínica. De pueblo en pueblo ha tenido que ir callando su correspondencia; la que recibe de algún líder empresarial que denosta su partido en público y en privado le pide ayuda. Otros grandes empresarios se le quejan de que la gran banca los tiene por advenedizos y se sienten maltratados. "Oiga", les contesta, "yo me apellido González y no le odio a usted ni poco ni mucho. Pero si usted está sobredimensionando sus empresas, pare y sanee. Yo quiero muchos Rockefeller para España, pero no Rockefeller que se nos caigan en las espaldas del Estado". Otro comensal nos advierte: "Hace dos días que están grabadas en Televisión Española las intervenciones poselectorales del padre Martínez Fuertes (director de la campaña antisocialista a cuenta de la enseñanza) y de Ferrer Salat, y de otros, felicitando al PSOE por su victoria".

La señora que hace años cuida de los hijos del matrimonio (natural del mismo pueblo conquense de Javier Rupérez, donde cuenta que aún se le conoce genéricamente por "el señorito Javier") se despide y pregunta que adónde va mañana. "A la Moncloa, no", se le despide, embromándola. Prácticamente no hay llamadas, el ambiente es cordial, modesto y confiado. Se comenta que el PSOE ya ha puesto en conocimiento del Ministerio del Interior la venta excepcional de tela morada -que provocadores de ultraderecha utilizarán para confeccionar banderas republicanas y sacarlas a la calle adjudicándolas a la izquierda-, y la existencia de almacenes con panfletos falangistas que rezan: "Desde esta noche (por ayer), prepárate a perder tus ahorros".

Se habla de lo atípico de esta liza electoral, que! más parece un plebiscito, y en la que, desde la raya de salida, se han disparado dos candidaturas para dos puestos: el de jefe del Gobierno y el de jefe de la oposición. Tal es así, que puede haber dos ganadores moralmente. "Habrá que reformar la Ley Electoral", dice Felipe, "pero para hacerla más democrática, no para que nos puedan acusar de querer estar doscientos años en el poder".

Hace unos veinte días que el líder socialista se reunió -un punto a cara de perro- con Lacalle Leloup, presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor. Colocaron sobre la mesa todo el paquete de problemas y hablaron en ese tono conversacional que los castizos tildarían de a calzón quitao. Felipe insiste en que si algún partido político garantiza la unidad del Estado español es precisamente el suyo ("Y no esas siglas que andan por ahí y que van a sacar un par de diputados, en el mejor de los casos, por Cataluña y uno por Euskadi").

El injustificado recelo de la Guardia Civil

Alguien apunta el recelo de la Guardia Civil hacia los socialistas. Felipe se revuelve, indignado: "Pero si a lo mejor yo tengo en esto más sentido de la responsabilidad del Estado que el general Franco, que estuvo a punto de disolverla y al final, como no se atrevió, les rebajó el sueldo. Nosotros queremos, más que nadie, la permanencia de este Cuerpo, que evita la inmediata intervención del Ejército en asuntos interiores. Lo que queremos hacer es modemizarla, dotarla mejor. Ahí tenemos el ejemplo de los carabinieri italianos".

El caballo socialista habla con respeto de la cabeza del mando militar y vuelve a lamentar que los Gobiernos anteriores no le hayan permitido dirigirse a los militares desde la tribuna del CESEDEN. Ahora ya no puede limitarse a impartir conferencias sobre el programa socialista. Tendrá que reunir a la JUJEM y abrir el sobre de sus verdades. "Yo, jamás les voy a engañar a los militares, ni a nadie". Y comenta con admiración los informes militares a los que él ha tenido acceso sobre autonomías, terrorismo y OTAN. Dice que con ellos se puede estar o no de acuerdo, pero que están confeccionados "con la cabeza". Sobre estos manteles de un chalé desconocido de Madrid se desgranan elogios socialistas hacia el alto Estado Mayor de los Ejércitos de España.

La agresividad de Alfonso Guerra

La conversación se va desflecando, y un comensal se extraña de la mala imagen de Alfonso Guerra entre ciertos sectores de esta sociedad. "Pero si es la personalidad menos agresiva y más conciliadora que he conocido jamás", aduce alguien. Casi todos coinciden. Felipe narra una anécdota: "Estábamos una vez sentados juntos en los escaños del Congreso después de una trifulca política con el Gobierno. Me volví a Alfonso y le dije:

-Mira, Alfonso, tal como están las cosas, me parece que lo único que nos falta para gobernar este país es mala leche.

