1/11/82

Entrevista a Santiago Carrillo (1-11-1982)

Santiago Carrillo se retira de la dirección del PCE, pero no de la política. El veterano dirigente comunista se cree todavía con fuerzas suficientes para " navegar durante años "'y ofrece su experiencia tanto a su partido como a la vida política desde "algún despachito en las Cortes". El ex dirigente del PCE considera que la Unión Soviética, jugando subliminalmente a favor de la oferta socialista, ha podido tener alguna influencia en los resultados de las pasadas elecciones legislativas, tan desfavorables a su partido. Y, en consecuencia, avanza oscuros presagios sobre el futuro político español. En concreto, afirma que no hay que descartar la hipótesis de un golpe de Estado contra la próxima administración socialista porque no considera al futuro gobierno en condiciones de destruir las tramas golpistas.

A una indicación convenida, el Partido Comunista de España regresaría automáticamente al frío de los manglares y espesuras de la clandestinidad. Otros partidos de izquierda, como el Movimiento Comunista o -en menor medida- los socialistas, también han estudiado o estudian la posibilidad de mejorar la red de sus alcantarillas conspirativas. En cualquier caso, Santiago Carrillo no aspira a inspirar ninguna hipotética película de Costa Gavras sobre España rodada fuera de España.-Si hay un golpe tendrán que apresarme en los primerísimos momentos, y desprevenido. Porque tenemos infraestructura suficiente para, que yo pueda estar, al menos hasta tres meses, trabajando políticamente, sin tener que abandonar Madrid. Y entienda usted que yo, ocurra lo que ocurra, nunca volveré a exiliarme; jamás dejaré otra vez mi país. Pero debemos estar preparados ante la hipótesis de un golpe de Estado contra una Administración socialista. El PSOE se va a ver obligado a realizar muchas concesiones y no me parece que se encuentren en las mejores condiciones para desmontar las tramas golpistas. Muy probablemente han llegado antes de tiempo al poder y seguro que se arrepentirán de haber sembrado la destrucción política por su izquierda y por su derecha democráticas. En las intervius (Carrillo siempre utiliza este anglicismo, presumiblemente heredado de ese largo exilio que no quiere volver a plantearse) que en la noche del 28 de octubre hacían Hermida y Azcona, todos los ciudadanos pedían al nuevo Gobierno lo mismo: que acabe con el paro, con el golpe y con el terrorismo. Los tres retos están muy lejos de las posibilidades reales de actuación de los socialistas que, insisto, se verán obligados a hacer grandes concesiones. La Historia dirá, finalmente, si la política equivocada ha sido la mía o la de la dirección del PSOE. Y que conste que el primer interesado en carecer de razón soy yo mismo. Porque si aquí se produce un golpe de Estado triunfante, a Felipe González le van a exiliar, pero a mí, si me detienen, me asesinarán. Lo tengo asumido.

-En la noche del 28 de octubre no se le veía a usted proclive a la dimisión. Por el contrario, replicó arriscadamente a una periodista que le preguntaba por esta eventualidad. No fue su noche de Otumba, no fue exactamente su noche triste. Fraga, en cambio, la noche del 1 de marzo de 1979, casi lagrimeando sobre los resultados que vomitaban los ordenadores, anunció su retirada de la política y se sentó sobre una mesita de cristal fracturando la luna.

-Mire usted, yo mi noche triste ya la tuve en el mes de junio, cuando presenté mi dimisión como secretario general de los comunistas españoles. También entonces estimaron que presentaba la dimisión como una maniobra para regresar con más fuerza o más poder, y no era así. Entonces mis compañeros me: rogaron que no me fuera, pero yo les comuniqué privadamente que al día siguiente de las elecciones legislativas dimitiría de la secretaría. Porque comprendí que en aquella. fecha, ante las divisiones que aparecían en el partido, comenzaba la inflexión. Ya se habían producido las principales deserciones, pero todavía las encuestas nos daban el diez por ciento de los votos, lo que significaba, pese a todo, mantener nuestros resultados de 1979. Con las disensiones yo sabía que empezábamos a descender inexorablemente, y por eso mi noche triste fue la de junio. En cualqúier caso, mi quinielaen estas elecciones apostaba por doce diputados y un cinco por ciento de los votos. Y más que la reducción de nuestro grupo a cuatro diputados, lo que me duele es esa pérdida de votantes hasta el tres y pico por ciento. Pero eso yo ya lo vi venir en junio. Por eso, si en la noche del 28 repliqué con acritud a algún periodista que inquiría por mi dimisión fue por la irritación lógica de quien ya la tenía en la cabeza y en secreto desde casi cuatro meses antes.

Santiago Carrillo se ha sentado a la mesa, tras saludar a Sánchez Montero, Ballesteros y unos camaradas suramericanos que almuerzan en otro saloncito contiguo de una marisquería de la madrileña calle de Fuencarral, y ha comenzado a agitar su pierna derecha como un metrónomo, en disonancia con toda su calma, su pulcritud verbal, su hablar pausado. Recordamos a Oriana Falacci y su celebrada entrevista con Carrillo en El Europeo:

-Y usted, ¿por qué mueve tanto la pierna? -preguntaba Oriana.

-Todos los secretarios generales de los partidos movemos mucho la pierna.

-Bueno, ¿y ahora el Rey va a tener que llamar a Gerardo Iglesias para evacuar las consultas protocolarias previas a la formación del Gobierno socialista?

-El Rey puede llamar a quien quiera, pero estimo que llamará a consultas a los líderes parlamentarios de los partidos. No tiene por qué llamar a los secretarios. Suárez, por ejemplo, no era secretario de UCD, ni lo es ahora del CDS; ni Fraga lo es de AP, y nadie creo que dude de que son los líderes que deben expresar la voluntad de sus partidos. Mire usted, si Pasionaria hubiera pasado a una edad más joven a la presidencia del partido, cuando yo accedí a la secretaría general, yo hubiera seguido siendo el secretario del PCE, pero Dolores Ibárruri sería la imagen indiscutible del partido.

