"¿Pero tú te crees que yo tengo algún
síndrome de Allende?" Y es cierto que no lo tiene, y vuelves a
recapacitaren el don de la credibilidad con que los hados han deparado al caballo
socialista. Es creído por las multitudes que le aclaman en los mítines y por
las personas individuales que le interrogan en su autobús. Acaso su misterio
sea el de la esfinge: que como carece de él resulta inexplicable. Pero tienes
que acabar por creerle aun cuando sólo sea acarreando los materiales más pobres
de la psicología periodística: este es un hombre que siempre dice lo mismo.
Tanto cuando le escuchas en sus mítines como en las ruedas de Prensa y, según
los allegados, no varía gran cosa en las ejecutivas del partido.Cuando
parpadean los intermitentes del bus electoral de cabeza, se para la
comitiva en una autopista, suben al bus de la prensa Felipe, Julio Feo y
un par de escoltas, la marabunta informativa afila las mandíbulas, propones que
el contacto sea off the record y se te acepta. Se retiran las jirafas de
los micrófonos de la tele, se cierran los magnetófonos y se guardan los blocks
de bolsillo. Bueno, pues Felipe sólo aporta diferencialmente variaciones de
vocabulario. Sigue diciendo lo mismo. Y esto no es un reproche. Lo escribo con
admiración intelectual y moral hacia uno de los pocos políticos españoles que
siempre dicen aquello que están pensando. Este hombre podrá ocultar
información, pero es caracteriológicamente incapaz de mentir. Y por eso a todos
los que le seguimos puede parecernos monótono a fuer de ser sincero.
Bronca
con la Prensa
Llega a Soria con retraso y a un cine donde no
cabe la gente, por problemas administrativos que han impedido que el partido
socialista encontrara un aforo mayor. El líder viene roto y casi con el barro
en la ropa. Bronca tremebunda a la prensa que, a su juicio, no supo entender su
viaje al Levante anegado y que, colateralmente, magnificó los rumores
golpistas. Luego, en el autobús, admite que no se debe aparcar a su
comitiva periodística dejándola tirada en Calahorra, sin más explicaciones.
"Entiendo muy bien que es un derecho ciudadano el de que la prensa informe
de todos los pasos de un candidato electoral. Pero, ante las noticias de las
inundaciones de Valencia, he querido ir allí para estar con la gente que sufre
sin cobrar a cambio entrevistas con la prensa. Allí he marchado por solidaridad
humana, no para hacer campaña de nada. No existe otra razón por la que yo haya
interrumpido mi gira electoral".
Pese al encabronamiento mutuo entre el candidato
y la prensa, sabes que todo lo que te cuenta es cierto. Ramón Rubial arrojó
sobre Julio Feo, manager de esta campaña, una de las mayores broncas de
su vida, cuando supo que el caballo socialista cambiaba el esfuerzo de Euskadi
por el dolor del sureste. Se subió a las avionetas prohibidas (mueve a
reflexión la lista de líderes políticos accidentados y muertos en los últimos
meses a bordo de aparatos privados) y, conduciendo personalmente un auto
alquilado, por entre el barro ha llegado -sin periodistas- hasta el alcalde de
un pueblecito murciano ("de nosotros nadie escribe, pero ahí tengo dos
cadáveres en el depósito y la ruina en el poblado"). Regresan agotados del
periplo de las aguas y te devuelven los discursos en campo abierto de Azaña
prestados por una edición mexicana de Juan Marichal. Felipe los lleva en la
maleta en edición rústica del año 1936. ("Pero es otra cosa, otra época;
sólo cabe rescatar su tono ético".)