-Te faltará a tí.

Y Felipe tuvo que revolverse en su escaño para demostrarle a Guerra el fondo de bondad de su mala leche, recabada del esperpento, y que muchas veces acaba en amedrentar a Martín Villa, apuntándole con el dedo desde la tribuna de oradores para después descenderla sonriendo. Dos hombres y un destino.

Otro fleco de la sobremesa se va desmayando sobre la televisión privada hasta que todos despertamos en risas por la salida espontánea de Felipe:

"Pero si es UCD la que se ha negado a la televisión privada. Yo no me niego a eso. Pero a todos los que la han pedido les meto mañana en una habitación con prohibición de que salgan hasta que se hayan puesto de acuerdo; y, eso sí, con puertas grandes para poder ir sacando los cadáveres. No nos oponemos a la televisión privada, pero que antes se pongan de acuerdo todos los que la quieren hacer".

Reivindicar los apellidos

Ya más en serio, te habla -todavía con cierta sorpresa- de que aún el Ejército griego disfruta de un canal de televisión. Y te afirma algo por lo que hasta el basset hound puede mover el rabo en socialista. "¿Sabéis lo que os digo?, que las libertades son destructivas para los liberticidas. Y yo voy a trabajar como el que más, para eso estoy pidiendo por ahí más trabajo y más responsabilidad, pero yo lo que quiero es potenciar las libertades".

Y se habla de la posibilidad de que las Fuerzas Armadas tengan su propio espacio en televisión ("que digan lo que tengan que decirle al pueblo español"), Y volvemos a reír blandamente cuando se cuenta la anécdota del capitán de la Guardia Civil de Almansa que, al llegar Felipe en campaña, se le presenta, se le cuadra, le saluda, le tiende la mano y le espeta:

-A sus órdenes el capitán Tejero, que no tiene nada que ver con el otro.

-Mucho gusto, porque nosotros queremos reivindicar hasta los apellidos.

27/10/82

Por el gran pacto con esta sociedad (27-10-1982)



Después de seguir al caballo socialista por los caminos de este país te puede acabar pareciendo un trasunto de Cagliostro, que salía con su carro tirado por caballos blancos por todas las puertas de la ciudad a la vez. Esa ubicuidad que le ha procurado Julio Feo, manager de su campaña, baloncentista en Estados Unidos y ya con la mirada transversal de los encestadores a fuer de tanto mirar hacia los lados y hacia atrás. Mi organización es más pequeña y no me permite cruzar Madrid, taraceado de mítines, caravanas y gentes partidarias, escuchar a Felipe ante los cientos de miles de personas que le esperan en la Ciudad Universitaria, y regresar al periódico a escribir. Pero me atrevo aaventurar que ayer en esta ciudad ha pronunciado su gran discurso de esta campaña. Y no me atrevo a escribirlo por clarividencia sino porque Felipe viene cosiendo los retales de ese discurso casi desde la pre-campaña por Andalucía y porque en él es un acto premeditado el servirse del resorte y la amplificación de unos de sus grandes concentraciones humanas -como la de Madrid- para catapultar ese gran alegato moral que quiere dirigir a toda la sociedad española. Una filípica.Busca su inspiración -como ya está escrito- en los discursos en campo abierto de don Manuel Azaña. No tanto en su contenido -intransferible- como en el pul so moral y en las reclamaciones éticas. Y acaso también en ese punto de indignación contenida (que en Azaña se deslizaba peligrosamente hasta el desprecio) en el que el candidato encuentra, sus mejores recursos oratorios. De entre lo peor de este candidato está el que se niega empecinadamente a que le escriban los discursos, que él mismo no es brillante en la escritura y que lee peor. Su fuerte es improvisar sobre un esquema de temas intercambiables y tomarle la temperatura al auditorio al que tironea, abronca, estimula o modera a tenor de la respuesta a su filípica. Pero no parece que pueda acabar encontrando el registro de los grandes oradores que en los estadios son capaces de entusiasmar a las masas con cadencias literarias y que el día anterior -esos son siempre discursos memorizados- redactan al pie de los párrafos supuestamente más vibrantes: -("Gran ovación"). -("Entusiasmo generalizado"). - ("Una voz: ¡Eso, eso!).