Antes del almuerzo, por teléfono, Carrillo te dice ante alguna alusión excesivamente respetuosa: -Oiga, que yo no me he muerto ni he pasado a la historia; el que se ha muerto es el general Franco, no yo.

Y sobre la agotadora sesión de veinticinco horas del comité ejecutivo, deja bien claro que nadie pidió su dimisión -puede que sólo lo hicieran explícitamente los catalanes del PSUC Rovira y Ribó- y que en todo momento se pidió allí que los cambios tenían que hacerse con Carrillo a la cabeza. "Se me encargó la redacción del papel con las conclusiones de aquella reunión y, mientras lo redactaba, reflexioné y opté por mi dimisión, anunciada en junio. Era lo más conveniente".

-Es difícil de creer que usted no se retira estratégicamente para regresar con más bríos.

-Escúcheme lo que le voy a decir, porque se lo afirmo con toda seriedad: no volveré a la secretaría general del Partido Comunista de España. Ni tampoco seré nunca en el futuro presidente del mismo. Pero, eso sí, tengo energías físicas e intelectuales como para seguir navegando años, y algún magisterio sobre el PC y la política española creo que podré tener.

Ahí tiene usted a Adolfo Suárez, ahora con dos diputados y que tiene mucho que aportar aún a este país. Y no es sólo una mera coincidencia que Suárez y yo nos tengamos ahora que encontrar en el grupo mixto del Congreso. (Los dos únicos diputados que no obedecieron la orden de Tejero de tirarse al suelo).

No. Entre los libros que ahora lee Carrillo se encuentran las memorias de Galbraith En ellas el economista y agrónomo cana diense cuenta la gestación de las de Noel Coward. "¿Pero no has tomado nunca notas?" "Nunca; tengo una memoria de elefante. Mejor dicho: en ocasiones los elefantes me consultan a mí". Es obvio que Adolfo Suárez, como de él afirma Felipe González, tiene una vocación política de elefante, pero en las alturas del grupo mixto le acabaremos viendo evacuar consultas y petición de consejos a Santiago Carrillo. Sintiéndome ya objetivamente envejecido, medito ante la mirada mineral, de pupilas dilatadas de este hombre, que antes de que yo naciera ya era delegado de Orden Público en la Junta de Defensa de Madrid y empujaba responsabilidades abrumadoras. Casi cincuenta años acarreando el comunismo español, hasta esta su hora peor, por sus más dramáticos escalones. El respeto a su figura política e histórica es obligado. Te mira como desde la cima de los siglos, la superación de las de cepciones y la sabiduría genética de las iguanas. Coriáceo, firme, sobrenadando la depresión poselectoral, limpiando, con Belén Piniés, los papeles de su mesa en la sede madrileña del partido -"Ahora tengo más tiempo para dormir"- y decidido a buscarse un despachito en el Congreso. "Lo prefiero; allí estaré más tranquilo, es más difícil el acceso, y en las oficinas del partido tendría más a los camaradas sobre mí para consultarme. Y Gerardo Iglesias tiene que empezar a trabajar solo." Receloso ante la Prensa, a la que culpa en parte de una cierta campaña de imagen contra su partido, y acaso contra su persona, pero educado, firme, convencido, como si comandara un sumergible varado en el fondo de alguna plataforma continental, con los timones de profundidad trimados, a la espera angustiosa de poder emerger.

-Con todos los respetos, don Santiago, para el nuevo personaje, no parece que Gerardo Iglesias, muy joven, con cinco años de cárcel, bastantes peldaños por debajo de usted, sea la persona capaz de sacar al partido de la barrena en la que ha entrado.

-Gerardo Iglesias puede acabar sorprendiendo a todos, como a menudo ocurre en política. Fue un hombre al que ya se le pidió que ocupara la secretaría de organización y no quiso por no dejar Asturias...

-Pues eso casi lo invalida como político...

-O confirma que no es un arribista. Pero lo importante es que es en Asturias donde mejor se han aplicado las conclusiones del décimo congreso del PCE y que es en Asturias donde nuestro partido ha salido menos perjudicado de nuestro fracaso electoral. En buena lógica, éste era el hombre.

Carrillo tiene un exquisito cuidado por no ir abriendo los labios de las viejas y jóvenes heridas, y sólo se muestra escéptico ante Nicolás Sartorius o ante Marcelino Camacho. "Nico Sartorius, que nunca dejará este partido; ya se ha acabado el goteo de las fugas, está equivocado; su diseño del PCE conduce a una salida idéntica a la del comunismo griego: escisión entre renovadores y soviéticos, y extraparlamentarismo". "Camacho puede pensar que Conúsiones Obreras encontrarán alguna comprensión en el PSOE, pero ¿para qué nos vamos a engañar?, los socialistas intentarán hegemonizar a la UGT".

Nos vamos arrebatando los pitillos (también Carrillo consume tres cajetillas diarias y ha advertido a los catalanes que seguirá inhalando alquitrán y nicotina en las reuniónes del PSUC, pese a la reciente prohibición de fumar en ellas) y don Santiago, lenta y pacientemente, va desglosando ordenadamente su análisis de la caída y de la progresiva recuperación que espera.

