La carrera electoral hace coincidir en ocasiones
a los candidatos, aunque se advierte una mínima coordinación inter partidos
para que, al menos en una misma ciudad, no se produzcan -como en Oviedo- dos
mítines a la misma hora. El otro día, por tierras de Soria, la comitiva de
automóviles de Adolfo Suárez adelantaba a la caravana de autobuses de Felipe.
Acaso por falta de reflejos informativos los periodistas no invitamos a Adolfo
Suárez -aprovechando la ausencia del candidato socialista, en el Levante
inundado- a que subiera al autocar del candidato ganador.Y esta es otra
cuestión que reta a este hombre: que se den las elecciones por ganadas. Como si
a sus ojos ello pudiera restar sinceridad al esfuerzo que está haciendo.
Siempre insiste en que hasta la madrugada del día 29 piensa mantener ese
"si" condicional ("si ganamos las elecciones") en todos sus
pronunciamientos públicos. Y se niega a especulaciones de cualquier tipo sobre
la composición de su futuro Gobierno. "Y al bueno de Boyer ya le estáis
haciendo ministro los periodistas", comenta divertido. A este respecto el
hermetismo y la discreción del PSOE es notable, casi escribiría que exquisita,
en un gesto de respeto hacia el ciudadano que todavía no se ha puesto en la
cola de las urnas.
-¿Y qué va a hacer usted al día siguiente de las
elecciones?, le inquiere una periodista.
-Pues si ganamos y aún me queda voz, lo que me
gustaría hacer es darle las gracias a los ciudadanos de este país, por haberme
votado.
Pero su corrección verbal no obsta para que todos
sepamos de sus trabajos sobre el diseño del Gobierno. Le preocupa sobremanera
la ausencia de aparato de poder en la presidencia del Gobierno. "Tiene
menos medios", dice, "que una delegación de Deportes de una pequeña
capital de provincias". Y se irrita por la descoordinación que está viendo
ahora mismo en este Gobierno de cara a la ayuda de los afectados por las
inundaciones. "¿Qué tiene a mano ahora mismo el presidente del Gobierno en
La Moncloa?: un edecán que le pasa un papel cada vez que le llaman. Nada más. Y
así no se puede gobernar este país".
Es obvio que se apresta -"si ganamos"-
a potenciar todo el aparato operativo de la presidencia, hasta el punto de
lograr esa "línea caliente" de comunicación casi directa entre los
ciudadanos y su Gobierno. Algo extremadamente dificil de conseguir, y de hecho
utópico. Aunque cuando se lo comentas a Felipe González éste se te puede
trastocar en un trasunto de Santo Tomás Moro (y comienza a defenderte el
derecho a la utopía), te recuerda que las libertades democráticas bajo el
franquismo también eran otra utopía y que, aún así, fueron alcanzadas".
Empresas
que pedirán socorro
Tiene en su mano y perfectamente estudiado el dossier
de las empresas que van a pedir socorro -paradójicamente-, en cuanto este
caballo pise como propietario eventual el Palacio de La Moncloa. Al margen del
embalse de precios propiciado por el Gobierno actual, para que se derrame sobre
los primeros meses de Administración socialista -una de las cosas que denuncia
públicamente el candidato- se nos avecina una nueva riada de tanta empresa
descapitalizada. "El chantaje de 'si no me dan dinero, cierro o quiebro y
así se pierden tantos puestos de trabajo de un Gobierno socialista', no se
puede permitir".
Felipe te contesta bajo reserva cómo
personalidades cualificadas de la involución, ya antes del 28, le están
pidiendo ayuda. para las empresas que representan. Por eso se indigna
públicamente cuando esos mismos caballeros andan por ahí contando en otros
mítines sobre los peligros y maldades de la intervención del Estado en la
economía. Está claro que piara lecciones de civismo la que nos está dando esta
campaña. El descaro es tan tremendo que ya el candidato socialista hasta se
ríe. "Pero si les vamos a ayudar", te afirma, "pero, eso sí, les
vamos a exigir eficacia y trabajo a los gestores de estas empresas que van a
caer sobre nosotros. Y si no, no habrá un duro".