Sea como fuere, tres grandes líneas maestras han signado la campaña socialista: el cambio, un nuevo regeneracionismo y el pacto entre un partido político y la sociedad, las tres interenganchadas como vagones de ferrocarril. Siempre con un tono exquisito -dentro de lo que son estas cosas- en el que el candidato, socialista, aún cuando sabe ser, si llega el caso, jupiterino, ha procurado no herir a nadie y teñir de respeto sus dúplicas a adversarios y hasta enemigos.

El primer vagón es la idea de la necesidad del cambio, que la sociedad siente casi instivamente, y que el candidato socialista se la arrebata intelectualmente a los golpistas; la recuperación de todos esos ciudadanos que son conscientes de que, la política española no puede continuar como está y que, por puro desencanto, podrían ser recipiendarios de mensajes involucionistas. ¿Y donde está el cambio?: en el desenterramiento, limpieza y pulimiento de las palabras forradas de orín: la ética, la moral, la satisfacción por el trabajo bien hecho, la solidaridad, el no vivir de las ubres del presupuesto cobrando cinco sueldos, la responsabilidad, la honestidad en la vida pública. Palabras cuyo sonido estaba olvidado en este país hasta el punto de que.ahora su son pueda parecer relamido y anticuado. Pero tengo que dar fe de que por los pueblos de este país las gentes se embelesan con la vieja llamada de la decencia.

Otra historia será que el requerimiento tenga después respuesta adecuada desde el nuevo Gobierno que se ofrece y que los socialistas hagan las cosas bien o las hagan mal. Pero ser insensibles al mensaje -absolutamente acertado- es ya el tópico de la derecha cerril de esta nación. Y en ese llamamiento a la decencia se ofrece sellar el pacto entre un partido -el PSOE- y la sociedad. "Yo sé" -dice Felipe- "que mi partido va a tener un treintaitantos por ciento de votos militantes. El resto, de ahí hasta el tope, es gente que no sé si será socialista (muchos, seguro), pero que sí sé que no militan en mi partido y que nos están prestando su voto y su ayuda para cambiar todo esto. Luego, si ganamos estas elecciones, tendremos que pactar con todo ese electorado que no es estrictamente nuestro en un sentido de militancia. Hay que gobernar con ellos articulando un pacto social."

Ahí está alguna de las claves del escasísimo interés que el PSOE ha tenido en esta campaña por los debates electorales. Por un lado como caballo ganador ya en la línea de salida poco tenía que ganar, pero por otro es que esta gente, aún respetándolo, ha captado el aburrimiento generalizado por la querella entre los líderes, tras el empacho del desmoronamiento por fascículos del centro político español. Pero es una equivocación -además de una maldad electoralista- tener al candidato como remiso al enfrentamiento público. Si accede a la Presidencia será, sin duda alguna, por talante, un presidente comunicativo, que no rehuirá el debate en el Congreso (pese a que se trabaja sobre la hipótesis de una oposición durísima y correosa) ni la comunicación más abierta con los ciudadanos.

Por lo demás, mueve a extrañeza en esta campaña socialista que no se hayan tendido puentes sobre la vieja extrema izquierda del PCE, ahora destruida, y cuyos integrantes, mayoritariarnente jóvenes, engordan el paro político, los nacientes partidos ecologístas, el feminismo militante. Ayer coincidía en un lugar público con una feminista antaño propiciadora del Partido Radical y devota de Panella; iba encartelada con pegatinas de Suárez. Ni siquiera de Ordóñez. El PSOE parece haber albergado miedos electorales a la movilización de tales ciudadanos que acabarán siendo capitaneados por Tamames, pero tras alguna conversación con el caballo también podría pensar en la confianza socialista por el nacimiento de algún partido progresista radical, al que no quieren comerle el espacio. Creo que no equivoco a nadie suponiendo que los socialistas en el poder ayudarán al nacimiento de un proyecto político de este tipo, a más de dedicar buena parte de sus afanes a la reconstrucción de la derecha democrática española. Parece que van a tener el gobierno, es más dudoso que lleguen a tener el poder (aquella patética frase de Suárez en La Moncloa: "Daría diez años de mi vida por uno de poder, de verdadero poder") pero lo que les va a sobrar es trabajo.