-Estoy recibiendo cartas de alcaldes socialistas que lamentan el resultado comunista. Ahora, en las elecciones municipales podemos encontrarnos con un voto comunista de arrepentimiento, al margen de que en este tipo de elecciones siempre se vota antes a la persona, que la conoces directamente, que al partido. No nos van a barrer ahí, y confío en que continúe la gestión común con los socialistas, que no podrán gobernar en solitario en muchas ciudades, ni siquiera en Madrid. Aquí, en las elecciones generales se ha votado lo posible -que era el PSOE-, no se ha votado anti-PC (salvo no más de quinientos votos de castigo en Madrid); nos ha restado papeletas el síndrome del golpe y, sobre todo, el deterioro de imagen que sufre el partido a raíz de los problemas internos que aparecen en junio. Se produce una satelización de fuerzas de izquierda hacia el PSOE, que éste utiliza a fondo, y no se lo reprocho, y la doble tentación de que, o se va uno al PSOE o hacia la creación de una nueva izquierda, como se pretende conseguir en Euskadi. El Partido Comunista Español queda bloqueado social y posicológicamente. Un actual diputado del PSOE, antes de mi partido, de 42 años, me decía...

-¿Eugenio Triana?...

-Yo no voy a dar el nombre. Digo que me comentaba que a su edad ya tenía que ser diputado si algún día quería llegar a ser ministro, y que en el PCE no lo iba a conseguir. Esto lo entiendo humanamente. Y por otro lado, otro gran compañero y gran persona, sin escaño de diputado, me reprochaba que cuando acudía al Parlamento veía entre la minoría socialista a una serie de señores que no dieron un palo al agua durante la dictadura, mientras él, viejo luchador por la democracia, se sentaba en la tribuna de invitados. Y esto también se vuelve contra mí.

-Pero su partido llega al inicio de la reforma política con un patrimonio moral y político muy superior al de los demás, y lo ha ido perdiendo.

-Nos encontramos entonces con un PSOE inmaduro e izquierdista y fuimos nosotros quienes tuvimos que adoptar un sentido de la responsabilidad del Estado para sacar el país adelante. Luego el PSOE se deslizó sobre su derecha, dejándonos sin espacio entre él y la UCD. Y, además, partimos de bases muy estrechas. La Comisión de los Diez,que desde la oposición negociaba entonces con el primer Gobierno de Suárez, se negó a admitir una transición que excluía al partido comunista; menos Felipe González, que afirmó que negociaría si era preciso en solitario con el Gobierno, aun cuando nosotros nos quedáramos fuera. No hay que olvidar que aquí no se ha producido una victoria antifranquista. Aquí sólo ha triunfado el primer reformismo de la UCD, y ahora, el segundo del PSOE. Si yo fuera Alvaro Cunhal estaría ahora en el poder gobernando con Soares y con los militares progresistas. Pero aquí había que tallar otra cosa; sin contar con la decisiva influencia de la Unión Soviética.

Aduces a Carrillo que la URSS puede influir seriamente sobre muchos países, pero que te parece aventurado que pueda modificar un sentido del voto como el nuestro. "No sea usted ingenuo; puede influir, por ejemplo, a través de su propio periódico". Y alude Carrillo, entre dolorido y orgulloso, a la ayuda soviética, subliminal, al cambio socialista. "¡Si llego yo a firmar en Moscú el papel que Felipe firmó con el PCUS ..." Y se plantea la sucesión de Breznev: "Puede aumentar la tensión internacional y eso siempre favorecerá la creación de Gobiernos de derechas en Europa. Crecerá la influencia del Ejército Rojo en Moscú y perderán posibilidades de subsistencia los Gobiernos socialistas del Mediterráneo. Ya le he dicho que la historia dirá quién tiene razón y si acaso no es prematuro y perjudicial para todos un triunfo adelantado del socialismo en España".

Le reprochas el haberse dejado arrebatar por el PSOE aquella bandera del pacto entre un partido y la sociedad, un compromiso .histórico genuinamente eurocomunista hacia las clases medias, los jóvenes, los intelectuales. Te replica, con razón, que antes que nadie él tendió esa mano política, pero que ahora carece de la plataforma suficiente para hacer la oferta. Le hablas de la ilusión que ha despertado la campaña del PSOE y te observa desde la sima de su sabiduría: "Usted es muy joven, pero yo he visto a las masas enardecidas el 14 de abril de 1931, y en el mes de junio yo ya estaba haciendo de apagafuegos ante esas mismas masas, que se manifestaban contra el primer Gobierno de la República". A más de que prevé una radicalización de las bases del PSOE: "Largo Caballero accedió al Gobierno hablando de reformismo estructural y salió hablando de la dictadura del proletariado. Y no deberíamos olvidar a este respecto que al menos el cinco por ciento del voto socialista y el catorce por ciento del voto comunista están pensando que sería bueno para España el modelo soviético". Y leves quejas por lo que estima un trato injusto: "Yo no he destroza do a nadie como el PSOE a su izquierda socialista. Si he cometido un error ha sido el de no ser un dictador en mi partido y haber mantenido, contra viento y marea, un serio y constante proyecto eurocomunista". La rodilla derecha no ha perdido un momento su diapasón, rítmico, mantenido, obsesivo, que tanto reclamara la atención de Oriana. ("Oiga, que en aquella entrevista mi colega se enamoró de usted").
-Oriana es una periodista muy inteligente, y una mujer que sufre.

Hace ocho meses que no habla en privacidad con Felipe González ("Ha tenido mucho cuidado en despegarse de nosotros"). Pero si Mitterrand tiene un amigo en España, éste es Carrillo y no el caballo socialista. En un autobús Felipe le tildó de pequeño saco de maldades. Desde la otra punta del país le replicó socarrón: "En todo caso, creo que puedo aspirar a ser un pequeño saco de experiencias". Te habla de algún banquero que está con el golpe duro y antihistórico y se lleva las manos a la cabeza ante la decisión socialista de nombrar a Fraga jefe de la oposición. Cultiva amigos de años en las direcciones socialista y comunista de partidos de dos continentes ("No, no los telefoneo regularmente. Voy a la Embajada y hablo con ellos por valija diplomática"). Casi paramos la circulación de una calle para hacer unas fotos y le despides -como a todos- en la portezuela de un auto que pesa tres veces más franco fábrica.