"No
ocurre nada preocupante"
Después, en el piso séptimo de un hotel, en su
habitación obligadamente desordenada, y molestando al alcalde de Zaragoza y
otros compañeros partidarios, Felipe, fresco pese a su última paliza, almuerza
parcamente una sopa, un filete, y se vuelve a irritar:
-Ya está bien de obsesiones golpistas. Tengo los
contactos imprescindibles con el aparato del Estado como para saber que no está
ocurriendo nada auténticamente preocupante. Y, por lo demás, hace meses, años,
que he pedido dar dos conferencias en el CESEDEN (Centro Superior de Estudios
de la Defensa Nacional) y aún estoy esperando a que me autoricen para contarles
a los militares españoles un par de cosas. Primero, que qué es esa historia de
la disolución de la unidad de España con un Gobierno PSOE. Todas esas siglas que
han surgido por el centro y la derecha no van a sacar un diputado por las
nacionalidades históricas. Pero somos nosotros los socialistas quienes podemos
garantizar un proyecto de Estado. Y ya me contarán, en segundo lugar, cuántos
tenientes y capitanes son accionistas privilegiados de la empresa privada. No
creo que sea precisamente el Ejército quien no entienda la política social de
mi partido.
El
Gobierno desapareció
-Pero las elecciones, la campaña, ¿no le parecen
inanes, ante un voto ya decidido de antemano?
-Lo que ha ocurrido es que el Gobierno
desapareció. Ahora está, todavía, colocando gente en alguna diputación en algún
cargo más o menos importante, pero ha desaparecido como referente de campaña y
hay un trasvase de votos hacia la derecha y otro hacia la izquierda que ya
estaba claro antes. Lo que se ha ido clarificando en esta campaña ha sido ese
trasvase de votos hacia la derecha. Al final se ha conseguido en un esfuerzo
conjunto la polarización del voto de las derechas en torno a Alianza Popular, a
más de que a eso hay que sumar los elementos que dentro del Gobierno ya han
estado trabajando por eso. Por ejemplo, el caso de Robles Piquer, cuya
fidelidad al Gobierno, digan lo que digan, no me puedo creer y cuya fidelidad a
la operación Fraga me parece que es total.
-Bueno, peor ha sido lo de Oscar Alzaga, ¿no?
-Pues me puede doler más lo de Oscar, porque yo
sé, que pese, a todo es un demócrata. Pero el otro, para qué nos vamos a
engañar, es simplemente el cuñado de su propio jefe.
-¿No ha incidido el PSOE en la disolución
acelerada de la derecha racional española?
-No. Porque en la disolución de las Cámaras hecha
por Calvo Sotelo de prematura no hay nada. Ellos pensaban llevarlo a diciembre
o a enero. Recuerdo una frase de Abril Martorell, entrando yo en la moncloa
("esto podernos llevárnoslo a junio") e insistían en que necesitaban
siete meses para recomponer el partido. Yo le dije a Calvo Sotelo y a Landelino,
en el mes de julio, que yo no había perdido la confianza en la UCD pero que
empezaba a pensar que esa confianza la habían perdido ellos. Y me parece que no
me equivoque en nada porque ya no sé si Calvo Sotelo quiere que gane la Unión
del Centro Democrático.
-¿Pero a usted no le parece extraño que aquí se
cumpla por primera vez un precedente histórico como es el de que un Gobierno de
derechas no ya pierda tinas elecciones, sino que se haga el haraquiri
políticamente, y prácticamente se disuelva como partido?
"Hubo
una oferta por escrito a UCD"
-El Gobierno estaba en estado de disolución. Y
Calvo Sotelo, cuando tomó la decisión de disolver las Cámaras, yo pienso que se
encontraba en el más absoluto nihilismo. Y esto lo digo con todo respeto. Yo
creo que cerró el paso a una posibilidad de centro alternativo que podía ser
representado por Adolfo Suárez. Después de las elecciones de Andalucía yo le ad
vertí a Calvo Sotelo lo que podía ocurrir y le dije muy claramente que al PSOE
y al país no le iba a sorprender el hecho de tinas elecciones anticipadas. El
sabía que desde el mes de junio el comité federal del PSOE ya estaba elaborando
las listas electorales. Y aún más, yo le ofrecí a primeros de marzo un acuerdo
político entre el Gobierno y la oposición para completar decisiones económicas
y administrativas para que pudiéramos entre todos llevar las elecciones con
tranquilidad hasta 1983. Y completar tranquilamente la legislatura. Bueno, pues
lo único que le interesó fue ese supuesto triunfo político de meternos
en la OTAN.
-¿Pero esa oferta de colaboración llegó a algo
más?
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