26/10/82

En el tablero de ajedrez (26-10-1982)



Aún Franco en el poder, Felipe, entonces mero abogado laboralista, sube las escaleras de un piso clandestino que el PSOE tiene en Sevilla. Lleva al hombro una vietnamita, una de las multicopistas entonces al uso y de ralativo fácil transporte. Es de madrugada y no se debe hacer ruido y despertar a los vecinos. Comete el error de llevar un pitillo encendido en la boca. Una brasilla le prende la camisa sobre un hombro, se va quemando, no puede quejarse, y ahí vemos a Felipe González corriendo escaleras arriba, sujetando el silencio, con bastantes kilos sobre un omoplato y mordiéndose la lengua para no aullar bajo una quemadura. Todavía guarda aquella camisa quemada de recuerdo del susto que padeció. Pequeñas anécdotas

Son las pequeñas anécdotas que te van desgranando sus más fieles seguidores en este seguimiento itinerante del autobús. Historias mínimas -que jamás contará el caballo a un periodista- pero que revelan el carisma, con tintes amorosos, que el candidato despierta entre su gente. La clandestinidad, en este país, fue, por supuesto, mucho más dura que todo eso, y aquí alguna gente, y no precisamente del PSOE, se ha jugado cosas más importantes que una quemadura en la camisa. Pero de esa pequeña injusticia histórica tampoco es culpable el candidato, que entiende por lo demás la mitificación por los suyos, por más que no le agrade.

Y comentas con su equipo de campaña otra anécdota de aquella clandestinidad tan lejana y tan próxima: una célula de un partido de izquierda, cuya identidad no hace electoralmente al caso, se viene reuniendo noche tras noche para discutir los documentos que su partido remite desde París. Los militantes, sin domir, se restregan los parpados buscando nuevas y mejores interconexiones entre sus neuronas. Desde hace semanas ha sido necesario desarrollar toda la parafernalia de citas previas, seguimiento de otros camaradas hasta el punto de reunión, repaso a la lista de todos los edificios de tu ciudad con doble entrada y salida, interminables cafés en los más populosos bares de la urbe, para discutir madrugada a madrugada y en un continuo peloteo de citas de Lenin -algunas inventadas- la cuadratura del círculo de la nueva sociedad que todos buscábamos. Todo ello hasta que, ojerosos, recibíamos la visita de un paracaidista -un responsable que bajaba desde la dirección partidaria a una célula de base, para recordarnos que tanta discusión política sobre los documentos del partido debía hacerse río para hacer correcciones o sugerencias sino para aprendérselos, mejor.

Esto es lo que Felipe nunca podría tolerar y lo que le aporta ese plus innegable de credibilidad.

Tal como Aristides Briand, quien tuvo que sacar adelante a la tercera República francesa amenazada por el asunto Dreyfus y, en general, por un Ejército hostil, Felipe González no se plantea los problemas teológicos del socialismo. Ayudará desde el Gobierno a la reconstrucción del centro y no me parece a mí que Vaya a tener mucha piedad para con todas las Claudias que han envenenado nuestra derecha democrática hasta convertirla en una historia más de Robert Graves. Y tampoco, pese al mensaje de moderación que va vendiendo por España, cabría incorporar al candidato socialista demasiados perfiles de suavidad. Con el golpismo pretende ser todo lo enérgico que le permita esa última raya moral que se entiende por razón de Estado. Y no piensa caer en ninguna debilidad por mero instinto de supervivencia y en el entendimiento de que el próximo pulso no será entre el golpismo y un gobierno PSOE sino entre el Estado democrático y una minoría involucionista.

Preocupa el Interregno

Preocupa, obviamente, el interregno de poder que puede abrirse entre un triunfo socialista y la detentación real del teclado del poder. Acaso aquí las cuatro semanas de interregno puedan ser más preocupantes por cuanto eso que podríamos denominar "el Gobierno saliente" carece de autoridad y de moral. El caballo en cualquier caso se siente tranquilo y confiado, pero realista. "No somos tontos. ¡Cómo no van a intentar algo!" Pero se duele de todo aquello que pueda crear un alarmismo innecesario. Y vende su producto: "Sólo los socialistas pueden parar y desarticular la trama del golpe". Un Gobierno en la sombra o paralelo al día siguiente de la jornada electoral puede garantizar esta transición en la transición.

Pero sería faltar a la verdad no relatar la confianza y la seguridad de este candidato.