29/10/82

Felipe González espera tranquilo en casa de un amigo (29-10-1982)



La niña pequeña de la casa, ocho años, tras sus gafitas de bichejo, vivaz e inteligente hasta fuera de lo común, va picoteando verbalmente a los habitantes de la casa. "Qué bien", le dice a su madre, "tener a Felipe tanto tiempo en la casa". Más tarde, a la hora del amuerzo, se acerca al caballo socialista para preguntarle: "¿Cuántos vamos a ser?". Felipe, entre las risas generalizadas de todos, le contesta: "Doscientos en el Congreso y ocho en la mesa". Es la broma relajante: por cuanto ya por entre algunas dudas sobre el triunfo final por parte de Carmen Romero, el candidato había vuelto a comentar que le preocupaba una barrida. Aunque después, al calor de la charleta, se comenta: "Pero también hay que considerar que si se supera la mayoría absoluta los golpistas quedan moralmente bajo tierra. ¿Qué van a vender mañana -por hoy- a los ciudadanos?"El basset-hound de la casa, algo pesado pero amigable, olisquea a las visitas. Felipe, el día electoral, se distiende en la casita de un amigo -un chalé adosado, antiguo y con reformas- en la periferia urbana de Madrid. Te recogen en las proximidades para no andar dando direcciones por teléfono. Toda la seguridad está en el sótano, y nada en la calle delata que allí espera el candidato tras los visillos corridos que dan a las aceras. Un teléfono le conecta con el Ministerio del Interior, y otro con el cuartel general de su partido, sito en un edificio distinto a la sede madrileña del PSOE. Ni la más modesta de las aparatosidades; ni un télex, ni un videoterminal de ordenador: los dos teléfonos, la guardia del sótano y los visillos corridos.

Felipe distendido, en mangas de camisa, pide medio whisky. A la hora, el vaso, derretido el hielo, es un pantano sospechoso entre las copas aceptables de los demás.

-Oye -dice al dueño de la casa-, cámbiame a mí esto, que está muy raro.

-Es que ya han empezado los envenenamientos -se le comenta.

Sólo se le queja al admirable José Luis Moneo (su médico de familia) de que sigue notando molestias en un nódulo en las cuerdas vocales, después de tanto romper la voz a la bajada del autobús. Carmen lee un periódico. Nos pasamos los cuencos de barro en que aplastamos colillas de cigarrillos y puritos que alguien ha traído de la gira por Canarias. Telefonea Alfonso Guerra desde Sevilla -camino de Madrid-, adonde ha ido a votar. Telefonea Rosón pidiendo ayuda para que la calle permanezca tranquila. "Qué dejación moral por parte del Gobierno", se comenta. "Ya están traspasando las responsabilidades". Sea como fuere, Felipe lleva la última recta de su campaña pidiendo seriedad y nada de botellas de champaña, "que además está muy caro".

Un colegio electoral con la imagen del Papa

En la mañana fueron a recoger a Carmen al aeropuerto; venía de Sevilla.de estar unas horas con los niños, y a votar. Absoluto desastre en el colegio electoral, decenas de periodistas y fotógrafos aturdiendo -necesariamente- al candidato y su mujer. "Y ni siquiera me ha tocado una escuela pública". El matrimonio votó en un colegio religioso mientras un sacerdote fotografiaba al líder como un poseso, dando codazos a los profesionales de la cámara. A la salida -comenta Felipe- un fotógrafo francés, con un gran angular, hizo "la foto": Felipe saliendo de un colegio religioso con los muros empapelados con la imagen del Papa.

El caballo comenta las tensiones de la recta electoral y, con respeto y discreción, la audiencia con el Rey. Felipe González no se sintió tan preocupado en Vitoria (cuando alguien de su entorno le urge a esconderse) como el día antes en San Sebastián, en el mitin del velódromo de Anoeta. Es desde Donostia desde donde llama a la Za*rzuela, ante las ondas inquietantes que le van llegando de Madrid, y le sugiere al general Fernández Campo (secretario de la Casa Real) una audiencia del Rey con los líderes. Y anteayer el Rey los recibió cordial y agradecido.

Cuando todos, tras las fotos protocolarias, entraban al salón de la cita, no sabían dónde sentarse. "Sentaros como queráis", les dijo el Rey, "el orden de los factores no altera el producto". Al final, por la derecha del Rey, tomaron asiento Arzallus, Fraga, Landelino, Suárez, Felipe, Carrillo, Roca y Calvo Sotelo. Rápidamente, el Rey le ofreció un cenicero a Carrillo: "Toma, Santiago, que siempre me quemas las alfombras". El candidato socialista recomendó la asistencia de los líderes de las nacionalidades catalana y vasca por más que pudieran aparecer como representantes únicos de Cataluña y Euskadi ante la Corona. Como decía Pascal, "hay ocasiones en que hay que saber llamar París a París, y otras llamarle la capital de Francia". "Ante un problema de Estado", dice el candidato, "no me duelen prendas dejar a un lado las tácticas electorales".

El Último en abandonar la Zarzuela

El Rey estuvo exquisito en su respeto a los mecanismos constitucionales. Felipe abandonó el último la Zarzuela. "No, el Rey no me retuvo. Quería comunicarle a Sabino Fernández Campo que al día siguiente de las elecciones, si las gana mi partido, pediré audiencia al Rey". Su calendario podría ser -si ha ganado- visitar hoy mismo al Rey para expresarle su respeto constitucional y felicitarse con él. de que una vez más haya ga nado la democracia -como siempre que funcionan las consultas populares-; después, pedir otra audiencia a Calvo Sotelo para organizar esta pequeña transición dentro de la transición.