No teme una Administración trabajando contra el
socialismo porque -piensa- va a ofrecer trabajo e ilusión a cambio de
absentismo y abulia. Y estima que las funcionarias y funcionarios de este país
entenderán esa oferta cualitativa que, para empezar, puede mejorar sus propias
existencias.
Y está sorprendentemente tranquilo con los
militares. Convencido de la efectividad de su oferta: "Creo que lo que
quieren los militares es un Gobierno que gobierne, que mande y sea efectivo, y
eso es lo que querernos los socialistas". Este hombre quiere un Ejército
que en definitiva funcione, que tenga capacidad de ser operativo y eficaz para
algo más que para salir en los periódicos todos los días. Recién despertado de
la lectura del libro de Michael Albert, profesor de la Escuela, Politécnica de
Londres, sobre la reforma militar de Azaña (Cánovas del Castillo: "De todo
se podrá culpar a España, excepto de haber tenido más reformas militares que
cualquier otro ejército de la Tierra"), casi te da miedo la confianza del
"caballo" en la sensatez de la mayoría de la familia militar.
Albert te viene a confirmar que en este país las
izquierdas o los burgueses refórmistas mejoran al Ejército en contra de sus
propios intereses ideológicos. Casi viene a asegurar que, de no mediar la
denostada reforma azaflista del Ejército, Franco ni cruza el Estrecho ni gana
la guerra. Bueno, pues el "caballo" te dice: que quiere un Ejército
que funcione y que él no va a hacer lo que hizo Franco, eso de darle la llave
del tanque a uno y la de la gasolina a otro.
Y te reafirma: "Contra mi partido no va a
triunfar ningún golpe, porque vamos a trabajar, porque nuestros enemigos van a
entender que somos honrados, y porque yo a los militares siempre les voy a
decir la verdad", -alusión subliminal a Suárez, el hombre más odiado por
los militares españoles, por cuanto se engañó a sí mismo y les engañó,
diciéndoles en aquella reunión de tenientes generales cómo iba a ser la reforma
política española en la que no se legalizaría al partido comunista.
Otros temas envenenados guarda en su cartera el
"caballo" (no es sólo un símil competidor; este hombre aguanta lo que
le echen aunque no esté a mano José Luis Moneo, ese hombre cordial que a todos
nos ampara) y no hay forma de sacarle de su mensaje churchilliano,
trabajado consangre, sudor y lágrimas como un camino de perfección.
Casi le suplicas que te reproduzca políticamente
uno de los más famosos diálogos de la cinematografia, el de Johnny Guitar, el
de "miénteme y dime que todo va a ser mejor". "Yo no sé hacer
eso. Este país está mal y yo no puedo ofrecer ni frivolidades ni mentiras. Yo a
este país siempre le diré la verdad".
Nota bene. Los desastres de las urgencias
en la transmisión por telefonía pueden originar todas las lagunas y defectos
del mundo. Esto está asumido. Pero no merecen los lectores que en mi crónica de
ayer se pueda leer que "...aquí nadie ve al "caballo" dispuesto
a hacer ninguna revolución". Doy fe de que el "caballo", por
supuesto, no se va a tomar la molestia de asaltar el Palacio de Invierno y,
además, no lo hay. Estas son las tonterías eruditas de citar a estas alturas a
Marx por "directo- directo", para que Rosón confirme aquella abstrusa
profecía de Marx de que España sería la segunda dictadura del proletariado del
mundo.
Lo que yo quería decir ayer, y las urgencias de
la Telefónica y de mi propia preimpresión me trastocaron, es que este
"caballo" está buscando otro tipo de revolución. Es un hombre al que
le desagradan notablemente los tiros y que tiene un notable interés por las
revoluciones individuales.
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