Se trabaja en el autobús sobre planes a diez años, como los referentes a Iberoamérica, y el caballo, ya tan lejos de aquel "...Capullo, queremos un hijo tuyo..." reparte por las carreteras de España cambio, seguridad, confianza, esperanza. Cuando en una de las escasas recaladas en Madrid arrastras por una vez tu maleta hasta tu domicilio en vez de hasta el pasillo de un hotel ignoto de una ciudad cuyo nombre equivocas en la marea del viaje, tus conocidos te asaltan con la preocupación del golpe próximo. No hay tal para la caravana socialista que trabaja en su autobus. Puedo dar fe de que este caballo, cuando en las curvas de las carreteras de este país se contrapean los autobuses y todos nos saludamos con la mano, va garrapateando con sus notas los planes de ayuda a las empresas privadas en crisis.

Porque el golpe existe como existe el cáncer, pero no podemos vivir todos pensando en las metástasis aunque resulte conveniente trabajar en el estudio de la reproducción anormal de las células. Y, además, ¿esto qué es?: una partida de ajedrez entre el coronel San Martín y el Estado establecido. No da para más. Sería verdaderamente de tontos dejarse ganar.

25/10/82

Meditación sobre el 'caballo' (25-10-1982)



La carrera electoral hace coincidir en ocasiones a los candidatos, aunque se advierte una mínima coordinación inter partidos para que, al menos en una misma ciudad, no se produzcan -como en Oviedo- dos mítines a la misma hora. El otro día, por tierras de Soria, la comitiva de automóviles de Adolfo Suárez adelantaba a la caravana de autobuses de Felipe. Acaso por falta de reflejos informativos los periodistas no invitamos a Adolfo Suárez -aprovechando la ausencia del candidato socialista, en el Levante inundado- a que subiera al autocar del candidato ganador.Y esta es otra cuestión que reta a este hombre: que se den las elecciones por ganadas. Como si a sus ojos ello pudiera restar sinceridad al esfuerzo que está haciendo. Siempre insiste en que hasta la madrugada del día 29 piensa mantener ese "si" condicional ("si ganamos las elecciones") en todos sus pronunciamientos públicos. Y se niega a especulaciones de cualquier tipo sobre la composición de su futuro Gobierno. "Y al bueno de Boyer ya le estáis haciendo ministro los periodistas", comenta divertido. A este respecto el hermetismo y la discreción del PSOE es notable, casi escribiría que exquisita, en un gesto de respeto hacia el ciudadano que todavía no se ha puesto en la cola de las urnas.

-¿Y qué va a hacer usted al día siguiente de las elecciones?, le inquiere una periodista.

-Pues si ganamos y aún me queda voz, lo que me gustaría hacer es darle las gracias a los ciudadanos de este país, por haberme votado.

Pero su corrección verbal no obsta para que todos sepamos de sus trabajos sobre el diseño del Gobierno. Le preocupa sobremanera la ausencia de aparato de poder en la presidencia del Gobierno. "Tiene menos medios", dice, "que una delegación de Deportes de una pequeña capital de provincias". Y se irrita por la descoordinación que está viendo ahora mismo en este Gobierno de cara a la ayuda de los afectados por las inundaciones. "¿Qué tiene a mano ahora mismo el presidente del Gobierno en La Moncloa?: un edecán que le pasa un papel cada vez que le llaman. Nada más. Y así no se puede gobernar este país".

Es obvio que se apresta -"si ganamos"- a potenciar todo el aparato operativo de la presidencia, hasta el punto de lograr esa "línea caliente" de comunicación casi directa entre los ciudadanos y su Gobierno. Algo extremadamente dificil de conseguir, y de hecho utópico. Aunque cuando se lo comentas a Felipe González éste se te puede trastocar en un trasunto de Santo Tomás Moro (y comienza a defenderte el derecho a la utopía), te recuerda que las libertades democráticas bajo el franquismo también eran otra utopía y que, aún así, fueron alcanzadas".

Empresas que pedirán socorro

Tiene en su mano y perfectamente estudiado el dossier de las empresas que van a pedir socorro -paradójicamente-, en cuanto este caballo pise como propietario eventual el Palacio de La Moncloa. Al margen del embalse de precios propiciado por el Gobierno actual, para que se derrame sobre los primeros meses de Administración socialista -una de las cosas que denuncia públicamente el candidato- se nos avecina una nueva riada de tanta empresa descapitalizada. "El chantaje de 'si no me dan dinero, cierro o quiebro y así se pierden tantos puestos de trabajo de un Gobierno socialista', no se puede permitir".