Este fin de semana Felipe González se meditará muy mucho sí arranca a funcionar su Gobierno en la sombra en paralelo con el Go bierno de UCI) o lo contrapea con un Gobierno de gestión que junto con los actuales ministros lleve este país al buen puerto del 5 de diciembre, que es para cuando se calcula la investidura. Las dudas sólo se recuestan en las posibilidades de filtraciones informativas que podría originar el inmediato funcionamiento paralelo del Gobierno en la sombra. "Ya hay filtraciones, y algunas hasta son verdad. Imagínate si empezamos a gobernar solapados con los de ahora".

La fiesta electoral de ayer en el hotel Palace la tenía muy clara. Alfonso Guerra pensaba dar una conferencia de prensa a las once de la noche, y "si ganamos (siempre el condicional que ha prometido) me presentaré a la una para leer una declaración. Los periodistas me llamaréis de todo mañana, me acusaréis de soberbia, pero yo no puedo someterme esta noche a un tiroteo de preguntas concretas".

Te reconoce que él ha parado a toda la Internacional Socialista que quería apoyarle en su noche electoral. "He tenido que decirle que no a Papandreu o a Pierre Mauroy". Bueno -se le interrumpe-, pero ahí tendrás a Suárez el primero para felicitarte. Otro comenta: "Y Carrillo, mirando detrás de alguien". Un tercero apostilla: "Y llamará Leopoldo al Palace con voz de ultratumba diciendo: 'Los últimos datos me hacen estimar que usted ha ganado estas elecciones y tengo mucho gusto en poner en su conocimiento mis parabienes'".

-Pero, ¿le has ofrecido a Narcis Serra la cartera de Defensa?

"Yo no sé", te dice, "de dónde ha salido eso. Y desde luego no he hablado de tal tema con Narcís". "Pues no sería mala idea", se le aduce. "Pues no". Y todos nos enredamos en una pelea verbal para empujar el balón por la misma banda: que los catalanes tienen mucho que aportar a la gobernación del Estado, que Narcís Serra es un señor muy serio, tranquilo, buen gestor, enérgico ("Sólo le falta capacidad de expresión",se estima). "Pero bueno, eso es que tiene que traducírse del catalán". Felipe cuenta anécdotas, con todo cariño, del seny catalán y la incapacidad congénita de esta nación para el despilfarro.

-Oye, yo os invito a charripaña -dice el dueño de la casa.

-No me gusta el champaña -comenta Felipe.

Se habla de dignificar la tan cercana pero hipotética presidencia socialista. "Pero, ¿te quieres creer que yo le he dado la mano a Plácido Domingo en la recepción de Mitterrand y que Ricardo Bofill no ha estado nunca en las recepciones del Rey?" Si ganan, puede que el aparato socialista esté pensando en pedirle al Rey que presida en su residencia, o donde lo desee, una recepción con la elite del pensamiento intelectual, desde Gabriel García Márquez hasta el último Nobel vivo.

Alguien le sugiere que deposite una corona en el olvidado Panteón de Hombres Ilustres de Madrid. "Mirad", dice "lo que tenemos que hacer es recuperar el orgullo de ser españoles. No continuar acomplejados. Terminar con esa depresión que arranca del 98. Y que para empezar, las primeras cabezas de la cultura, españolas y extranjeras, se congratulen con el Rey de la consolidación de nuestra democracia. Yo a Bofill no le he pedido que vote socialista, sino que -este hombre que trabaja en tres continentes- edifique también en España".

Se le cuentan al todavía candidato los chistes, más o menos graciosos, que se hacen sobre la. providencia del viaje papal: que nos garantiza por una semana el interregno, por cuanto aquí nadie hará ninguna barbaridad con el Papa.

El todavía candidato, más los reunidos, comenta que la recepción en Barajas -supongo que acudirá el resto de los líderes políticos- detrás del Rey, y luego la cena o el almuerzo que ofrezca el Monarca al Papa. "Pero en el palacio de Oriente, yo, junto al presidente del Gobierno. Si hemos ganado no acepto un ministro por delante. Si no, no voy". Y hablamos todos de la mezquindad del protocolo político organizado por UCD, que no ha sabido tener sentido del Estado ni para con el Monarca. "Pero si al Rey", comenta un comensal, "le hubiera favorecido que en los actos públicos figurara preeminentemente el jefe de la oposición".

Felipe probablemente otorgará a Fraga -si las urnas le hacen merecedor a tal status- un papel dentro del Estado como jefe de la oposición. "Y con una peseta más de sueldo que el presidente del Gobierno", como en el Reino Unido. Y se habla del desaprovechamiento de los ex jefes de Gobierno de la Monarquía democrática. Puede que un Gobierno socialista proponga al Congreso que los ex presidentes de Gobierno sean senadores vitalicios para aprovechar su experiencia y dignificar esta magistratura. Creo que Felipe le pedirá, por ejemplo, a Adolfo Suárez que trabaje con él un mes en la Moncloa hasta que termine de contarle qué hay en los cajones. ¿Y Calvo Sotelo?

-Calvo Sotelo -comenta un chusco- todavía no sabe lo que hay en los cajones. No los ha abierto.

Guerra sucia electoral

Felipe se irrita, como le hemos visto en su campaña, ante una guerra sucia electoral que él calificaría de cínica. De pueblo en pueblo ha tenido que ir callando su correspondencia; la que recibe de algún líder empresarial que denosta su partido en público y en privado le pide ayuda. Otros grandes empresarios se le quejan de que la gran banca los tiene por advenedizos y se sienten maltratados. "Oiga", les contesta, "yo me apellido González y no le odio a usted ni poco ni mucho. Pero si usted está sobredimensionando sus empresas, pare y sanee. Yo quiero muchos Rockefeller para España, pero no Rockefeller que se nos caigan en las espaldas del Estado". Otro comensal nos advierte: "Hace dos días que están grabadas en Televisión Española las intervenciones poselectorales del padre Martínez Fuertes (director de la campaña antisocialista a cuenta de la enseñanza) y de Ferrer Salat, y de otros, felicitando al PSOE por su victoria".

La señora que hace años cuida de los hijos del matrimonio (natural del mismo pueblo conquense de Javier Rupérez, donde cuenta que aún se le conoce genéricamente por "el señorito Javier") se despide y pregunta que adónde va mañana. "A la Moncloa, no", se le despide, embromándola. Prácticamente no hay llamadas, el ambiente es cordial, modesto y confiado. Se comenta que el PSOE ya ha puesto en conocimiento del Ministerio del Interior la venta excepcional de tela morada -que provocadores de ultraderecha utilizarán para confeccionar banderas republicanas y sacarlas a la calle adjudicándolas a la izquierda-, y la existencia de almacenes con panfletos falangistas que rezan: "Desde esta noche (por ayer), prepárate a perder tus ahorros".

Se habla de lo atípico de esta liza electoral, que! más parece un plebiscito, y en la que, desde la raya de salida, se han disparado dos candidaturas para dos puestos: el de jefe del Gobierno y el de jefe de la oposición. Tal es así, que puede haber dos ganadores moralmente. "Habrá que reformar la Ley Electoral", dice Felipe, "pero para hacerla más democrática, no para que nos puedan acusar de querer estar doscientos años en el poder".

Hace unos veinte días que el líder socialista se reunió -un punto a cara de perro- con Lacalle Leloup, presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor. Colocaron sobre la mesa todo el paquete de problemas y hablaron en ese tono conversacional que los castizos tildarían de a calzón quitao. Felipe insiste en que si algún partido político garantiza la unidad del Estado español es precisamente el suyo ("Y no esas siglas que andan por ahí y que van a sacar un par de diputados, en el mejor de los casos, por Cataluña y uno por Euskadi").

El injustificado recelo de la Guardia Civil

Alguien apunta el recelo de la Guardia Civil hacia los socialistas. Felipe se revuelve, indignado: "Pero si a lo mejor yo tengo en esto más sentido de la responsabilidad del Estado que el general Franco, que estuvo a punto de disolverla y al final, como no se atrevió, les rebajó el sueldo. Nosotros queremos, más que nadie, la permanencia de este Cuerpo, que evita la inmediata intervención del Ejército en asuntos interiores. Lo que queremos hacer es modemizarla, dotarla mejor. Ahí tenemos el ejemplo de los carabinieri italianos".

El caballo socialista habla con respeto de la cabeza del mando militar y vuelve a lamentar que los Gobiernos anteriores no le hayan permitido dirigirse a los militares desde la tribuna del CESEDEN. Ahora ya no puede limitarse a impartir conferencias sobre el programa socialista. Tendrá que reunir a la JUJEM y abrir el sobre de sus verdades. "Yo, jamás les voy a engañar a los militares, ni a nadie". Y comenta con admiración los informes militares a los que él ha tenido acceso sobre autonomías, terrorismo y OTAN. Dice que con ellos se puede estar o no de acuerdo, pero que están confeccionados "con la cabeza". Sobre estos manteles de un chalé desconocido de Madrid se desgranan elogios socialistas hacia el alto Estado Mayor de los Ejércitos de España.

La agresividad de Alfonso Guerra

La conversación se va desflecando, y un comensal se extraña de la mala imagen de Alfonso Guerra entre ciertos sectores de esta sociedad. "Pero si es la personalidad menos agresiva y más conciliadora que he conocido jamás", aduce alguien. Casi todos coinciden. Felipe narra una anécdota: "Estábamos una vez sentados juntos en los escaños del Congreso después de una trifulca política con el Gobierno. Me volví a Alfonso y le dije:

-Mira, Alfonso, tal como están las cosas, me parece que lo único que nos falta para gobernar este país es mala leche.

-Te faltará a tí.

Y Felipe tuvo que revolverse en su escaño para demostrarle a Guerra el fondo de bondad de su mala leche, recabada del esperpento, y que muchas veces acaba en amedrentar a Martín Villa, apuntándole con el dedo desde la tribuna de oradores para después descenderla sonriendo. Dos hombres y un destino.

Otro fleco de la sobremesa se va desmayando sobre la televisión privada hasta que todos despertamos en risas por la salida espontánea de Felipe:

"Pero si es UCD la que se ha negado a la televisión privada. Yo no me niego a eso. Pero a todos los que la han pedido les meto mañana en una habitación con prohibición de que salgan hasta que se hayan puesto de acuerdo; y, eso sí, con puertas grandes para poder ir sacando los cadáveres. No nos oponemos a la televisión privada, pero que antes se pongan de acuerdo todos los que la quieren hacer".

Reivindicar los apellidos

Ya más en serio, te habla -todavía con cierta sorpresa- de que aún el Ejército griego disfruta de un canal de televisión. Y te afirma algo por lo que hasta el basset hound puede mover el rabo en socialista. "¿Sabéis lo que os digo?, que las libertades son destructivas para los liberticidas. Y yo voy a trabajar como el que más, para eso estoy pidiendo por ahí más trabajo y más responsabilidad, pero yo lo que quiero es potenciar las libertades".

Y se habla de la posibilidad de que las Fuerzas Armadas tengan su propio espacio en televisión ("que digan lo que tengan que decirle al pueblo español"), Y volvemos a reír blandamente cuando se cuenta la anécdota del capitán de la Guardia Civil de Almansa que, al llegar Felipe en campaña, se le presenta, se le cuadra, le saluda, le tiende la mano y le espeta:

-A sus órdenes el capitán Tejero, que no tiene nada que ver con el otro.

-Mucho gusto, porque nosotros queremos reivindicar hasta los apellidos.