Felipe te contesta bajo reserva cómo personalidades cualificadas de la involución, ya antes del 28, le están pidiendo ayuda. para las empresas que representan. Por eso se indigna públicamente cuando esos mismos caballeros andan por ahí contando en otros mítines sobre los peligros y maldades de la intervención del Estado en la economía. Está claro que piara lecciones de civismo la que nos está dando esta campaña. El descaro es tan tremendo que ya el candidato socialista hasta se ríe. "Pero si les vamos a ayudar", te afirma, "pero, eso sí, les vamos a exigir eficacia y trabajo a los gestores de estas empresas que van a caer sobre nosotros. Y si no, no habrá un duro".

No teme una Administración trabajando contra el socialismo porque -piensa- va a ofrecer trabajo e ilusión a cambio de absentismo y abulia. Y estima que las funcionarias y funcionarios de este país entenderán esa oferta cualitativa que, para empezar, puede mejorar sus propias existencias.

Y está sorprendentemente tranquilo con los militares. Convencido de la efectividad de su oferta: "Creo que lo que quieren los militares es un Gobierno que gobierne, que mande y sea efectivo, y eso es lo que querernos los socialistas". Este hombre quiere un Ejército que en definitiva funcione, que tenga capacidad de ser operativo y eficaz para algo más que para salir en los periódicos todos los días. Recién despertado de la lectura del libro de Michael Albert, profesor de la Escuela, Politécnica de Londres, sobre la reforma militar de Azaña (Cánovas del Castillo: "De todo se podrá culpar a España, excepto de haber tenido más reformas militares que cualquier otro ejército de la Tierra"), casi te da miedo la confianza del "caballo" en la sensatez de la mayoría de la familia militar.

Albert te viene a confirmar que en este país las izquierdas o los burgueses refórmistas mejoran al Ejército en contra de sus propios intereses ideológicos. Casi viene a asegurar que, de no mediar la denostada reforma azaflista del Ejército, Franco ni cruza el Estrecho ni gana la guerra. Bueno, pues el "caballo" te dice: que quiere un Ejército que funcione y que él no va a hacer lo que hizo Franco, eso de darle la llave del tanque a uno y la de la gasolina a otro.

Y te reafirma: "Contra mi partido no va a triunfar ningún golpe, porque vamos a trabajar, porque nuestros enemigos van a entender que somos honrados, y porque yo a los militares siempre les voy a decir la verdad", -alusión subliminal a Suárez, el hombre más odiado por los militares españoles, por cuanto se engañó a sí mismo y les engañó, diciéndoles en aquella reunión de tenientes generales cómo iba a ser la reforma política española en la que no se legalizaría al partido comunista.

Otros temas envenenados guarda en su cartera el "caballo" (no es sólo un símil competidor; este hombre aguanta lo que le echen aunque no esté a mano José Luis Moneo, ese hombre cordial que a todos nos ampara) y no hay forma de sacarle de su mensaje churchilliano, trabajado consangre, sudor y lágrimas como un camino de perfección.

Casi le suplicas que te reproduzca políticamente uno de los más famosos diálogos de la cinematografia, el de Johnny Guitar, el de "miénteme y dime que todo va a ser mejor". "Yo no sé hacer eso. Este país está mal y yo no puedo ofrecer ni frivolidades ni mentiras. Yo a este país siempre le diré la verdad".

Nota bene. Los desastres de las urgencias en la transmisión por telefonía pueden originar todas las lagunas y defectos del mundo. Esto está asumido. Pero no merecen los lectores que en mi crónica de ayer se pueda leer que "...aquí nadie ve al "caballo" dispuesto a hacer ninguna revolución". Doy fe de que el "caballo", por supuesto, no se va a tomar la molestia de asaltar el Palacio de Invierno y, además, no lo hay. Estas son las tonterías eruditas de citar a estas alturas a Marx por "directo- directo", para que Rosón confirme aquella abstrusa profecía de Marx de que España sería la segunda dictadura del proletariado del mundo.

Lo que yo quería decir ayer, y las urgencias de la Telefónica y de mi propia preimpresión me trastocaron, es que este "caballo" está buscando otro tipo de revolución. Es un hombre al que le desagradan notablemente los tiros y que tiene un notable interés por las revoluciones individuales.