27/10/82

Por el gran pacto con esta sociedad (27-10-1982)



Después de seguir al caballo socialista por los caminos de este país te puede acabar pareciendo un trasunto de Cagliostro, que salía con su carro tirado por caballos blancos por todas las puertas de la ciudad a la vez. Esa ubicuidad que le ha procurado Julio Feo, manager de su campaña, baloncentista en Estados Unidos y ya con la mirada transversal de los encestadores a fuer de tanto mirar hacia los lados y hacia atrás. Mi organización es más pequeña y no me permite cruzar Madrid, taraceado de mítines, caravanas y gentes partidarias, escuchar a Felipe ante los cientos de miles de personas que le esperan en la Ciudad Universitaria, y regresar al periódico a escribir. Pero me atrevo aaventurar que ayer en esta ciudad ha pronunciado su gran discurso de esta campaña. Y no me atrevo a escribirlo por clarividencia sino porque Felipe viene cosiendo los retales de ese discurso casi desde la pre-campaña por Andalucía y porque en él es un acto premeditado el servirse del resorte y la amplificación de unos de sus grandes concentraciones humanas -como la de Madrid- para catapultar ese gran alegato moral que quiere dirigir a toda la sociedad española. Una filípica.Busca su inspiración -como ya está escrito- en los discursos en campo abierto de don Manuel Azaña. No tanto en su contenido -intransferible- como en el pul so moral y en las reclamaciones éticas. Y acaso también en ese punto de indignación contenida (que en Azaña se deslizaba peligrosamente hasta el desprecio) en el que el candidato encuentra, sus mejores recursos oratorios. De entre lo peor de este candidato está el que se niega empecinadamente a que le escriban los discursos, que él mismo no es brillante en la escritura y que lee peor. Su fuerte es improvisar sobre un esquema de temas intercambiables y tomarle la temperatura al auditorio al que tironea, abronca, estimula o modera a tenor de la respuesta a su filípica. Pero no parece que pueda acabar encontrando el registro de los grandes oradores que en los estadios son capaces de entusiasmar a las masas con cadencias literarias y que el día anterior -esos son siempre discursos memorizados- redactan al pie de los párrafos supuestamente más vibrantes: -("Gran ovación"). -("Entusiasmo generalizado"). - ("Una voz: ¡Eso, eso!).

Sea como fuere, tres grandes líneas maestras han signado la campaña socialista: el cambio, un nuevo regeneracionismo y el pacto entre un partido político y la sociedad, las tres interenganchadas como vagones de ferrocarril. Siempre con un tono exquisito -dentro de lo que son estas cosas- en el que el candidato, socialista, aún cuando sabe ser, si llega el caso, jupiterino, ha procurado no herir a nadie y teñir de respeto sus dúplicas a adversarios y hasta enemigos.

El primer vagón es la idea de la necesidad del cambio, que la sociedad siente casi instivamente, y que el candidato socialista se la arrebata intelectualmente a los golpistas; la recuperación de todos esos ciudadanos que son conscientes de que, la política española no puede continuar como está y que, por puro desencanto, podrían ser recipiendarios de mensajes involucionistas. ¿Y donde está el cambio?: en el desenterramiento, limpieza y pulimiento de las palabras forradas de orín: la ética, la moral, la satisfacción por el trabajo bien hecho, la solidaridad, el no vivir de las ubres del presupuesto cobrando cinco sueldos, la responsabilidad, la honestidad en la vida pública. Palabras cuyo sonido estaba olvidado en este país hasta el punto de que.ahora su son pueda parecer relamido y anticuado. Pero tengo que dar fe de que por los pueblos de este país las gentes se embelesan con la vieja llamada de la decencia.

Otra historia será que el requerimiento tenga después respuesta adecuada desde el nuevo Gobierno que se ofrece y que los socialistas hagan las cosas bien o las hagan mal. Pero ser insensibles al mensaje -absolutamente acertado- es ya el tópico de la derecha cerril de esta nación. Y en ese llamamiento a la decencia se ofrece sellar el pacto entre un partido -el PSOE- y la sociedad. "Yo sé" -dice Felipe- "que mi partido va a tener un treintaitantos por ciento de votos militantes. El resto, de ahí hasta el tope, es gente que no sé si será socialista (muchos, seguro), pero que sí sé que no militan en mi partido y que nos están prestando su voto y su ayuda para cambiar todo esto. Luego, si ganamos estas elecciones, tendremos que pactar con todo ese electorado que no es estrictamente nuestro en un sentido de militancia. Hay que gobernar con ellos articulando un pacto social."

Ahí está alguna de las claves del escasísimo interés que el PSOE ha tenido en esta campaña por los debates electorales. Por un lado como caballo ganador ya en la línea de salida poco tenía que ganar, pero por otro es que esta gente, aún respetándolo, ha captado el aburrimiento generalizado por la querella entre los líderes, tras el empacho del desmoronamiento por fascículos del centro político español. Pero es una equivocación -además de una maldad electoralista- tener al candidato como remiso al enfrentamiento público. Si accede a la Presidencia será, sin duda alguna, por talante, un presidente comunicativo, que no rehuirá el debate en el Congreso (pese a que se trabaja sobre la hipótesis de una oposición durísima y correosa) ni la comunicación más abierta con los ciudadanos.

Por lo demás, mueve a extrañeza en esta campaña socialista que no se hayan tendido puentes sobre la vieja extrema izquierda del PCE, ahora destruida, y cuyos integrantes, mayoritariarnente jóvenes, engordan el paro político, los nacientes partidos ecologístas, el feminismo militante. Ayer coincidía en un lugar público con una feminista antaño propiciadora del Partido Radical y devota de Panella; iba encartelada con pegatinas de Suárez. Ni siquiera de Ordóñez. El PSOE parece haber albergado miedos electorales a la movilización de tales ciudadanos que acabarán siendo capitaneados por Tamames, pero tras alguna conversación con el caballo también podría pensar en la confianza socialista por el nacimiento de algún partido progresista radical, al que no quieren comerle el espacio. Creo que no equivoco a nadie suponiendo que los socialistas en el poder ayudarán al nacimiento de un proyecto político de este tipo, a más de dedicar buena parte de sus afanes a la reconstrucción de la derecha democrática española. Parece que van a tener el gobierno, es más dudoso que lleguen a tener el poder (aquella patética frase de Suárez en La Moncloa: "Daría diez años de mi vida por uno de poder, de verdadero poder") pero lo que les va a sobrar es trabajo.

26/10/82

En el tablero de ajedrez (26-10-1982)



Aún Franco en el poder, Felipe, entonces mero abogado laboralista, sube las escaleras de un piso clandestino que el PSOE tiene en Sevilla. Lleva al hombro una vietnamita, una de las multicopistas entonces al uso y de ralativo fácil transporte. Es de madrugada y no se debe hacer ruido y despertar a los vecinos. Comete el error de llevar un pitillo encendido en la boca. Una brasilla le prende la camisa sobre un hombro, se va quemando, no puede quejarse, y ahí vemos a Felipe González corriendo escaleras arriba, sujetando el silencio, con bastantes kilos sobre un omoplato y mordiéndose la lengua para no aullar bajo una quemadura. Todavía guarda aquella camisa quemada de recuerdo del susto que padeció. Pequeñas anécdotas

Son las pequeñas anécdotas que te van desgranando sus más fieles seguidores en este seguimiento itinerante del autobús. Historias mínimas -que jamás contará el caballo a un periodista- pero que revelan el carisma, con tintes amorosos, que el candidato despierta entre su gente. La clandestinidad, en este país, fue, por supuesto, mucho más dura que todo eso, y aquí alguna gente, y no precisamente del PSOE, se ha jugado cosas más importantes que una quemadura en la camisa. Pero de esa pequeña injusticia histórica tampoco es culpable el candidato, que entiende por lo demás la mitificación por los suyos, por más que no le agrade.

Y comentas con su equipo de campaña otra anécdota de aquella clandestinidad tan lejana y tan próxima: una célula de un partido de izquierda, cuya identidad no hace electoralmente al caso, se viene reuniendo noche tras noche para discutir los documentos que su partido remite desde París. Los militantes, sin domir, se restregan los parpados buscando nuevas y mejores interconexiones entre sus neuronas. Desde hace semanas ha sido necesario desarrollar toda la parafernalia de citas previas, seguimiento de otros camaradas hasta el punto de reunión, repaso a la lista de todos los edificios de tu ciudad con doble entrada y salida, interminables cafés en los más populosos bares de la urbe, para discutir madrugada a madrugada y en un continuo peloteo de citas de Lenin -algunas inventadas- la cuadratura del círculo de la nueva sociedad que todos buscábamos. Todo ello hasta que, ojerosos, recibíamos la visita de un paracaidista -un responsable que bajaba desde la dirección partidaria a una célula de base, para recordarnos que tanta discusión política sobre los documentos del partido debía hacerse río para hacer correcciones o sugerencias sino para aprendérselos, mejor.

Esto es lo que Felipe nunca podría tolerar y lo que le aporta ese plus innegable de credibilidad.

Tal como Aristides Briand, quien tuvo que sacar adelante a la tercera República francesa amenazada por el asunto Dreyfus y, en general, por un Ejército hostil, Felipe González no se plantea los problemas teológicos del socialismo. Ayudará desde el Gobierno a la reconstrucción del centro y no me parece a mí que Vaya a tener mucha piedad para con todas las Claudias que han envenenado nuestra derecha democrática hasta convertirla en una historia más de Robert Graves. Y tampoco, pese al mensaje de moderación que va vendiendo por España, cabría incorporar al candidato socialista demasiados perfiles de suavidad. Con el golpismo pretende ser todo lo enérgico que le permita esa última raya moral que se entiende por razón de Estado. Y no piensa caer en ninguna debilidad por mero instinto de supervivencia y en el entendimiento de que el próximo pulso no será entre el golpismo y un gobierno PSOE sino entre el Estado democrático y una minoría involucionista.

Preocupa el Interregno

Preocupa, obviamente, el interregno de poder que puede abrirse entre un triunfo socialista y la detentación real del teclado del poder. Acaso aquí las cuatro semanas de interregno puedan ser más preocupantes por cuanto eso que podríamos denominar "el Gobierno saliente" carece de autoridad y de moral. El caballo en cualquier caso se siente tranquilo y confiado, pero realista. "No somos tontos. ¡Cómo no van a intentar algo!" Pero se duele de todo aquello que pueda crear un alarmismo innecesario. Y vende su producto: "Sólo los socialistas pueden parar y desarticular la trama del golpe". Un Gobierno en la sombra o paralelo al día siguiente de la jornada electoral puede garantizar esta transición en la transición.

Pero sería faltar a la verdad no relatar la confianza y la seguridad de este candidato.

Se trabaja en el autobús sobre planes a diez años, como los referentes a Iberoamérica, y el caballo, ya tan lejos de aquel "...Capullo, queremos un hijo tuyo..." reparte por las carreteras de España cambio, seguridad, confianza, esperanza. Cuando en una de las escasas recaladas en Madrid arrastras por una vez tu maleta hasta tu domicilio en vez de hasta el pasillo de un hotel ignoto de una ciudad cuyo nombre equivocas en la marea del viaje, tus conocidos te asaltan con la preocupación del golpe próximo. No hay tal para la caravana socialista que trabaja en su autobus. Puedo dar fe de que este caballo, cuando en las curvas de las carreteras de este país se contrapean los autobuses y todos nos saludamos con la mano, va garrapateando con sus notas los planes de ayuda a las empresas privadas en crisis.

Porque el golpe existe como existe el cáncer, pero no podemos vivir todos pensando en las metástasis aunque resulte conveniente trabajar en el estudio de la reproducción anormal de las células. Y, además, ¿esto qué es?: una partida de ajedrez entre el coronel San Martín y el Estado establecido. No da para más. Sería verdaderamente de tontos dejarse ganar.